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Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

lunes, 31 de enero de 2022

Lunes 7 marzo 2022, Lunes de la I semana de Cuaresma, feria o santas Perpetua y Felicidad, mártires, conmemoración.

SOBRE LITURGIA

CARTA APOSTÓLICA EN FORMA DE MOTU PROPRIO "LATINA LINGUA"
DEL SUMO PONTÍFICE BENEDICTO XVI

CON LA QUE SE INSTITUYE LA PONTIFICIA ACADEMIA DE LATINIDAD

1. La lengua latina siempre se ha tenido en altísima consideración por parte de la Iglesia católica y los Romanos Pontífices, quienes han promovido asiduamente su conocimiento y difusión, habiendo hecho de ella la propia lengua, capaz de transmitir universalmente el mensaje del Evangelio, como ya afirmaba autorizadamente la Constitución apostólica Veterum sapientia de mi predecesor, el beato Juan XXIII.

En realidad, desde Pentecostés la Iglesia ha hablado y orado en todas las lenguas de los hombres. Sin embargo, las comunidades cristianas de los primeros siglos utilizaron ampliamente el griego y el latín, lenguas de comunicación universal del mundo en el que vivían, gracias a las cuales la novedad de la Palabra de Cristo encontraba la herencia de la cultura helenístico-romana.

Tras las desaparición del Imperio romano de Occidente, la Iglesia de Roma no sólo continuó valiéndose de la lengua latina, sino que se hizo de ella en cierto modo custodia y promotora, tanto en ámbito teológico y litúrgico como en el de la formación y la transmisión del saber.

2. Asimismo en nuestros días el conocimiento de la lengua y la cultura latina resulta cuanto más necesaria para el estudio de las fuentes a las que acuden, entre otras, numerosas disciplinas eclesiásticas como, por ejemplo, la teología, la liturgia, la patrística y el derecho canónico, como enseña el concilio ecuménico Vaticano II (cfr. decr. Optatam totius, 13).

Además, en tal lengua están redactados, en su forma típica, precisamente para evidenciar la índole universal de la Iglesia, los libros litúrgicos del Rito romano, los documentos más importantes del Magisterio pontificio y las Actas oficiales más solemnes de los Romanos Pontífices.

3. En la cultura contemporánea se percibe sin embargo, en el contexto de un decaimiento generalizado de los estudios humanísticos, el peligro de un conocimiento cada vez más superficial de la lengua latina, verificable también en el ámbito de los estudios filosóficos y teológicos de los futuros sacerdotes. Por otro lado, precisamente en nuestro mundo, en el que tienen tanta parte la ciencia y la tecnología, se constata un renovado interés por la cultura y la lengua latina, no sólo en los continentes cuyas raíces culturales se hallan en la herencia greco-romana. Tal atención se ve aún más significativa dado que no involucra sólo los ambientes académicos e institucionales, sino que se refiere también a los jóvenes y estudiosos procedentes de naciones y tradiciones muy diversas.

4. Por ello se muestra urgente sustituir el empeño por un mayor conocimiento y un uso más competente de la lengua latina, tanto en el ámbito eclesial como en el más amplio mundo de la cultura. Para dar relevancia y resonancia a tal esfuerzo, es oportuna la adopción de métodos didácticos adecuados a las nuevas condiciones y la promoción de una red de relaciones entre instituciones académicas y entre estudios a fin de valorar el rico y multiforme patrimonio de la civilización latina.

Para contribuir a la consecución de estos objetivos, siguiendo las huellas de mis venerados predecesores, con el presente Motu Proprio instituyo hoy la Pontificia Academia de Latinidad, dependiente del Consejo pontificio para la cultura. La guiará un presidente, ayudado por un secretario, por mí nombrados, y por un consejo académico.

La Fundación Latinitas, constituida por el Papa Pablo VI con el Quirógrafo Romani Sermonis, del 30 de junio de 1976, queda extinguida.

La presente Carta Apostólica en forma de Motu Proprio, con la que apruebo ad experimentum, por un quinquenio, el Estatuto anexo, ordeno que se publique en L'Osservatore Romano.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 10 de noviembre de 2012, memoria de San León Magno, año octavo de Pontificado.

BENEDICTUS PP. XVI

Estatutos de la Pontificia Academia de Latinidad

Artículo 1
Se instituye la Pontificia Academia de Latinidad, con sede en el Estado de la Ciudad del Vaticano, para la promoción y valoración de la lengua y la cultura latina. La Academia está vinculada al Consejo pontificio para la cultura, del cual depende.

Artículo 2
§ 1. Objetivos de la Academia son:
a) favorecer el conocimiento y el estudio de la lengua y la literatura latina, tanto clásica como patrística, medieval y humanística, en particular en las instituciones formativas católicas, en las que tanto los seminaristas como los sacerdotes son formados e instruidos;
b) promover en los diversos ámbitos el uso del latín, ya sea como lengua escrita o hablada.
§ 2. Para alcanzar dichos fines la Academia se propone:
a) ocuparse de publicaciones, encuentros, congresos de estudio y representaciones artísticas;
b) dar vida y sostener cursos, seminarios y otras iniciativas formativas también en conexión con el Pontificio Instituto Superior de Latinidad;
c) educar a las jóvenes generaciones en el conocimiento del latín, también mediante los modernos medios de comunicación;
d) organizar actividades expositivas, muestras y concursos;
e) desarrollar otras actividades e iniciativas necesarias para la consecución de los fines institucionales.

Artículo 3
La Pontificia Academia de Latinidad se compone del presidente, del secretario, del consejo académico y de los miembros, llamados también académicos.

Artículo 4
§ 1. El presidente de la Academia es nombrado por el Sumo Pontífice, por un quinquenio. El presidente puede ser renovado por un segundo quinquenio.
§ 2. Corresponde al presidente:
a) representar legalmente a la Academia, también ante cualquier autoridad judicial y administrativa, tanto canónica como civil;
b) convocar y presidir el consejo académico y la asamblea de los miembros;
c) participar, en cualidad de miembro, en las reuniones del Consejo de coordinación de las academias pontificias y mantener las relaciones con el Consejo pontificio para la cultura;
d) supervisar la actividad de la Academia;
e) proveer en materia de administración ordinaria, con la colaboración del secretario, y en materia de administración extraordinaria, en acuerdo con el consejo académico y con el Consejo pontificio para la cultura.

Artículo 5
§ 1. El secretario es nombrado por el Sumo Pontífice, por un quinquenio. Puede ser renovado por un segundo quinquenio.
§ 2. El presidente, en caso de ausencia o impedimento, delega en el secretario su sustitución.

Artículo 6
§ 1. El consejo académico está compuesto por el presidente, el secretario y cinco consejeros. Los consejeros son elegidos por la asamblea de los académicos por un quinquenio, y pueden ser renovados.
§ 2. El consejo académico, que está presidido por el presidente de la Academia, delibera sobre las cuestiones de mayor importancia que se refieren a la Academia. Aprueba el orden del día en vista de la asamblea de los miembros, que debe celebrarse al menos una vez al año. El consejo es convocado por el presidente al menos una vez al año y, además, cada vez que lo requieran al menos tres consejeros.

Artículo 7
El presidente, con el parecer favorable del consejo, puede nombrar un archivero, con funciones de bibliotecario, y un tesorero.

Artículo 8
§ 1. La Academia consta de miembros ordinarios, en número no superior a cincuenta, llamados académicos, estudiosos y cultores de la lengua y literatura latina. Son nombrados por el secretario de Estado. Llegado el octogésimo año de edad, los miembros ordinarios devienen eméritos.
§ 2. Los académicos ordinarios participan en la asamblea de la Academia convocada por el presidente. Los académicos eméritos pueden participar en la asamblea, sin derecho a voto.
§ 3. Además de los académicos ordinarios, el presidente de la Academia, oído el Consejo, puede nombrar otros miembros, llamados correspondientes.

Artículo 9
El patrimonio de la extinta Fundación Latinitas y sus actividades, incluida la redacción y publicación de la Revista Latinitas, se transfieren a la Pontificia Academia de Latinidad.

Artículo 10
En lo no previsto expresamente, se hace referencia a las normas del vigente Código de derecho canónico y a las leyes del Estado de la Ciudad del Vaticano.

CALENDARIO

7 LUNES DE LA I SEMANA DE CUARESMA, feria o SANTAS PERPETUA y FELICIDAD, mártires, conm.

Misa
de feria (morado).
MISAL: ants. y oracs. props. [para la conm.: 1.ª orac. prop. y el resto de la feria], Pf. Cuaresma.
LECC.: vol. II.
La Cuaresma: Practicar la verdadera religión.
- Lev 19, 1-2. 11-18. Juzga con justicia a tu prójimo.
- Sal 18. R. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.
- Mt 25, 31-46. Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis.

Liturgia de las Horas: oficio de feria. Se puede hacer conmemoración de las santas.

Martirologio: elogs. del 8 de marzo, pág. 197.

TEXTOS MISA

Lunes de la I Semana de Cuaresma.

Antífona de entrada Sal 122, 2-3
Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia. Misericordia, Señor, misericordia.
Sicut óculi servórum in mánibus dominórum suórum, ita óculi nostri ad Dóminum Deum nostrum, donec misereátur nobis. Miserére nobis, Dómine, miserére nobis.

Oración colecta
Conviértenos a ti, Dios Salvador nuestro, e instruye nuestras mentes con la sabiduría del cielo, para que la celebración de esta Cuaresma dé fruto en nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo.
Convérte nos, Deus, salutáris noster, et, ut nobis opus quadragesimále profíciat, mentes nostras caeléstibus ínstrue disciplínis. Per Dóminum.

En la conmemoración:
7 de marzo
Santas Perpetua y Felicidad, mártires

Oración colecta propia, el resto de la feria de Cuaresma.

