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jueves, 5 de marzo de 2020

Bendición para diversos ministerios eclesiásticos.

Bendicional, 31 de mayo de 1984 (ed. española 19-marzo-2020)

Primera parte. Bendiciones que se refieren directamente a las personas.

CAPÍTULO V
BENDICIÓN PARA DIVERSOS MINISTERIOS ECLESIÁSTICOS

Ritos:
I. Bendición de lectores.
II. Bendición de acólitos. (también monaguillos)
III. Bendición de ministros de la caridad. (encargados de Cáritas)

I. BENDICIÓN DE LECTORES

392. Este rito va destinado a aquellas personas que, sin haber recibido la institución de lectores, cumplen la función de proclamar habitualmente las lecturas bíblicas en la celebración de la Eucaristía y en las demás celebraciones litúrgicas.

393. El rito que aquí se describe pueden utilizarlo el sacerdote o el diácono, los cuales, respetando la estructura del rito y sus elementos principales, adaptarán la celebración a las circunstancias de las personas y del lugar.

394. Si se estima oportuno efectuar esta bendición dentro de la Misa, se hace después de la homilía, siguiendo el rito descrito a partir de la presentación de quienes van a ser bendecidos como lectores, suprimiendo la celebración de la Palabra de Dios, pues ya ha tenido lugar anteriormente.

RITO DE LA BENDICIÓN

Ritos iniciales

395. Reunida la comunidad, se entona, según las circunstancias, un canto adecuado, terminado el cual, el celebrante dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:
Amén.

396. Luego el celebrante saluda a los presentes, empleando alguna de las fórmulas que propone el Misal Romano.

397. El celebrante dispone a los que han sido presentados a recibir la bendición, con estas palabras u otras semejantes:

Queridos hermanos y hermanas (jóvenes), que vais a desempeñar en la comunidad cristiana el servicio de leer la Palabra divina en las celebraciones litúrgicas Vuestra misión, que os hace como el último eslabón entre el Dios que se ha revelado en las Sagradas Escrituras y el hombre a quien éstas están destinadas, contribuirá a que los fieles crezcan en la fe, alimentados por la Palabra de Dios.

Cuando proclaméis la Palabra, sed vosotros mismos dóciles oyentes de ella, conservándola en vuestros corazones y llevándola a la práctica guiados por el Espíritu Santo.

Lectura de la Palabra de Dios

398. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee un texto de la Sagrada Escritura. 

Tomando pie de este pasaje, le anunció la Buena Nueva de Jesús Hch 8, 26-40
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de los Hechos de los Apóstoles.

Un ángel del Señor habló a Felipe y le dijo: «Levántate y marcha hacia el sur, por el camino de Jerusalén a Gaza, que está desierto». Se levantó, se puso en camino y, de pronto, vio venir a un etíope; era un eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía e intendente del tesoro, que había ido a Jerusalén para adorar. Iba de vuelta, sentado en su carroza, leyendo al profeta Isaías. El Espíritu dijo a Felipe: «Acércate y pégate a la carroza». Felipe se acercó corriendo, le oyó leer el profeta Isaías, y le preguntó: «¿Entiendes lo que estás leyendo?». Con testó: «¿Y cómo voy a entenderlo si nadie me guía?». E invitó
a Felipe a subir y a sentarse con él. El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era este: «Como cordero fue llevado al matadero, como oveja muda ante el esquilador, así no abre su boca. En su humillación no se le hizo justicia. ¿Quién podrá contar su descendencia? Pues su vida ha sido arrancada de la tierra». El eunuco preguntó a Felipe: «Por favor, ¿de quién dice esto el profeta?; ¿de él mismo o de otro?». Felipe se puso a hablarle y, tomando pie de este pasaje, le anunció la Buena Nueva de Jesús. Continuando el camino, llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el eunuco: «Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?». Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizo. Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, y siguió su camino lleno de alegría. Felipe se encontró en Azoto y fue anunciando la Buena Nueva en todos los poblados hasta que llegó a Cesarea.

Palabra de Dios.

