Entrada destacada

Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

martes, 18 de octubre de 2022

Martes 22 noviembre 2022, Santa Cecilia, virgen y mártir, memoria obligatoria.

SOBRE LITURGIA

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POST-SINODAL RECONCILIATIO ET PAENITENTIA (2-Diciembre-1984)
DE JUAN PABLO II

CAPÍTULO PRIMERO. MEDIOS Y VÍAS PARA LA PROMOCIÓN DE LA PENITENCIA Y DE LA RECONCILIACIÓN

24. Para promover la penitencia y la reconciliación la Iglesia tiene a su disposición principalmente dos medios, que le han sido confiados por su mismo Fundador: la catequesis y los Sacramentos. Su empleo, considerado siempre por la Iglesia como plenamente conforme con las exigencias de su misión salvífica y correspondiente, al mismo tiempo, a las exigencias y necesidades espirituales de los hombres de todos los tiempos, puede realizarse de formas y modos antiguos y nuevos, entre los que será bueno recordar particularmente lo que, siguiendo a mi predecesor Pablo VI, podemos llamar el método del diálogo.

El diálogo

25. El diálogo es para la Iglesia, en cierto sentido, un medio y, sobre todo, un modo de desarrollar su acción en el mundo contemporáneo.

En efecto, el Concilio Vaticano II, después de haber proclamado que «la Iglesia, en virtud de la misión que tiene de iluminar a todo el orbe con el mensaje evangélico y de reunir en un solo Espíritu a todos los hombres (...), se convierte en señal de la fraternidad que permite y consolida el diálogo sincero», añade que la misma Iglesia debe ser capaz de «abrir, con fecundidad siempre creciente, el diálogo entre todos los que integran el único Pueblo de Dios» [121], así como también de «mantener un diálogo con la sociedad humana» [122].

Mi predecesor Pablo VI ha dedicado al diálogo una parte importante de su primera Encíclica «Ecclesiam suam», donde lo describe y caracteriza significativamente como diálogo de la salvación [123].

En efecto, la Iglesia emplea el método del diálogo para llevar mejor a los hombres —los que por el bautismo y la profesión de fe se consideran miembros de la comunidad cristiana y los que son ajenos a ella— a la conversión y a la penitencia por el camino de una renovación profunda de la propia conciencia y vida, a la luz del misterio de la redención y la salvación realizada por Cristo y confiada al ministerio de su Iglesia. El diálogo auténtico, por consiguiente, está encaminado ante todo a la regeneración de cada uno a través de la conversión interior y la penitencia, y debe hacerse con un profundo respeto a las conciencias y con la paciencia y la gradualidad indispensables en las condiciones de los hombres de nuestra época.

El diálogo pastoral en vista de la reconciliación sigue siendo hoy una obligación fundamental de la Iglesia en los diversos ambientes y niveles.

La misma Iglesia promueve, ante todo, un diálogo ecuménico, esto es, entre las Iglesias y Comunidades eclesiales que comparten la fe en Cristo, Hijo de Dios y único Salvador; es un diálogo con las otras comunidades de hombres que, al igual que los cristianos, buscan a Dios y quieren tener una relación de comunión con Él.

En la base de este diálogo con las otras Iglesias y Comunidades eclesiales y con las otras religiones —y como condición de su credibilidad y eficacia— debe darse un esfuerzo sincero de diálogo permanente y renovado dentro de la misma Iglesia católica. Ella es consciente de ser por su naturaleza, sacramento de la comunión universal de caridad [124]; y es también consciente de las tensiones que existen en su interior, que corren el riesgo de convertirse en factores de división.

La invitación apremiante y firme dirigida por mi Predecesor Pablo VI con ocasión del Año Santo de 1975 [125], sirve también en el momento presente. Para conseguir la superación de los conflictos y hacer que las normales tensiones no resulten perjudiciales para la unidad de la Iglesia, es menester que todos nos dejemos interpelar por la Palabra de Dios y, abandonando los propios puntos de vista subjetivos, busquemos la verdad donde quiera que se encuentre, o sea, en la misma Palabra divina y en la interpretación auténtica que da de ella el Magisterio de la Iglesia. Bajo esta luz, la escucha recíproca, el respeto y la abstención de todo juicio apresurado, la paciencia, la capacidad de evitar que la fe que une esté subordinada a las opiniones, modas, opciones ideológicas que dividen, son cualidades de un diálogo que dentro de la Iglesia debe ser constante, decidido y sincero. Es evidente que no sería tal y no se convertiría en un factor de reconciliación, sin prestar atención al Magisterio y su aceptación.

