Entrada destacada

Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

jueves, 30 de junio de 2022

Jueves 4 agosto 2022, San Juan María Vianney, presbítero, memoria obligatoria.

SOBRE LITURGIA

CARTA APOSTÓLICA DESIDERIO DESIDERAVI
DEL SANTO PADRE FRANCISCO

A LOS OBISPOS, A LOS PRESBÍTEROS Y A LOS DIÁCONOS, A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A TODOS LOS FIELES LAICOS
SOBRE LA FORMACIÓN LITÚRGICA DEL PUEBLO DE DIOS

Desiderio desideravi
hoc Pascha manducare vobiscum,
antequam patiar (Lc 22, 15)


1. Queridos hermanos y hermanas:

con esta carta deseo llegar a todos –después de haber escrito a los obispos tras la publicación del Motu Proprio Traditionis custodes– para compartir con vosotros algunas reflexiones sobre la Liturgia, dimensión fundamental para la vida de la Iglesia. El tema es muy extenso y merece una atenta consideración en todos sus aspectos: sin embargo, con este escrito no pretendo tratar la cuestión de forma exhaustiva. Quiero ofrecer simplemente algunos elementos de reflexión para contemplar la belleza y la verdad de la celebración cristiana.

La Liturgia: el “hoy” de la historia de la salvación

2. “Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer” (Lc 22,15) Las palabras de Jesús con las cuales inicia el relato de la última Cena son el medio por el que se nos da la asombrosa posibilidad de vislumbrar la profundidad del amor de las Personas de la Santísima Trinidad hacia nosotros.

3. Pedro y Juan habían sido enviados a preparar lo necesario para poder comer la Pascua, pero, mirándolo bien, toda la creación, toda la historia –que finalmente estaba a punto de revelarse como historia de salvación– es una gran preparación de aquella Cena. Pedro y los demás están en esa mesa, inconscientes y, sin embargo, necesarios: todo don, para ser tal, debe tener alguien dispuesto a recibirlo. En este caso, la desproporción entre la inmensidad del don y la pequeñez de quien lo recibe es infinita y no puede dejar de sorprendernos. Sin embargo – por la misericordia del Señor – el don se confía a los Apóstoles para que sea llevado a todos los hombres.

4. Nadie se ganó el puesto en esa Cena, todos fueron invitados, o, mejor dicho, atraídos por el deseo ardiente que Jesús tiene de comer esa Pascua con ellos: Él sabe que es el Cordero de esa Pascua, sabe que es la Pascua. Esta es la novedad absoluta de esa Cena, la única y verdadera novedad de la historia, que hace que esa Cena sea única y, por eso, “última”, irrepetible. Sin embargo, su infinito deseo de restablecer esa comunión con nosotros, que era y sigue siendo su proyecto original, no se podrá saciar hasta que todo hombre, de toda tribu, lengua, pueblo y nación (Ap 5,9) haya comido su Cuerpo y bebido su Sangre: por eso, esa misma Cena se hará presente en la celebración de la Eucaristía hasta su vuelta.

5. El mundo todavía no lo sabe, pero todos están invitados al banquete de bodas del Cordero (Ap 19,9). Lo único que se necesita para acceder es el vestido nupcial de la fe que viene por medio de la escucha de su Palabra (cfr. Rom 10,17): la Iglesia lo confecciona a medida, con la blancura de una vestidura lavada en la Sangre del Cordero (cfr. Ap 7,14). No debemos tener ni un momento de descanso, sabiendo que no todos han recibido aún la invitación a la Cena, o que otros la han olvidado o perdido en los tortuosos caminos de la vida de los hombres. Por eso, he dicho que “sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación” (Evangelii gaudium, n. 27): para que todos puedan sentarse a la Cena del sacrificio del Cordero y vivir de Él.

6. Antes de nuestra respuesta a su invitación – mucho antes – está su deseo de nosotros: puede que ni siquiera seamos conscientes de ello, pero cada vez que vamos a Misa, el motivo principal es porque nos atrae el deseo que Él tiene de nosotros. Por nuestra parte, la respuesta posible, la ascesis más exigente es, como siempre, la de entregarnos a su amor, la de dejarnos atraer por Él. Ciertamente, nuestra comunión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo ha sido deseada por Él en la última Cena.

7. El contenido del Pan partido es la cruz de Jesús, su sacrificio en obediencia amorosa al Padre. Si no hubiéramos tenido la última Cena, es decir, la anticipación ritual de su muerte, no habríamos podido comprender cómo la ejecución de su sentencia de muerte pudiera ser el acto de culto perfecto y agradable al Padre, el único y verdadero acto de culto. Unas horas más tarde, los Apóstoles habrían podido ver en la cruz de Jesús, si hubieran soportado su peso, lo que significaba “cuerpo entregado”, “sangre derramada”: y es de lo que hacemos memoria en cada Eucaristía. Cuando regresa, resucitado de entre los muertos, para partir el pan a los discípulos de Emaús y a los suyos, que habían vuelto a pescar peces y no hombres, en el lago de Galilea, ese gesto les abre sus ojos, los cura de la ceguera provocada por el horror de la cruz, haciéndolos capaces de “ver” al Resucitado, de creer en la Resurrección.

8. Si hubiésemos llegado a Jerusalén después de Pentecostés y hubiéramos sentido el deseo no sólo de tener noticias sobre Jesús de Nazaret, sino de volver a encontrarnos con Él, no habríamos tenido otra posibilidad que buscar a los suyos para escuchar sus palabras y ver sus gestos, más vivos que nunca. No habríamos tenido otra posibilidad de un verdadero encuentro con Él sino en la comunidad que celebra. Por eso, la Iglesia siempre ha custodiado, como su tesoro más precioso, el mandato del Señor: “haced esto en memoria mía”.

9. Desde los inicios, la Iglesia ha sido consciente que no se trataba de una representación, ni siquiera sagrada, de la Cena del Señor: no habría tenido ningún sentido y a nadie se le habría ocurrido “escenificar” – más aún bajo la mirada de María, la Madre del Señor – ese excelso momento de la vida del Maestro. Desde los inicios, la Iglesia ha comprendido, iluminada por el Espíritu Santo, que aquello que era visible de Jesús, lo que se podía ver con los ojos y tocar con las manos, sus palabras y sus gestos, lo concreto del Verbo encarnado, ha pasado a la celebración de los sacramentos [1].

[1] Cfr. Leo Magnus, Sermo LXXIV: De ascensione Domini II, 1: «quod […] Redemptoris nostri conspicuum fuit, in sacramenta transivit».

CALENDARIO

4 JUEVES. SAN JUAN MARÍA VIANNEY, presbítero, memoria obligatoria

Misa
de la memoria (blanco).
MISAL: 1.ª orac. prop. y el resto del común de pastores (para un pastor), o de un domingo del T.O., Pf. común o de la memoria.
LECC.: vol. III-par.
- Jer 31, 31-34.
 Haré una alianza nueva y no recordaré los pecados.
- Sal 50. R. Oh, Dios, crea en mí un corazón puro.
- Mt 16, 13-23. Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos.
o bien:
cf. vol. IV.

Liturgia de las Horas: oficio de la memoria.

Martirologio: elogs. del 5 de agosto, pág. 468.

TEXTOS MISA

4 de agosto
San Juan María Vianney, presbítero.
Memoria

Oración colecta propia. Resto de común de Pastores: B. Para un pastor 2.

Antífona de entrada Cf. Lc 4, 18

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres y curar a los contritos de corazón.
Spíritus Dómini super me: propter quod unxit me, evangelizáre paupéribus misit me, sanáre contrítos corde.
O bien: Cf. Eclo 45, 16
El Señor lo eligió como su sacerdote, para ofrecer el sacrificio de alabanza.
Elégit eum Dóminus sacerdótem sibi, ad sacrificándum ei hóstiam laudis.

Monición de entrada
Celebramos hoy la memoria de san Juan María Vianney, presbítero. Nació en Lion el año 1786. Durante más de cuarenta años se entregó de una manera admirable al servicio de la parroquia que le fue encomendada en la aldea de Ars, en Francia, con asidua predicación, oración y ejemplos de penitencia. Diariamente catequizaba a niños y adultos, reconciliaba a los arrepentidos y con su ardiente caridad, alimentada en la eucaristía, brilló de tal modo a lo largo y a lo ancho de toda Europa; con su sabiduría llevó a Dios a muchísimas almas. Murió el año 1859.

Oración colecta
Dios de poder y misericordia, que hiciste admirable a san Juan María Vianney, presbítero, por su celo pastoral, concédenos, por su ejemplo e intercesión, ganar para Cristo nuevos hermanos en el amor y poder alcanzar con ellos la gloria eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.
Omnípotens et miséricors Deus, qui beátum Ioánnem Maríam presbyterum pastoráli stúdio mirábilem effecísti, da, quaesumus, ut, eius exémplo et intercessióne, fratres in caritáte Christo lucrémur, et cum eis aetérnam glóriam cónsequi valeámus. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Jueves de la XVIII semana del Tiempo Ordinario, año par (Lecc. III-par).

PRIMERA LECTURA Jer 31, 31-34
Haré una alianza nueva y no recordaré los pecados

Lectura del libro de Jeremías.

llegan días —oráculo del Señor— en que haré con la casa de Israel y la casa de Juda una alianza nueva. No sera una alianza como la que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto, pues quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor —oráculo del Señor—.
Esta será la alianza que haré con ellos después de aquellos días —oráculo del Señor—: Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrán que enseñarse unos a otros diciendo:
«Conoced al Señor», pues todos me conocerán, desde el más pequeño al mayor —oráculo del Señor—, cuando perdone su culpa y no recuerde ya sus pecados.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 50, 12-13. 14-15. 18-19 (R.: 12a)
R. 
Oh, Dios, crea en mí un corazón puro.
Cor mundum crea in me, Deus.

V. Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. 
R. Oh, Dios, crea en mí un corazón puro.
Cor mundum crea in me, Deus.

V. Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
Enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti. 
R. Oh, Dios, crea en mí un corazón puro.
Cor mundum crea in me, Deus.

V. Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
El sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo desprecias. 
R. Oh, Dios, crea en mí un corazón puro.
Cor mundum crea in me, Deus.

Aleluya Mt 16, 18
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Tu es Petrus, et super hanc petram ædificábo Ecclésiam meam, et portæ ínferi non prævalébunt advérsus eam.