399. Pueden también leerse: 

1 Co 12, 4-11; 
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Corintios.

Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. Pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común. Y así uno recibe del Espíritu el hablar con sabiduría; otro, el hablar con inteligencia, según el mismo Espíritu. Hay quien, por el mismo Espíritu, recibe el don de la fe; y otro, por el mismo Espíritu, don de curar. A este se le ha concedido hacer milagros; a aquel, profetizar. A otro, distinguir los buenos y malos espíritus. A uno, la diversidad de lenguas; a otro, el don de interpretarlas. El mismo y único Espíritu obra todo esto, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.

Palabra de Dios.

2 Tm 3, 14-17
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a Timoteo.

Permanece en lo que aprendiste y creíste, consciente de quiénes lo aprendiste, y que desde niño conoces las Sagradas Escrituras: ellas pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús. Toda Escritura es inspirada por Dios y además útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para toda obra buena.

Palabra de Dios.

2 Tm 4, 1-5
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a Timoteo.

Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y a muertos, por su manifestación y por su reino: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprocha, exhorta con toda magnanimidad y doctrina. Porque vendrá un tiempo en que no soportarán la sana doctrina, sino que se rodearán de maestros a la medida de sus propios deseos y de lo que les gusta oír; y, apartando el oído de
la verdad, se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta los padecimientos, cumple tu tarea de evangelizador, desempeña tu ministerio.

Palabra de Dios.

Toda la sinagoga tenia los ojos clavados en Jesús Lc 4, 16-22a
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

Jesús fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mi, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor». Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír». Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca.

Palabra del Señor.

Jesús les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras Lc 24, 44-48
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

Se apareció Jesús a sus discípulos, y les dijo: «Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí». Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y les dijo: «Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».

Palabra del Señor.

400. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado. 

Salmo responsorial Sal 18, 8. 9. 10. 12 ( R.: cf. Jn 6, 63c)
R. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.

V. La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye a los ignorantes. R.

V. Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R.

V. La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R.

V. También el siervo es instruido por ellos
y guardarlos comporta una gran recompensa. R.

401. O bien:

Sal 15, 1b-2 y 5. 7-8. 11 (R.: cf. 5)
R. Tú, Señor, eres el lote de mi heredad.

V. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios».
No hay bien para mí fuera de ti.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano. R.

V. Bendeciré al Señor que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R.

V. Me enseñarás el sendero de la vida, Isb obnolis
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R.

Sal 97, 1bcde. 2-3ab. 3c-4. 5-6 (R.: 2b)
R. El Señor revela a las naciones su justicia.

V. Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R.

V. El Señor da a conocer su salvación, 
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R.

V. Los confines de la tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R.

Sal 118, 9. 10. 11. 12. 13. 14 (R.: 12b)
R. Enséñame, Señor, tus decretos.

V. ¿Cómo podrá un joven andar honestamente?
Cumpliendo tus palabras. R.

V. Te busco de todo corazón, 
no consientas que me desvíe de tus mandamientos. R.

V. En mi corazón escondo tus consignas, 
así no pecaré contra ti. R.

V. Bendito eres, Señor,
enséñame tus decretos. R.

V. Mis labios van enumerando 
todos los mandamientos de tu boca. R.

V. Mi alegría es el camino de tus preceptos, 
más que todas las riquezas. R.

402. El celebrante, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes, explicándoles la lectura bíblica e invitando a los candidatos a ser diligentes servidores de la Palabra de Dios en el ministerio que se les confía.

Preces

403. Si se estima oportuno, antes de la oración de bendición, puede hacerse la plegaria común, en la cual se pueden añadir las siguientes peticiones:

Por estos nuevos miembros del grupo de lectores, para que proclamen con eficacia la Palabra de Dios, contribuyendo a educar en la fe a los niños y a los adultos, roguemos al Señor.

 Por nuestra comunidad, que ha de encontrar una valiosa ayuda en la misión confiada a los lectores, para que crezca en la fe y en el testimonio de todos sus miembros, roguemos al Señor.

Sigue la oración de bendición, como se indica más adelante.

404. Cuando no se dicen las Preces, antes de la oración de bendición, el celebrante invita a todos a orar, diciendo:
Oremos.