De este modo, la Iglesia católica, empeñada concretamente en la búsqueda de la propia comunión interna, puede dirigir la llamada a la reconciliación —como lo está haciendo ya desde hace tiempo— a las otras Iglesias con la cuales no hay plena comunión, así como a las otras religiones e incluso al que busca a Dios con corazón sincero.

A la luz del Concilio y del Magisterio de mis Predecesores, cuya herencia preciosa he recibido y me esfuerzo por conservar y poner en práctica, puedo afirmar que la Iglesia católica se empeña a todos los niveles en el diálogo ecuménico con lealtad, sin fáciles optimismos, pero también sin desconfianzas, dudas o retrasos. Las leyes fundamentales que intenta seguir en este diálogo son, por una parte, la persuasión de que sólo un ecumenismo espiritual —o sea basado en la oración común y en la docilidad común al único Señor— permite responder sincera y seriamente a las demás exigencias de la acción ecuménica [126]; por otra parte, la convicción de que un cierto fácil «irenismo»en materia doctrinal y, sobre todo, dogmática podría conducir tal vez a una forma de convivencia superficial y no durable, pero no a aquella comunión profunda y estable que todos deseamos. Se llegará a esta comunión en el instante querido por la divina Providencia; pero para alcanzarla, la Iglesia católica, en cuanto le concierne, sabe que debe estar abierta y ser sensible a todos «los valores verdaderamente cristianos, procedentes del patrimonio común que se encuentra entre nuestros hermanos separados» [127], pero que debe a la vez poner en la base de un diálogo leal y constructivo la claridad de las posiciones, la fidelidad y la coherencia con la fe transmitida y definida por su Magisterio siguiendo la tradición cristiana. Además, no obstante la amenaza de un determinado «derrotismo», y a pesar de la lentitud inevitable que la ligereza nunca podría corregir, la Iglesia católica sigue buscando con todos los demás hermanos cristianos separados el camino de la unidad, y con los seguidores de las otras religiones un diálogo sincero. Ojalá este diálogo interreligioso pueda conducir a la superación de toda actitud hostil, desconfiada, de condena mutua y hasta de invectiva mutua como condición preliminar al encuentro, al menos, en la fe en un único Dios y en la seguridad de la vida eterna para el alma inmortal. Quiera el Señor que especialmente el diálogo ecuménico lleve a una reconciliación sincera en torno a aquello que podamos tener ya en común con las Iglesias cristianas: la fe en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, como Salvador y Señor, escuchar la Palabra, el estudio de la Revelación y el Sacramento del Bautismo.

En la medida en que la Iglesia es capaz de crear concordia activa —la unidad en la variedad— dentro de sí misma, y de presentarse como testigo y operadora humilde de reconciliación respecto a las otras religiones cristianas y no cristianas, se convierte, según la expresiva definición de San Agustín, en «un mundo reconciliado» [128]. Sólo así podrá ser signo de reconciliación en el mundo y para el mundo.

Consciente de la suma gravedad de la situación creada por las fuerzas de la división y la guerra, que constituye hoy una fuerte amenaza no sólo para el equilibrio y la armonía de las Naciones sino para la misma supervivencia de la humanidad, la Iglesia siente la obligación de ofrecer y proponer su colaboración específica para la superación de los conflictos y el restablecimiento de la concordia.

