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viernes, 13 de marzo de 2020

Bendición de una nueva casa religiosa.

Bendicional, 31 de mayo de 1984 (ed. española 19-marzo-2020)

Segunda parte. Bendiciones que atañen a las construcciones y a las diversas actividades de los cristianos.

CAPÍTULO XII
BENDICIÓN DE UNA NUEVA CASA RELIGIOSA

577. Puesto que en las casas religiosas se agrupan los que, profesando los consejos evangélicos, desean seguir e imitar más de cerca a Cristo, el Señor, es conveniente dotar a estas casas de una peculiar bendición.

578. En el presente Rito, con la denominación de "casa religiosa" se designan también los conventos y monasterios. En la celebración, respetando siempre los elementos principales, se ha de acomodar todo a las circunstancias del lugar y de las personas, teniendo en cuenta también la índole propia y peculiar del Instituto y de su función apostólica. Cuando se trata de bendecir una casa de formación, pueden tomarse algunos elementos, oportunamente adaptados, de la Bendición de un seminario, en base a lo que se halla descrito en el capítulo XI.

579. Aunque esta bendición atañe principalmente a los mismos religiosos, es conveniente elegir para esta celebración un día en que pueda participar en ella la comunidad de fieles en cuyo provecho se erige la nueva casa religiosa.

580. El Rito que aquí se presenta puede realizarlo el presbítero al Ordinario a cuyo cuidado está encomendada la casa religiosa compete la bendición del nuevo edificio. Si él no puede presidir el rito, encomendará esta presidencia al superior de la comunidad. Si preside el rito un presbítero que no pertenece al Instituto, o el Obispo, debe adaptarse todo de acuerdo con esta circunstancia.

581. Si la casa religiosa tiene iglesia propia, y ésta se dedica o bendice, en las letanías o en la oración de los fieles pueden intercalarse, según las circunstancias, algunas invocaciones o intenciones relacionadas con la casa y las peculiaridades de la vida religiosa que en ella van a practicar sus miembros.

582. En aquellos lugares donde se hace la bendición de las casas durante el Tiempo pascual o en otro tiempo determinado y se estima oportuno bendecir también las casas religiosas, el ministro, poniéndose antes de acuerdo con la familia religiosa, preparará una adecuada celebración, que favorezca el bien espiritual de los participantes.

RITO DE LA BENDICIÓN

Ritos iniciales

583. Los religiosos y fieles se reúnen en el lugar donde se ha erigido la nueva casa religiosa, y se interpreta, según convenga, un canto adecuado.

584. Terminado el canto, el celebrante dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:
Amén.

585. Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:
Dios, fuente y origen de toda santidad, 
que nunca deja de llamar a los hombres 
al seguimiento de Cristo, 
esté con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura.

Todos responden:
Y con tu espíritu.
O bien:
A él la gloria por los siglos de los siglos.
O de otro modo adecuado.

586. El celebrante dispone a los presentes para la celebración, con estas palabras u otras semejantes:

Donde dos o tres se reúnen en el nombre de Cristo, allí está Cristo en medio de ellos. Al bendecir esta casa, en la que vivirán juntos aquellos a los que congrega el amor de Cristo, con el fin de seguirlo fielmente más de cerca en la caridad y la castidad, en la pobreza y la obediencia, imploramos la bondad de aquel de quien procede todo bien y le suplicamos que los ayude a poner por obra lo que han prometido, buscando en todo, como Jesús, la gloria del Padre; que, hermanados en la oración perseverante, manifiesten la imagen de la Iglesia orante, y, guiados por el Espíritu Santo, trabajen sin descanso, cada cual según su propia vocación, para que Cristo habite siempre en todos nosotros.