Y, según las circunstancias, todos oran durante algún tiempo en silencio.

Sigue la oración de bendición.

Oración de bendición

405. El celebrante, con las manos extendidas, añade:
Oh, Dios, 
que en distintas ocasiones y de muchas maneras 
has hablado a los hombres 
para darles a conocer el misterio de tu voluntad, 
bendice a estos hermanos nuestros 
para que, cumpliendo fielmente el oficio de lectores, 
anuncien la Palabra de Dios a los demás, 
meditándola primero en su corazón. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén .

406. Mientras se entona un canto adecuado, el celebrante entrega a cada uno el Leccionario.

Conclusión del rito

407. El celebrante bendice al pueblo, con las manos extendidas sobre él, diciendo:
Dios, Padre misericordioso, 
que envió su Palabra al mundo 
y, por medio del Espíritu Santo, 
nos guía hasta la verdad plena, 
nos haga heraldos del Evangelio 
y testigos de su amor en el mundo.
R. Amén.

408. Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado.


II. BENDICIÓN DE ACÓLITOS

409. Este rito va destinado a aquellas personas que, sin haber recibido la institución de acólitos, cumplen habitualmente el oficio de ayudar en la celebración de la Eucaristía y en las demás celebraciones litúrgicas.

410. El rito que aquí se propone pueden utilizarlo el sacerdote o el diácono, los cuales, respetando la estructura del rito y sus elementos principales, adaptarán la celebración a las circunstancias de las personas y del lugar.

411. Si se estima oportuno efectuar esta bendición dentro de la Misa, se hace después de la homilía, siguiendo el rito descrito a partir de la presentación de los candidatos, suprimiendo la celebración de la Palabra de Dios, pues ya ha tenido lugar anteriormente.

RITO DE LA BENDICIÓN

Ritos iniciales

412. Reunida la comunidad, se entona, según las circunstancias, un canto adecuado, terminado
el cual, el celebrante dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:
Amén.

413. Luego el celebrante saluda a los presentes, empleando alguna de las fórmulas que propone el Misal romano.

414. El celebrante dispone a los que han sido presentados a recibir la bendición, con estas palabras u otras semejantes:

Queridos niños (jóvenes): Desde el día de vuestro bautismo sois hijos de Dios y formáis parte de la Iglesia, que es «una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios». Cada día de vuestra vida que transcurre en la fidelidad al Señor es una ofrenda agradable a sus ojos.

Ahora, animados por vuestros padres y por la comunidad cristiana, queréis servir al Señor con una dedicación mayor, ayudando al sacerdote en el altar. La Iglesia os acoge con este propósito.

Lectura de la Palabra de Dios

415. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee un texto de la Sagrada Escritura.

Pon la tribu de Leví al servicio del sacerdote Aarón Núm 3, 5-9: 
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de los Números.

El Señor dijo a Moisés: «Haz que se acerque la tribu de Leví y ponla al servicio del sacerdote Aarón. 
Harán su propia guardia y la de toda la asamblea delante de la Tienda del Encuentro prestando el servicio del santuario. Guardarán todo el ajuar de la Tienda del Encuentro y harán la guardia en lugar de los hijos de Israel prestando el servicio del santuario. Aparta a los levitas de los demás hijos de Israel y dáselos a  Aaron y a sus hijos como donados. Serán donados de parte de todos los hijos de Israel».
+Palabra de Dios.

416. Pueden también leerse: 

Gn 14, 18-20
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro del Génesis.

Aquel día, Melquisedec, rey de Salén, sacerdote del Dios altísimo, saco pan y vino, y le bendijo diciendo: «Bendito sea Abrán por el Dios altísimo, creador de cielo y tierra; bendito sea el Dios altísimo, que te ha entregado tus enemigos». Y Abrán le dio el diezmo de todo.

Palabra de Dios.

Pr 9, 1-6
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de los Proverbios.

