Entrada destacada

Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

viernes, 14 de octubre de 2022

Viernes 18 noviembre 2022, Viernes de la XXXIII semana del Tiempo Ordinario, feria o Dedicación de las Basílicas de los santos Pedro y Pablo, apóstoles, memoria libre.

SOBRE LITURGIA

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POST-SINODAL RECONCILIATIO ET PAENITENTIA (2-Diciembre-1984)
DE JUAN PABLO II

Mortal y venial


17. Pero he aquí, en el misterio del pecado, una nueva dimensión sobre la que la mente del hombre jamás ha dejado de meditar: la de su gravedad. Es una cuestión inevitable, a la que la conciencia cristiana nunca ha renunciado a dar una respuesta: ¿por qué y en qué medida el pecado es grave en la ofensa que hace a Dios y en su repercusión sobre el hombre? La Iglesia tiene su doctrina al respecto, y la reafirma en sus elementos esenciales, aun sabiendo que no es siempre fácil, en las situaciones concretas, deslindar netamente los confines.

Ya en el Antiguo Testamento, para no pocos pecados —los cometidos con deliberación [75], las diversas formas de impudicicia [76], idolatría [77], culto a los falsos dioses [78] — se declaraba que el reo debía ser «eliminado de su pueblo», lo que podía también significar ser condenado a muerte [79]. A estos pecados se contraponían otros, sobre todo los cometidos por ignorancia, que eran perdonados mediante un sacrificio [80].

Refiriéndose también a estos textos, la Iglesia, desde hace siglos, constantemente habla de pecado mortal y de pecado venial. Pero esta distinción y estos términos se esclarecen sobre todo en el Nuevo Testamento, donde se encuentran muchos textos que enumeran y reprueban con expresiones duras los pecados particularmente merecedores de condena [81], además de la ratificación del Decálogo hecha por el mismo Jesús [82]. Quiero referirme aquí de modo especial a dos páginas significativas e impresionantes.

San Juan, en un texto de su primera Carta, habla de un pecado que conduce a la muerte (pròs thánaton) en contraposición a un pecado que no conduce a la muerte (mè pròs thánaton) [83].(83) Obviamente, aquí el concepto de muerte es espiritual: se trata de la pérdida de la verdadera vida o «vida eterna», que para Juan es el conocimiento del Padre y del Hijo [84], la comunión y la intimidad entre ellos. El pecado que conduce a la muerte parece ser en este texto la negación del Hijo [85], o el culto a las falsas divinidades [86]. De cualquier modo con esta distinción de conceptos, Juan parece querer acentuar la incalculable gravedad de lo que es la esencia del pecado, el rechazo de Dios, que se realiza sobre todo en la apostasía y en la idolatría, o sea en repudiar la fe en la verdad revelada y en equiparar con Dios ciertas realidades creadas, elevándolas al nivel de ídolos o falsos dioses [87]. Pero el Apóstol en esa página intenta también poner en claro la certeza que recibe el cristiano por el hecho de ser «nacido de Dios» y por la venida del Hijo: existe en él una fuerza que lo preserva de la caída del pecado; Dios lo custodia, «el Maligno no lo toca». Porque si peca por debilidad o ignorancia, existe en él la esperanza de la remisión, gracias también a la ayuda que le proviene de la oración común de los hermanos.

En otro texto del Nuevo Testamento, en el Evangelio de Mateo [88], el mismo Jesús habla de una «blasfemia contra el Espíritu Santo», la cual es «irremisible», ya que ella es, en sus manifestaciones, un rechazo obstinado de conversión al amor del Padre de las misericordias.