Elogio del martirologio

Memoria de las santas mártires Perpetua y Felicidad, que bajo el emperador Septimio Severo fueron detenidas en Cartago junto con otros adolescentes catecúmenos. Perpetua, matrona de unos veinte años, era madre de un niño de pecho, y Felicidad, su sierva, estaba entonces embarazada, por lo cual, según las leyes no podía ser martirizada hasta que diese a luz, y al llegar el momento, en medio de los dolores del parto se alegraba de ser expuesta a las fieras, y de la cárcel las dos pasaron al anfiteatro con rostro alegre, como si fueran hacia el cielo (203).

Oración colecta
Oh, Dios, las santas mártires Perpetua y Felicidad, urgidas por tu caridad, vencieron el tormento de la muerte rechazando al enemigo; concédenos, por sus oraciones, crecer siempre en tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, cuius urgénte caritáte beátae mártyres Perpétua et Felícitas torméntum mortis, contémpto persecutóre, vicérunt, da nobis, quaesumus, eárum précibus, ut in tua semper dilectióne crescámus. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Lunes de la I semana de Cuaresma (Lec. II).

PRIMERA LECTURA Lev 19, 1-2. 11-18
Juzga con justicia a tu prójimo
Lectura del libro del Levítico.

EL Señor habló así a Moisés:
«Di a la comunidad de los hijos de Israel:
“Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo. No robaréis ni defraudaréis ni os engañaréis unos a otros. No juraréis en falso por mi nombre, profanando el nombre de tu Dios. Yo soy el Señor.
No explotarás a tu prójimo ni le robarás. No dormirá contigo hasta la mañana siguiente el jornal del obrero.
No maldecirás al sordo ni pondrás tropiezo al ciego. Teme a tu Dios. Yo soy el Señor.
No daréis sentencias injustas. No serás parcial ni por favorecer al pobre ni por honrar al rico. Juzga con justicia a tu prójimo.
No andarás difamando a tu gente, ni declararás en falso contra la vida de tu prójimo. Yo soy el Señor.
No odiarás de corazón a tu hermano, pero reprenderás a tu prójimo, para que no cargues tú con su pecado.
No te vengarás de los hijos de tu pueblo ni les guardarás rencor, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor”».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 18, 8. 9. 10. 15 (R.: cf. Jn 6, 63)
R. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.
Verba tua, Dómine, spíritus et vita sunt.

V. La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye a los ignorantes.
R. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.
Verba tua, Dómine, spíritus et vita sunt.

V. Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos.
R. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.
Verba tua, Dómine, spíritus et vita sunt.

V. El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.
R. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.
Verba tua, Dómine, spíritus et vita sunt.

V. Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,
Señor, Roca mía, Redentor mío.
R. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.
Verba tua, Dómine, spíritus et vita sunt.

Versículo antes del Evangelio 2 Co 6, 2b
Ahora es tiempo favorable, ahora es el día de la salvación.
Ecce nunc tempus acceptábile, ecce nunc dies salútis.

EVANGELIO Mt 25, 31-46
Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis
 Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones.
Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha:
“Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a yerme”.
Entonces los justos le contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”.
Y el rey les dirá:
“En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.
Entonces dirá a los de su izquierda:
“Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”.
Entonces también estos contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”.
Él les replicará:
“En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”.
Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa 111-112.
Hay que reconocer a Cristo, que nos sale al encuentro, en nuestros hermanos los hombres. Ninguna vida humana es una vida aislada, sino que se entrelaza con otras vidas. Ninguna persona es un verso suelto, sino que formamos todos parte de un mismo poema divino, que Dios escribe con el concurso de nuestra libertad.
No hay nada que pueda ser ajeno al afán de Cristo. Hablando con profundidad teológica, es decir, si no nos limitamos a una clasificación funcional; hablando con rigor, no se puede decir que haya realidades –buenas, nobles, y aun indiferentes– que sean exclusivamente profanas, una vez que el Verbo de Dios ha fijado su morada entre los hijos de los hombres, ha tenido hambre y sed, ha trabajado con sus manos, ha conocido la amistad y la obediencia, ha experimentado el dolor y la muerte.

Oración de los fieles
Oremos a Dios Padre, que nos llama a la santidad.
- Para que en las leyes y decisiones de la Iglesia se transparente siempre la ley nueva de Cristo. Roguemos al Señor.
- Para que los cuerpos legislativos de las naciones respeten siempre la dignidad del hombre. Roguemos al Señor.
- Para que los pobres, los enfermos y todos los marginados sean convenientemente atendidos. Roguemos al Señor.
- Para que cuantos nos llamamos cristianos reconozcamos la presencia de Cristo en nuestros prójimos necesitados. Roguemos al Señor.
Llegue a tu presencia, Señor, el meditar de nuestro corazón y te agraden las súplicas de nuestra boca. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Acepta, Señor, la ofrenda de nuestra fidelidad, que, por tu acción, santifique nuestra vida y nos obtenga el perdón de nuestras culpas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Accépta tibi sit, Dómine, nostrae devotiónis oblátio, quae et conversatiónem nostram, te operánte, sanctíficet, et indulgéntiam nobis tuae propitiatiónis obtíneat. Per Christum.

PREFACIO I DE CUARESMA
SIGNIFICACIÓN ESPIRITUAL DE LA CUARESMA
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Por él concedes a tus fieles anhelar, año tras año, con el gozo de habernos purificado, los sacramentos pascuales, para que, dedicados con mayor entrega a la oración y a la caridad fraterna, por la celebración de los misterios que nos dieron nueva vida, lleguemos a ser con plenitud hijos de Dios.
Por eso, con los ángeles y arcángeles, tronos y dominaciones, y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: per Christum Dóminum nostrum.
Quia fidélibus tuis dignánter concédis quotánnis paschália sacraménta in gáudio purificátis méntibus exspectáre: ut, pietátis offícia et ópera caritátis propénsius exsequéntes, frequentatióne mysteriórum, quibus renáti sunt, ad grátiae filiórum plenitúdinem perducántur.
Et ídeo cum Angelis et Archángelis, cum Thronis et Dominatiónibus, cumque omni milítia caeléstis exércitus, hymnum glóriae tuae cánimus, sine fine dicéntes:

Santo, santo Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA II

Antífona de comunión Cf. Mt 25, 40. 34
En verdad os digo, cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis, dice el Señor. Venid vosotros, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
Amen dico vobis, quod uni ex mínimis meis fecístis, mihi fecístis, dicit Dóminus: Veníte, benedícti Patris mei, possidéte parátum vobis regnum ab inítio saeculi.

Oración después de la comunión
Al recibir tu sacramento, Señor, concédenos experimentar alivio para el alma y para el cuerpo, para que, salvados ambos, nos gloriemos en la plenitud de los auxilios del cielo. Por Jesucristo nuestro Señor.
Sentiámus, Dómine, quaesumus, tui perceptióne sacraménti, subsídium mentis et córporis, ut, in utróque salváti, de caeléstis remédii plenitúdine gloriémur. Per Christum.

Oración sobre el pueblo
Se puede añadir ad libitum
V. El Señor esté con vosotros. R.
V. Inclinaos para recibir la bendición.
Te pedimos, Señor, que ilumines la mente de tu pueblo con la claridad de tu luz, para que alcance a ver lo que debe obrar y lleve a cabo lo que sea recto. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Mentem pópuli tui, quaesumus, Dómine, lúmine tuae claritátis illústra, ut vidére possit, quae agénda sunt, et, quae recta sunt, ágere váleat. Per Christum.
V. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo +, y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre. R.

MARTIROLOGIO

Elogios del 8 de marzo
S
an Juan de Dios
, religioso, nacido en Portugal, que, después de una vida llena de peligros en la milicia humana, prestó ayuda con constante caridad a los necesitados y enfermos en un hospital fundado por él, y se asoció compañeros, con los que constituyó después la Orden de Hospitalaria San Juan de Dios. En este día, en la ciudad de Granada, en España, pasó al eterno descanso. (1550)
2. Conmemoración de san Poncio, en Cartago, en la actual Túnez, diácono de san Cipriano, al que acompañó en el destierro hasta su muerte, dejando un admirable relato de su vida y de su pasión. (s. III)
3. En Antínoo, de Egipto, santos Apolonio y Filemón, mártires. (287)
4*. En Como, en la región de Liguria, en Italia actualmente, san Provino, obispo, fiel discípulo de san Ambrosio, que preservó de la herejía arriana a la Iglesia que se le había encomendado. (c. 420)
5*. En la isla Cathaig (hoy Scattery), en Hibernia, hoy Irlanda, san Senano, abad. (s. VI)
6. En Dunwich, en Inglaterra, san Félix, obispo, que, oriundo de Burgundia, evangelizó a los ingleses orientales en tiempo del rey Sigeberto. (c. 646)
7. En la ciudad de Bitinia, en Nicomedia, actual Turquía, san Teofilacto, obispo, que, desterrado por defender el culto de las sagradas imágenes, falleció en Estróbilo de Caria. (c. 840)
8*. En el territorio de Thérouanne, en Francia, san Humfrido, obispo, el cual tras ser destruida la ciudad por los normandos, procuró infatigablemente congregar y consolar a su grey. (871)
9*. En Pavía, en la región italiana de Lombardía, san Litifredo, obispo(874)
10*. En el lugar de Tayne, en Escocia, sepultura de san Dutaco, obispo de Ross. (c. 1065)
11*. En la ciudad de Estella, en Navarra, san Veremundo, abad de Irache, el cual, habiendo abrazado desde joven la vida monástica, estimuló a sus monjes a buscar la perfección con su ejemplo y con ayunos y vigilias. (c. 1095)
12*. En Obazina, cerca de Limoges, en Aquitania, actualmente en Francia, san Esteban, primer abad de este monasterio, que en la búsqueda de Dios, unió a la Orden Cisterciense los tres monasterios que había fundado. (1159)
13*. En el monasterio de Jedrzejow, en Polonia, tránsito del beato Vicente Kadlubek, obispo de Cracovia, el cual, tras renunciar a su cargo, profesó allí la vida monástica. (1223)
14*. En la ciudad de Getafe, cerca de Madrid, en España, san Faustino Míguez, religioso de la Orden de Clérigos Regulares de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, que, ordenado sacerdote, se entregó por entero a la tarea docente y consiguió gran prestigio como maestro y perito en ciencias naturales. Fue diligente en su actividad pastoral y fundó el Instituto Calasancio de Hijas de la Divina Pastora, para la educación integral de la mujer. (1925) Canonizado 2017

domingo, 30 de enero de 2022

Domingo 6 marzo 2022, I Domingo de Cuaresma, ciclo C.