La sabiduría se ha hecho una casa, ha labrado siete columnas; ha sacrificado víctimas, ha mezclado el vino y ha preparado la mesa. Ha enviado a sus criados a anunciar en los puntos que dominan la ciudad: «Vengan aquí los inexpertos»; y a los faltos de juicio les dice: «Venid a comer de mi pan, a beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la inteligencia». 

Palabra de Dios.

Hch 4, 32-35
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de los Hechos de los Apóstoles.

El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma: nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía, pues lo poseían todo en común. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y se los miraba a todos con mucho agrado. Entre ellos no había necesitados, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles; luego se distribuía a cada uno según lo que necesitaba.

Palabra de Dios.

I Co 12, 31 — 13, 13
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Corintios.

Ambicionad los carismas mayores. Y aún os voy a mostrar un camino más excelente. Si hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tengo amor, no sería más que un metal que resuena o un címbalo que aturde. Si tuviera el don de profecía y conociera todos los secretos y todo el saber, si tuviera fe como para mover montañas, pero no tengo amor, no sería nada. Si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría. El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engrie; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.  Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca. Las profecías, por el contrario, se acabarán; las lenguas cesarán; el conocimiento se acabara. Porque conocemos imperfectamente e imperfectamente profetizamos; mas, cuando venga lo perfecto, lo imperfecto se  acabará. Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre, acabé con las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es ahora limitado; entonces conoceré como he sido conocido por Dios. En una palabra, quedan estas tres: la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor.

Palabra de Dios.

I Jn 3, 14-18
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Juan.

Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos al los hermanos. El que no ama permanece en la muerte. El que odia a su hermano es un homicida. Y sabéis que ningún homicida lleva permanentemente en sí vida eterna. En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos. Pero si uno tiene bienes del mundo y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. 

Palabra de Dios.

I Jn 4, 7-16
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Juan.

Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados. Queridos hermanos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En  resto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.

Palabra de Dios.

Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en el cielo Mt 5, 1-12a
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.

Al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».

Palabra del Señor.

Mt 25, 31-40
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme". Entonces los justos le contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?". Y el rey les dirá: “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis"».

Palabra del Señor.

Jn 15, 12-16.
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Juan.

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido yos he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé».

Palabra del Señor

417. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.

Salmo responsorial Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7. 10-11. 12-13 (R.: 9a)
R. Gustad y ved qué bueno es el Señor.

V. Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R.

V. Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R.

V. Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor, 
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R.

V. Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que le temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada. R.

V. Venid, hijos, escuchadme:
os instruiré en el temor del Señor.
¿Hay alguien que ame la vida
y desee días de prosperidad? R.

418. O bien:

Sal 111, 1b-2. 3-4. 5-7a. 7b-8. 9 (R.: 1b)
R. Dichoso quien teme al Señor.

V. Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita. R.

V. En su casa habrá riquezas y abundancia, nema
su caridad dura por siempre.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo. R.

V. Dichoso el que se apiada y presta, 
y administra rectamente sus asuntos,
porque jamás vacilará.
El recuerdo del justo será perpetuo. R.

V. No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos. R.

V. Reparte limosna a los pobres;
su caridad dura por siempre
y alzará la frente con dignidad. R.

Sal 144, 10-11. 15-16. 17-18 (R.: cf. 16)
R. Abres tú la mano, Señor, y nos sacias.

V. Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles.
Que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R.

V. Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
abres tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente. R.

V. El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones.
Cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R.

419. El celebrante, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes, explicándoles la lectura bíblica e invitando a los candidatos a servir al Señor y a los hermanos en el grupo litúrgico de los ayudantes.

Preces

420. Si se estima oportuno, antes de la oración de bendición puede hacerse la plegaria común, en la cual se pueden añadir las siguientes peticiones:

 Por estos niños (jóvenes) que ingresan en el grupo litúrgico de los ayudantes del altar, para que crezcan en la fe y en la alegría por medio del servicio que van a realizar, roguemos al Señor.

 Por nuestra comunidad, que es llamada continuamente a renovar su vida de adhesión a Cristo, para que se vea enriquecida por todos los dones y servicios que el Espíritu Santo suscita entre los fieles, roguemos al Señor.

Sigue la oración de bendición, como se indica más adelante.