Es claro que se trata de expresiones extremas y radicales del rechazo de Dios y de su gracia y, por consiguiente, de la oposición al principio mismo de la salvación [89], por las que el hombre parece cerrarse voluntariamente la vía de la remisión. Es de esperar que pocos quieran obstinarse hasta el final en esta actitud de rebelión o, incluso, de desafío contra Dios, el cual, por otro lado, en su amor misericordioso es más fuerte que nuestro corazón —como nos enseña también San Juan [90] — y puede vencer todas nuestras resistencias psicológicas y espirituales, de manera que —como escribe Santo Tomás de Aquino— «no hay que desesperar de la salvación de nadie en esta vida, considerada la omnipotencia y la misericordia de Dios» [91].

Pero ante el problema del encuentro de una voluntad rebelde con Dios, infinitamente justo, no se puede dejar de abrigar saludables sentimientos de «temor y temblor», como sugiere San Pablo [92]; mientras la advertencia de Jesús sobre el pecado que no es «remisible» confirma la existencia de culpas, que pueden ocasionar al pecador «la muerte eterna» como pena.

A la luz de estos y otros textos de la Sagrada Escritura, los doctores y los teólogos, los maestros de la vida espiritual y los pastores han distinguido los pecados en mortales y veniales. San Agustín, entre otros, habla de letalia o mortifera crimina, oponiéndolos a venialia, levia o quotidiana [93] El significado que él atribuye a estos calificativos influirá en el Magisterio posterior de la Iglesia. Después de él, será Santo Tomás de Aquino el que formulará en los términos más claros posibles la doctrina que se ha hecho constante en la Iglesia.

Al definir y distinguir los pecados mortales y veniales, no podría ser ajena a Santo Tomás y a la teología sobre el pecado, que se basa en su enseñanza, la referencia bíblica y, por consiguiente, el concepto de muerte espiritual. Según el Doctor Angélico, para vivir espiritualmente, el hombre debe permanecer en comunión con el supremo principio de la vida, que es Dios, en cuanto es el fin último de todo su ser y obrar. Ahora bien, el pecado es un desorden perpetrado por el hombre contra ese principio vital. Y cuando «por medio del pecado, el alma comete una acción desordenada que llega hasta la separación del fin último —Dios— al que está unida por la caridad, entonces se da el pecado mortal; por el contrario, cada vez que la acción desordenada permanece en los límites de la separación de Dios, entonces el pecado es venial» [94]. Por esta razón, el pecado venial no priva de la gracia santificante, de la amistad con Dios, de la caridad, ni, por lo tanto, de la bienaventuranza eterna, mientras que tal privación es precisamente consecuencia del pecado mortal.

Considerando además el pecado bajo el aspecto de la pena que incluye, Santo Tomás con otros doctores llama mortal al pecado que, si no ha sido perdonado, conlleva una pena eterna; es venial el pecado que merece una simple pena temporal (o sea parcial y expiable en la tierra o en el purgatorio).

Si se mira además a la materia del pecado, entonces las ideas de muerte, de ruptura radical con Dios, sumo bien, de desviación del camino que lleva a Dios o de interrupción del camino hacia Él (modos todos ellos de definir el pecado mortal) se unen con la idea de gravedad del contenido objetivo; por esto, el pecado grave se identifica prácticamente, en la doctrina y en la acción pastoral de la Iglesia, con el pecado mortal.

Recogemos aquí el núcleo de la enseñanza tradicional de la Iglesia, reafirmada con frecuencia y con vigor durante el reciente Sínodo. En efecto, éste no sólo ha vuelto a afirmar cuanto fue proclamado por el Concilio de Trento sobre la existencia y la naturaleza de los pecados mortales y veniales [95], sino que ha querido recordar que es pecado mortal lo que tiene como objeto una materia grave y que, además, es cometido con pleno conocimiento y deliberado consentimiento. Es un deber añadir —como se ha hecho también en el Sínodo— que algunos pecados, por razón de su materia, son intrínsecamente graves y mortales. Es decir, existen actos que, por sí y en sí mismos, independientemente de las circunstancias, son siempre gravemente ilícitos por razón de su objeto. Estos actos, si se realizan con el suficiente conocimiento y libertad, son siempre culpa grave [96].

