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martes, 17 de marzo de 2020

Bendición de un laboratorio, un taller o una tienda de comercio.

Bendicional, 31 de mayo de 1984 (ed. española 19-marzo-2020)

Segunda parte. Bendiciones que atañen a las construcciones y a las diversas actividades de los cristianos.

CAPÍTULO XVI
BENDICIÓN DE UN LABORATORIO, UN TALLER O UNA TIENDA DE COMERCIO

665. El hombre, con el trabajo asiduo de sus manos, y el desempeño de su cometido, cuida incesantemente de la creación. Por otra parte, «el progreso de las técnicas de producción y la
mejor organización del comercio y de los servicios han convertido la economía en un instrumento capaz de satisfacer las nuevas necesidades de la familia humana que no dejan de acrecentarse» (1). Existe, pues, motivo más que suficiente para bendecir aquellos lugares donde el hombre trabaja con empeño en beneficio propio y en provecho de sus semejantes.

(1) Cf. CONCILIO VATICANO II, Constitución pastoral Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, núm. 63.

666. Esta celebración mira no sólo a la comunidad en cuyo beneficio se construyen los nuevos laboratorios, talleres y tiendas de comercio, sino también a los que en ellos trabajan. De ahí que en la celebración de la bendición se requiera la presencia de la comunidad o, por lo menos, de algunos de sus representantes, como también de los que de un modo u otro trabajarán en los diversos menesteres.

667. Este rito puede utilizarlo el sacerdote o el diácono, los cuales, respetando su estructura y los elementos principales de que consta, adaptarán la celebración a las circunstancias concretas del lugar y de las personas.

668. En aquellas regiones donde cada año, durante el tiempo pascual o en cualquier otro tiempo, parece oportuno impartir también la bendición en dichos locales, se preparará una adecuada celebración, empleando de manera conveniente los principales elementos que se indican en esta Bendición.

RITO DE LA BENDICIÓN

Ritos iniciales

669. Reunida la comunidad en el lugar adecuado, después de un canto conveniente el celebrante dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:
Amén.

670. Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:
Dios, que dio al hombre 
el mando sobre las obras de sus manos, 
esté con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura.

Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.

671. El celebrante dispone a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u otras semejantes:

Jesucristo puso de manifiesto la gran dignidad del trabajo cuando Él mismo, la Palabra del Padre hecha carne, quiso ser llamado hijo del carpintero y trabajar humildemente con sus propias manos. Así alejó la antigua maldición del pecado y convirtió el trabajo humano en fuente de bendición. 

En efecto, el hombre, realizando fielmente su trabajo y todo lo que se refiere al progreso temporal y ofreciéndolo humildemente a Dios, se purifica a sí mismo, desarrolla con su inteligencia y habilidad la obra de la creación, ejercita la caridad, se hace capaz de ayudar a los que son más pobres que él y, asociándose a Cristo Redentor, se perfecciona en el amor a Él. 

Bendigamos, pues, a Dios y pidámosle que derrame su bendición sobre todos los que desempeñen sus tareas en este lugar.

Lectura de la Palabra de Dios

672. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee un texto de la Sagrada Escritura.

Llenad la tierra y sometedla Gén 1, 27-31a
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro del Génesis.

Creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó. Dios los bendijo; y les dijo Dios: «Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven sobre la tierra». Y dijo Dios: «Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la superficie de la tierra y todos los árboles frutales que engendran semilla: os servirán de alimento. Y la hierba verde servirá de alimento a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra y a todo ser que respira». Y así fue. Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno.

Palabra de Dios.

673. O bien:

¿No es éste el carpintero, el hijo de María? 
Mc 6, 1-3
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Marcos.

En aquel tiempo, Jesús salió de allí y se dirigió a su ciudad, y lo seguían sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?». Y se escandalizaban a cuenta de él.

Palabra del Señor.

674. Pueden también leerse: 

Se esfuerza por concluir su obra Eclo 38, 24-34
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro del Eclesiástico.