EVANGELIO Mt 16, 13-23
Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos
 Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». 
Ellos contestaron:
«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».
Él les preguntó:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Simón Pedro tomo la palabra y dijo:
«Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo».
Jesús le respondió:
«¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».
Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.
Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:
«¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte».
Jesús se volvió y dijo a Pedro:
«¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Del Papa Benedicto XVI, Homilía 29 junio 2012
La Iglesia no es una comunidad de perfectos, sino de pecadores que se deben reconocer necesitados del amor de Dios, necesitados de ser purificados por medio de la Cruz de Jesucristo. Las palabras de Jesús sobre la autoridad de Pedro y de los Apóstoles revelan que el poder de Dios es el amor, amor que irradia su luz desde el Calvario. Así, podemos también comprender porqué, en el relato del evangelio, tras la confesión de fe de Pedro, sigue inmediatamente el primer anuncio de la pasión: en efecto, Jesús con su muerte ha vencido el poder del infierno, con su sangre ha derramado sobre el mundo un río inmenso de misericordia, que irriga con su agua sanadora la humanidad entera.

Oración de los fieles
Ferias del Tiempo Ordinario V

Imploremos. hermanos, la piedad de Dios Padre todopoderoso, y pidámosle que escuche nuestra oración.
- Para que conceda a la Iglesia el gozo del Espíritu Santo. Roguemos al Señor.
- Para que dé a los gobernantes el sentido de la justicia, de la libertad y de la paz. Roguemos al Señor.
- Para que otorgue a los pueblos la concordia leal y pacifica. Roguemos al Señor-
- Para que dé a los desterrados el gozo del retorno. Roguemos al Señor.
- Para que a nosotros, su pueblo, nos haga crecer en la fe, nos purifique el corazón y nos abra la puerta del reino eterno. Roguemos al Señor.
Muestra, Padre celestial, tu bondad al pueblo que te suplica, para que reciba sin tardanza lo que pide confiadamente, siguiendo tu inspiración. Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Oración sobre las ofrendas
Dios todopoderoso, humildemente imploramos de tu Divina Majestad que, así como estos dones ofrecidos en honor de san N. manifiestan la gloria de tu poder divino, del mismo modo nos alcancen el fruto de tu salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Maiestátem tuam supplíciter implorámus, omnípotens Deus, ut, sicut glóriam divínae poténtiae múnera pro beáto N. obláta testántur, sic nobis efféctum tuae salvatiónis impéndant. Per Christum.

PREFACIO COMÚN VIII
JESÚS, BUEN SAMARITANO
En verdad es justo darte gracias y deber nuestro alabarte, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, en todos los momentos y circunstancias de la vida, en la salud y en la enfermedad, en el sufrimiento y en el gozo, por tu siervo, Jesús, nuestro Redentor.
Porque él, en su vida terrena, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal. También hoy, como buen samaritano, se acerca a todo hombre que sufre en su cuerpo o en su espíritu, y cura sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza.
Por este don de tu gracia, incluso cuando nos vemos sumergidos en la noche del dolor, vislumbramos la luz pascual en tu Hijo, muerto y resucitado.
Por eso, unidos a los ángeles y a los santos, cantamos a una voz el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo…


PLEGARIA EUCARÍSTICA II

Antífona de comunión Mt 28, 20
Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos, dice el Señor.
Ecce ego vobíscum sum ómnibus diébus usque ad consummatiónem saeculi, dicit Dóminus.

Oración después de la comunión
Señor, que los sacramentos que hemos recibido nos preparen a los gozos eternos que mereció san N., tu servidor fiel. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Sumpta mystéria, quaesumus, Dómine, aetérnis nos praeparent gáudiis, quae beátus N. fidéli dispensatióne proméruit. Per Christum.
O bien:
Fortalecidos con el alimento santo, te rogamos, Dios todopoderoso, que, siguiendo siempre el ejemplo de san N., nos concedas servirte con entrega constante y progresar en el amor incansable hacia todos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Refectióne sacra enutrítos, fac nos, omnípotens Deus, exémpla beáti N. iúgiter sequéntes, te pérpeti devotióne cólere, et indeféssa ómnibus caritáte profícere. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del 5 de julio
D
edicación de la basílica de Santa María, en Roma, construida en el monte Esquilino, y ofrecida por el papa Sixto III al pueblo de Dios como recuerdo del Concilio de Efeso, en el que la Virgen María fue proclamada Madre de Dios. (c. 434)
2. En Châlons-sur-Marne, en la Galia Bélgica, hoy Francia, san Memmio, a quien se venera como primer obispo de esta ciudad. (s. III/IV)
3. En Teano, en Campania, en la actual Italia, san Páride, obispo, que fue el primero, según se cree, en ocupar esta sede episcopal. (s. IV)
4. En Autun, en la Galia Lugdunense, actualmente Francia, san Casiano, obispo (s. IV).
5. En Nacianzo, ciudad de Capadocia, hoy Turquía, santa Nona, esposa de san Gregorio el Viejo y madre de los santos Gregorio el Teólogo, Cesáreo y Gorgona. (374)
6. En Áscoli, lugar del Piceno, actual región de Las Marcas, en Italia, san Emigdio, a quien se venera como primer obispo de esta ciudad y mártir. (s. IV)
7*. En Viviers, junto al Ródano, en la Galia, actualmente Francia, san Venancio, obispo(d. 535)
8*. En Trimouille, en la región de Sologne, también en Francia, san Viator, eremita(s. VI)
9. En el lugar de Maserfield, posteriormente llamado Oswestry en su honor, en la región de Shrewsbury, en Inglaterra, san Osvaldo, mártir, el cual, siendo rey de Northumbria, ilustre en el arte miliatar, pero todavía más amante de la paz, divulgó con decisión la fe cristiana en aquel territorio y fue muerto en odio a Cristo mientras combatía contra los paganos. (642)
10*. En Montegranaro, en el Piceno, actual región de Las Marcas, en Italia, beato Francisco Zanfredini, popularmente "Cecco de Pésaro", de la Tercera Orden Regular de San Francisco, que, después de haber distribuido todos sus bienes entre los pobres, se retiró a un eremo que había construido, desde el cual fue ejemplo admirable de penitencia, oración y buenas obras durante casi cincuenta años. (c. 1350)
11. En San Severino, también en la región de Piceno, santa Margarita, viuda(1395)
12*. En el mar, frente a Rochefort, en la costa francesa, beato Pedro Miguel Noël, presbítero de Rouen y mártir, que durante la Revolución Francesa, por ser sacerdote, fue encerrado de modo inhumano en un una nave-prisión, donde acabó su vida consumido por la peste. (1794)

Papa Benedicto XVI, Homilía en el Congreso Eucarístico internacional, Quebec, Canadá (22-junio-2008).

MISA DE CLAUSURA DEL 49° CONGRESO EUCARÍSTICO INTERNACIONAL CELEBRADO EN QUEBEC (CANADÁ)
HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI EN CONEXIÓN TELEVISIVA VÍA SATÉLITE

Domingo 22 de junio de 2008

Señores cardenales;
excelencias;
queridos hermanos y hermanas:

Mientras estáis reunidos con motivo del 49° Congreso eucarístico internacional, me alegra unirme a vosotros a través de la televisión, asociándome así a vuestra oración. Ante todo deseo saludar al señor cardenal Marc Ouellet, arzobispo de Quebec, y al señor cardenal Jozef Tomko, enviado especial al Congreso, así como a todos los cardenales y obispos presentes.

También saludo cordialmente a las personalidades de la sociedad civil que han querido participar en la liturgia. Saludo con afecto a los sacerdotes, a los diáconos y a todos los fieles presentes, así como a todos los católicos de Quebec, de todo Canadá y de los demás continentes. No olvido que vuestro país celebra este año el IV centenario de su fundación. Es una ocasión para que cada uno recuerde los valores que animaban a los pioneros y a los misioneros en vuestro país.

El tema elegido para este nuevo Congreso eucarístico internacional es: "La Eucaristía, don de Dios para la vida del mundo". La Eucaristía es nuestro tesoro más valioso. Es el sacramento por excelencia; nos introduce anticipadamente en la vida eterna; contiene todo el misterio de nuestra salvación; y es la fuente y la cumbre de la acción y de la vida de la Iglesia, como recuerda el concilio Vaticano II (cf. Sacrosanctum Concilium, 8).

Por tanto, es sumamente importante que los pastores y los fieles se comprometan constantemente a profundizar en este gran sacramento. Así, cada uno podrá fortalecer su fe y cumplir cada vez mejor su misión en la Iglesia y en el mundo, recordando que la Eucaristía conlleva la fecundidad en su vida personal, así como en la vida de la Iglesia y del mundo. El Espíritu de verdad da testimonio en vuestro corazón; también vosotros dad testimonio de Cristo ante los hombres, como reza la antífona del Aleluya de esta misa.

Por consiguiente, la participación en la Eucaristía no nos aleja de nuestros contemporáneos; al contrario, dado que es la expresión por excelencia del amor de Dios, nos invita a comprometernos con todos nuestros hermanos para afrontar los desafíos actuales y para hacer de la tierra un lugar en que se viva bien. Por eso, debemos luchar sin cesar para que se respete a toda persona desde su concepción hasta su muerte natural; para que nuestras sociedades ricas acojan a los más pobres y reconozcan toda su dignidad; para que cada persona pueda alimentarse y mantener a su familia; y para que en todos los continentes reinen la paz y la justicia. Estos son algunos de los desafíos que han de movilizar a todos nuestros contemporáneos: para afrontarlos, los cristianos deben encontrar la fuerza en el misterio eucarístico.

"Misterio de la fe": es lo que proclamamos en cada misa. Deseo que todos se esfuercen por estudiar este gran misterio, especialmente releyendo y profundizando, individual y colectivamente, en el texto del Concilio sobre la liturgia, la constitución Sacrosanctum Concilium, con el fin de testimoniar con valentía ese misterio. De este modo, cada persona logrará entender mejor el sentido de cada aspecto de la Eucaristía, comprendiendo su profundidad y viviéndola cada vez con mayor intensidad.