SOBRE LITURGIA

MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
PARA LA XLIX JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES

29 DE ABRIL DE 2012 – IV DOMINGO DE PASCUA

Tema: Las vocaciones don de la caridad de Dios

Queridos hermanos y hermanas

La XLIX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebrará el 29 de abril de 2012, cuarto domingo de Pascua, nos invita a reflexionar sobre el tema: Las vocaciones don de la caridad de Dios.

La fuente de todo don perfecto es Dios Amor -Deus caritas est-: «quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él» (1 Jn 4,16). La Sagrada Escritura narra la historia de este vínculo originario entre Dios y la humanidad, que precede a la misma creación. San Pablo, escribiendo a los cristianos de la ciudad de Éfeso, eleva un himno de gratitud y alabanza al Padre, el cual con infinita benevolencia dispone a lo largo de los siglos la realización de su plan universal de salvación, que es un designio de amor. En el Hijo Jesús –afirma el Apóstol– «nos eligió antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor» (Ef 1,4). Somos amados por Dios incluso “antes” de venir a la existencia. Movido exclusivamente por su amor incondicional, él nos “creó de la nada” (cf. 2M 7,28) para llevarnos a la plena comunión con Él.

Lleno de gran estupor ante la obra de la providencia de Dios, el Salmista exclama: «Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para que te cuides de él?» (Sal 8,4-5). La verdad profunda de nuestra existencia está, pues, encerrada en ese sorprendente misterio: toda criatura, en particular toda persona humana, es fruto de un pensamiento y de un acto de amor de Dios, amor inmenso, fiel, eterno (cf. Jr 31,3). El descubrimiento de esta realidad es lo que cambia verdaderamente nuestra vida en lo más hondo. En una célebre página de las Confesiones, san Agustín expresa con gran intensidad su descubrimiento de Dios, suma belleza y amor, un Dios que había estado siempre cerca de él, y al que al final le abrió la mente y el corazón para ser transformado: «¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, más yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti» (X, 27,38). Con estas imágenes, el Santo de Hipona intentaba describir el misterio inefable del encuentro con Dios, con su amor que transforma toda la existencia.

Se trata de un amor sin reservas que nos precede, nos sostiene y nos llama durante el camino de la vida y tiene su raíz en la absoluta gratuidad de Dios. Refiriéndose en concreto al ministerio sacerdotal, mi predecesor, el beato Juan Pablo II, afirmaba que «todo gesto ministerial, a la vez que lleva a amar y servir a la Iglesia, ayuda a madurar cada vez más en el amor y en el servicio a Jesucristo, Cabeza, Pastor y Esposo de la Iglesia; en un amor que se configura siempre como respuesta al amor precedente, libre y gratuito, de Dios en Cristo» (Exhort. ap. Pastores dabo vobis, 25). En efecto, toda vocación específica nace de la iniciativa de Dios; es don de la caridad de Dios. Él es quien da el “primer paso” y no como consecuencia de una bondad particular que encuentra en nosotros, sino en virtud de la presencia de su mismo amor «derramado en nuestros corazones por el Espíritu» (Rm 5,5).

En todo momento, en el origen de la llamada divina está la iniciativa del amor infinito de Dios, que se manifiesta plenamente en Jesucristo. Como escribí en mi primera encíclica Deus caritas est, «de hecho, Dios es visible de muchas maneras. En la historia de amor que nos narra la Biblia, Él sale a nuestro encuentro, trata de atraernos, llegando hasta la Última Cena, hasta el Corazón traspasado en la cruz, hasta las apariciones del Resucitado y las grandes obras mediante las que Él, por la acción de los Apóstoles, ha guiado el caminar de la Iglesia naciente. El Señor tampoco ha estado ausente en la historia sucesiva de la Iglesia: siempre viene a nuestro encuentro a través de los hombres en los que Él se refleja; mediante su Palabra, en los Sacramentos, especialmente la Eucaristía» (n. 17).

El amor de Dios permanece para siempre, es fiel a sí mismo, a la «palabra dada por mil generaciones» (Sal 105,8). Es preciso por tanto volver a anunciar, especialmente a las nuevas generaciones, la belleza cautivadora de ese amor divino, que precede y acompaña: es el resorte secreto, es la motivación que nunca falla, ni siquiera en las circunstancias más difíciles.

Queridos hermanos y hermanas, tenemos que abrir nuestra vida a este amor; cada día Jesucristo nos llama a la perfección del amor del Padre (cf. Mt 5,48). La grandeza de la vida cristiana consiste en efecto en amar “como” lo hace Dios; se trata de un amor que se manifiesta en el don total de sí mismo fiel y fecundo. San Juan de la Cruz, respondiendo a la priora del monasterio de Segovia, apenada por la dramática situación de suspensión en la que se encontraba el santo en aquellos años, la invita a actuar de acuerdo con Dios: «No piense otra cosa sino que todo lo ordena Dios. Y donde no hay amor, ponga amor, y sacará amor» (Epistolario, 26).

En este terreno oblativo, en la apertura al amor de Dios y como fruto de este amor, nacen y crecen todas las vocaciones. Y bebiendo de este manantial mediante la oración, con el trato frecuente con la Palabra y los Sacramentos, especialmente la Eucaristía, será posible vivir el amor al prójimo en el que se aprende a descubrir el rostro de Cristo Señor (cf. Mt 25,31-46). Para expresar el vínculo indisoluble que media entre estos “dos amores” –el amor a Dios y el amor al prójimo– que brotan de la misma fuente divina y a ella se orientan, el Papa san Gregorio Magno se sirve del ejemplo de la planta pequeña: «En el terreno de nuestro corazón, [Dios] ha plantado primero la raíz del amor a él y luego se ha desarrollado, como copa, el amor fraterno» (Moralium Libri, sive expositio in Librum B. Job, Lib. VII, cap. 24, 28; PL 75, 780D).

Estas dos expresiones del único amor divino han de ser vividas con especial intensidad y pureza de corazón por quienes se han decidido a emprender un camino de discernimiento vocacional en el ministerio sacerdotal y la vida consagrada; constituyen su elemento determinante. En efecto, el amor a Dios, del que los presbíteros y los religiosos se convierten en imágenes visibles –aunque siempre imperfectas– es la motivación de la respuesta a la llamada de especial consagración al Señor a través de la ordenación presbiteral o la profesión de los consejos evangélicos. La fuerza de la respuesta de san Pedro al divino Maestro: «Tú sabes que te quiero» (Jn 21,15), es el secreto de una existencia entregada y vivida en plenitud y, por esto, llena de profunda alegría.

La otra expresión concreta del amor, el amor al prójimo, sobre todo hacia los más necesitados y los que sufren, es el impulso decisivo que hace del sacerdote y de la persona consagrada alguien que suscita comunión entre la gente y un sembrador de esperanza. La relación de los consagrados, especialmente del sacerdote, con la comunidad cristiana es vital y llega a ser parte fundamental de su horizonte afectivo. A este respecto, al Santo Cura de Ars le gustaba repetir: «El sacerdote no es sacerdote para sí mismo; lo es para vosotros»(Le curé d’Ars. Sa pensée – Son cœur, Foi Vivante, 1966, p. 100).

Queridos Hermanos en el episcopado, queridos presbíteros, diáconos, consagrados y consagradas, catequistas, agentes de pastoral y todos los que os dedicáis a la educación de las nuevas generaciones, os exhorto con viva solicitud a prestar atención a todos los que en las comunidades parroquiales, las asociaciones y los movimientos advierten la manifestación de los signos de una llamada al sacerdocio o a una especial consagración. Es importante que se creen en la Iglesia las condiciones favorables para que puedan aflorar tantos “sí”, en respuesta generosa a la llamada del amor de Dios.

Será tarea de la pastoral vocacional ofrecer puntos de orientación para un camino fructífero. Un elemento central debe ser el amor a la Palabra de Dios, a través de una creciente familiaridad con la Sagrada Escritura y una oración personal y comunitaria atenta y constante, para ser capaces de sentir la llamada divina en medio de tantas voces que llenan la vida diaria. Pero, sobre todo, que la Eucaristía sea el “centro vital” de todo camino vocacional: es aquí donde el amor de Dios nos toca en el sacrificio de Cristo, expresión perfecta del amor, y es aquí donde aprendemos una y otra vez a vivir la «gran medida» del amor de Dios. Palabra, oración y Eucaristía son el tesoro precioso para comprender la belleza de una vida totalmente gastada por el Reino.