Esta doctrina basada en el Decálogo y en la predicación del Antiguo Testamento, recogida en el Kérigma de los Apóstoles y perteneciente a la más antigua enseñanza de la Iglesia que la repite hasta hoy, tiene una precisa confirmación en la experiencia humana de todos los tiempos. El hombre sabe bien, por experiencia, que en el camino de fe y justicia que lo lleva al conocimiento y al amor de Dios en esta vida y hacia la perfecta unión con él en la eternidad, puede detenerse o distanciarse, sin por ello abandonar la vida de Dios; en este caso se da el pecado venial, que, sin embargo, no deberá ser atenuado como si automáticamente se convirtiera en algo secundario o en un «pecado de poca importancia».

Pero el hombre sabe también, por una experiencia dolorosa, que mediante un acto consciente y libre de su voluntad puede volverse atrás, caminar en el sentido opuesto al que Dios quiere y alejarse así de Él (aversio a Deo), rechazando la comunión de amor con Él, separándose del principio de vida que es Él, y eligiendo, por lo tanto, la muerte.

Siguiendo la tradición de la Iglesia, llamamos pecado mortal al acto, mediante el cual un hombre, con libertad y conocimiento, rechaza a Dios, su ley, la alianza de amor que Dios le propone, prefiriendo volverse a sí mismo, a alguna realidad creada y finita, a algo contrario a la voluntad divina (conversio ad creaturam). Esto puede ocurrir de modo directo y formal, como en los pecados de idolatría, apostasía y ateísmo; o de modo equivalente, como en todos los actos de desobediencia a los mandamientos de Dios en materia grave. El hombre siente que esta desobediencia a Dios rompe la unión con su principio vital: es un pecado mortal, o sea un acto que ofende gravemente a Dios y termina por volverse contra el mismo hombre con una oscura y poderosa fuerza de destrucción.

Durante la asamblea sinodal algunos Padres propusieron una triple distinción de los pecados, que podrían clasificarse en veniales, graves y mortales. Esta triple distinción podría poner de relieve el hecho de que existe una gradación en los pecados graves. Pero queda siempre firme el principio de que la distinción esencial y decisiva está entre el pecado que destruye la caridad y el pecado que no mata la vida sobrenatural; entre la vida y la muerte no existe una vía intermedia.

Del mismo modo se deberá evitar reducir el pecado mortal a un acto de «opción fundamental» —como hoy se suele decir— contra Dios, entendiendo con ello un desprecio explícito y formal de Dios o del prójimo. Se comete, en efecto, un pecado mortal también, cuando el hombre, sabiendo y queriendo elige, por cualquier razón, algo gravemente desordenado. En efecto, en esta elección está ya incluido un desprecio del precepto divino, un rechazo del amor de Dios hacia la humanidad y hacia toda la creación: el hombre se aleja de Dios y pierde la caridad. La orientación fundamental puede pues ser radicalmente modificada por actos particulares. Sin duda pueden darse situaciones muy complejas y oscuras bajo el aspecto psicológico, que influyen en la imputabilidad subjetiva del pecador. Pero de la consideración de la esfera psicológica no se puede pasar a la constitución de una categoría teológica, como es concretamente la «opción fundamental» entendida de tal modo que, en el plano objetivo, cambie o ponga en duda la concepción tradicional de pecado mortal.

Si bien es de apreciar todo intento sincero y prudente de clarificar el misterio psicológico y teológico del pecado, la Iglesia, sin embargo, tiene el deber de recordar a todos los estudiosos de esta materia, por un lado, la necesidad de ser fieles a la Palabra de Dios que nos instruye también sobre el pecado; y, por el otro, el riesgo que se corre de contribuir a atenuar más aún, en el mundo contemporáneo, el sentido del pecado.

