Entrada destacada

Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

miércoles, 15 de abril de 2020

Bendición de una imagen de santa María Virgen.

Bendicional, 31 de mayo de 1984 (ed. española 19-marzo-2020)

Tercera parte. Bendiciones de las cosas que en las iglesias se destinan al uso litúrgico o a las prácticas de devoción.

CAPÍTULO XXXII
BENDICIÓN DE LAS IMÁGENES QUE SE EXPONEN A LA PUBLICA VENERACIÓN DE LOS FIELES

II. RITO DE LA BENDICIÓN DE UNA IMAGEN DE SANTA MARÍA VIRGEN

Ritos iniciales

1112. Reunido el pueblo, se entona oportunamente un canto adecuado, terminado el cual, el celebrante dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:
Amén.

1113. Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, 
nacido de la Virgen María, 
el amor del Padre 
y la comunión del Espíritu Santo 
estén con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura.

El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.

1114. Luego el celebrante exhorta brevemente a los fieles para disponer su espíritu a la celebración y explicar el significado del rito; puede hacerlo con estas palabras u otras semejantes:

Llenos de alegría, nos hemos reunido aquí, queridos hermanos, para bendecir una imagen de la santísima Virgen. Esta efigie con el título de N. será un signo de cuán grande y profunda es la relación de la santísima Virgen con Cristo y su Iglesia. Santa María, en efecto, es la madre de Cristo, imagen visible de Dios invisible, y ella misma es imagen, figura y modelo de la Iglesia: imagen en que la Iglesia contempla con gozo lo que ella, en su totalidad, espera ser; figura en que reconoce el camino y la norma para llegar a la plena unión con Cristo; modelo en que se apoya la Esposa de Cristo para cumplir su misión apostólica. Asistamos con atención y fervor a esta acción sagrada.

Lectura de la Palabra de Dios

1115. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee uno o varios textos de la sagrada Escritura, seleccionados principalmente entre los que proponen el Leccionario del Misal romano o de la Liturgia de las Horas en el Común o en el Propio de santa María Virgen, intercalando los convenientes responsorios o espacios de silencio. También pueden leerse los textos que se proponen a continuación.

Me felicitarán todas las generaciones Lc 1, 42-50
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

Isabel, levantando la voz, exclamo: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá». María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación».

Palabra del Señor.

1116. Pueden también leerse: 

Un gran signo apareció en el cielo Ap 11, 19a; 12, l-6a. 10ab
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro del Apocalipsis.

Se abrió en el cielo el santuario de Dios, y apareció en su santuario el arca de la alianza.
Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; y está encinta, y grita con dolores de parto y con el tormento de dar a luz. Y apareció otro signo en el cielo: ser un gran dragón rojo que tiene siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas, y su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre je la tierra. Y el dragón se puso en pie ante la mujer que iba din a dar a luz, para devorar a su hijo cuando lo diera a luz. Y dio a luz un hijo varón, el que ha de pastorear a todas las naciones con vara de hierro, y fue arrebatado su hijo junto a Dios y junto a su trono; y la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios.
Y oí una gran voz en el cielo que decía: «Ahora se ha establecido la salvación y el poder y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo».

Palabra de Dios.

Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo Lc 1, 26-38 
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se retiró.

Palabra del Señor.

Junto a la cruz de Jesús estaba su madre Jn 19, 25-27
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Juan.

En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.

Palabra del Señor.

1117. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.

Salmo responsorial Sal 112, 1b-2. 3-4. 5-6. 7-8 (R.: cf. 2)
R. Bendito sea el nombre del Señor por siempre.

V. Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre. R.

V. De la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos. R.

V. ¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que habita en las alturas
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra? R.

V. Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo. R.

1118. O bien:

Lc 1, 46-47. 48-49. 50-51. 52-53. 54-55 (R.: 49)
R. El Poderoso ha hecho obras grandes en mí: 
su nombre es santo.

V. Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador. R.

V. Ha mirado la humildad de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:
su nombre es santo. R.

V. Su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón. R.

V. Derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos. R.

V. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre. R.

1119.  El celebrante, según las circunstancias, hace la homilía. En ella explica las lecturas bíblicas y el papel de santa María Virgen en la historia de la salvación, para que el significado de la celebración sea percibido por la fe.

Preces

1120. Si se estima oportuno, antes de la oración de bendición puede hacerse la plegaria común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias de la comunidad o del momento.