Es un diálogo complejo y delicado de reconciliación, en el que la Iglesia se empeña, ante todo, mediante la actividad de la Santa Sede y de sus diversos Organismos. La Santa Sede se esfuerza por intervenir ya sea ante los gobernantes de las Naciones y los responsables de las distintas instancias internacionales, ya sea para asociarse con ellos, dialogando con ellos o estimulándoles a dialogar entre sí, en favor de la reconciliación en medio de los numerosos conflictos. La Iglesia realiza esto no por segundas causas o intereses ocultos —porque no los tiene—, sino «por una preocupación humanitaria» [129], poniendo su estructura institucional y su autoridad moral, del todo singulares, al servicio de la concordia y la paz. Hace esto convencida de que como «en la guerra dos partes se levantan una contra la otra», así «en la cuestión de la paz también existen siempre y necesariamente dos partes que deben saber empeñarse», y en esto «consiste el verdadero sentido del diálogo en favor de la paz» [130].

En el diálogo en favor de la reconciliación la Iglesia se empeña también mediante los Obispos, con la competencia y responsabilidad que les es propia, tanto individualmente en la dirección de sus respectivas Iglesias particulares, como reunidos en las Conferencias Episcopales, con la colaboración de los Presbíteros y de todos los miembros de las Comunidades cristianas. Cumplen puntualmente su deber cuando promueven el diálogo indispensable y proclaman las exigencias humanas y cristianas de reconciliación y paz. En comunión con sus Pastores, los seglares que tienen como «campo propio de su actividad evangelizadora el mundo vasto y complejo de la política, de la realidad social, de la economía ... de la vida internacional» [131], son llamados a comprometerse directamente en el diálogo o en favor del diálogo para la reconciliación. A través de ellos, la Iglesia sigue desarrollando su acción reconciliadora. En la regeneración de los corazones mediante la conversión y la penitencia radica, por tanto, el presupuesto fundamental y una base firme para cualquier renovación social duradera y para la paz entre las naciones.

Hay que reafirmar que, por parte de la Iglesia y sus miembros, el diálogo, de cualquier forma se desarrolle —y son y pueden ser muy diversas, dado que el mismo concepto de diálogo tiene un valor analógico— , no podrá jamás partir de una actitud de indiferencia hacia la verdad, sino que debe ser más bien una presentación de la misma realizada de modo sereno y respetando la inteligencia y conciencia ajena. El diálogo de la reconciliación jamás podrá sustituir o atenuar el anuncio de la verdad evangélica, que tiene como finalidad concreta la conversión ante el pecado y la comunión con Cristo y la Iglesia, sino que deberá servir para su transmisión y puesta en práctica a través de los medios dejados por Cristo a la Iglesia para la pastoral de la reconciliación: la catequesis y la penitencia.

[121] Const. past. Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo actual, 92.
[122] Decreto Christus Dominus sobre el oficio pastoral de los Obispos, 13; cf. Declar. Gravissimum educationis sobre la educación cristiana, 8; Decr. Ad gentes sobre la actividad misionera, 11-12.
123] Cf. Pablo VI, Encícl. Ecclesiam suam, III: AAS 56 (1964), 639-659.
[124] Cf. Conc. Ecum Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium sobre la Iglesia, 1. 9. 13.
[125] Pablo VI, Exhort. Ap. Paterna cum benevolentia: AAS 67 (1975), 5-23.
[126] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Unitatis redintegratio sobre el ecumenismo, 7-8.
[127] Ibidem, 4.
[128] S. Agustí, Sermo 96, 7: PL 38, 588.
[129] Cf. Juan Pablo II, Discurso a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede (15 de enero de 1983) 4. 6. 11: AAS 75 (1983), 376. 378s. 381.
[130] Juan Pablo II, Homilía en la misa con ocasión de la XVI Jornada Mundial de la Paz (1 de enero de 1983), 6: L'Osservatore Romano, edic. en lengua española, 9 de enero, 1983.
[131] Pablo VI, Exhort. Apost. Evangelii nuntiandi, 70: AAS 68 (1976), 595.

CALENDARIO

22 MARTES. SANTA CECILIA, virgen y mártir, m. obligatoria

Misa de la memoria (rojo). 
MISAL: 1.ª orac. prop. y el resto del común de mártires (para una virgen mártir) o de vírgenes (para una virgen), o de un domingo del T.O., Pf. común o de la memoria. Conveniente PE I. 
LECC.: vol. III-par. 
- Ap 14, 14-19. Ha llegado la hora de la siega, pues ya está seca la mies de la tierra. 
- Sal 95. R. Llega el Señor a regir la tierra. 
- Lc 21, 5-11. No quedará piedra sobre piedra. 
o bien: cf. vol. IV.