[75] Cf. Núm 15, 30.
[76] Cf. Lev 18, 26-30.
[77] Cf. Lev 19, 4.
[78] Cf. Lev 20, 1-7.
[79] Cf. Ex 21, 17
[80] Cf. Lev 4, 2 ss.; 5, 1 ss.; Núm 15, 22-29.
[81] Cf. Mt 5, 28; 6, 23; 12, 31 s.; 15, 19; Mc 3, 28-30; Rom 1, 29-31; 13, 13; Sant 4.
[82] Cf. Mt 5, 17; 15, 1-10; Mc 10, 19; Lc 18, 20.
[83] Cf. 1 Jn 5, 16 s.
[84] Cf. Jn 17, 3.
[85] Cf. 1 Jn 2, 22
[86] Cf. 1 Jn 5, 21.
[87] Cf. 1 Jn 5, 16-21.
[88] Mt 12, 31 s.
[89] Cf. S. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, IIa-IIae, q. 14, aa. 1-3.
[90] Cf. 1 Jn 3, 20
[91] S. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, IIa-IIae, q. 14, a. 3, ad primum.
[92] Cf. Flp 2, 12.
[93] Cf. S. Agustín, De Spiritu et littera, XXVIII: CSEL 60, 202 s.; CCL 38, 441; Enarrat. in ps. 39, 22: Enchiridion ad Laurentium, de fide et spe et caritate, XIX, 71: CCL 46, 88; In Ioannis Evangelium tractatus, 12, 3, 14: CCL 36, 129.
[94] S. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, Ia, IIae, q. 72, a. 5.
[95] Cf. Conc. Ecum. Tridentino, Sesión VI, De iustificatione cap. 2 y cann. 23, 25, 27: Conciliorum Oecumenicorum Decreta, Bologna 1973³, pp. 671. 680 S. (DS 1573. 1575. 1577).
[96] Cf. Conc. Ecum. Tridentino, Sesión VI De iustificatione cap. XV: Conciliorum Oecumenicorum Decreta, ed. cit. 677 (DS 1544).


CALENDARIO

18 VIERNES DE LA XXXIII SEMANA DEL T. ORDINARIO, feria o DEDICACIÓN DE LAS BASÍLICAS DE LOS SANTOS PEDRO y PABLO, apóstoles, m. libre

Misa
de feria (verde) o de la memoria (blanco).
MISAL: para la feria cualquier formulario permitido (véase pág. 67, n. 5) / para la memoria ants. y oracs. props.; Pf. común o de los apóstoles.
LECC.: vol. III-par. Para la memoria: vol. IV.
- Ap 10, 8-11. Tomé el librito y lo devoré.
- Sal 118. R. ¡Qué dulce al paladar tu promesa, Señor!
- Lc 19, 45-48. Habéis hecho de la casa de Dios una “cueva de bandidos”.
Para la memoria:

- Hch 28, 11-16. 30-31. Así llegamos a Roma.
- Sal 97. R. El Señor revela a las naciones su justicia.
- Mt 14, 22-33. Mándame ir a ti sobre el agua.

Liturgia de las Horas: oficio de feria o de la memoria.

Martirologio: elogs. del 19 de noviembre, pág. 677.
CALENDARIOS: Barcelona: Dedicación de la iglesia-catedral (F).
Cuenca: Santa Isabel de Hungría, religiosa (MO).
Religiosas de la Visitación de Santa María: Beatas María Gabriela Hinojosa, y compañeras, vírgenes y mártires (MO). Madrid: (ML).
II Franciscanos: Beata Salomé de Cracovia, virgen (ML).
Pasionistas: Beato Grimaldo Santamaría, religioso (ML).
Religiosas del Sagrado Corazón: Santa Rosa Filipina Duchesne (ML).

TEXTOS MISA

Misa de la feria: del XXXIII Domingo del T. Ordinario (o de otro Domingo del T. Ordinario).

Misa de la memoria:

18 de noviembre
Dedicación de las basílicas de los santos Pedro y Pablo, apóstoles.