La sabiduría del escriba se adquiere en los ratos de ocio, el que se libera de los negocios se hará sabio. ¿Cómo podrá llegar a sabio el que empuña el arado, y alardea de tener por lanza la aguijada, el que conduce bueyes, los arrea mientras trabajan y no sabe hablar más que de novillos? Se dedica con empeño a abrir surcos y se desvela cebando terneras. De igual modo el obrero o artesano que trabaja noche y día; los que graban las efigies de los sellos y se afanan por variar los detalles; ponen todo su empeño en igualar el modelo y pasan las noches rematando la obra. También al herrero sentado junto al yunque, atento a los trabajos del hierro: el vapor del fuego le perjudica la carne y en el calor de la fragua se fatiga; el ruido del martillo lo ensordece y sus ojos están fijos en el modelo de la herramienta; se esfuerza por concluir su obra y pasa sus noches puliendo todos los detalles. Igualmente el alfarero sentado a su tarea, haciendo girar el torno con sus pies, continuamente preocupado por su trabajo y atareado en producir más cantidad de piezas; con su brazo moldea la arcilla, con sus pies ablanda su dureza; se esfuerza por acabar el barnizado y pasa sus noches limpiando el horno. Todos estos confían en sus manos, y cada uno es experto en su oficio. Sin ellos no se podría construir una ciudad, ni se podría habitar ni circular por ella. Pero no se les busca para el consejo del pueblo, ni ocupan puestos de honor en la asamblea. No se sientan en el sitial del juez, ni comprenden las disposiciones del derecho. No son capaces de enseñar ni de juzgar, ni figuran entre los autores de proverbios. Pero ellos aseguran el funcionamiento del mundo y su preocupación está en las tareas de su oficio.

Palabra de Dios.

Os exhortamos a trabajar con vuestras propias manos 1 Tes 4, 9-12
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses.

Acerca del amor fraterno, no hace falta que os escriba, porque Dios mismo os ha enseñado a amaros los unos a los otros; y así lo hacéis con todos los hermanos de Macedonia. Sin embargo os exhortamos, hermanos, a seguir progresando: esforzaos por vivir con tranquilidad, ocupándoos de vuestros asuntos y trabajando con vuestras propias manos, como os lo tenemos mandado, para que os comportéis honestamente con los no cristianos y no tengáis necesidad de nadie.

Palabra de Dios.

No comimos de balde el pan, sino que con cansancio y fatiga, día y noche, trabajamos 2 Tes 3, 6-13
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses.

En nombre del Señor Jesucristo, os mandamos, herma nos, que os apartéis de todo hermano que lleve una vida desordenada y no conforme con la tradición que recibió de nosotros. Ya sabéis vosotros cómo tenéis que imitar nuestro ejemplo: No vivimos entre vosotros sin trabajar, no comimos de balde el pan de nadie, sino que con cansancio y fatiga, día y noche, trabajamos a fin de no ser una carga para ninguno de vosotros. No porque no tuviéramos derecho, sino para daros en nosotros un modelo que imitar. Además, cuando estábamos entre vosotros, os mandábamos que si alguno no quiere trabajar, que no coma. Porque nos hemos enterado de que algunos viven desordenadamente, sin trabajar, antes bien metiéndose en todo. A esos les mandamos y exhortamos, por el Señor Jesucristo, que trabajen con sosiego para comer su propio pan. Por vuestra parte, hermanos, no os canséis de hacer el bien.

Palabra de Dios.

Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso Mt 6, 25-34
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No estéis agobiados por vuestra vida pensando que vais a comer, ni por vuestro cuerpo pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad los pájaros del cielo: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se arroja al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados pensando que vais a comer, o que vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le basta su desgracia».

Palabra del Señor.

Fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros Mt 25, 14-29
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus siervos y los dejó al cargo de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno fue a hacer un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo viene el señor de aquellos siervos y se pone a ajustar las cuentas con ellos».

Palabra del Señor.

El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel Lc 16, 9-12
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto. Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?».

Palabra del Señor.

675. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.

Salmo responsorial Sal 89, 2. 3-4. 12-13. 14 y 16 (R.: cf. 17c)
R. Haz prósperas las obras de nuestras manos, Señor.

V. Antes que naciesen los montes
o fuera engendrado el orbe de la tierra,
desde siempre y por siempre tú eres Dios. R.

V. Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia son un ayer que pasó;
una vela nocturna. R.

V. Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R.

V. Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Que tus siervos vean tu acción,
y sus hijos tu gloria. R.

676. O bien:

Sal 103, 1ab y 5. 14-15. 23-24 (
R.: 31)
R. Gloria a Dios para siempre, 
goce el Señor con sus obras.

V. Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Asentaste la tierra sobre sus cimientos,
y no vacilará jamás. R.