587. Terminada la monición, el celebrante dice:
Oremos.
Y todos oran un rato en silencio. Después el celebrante prosigue:
Oh, Dios, 
que continuamente activas en nosotros 
el querer y el obrar, te bendecimos, 
porque en nuestro peregrinar aquí en la tierra 
nos concedes el don de anhelar tus atrios. 
Haz, te pedimos, 
que estos servidores tuyos,
cuya casa hoy inauguramos, 
te escuchen con fe, 
te supliquen en la oración, 
te busquen en su trabajo, 
te encuentren en toda ocasión 
y sean testigos de tu Evangelio, 
para que Cristo difunda en todas partes, 
por medio de ellos, 
la fragancia de su conocimiento, 
hasta que rebosen de gozo 
cuando se manifieste su gloria. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Lectura de la Palabra de Dios

588. Luego, los lectores o los diáconos leen uno o varios textos de la Sagrada Escritura, de los que se indican en el Leccionario de la Misa por los religiosos (1) o en la consagración de vírgenes y en la profesión religiosa (2), intercalando los convenientes salmos responsoriales o bien espacios de silencio. La lectura del Evangelio ha de ser el acto más relevante.

(1) Cf. Missale romanum, Ordo Lectionum Missae, núms. 852-856.
(2) Cf. Missale romanum, Ordo Lectionum Missae, núms. 811-815.

589. Pueden emplearse también los textos que se indican a continuación:

Aquí no tenemos ciudad permanente 13, 1-3. 5-7. 14-17
Escuchad ahora, hermanos, las palabras de la carta a los Hebreos.

Conservad el amor fraterno y no olvidéis la hospitalidad: por ella algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles. Acordaos de los presos como si estuvierais presos con ellos, de los que son maltratados como si estuvierais en su carne.
Vivid sin ansia de dinero, contentándoos con lo que tengáis, pues él mismo dijo: «Nunca te dejaré ni te abandonaré»; así tendremos valor para decir: «El Señor es mi auxilio: nada temo; ¿qué podrá hacerme el hombre?». Acordaos de vuestros guías, que os anunciaron la palabra de Dios; fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe.
Aquí no tenemos ciudad permanente, sino que andamos en busca de la futura. Por medio de él, ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que confiesan su nombre. No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; esos son los sacrificios que agradan a Dios. Obedeced y someteos a vuestros guías, pues ellos se desvelan por vuestro bien, sabiéndose responsables; así lo harán con alegría y sin lamentarse, cosa que no os aprovecharía.

Palabra de Dios.

590. O bien:

Se quedaron con Jesús aquel día Jn. 1, 35-42a 
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Juan.

Al día siguiente, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Este es el Cordero de Dios». Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?». Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?». Él les dijo: «Venid y veréis». Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; era como la hora décima. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)». Y lo llevó a Jesús.

Palabra del Señor.

591. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.

Salmo responsorial Sal 132, 2. 3 (R.: 1bc)
R. Ved qué dulzura, qué delicia, 
convivir los hermanos unidos.

V. Es ungüento precioso en la cabeza,
que va bajando por la barba,
que baja por la barba de Aarón,
hasta la franja de su ornamento. R.

V. Es rocío del Hermón, que va bajando
sobre el monte Sion.
Porque allí manda el Señor la bendición:
la vida para siempre. R.

592. O bien:

Sal 23, 1b-2. 3-4ab. 5-6 (R.: cf. 6)
R. Éste es la generación que busca tu rostro, Señor.

V. Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R.

V. ¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R.

V. Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Esta es la generación que busca al, Señor.
que busca tu rostro, Dios de Jacob. R.

Sal 44, 11-12. 14-15. 16-17 (R.: cf. Mt 25, 6b)
R. ¡Que llega el esposo, salid al encuentro de Cristo, el Señor!

V. Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna;
prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu señor. R.

V. Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras. R.

V. Las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.
«A cambio de tus padres tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra». R.

Sal 83, 3. 4. 5. 11. 12 (R.: 2)
R. ¡Qué deseables son tus moradas, 
Señor del universo!

V. Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor, 
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo. R.

V. Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor del universo, 
Rey mío y Dios mío. R.

V. Dichosos los que viven en tu casa, 
alabándote siempre. R.

V. Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados. R.

V. Porque el Señor Dios es sol y escudo, 
el Señor da la gracia y la gloria; 
y no niega sus bienes
a los de conducta intachable. R.