Antífona de entrada Cf. Sal 44, 17-18
Los nombrarás príncipes por toda la tierra, harán memorable tu nombre por generaciones y generaciones, y los pueblos te alabarán por los siglos de los siglos.
Constítues eos príncipes super omnem terram; mémores erunt nóminis tui in omni generatióne et generatiónem: proptérea pópuli confitebúntur tibi in aetérnum et in saeculum saeculi.

Monición de entrada
Recordamos con esta celebración la Dedicación de las basílicas de los santos apóstoles Pedro y Pablo en Roma. La primera de ellas fue edificada por el emperador Constantino sobre el sepulcro de san Pedro en la colina del Vaticano; al deteriorarse por el paso de los años fue reconstruida con mayor amplitud y de nuevo consagrada en este mismo día de su aniversario, el año 1626. La otra, edificada por los emperadores Teodosio y Valentiniano en la vía Ostiense, después de quedar aniquilada por un lamentable incendio, fue reedificada en su totalidad y dedicada el 10 de diciembre de 1854. Con su común conmemoración se quiere significar, de algún modo, la fraternidad de los apóstoles y la unidad en la Iglesia.

Oración colecta
Defiende a tu Iglesia, Señor, con la protección de los apóstoles, para que, habiendo recibido por ellos las primicias del conocimiento divino, consiga aumento de gracia hasta el fin de los tiempos. Por nuestro Señor Jesucristo.
Ecclésiam tuam, Dómine, apostólicis defénde praesídiis, ut, per quos inítium divínae cognitiónis accépit, per eos usque in finem saeculi cápiat grátiae caeléstis augméntum. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Viernes de la XXXIII semana del Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA Ap 10, 8-11
Tomé el librito y lo devoré

Lectura del libro del Apocalipsis.

Yo, Juan, escuché la voz del cielo que se puso a hablarme de nuevo diciendo:
«Ve a tomar el librito abierto de la mano del ángel que está de pie sobre el mar y la tierra».
Me acerqué al ángel y le pedí que me diera el librito. Él me dice:
«Toma y devóralo; te amargará en el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel».
Tomé el librito de mano del ángel y lo devoré; en mi boca sabía dulce como la miel, pero, cuando lo comí, mi vientre se llenó de amargor.
Y me dicen:
«Es preciso que profetices de nuevo sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reinos».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 118, 14. 24. 72. 103. 111. 131 (R.: 103a)
R. 
¡Qué dulce al paladar tu promesa, Señor!
Quam dúlcia fáucibus meis elóquia tua, Dómine!

V. Mi alegría es el camino de tus preceptos,
más que todas las riquezas.
R. ¡Qué dulce al paladar tu promesa, Señor!
Quam dúlcia fáucibus meis elóquia tua, Dómine!

V. Tus preceptos son mi delicia,
tus enseñanzas son mis consejeros.
R. ¡Qué dulce al paladar tu promesa, Señor!
Quam dúlcia fáucibus meis elóquia tua, Dómine!

V. Más estimo yo la ley de tu boca
que miles de monedas de oro y plata.
R. ¡Qué dulce al paladar tu promesa, Señor!
Quam dúlcia fáucibus meis elóquia tua, Dómine!

V. ¡Qué dulce al paladar tu promesa:
más que miel en la boca!
R. ¡Qué dulce al paladar tu promesa, Señor!
Quam dúlcia fáucibus meis elóquia tua, Dómine!

V. Tus preceptos son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón.
R. ¡Qué dulce al paladar tu promesa, Señor!
Quam dúlcia fáucibus meis elóquia tua, Dómine!

V. Abro la boca y respiro,
ansiando tus mandamientos.
R. ¡Qué dulce al paladar tu promesa, Señor!
Quam dúlcia fáucibus meis elóquia tua, Dómine!