421. Cuando no se dicen las Preces, antes de la oración de bendición, el celebrante invita a todos a orar, diciendo:
Oremos.

Y, según las circunstancias, todos oran durante algún tiempo en silencio.

Sigue la oración de bendición.

Oración de bendición

422. El celebrante, añade:
Oh, Dios, que has enviado al mundo a Jesucristo, tu Hijo, 
para salvar a los hombres, 
bendice a estos hijos tuyos que hoy se presentan ante ti,
para que los hagas dignos de servir en el altar, 
y contribuyan, con su bondad y alegría, 
a revelar la grandeza del misterio pascual de tu Hijo .
Que vive y reina por los siglos de los siglos .
R. Amén .

423. Mientras se entona un canto adecuado, el celebrante entrega a cada uno de los niños o jóvenes la túnica o el alba.

424. Si la bendición se hace dentro de la Misa, en el momento de la presentación de los dones los nuevos ayudantes, según las circunstancias, pueden llevar al altar el pan, el vino y el agua, así como algunos de los signos de su servicio, como incienso, cirios, etc. Asimismo, los nuevos colaboradores pueden recoger las ofrendas de los fieles con destino a los pobres y llevarlas también al altar.

Conclusión del rito

425. El celebrante bendice al pueblo, con las manos extendidas sobre él, diciendo:
El Señor os bendiga con todas las bendiciones del cielo 
y os mantenga siempre santos y puros en su presencia; 
que él derrame sobre vosotros, con abundancia, 
las riquezas de su gloria, 
os instruya con la Palabra de la verdad, 
os oriente con el Evangelio de la salvación 
y os haga siempre ricos en caridad fraterna.
R. Amén.

426. Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado.


III. BENDICIÓN DE MINISTROS DE LA CARIDAD

427. Este rito va destinado a aquellas personas que, por vocación y dedicación especial, se ocupan en las comunidades cristianas de la acción caritativa y social en pro de los necesitados.

428. El rito que aquí se describe pueden utilizarlo el sacerdote o el diácono, los cuales, respetando la estructura del rito y sus elementos principales, adaptarán la celebración a las circunstancias de las personas y del lugar.

RITO DE LA BENDICIÓN

Ritos iniciales

429. Reunida la comunidad, se entona, según las circunstancias, un canto adecuado, terminado el cual, el celebrante dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:
Amén.

430. Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:
El Señor, que pasó haciendo el bien, 
esté con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura.

Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.

431. Un diácono, o el responsable de Cáritas o de los servicios asistenciales y sociales de la comunidad, presenta al celebrante a los candidatos designados para el ministerio de la caridad, diciendo:

Reverendo padre: Estos hombres y mujeres (jóvenes), que hoy se presentan ante la comunidad cristiana de N., desean consagrarse con mayor empeño al ministerio de la caridad, en nombre de la Iglesia. Ellos están convencidos de que la ley fundamental de la perfección humana y, por tanto, de la transformación del mundo es el mandamiento nuevo del amor. Por eso pido que los cuentes entre los servidores de los hermanos más necesitados de nuestra comunidad, invocando sobre ellos la bendición divina.

432. El celebrante dispone a los que han sido presentados a recibir la bendición, con estas palabras u otras semejantes:

Queridos hermanos y hermanas (jóvenes): El vuestro es un servicio que nos corresponde realizar a todos los discípulos de Jesucristo, que hemos de descubrir la presencia del Señor en toda persona que sufre injusticia o está necesitada de cualquier tipo de ayuda. El mismo Cristo nos dio ejemplo de lo amplia y generosa que ha de ser nuestra caridad. Pero, al incorporaros al grupo de los servidores de la caridad en nuestra comunidad de N., asumís este compromiso con una exigencia mayor. Vosotros vais a prestar una valiosísima colaboración a la misión caritativa y social de la Iglesia y, en consecuencia, vais a trabajar en su nombre, abriendo a todos los hombres los caminos del amor cristiano y de la fraternidad universal.

Cuando realicéis vuestra tarea, procurad actuar siempre movidos por el Espíritu del Señor, es decir, por un verdadero amor de caridad sobrenatural. De este modo seréis reconocidos como auténticos discípulos de Cristo.