Liturgia de las Horas: oficio de la memoria. 

Martirologio: elogs. del 23 de noviembre, pág. 683. 
CALENDARIOS: Arzobispado Castrense-Músicas Militares: Santa Cecilia, virgen y mártir (S). 
OFM: Beatos Pascual Fortuni, presbítero, y compañeros, mártires (ML).
 
TEXTOS MISA

22 de noviembre
Santa Cecilia, virgen y mártir
Memoria

La oración colecta es propia de la memoria. El resto está tomado del común de mártires: IV. Para una virgen mártir.

Antífona de entrada
Esta virgen valiente, ofrenda de pureza y castidad, sigue al Cordero crucificado por nosotros.
Ecce iam séquitur Agnum pro nobis crucifíxum strénua virgo, pudóris hóstia, víctima castitátis.
O bien:
Esta es la virgen dichosa que, negándose a sí misma y abrazando su cruz, siguió al Señor, esposo de las vírgenes y príncipe de los mártires.
Beáta virgo, quae ábnegans semetípsam et tollens crucem suam, Dóminum aemuláta est, vírginum sponsum martyrúmque príncipem.

Monición de entrada
Se celebra hoy la memoria de santa Cecilia que, según la tradición, consiguió la doble palma de la virginidad y del martirio en el siglo III. Acompañada de instrumentos celestiales, la joven Cecilia cantó al Señor en su corazón un cántico nuevo.

Oración colecta
Oh, Dios, que nos alegras cada año con la celebración de santa Cecilia, concédenos imitar los ejemplos que piadosamente hemos recibido de tu sierva, y que proclaman las maravillas de Cristo, tu Hijo, en sus servidores. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui nos ánnua beátae Caecíliae celebritáte laetíficas, praesta, quaesumus, ut ea, quae de ancílla tua devóte trádita sunt, exémpla nobis praebeant imitánda et Christi Fílii tui in servis eius praedicent mirabília. Qui tecum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Martes de la XXXIV semana del Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA Ap 14, 14-19
Ha llegado la hora de la siega, pues ya está seca la mies de la tierra

Lectura del libro del Apocalipsis.

Yo, Juan, miré, y apareció una nube blanca; y sentado sobre La nube alguien como un Hijo de hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro y en su mano una hoz afilada. Salió otro ángel del santuario clamando con gran voz al que estaba sentado sobre la nube:
«Mete tu hoz y siega; ha llegado la hora de la siega, pues ya está seca la mies de la tierra».
El que estaba sentado encima de la nube metió su hoz sobre la tierra y la tierra quedó segada. Otro ángel salió del santuario del cielo, llevando él también una hoz afilada. Y del altar salió otro ángel, el que tiene poder sobre el fuego, y gritó con gran voz al que tenía la hoz afilada, diciendo:
«Mete tu hoz afilada y vendimia los racimos de la viña de la tierra, porque los racimos están maduros».
El ángel metió su hoz en la tierra y vendimió la viña de la tierra y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 95, 10. 11-12. 13 (R.: cf. 13b)
R. 
Llega el Señor a regir la tierra.
Venit Dóminus iudicáre terram.

V. Decid a los pueblos: «El Señor es rey:
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente».
R. Llega el Señor a regir la tierra.
Venit Dóminus iudicáre terram.

V. Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque.
R. Llega el Señor a regir la tierra.
Venit Dóminus iudicáre terram.

V. Delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad.
R. Llega el Señor a regir la tierra.
Venit Dóminus iudicáre terram.

Aleluya Ap 2, 10c
R. 
Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Sé fiel hasta la muerte -dice el Señor-, y te daré la corona de la vida. R.
Esto fidélis usque ad mortem, dicit Dóminus, et dabo tibi corónam vitæ.

