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Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

jueves, 30 de abril de 2020

Jueves 4 junio 2020, Nuestro Señor Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, Lecturas ciclo A.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas propias de la Fiesta de Jesucristo sumo y eterno Sacerdote, ciclo A (Lec. IV).

PRIMERA LECTURA (primera opción) Gén 22, 9-18
El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe

Lectura del libro del Génesis.

En aquellos días, llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán alargó la mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo:
«¡Abrahán, Abrahán!».
Él contestó:
«Aquí estoy».
El ángel le ordenó:
«No alargues la mano contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he comprobado que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, a tu único hijo».
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.
Abrahán llamó aquel sitio «El Señor ve», por lo que se dice aún hoy «En el monte el Señor es visto».
El ángel del Señor llamó a Abrahán por segunda vez desde el cielo y le dijo:
«Juro por mí mismo, oráculo del Señor: por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único, te colmaré de bendiciones y multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de sus enemigos. Todas las naciones de la tierra se bendecirán con tu descendencia, porque has escuchado mi voz».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

PRIMERA LECTURA (segunda opción) Hbr 10, 4-10
Así está escrito en el comienzo del libro acerca de mí: para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad.

Lectura de la carta a los Hebreos.

Hermanos:
Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados.
Por eso, al entrar él en el mundo dice:
«Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo;
no aceptaste
holocaustos ni víctimas expiatorias.
Entonces yo dije: He aquí que vengo
—pues así está escrito en el comienzo del libro acerca de mí—
para hacer, ¡oh, Dios!, tu voluntad».
Primero dice: «Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, ni holocaustos, ni víctimas expiatorias», que se ofrecen según la ley.
Después añade: «He aquí que vengo para hacer tu voluntad».
Niega lo primero, para afirmar lo segundo.
Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 39, 7-8a. 8b-9. 10-11ab. 17 (R.: cf. 8a. 9a)
R. 
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

V. Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio;
entonces yo digo: «Aquí estoy». 
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

V. «-Como está escrito en mi libro-
para hacer tu voluntad.
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas». 
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

V. He proclamado tu justicia
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios, Señor, tú lo sabes.
No me he guardado en el pecho tu justicia,
he contado tu fidelidad y tu salvación. 
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

V. Alégrense y gocen contigo
todos los que te buscan;
digan siempre: «Grande es el Señor»,
los que desean tu salvación. 
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Aleluya Flp 2, 8-9
R.
Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Cristo se ha hecho obediente hasta la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo
y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre.
R.

EVANGELIO Mt 26, 36-42.
Mi alma está triste hasta la muerte.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
R. Gloria a ti, Señor.

Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y dijo a los discípulos:
«Sentaos aquí, mientras voy allá a orar».
Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a sentir tristeza y angustia.
Entonces les dijo:
«Mi alma está triste hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo».
Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo:
«Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú».
Y volvió a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:
« ¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu está pronto, pero la carne es débil».
De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:
«Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Mons. Javier Echevarría, Getsemaní 17.
Precisamente por ser verdadera y perfecta su voluntad humana, Cristo evidenció en el Huerto de los Olivos la repugnancia y el rechazo de la podredumbre de los pecados cometidos por la humanidad, y simultáneamente sintió la lógica resistencia al dolor de la Pasión y de la Cruz. Expuso al Padre lo que experimentaba, y como seguía siendo perfecta su voluntad humana, cumplió ese acto de sumisión sublime que no quita el dolor físico: non mea voluntas, sed tua fíat! (Mt 26, 42). Amó la Voluntad divina de tal modo que sus sentidos y potencias, su Cuerpo y su Sangre, sus vísceras, sus músculos y sus huesos, toda su piel, se hacían una sola cosa con el querer de Dios.

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