Aleluya Jn 10, 27
R.
 Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Mis ovejas escuchan mi voz -dice el Señor-, y yo las conozco, y ellas me siguen. R.
Oves meæ vocem meam áudiunt, dicit Dóminus; et ego cognósco eas, et sequúntur me.

EVANGELIO Lc 19, 45-48
Habéis hecho de la casa de Dios una “cueva de bandidos”
╬ 
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús entró en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles:
«Escrito está: “Mi casa será casa de oración”; pero vosotros la habéis hecho una “cueva de bandidos”».
Todos los días enseñaba en el templo.
Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo buscaban acabar con él, pero no sabían qué hacer, porque todo el pueblo estaba pendiente de él, escuchándolo.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Homilía en santa Marta 24-noviembre-2017
El templo de Dios más importante es nuestro corazón, porque dentro de nosotros habita el Espíritu Santo. ¿Y qué sucede en mi corazón? ¿He aprendido a vigilar dentro de mí, para que el templo de mi corazón sea solo para el Espíritu Santo? ¡Purificar el templo, el templo interior y vigilar! Estate atento: ¿qué pasa en tu corazón? ¿Quién viene, quién va? ¿Cuáles son tus sentimientos, tus ideas? ¿Hablas con el Espíritu Santo? ¿Escuchas al Espíritu Santo? Vigilar: estar atentos a lo que pasa en nuestro templo, dentro de nosotros.

Oración de los fieles.
Ferias del Tiempo Ordinario XLVI

Suba nuestra oración a Dios Padre todopoderoso, que quiere iluminar y salvar a todos los hombres.
- Por nuestro santo padre el papa N. y por todos los obispos, para que guíen fielmente al pueblo de Dios. Roguemos al Señor,
- Por los que rigen los destinos de los pueblos, para que protejan la libertad de los ciudadanos y gobiernen con rectitud y justicia, Roguemos al Señor,
- Por los hambrientos y los enfermos, por los emigrantes y los que no tienen trabajo, por todos los que sufren, para que sean aliviados en su necesidad. Roguemos al Señor.
- Por los que estamos aquí reunidos, para que vivamos en amor fraterno y formemos una comunidad de fe, esperanza y amor en el seno de la Iglesia. Roguemos al Señor
Escucha, Dios todopoderoso, las súplicas de tu pueblo; y concédenos lo que te pedimos, confiados en tu bondad. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Misa de la memoria:
LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas de la memoria de la Dedicación de las basílicas de los santos Pedro y Pablo, apóstoles.

PRIMERA LECTURA Hch 28, 11-16. 30-31
Así llegamos a Roma.

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

Al cabo de tres meses, zarpamos en un barco que había invernado en la isla de Malta. Era de Alejandría y llevaba por mascarón los Dióscuros.
Arribamos a Siracusa y nos detuvimos tres días; desde allí, costeando, llegamos a Regio.
Al día siguiente, se levantó viento sur, y llegamos a Puteoli en dos días. Allí encontramos a algunos hermanos, los cuales nos rogaron que pasásemos siete días con ellos.
Y así llegamos a Roma.
Los hermanos de Roma, que habían oído hablar de nuestras peripecias, salieron a recibirnos al Foro Apio y Tres Tabernas. Al verlos, Pablo dio gracias a Dios y se sintió animado.
Una vez en Roma, le permitieron a Pablo vivir por su cuenta en una casa, con el soldado que lo vigilaba.
Permaneció allí un bienio completo en una casa alquilada, recibiendo a todos los que acudían a verlo, predicándoles el reino de Dios y enseñando lo que se refiere al Señor Jesucristo con toda libertad, sin estorbos.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 98, 1. 2-3ab. 3c-4. 5-6 (R.: 2b)
R. 
El Señor revela a las naciones su justicia.
In conspectu gentium revelavit Dóminus iustitiam suam.

V. Cantad al Señor un canto nuevo,
porque ha hecho maravillas;
su mano le ha dado la victoria, su santo brazo.
R. El Señor revela a las naciones su justicia.
In conspectu gentium revelavit Dóminus iustitiam suam.