EVANGELIO Lc 21, 5-11
No quedará piedra sobre piedra
╬ 
Lectura del santo evangelio según san Lucas.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo:
«Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».
Ellos le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».
Él dijo:
«Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».
Entonces les decía:
«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Ángelus 17-noviembre 2019
El Señor nos llama a colaborar en la construcción de la historia, convirtiéndonos, junto a Él, en pacificadores y testigos de esperanza en un futuro de salvación y resurrección. La fe nos hace caminar con Jesús por las sendas de este mundo, muchas veces tortuosas, con la certeza de que el poder de Su Espíritu doblegará las fuerzas del mal, sometiéndolas al poder del amor de Dios. El amor es superior, el amor es más poderoso, porque es Dios: Dios es amor. Los mártires cristianos son un ejemplo para nosotros: nuestros mártires, incluso de nuestro tiempo (que son más que los del principio), son hombres y mujeres de paz, a pesar de que fueron perseguidos. Nos dan una herencia que debemos conservar e imitar: el Evangelio del amor y de la misericordia. Este es el tesoro más preciado que se nos ha dado y el testimonio más eficaz que podemos dar a nuestros contemporáneos, respondiendo al odio con amor, a la ofensa con el perdón. Incluso en nuestra vida diaria: cuando recibimos una ofensa, sentimos dolor; pero debemos perdonar de corazón. Cuando nos sintamos odiados, recemos con amor por la persona que nos odia. 

Oración de los fieles
Ferias del Tiempo Ordinario XLIX

Invoquemos, hermanos, con corazón unánime, a Dios Padre todopoderoso, fuente y origen de todo bien.
- Por la santa Iglesia católica, extendida por todo el universo. Roguemos al Señor.
- Por nuestro santo padre el papa N., por nuestro obispo N., por los sacerdotes y demás ministros de Dios. Roguemos al Señor.
- Por esta ciudad (este pueblo) de N., por su prosperidad y por todos los que en ella (él) habitan. Roguemos al Señor.
- Por los que sufren, por nuestros hermanos enfermos o encarcelados. Roguemos al Señor.
- Por los que cuidan de los ancianos, pobres y atribulados. Roguemos al Señor.
- Por todos nuestros difuntos: para que Dios los reciba en su reino de luz y de paz. Roguemos al Señor.
Dios todopoderoso y eterno, que gobiernas cuanto existe en el cielo y en la tierra: escucha las oraciones de tu pueblo y concede a nuestro tiempo la paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Señor, que los dones que te presentamos en la fiesta de santa N. sean tan agradables a tu bondad como lo fue para ti el combate de su martirio. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Múnera, quaesumus, Dómine, quae in celebritáte beátae N. deférimus, ita grátiae tuae efficiántur accépta, sicut eius tibi plácitum éxstitit passiónis certámen. Per Christum.

PREFACIO I DE LOS SANTOS MÁRTIRES
SIGNIFICADO Y EJEMPLARIDAD DEL MARTIRIO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque la sangre del glorioso mártir san N., derramada, como la de Cristo, para confesar tu nombre, manifiesta las maravillas de tu poder; pues en su martirio, Señor, has sacado fuerza de lo débil, haciendo de la fragilidad tu propio testimonio; por Cristo, Señor nuestro.
Por eso, con las virtudes del cielo te aclamamos continuamente en la tierra, alabando tu gloria sin cesar:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus:
Quóniam beáti mártyris N. pro confessióne nóminis tui, ad imitatiónem Christi, sanguis effúsus tua mirabília maniféstat, quibus pérficis in fragilitáte virtútem, et vires infírmas ad testimónium róboras, per Christum Dóminum nostrum.
Et ídeo, cum caelórum Virtútibus, in terris te iúgiter celebrámus, maiestáti tuae sine fine clamántes:

Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA I o CANON ROMANO

Antífona de la comunión Ap 7, 17
El Cordero que está delante del trono los conducirá hacia fuentes de aguas vivas.
Agnus, qui in médio throni est, dedúcet eos ad vitae fontes aquárum.