V. Haces brotar hierba para los ganados,
y forraje para los que sirven al hombre.
Él saca pan de los campos,
y vino que le alegra el corazón; 
aceite que da brillo a su rostro,
y el pan que le da fuerzas. R.

V. El hombre sale a sus faenas,
a su labranza hasta el atardecer.
Cuántas son tus obras, Señor,
y todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas. R.

677. El celebrante, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes, explicándoles la lectura bíblica, para que perciban por la fe el significado de la celebración.

Preces

678. Si se estima oportuno, antes de la oración de bendición puede hacerse la plegaria común. Entre las invocaciones que aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias del momento.

Dios, nuestro Señor, que creó el mundo y lo llenó de maravillas como signo de su poder, santificó también en sus orígenes el trabajo del hombre, para que éste, sometiéndose humildemente a la bondad del Creador, se dedicara con perseverancia a perfeccionar de día en día la obra de la creación. Roguémosle, pues, diciendo:
R. Guía, Señor, las obras de nuestras manos.
— Bendito seas, Señor, que nos has dado la ley del trabajo, para que, con nuestra inteligencia y nuestros brazos, nos dediquemos con empeño a perfeccionar las cosas creadas. R.
— Bendito seas, Señor, que quisiste que tu Hijo, hecho hombre por nosotros, trabajara como humilde artesano. R.
— Bendito seas, Señor, que has hecho que en Cristo nos fuera llevadero el yugo y ligera la carga de nuestro trabajo. R.
— Bendito seas, Señor, que en tu providencia nos exiges que procuremos hacer nuestro trabajo con la máxima perfección. R.
— Bendito seas, Señor, que te dignas aceptar nuestro trabajo como una ofrenda y como una penitencia saludable, motivo de alegría para los hermanos y ocasión de prestar ayuda a los pobres. R.
— Bendito seas, Señor, que elevas a la sublime dignidad de la Eucaristía el pan y el vino, fruto de nuestro trabajo. R.

Sigue la oración de bendición, como se indica más adelante.

679. Cuando no se dicen las preces, antes de la oración de bendición, el celebrante invita a todos a orar, para que imploren la ayuda divina, diciendo:
Oremos.
Y, según las circunstancias, todos oran durante algún tiempo en silencio. Sigue la oración de bendición.

Oración del bendición

680. El celebrante, con las manos extendidas, dice la oración de bendición:

a) Bendición de un laboratorio
Oh, Dios, que en el designio de tu providencia, 
aceptas bondadosamente
perfeccionar con tus bendiciones 
todas las actividades de los hombres,
tanto las corporales como las intelectuales, 
te pedimos que todos los que en este lugar 
traten, con sus experimentos, 
de estudiar los males y hallar los remedios, 
puedan, con tu ayuda, 
determinar con precisión lo que investiguen 
y realizar con éxito el fruto de su estudio. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

b) Bendición de un taller
Oh, Dios, tu Hijo, 
con el trabajo de sus manos, 
elevó la dignidad del trabajo humano 
y nos concedió el don inestimable 
de colaborar con nuestro trabajo a su obra redentora; 
concede a tus fieles la bendición que esperan de ti, 
para que, dedicándose a transformar con habilidad 
las cosas que tú has creado, 
reconozcan su dignidad 
y se alegren de aliviar con su esfuerzo 
las necesidades de la familia humana, 
para alabanza de tu gloria. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

c) Bendición de una tienda de comercio
Dios, Padre providentísimo, 
que pusiste en manos del hombre 
la tierra y sus productos 
para que contribuyera con su trabajo 
a que los bienes creados alcancen a todos, 
bendice a los que usen este local 
y haz que, observando en sus compras y ventas 
la justicia y la caridad, 
puedan alegrarse de contribuir al bien común 
y al progreso de la comunidad humana. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

681. Después de la oración de bendición, el celebrante rocía con agua bendita a los presentes y el local, mientras se interpreta un canto adecuado.

Conclusión del rito

682. El celebrante concluye el rito, diciendo, con las manos extendidas sobre los presentes:
Dios, Padre de bondad, 
que nos ha mandado ayudarnos en todo 
como verdaderos hermanos, 
dirija su mirada bondadosa sobre vosotros 
y sobre todos los que entren aquí.
R. Amén.
V. Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes, 
os bendiga Dios todopoderoso, 
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
R. Amén.

683. Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado.

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