Cada frase, cada gesto tiene su sentido, y entraña un misterio. Espero sinceramente que este Congreso impulse a todos los fieles a comprometerse igualmente en una renovación de la catequesis eucarística, de modo que ellos mismos adquieran una auténtica conciencia eucarística y, a su vez, enseñen a los niños y a los jóvenes a reconocer el misterio central de la fe y a construir su vida en torno a él. Exhorto de manera especial a los sacerdotes a rendir el debido honor al rito eucarístico y pido a todos los fieles que, en la acción eucarística, respeten la función de cada persona, tanto del sacerdote como de los laicos. La liturgia no nos pertenece a nosotros: es el tesoro de la Iglesia.

La recepción de la Eucaristía, la adoración del Santísimo Sacramento —con ella queremos profundizar nuestra comunión, prepararnos para ella y prolongarla— nos permite entrar en comunión con Cristo, y a través de él, con toda la Trinidad, para llegar a ser lo que recibimos y para vivir en comunión con la Iglesia. Al recibir el Cuerpo de Cristo recibimos la fuerza "para la unidad con Dios y con los demás" (cf. san Cirilo de Alejandría, In Ioannis Evangelium, 11, 11; cf. san Agustín, Sermo 577).

No debemos olvidar nunca que la Iglesia está construida en torno a Cristo y que, como dijeron san Agustín, santo Tomás de Aquino y san Alberto Magno, siguiendo a san Pablo (cf. 1 Co 10, 17), la Eucaristía es el sacramento de la unidad de la Iglesia, porque todos formamos un solo cuerpo, cuya cabeza es el Señor. Debemos recordar siempre la última Cena del Jueves santo, donde recibimos la prenda del misterio de nuestra redención en la cruz. La última Cena es el lugar donde nació la Iglesia, el seno donde se encuentra la Iglesia de todos los tiempos. En la Eucaristía se renueva continuamente el sacrificio de Cristo, se renueva continuamente Pentecostés. Ojalá que todos toméis cada vez mayor conciencia de la importancia de la Eucaristía dominical, porque el domingo, el primer día de la semana, es el día en que honramos a Cristo, el día en que recibimos la fuerza para vivir diariamente el don de Dios.

También deseo invitar a los pastores y a los fieles a prestar atención renovada a su preparación para recibir la Eucaristía. A pesar de nuestra debilidad y nuestro pecado, Cristo quiere habitar en nosotros. Por eso, debemos hacer todo lo posible para recibirlo con un corazón puro, recuperando sin cesar, mediante el sacramento del perdón, la pureza que el pecado mancilló, "poniendo nuestra alma de acuerdo con nuestra voz" según la invitación del Concilio (cf. Sacrosanctum Concilium, 11). De hecho, el pecado, sobre todo el pecado grave, se opone a la acción de la gracia eucarística en nosotros. Por otra parte, los que no pueden comulgar debido a su situación, de todos modos encontrarán en una comunión de deseo y en la participación en la Eucaristía una fuerza y una eficacia salvadora.

La Eucaristía ocupa un lugar muy especial en la vida de los santos. Demos gracias a Dios por la historia de santidad de Quebec y de Canadá, que ha contribuido a la vida misionera de la Iglesia. Vuestro país honra de modo particular a sus mártires canadienses, Juan de Brébeuf, Isaac Jogues y sus compañeros, que dieron su vida por Cristo, uniéndose así a su sacrificio en la cruz. Pertenecen a la generación de hombres y mujeres que fundaron y desarrollaron la Iglesia en Canadá, con Margarita Bourgeoys, Margarita de Youville, María de la Encarnación, María-Catalina de San Agustín, monseñor François de Laval, fundador de la primera diócesis de América del norte, Dina Bélanger y Catalina Tekakwitha.

Seguid su ejemplo. Como ellos, no tengáis miedo. Dios os acompaña y os protege. Haced que cada día sea una ofrenda a la gloria de Dios Padre y participad en la construcción del mundo, recordando con sano orgullo vuestra herencia religiosa y su arraigo social y cultural, y esforzándoos por difundir en vuestro entorno los valores morales y espirituales que nos vienen del Señor.

La Eucaristía no es sólo un banquete entre amigos. Es misterio de alianza. "Las plegarias y los ritos del sacrificio eucarístico hacen revivir continuamente ante los ojos de nuestra alma, siguiendo el ciclo litúrgico, toda la historia de la salvación, y nos ayudan a penetrar cada vez más en su significado" (santa Teresa Benedicta de la Cruz, [Edith Stein], Wege zur inneren Stille, Aschaffenburg 1987, p. 67). Estamos llamados a entrar en este misterio de alianza modelando cada vez más nuestra vida según el don recibido en la Eucaristía.

La Eucaristía, como recuerda el concilio Vaticano II, tiene un carácter sagrado: "Toda celebración litúrgica, como obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es la acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no iguala ninguna otra acción de la Iglesia" (Sacrosanctum Concilium, 7). En cierto sentido, es una "liturgia celestial", anticipación del banquete en el Reino eterno, al anunciar la muerte y la resurrección de Cristo, "hasta que vuelva" (1 Co 11, 26).

A fin de que al pueblo de Dios no le falten nunca ministros para darle el Cuerpo de Cristo, debemos pedir al Señor que otorgue a su Iglesia el don de nuevos sacerdotes. Os invito también a transmitir la llamada al sacerdocio a los jóvenes, para que acepten con alegría y sin miedo responder a Cristo. No quedarán defraudados. Que las familias sean el lugar principal y la cuna de las vocaciones.

Antes de terminar, con alegría os anuncio el próximo Congreso eucarístico internacional. Se celebrará en Dublín, Irlanda, en el año 2012. Pido al Señor que os ayude a cada uno a descubrir la profundidad y la grandeza del misterio de la fe. Que Cristo, presente en la Eucaristía, y el Espíritu Santo, invocado sobre el pan y sobre el vino, os acompañen en vuestro camino diario y en vuestra misión. A ejemplo de la Virgen María, estad abiertos a la obra de Dios en vosotros.

Encomendándoos a la intercesión de Nuestra Señora, de santa Ana, patrona de Quebec, y de todos los santos de vuestra tierra, os imparto a todos una afectuosa bendición apostólica, y a todas las personas presentes, que han acudido de los diferentes países del mundo.

Queridos amigos, al llegar a su fin este importante acontecimiento en la vida de la Iglesia, os invito a todos a uniros a mí en la oración por el éxito del próximo Congreso eucarístico internacional, que se celebrará en el año 2012 en la ciudad de Dublín. Aprovecho la ocasión para saludar cordialmente al pueblo de Irlanda, que se prepara para acoger ese encuentro eclesial. Confío en que, juntamente con todos los participantes en el próximo Congreso, encuentren en él una fuente de permanente renovación espiritual.







miércoles, 29 de junio de 2022

Miércoles 3 agosto 2022, Miércoles de la XVIII semana del Tiempo Ordinario, feria (o misa por los Difuntos).

SOBRE LITURGIA

SANTA MESSA AL PONTIFICIO COLLEGIO PIO-BRASILIANO
OMELIA DI GIOVANNI PAOLO II

Domenica, 17 gennaio 1982

Miei cari fratelli e sorelle.
Sia lodato nostro Signore Gesù Cristo!

1. Sono pagine di alto tenore spirituale e di profondo significato pratico quelle che, in questa celebrazione eucaristica, si offrono alla nostra meditazione.

La prima è tratta dall’Antico Testamento. Nel cuore della notte Dio pronuncia con insistenza il nome di un giovane nel Tempio. La profondità della notte è immagine di tranquillità e di serenità: Samuele dorme presso l’Arca del Signore e il profeta lo invita a continuare a dormire. Un’immagine anche di ingratitudine nei confronti della Verità: “Samuele non aveva riconosciuto che era il Signore” – commenta il sacro cronista – “né che gli sarebbe stata rivelata la parola del Signore”.

Tuttavia, nel cuore della notte, il Signore non cessa di chiamarlo – Samuele, Samuele! – finché, istruito da Heli, il giovane risponde: “Parla, Signore, il tuo servo ti ascolta!”.

La seconda pagina è tratta dal Vangelo di san Giovanni. Alla voce del Battista che indica l’Agnello di Dio, Andrea ed un altro discepolo intraprendono la “sequela Christi”: “Dove abiti?”. “Vieni e vedi”, risponde Gesù. “E rimasero con lui”. Rimarranno fino alla fine, come rimarrà Pietro, attirato dal fratello Andrea, come rimarranno tutti gli altri.

Come a prolungamento delle due prime pagine, eccone una terza, di san Paolo, che dice a tutti coloro che hanno risposto alla chiamata del Signore: “Tu non appartieni a te stesso! Il tuo corpo, il tuo essere è per la gloria di Dio! Giacché sei unito al Signore formi un solo spirito con lui!”. E aggiunge: “Fuggi la prostituzione”, cioè, ogni tradimento, ogni infedeltà, ogni idolatria.

2. Così, dunque, in questo inizio del “tempo ordinario”, la Liturgia pone davanti ai nostri occhi e davanti alla nostra coscienza il tema della chiamata del Signore. Bello e significativo, liturgicamente è questo “tempo ordinario”: poiché nessun mistero cristiano speciale o particolare, nessuna festa lo distingue, esso è, alla luce del mistero di Cristo, la celebrazione della nostra vita comune, di quella quotidiana, a volte opaca e irrilevante, ma luminosa perché portatrice della presenza e della grazia del Signore. Parlando della vocazione in questo inizio del “tempo ordinario” – o “tempus per annum” del Messale – la Liturgia ci dice che, giorno dopo giorno nella nostra esistenza, portiamo con noi una chiamata di Dio che dà significato alla nostra vita. E per noi qui riuniti il Signore ha riservato una chiamata speciale: la vocazione a servirlo, servendo la Chiesa e il prossimo, nel ministero sacerdotale.

È per voi questo messaggio, carissimi religiosi della Compagnia di Gesù, incaricati della direzione e della animazione di questo Collegio. Incaricati da Dio di assistere la vocazione dei seminaristi e dei sacerdoti qui presenti, a loro voi ripetete, con la parola e con una testimonianza di vita, le parole di Heli a Samuele: “Se ti chiama, dì: "Parla Signore, il tuo servo ti ascolta"”, o la parola del Precursore: “Ecco l’Agnello di Dio”.

È per voi questo messaggio, cari sacerdoti delle varie diocesi brasiliane, che risiedete in questa Casa per un periodo di perfezionamento a Roma.