Lectura de la Palabra de Dios

433. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee un texto de la Sagrada Escritura.

Parte tu pan con el hambriento Is 58, 1ab. 5-11
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del profeta Isaías.

Grita a pleno pulmón, no te contengas; alza la voz como una trompeta.
¿Es ese el ayuno que deseo en el día de la penitencia: inclinar la cabeza como un junco, acostarse sobre saco y ceniza? A eso llamáis ayuno, día agradable al Señor? Este es el ayuno que yo quiero: soltar las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los tuyos. Entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas, ante ti marchará la  justicia, detrás de ti la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor y te responderá; pedirás ayuda y te dirá: «Aquí estoy». Cuando alejes de ti la opresión, el dedo acusador y la calumnia, cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo y sacies al alma afligida, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad como el mediodía. El Señor te guiará siempre, hartará tu alma en tierra abrasada, dará vigor a tus huesos. Serás un huerto bien regado, un manantial de aguas que no engañan.

Palabra de Dios.

434. Pueden también leerse: 

Practicad el bien, y no os atrapará el mal Tob 12, 6-13
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de Tobías.

El ángel del Señor dijo a Tobías y a sus hijos: «Alabad a Dios y dadle gracias ante todos los vivientes por los beneficios que os ha concedido; así todos cantarán y alabarán su nombre. Proclamad a todo el mundo las gloriosas acciones de Dios y no descuidéis darle gracias. Es bueno guardar el secreto del rey, pero las gloriosas acciones de Dios hay que manifestarlas en público. Practicad el bien, y no os atrapará el mal. Más vale la oración sincera y la limosna hecha con rectitud que la riqueza lograda con injusticia. Más vale dar limosna que amontonar oro. La limosna libra de la muerte y purifica del pecado. Los que dan limosna vivirán largos años, mientras que los pecadores y malhechores atentan contra su propia vida. Os voy a decir toda la verdad, sin ocultaros nada. Os he dicho que es bueno guardar el secreto del rey y manifestar en público las gloriosas acciones de Dios. Pues bien, cuando tú y Sara orabais, era yo quien presentaba el memorial de vuestras oraciones ante la gloria del Señor, y lo mismo cuando enterrabas a los muertos. El día en que te levantaste enseguida de la mesa, sin comer, para dar sepultura a un cadáver, Dios me había enviado para someterte a prueba.

Palabra de Dios.

Cada vez que que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis Mt 25, 31-46
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: "Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme". Entonces los justos le contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos  forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?". Y el rey les dirá: "En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis". Entonces dirá a los de su izquierda: "Apartaos de mí,
malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis". Entonces también estos contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?". Él les replicará: "En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo". Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».

Palabra del Señor.

Tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron Mc 14, 12-16. 22-26
Lectura del santo Evangelio según san Marcos.

El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:  «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?». Él envió a dos discípulos diciéndoles: «Id a la ciudad, os saldrá al paso un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la casa adonde entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Cuál es la habitación donde voy a comer la Pascua con mis discípulos?". Os enseñará una habitación grande en el piso de arriba, acondicionada y dispuesta.  Preparádnosla allí». Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la Pascua.
Mientras comían, tomó pan y, pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo. Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y les dijo: «Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. En verdad os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios». Después de cantar el himno, salieron para el monte de los Olivos.

Palabra del Señor.

Lc 9, 11b-17
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

En aquel tiempo, Jesús acogía a la gente que se acercaba, les hablaba del reino y sanaba a los que tenían necesidad de curación. El día comenzaba a declinar. Entonces. acercándose los Doce, le dijeron: Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar aloja miento y comida, porque aquí estamos en descampado». El les contestó: «Dadles vosotros de comer». Ellos replicaron: No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para toda esta gente. Porque eran unos cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: «Haced que se sienten en grupos de unos cincuenta cada uno». Lo hicieron así y dispusieron que se sentaran todos. Entonces, tomando él los cinco panes y los dos peces y alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron lo que les había sobrado: doce cestos de trozos. 