Deseo que las Iglesias locales, en todos sus estamentos, sean un “lugar” de discernimiento atento y de profunda verificación vocacional, ofreciendo a los jóvenes un sabio y vigoroso acompañamiento espiritual. De esta manera, la comunidad cristiana se convierte ella misma en manifestación de la caridad de Dios que custodia en sí toda llamada. Esa dinámica, que responde a las instancias del mandamiento nuevo de Jesús, se puede llevar a cabo de manera elocuente y singular en las familias cristianas, cuyo amor es expresión del amor de Cristo que se entregó a sí mismo por su Iglesia (cf. Ef 5,32). En las familias, «comunidad de vida y de amor» (Gaudium et spes, 48), las nuevas generaciones pueden tener una admirable experiencia de este amor oblativo. Ellas, efectivamente, no sólo son el lugar privilegiado de la formación humana y cristiana, sino que pueden convertirse en «el primer y mejor seminario de la vocación a la vida de consagración al Reino de Dios» (Exhort. ap. Familiaris consortio,53), haciendo descubrir, precisamente en el seno del hogar, la belleza e importancia del sacerdocio y de la vida consagrada. Los pastores y todos los fieles laicos han de colaborar siempre para que en la Iglesia se multipliquen esas «casas y escuelas de comunión» siguiendo el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret, reflejo armonioso en la tierra de la vida de la Santísima Trinidad.

Con estos deseos, imparto de corazón la Bendición Apostólica a vosotros, Venerables Hermanos en el episcopado, a los sacerdotes, a los diáconos, a los religiosos, a las religiosas y a todos los fieles laicos, en particular a los jóvenes que con corazón dócil se ponen a la escucha de la voz de Dios, dispuestos a acogerla con adhesión generosa y fiel.

Vaticano, 18 de octubre de 2011

BENEDICTO XVI

CALENDARIO

6 + I DOMINGO DE CUARESMA 

Primer Domingo de Cuaresma, en el que, desde el ejemplo ofrecido por Nuestro Señor Jesucristo, comienza el venerable sacramento de la anual observancia cuaresmal (elog. del Martirologio Romano). 

Misa del Domingo (morado). 
MISAL: ants. y oracs. props., sin Gl., Cr., Pf. prop. No se puede decir la PE IV. 
LECC.: vol. I (C). 
- Dt 26, 4-10. Profesión de fe del pueblo elegido. 
- Sal 90. R. Quédate conmigo, Señor, en la tribulación. 
- Rom 10, 8-13. Profesión de fe del que cree en Cristo. 
- Lc 4, 1-13. El Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado. 

En la liturgia de hoy comenzamos el camino hacia la pascua (orac. sobre las ofrendas). La meta de este camino es la plenitud del misterio de Cristo. Y para vivirlo tenemos que conocerlo es- cuchando en este tiempo su Palabra, nuestro alimento más im- portante que el pan material (cf. orac. después de la comunión). En el desierto Jesús, lleno del Espíritu Santo, vence al diablo (Ev.). Nosotros, como Cristo en sus cuarenta días por el desier- to, contamos con la fuerza del Espíritu Santo, y en la Eucaristía encontramos el pan del cielo que alimenta la fe, consolida la esperanza y fortalece la caridad; es Cristo mismo, el pan vivo y verdadero del que hemos de sentir hambre (cf. orac. después de la comunión). Con su fuerza podremos vencer las tentaciones en este desierto de la vida.

* DÍA Y COLECTA DE HISPANOAMÉRICA (dependiente de la CEE, optativa). Celebración de la liturgia del día, alusión en la mon. de entrada y en la hom., intención en la orac. univ., colecta. 
* Hoy no se permiten otras celebraciones, tampoco la misa exequial. 

Liturgia de las Horas: oficio dominical. No se dice Te Deum. Comp. Dom. II. 

Martirologio: elogs. del 7 de marzo, pág. 195. 
CALENDARIOS: Cartagena: Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. José Manuel Lorca Planes, obispo (2004).

TEXTOS MISA

I DOMINGO DE CUARESMA

Este domingo se celebra el rito «de la elección» o «de la inscripción del nombre» para los catecúmenos que en la Vigilia pascual serán admitidos a los sacramentos de la Iniciación cristiana, con oraciones e intercesiones propias.

Antífona de entrada Sal 90, 15-16
Me invocará y lo escucharé; lo defenderé, lo glorificaré; lo saciaré de largos días.
Invocábit me, et ego exáudiam eum; erípiam eum, et glorificábo eum, longitúdine diérum adimplébo eum.

Monición de entrada
Hoy es el primer domingo de Cuaresma, tiempo que nos prepara a la solemnidad de la Pascua: a celebrar la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.
En la Cuaresma estamos llamados a tomar conciencia de lo que significa haber recibido el bautismo, para renovar nuestros compromisos bautismales en la noche santa de la resurrección del Señor.
Dios nos dice por medio del profeta estas palabras: «Yo traeré a mi pueblo al desierto y le hablaré al corazón». Como el pueblo de Israel en su caminar por el desierto hacia la tierra prometida, como Cristo en el desierto de Judea, así nosotros entramos en el desierto de la Cuaresma, para escuchar la Palabra de Dios, orar profundamente y convertirnos de nuestros pecados.
La celebración de hoy y de los próximos domingos nos ayudará a vivir la experiencia cuaresmal.

No se dice Gloria.

Oración colecta
Dios todopoderoso, por medio de las prácticas anuales del sacramento cuaresmal concédenos progresar en el conocimiento del misterio de Cristo, y conseguir sus frutos con una conducta digna. Por nuestro Señor Jesucristo.
Concéde nobis, omnípotens Deus, ut, per ánnua quadragesimális exercítia sacraménti, et ad intellegéndum Christi proficiámus arcánum, et efféctus eius digna conversatióne sectémur. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del I Domingo de Cuaresma (Lec. I C).

PRIMERA LECTURA Dt 26, 4-10
Profesión de fe del pueblo elegido
Lectura del libro del Deuteronomio.

Moisés habló al pueblo, diciendo:
«El sacerdote tomará de tu mano la cesta con las primicias de todos los frutos y la pondrá ante el altar del Señor, tu Dios.
Entonces tomarás la palabra y dirás ante el Señor, tu Dios:
“Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto, y se estableció allí como emigrante, con pocas personas, pero allí se convirtió en un pueblo grande, fuerte y numeroso.
Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron una dura esclavitud. Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestros gritos, miró nuestra indefensión, nuestra angustia y nuestra opresión.
El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, en medio de gran terror, con signos y prodigios, y nos trajo a este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel. Por eso, ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me has dado”.
Los pondrás ante el Señor, tu Dios, y te postrarás en presencia del Señor, tu Dios».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.


Salmo responsorial Sal 90, 1-2. 10-11. 12-13. 14-15 (R.: cf. 15b)
R. Quédate conmigo, Señor, en la tribulación.
Esto mecum Dómine, in tribulatióne.

V. Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío,
Dios mío, confío en ti».
R. Quédate conmigo, Señor, en la tribulación.
Esto mecum Dómine, in tribulatióne.

V. No se acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos.
R. Quédate conmigo, Señor, en la tribulación.
Esto mecum Dómine, in tribulatióne.

V. Te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.
R. Quédate conmigo, Señor, en la tribulación.
Esto mecum Dómine, in tribulatióne.

V. «Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre;
me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré».
R. Quédate conmigo, Señor, en la tribulación.
Esto mecum Dómine, in tribulatióne.

SEGUNDA LECTURA Rom 10, 8-13
Profesión de fe del que cree en Cristo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos.

Hermanos:
¿Qué dice la Escritura?
«La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón».
Se refiere a la palabra de la fe que anunciamos. Porque, si profesas con tus labios que Jesús es Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con los labios se profesa para alcanzar la salvación.
Pues dice la Escritura:
«Nadie que crea en él quedará confundido».
En efecto, no hay distinción entre judío y griego, porque uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan, pues «todo el que invoque el nombre del Señor será salvo».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Versículo antes del Evangelio Mt 4, 4b
No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Non in solo pane vivit homo, sed in omni verbo quod procédit de ore Dei.

EVANGELIO Lc 4, 1-13
El Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado
 Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y el Espíritu lo fue llevando durante cuarenta días por el desierto, mientras era tentado por el diablo.
En todos aquellos días estuvo sin comer y, al final, sintió hambre. Entonces el diablo le dijo:
«Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan». Jesús le contestó:
«Está escrito: “No solo de pan vive el hombre”».
Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos de! mundo y le dijo:
«Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me ha sido dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo».
Respondiendo Jesús, le dijo:
«Está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”».
Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo:
«Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti, para que te cuiden”, y también: “Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece contra ninguna piedra”».
Respondiendo Jesús, le dijo:
«Está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”».
Acabada toda tentación, el demonio se marchó hasta otra ocasión.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

PAPA FRANCISCO
ÁNGELUS. Plaza de San Pedro. I Domingo de Cuaresma, 10 de marzo de 2019