È per voi, giovani seminaristi, qui inviati dai vostri Vescovi perché compiate i vostri studi filosofici e teologici e soprattutto una seria ed accurata preparazione al sacerdozio.

Per voi, religiose del Divino Amore, che, nella fedeltà alla vostra vocazione religiosa, prestate il vostro delicato servizio per il migliore andamento e l’instaurazione di un clima familiare nel Collegio.

È per voi questo messaggio ed io sono felice di proclamarlo in questa visita che da molto tempo desideravo farvi, quasi un prolungamento, in questa parte di Brasile che è in Roma, di quella indimenticabile visita che ho avuto la gioia di compiere nel vostro paese. Varie circostanze hanno ritardato la mia venuta qui; ma questo ritardo ha ancor più acuito il desiderio ed ha reso ancor più intenso il piacere di essere oggi qui con voi.

3. È stato per un servizio ai giovani brasiliani chiamati da Dio – come Samuele della prima lettura e Andrea e Simone del Vangelo – che l’Episcopato brasiliano, quasi cinquant’anni fa, nell’aprile del 1934, ha aperto le porte di questa Casa, costruita a prezzo di sacrifici e rinunce, edificata con amore e speranza. I busti degli eminentissimi Cardinali Sebastiano Leme da Silveira Cintra, allora Arcivescovo di Rio de Janeiro, e Benedetto Aloisi-Masella, allora Nunzio apostolico in Brasile, posti all’entrata del Collegio, vogliono essere un omaggio ai due principali ideatori e realizzatori di questa grande opera. Ma essi evocano anche molte altre persone che, nel silenzio e nel nascondimento, come pietre poste alle fondamenta, sono entrati nella costruzione di questo Collegio. Ricordando queste figure e ricordando quanti, in questi quasi cinquant’anni sono passati per questa Casa, come membri della Direzione o come alunni, viene naturale interrogarsi sulle finalità ed il significato di questo Collegio. La risposta a questo interrogativo dipende molto dalla vera efficacia del Collegio nell’ora attuale. Una semplice riflessione, che desidero condividere con voi, condurrà a questa risposta.

4. Imponente per il numero dei suoi fedeli, significativa per la sua vitalità, influente per l’autorità morale di cui gode e, nel medesimo tempo, sofferente di gravi problemi attuali, alcuni di ambito generale, altri tipici della sua situazione, la Chiesa in Brasile ha urgente bisogno di sacerdoti ben formati. Posso confidarvi che questa è stata una delle impressioni più vive e sentite che ho tratto dalla mia visita in Brasile. Certamente in Brasile numerosi laici, con esemplare disponibilità e ammirabile senso ecclesiale, partecipano alla missione della Chiesa ad ogni livello; ma l’esperienza mostra che tale partecipazione laicale, lungi dal dispensarla, esige ancor più la presenza qualificata dei sacerdoti, con il carisma loro proprio.

Né è difficile da comprendere che quanto meno numerosi saranno questi sacerdoti (come purtroppo è il caso del Brasile) migliore deve essere la loro formazione. Ma non esito ad aggiungere: nella misura in cui si verifica una rinascita vocazionale, di minore o maggiore proporzione in un paese, la formazione dei futuri sacerdoti si rivela altrettanto urgente come condizione indispensabile della validità, durata ed efficacia di tale rinascita. In altre parole, la gioiosa speranza di avere domani più sacerdoti vale quanto la certezza di avere sacerdoti ben formati.
5. I sacerdoti di cui il Brasile ha bisogno devono essere anzitutto buoni e devoti Pastori. La gente buona e semplice, erede di una fede semplice ma profondamente radicata, così come le fasce istruite della popolazione, le guide e i “costruttori di una società pluralista”, gli adulti come le generazioni emergenti hanno bisogno di Pastori rivestiti di qualità che li rendano realmente adatti ad essere autentici ministri di Gesù Cristo:

– pastori vicini al loro popolo per semplicità, comprensione ed apertura;

– pastori prudenti, coraggiosi, dotati di “sapientia cordis” per indicare il cammino della vita soprattutto nei momenti difficili;

– pastori che siano veri ministri, fedeli al Magistero ed educatori del Popolo di Dio nella fede, annunciatori della Parola di Dio, perché non si compia ciò che dice il libro di Samuele: “In quei giorni la Parola di Dio diventerà rara...”.

– pastori capaci di creare comunione riunendo i dispersi, riconciliando i distanti, costruendo con amore e pazienza la comunità;

– pastori che siano maestri di preghiera;

– pastori di vita santa: di fede solida e contagiante, di carità irradiantesi, di preghiera permanente, di purezza, bontà e mansuetudine, di coraggio aperto per essere a fianco soprattutto dei più poveri e bisognosi, senza escludere nessuno dalla propria sollecitudine di padri e pastori;

– pastori convinti della propria missione, gioiosi nella propria vocazione, che trovano la loro realizzazione nel ministero di cui sono investiti per grazia e predilezione del Signore.

6. Ora, per formare o perfezionare tali pastori, è sorto a tempo debito questo Collegio. Possiamo ringraziare il Signore al vedere quanti sacerdoti qui si sono preparati per rendere un servizio esemplare a Gesù Cristo e alla sua Chiesa che è in Brasile: cito con piacere tra i molti altri, i cinquanta Vescovi brasiliani che sono passati di qui, uno dei quali, primo nella lista degli alunni fondatori, appartiene oggi al Sacro Collegio dei Cardinali: il Signor Don Agnelo Rossi. La mia visita desidera essere uno stimolo al Collegio perché continui ad essere fedele ai suoi obiettivi.

La Chiesa in Brasile, il popolo cattolico in Brasile, avrà ragione di sperare se vi sarà qui un ambiente adeguato per un numero sempre crescente di seminaristi che si preparano al sacerdozio e per gruppi di sacerdoti che conseguano quell’aggiornamento indispensabile ad un migliore esercizio del proprio ministero. Né vi è qui alcuno che non percepisca quali debbano essere le caratteristiche di questo ambiente.

Regni qui una vita comunitaria semplice e fraterna, fondata su di una carità stimolante e confortante.
Sia visibile la serietà e la responsabilità nello studio e nel lavoro: molti in Brasile tengono gli occhi volti verso questa Casa e accettano sacrifici di ogni tipo per mantenerla perché sperano molto da essa.

Si abbia qui un perfetto clima di studio e, nelle ore disponibili, di zelante attività pastorale: molte comunità cristiane di Roma sono grate per la presenza di sacerdoti venuti da altri paesi e che offrono ad una valida azione pastorale ore che rischierebbero di perdersi nell’ozio.

E, soprattutto, si faccia qui esperienza di vera vita e di formazione spirituale. Voi sacerdoti e futuri sacerdoti che siete qui, siete certamente venuti per progredire nelle scienze, soprattutto in quelle ecclesiastiche; ma la vostra presenza qui deve avere come scopo una reale crescita in uno spirito di preghiera, in un contatto personale con il Signore.

7. Non oso aggiungere nient’altro. Esiste certamente in questa nostra Roma – lo si percepisce sensibilmente – una grazia speciale. Grazia della imperitura presenza degli apostoli Pietro e Paolo.

Grazia della testimonianza di tanti martiri, che continua ad effondersi misteriosamente nell’anima di Roma. Grazia della cattolicità della Chiesa, tradotta in tanti modi nell’unità con il successore di Pietro. Grazia della perpetuità. Sarà per voi un arricchimento lasciarvi assorbire, durante il periodo dei vostri studi, da questa grazia di Roma.

Se così sarà, ogni anno la Chiesa che è in Brasile riceverà da questo Collegio ministri di Cristo, che si saranno avvantaggiati dei loro studi romani per approfondire ed irrobustire la propria vocazione e volgersi con accresciuta disponibilità di servizio nei vari ambiti che potranno aprirsi al vostro ministero.

8. Concludo ritornando alla Parola di Dio che ci viene offerta quest’oggi. Celebrando con voi questa Eucaristia, penso, ancora una volta, a quel tempio in cui riposava il giovane Samuele, ed a quella spiaggia della Galilea evocata da san Giovanni. Nell’uno e nell’altro caso la voce di Dio convoca, pronuncia forte i nostri nomi di figli suoi, che egli desidera chiamare ad opere che solo egli conosce. Questo deve essere il luogo in cui con coscienza più lucida e profonda, chi si sente chiamare risponda: “Parla, Signore, il tuo servo ti ascolta” o, dopo aver chiesto, “dove abiti?”, si metta silenziosamente alla sequela di un Maestro molto amato.

Il Signore ci conceda che queste ore vissute insieme siano per me e per voi, fratelli, una profonda esperienza spirituale di comunione con lui e tra di noi. E che tale esperienza ci sia utile per vivere meglio la nostra vocazione.

Ed ora, celebrando questo mistero eucaristico, domandiamo al Signore e impegniamoci a fare tutto il possibile perché il vostro Collegio – o il nostro Collegio, poiché è Pontificio – fedele alle sue origini, rimanga sempre ciò che deve essere: casa di formazione di autentici apostoli di Gesù Cristo per l’amato Brasile.

CALENDARIO

3 MIÉRCOLES DE LA XVIII SEMANA DEL T. ORDINARIO, feria

Misa
de feria (verde).
MISAL: cualquier formulario permitido (véase pág. 67, n. 5), Pf. común.
LECC.: vol. III-par.
- Jer 31, 1-7.
Con amor eterno te amé.
- Salmo: Jer 31, 10-13. R. El Señor nos guardará como un pastor a su rebaño.
- Mt 15, 21-28. Mujer, qué grande es tu fe.

Liturgia de las Horas: oficio de feria.

Martirologio: elogs. del 4 de agosto, pág. 466.
CALENDARIOS: Segorbe-Castellón: Santa Teresa Benedicta de la Cruz, virgen y mártir (F).
Girona: San Alfonso María de Ligorio, obispo y doctor de la Iglesia (MO).
Cuenca: Santos Sixto II, papa, y compañeros, mártires (ML), o san Cayetano, presbítero (ML).
Osma-Soria: Beata Juana de Aza, viuda (ML).
Palencia: San Pedro de Osma, obispo (ML).
Canónigos Regulares de Letrán: San Pedro ad Víncula (ML).
Dominicos: Beato Agustín Kazotiz, obispo (ML).
Familia Franciscana, Hermanas de la Cruz y Hermanas del Ángel de la Guarda: San Eusebio de Vercelli, obispo, o san Pedro Julián Eymard, presbítero (ML).