Palabra del Señor.

También vosotros debéis lavaros los pies unos a otros Jn 13, 12-17 
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Juan.

Cuando Jesús acabó de lavar los pies a sus discípulos, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis. En verdad, en verdad os digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica».

Palabra del Señor.

435. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.

Salmo responsorial Sal 23, 1b-2. 3-4ab. 5-6 ( R.: cf. 6)
R. Esta es la generación que busca tu rostro, Señor.

V. Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R.

V. ¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R.

V. Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Esta es la generación que busca al, Señor.
que busca tu rostro, Dios de Jacob. R.

436. O bien:

Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7. 10-11. 12-13 (R.: 9a)
R. Gustad y ved qué bueno es el Señor.

V. Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R.

V. Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R.

V. Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor, 
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R.

V. Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que le temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada. R.

V. Venid, hijos, escuchadme:
os instruiré en el temor del Señor.
¿Hay alguien que ame la vida
y desee días de prosperidad? R.

Sal 41, 3. 5bcd; 42, 3. 4 (R.: 41, 2)
R. Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío.

V. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? R.

V. Desahogo mi alma conmigo:
cómo entraba en el recinto santo,
cómo avanzaba hacia la casa de Dios. R.

V. Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada. R.

V. Me acercaré al altar de Dios,
al Dios de mi alegría,
y te daré gracias al son de la citara,
Dios, Dios mío. R.

437. El celebrante, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes, explicándoles la lectura bíblica e invitando a los candidatos a ser diligentes servidores de Cristo en los hermanos.

Preces

438. Si se estima oportuno, antes de la oración de bendición puede hacerse la plegaria común, en la cual se pueden añadir las siguientes peticiones:

 Por estos hombres y mujeres (jóvenes) de nuestra comunidad, que han aceptado dedicarse con mayor entrega al ministerio de la caridad, para que se dediquen a su tarea en un continuo servicio de amor cristiano, roguemos al Señor.

 Por nuestra comunidad de N., que podrá realizar su misión evangelizadora y caritativa entre los pobres y los marginados con la ayuda de estos nuevos colaboradores, para que sea fiel reflejo de la misericordia de Dios entre los hombres, roguemos al Señor.

Sigue la oración de bendición, como se indica más adelante.

439. Cuando no se dicen las Preces, antes de la oración de bendición, el celebrante, con estas palabras u otras semejantes, invita a todos a orar:
Oremos, queridos hermanos, a Dios, que es amor, para que se digne inflamarnos con el fuego de su Espíritu y hacernos fervorosos en el amor recíproco, como Cristo nos ha amado.

Y, según las circunstancias, todos oran durante algún tiempo en silencio.

Sigue la oración de bendición.

Oración de bendición

440. El celebrante, con las manos extendidas, añade:
Oh, Dios, que derramas en nuestros corazones, 
por el Espíritu Santo, el don de la caridad, 
bendice a estos hermanos nuestros, 
para que, practicando las obras de caridad 
y de la justicia social, 
contribuyan a hacer presente a tu Iglesia en el mundo, 
como un sacramento de unidad y de salvación. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Conclusión del rito

441. Después de la oración de bendición, según las circunstancias, se canta la antífona (Jn 13, 35):

En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros.

V. Dijo Jesús a sus discípulos: «En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros».

442. O bien, la siguiente: (Ubi caritas):

Ant. Donde hay caridad y amor, allí está Dios.
Nos congregó y unió el amor de Cristo.
Regocijémonos y alegrémonos en él.
Temamos y amemos al Dios vivo,
y amémonos con corazón sincero.

Ant. Donde hay caridad y amor, allí está Dios.
Pues estamos en un cuerpo congregados,
cuidemos no se divida nuestro afecto.
Cesen las contiendas malignas, cesen los litigios,
y en medio de nosotros esté Cristo Dios.

Ant. Donde hay caridad y amor, allí está Dios.
Veamos juntamente con los santos
tu glorioso rostro, ¡oh, Cristo Dios!
Éste será gozo inmenso y puro,
por los siglos de los siglos infinitos. Así sea.

U otro canto adecuado.

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