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este primer domingo de Cuaresma (cf. Lc 4, 1-13) narra la experiencia de las tentaciones de Jesús en el desierto. Después de ayunar durante cuarenta días, Jesús es tentado tres veces por el diablo. Primero lo invita a que convierta una piedra en pan (v. 3); luego le muestra desde una altura los reinos de la tierra y le plantea convertirse en un mesías poderoso y glorioso (versículos 5-6); finalmente, lo lleva a la cima del templo en Jerusalén y lo invita a que se arroje desde allí para manifestar su poder divino de una manera espectacular (versículos 9-11). Las tres tentaciones indican tres caminos que el mundo siempre propone prometiendo grandes éxitos, tres caminos para engañarnos: la codicia de poseer ―tener, tener, tener― la gloria humana y la instrumentalización de Dios. Son tres caminos que nos llevarán a la ruina.
La primera, el camino de la codicia de poseer. Esta es siempre la lógica insidiosa del diablo. Empieza por la necesidad natural y legítima de comer, de vivir, de realizarse, de ser feliz, para empujarnos a creer que todo esto es posible sin Dios e incluso contra Él. Pero Jesús se opone diciendo: «Está escrito: “No solo de pan vive el hombre”» (v. 4). Recordando el largo camino del pueblo elegido a través del desierto, Jesús afirma que quiere abandonarse con confianza plena a la providencia del Padre, que siempre cuida de sus hijos.
La segunda tentación: el camino de la gloria humana. El diablo dice: «Si me adoras, todo será tuyo» (v. 7). Uno puede perder toda su dignidad personal, si se deja corromper por los ídolos del dinero, del éxito y del poder, para alcanzar la autoafirmación. Y se saborea la ebriedad de una alegría vacía que muy pronto se desvanece. Y esto también nos lleva a pavonearnos, la vanidad, pero esto se desvanece. Por eso Jesús responde: «Adorarás al Señor tu Dios y solo a Él darás culto» (versículo 8).
Y luego la tercera tentación: instrumentalizar a Dios en beneficio propio. Al diablo que, citando las Escrituras, lo invita a obtener de Dios un milagro sorprendente, Jesús opone nuevamente la firme decisión de permanecer humilde, de permanecer confiado ante el Padre: «Está dicho: “No tentarás al Señor tu Dios”» (v. 12). Y así rechaza la tentación quizás más sutil: la de querer “poner a Dios de nuestro lado”, pidiéndole gracias que, en realidad, sirven y servirán para satisfacer nuestro orgullo.
Estos son los caminos que nos presentan, con la ilusión de poder alcanzar el éxito y la felicidad. Pero, en realidad, son completamente ajenos a la manera de actuar de Dios; de hecho, nos separan de Dios, porque son obra de Satanás. Jesús, enfrentando estas pruebas en primera persona, vence la tentación tres veces para adherirse completamente al plan del Padre. Y nos indica los remedios: la vida interior, la fe en Dios, la certeza de su amor, la certeza de que Dios nos ama, de que es Padre, y con esta certeza superaremos toda tentación.
Pero hay una cosa, sobre la que me gustaría llamar la atención, una cosa interesante. Jesús al responder al tentador no entra en el diálogo, sino que responde a los tres desafíos solo con la Palabra de Dios. Esto nos enseña que con el diablo uno no dialoga, uno no debe dialogar, se le responde solamente con la Palabra de Dios.
Aprovechemos, pues, la Cuaresma, como un tiempo privilegiado para purificarnos, para experimentar la presencia consoladora de Dios en nuestras vidas.
La intercesión materna de la Virgen María, un ícono de la fidelidad a Dios, nos sostenga en nuestro camino, ayudándonos siempre a rechazar el mal y a acoger el bien.

VIAJE APOSTÓLICO DEL PAPA FRANCISCO A MÉXICO
SANTA MISA EN EL ÁREA DEL CENTRO DE ESTUDIOS DE ECATEPEC
HOMILÍA DEL SANTO PADRE
Domingo 14 de febrero de 2016
El miércoles pasado hemos comenzado el tiempo litúrgico de la cuaresma, en el que la Iglesia nos invita a prepararnos para celebrar la gran fiesta de la Pascua. Tiempo especial para recordar el regalo de nuestro bautismo, cuando fuimos hechos hijos de Dios. La Iglesia nos invita a reavivar el don que se nos ha obsequiado para no dejarlo dormido como algo del pasado o en un «cajón de los recuerdos». Este tiempo de cuaresma es un buen momento para recuperar la alegría y la esperanza que hace sentirnos hijos amados del Padre. Este Padre que nos espera para sacarnos las ropas del cansancio, de la apatía, de la desconfianza y así vestirnos con la dignidad que solo un verdadero padre o madre sabe darle a sus hijos, las vestimentas que nacen de la ternura y del amor.
Nuestro Padre es el Padre de una gran familia, es nuestro Padre. Sabe tener un amor único, pero no sabe generar y criar «hijos únicos». Es un Dios que sabe de hogar, de hermandad, de pan partido y compartido. Es el Dios del Padre nuestro, no del «padre mío» y «padrastro vuestro».
En cada uno de nosotros anida, vive, ese sueño de Dios que en cada Pascua, en cada eucaristía lo volvemos a celebrar, somos hijos de Dios. Sueño con el que han vivido tantos hermanos nuestros a lo largo y ancho de la historia. Sueño testimoniado por la sangre de tantos mártires de ayer y de hoy.
Cuaresma, tiempo de conversión, porque a diario hacemos experiencia en nuestra vida de cómo ese sueño se vuelve continuamente amenazado por el padre de la mentira —escuchamos en el Evangelio lo que hacía con Jesús—, por aquel que busca separarnos, generando una familia dividida y enfrentada. Una sociedad dividida y enfrentada. Una sociedad de pocos y para pocos. Cuántas veces experimentamos en nuestra propia carne, o en la de nuestra familia, en la de nuestros amigos o vecinos, el dolor que nace de no sentir reconocida esa dignidad que todos llevamos dentro. Cuántas veces hemos tenido que llorar y arrepentirnos por darnos cuenta de que no hemos reconocido esa dignidad en otros. Cuántas veces —y con dolor lo digo— somos ciegos e inmunes ante la falta del reconocimiento de la dignidad propia y ajena.
Cuaresma, tiempo para ajustar los sentidos, abrir los ojos frente a tantas injusticias que atentan directamente contra el sueño y el proyecto de Dios. Tiempo para desenmascarar esas tres grandes formas de tentaciones que rompen, dividen la imagen que Dios ha querido plasmar.
Las tres tentaciones de Cristo.
Tres tentaciones del cristiano que intentan arruinar la verdad a la que hemos sido llamados.
Tres tentaciones que buscan degradar y degradarnos.
Primera, la riqueza, adueñándonos de bienes que han sido dados para todos y utilizándolos tan sólo para mí o «para los míos». Es tener el «pan» a base del sudor del otro, o hasta de su propia vida. Esa riqueza que es el pan con sabor a dolor, amargura, a sufrimiento. En una familia o en una sociedad corrupta, ese es el pan que se le da de comer a los propios hijos. Segunda tentación, la vanidad, esa búsqueda de prestigio en base a la descalificación continua y constante de los que «no son como uno». La búsqueda exacerbada de esos cinco minutos de fama que no perdona la «fama» de los demás, y, «haciendo leña del árbol caído», va dejando paso a la tercera tentación, la peor, la del orgullo, o sea, ponerse en un plano de superioridad del tipo que fuese, sintiendo que no se comparte la «común vida de los mortales», y que reza todos los días: «Gracias te doy, Señor, porque no me has hecho como ellos».
Tres tentaciones de Cristo.
Tres tentaciones a las que el cristiano se enfrenta diariamente.
Tres tentaciones que buscan degradar, destruir y sacar la alegría y la frescura del Evangelio. Que nos encierran en un círculo de destrucción y de pecado.
Vale la pena que nos preguntemos:
¿Hasta dónde somos conscientes de estas tentaciones en nuestra persona, en nosotros mismos?
¿Hasta dónde nos hemos habituado a un estilo de vida que piensa que en la riqueza, en la vanidad y en el orgullo está la fuente y la fuerza de la vida?
¿Hasta dónde creemos que el cuidado del otro, nuestra preocupación y ocupación por el pan, el nombre y la dignidad de los demás son fuente de alegría y esperanza?
Hemos optado por Jesús y no por el demonio. Si nos acordamos de lo que escuchamos en el Evangelio, Jesús no le contesta al demonio con ninguna palabra propia, sino que le contesta con las palabras de Dios, con las palabras de la Escritura. Porque, hermanas y hermanos, metámoslo en la cabeza, con el demonio no se dialoga, no se puede dialogar, porque nos va a ganar siempre. Solamente la fuerza de la Palabra de Dios lo puede derrotar. Hemos optado por Jesús y no por el demonio; queremos seguir sus huellas pero sabemos que no es fácil. Sabemos lo que significa ser seducidos por el dinero, la fama y el poder. Por eso, la Iglesia nos regala este tiempo, nos invita a la conversión con una sola certeza: Él nos está esperando y quiere sanar nuestros corazones de todo lo que degrada, degradándose o degradando a otros. Es el Dios que tiene un nombre: misericordia. Su nombre es nuestra riqueza, su nombre es nuestra fama, su nombre es nuestro poder y en su nombre una vez más volvemos a decir con el salmo: «Tú eres mi Dios y en ti confío». ¿Se animan a repetirlo juntos? Tres veces: «Tú eres mi Dios y en ti confío». «Tú eres mi Dios y en ti confío». «Tú eres mi Dios y en ti confío».
Que en esta Eucaristía el Espíritu Santo renueve en nosotros la certeza de que su nombre es misericordia, y nos haga experimentar cada día que «el Evangelio llena el corazón y la vida de los que se encuentran con Jesús», sabiendo que con Él y en Él «siempre nace y renace la alegría» (Evangelii gaudium, 1).