TEXTOS MISA

Misa de la feria: del XVIII Domingo del T. Ordinario (o de otro Domingo del T. Ordinario)

Misa de Difuntos:
III. EN DIVERSAS CONMEMORACIONES.
B. Por varios o por todos los difuntos 6


Antífona de entrada Sal 83, 10-11
Fíjate, oh, Dios, escudo nuestro; mira el rostro de tu Ungido. Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa.
Réspice, Deus, in fáciem Christi tui, quia mélior est dies una in átriis tuis super míllia.

Monición de entrada
La Iglesia siempre ha mantenido una gran veneración por los difuntos, orando por ellos, especialmente en la celebración de la eucaristía, donde rogamos al Señor de la Vida que tenga misericordia de ellos y los admita en el banquete del reino de los cielos. Por eso, en esta eucaristía, imploramos humildemente a Dios, que mire benignamente a nuestros hermanos, para que gocen eternamente de la compañía del Señor.

Oración colecta
Te pedimos, Señor, que concedas la misericordia perpetua a tus siervos difuntos, para que les aproveche eternamente lo que en ti esperaron y creyeron. Por nuestro Señor Jesucristo.
Quǽsumus, Dómine, fámulis tuis defúnctis misericórdiam concéde perpétuam, ut eis profíciat in ætérnum quod in te speravérunt et credidérunt. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Miércoles de la XVIII semana del Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA Jer 31, 1-7
Con amor eterno te amé

Lectura del libro de Jeremías.

En aquel tiempo —oráculo del Señor—,
seré el Dios de todas las tribus de Israel,
y ellas serán mi pueblo.
Esto dice el Señor:
«Encontró mi favor en el desierto
el pueblo que escapó de la espada;
Israel camina a su descanso.
El Señor se le apareció de lejos:
Con amor eterno te amé,
por eso prolongué mi misericordia para contigo.
Te construiré, serás reconstruida,
doncella capital de Israel;
volverás a llevar tus adornos,
bailarás entre corros de fiesta.
Volverás a plantar viñas
allá por los montes de Samaría;
las plantarán y vendimiarán.
“Es de día” gritarán los centinelas
arriba, en la montaña de Efraín:
“En marcha, vayamos a Sion,
donde está el Señor nuestro Dios”».
Porque esto dice el Señor:
«Gritad de alegría por Jacob,
regocijaos por la flor de los pueblos;
proclamad, alabad y decid:
¡El Señor ha salvado a su pueblo,
ha salvado al resto de Israel!».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Jer 31, 10. 11-12ab. 13 (R.: cf. 10d)
R.
El Señor nos guardará como un pastor a su rebaño.
Dóminus custódiet nos sicut pastor gregem suum.

V. Escuchad, pueblos, la palabra del Señor,
anunciadla en las islas remotas:
«El que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como un pastor a su rebaño».
R. El Señor nos guardará como un pastor a su rebaño.
Dóminus custódiet nos sicut pastor gregem suum.

V. «Porque el Señor redimió a Jacob,
lo rescató de una mano más fuerte».
Vendrán con aclamaciones a la altura de Sion,
afluirán hacia los bienes del Señor.
R. El Señor nos guardará como un pastor a su rebaño.
Dóminus custódiet nos sicut pastor gregem suum.

V. Entonces se alegrará la doncella en la danza,
gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas.
R. El Señor nos guardará como un pastor a su rebaño.
Dóminus custódiet nos sicut pastor gregem suum.

Aleluya Lc 7, 16
R.
Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo. R.
Prophéta magnus surréxit in nobis, et Deus visitávit plebem suam.

EVANGELIO Mt 15, 21-28
Mujer, qué grande es tu fe
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús se retiró a la región de Tiro y Sidón.
Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:
«Ten compasión de mí, Señor Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo».
Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:
«Atiéndela, que viene detrás gritando».
Él les contestó:
«Solo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel».
Ella se acercó y se postró ante él diciendo:
«Señor, ayúdame».
Él le contestó:
«No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos».
Pero ella repuso:
«Tienes razón, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos».
Jesús le respondió:
«Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas».
En aquel momento quedó curada su hija.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Ángelus 20-agosto-2017
Este episodio evangélico nos ayuda a entender que todos tenemos necesidad de crecer en la fe y fortalecer nuestra confianza en Jesús. Él puede ayudarnos a encontrar la vía cuando hemos perdido la brújula de nuestro camino; cuando el camino no parece ya plano sino áspero y arduo; cuando es fatigoso ser fieles con nuestros compromisos. Es importante alimentar cada día nuestra fe, con la escucha atenta de la Palabra de Dios, con la celebración de los Sacramentos, con la oración personal como «grito» hacia Él –«Señor, ayúdame»–, y con actitudes concretas de caridad hacia el prójimo.

Oración de los fieles
Ferias del Tiempo Ordinario IV

Nos hemos reunido aquí, hermanos, para conmemorar el misterio de nuestra redención; roguemos, por lo tanto, a Dios todopoderoso, para que todo el mundo se llene de bendiciones y de vida.
- Por todos los consagrados a Dios, para que con su ayuda puedan cumplir fielmente su propósito. Roguemos al Señor.
- Por la paz de los pueblos, para que, sin ninguna perturbación, puedan servirle en libertad de espíritu. Roguemos al Señor.
- Por los ancianos que viven en soledad o enfermedad, para que sean confortados por nuestra fraternal caridad. Roguemos al Señor
- Por nosotros, aquí congregados, para que sepamos usar de tal modo los bienes presentes, con los que Dios no deja de favorecernos, que merezcamos alcanzar los eternos. Roguemos al Señor.
- Por nuestros hermanos difuntos. Roguemos al Señor.
Sé propicio, Señor, con tu pueblo suplicante, para que reciba con prontitud lo que te pide bajo tu inspiración. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Misa de difuntos:
Oración sobre las ofrendas
Que este sacrificio, Señor, con el que tu Hijo inocente, inmolado por nosotros, quitó todos los pecados del mundo, libre a tus siervos [N. y N.] de todas las culpas propias de la condición humana. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fámulos tuos (N. et N.) Dómine, ab ómnibus vítiis condiciónis humánæ sacrifícium hoc absólvat, quo peccáta mundi ábstulit univérsa Fílius tuus pro nobis ínnocens immolátus. Qui vivit et regnat in sǽcula sæculórum.

PREFACIO I DE DIFUNTOS
LA ESPERANZA DE LA RESURRECCIÓN EN CRISTO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
En él brilla la esperanza de nuestra feliz resurrección; y así, aunque la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad.
Porque la vida de tus fieles, Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo.
Por eso, con los ángeles y arcángeles, tronos y dominaciones, y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: per Christum Dóminum nostrum.
In quo nobis spes beátae resurrectiónis effúlsit, ut, quos contrístat certa moriéndi condício, eósdem consolétur futúrae immortalitátis promíssio.
Tuis enim fidélibus, Dómine, vita mutátur, non tóllitur, et, dissolúta terréstris huius incolátus domo, aetérna in caelis habitátio comparátur.
Et ídeo cum Angelis et Archángelis, cum Thronis et Dominatiónibus, cumque omni milítia caeléstis exércitus, hymnum glóriae tuae cánimus, sine fine dicéntes:

Santo, Santo, Santo…

PLEGARIA EUCARÍSTICA I o CANON ROMANO

Antífona de comunión Cf. Sal 41, 2-3

Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo.
Quemádmodum desíderat cervus ad fontes aquárum, ita desíderat ánima mea ad te, Deus: sitívit ánima mea ad Deum fortem vivum.

Oración después de la comunión
Te pedimos, Señor, que tus siervos y cuantos descansan en Cristo participen en la luz eterna, ya que, mientras vivieron en este mundo, recibieron tu sacramento. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Invéniant, quǽsumus, Dómine, fámuli tui, omnésque in Christo quiescéntes, lucis ætérnæ consórtium, qui, in hac luce pósiti, tuum consecúti sunt sacraméntum. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del 4 de agosto
M
emoria de san Juan María Vianney, presbítero, que durante más de cuarenta años se entregó de una manera admirable al servicio de la parroquia que le fue encomendada en la aldea de Ars, cerca de Belley, en Francia, con asidua predicación, oración y ejemplos de penitencia. Diariamente catequizaba a niños y adultos, reconciliaba a los arrepentidos y con su ardiente caridad, alimentada en la fuente de la santa Eucaristía, brilló de tal modo que difundió sus consejos a lo largo y a lo ancho de toda Europa, y con su sabiduría llevó a Dios a muchísimas almas. (1859)
2. Conmemoración de san Aristarco de Tesalónica, que fue discípulo del apóstol san Pablo, fiel compañero en sus viajes y prisionero junto a él en Roma. (s. I)
3. En Roma, en la vía Tiburtina, santos Justino y Crescencio, mártires. (258)
4. En Tarsia, lugar de Bitinia, hoy Turquía, san Eleuterio, mártir. (s. IV)
5. En Persia, actual Irak, santa Ia, mártir durante el reinado de Sapor II. (c. 632)
6. En Tours, población de Neustria, actual Francia, conmemoración de san Eufronio, obispo, que participó en varios concilios, restauró muchas iglesias en la ciudad, erigió parroquias en las aldeas y promovió con gran esmero la veneración de la Santa Cruz (573).
7*. En los bosques de Panaia, cerca de Catanzaro, en la actual región italiana de Calabria, san Onofre, eremita, insigne por sus ayunos y por la austeridad de vida. (995)
8*. En Split, en Dalmacia, actual Croacia, san Rainero, obispo y mártir, que en primer lugar fue monje, después sobrellevó grandes padecimientos por defender los derechos de la Iglesia en la sede episcopal de Cagli y posteriormente murió apedreado en la de Split. (1180)
9*. En Bolonia, en la actual región italiana de Emilia-Romaña, beata Cecilia, virgen, que recibió el hábito de religiosa de manos de santo Domingo, de cuya vida y de cuyo espíritu fue testimonio fidelísima. (1290)
10*. En Londres, en Inglaterra, beato Guillermo Horne, mártir, monje en la Cartuja de esta ciudad, en la que nunca se apartó del cumplimiento de la Regla. Debilitado por una larga permanencia en la cárcel durante el reinado de Enrique VIII, y sometido finalmente al suplicio en el patíbulo de Tyburn, emigró a la diestra de Cristo. (1540)
11*. En Montreal, en la región de Quebec, en Canadá, beato Federico Janssoone, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, el cual, para el progreso de la fe, difundió notablemente las peregrinaciones a Tierra Santa. (1916)
12*. En Madrid, en España, beato Gonzalo Gonzalo, religioso de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios y mártir, que en tiempo de persecución contra la religión, confirmó con la sangre el testimonio de su fe en Cristo. (1936)
13*. En Barcelona, también de España, beatos mártires José Batalla Parramón, presbítero, José Rabasa Bentanachs y Egidio Gil Rodicio, religiosos de la Sociedad de San Francisco de Sales, que durante la misma persecución, alcanzaron la vida eterna con la defensa de la fe. (1936)
14*. En el campo de concentración de Dachau, cerca de Munich, en Alemania, beato Enrique Krzysztofik, presbítero y mártir, el cual, deportado, en tiempo de guerra, desde Polonia a una cárcel extranjera por haberse profesado cristiano, consumó entre suplicios su martirio. (1942)

Papa Benedicto XVI, Homilía en la Misa del santísimo Cuerpo y Sangre del Señor (22-mayo-2008).