V. Elevemos nuestras súplicas al Salvador, que quiso nacer de María Virgen, y digámosle:
R. Que tu Madre, Señor, interceda por nosotros.
— Salvador del mundo, que, con la eficacia de tu redención, preservaste a tu Madre de toda mancha de pecado, líbranos a nosotros de toda culpa. R.
— Redentor nuestro, que hiciste de la Virgen María lugar de tu presencia y sagrario del Espíritu Santo, haz también de nosotros un templo en el que habite siempre tu Espíritu. R.
— Sacerdote nuestro, que quisiste que tu Madre estuviera junto a tu cruz, por su intercesión, concédanos compartir con alegría tus padecimientos. R.
— Rey de reyes, que elevaste contigo al cielo en cuerpo y alma a tu Madre, haz que busquemos y aspiremos siempre a los bienes del cielo. R.
— Señor del cielo y de la tierra, que has colocado a tu derecha a María reina, danos un día el gozo de tener parte en la gloria. R.

Sigue la oración de bendición, como se indica más adelante.

1121. Cuando no se dicen las preces, antes de la oración de bendición, el celebrante, con estas palabras u otras semejantes, invita a todos a orar, implorando la ayuda divina:
Unidos, como la Madre de Jesús y los apóstoles, presentemos a Dios nuestras humildes peticiones.

Y, según las circunstancias, todos oran durante algún tiempo en silencio.

Oración de bendición

1122. El celebrante, con las manos extendidas, dice la oración de bendición:
Te alabamos, Señor, Dios inefable, 
que antes de la creación del mundo
constituíste a Cristo principio y fin de todas las cosas 
y, en tu admirable designio de bondad, 
uniste a él a la santísima Virgen, 
para que fuera Madre y cooperadora de tu Hijo, 
imagen y modelo de la Iglesia, 
madre y protectora de todos nosotros: 
ella es, en efecto, la mujer nueva, 
que reparó los estragos de la antigua Eva; 
la excelsa Hija de Sión, que,
uniendo su voz suplicante a los gemidos de los patriarcas, 
asumió en su corazón las esperanzas del antiguo Israel; 
la servidora pobre y humilde,
de quien salió el Sol de justicia, 
tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Padre santo, te pedimos que tus fieles, 
que han elaborado esta efigie de la santísima Virgen, 
gocen siempre de su protección 
y graben en su corazón la imagen 
que contemplan con sus ojos. 
Que tengan una fe inquebrantable 
y una firme esperanza, 
así como una caridad diligente y una sincera humildad; 
que tengan fortaleza en el sufrimiento, dignidad en la pobreza, 
paciencia en la adversidad, donación en la prosperidad;
que trabajen por la paz y luchen por la justicia, 
para que, después de recorrer los caminos de este mundo 
en el amor a ti y a los hermanos,
lleguen a la Ciudad permanente, 
donde la santísima Virgen intercede como Madre 
y resplandece como Reina.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

1123. O bien: 
Oh, Dios, que en la santísima Virgen 
has dado a tu Iglesia, que peregrina en este mundo, 
una imagen de la gloria futura a la que espera llegar, 
haz que tus fieles, 
que han elaborado esta imagen de santa María, 
alcen confiadamente sus ojos hacia ella, 
que resplandece como modelo de virtudes 
para todo el pueblo de tus elegidos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

1124. Después de la oración de bendición, el celebrante, según las circunstancias, pone incienso e inciensa la imagen, mientras se canta un salmo o un himno que guarde relación con el título de santa María Virgen representado en la imagen, o, por ejemplo, una de las siguientes antífonas:
El Altísimo te ha bendecido, Virgen María, 
más que a todas las mujeres de la tierra.

O bien:
Bajo tu protección nos acogemos, 
santa Madre de Dios; 
no deseches las súplicas 
que te dirigimos en nuestras necesidades; 
antes bien, líbranos siempre de todo peligro,
 oh, Virgen gloriosa y bendita.

Conclusión del rito

1125. El celebrante bendice al pueblo, con las manos extendidas sobre él, diciendo:
El Dios, que en su providencia amorosa 
quiso salvar al género humano
por el fruto bendito del seno de la Virgen María, 
os colme de sus bendiciones.
R. Amén.
V. Que os acompañe siempre la protección de la Virgen, 
por quien habéis recibido al Autor de la vida.
R. Amén.
V. Y a todos vosotros, reunidos hoy con devoción, 
el Señor os conceda la alegría del Espíritu 
y los bienes de su reino.
R. Amén.
V. Y la bendición de Dios todopoderoso, 
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
R. Amén.

1126. Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No publico comentarios anónimos.