ÁNGELUS, Área del Centro de Estudios de Ecatepec
Domingo 14 de febrero 2016

Queridos hermanos:
En la primera lectura de este domingo, Moisés le da una recomendación al pueblo. En el momento de la cosecha, en el momento de la abundancia, en el momento de las primicias no te olvides de tus orígenes, no te olvides de dónde venís. La acción de gracias nace y crece en una persona y en un pueblo que sea capaz de hacer memoria. Tiene sus raíces en el pasado, que entre luces y sombras fue gestando el presente. En el momento que podemos dar gracias a Dios porque la tierra ha dado su fruto, y así poder producir el pan, Moisés invita a su pueblo a ser memorioso enumerando las situaciones difíciles por las cuales ha tenido que atravesar (cf. Dt 26,5-11).
En este día de fiesta, en este día podemos celebrar lo bueno que el Señor ha sido con nosotros. Damos gracias por la oportunidad de estar reunidos presentándole al Buen Padre las primicias de nuestros hijos, nietos, de nuestros sueños y proyectos. Las primicias de nuestras culturas, de nuestras lenguas y de nuestras tradiciones. Las primicias de nuestros desvelos…
Cuánto ha tenido que pasar cada uno de ustedes para llegar hasta acá, cuánto han tenido que «caminar» para hacer de este día una fiesta, una acción de gracias. Cuánto han caminado otros que no han podido llegar pero gracias a ellos nosotros hemos podido seguir andando.
Hoy, siguiendo la invitación de Moisés, queremos como pueblo hacer memoria, queremos ser el pueblo de la memoria viva del paso de Dios por su Pueblo, en su Pueblo. Queremos mirar a nuestros hijos sabiendo que heredarán no sólo una tierra, una lengua, una cultura y una tradición, sino que heredarán también el fruto vivo de la fe que recuerda el paso seguro de Dios por esta tierra. La certeza de su cercanía y de su solidaridad. Una certeza que nos ayuda a levantar la cabeza y esperar con ganas la aurora.
Con ustedes, también me uno a esta memoria agradecida. A este recuerdo vivo del paso de Dios por sus vidas. Mirando a sus hijos no puedo no dejar de hacer mías las palabras que un día les dirigió el beato Pablo VI al pueblo mexicano: «Un cristiano no puede menos que demostrar su solidaridad [...] para solucionar la situación de aquellos a quienes aún no ha llegado el pan de la cultura o la oportunidad de un trabajo honorable, […] no puede quedar insensible mientras las nuevas generaciones no encuentren el cauce para hacer realidad sus legítimas aspiraciones». Y luego prosigue el beato Pablo VI con una invitación a «estar siempre en primera línea en todos los esfuerzos [...] para mejorar la situación de los que sufren necesidad», a ver «en cada hombre un hermano y, en cada hermano, a Cristo» (Radiomensaje en el 75 aniversario de la Coronación de Ntra. Sra. de Guadalupe 12 octubre 1970).
Quiero invitarlos hoy a estar en primera línea, a primerear en todas las iniciativas que ayuden a hacer de esta bendita tierra mexicana una tierra de oportunidad. Donde no haya necesidad de emigrar para soñar; donde no haya necesidad de ser explotado para trabajar; donde no haya necesidad de hacer de la desesperación y la pobreza de muchos el oportunismo de unos pocos.
Una tierra que no tenga que llorar a hombres y mujeres, a jóvenes y niños que terminan destruidos en las manos de los traficantes de la muerte.
Esta tierra tiene sabor a Guadalupana, la que siempre es Madre se nos adelantó en el amor, y digámosle desde el corazón:
Virgen Santa, «ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión, del servicio, de la fe ardiente y generosa, de la justicia y el amor a los pobres, para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra y ninguna periferia se prive de su luz» (Evangelii gaudium, 288).


Papa Benedicto XVI
ÁNGELUS, Plaza de San Pedro, Domingo 21 de febrero de 2010
Queridos hermanos y hermanas:
El miércoles pasado, con el rito penitencial de la Ceniza, comenzamos la Cuaresma, tiempo de renovación espiritual que prepara para la celebración anual de la Pascua. Pero, ¿qué significa entrar en el itinerario cuaresmal? Nos lo explica el Evangelio de este primer domingo, con el relato de las tentaciones de Jesús en el desierto. El evangelista san Lucas narra que Jesús, tras haber recibido el bautismo de Juan, "lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo" (Lc 4, 1-2). Es evidente la insistencia en que las tentaciones no fueron contratiempo, sino la consecuencia de la opción de Jesús de seguir la misión que le encomendó el Padre de vivir plenamente su realidad de Hijo amado, que confía plenamente en él. Cristo vino al mundo para liberarnos del pecado y de la fascinación ambigua de programar nuestra vida prescindiendo de Dios. Él no lo hizo con declaraciones altisonantes, sino luchando en primera persona contra el Tentador, hasta la cruz. Este ejemplo vale para todos: el mundo se mejora comenzando por nosotros mismos, cambiando, con la gracia de Dios, lo que no está bien en nuestra propia vida.
De las tres tentaciones que Satanás plantea a Jesús, la primera tiene su origen en el hambre, es decir, en la necesidad material: "Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan". Pero Jesús responde con la Sagrada Escritura: "No sólo de pan vive el hombre" (Lc 4, 3-4; cf. Dt 8, 3). Después, el diablo muestra a Jesús todos los reinos de la tierra y dice: todo será tuyo si, postrándote, me adoras. Es el engaño del poder, que Jesús desenmascara y rechaza: "Al Señor, tu Dios adorarás, y a él solo darás culto" (cf. Lc 4, 5-8; Dt 6, 13). No adorar al poder, sino sólo a Dios, a la verdad, al amor. Por último, el Tentador propone a Jesús que realice un milagro espectacular: que se arroje desde los altos muros del Templo y deje que lo salven los ángeles, para que todos crean en él. Pero Jesús responde que no hay que tentar a Dios (cf. Dt 6, 16). No podemos "hacer experimentos" con la respuesta y la manifestación de Dios: debemos creer en él. No debemos hacer de Dios "materia" de "nuestro experimento".
Citando nuevamente la Sagrada Escritura, Jesús antepone a los criterios humanos el único criterio auténtico: la obediencia, la conformidad con la voluntad de Dios, que es el fundamento de nuestro ser. También esta es una enseñanza fundamental para nosotros: si llevamos en la mente y en el corazón la Palabra de Dios, si entra en nuestra vida, si tenemos confianza en Dios, podemos rechazar todo tipo de engaños del Tentador. Además, de toda la narración surge claramente la imagen de Cristo como nuevo Adán, Hijo de Dios humilde y obediente al Padre, a diferencia de Adán y Eva, que en el jardín del Edén cedieron a las seducciones del espíritu del mal para ser inmortales, sin Dios.
La Cuaresma es como un largo "retiro" durante el que debemos volver a entrar en nosotros mismos y escuchar la voz de Dios para vencer las tentaciones del Maligno y encontrar la verdad de nuestro ser. Podríamos decir que es un tiempo de "combate" espiritual que hay que librar juntamente con Jesús, sin orgullo ni presunción, sino más bien utilizando las armas de la fe, es decir, la oración, la escucha de la Palabra de Dios y la penitencia. De este modo podremos llegar a celebrar verdaderamente la Pascua, dispuestos a renovar las promesas de nuestro Bautismo.
Que la Virgen María nos ayude para que, guiados por el Espíritu Santo, vivamos con alegría y con fruto este tiempo de gracia. Que interceda en particular por mí y por mis colaboradores de la Curia romana, que esta tarde comenzaremos los ejercicios espirituales.