SANTA MISA Y PROCESIÓN EUCARÍSTICA A LA BASÍLICA DE SANTA MARÍA LA MAYOR EN LA SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
HOMILÍA DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI

Atrio de la Basílica de San Juan de Letrán. Jueves 22 de mayo de 2008

Queridos hermanos y hermanas:

Después del tiempo fuerte del año litúrgico, que, centrándose en la Pascua se prolonga durante tres meses —primero los cuarenta días de la Cuaresma y luego los cincuenta días del Tiempo pascual—, la liturgia nos hace celebrar tres fiestas que tienen un carácter "sintético": la Santísima Trinidad, el Corpus Christi y, por último, el Sagrado Corazón de Jesús.

¿Cuál es el significado específico de la solemnidad de hoy, del Cuerpo y la Sangre de Cristo? Nos lo manifiesta la celebración misma que estamos realizando, con el desarrollo de sus gestos fundamentales: ante todo, nos hemos reunido alrededor del altar del Señor para estar juntos en su presencia; luego, tendrá lugar la procesión, es decir, caminar con el Señor; y, por último, arrodillarse ante el Señor, la adoración, que comienza ya en la misa y acompaña toda la procesión, pero que culmina en el momento final de la bendición eucarística, cuando todos nos postremos ante Aquel que se inclinó hasta nosotros y dio la vida por nosotros. Reflexionemos brevemente sobre estas tres actitudes para que sean realmente expresión de nuestra fe y de nuestra vida.

Así pues, el primer acto es el de reunirse en la presencia del Señor. Es lo que antiguamente se llamaba "statio". Imaginemos por un momento que en toda Roma sólo existiera este altar, y que se invitara a todos los cristianos de la ciudad a reunirse aquí para celebrar al Salvador, muerto y resucitado. Esto nos permite hacernos una idea de los orígenes de la celebración eucarística, en Roma y en otras muchas ciudades a las que llegaba el mensaje evangélico: en cada Iglesia particular había un solo obispo y en torno a él, en torno a la Eucaristía celebrada por él, se constituía la comunidad, única, pues era uno solo el Cáliz bendecido y era uno solo el Pan partido, como hemos escuchado en las palabras del apóstol san Pablo en la segunda lectura (cf. 1 Co 10, 16-17).

Viene a la mente otra famosa expresión de san Pablo: "Ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Ga 3, 28). "Todos vosotros sois uno". En estas palabras se percibe la verdad y la fuerza de la revolución cristiana, la revolución más profunda de la historia humana, que se experimenta precisamente alrededor de la Eucaristía: aquí se reúnen, en la presencia del Señor, personas de edad, sexo, condición social e ideas políticas diferentes.

La Eucaristía no puede ser nunca un hecho privado, reservado a personas escogidas según afinidades o amistad. La Eucaristía es un culto público, que no tiene nada de esotérico, de exclusivo. Nosotros, esta tarde, no hemos elegido con quién queríamos reunirnos; hemos venido y nos encontramos unos junto a otros, unidos por la fe y llamados a convertirnos en un único cuerpo, compartiendo el único Pan que es Cristo. Estamos unidos más allá de nuestras diferencias de nacionalidad, de profesión, de clase social, de ideas políticas: nos abrimos los unos a los otros para convertirnos en una sola cosa a partir de él. Esta ha sido, desde los inicios, la característica del cristianismo, realizada visiblemente alrededor de la Eucaristía, y es necesario velar siempre para que las tentaciones del particularismo, aunque sea de buena fe, no vayan de hecho en sentido opuesto. Por tanto, el Corpus Christi ante todo nos recuerda que ser cristianos quiere decir reunirse desde todas las partes para estar en la presencia del único Señor y ser uno en él y con él.

El segundo aspecto constitutivo es caminar con el Señor. Es la realidad manifestada por la procesión, que viviremos juntos después de la santa misa, como su prolongación natural, avanzando tras Aquel que es el Camino. Con el don de sí mismo en la Eucaristía, el Señor Jesús nos libra de nuestras "parálisis", nos levanta y nos hace "pro-cedere", es decir, nos hace dar un paso adelante, y luego otro, y de este modo nos pone en camino, con la fuerza de este Pan de la vida. Como le sucedió al profeta Elías, que se había refugiado en el desierto por miedo a sus enemigos, y había decidido dejarse morir (cf. 1 R 19, 1-4). Pero Dios lo despertó y le puso a su lado una torta recién cocida: "Levántate y come —le dijo—, porque el camino es demasiado largo para ti" (1 R 19, 5. 7).

La procesión del Corpus Christi nos enseña que la Eucaristía nos quiere librar de todo abatimiento y desconsuelo, quiere volver a levantarnos para que podamos reanudar el camino con la fuerza que Dios nos da mediante Jesucristo. Es la experiencia del pueblo de Israel en el éxodo de Egipto, la larga peregrinación a través del desierto, de la que nos ha hablado la primera lectura. Una experiencia que para Israel es constitutiva, pero que resulta ejemplar para toda la humanidad.

De hecho, la expresión "no sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca del Señor" (Dt 8, 3) es una afirmación universal, que se refiere a todo hombre en cuanto hombre. Cada uno puede hallar su propio camino, si se encuentra con Aquel que es Palabra y Pan de vida, y se deja guiar por su amigable presencia. Sin el Dios-con-nosotros, el Dios cercano, ¿cómo podemos afrontar la peregrinación de la existencia, ya sea individualmente ya sea como sociedad y familia de los pueblos?

La Eucaristía es el sacramento del Dios que no nos deja solos en el camino, sino que nos acompaña y nos indica la dirección. En efecto, no basta avanzar; es necesario ver hacia dónde vamos. No basta el "progreso", si no hay criterios de referencia. Más aún, si nos salimos del camino, corremos el riesgo de caer en un precipicio, o de alejarnos más rápidamente de la meta. Dios nos ha creado libres, pero no nos ha dejado solos: se ha hecho él mismo "camino" y ha venido a caminar juntamente con nosotros a fin de que nuestra libertad tenga el criterio para discernir la senda correcta y recorrerla.

Al llegar a este punto, no se puede menos de pensar en el inicio del "Decálogo", los diez mandamientos, donde está escrito: "Yo, el Señor, soy tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre. No habrá para ti otros dioses delante de mí" (Ex 20, 2-3). Aquí encontramos el tercer elemento constitutivo del Corpus Christi: arrodillarse en adoración ante el Señor. Adorar al Dios de Jesucristo, que se hizo pan partido por amor, es el remedio más válido y radical contra las idolatrías de ayer y hoy. Arrodillarse ante la Eucaristía es una profesión de libertad: quien se inclina ante Jesús no puede y no debe postrarse ante ningún poder terreno, por más fuerte que sea. Los cristianos sólo nos arrodillamos ante Dios, ante el Santísimo Sacramento, porque sabemos y creemos que en él está presente el único Dios verdadero, que ha creado el mundo y lo ha amado hasta el punto de entregar a su Hijo único (cf. Jn 3, 16).

Nos postramos ante Dios que primero se ha inclinado hacia el hombre, como buen Samaritano, para socorrerlo y devolverle la vida, y se ha arrodillado ante nosotros para lavar nuestros pies sucios. Adorar el Cuerpo de Cristo quiere decir creer que allí, en ese pedazo de pan, se encuentra realmente Cristo, el cual da verdaderamente sentido a la vida, al inmenso universo y a la criatura más pequeña, a toda la historia humana y a la existencia más breve. La adoración es oración que prolonga la celebración y la comunión eucarística; en ella el alma sigue alimentándose: se alimenta de amor, de verdad, de paz; se alimenta de esperanza, pues Aquel ante el cual nos postramos no nos juzga, no nos aplasta, sino que nos libera y nos transforma.

Por eso, reunirnos, caminar, adorar, nos llena de alegría. Haciendo nuestra la actitud de adoración de María, a la que recordamos de modo especial en este mes de mayo, oramos por nosotros y por todos; oramos por todas las personas que viven en esta ciudad, para que te conozcan a ti, Padre, y al que enviaste, Jesucristo, a fin de tener así la vida en abundancia. Amén.

martes, 28 de junio de 2022

Martes 2 agosto 2022, Martes de la XVIII semana del Tiempo Ordinario, feria o san Eusebio de Vercelli, obispo, memoria libre o san Pedro Julián Eymard, presbítero, memoria libre.

SOBRE LITURGIA

SANTA MESSA PER IL BATTESIMO DI TREDICI NEONATI
OMELIA DI GIOVANNI PAOLO II

Domenica, 10 gennaio 1982

1. “Tu sei il Figlio mio prediletto, in te mi sono compiaciuto” (Mc 1,11).

Cari fratelli e sorelle, queste parole, che segnano il culmine della narrazione evangelica odierna del Battesimo di Gesù, a cui è consacrata la Liturgia di questa domenica, accompagnano mirabilmente il sacramento del Battesimo, che sto per conferire ai Neonati qui presenti.