Oración después de la comunión
Oh, Dios, que coronaste a la bienaventurada N. entre los santos con el doble triunfo de la virginidad y del martirio, concédenos en virtud de este sacramento, vencer con fortaleza toda maldad y alcanzar la gloria del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Deus, qui beátam N. pro gémina virginitátis et martyrii victória inter Sanctos coronásti, da, quaesumus, per huius virtútem sacraménti, ut, omne malum fórtiter superántes, caeléstem glóriam consequámur. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del 23 de noviembre
S
an Clemente I, papa y mártir
, tercer sucesor del apóstol san Pedro, que rigió la Iglesia romana y escribió una espléndida carta a los corintios, para fortalecer entre ellos los vínculos de la paz y la concordia. Hoy se celebra el sepelio de su cuerpo en Roma. (s. I)
San Columbano, abad, irlandés de nacimiento, que por Cristo se hizo peregrino para evangelizar a las gentes de las Galias. Fundó, entre otros muchos, el monasterio de Luxeuil, que él mismo rigió con estricta observancia, y obligado después a exiliarse, atravesó los Alpes y construyó el cenobio de Bobbio, en la región italiana de Liguria, famoso por su disciplina y estudios, en el cual se durmió en la paz, lleno de méritos para con la Iglesia. Su cuerpo recibió sepultura en este día. (615)
3. En Roma, en el cementerio de Máximo, en la vía Salaria Nueva, santa Felicidad, mártir. (s. inc.)
4. Cerca de Chiusi, lugar de Toscana, en la actual Italia, santa Mustiola, mártir(s. inc.)
5. En Cízico, en el Helesponto, actualmente en Turquía, san Sisinio, obispo y mártir, que, según la tradición, después de muchos tormentos murió a espada durante la persecución bajo el emperador Diocleciano. (325)
6*. En Metz, en la Galia Bélgica, Francia en la actualidad, conmemoración de san Clemente, que es tenido como primer obispo de esta ciudad. (s. IV)
7. En Mérida, ciudad de Lusitania, actualmente en España, santa Lucrecia, mártir. (306)
8. En Konya, en Licaonia, en la Turquía actual, san Anfiloquio, obispo, que fue compañero en el desierto de los santos Basilio y Gregorio Nazianceno, y también colega en el episcopado. Esclarecido por su santidad y doctrina, libró muchas batallas en favor de la fe católica. (395)
9. En París, en la Galia Lugdunense, hoy Francia, san Severino, quien, recluido en una celda, se dedicó a la divina contemplación. (s. VI)
10. En Agrigento, en la región italiana de Sicilia, san Gregorio, obispo, que explicó los libros sagrados para aclarar al pueblo llano las cosas de difícil comprensión. (638)
11. En Saint-Trond, lugar de Brabante, en Austrasia, actual Bélgica, san Trudón, presbítero, que dio todos sus bienes a la Iglesia de Metz y allí mismo edificó un monasterio, donde reunió a sus discípulos. (695)
12*. En Alba, en la región del Piamonte, en Italia actualmente, beata Margarita de Saboya, quien, al quedar viuda, se entregó a Dios en el monasterio de religiosas de la Orden de Predicadores, que ella misma había fundado. (1464)
13. En Seúl, en Corea, santa Cecilia Yu So-sa, mártir, que, siendo viuda, y ya casi octogenaria, fue despojada de sus bienes por quienes odiaban la fe, y encarcelada e interrogada hasta doce veces, la atormentaron de tal modo con azotes, que murió en la cárcel. (1839)
14*. En la ciudad de Guadalupe, en el estado de Zacatecas, en México, beato Miguel Agustín Pro, presbítero de la orden de la Compañía de Jesús y mártir, quien, en la cruel persecución contra la Iglesia, como si fuera un facineroso fue condenado sin juicio a la pena capital, y así alcanzó el martirio que tan ardientemente deseaba. (1927)
15*. En Madrid, en España, beata María Cecilia (María Felicidad) Cendoya y Araquistain, virgen de la Orden de la Visitación y mártir, que, en la gran persecución, al ver que sus hermanas habían sido apresadas, se entregó espontáneamente en la misma noche a los milicianos, y al lado de ellas confirmó el testimonio de su fe con el supremo sacrificio de la vida. (1936)
- Beata Enrichetta Alfieri, en el siglo María Ángela Doménica (1891- Milán 1951). Religiosa de la Congregación de las Hermanas de la Caridad de Santa Juana Antida Thouret. Conocida como el “ángel o mamma de san Vittore” por su servicio entregado durante muchos años en la cárcel milanesa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No publico comentarios anónimos.