DIRECTORIO HOMILÉTICO
A. El Evangelio del I domingo de Cuaresma
58. No es difícil para los fieles relacionar los cuarenta días transcurridos por Jesús en el desierto con los días de la Cuaresma. Sería conveniente que el homileta explicitara esta conexión, con el fin de que el pueblo cristiano comprenda cómo la Cuaresma, cada año, hace a los fieles misteriosamente partícipes de estos cuarenta días de Jesús y de lo que él sufrió y obtuvo, mediante el ayuno y el haber sido tentado. Mientras es costumbre para los católicos empeñarse en diversas prácticas penitenciales y de devoción durante este tiempo, es importante subrayar la realidad profundamente sacramental de toda la Cuaresma. En la oración colecta del I domingo de Cuaresma aparece, de suyo, esta significativa expresión: «per annua quadragesimalis exercitia sacramenti». El mismo Cristo está presente y operante en la Iglesia en este tiempo santo, y es su obra purificadora en los miembros de su Cuerpo la que da valor salvífico a nuestras prácticas penitenciales. El prefacio asignado para este domingo afirma maravillosamente esta idea, diciendo: «El cual, al abstenerse durante cuarenta días de tomar alimento, inauguró la práctica de nuestra penitencia cuaresmal». El lenguaje del prefacio hace de puente entre la Escritura y la Eucaristía.
59. Los cuarenta días de Jesús evocan los cuarenta años de peregrinación de Israel por el desierto; toda la historia de Israel se recrea en él. Por ello aparece como una escena en la que se concentra uno de los mayores temas de este Directorio: la historia de Israel, que corresponde con la historia de nuestra vida, encuentra su sentido definitivo en la Pasión sufrida por Jesús. La Pasión se inicia, en un cierto sentido, en el desierto, al comienzo, metafóricamente hablando, de la vida pública de Jesús. Desde el principio, por tanto, Jesús va al encuentro de la Pasión y aquí encuentra significado todo lo que sigue.
60. Un párrafo del Catecismo de la Iglesia Católica puede revelarse útil en la preparación de las homilías, en particular para afrontar temas doctrinales enraizados en el texto bíblico. A propósito de las tentaciones de Jesús, el Catecismo afirma: «Los evangelios indican el sentido salvífico de este acontecimiento misterioso. Jesús es el nuevo Adán que permaneció fiel allí donde el primero sucumbió a la tentación. Jesús cumplió perfectamente la vocación de Israel: al contrario de los que anteriormente provocaron a Dios durante cuarenta años por el desierto, Cristo se revela como el Siervo de Dios totalmente obediente a la voluntad divina. En esto Jesús es vencedor del diablo; él ha "atado al hombre fuerte" para despojarle de lo que se había apropiado. La victoria de Jesús en el desierto sobre el Tentador es un anticipo de la victoria de la Pasión, suprema obediencia de su amor filial al Padre» (CEC 539).
61. Las tentaciones a las que Jesús se ve sometido representan la lucha contra una comprensión equivocada de su misión mesiánica. El diablo le impulsa a mostrarse un Mesías que despliega los propios poderes divinos: «Si tú eres Hijo de Dios.» iniciaba el tentador. El que profetiza la lucha decisiva que Jesús tendrá que afrontar en la cruz, cuando oirá las palabras de mofa: «¡Sálvate a ti mismo bajando de la cruz!». Jesús no cede a las tentaciones de Satanás, ni se baja de la cruz. Es exactamente de esta manera como Jesús da prueba de entrar verdaderamente en el desierto de la existencia humana y no usa su poder divino en beneficio propio. Él acompaña verdaderamente nuestra peregrinación terrena y revela el poder real de Dios, el de amarnos «hasta el extremo» (Jn 13, 1).
62. El homileta debería subrayar que Jesús está sometido a la tentación y a la muerte por solidaridad con nosotros. Pero la Buena Noticia que el homileta anuncia, no es solo la solidaridad de Jesús con nosotros en el sufrimiento; anuncia, también, la victoria de Jesús sobre la tentación y sobre la muerte, victoria que comparte con todos los que creen en él. La garantía decisiva de que tal victoria sea compartida por todos los creyentes será la celebración de los Sacramentos Pascuales en la Vigilia pascual, hacia la que ya está orientado el primer domingo de Cuaresma. El homileta se mueve en la misma dirección.
63. Jesús ha resistido a la tentación del demonio que le inducía a transformar las piedras en pan, pero, al final y de un modo que la mente humana no habría nunca podido imaginar, con su Resurrección, Él transforma la «piedra» de la muerte en «pan» para nosotros. A través de la muerte, se convierte en el pan de la Eucaristía. El homileta tendría que recordar a la asamblea que se alimenta de este pan celeste, que la victoria de Jesús sobre la tentación y sobre la muerte, compartida por medio del Sacramento, transforma sus «corazones de piedra en corazones de carne», como lo prometido por el Señor mediante el profeta, corazones que se esfuerzan en hacer tangible, en sus vidas cotidianas, el amor misericordioso de Dios. De este modo, la fe cristiana puede transformarse en levadura en un mundo hambriento de Dios, y las piedras serán de verdad transformadas en alimento que llene el vivo deseo del corazón humano.
Ap. I. La homilía y el Catecismo de la Iglesia Católica.
Ciclo C. Primer domingo de Cuaresma.
La tentación de Jesús
394 La Escritura atestigua la influencia nefasta de aquel a quien Jesús llama "homicida desde el principio" (Jn 8, 44) y que incluso intentó apartarlo de la misión recibida del Padre (cf. Mt 4, 1-11). "El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo" (1Jn 3, 8). La más grave en consecuencias de estas obras ha sido la seducción mentirosa que ha inducido al hombre a desobedecer a Dios.
538 Los Evangelios hablan de un tiempo de soledad de Jesús en el desierto inmediatamente después de su bautismo por Juan: "Impulsado por el Espíritu" al desierto, Jesús permanece allí sin comer durante cuarenta días; vive entre los animales y los ángeles le servían (cf. Mc 1, 12-13). Al final de este tiempo, Satanás le tienta tres veces tratando de poner a prueba su actitud filial hacia Dios. Jesús rechaza estos ataques que recapitulan las tentaciones de Adán en el Paraíso y las de Israel en el desierto, y el diablo se aleja de él "hasta el tiempo determinado" (Lc 4, 13).
539 Los evangelistas indican el sentido salvífico de este acontecimiento misterioso. Jesús es el nuevo Adán que permaneció fiel allí donde el primero sucumbió a la tentación. Jesús cumplió perfectamente la vocación de Israel: al contrario de los que anteriormente provocaron a Dios durante cuarenta años por el desierto (cf. Sal 95, 10), Cristo se revela como el Siervo de Dios totalmente obediente a la voluntad divina. En esto Jesús es vencedor del diablo; él ha "atado al hombre fuerte" para despojarle de lo que se había apropiado (Mc 3, 27). La victoria de Jesús en el desierto sobre el Tentador es un anticipo de la victoria de la Pasión, suprema obediencia de su amor filial al Padre.
540 La tentación de Jesús manifiesta la manera que tiene de ser Mesías el Hijo de Dios, en oposición a la que le propone Satanás y a la que los hombres (cf Mt 16, 21-23) le quieren atribuir. Es por eso por lo que Cristo venció al Tentador a favor nuestro: "Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado" (Hb 4, 15). La Iglesia se une todos los años, durante los cuarenta días de Cuaresma, al Misterio de Jesús en el desierto.
2119 La acción de tentar a Dios consiste en poner a prueba de palabra o de obra, su bondad y su omnipotencia. Así es como Satán quería conseguir de Jesús que se arrojara del templo y obligase a Dios, mediante este gesto, a actuar (cf Lc 4, 9). Jesús le opone las palabras de Dios: "No tentarás al Señor tu Dios" (Dt 6, 16). El reto que contiene este tentar a Dios lesiona el respeto y la confianza que debemos a nuestro Criador y Señor. Incluye siempre una duda respecto a su amor, su providencia y su poder (cf 1Co 10, 9; Ex 17, 2-7; Sal 95, 9).
No nos dejes caer en la tentación”
2846 Esta petición llega a la raíz de la anterior, porque nuestros pecados son los frutos del consentimiento a la tentación. Pedimos a nuestro Padre que no nos "deje caer" en ella. Traducir en una sola palabra el texto griego es difícil: significa "no permitas entrar en" (cf Mt 26, 41), "no nos dejes sucumbir a la tentación". "Dios ni es tentado por el mal ni tienta a nadie" (St 1, 13), al contrario, quiere librarnos del mal. Le pedimos que no nos deje tomar el camino que conduce al pecado, pues estamos empeñados en el combate "entre la carne y el Espíritu". Esta petición implora el Espíritu de discernimiento y de fuerza.
2847 El Espíritu Santo nos hace discernir entre la prueba, necesaria para el crecimiento del hombre interior (cf Lc 8, 13-15; Hch 14, 22; 2 Tm 3, 12) en orden a una "virtud probada" (Rm 5, 3 - 5), y la tentación que conduce al pecado y a la muerte (cf St 1, 14-15). También debemos distinguir entre "ser tentado" y "consentir" en la tentación. Por último, el discernimiento desenmascara la mentira de la tentación: aparentemente su objeto es "bueno, seductor a la vista, deseable" (Gn 3, 6), mientras que, en realidad, su fruto es la muerte.
"Dios no quiere imponer el bien, quiere seres libres … En algo la tentación es buena. Todos, menos Dios, ignoran lo que nuestra alma ha recibido de Dios, incluso nosotros. Pero la tentación lo manifiesta para enseñarnos a conocernos, y así, descubrirnos nuestra miseria, y obligarnos a dar gracias por los bienes que la tentación nos ha manifestado" (Orígenes, or. 29).
2848 "No entrar en la tentación" implica una decisión del corazón: "Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón … Nadie puede servir a dos señores" (Mt 6, 21-24). "Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu" (Ga 5, 25). El Padre nos da la fuerza para este "dejarnos conducir" por el Espíritu Santo. "No habéis sufrido tentación superior a la medida humana. Y fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir con éxito" (1Co 10, 13).
2849 Pues bien, este combate y esta victoria sólo son posibles con la oración. Por medio de su oración, Jesús es vencedor del Tentador, desde el principio (cf Mt 4, 11) y en el último combate de su agonía (cf Mt 26, 36-44). En esta petición a nuestro Padre, Cristo nos une a su combate y a su agonía. La vigilancia del corazón es recordada con insistencia en comunión con la suya (cf Mc 13, 9. 23. 33-37; Mc 14, 38; Lc 12, 35-40). La vigilancia es "guarda del corazón", y Jesús pide al Padre que "nos guarde en su Nombre" (Jn 17, 11). El Espíritu Santo trata de despertarnos continuamente a esta vigilancia (cf 1 Co 16, 13; Col 4, 2; 1 Ts 5, 6; 1 P 5, 8). Esta petición adquiere todo su sentido dramático referida a la tentación final de nuestro combate en la tierra; pide la perseverancia final. "Mira que vengo como ladrón. Dichoso el que esté en vela" (Ap 16, 15).
Cristo nos libra del mal
1505 Conmovido por tantos sufrimientos, Cristo no sólo se deja tocar por los enfermos, sino que hace suyas sus miserias: "El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades" (Mt 8, 17; cf Is 53, 4). No curó a todos los enfermos. Sus curaciones eran signos de la venida del Reino de Dios. Anunciaban una curación más radical: la victoria sobre el pecado y la muerte por su Pascua. En la Cruz, Cristo tomó sobre sí todo el peso del mal (cf Is 53, 4-6) y quitó el "pecado del mundo" (Jn 1, 29), del que la enfermedad no es sino una consecuencia. Por su pasión y su muerte en la Cruz, Cristo dio un sentido nuevo al sufrimiento: desde entonces éste nos configura con él y nos une a su pasión redentora.
La fe es sumisión a Dios, aceptación de Dios, respuesta al mal
142 Por su revelación, "Dios invisible habla a los hombres como amigo, movido por su gran amor y mora con ellos para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía" (DV 2). La respuesta adecuada a esta invitación es la fe.
143 Por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios. Con todo su ser, el hombre da su asentimiento a Dios que revela (cf. DV 5). La Sagrada Escritura llama "obediencia de la fe" a esta respuesta del hombre a Dios que revela (cf. Rm 1, 5; Rm 16, 26).
309 Si Dios Padre Todopoderoso, Creador del mundo ordenado y bueno, tiene cuidado de todas sus criaturas, ¿por qué existe el mal? A esta pregunta tan apremiante como inevitable, tan dolorosa como misteriosa no se puede dar una respuesta simple. El conjunto de la fe cristiana constituye la respuesta a esta pregunta: la bondad de la creación, el drama del pecado, el amor paciente de Dios que sale al encuentro del hombre con sus Alianzas, con la Encarnación redentora de su Hijo, con el don del Espíritu, con la congregación de la Iglesia, con la fuerza de los sacramentos, con la llamada a una vida bienaventurada que las criaturas son invitadas a aceptar libremente, pero a la cual, también libremente, por un misterio terrible, pueden negarse o rechazar. No hay un rasgo del mensaje cristiano que no sea en parte una respuesta a la cuestión del mal.
Dios forma su pueblo sacerdotal por medio de Abrahán y del Éxodo
59 Para reunir a la humanidad dispersa, Dios elige a Abraham llamándolo "fuera de su tierra, de su patria y de su casa" (Gn 12, 1), para hacer de él "Abraham", es decir, "el padre de una multitud de naciones" (Gn 17, 5): "En ti serán benditas todas las naciones de la tierra" (Gn 12, 3 LXX; cf. Ga 3, 8).
60 El pueblo nacido de Abraham será el depositario de la promesa hecha a los patriarcas, el pueblo de la elección (cf. Rm 11, 28), llamado a preparar la reunión un día de todos los hijos de Dios en la unidad de loa Iglesia (cf. Jn 11, 52; Jn 10, 16); ese pueblo será la raíz en la que serán injertados los paganos hechos creyentes (cf. Rm 11, 17-18. 24).
61 Los patriarcas, los profetas y otros personajes del Antiguo Testamento han sido y serán siempre venerados como santos en todas las tradiciones litúrgicas de la Iglesia.
62 Después de la etapa de los patriarcas, Dios constituyó a Israel como su pueblo salvándolo de la esclavitud de Egipto. Estableció con él la alianza del Sinaí y le dio por medio de Moisés su Ley, para que lo reconociese y le sirviera como al único Dios vivo y verdadero, Padre providente y juez justo, y para que esperase al Salvador prometido (cf. DV 3).
63 Israel es el pueblo sacerdotal de Dios (cf. Ex 19, 6), el que "lleva el Nombre del Señor" (Dt 28, 10). Es el pueblo de aquellos "a quienes Dios habló primero" (MR, Viernes Santo 13: oración universal VI), el pueblo de los "hermanos mayores" en la fe de Abraham.