So che questo è un momento caratterizzato anche da un’intensa emozione umana, soprattutto per i Genitori dei bambini e per i parenti più prossimi. Ma ciò che noi ora operiamo trova il suo significato più profondo nel fatto che mettiamo in essere un nuovo e straordinario rapporto di grazia tra Dio e queste creature, che sono già persone umane nel pieno senso della parola, a cui i Padrini prestano la voce e la risposta.

2. “Tu sei il Figlio mio prediletto”! La voce dal cielo, al Giordano, valeva in grado sommo ed incomparabile per Gesù, unico vero Figlio di Dio da sempre. Ma oggi e ad ogni Battesimo, è come se quelle parole celesti venissero ancora di nuovo pronunciate, con significato non identico ma analogo a quelle evangeliche, su ciascun battezzato. Con questo sacramento, infatti, viene donata in modo nuovo la paternità di Dio, e chi la riceve acquista un nuovo rapporto di filiazione nei suoi confronti. Si instaura così una condizione di intima comunione con Lui, la quale rappresenta il superamento di ogni alienazione interiore dovuta al peccato, e quindi la formazione, come scrive san Paolo, di “una nuova creatura” (2Cor 5,17).

3. Il Battesimo, pertanto, è davvero una nuova nascita, una rinascita, come si esprime lo stesso Apostolo: “Un lavacro di rigenerazione e di rinnovamento nello Spirito Santo” (Tt 3,5). Ed è per questo che tutti noi, in quest’ora, ci rallegriamo vivamente di profonda letizia spirituale. La nostra è la gioia della famiglia ecclesiale, che corrisponde esattamente a quella del momento del parto, quando la madre esulta perché “è venuto al mondo un uomo” (Gv 16,21). Così facciamo noi, perché in questo momento alcuni nuovi membri entrano a far parte della famiglia di Dio, e, se essi acquistano in lui un nuovo Padre, trovano pure in noi dei nuovi fratelli, pronti ad accoglierli con premura e con esultanza nella grande comunità dei figli di Dio.

4. Un dovere, però, s’impone a tutti noi, ed in special modo ai genitori ed ai padrini: quello di educare responsabilmente i neo-battezzati e di aiutarli a crescere cristianamente. Dagli Atti degli Apostoli abbiamo sentito che Gesù, dopo il suo Battesimo, “passò beneficando e risanando tutti” (At 10,38). Il Battesimo deve manifestarsi nella vita concreta, con una testimonianza luminosa e adeguata ai fondamenti ricevuti in quel sacramento. Infatti, “per mezzo del Battesimo siamo stati sepolti insieme a Cristo nella morte, perché come Cristo fu risuscitato dai morti..., così anche noi possiamo camminare in una vita nuova” (Rm 6,4). Occorre che il seme della grazia, impiantato “nei nostri cuori” (Gal 4,6; Rm 5,5), e cioè nell’intimo dei battezzati, cresca e fruttifichi in abbondanza, e per questo è determinante l’apporto di chi più da vicino li segue e può condizionare la loro maturazione cristiana.

5. Per tutto questo, anche tutti voi adulti siete chiamati oggi a vivere il vostro battesimo, cioè a rinnovare la vostra fede nel Signore ed i vostri impegni ecclesiali, poiché ciò che ora celebriamo ci coinvolge tutti personalmente. Da parte mia, assicuro la mia preghiera non solo per i piccoli battezzandi, ma pure per voi, perché possiate affrontare degnamente i vostri doveri cristiani nei loro riguardi. E tutti insieme chiediamo al Signore “di essere potentemente rafforzati dal suo Spirito nell’uomo interiore” (Ef 3,16) per vivere sempre alla sua maggior gloria.

Amen.

CALENDARIO

2 MARTES DE LA XVIII SEMANA DEL T. ORDINARIO, feria o SAN EUSEBIO DE VERCELLI, obispo, memoria libre o SAN PEDRO JULIÁN EYMARD, presbítero, m. libre

Misa
de feria (verde) o de una de las memorias (blanco).
MISAL: para la feria cualquier formulario permitido (véase pág. 67, n. 5) / para la memoria de san Eusebio V. 1.ª orac. prop. y el resto del común de pastores (para un obispo), o de un domingo del T.O. / para la memoria de san Julián E. 1.ª orac. prop. y el resto del común de santos (para religiosos) o de pastores (para un pastor), o de un domingo del T.O.; Pf. común o de la memoria.
LECC.: vol. III-par.
- Jer 30, 1-2. 12b-15. 18-22.
Por todos tus numerosos pecados te he tratado de ese modo. Cambiaré la suerte de las tiendas de Jacob.
- Sal 101. R. El Señor reconstruyó Sion, y apareció en su gloria.
- Mt 14, 22-36. Mándame ir a ti sobre el agua.
o bien:
cf. vol. IV.

Liturgia de las Horas: oficio de feria o de una de las memorias.

Martirologio: elogs. del 3 de agosto, pág. 465.
CALENDARIOS: Getafe: Nuestra Señora de los Ángeles (S).
Osma-Soria: San Pedro de Osma, obispo (S).
Sacramentinos: San Pedro Julián Eymard, presbítero (S). PP. Maristas: (MO).
Familia Franciscana y Hermanas de la Cruz: Santa María de los Ángeles de la Porciúncula (F).
Hermanas del Ángel de la Guarda: Bienaventurada Virgen María de los Ángeles (F).
Canónigos Regulares de Letrán: San Eusebio de Vercelli, obispo (MO).
Dominicos: Beata Juana de Aza (MO). Burgos: (ML).
Agustinos: Beato Juan de Rieti, religioso (ML).
Familia Salesiana: Beato Augusto Czartoryski, presbítero (ML).
Jesuitas: San Pedro Fabro, presbítero (ML).

TEXTOS MISA

Misa de la feria: del XVIII Domingo del Tiempo Ordinario (o de otro domingo del T. Ordinario)

Memoria de san Eusebio Vercelli:
2 de agosto
San Eusebio de Vercelli, obispo

La oración colecta es propia, el resto del común de Pastores, II. Para un obispo 2.

Antífona de entrada Cf. 1 Sam 2, 35
Suscitaré un sacerdote fiel, que obre según mi corazón y mis deseos, dice el Señor.
Suscitábo mihi sacerdótem fidélem, qui iuxta cor meum et ánimam meam fáciet, dicit Dóminus.
O bien: Cf. Lc 12, 42
Este es el administrador fiel y prudente a quien el Señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas.
Fidélis et prudens dispensátor in magni patrisfamílias domo constitútus erat, ut consérvis suis mensúram trítici erogáret.

Monición de entrada
Recordamos en esta celebración a san Eusebio, primer obispo de Vercelli, en Italia. Nació en Cerdeña a principios del siglo IV. La defensa y el esclarecimiento de la fe le causaron sufrimientos y el destierro. Vuelto a su sede después de ocho años de exilio, se esforzó con empeño y valentía para restablecer la fe contra la herejía arriana. Allí entregó su alma Dios el año 371.

Oración colecta
Señor y Dios nuestro, concédenos imitar la constancia del obispo san Eusebio de Verceli en la defensa de la divinidad de Cristo, para que, perseverando en la fe que él nos enseñó, merezcamos participar de la vida de tu Hijo. Él, que vive y reina contigo.
Fac nos, Dómine Deus, in asserénda Fílii tui divinitáte, beáti Eusébii epíscopi constántiam imitári, ut, fidem servántes quam ipse dócuit, eiúsdem Fílii tui vitae partícipes esse mereámur. Qui tecum.

Memoria de san Julián Eymard:
2 de agosto
San Pedro Julián Eymard, presbítero

La oración colecta es propia, el resto está tomado del común de santos y santas: II. Para monjes y religiosos; D. Para religiosos 1.

Antífona de entrada Cf. Sal 15, 5
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa: tú eres el que restituyes mi heredad.
Dóminus pars hereditátis meae et cálicis mei: tu es qui restítues hereditátem meam mihi.

Monición de entrada
Conmemoramos en esta celebración a san Pedro Julián Eymard, presbítero, el cual fue primero sacerdote diocesano y después miembro de la Compañía de María. Fiel adorador del misterio eucarístico, instituyó dos nuevas congregaciones, una de clérigos y otra de mujeres, para fomentar y difundir la piedad hacia el Santísimo Sacramento. Murió el año 1868 en Francia, donde había nacido en 1811.

Oración colecta
Oh, Dios, que hiciste brillar a san Pedro Julián Eymard por un amor admirable hacia los santos misterios del Cuerpo y de la Sangre de tu Hijo, concédenos en tu bondad recibir la misma riqueza que él encontró en este divino sacramento. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui beátum Petrum Iuliánum erga sacra mystéria Córporis et Sánguinis Fílii tui dilectióne decorásti mirífica, concéde propítius, ut, quam ille ex hoc divíno percépit pinguédinem, eándem et nos percípere mereámur. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Martes de la XVIII semana del Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA Jer 30, 1-2. 12b-15. 18-22
Por todos tus numerosos pecados te he tratado de ese modo. Cambiaré la suerte de las tiendas de Jacob

Lectura del libro de Jeremías.

Palabra que recibió Jeremías de parte del Señor:
«Esto dice el Señor, Dios de Israel:
“Escribe en un libro todas las palabras que he dicho:
Tu fractura es incurable,
tu herida está infectada;
tu llaga no tiene remedio,
no hay medicina que la cierre.
Tus amantes te han olvidado,
ya no preguntan por ti,
pues te herí como un enemigo,
te di un escarmiento cruel.
Y todo por tus muchos crímenes,
por la gran cantidad de tus pecados.
¿Por qué gritas por tu herida?
Tu llaga es incurable.
Por tantos y tantos crímenes,
por todos tus numerosos pecados
te he tratado de ese modo”.
Pero esto dice el Señor:
“Cambiaré la suerte de las tiendas de Jacob,
voy a compadecerme de sus moradas;
reconstruirán la ciudad sobre sus ruinas,
su palacio se asentará en su puesto.
De allí saldrán alabanzas,
voces con aire de fiesta.
Haré que crezcan y no mengüen,
que sea reconocida su importancia,
que no sean despreciados.
Serán sus hijos como antaño,
su asamblea, estable en mi presencia;
yo castigaré a sus opresores.
De entre ellos surgirá un príncipe,
su gobernante saldrá de entre ellos;
lo acercaré y estará junto a mí,
pues ¿quién arriesgaría su vida
por ponerse cerca de mí?
—oráculo del Señor—.
Y vosotros seréis mí pueblo
y yo seré vuestro Dios”».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 101, 16-18. 19-21. 29 y 22-23 (R.: cf. 17)
R.
El Señor reconstruyó Sión, y apareció en su gloria.
Ædificávit Dóminus Sion, et appáruit in glória sua.