V. El Señor da a conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.
R. El Señor revela a las naciones su justicia.
In conspectu gentium revelavit Dóminus iustitiam suam.

V. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad.
R. El Señor revela a las naciones su justicia.
In conspectu gentium revelavit Dóminus iustitiam suam.

V. Tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor.
R. El Señor revela a las naciones su justicia.
In conspectu gentium revelavit Dóminus iustitiam suam.

Aleluya.
R. 
Aleluya, aleluya, aleluya.
V. A ti, oh, Dios, te alabamos, a ti, Señor, te reconocemos; a ti te ensalza el glorioso coro de los apóstoles, Señor. R.
Te Deum laudamus, te Dóminum confitemur; te gloriosus apostolorum chorus laudat, Dómine.

EVANGELIO Mt 14, 22-33
Mándame ir a ti sobre el agua
╬ 
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
R. Gloria a ti, Señor.

Después de que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.
Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo.
Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, diciendo que era un fantasma.
Jesús les dijo enseguida:
«¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!».
Pedro le contestó:
«Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua».
Él le dijo:
«Ven».
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:
«Señor, sálvame».
Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:
«Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?».
En cuanto subieron a la barca amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él diciendo:
«Realmente eres Hijo de Dios».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Del Papa Francisco, Ángelus 10-agosto-2014
Este relato es una hermosa imagen de la fe del apóstol Pedro. En la voz de Jesús que le dice: "Ven", él reconoció el eco del primer encuentro en la orilla de ese mismo lago, e inmediatamente, una vez más, dejó la barca y se dirigió hacia el Maestro. Y caminó sobre las aguas. La respuesta confiada y disponible ante la llamada del Señor permite realizar siempre cosas extraordinarias. Pero Jesús mismo nos dijo que somos capaces de hacer milagros con nuestra fe, la fe en Él, la fe en su palabra, la fe en su voz. En cambio Pedro comienza a hundirse en el momento en que aparta la mirada de Jesús y se deja arrollar por las adversidades que lo rodean. Pero el Señor está siempre allí, y cuando Pedro lo invoca, Jesús lo salva del peligro. En el personaje de Pedro, con sus impulsos y sus debilidades, se describe nuestra fe: siempre frágil y pobre, inquieta y con todo victoriosa, la fe del cristiano camina hacia el encuentro del Señor resucitado, en medio de las tempestades y peligros del mundo.

Oración de los fieles.
Ferias del Tiempo Ordinario XLVI

Suba nuestra oración a Dios Padre todopoderoso, que quiere iluminar y salvar a todos los hombres.
- Por nuestro santo padre el papa N. y por todos los obispos, para que guíen fielmente al pueblo de Dios. Roguemos al Señor,
- Por los que rigen los destinos de los pueblos, para que protejan la libertad de los ciudadanos y gobiernen con rectitud y justicia, Roguemos al Señor,
- Por los hambrientos y los enfermos, por los emigrantes y los que no tienen trabajo, por todos los que sufren, para que sean aliviados en su necesidad. Roguemos al Señor.
- Por los que estamos aquí reunidos, para que vivamos en amor fraterno y formemos una comunidad de fe, esperanza y amor en el seno de la Iglesia. Roguemos al Señor
Escucha, Dios todopoderoso, las súplicas de tu pueblo; y concédenos lo que te pedimos, confiados en tu bondad. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Al ofrecerte, Señor, los dones de nuestro servicio, invocamos tu clemencia para que la verdad transmitida por el ministerio de los apóstoles Pedro y Pablo permanezca intacta en nuestros corazones. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Servitútis nostrae tibi, Dómine, munus offeréntes, tuam deprecámur cleméntiam, ut trádita nobis apostolórum Petri et Pauli ministério véritas in córdibus nostris illibáta persevéret. Per Christum.