593. Luego, el celebrante hace la homilía, en la cual explica las lecturas bíblicas y el significado de la celebración.

Preces

594. Sigue la plegaria común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias del momento o de los presentes.

Cristo, el Señor, prometió permanecer en medio de sus discípulos hasta el final de los tiempos; supliquémosle con humilde y confiado amor:
R. Quédate con nosotros, Señor.
Tú que te hiciste hombre de la Virgen María por obra del Espíritu Santo y quisiste habitar entre nosotros; agradecidos, te recibimos en nuestra casa. R.
 Tú que quisiste vivir en Nazaret con María y José, dígnate elegir esta casa como lugar de tu residencia. R.
 Tú que prometiste estar en medio de los que se reúnen en tu Nombre, dirige tu mirada hacia quienes tu amor ha congregado en la unidad. R.
 Tú que en la tierra no tuviste dónde reclinar la cabeza, acepta esta casa preparada amorosamente para ti. R.
 Tú que prometiste recibir en las moradas eternas a los que te acogen con bondad en la persona de los huéspedes, enséñanos a reconocerte en los hermanos, y a servirlos con alegría por amor a ti. R.

Oración de bendición

595. El celebrante, con las manos extendidas, añade a continuación la oración de bendición:
Oh, Dios, inspirador y autor de todo santo propósito, 
atiende benignamente nuestras súplicas, 
y concede a cuantos habiten en esta casa
la gracia de tu bondad; 
sea éste un lugar en el que constantemente 
se medite tu Palabra, se practique el amor fraterno, 
se ejercite una diligente actividad 
y una incansable ayuda a los hermanos, 
para que, de este modo,
quienes se han entregado al seguimiento de Cristo, 
presenten ante todos un vivo ejemplo de vida consagrada. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

596. O bien:
Señor Jesucristo, 
tú aseguraste que quienes profesan los consejos evangélicos 
tienen preparada una morada en el cielo; 
guarda y rodea con el muro de tu protección 
esta casa religiosa que ahora bendecimos, 
para que cuantos han de vivir en ella 
se mantengan unidos por la caridad fraterna, 
en actitud de servicio generoso a ti y a los hermanos; 
sean, con su vida, testigos del Evangelio 
y fomenten la piedad cristiana. 
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.

597. Después de la oración de bendición, el celebrante rocía con agua bendita a los presentes y la casa, mientras se canta la antífona:

Ant. Donde hay caridad y amor, allí está Dios.

Nos congregó y unió el amor de Cristo.
Regocijémonos y alegrémonos en él.
Temamos y amemos al Dios vivo,
y amémonos con corazón sincero.

Ant. Donde hay caridad y amor, allí está Dios.

Pues estamos en un cuerpo congregados,
cuidemos no se divida nuestro afecto.
Cesen las contiendas malignas, cesen los litigios,
y en medio de nosotros esté Cristo Dios.

Ant. Donde hay caridad y amor, allí está Dios.

Veamos juntamente con los santos
tu glorioso rostro, ¡oh, Cristo Dios!
Éste será gozo inmenso y puro,
por los siglos de los siglos infinitos.

U otro canto adecuado.

Conclusión del rito

598. Luego, el diácono, según las circunstancias, invita a los presentes a bendición, con estas palabras u otras semejantes:
Inclinaos para recibir la bendición.

El celebrante, con las manos extendidas sobre los presentes, concluye el rito, diciendo:
Dios, que nos concede habitar en esta casa, 
nos guarde de toda perturbación interior y exterior, 
nos infunda el consuelo del Espíritu Santo 
y nos dé la perseverancia y la fidelidad 
en el santo propósito de vivir consagrados a él.
R. Amén.
Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes, 
os bendiga Dios todopoderoso, 
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
R. Amén.

599. O bien:
Dios, Padre todopoderoso 
os bendiga, 
para que sea ésta una santa morada 
en la que ofrezcáis culto en su presencia.
R. Amén.
Cristo, el Señor, 
habite por la fe en vuestros corazones 
y os transmita el reino en la casa de su Padre.
R. Amén.
El Espíritu Santo 
viva con vosotros y esté con vosotros, 
para que el gozo que ahora experimentáis 
llegue a su feliz cumplimiento.
R. Amén.
Finalmente bendice a todos los presentes, diciendo:
Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes, 
os bendiga Dios todopoderoso, 
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
R. Amén.

600. Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado.

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