V. Los gentiles temerán tu nombre,
los reyes del mundo, tu gloria.
Cuando el Señor reconstruya Sión,
y aparezca en su gloria,
y se vuelva a las súplicas de los indefensos,
y no desprecie sus peticiones.
R. El Señor reconstruyó Sión, y apareció en su gloria.
Ædificávit Dóminus Sion, et appáruit in glória sua.

V. Quede esto escrito para la generación futura,
y el pueblo que será creado alabará al Señor.
Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario,
desde el cielo se ha fijado en la tierra,
para escuchar los gemidos de los cautivos
y librar a los condenados a muerte.
R. El Señor reconstruyó Sión, y apareció en su gloria.
Ædificávit Dóminus Sion, et appáruit in glória sua.

V. Los hijos de tus siervos vivirán seguros,
su linaje durará en tu presencia.
Para anunciar en Sión el nombre del Señor,
y su alabanza en Jerusalén,
cuando se reúnan unánimes los pueblos
y los reyes para dar culto al Señor.
R. El Señor reconstruyó Sión, y apareció en su gloria.
Ædificávit Dóminus Sion, et appáruit in glória sua.

Aleluya Jn 1, 49b
R.
Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. R.
Rabbi, tu es Filius Dei, tu es Rex Israel.

EVANGELIO (opción 1 para todos los años) Mt 14, 22-36
Mándame ir a ti sobre el agua
 Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
R. Gloria a ti, Señor.

Después que la gente se hubo saciado, enseguida Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.
Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo.
Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, diciendo que era un fantasma.
Jesús les dijo enseguida:
«¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!».
Pedro le contestó:
«Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua».
Él le dijo:
«Ven».
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:
«Señor, sálvame».
Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:
«¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?».
En cuanto subieron a la barca amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él diciendo:
«Realmente eres Hijo de Dios».
Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Y lo hombres de aquel lugar apenas lo reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y le trajeron a todos los enfermos.
Le pedían tocar siquiera la orla de su manto. Y cuantos la tocaban quedaban curados.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Homilía 18-noviembre-2018
El Señor extiende su mano: es un gesto gratuito, no obligado. Así es como se hace. No estamos llamados a hacer el bien solo a los que nos aman. Corresponder es normal, pero Jesús pide ir más lejos (cf. Mt 5, 46): dar a los que no tienen con qué devolver, es decir, amar gratuitamente (cf. Lc 6, 32-36). Miremos lo que sucede en cada una de nuestras jornadas: entre tantas cosas, ¿hacemos algo gratuito, alguna cosa para los que no tienen cómo corresponder? Esa será nuestra mano extendida, nuestra verdadera riqueza en el cielo.

Oración de los fieles
Ferias del Tiempo Ordinario III

Reunidos en la unidad, hermanos, para recordar los beneficios de nuestro Dios, pidámosle que inspire nuestras plegarias, para que merezcan ser atendidas.
- Por el papa N., por nuestro obispo N., por todo el clero y el pueblo a ellos encomendado. Roguemos al Señor.
- Por todos los gobernantes y sus ministros, encargados de velar por el bien común. Roguemos al Señor.
- Por los navegantes, por los que están de viaje, por los cautivos y por los encarcelados. Roguemos al Señor.
- Por todos nosotros, reunidos en este lugar santo en la fe, devoción, amor y temor de Dios. Roguemos al Señor.
Que te sean gratos, Señor, los deseos de tu Iglesia suplicante, para que tu misericordia nos conceda lo que no podemos esperar por nuestros méritos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Memoria de san Eusebio de Vercelli:
Oración sobre las ofrendas
Recibe, Señor, estos dones de tu pueblo ofrecidos en la fiesta de san N., para que, por medio de ellos, percibamos confiadamente el auxilio de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Súscipe, Dómine, haec múnera pópuli tui, quae tibi in beáti N. festivitáte offérimus, ut per éadem, sicut confídimus, tuae pietátis sentiámus auxílium. Per Christum.

PREFACIO DE LOS SANTOS PASTORES
LA PRESENCIA DE LOS SANTOS PASTORES EN LA IGLESIA
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque nos concedes la alegría de celebrar hoy la fiesta de san N., fortaleciendo a tu Iglesia con el ejemplo de su vida santa, instruyéndola con su palabra y protegiéndola con su intercesión.
Por eso, con los ángeles y la multitud de los santos, te cantamos el himno de alabanza diciendo sin cesar:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: per Christum Dóminum nostrum.
Quia sic tríbuis Ecclésiam tuam sancti N. festivitáte gaudére, ut eam exémplo piae conversatiónis corróbores, verbo praedicatiónis erúdias, gratáque tibi supplicatióne tueáris.
Et ídeo, cum Angelórum atque Sanctórum turba, hymnum laudis tibi cánimus, sine fine dicéntes:
Santo, Santo, Santo...

Antífona de la comunión Cf. Jn 10, 10
Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante, dice el Señor.
Ego veni ut vitam hábeant, et abundántius hábeant, dicit Dóminus.
O bien: Cf. Mc 16, 17-18
A los que crean en mí, dice el Señor, les acompañarán estos signos: echarán demonios, impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos.
Signa eórum qui in me credunt, dicit Dóminus, haec sequéntur: daemónia eícient, super aegros manus impónent, et bene habébunt.

Oración después de la comunión
Saciados con la comunión del Cuerpo santo y la Sangre preciosa de tu Hijo, te pedimos, Señor y Dios nuestro, que lo que hemos celebrado con piedad sincera produzca en nosotros frutos de salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Córporis sacri et pretiósi Sánguinis alimónia repléti, quaesumus, Dómine Deus noster, ut, quod pia devotióne gérimus, certa redemptióne capiámus. Per Christum.

Memoria de san Julián Eymard:
Oración sobre las ofrendas
Dios misericordioso, que destruiste el hombre viejo y quisiste crear el hombre nuevo a tu imagen en san N., concédenos, renovados del mismo modo, ofrecer este sacrificio de reconciliación, agradable a ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Clementíssime Deus, qui, vétere hómine consúmpto, novum secúndum te in beáto N. creáre dignátus es, concéde propítius, ut nos páriter renováti hanc placatiónis hóstiam tibi acceptábilem offerámus. Per Christum.

PREFACIO DE LOS SANTOS PASTORES
LA PRESENCIA DE LOS SANTOS PASTORES EN LA IGLESIA
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque nos concedes la alegría de celebrar hoy la fiesta de san N., fortaleciendo a tu Iglesia con el ejemplo de su vida santa, instruyéndola con su palabra y protegiéndola con su intercesión.
Por eso, con los ángeles y la multitud de los santos, te cantamos el himno de alabanza diciendo sin cesar:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: per Christum Dóminum nostrum.
Quia sic tríbuis Ecclésiam tuam sancti N. festivitáte gaudére, ut eam exémplo piae conversatiónis corróbores, verbo praedicatiónis erúdias, gratáque tibi supplicatióne tueáris.
Et ídeo, cum Angelórum atque Sanctórum turba, hymnum laudis tibi cánimus, sine fine dicéntes:
Santo, Santo, Santo...

Antífona de la comunión Cf. Mt 19, 27-29
En verdad os digo, los que lo habéis dejado todo y me habéis seguido recibiréis cien veces más y heredaréis la vida eterna.
Amen dico vobis quod vos, qui reliquístis ómnia, et secúti estis me, céntuplum accipiétis, et vitam aetérnam possidébitis.

Oración después de la comunión
Te rogamos, Señor, por la eficacia de este sacramento y el ejemplo de san N., que nos mantengas siempre en tu amor y lleves a su perfección hasta el día de Cristo Jesús la obra buena que has comenzado en nosotros. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Per huius virtútem sacraménti, quaesumus, Dómine, beáti N. exémplo, deduc nos iúgiter in tua dilectióne, et opus bonum quod copísti in nobis pérfice usque in diem Christi Iesu. Qui vivit et regnat in saecula saeculórum.

MARTIROLOGIO

Elogios del 3 de agosto

1. En Nápoles, ciudad de Campania, san Asprenato, primer obispo de esta población. (s. II/III)
2. En Autun, en la Galia Lugdunense, hoy Francia, san Eufronio, obispo, que edificó una basílica en honor del mártir san Simforiano y adornó con mayor decoro el sepulcro de san Martín de Tours. (d. 475)
3. En el monte Másico, en la región actualmente italiana de Campania, san Martín, que, llevando vida solitaria, permaneció muchísimos años retirado en una angosta cueva. (580)
4. En Anagni, en el Lacio, también en la actual Italia, san Pedro, obispo, que brilló en primer lugar por la observancia monástica y después por el celo pastoral, llevando a término la construcción de la iglesia catedral. (1105)
5*. En Lucera, en el territorio de Apulia, asimismo en Italia, beato Agustín Kazotic, obispo, de la orden de Predicadores, que en un principio estuvo al frente de la Iglesia de Zagreb y, posteriormente, por la hostilidad del rey de Dalmacia, asumió la sede de Lucera, donde desarrolló una gran obra de ayuda en favor de los pobres y los necesitados. (1323)
6*. En Alicante, en España, beato Salvador Ferrandis Segui, presbítero y mártir, que en la persecución contra la fe derramó su sangre por Cristo y alcanzó, así, la palma de la gloria. (1936)
7*. En el pueblo de Samalús, cerca de Barcelona, también en España, beatos mártires Alfonso López López, presbítero, y Miguel Remón Salvador, ambos religiosos de la Orden de Hermanos Menores Conventuales, que en la misma persecución recibieron la corona del martirio por dar testimonio de Cristo. (1936)
8. En la ciudad de Barcelona, nuevamente en España, beato Francisco Bandrés Sánchez, presbítero de la Sociedad de San Francisco de Sales y mártir, que en la mencionada persecución, confirmó con su sangre su fidelidad al Señor. (1936)