PREFACIO I DE LOS APÓSTOLES
LOS APÓSTOLES, PASTORES DEL PUEBLO DE DIOS
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque tú, Pastor eterno, no abandonas nunca a tu rebaño, sino que por medio de los santos apóstoles lo proteges y conservas, y quieres que tenga siempre por guías a los mismos pastores a quienes tu Hijo estableció como enviados suyos.
Por eso, con los ángeles y arcángeles, tronos y dominaciones, y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus:
Qui gregem tuum, Pastor aetérne, non déseris, sed per beátos Apóstolos contínua protectióne custódis, ut iísdem rectóribus gubernétur, quos Fílii tui vicários eídem contulísti praeésse pastóres.
Et ídeo cum Angelis et Archángelis, cum Thronis et Dominatiónibus, cumque omni milítia caeléstis exércitus, hymnum glóriae tuae cánimus, sine fine dicéntes:

Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA I o CANON ROMANO

Antífona de comunión Cf. Jn 6. 68-69

Señor, tú tienes palabras de vida eterna, nosotros creemos que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios.
Dómine, verba vitae aetérnae habes, et nos credídimus quia tu es Christus Fílius Dei.

Oración después de la comunión
Señor, haz que tu pueblo, alimentado con el pan celestial, se llene de alegría al conmemorar a los apóstoles Pedro y Pablo, bajo cuya protección quisiste gobernarlo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Pópulus tuus, quaesumus, Dómine, caelésti pane reféctus, apostolórum Petri et Pauli commemoratióne laetétur, quorum donásti patrocínio gubernári. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del 19 de noviembre

1. Conmemoración de san Abdías, profeta, que, después del exilio del pueblo de Israel, anunció la ira del Señor contra las gentes enemigas.
2. En Cesarea de Capadocia, en la actual Turquía, san Máximo, corepíscopo y mártir. (255)
3. En la aldea de Brainne-su-la-Vesle, junto a Vienne, en la Galia Lugdunense, hoy Francia, santos Severino, Exsuperio y Feliciano, mártires(170)
4. En Antioquía de Siria, en Turquía actualmente, san Bárlaam, mártir, el cual, aunque rústico e ignorante, pero fortalecido por la sabiduría de Cristo, con una invicta constancia en la fe rechazó el fuego y el incienso que le ponían en las manos para que sacrificara a los ídolos, y por la ferocidad del tirano obtuvo la palma del martirio. (304)
5. En Heraclea, en Tracia, hoy en Turquía, cuarenta santas mujeres, vírgenes, viudas y mártires. (s. IV)
6*. En la región de Vélay, en Aquitania, actual Francia, san Eudón, abad(c. 720)
7*. En el monte Mercurio, en Calabria, región de la Italia actual, san Simón, eremita. (s. X)
8*. En el monasterio de Helfta, en Sajonia, actual Alemania, santa Matilde, virgen, que fue mujer de exquisita doctrina y humildad, ilustrada con el don celeste de la contemplación mística. (1298)
9*. En Mantua, población de la región italiana de Lombardía, beato Jacobo Benfatti, obispo, de la Orden de Predicadores, que además de apaciguar las disensiones en la ciudad, socorrió al pueblo asolado por la peste y el hambre. (1332)
10*. En la localidad de Garraf, cerca de la ciudad de Barcelona, en España, beatos mártires Eliseo García García, religioso de la Sociedad de San Francisco de Sales, y Alejandro Planas Saurí, que durante el tiempo de persecución de la fe fueron encontrados dignos de ser asociados al combate salvífico de Cristo. (1936)
- Beata Armida Barelli (1882- Marzio, Varese, Italia 1952). Beata contribuyó a fundar con su actividad apostólica a favor de la Iglesia y la sociedad italiana tres realidades: la Acción Católica Italiana (ACI), el Instituto secular de las Misioneras de la Realeza de Cristo (ISM) y la Universidad Católica del Sacro Cuore (UCSC).

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No publico comentarios anónimos.