Se dice Credo.

Oración de los fieles
Oremos al Señor, nuestro Dios, que dispuso darnos su gracia por medio de Jesucristo.
- Por la Iglesia, para que fortalecida con el pan de la Palabra de Dios, no caiga en la tentación de confiar en poderes y medios extraños a su misión en el mundo. Roguemos al Señor.
- Por todos los creyentes que toman en serio la catequesis de adultos: para que crezcan y maduren en la fe. Roguemos al Señor.
- Por los pueblos que, por carencia de medios, no pueden solucionar sus graves problemas, para que encuentren la ayuda fraterna de los países más desarrollados. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, aquí reunidos, que hemos escuchado «no sólo de pan vive el hombre», para que se nos despierte el hambre de la Palabra de Dios. Roguemos al Señor.
Señor, Dios nuestro tu Hijo Jesucristo, el nuevo Adán, con su obediencia hasta la muerte de cruz ha merecido para todos el don gratuito del perdón: escucha ahora nuestras súplicas, perdona nuestras culpas y devuélvenos la alegría de tu salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Haz, Señor, que nuestra vida responda a estos dones que van a ser ofrecidos y en los que celebramos el comienzo de un mismo sacramento admirable. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fac nos, quaesumus, Dómine, his munéribus offeréndis conveniénter aptári, quibus ipsíus venerábilis sacraménti celebrámus exórdium. Per Christum.

Prefacio: Las tentaciones del Señor
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo Señor nuestro.
El cual, al abstenerse durante cuarenta días de tomar alimento, inauguró la práctica de nuestra penitencia cuaresmal, y, al rechazar las tentaciones de la antigua serpiente, nos enseñó a sofocar la fuerza del pecado; de este modo, celebrando con sinceridad el Misterio pascual, podremos pasar un día a la Pascua que no acaba.
Por eso, con los ángeles y con la multitud de los santos, te cantamos el himno de alabanza diciendo sin cesar:
Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: per Christum Dóminum nostrum.
Qui quadragínta diébus, terrénis ábstinens aliméntis, formam huius observántiae ieiúnio dedicávit, et, omnes evértens antíqui serpéntis insídias, ferméntum malítiae nos dócuit superáre, ut, paschále mystérium dignis méntibus celebrántes, ad pascha demum perpétuum transeámus.
Et ídeo cum Angelórum atque Sanctórum turba hymnum laudis tibi cánimus, sine fine dicéntes:
Santo, Santo, Santo...


Antífona de comunión Mt 4, 4
No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Non in solo pane vivit homo, sed in omni verbo quod procédit de ore Dei.
O bien: Cf. Sal 90, 4
El Señor te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás.
Scápulis suis obumbrábit tibi Dóminus, et sub pennis eius sperábis.

Oración después de la comunión
Después de recibir el pan del cielo que alimenta la fe, consolida la esperanza y fortalece el amor, te rogamos, Señor, que nos hagas sentir hambre de Cristo, pan vivo y verdadero, y nos enseñes a vivir constantemente de toda palabra que sale de tu boca. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Caelésti pane refécti, quo fides álitur, spes provéhitur et cáritas roborátur, quaesumus, Dómine, ut ipsum, qui est panis vivus et verus, esuríre discámus, et in omni verbo, quod procédit de ore tuo, vívere valeámus. Per Christum.

Oración sobre el pueblo
V. El Señor esté con vosotros. R.
V. Inclinaos para recibir la bendición.
Te pedimos, Señor, que descienda sobre tu pueblo la bendición copiosa, para que la esperanza brote en la tribulación, la virtud se afiance en la dificultad y se obtenga la redención eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Super pópulum tuum, Dómine, quaesumus, benedíctio copiósa descéndat, ut spes in tribulatióne succréscat, virtus in tentatióne firmétur, aetérna redémptio tribuátur. Per Christum.
V. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo +, y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre. R.

MARTIROLOGIO

Elogios del 7 de marzo
M
emoria de santa Perpetua y santa Felicidad, mártires, que en tiempo del emperador Septimio Severo fueron detenidas en Cartago, actual Túnez, junto con otros catecúmenos. Perpetua, matrona de unos veinte años, era madre de un niño aún lactante, mientras que Felicidad, su esclava, estaba entonces embarazada, por lo cual, según las leyes, no podía ser martirizada hasta que diese a luz. Llegado el momento, en medio de los dolores del parto se alegró de ser expuesta a las fieras, y así, con rostro alegre, pasaron las dos de la cárcel al anfiteatro, seguras de partir hacia el cielo. (203)
2. También en Cartago, pasión de los santos Sátiro, Saturnino, Revocato y Secundino, que en la misma persecución bajo Septimio Severo, el último de ellos murió en la cárcel, mientras que los demás, maltratados por varias bestias, terminaron degollados tras darse el ósculo de la paz. (203)
3. En Cesarea de Palestina, pasión de san Eubulio, que fue compañero de san Adriano, y dos días después de él alcanzó la gloria al ser destrozado por los leones y decapitado. (309)
4. En el Quersoneso, en la actual Grecia, santos Basilio, Eugenio, Agatodoro, Elpidio, Eterio, Capitón, y Efrén, obispos y mártires. (c. s. IV)
5. En la región de Tebaida, en Egipto, san Pablo, por sobrenombre “Simple”, discípulo de san Antonio. (s. IV)
6. En Brescia, en la región de Venecia, en la actual Italia san Gaudioso, obispo. (s. V)
7. En el monasterio de Aniane, en el territorio de Septimania, hoy Francia, san Ardón Esmaragdo, presbítero, compañero de san Benito de Aniane en la vida cenobítica. (843)
8. En Prusa, en Bitinia, actual Turquía, san Pablo, obispo, que por defender el culto de las sagradas imágenes fue expulsado de la patria y murió en el exilio. (850)
9. En el monasterio de Fossanova de la Orden Cisterciense, en la región italiana del Lacio, tránsito de santo Tomás de Aquino, cuya memoria se celebra el día veintiocho de enero. (1274)
10*. En Londres, en Inglaterra, beatos mártires Juan Larke y Juan Ireland, presbíteros, y Germán Gardiner, todos los cuales, por su fidelidad al Romano Pontífice, fueron ahorcados en Tyburn, en tiempo del rey Enrique VIII. (1544)
11. En Florencia, población de Toscana, en Italia, santa Teresa Margarita Redi, virgen, que, habiendo entrado en la Orden de Carmelitas Descalzas, avanzó por el arduo camino de la perfección y murió siendo aún joven. (1770)
12. En Seúl, ciudad de Corea, san Juan Bautista Nam Chong-sam, mártir. (1866)
13. En el lugar de Sai-Nam-Hte, también en Corea, santos mártires Simeón Berneux, obispo, Justo Ranfer de Bretenières, Luis Beaulieu y Pedro Enrique Dorie, presbíteros de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París, que fueron decapitados por afirmar con decisión que habían venido a Corea en nombre de Cristo para salvar almas. (1866)
14*. En la ciudad de Kirov, en Rusia, beato Leónidas Fëdorov, obispo y mártir, el cual, siendo exarca apostólico de los católicos rusos de rito bizantino, mereció ser discípulo fiel a Cristo hasta la muerte, bajo un régimen contrario a la religión. (1934)
-Beato José Olallo Valdés (1820- Puerto Príncipe, hoy Camagüey, 1889). Religioso cubano de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Dedicó heroicamente toda su vida al cuidado de los enfermos.
- Beata María Antonia de San José de Paz y Figueroa (1730- Buenos Aires Argentina 1799). Virgen, fundadora del Beaterio de los Ejercicios Espirituales de Buenos Aires en Argentina. Conocida popularmente como “Mama Antula”.