Misal Romano (3ªed.)
ORDINARIO DE LA MISA
ORDINARIO DE LA MISA
CELEBRADA
CON PARTICIPACIÓN DEL PUEBLO
RITOS INICIALES
Canto
de entrada
1.
Reunido el pueblo, el sacerdote se
dirige al altar, con los ministros, mientras se entona el canto de
entrada.
Saludo
al altar y al pueblo congregado
Cuando
llega al altar, habiendo hecho con los ministros una inclinación
profunda, venera el altar con un beso y, si es oportuno, inciensa la
cruz y el altar. Después se dirige con los ministros a la sede.
Terminado
el canto de entrada, el sacerdote y los fieles, de pie, se santiguan
con la señal de la cruz, mientras el sacerdote, vuelto hacia el
pueblo, dice:
En el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
In nómine
Patris, et Fílii, et Spíritus Sancti.
El
pueblo responde:
Amén.
2. Después
el sacerdote, extendiendo las manos, saluda al pueblo con una de las
fórmulas siguientes:
La gracia
de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del
Espíritu Santo esté con todos vosotros.
Grátia
Dómini nostri Iesu Christi, et cáritas Dei, et communicátio Sancti
Spíritus sit cum ómnibus vobis.
O
bien:
La gracia
y la paz de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo, el Señor, esté
con todos vosotros.
Grátia
vobis et pax a Deo Patre nostro et Dómino Iesu Christo.
O
bien:
El Señor
esté con vosotros.
Dóminus
vobíscum.
O
bien:
El Señor, que dirige nuestros
corazones para que amemos a Dios, esté con todos vosotros.
O
bien:
La paz, la caridad y la fe, de parte
de Dios Padre, y de Jesucristo, el Señor, estén con todos vosotros.
O
bien:
El Dios de la esperanza, que por la
acción del Espíritu Santo nos colma con su alegría y con su paz,
permanezca siempre con todos vosotros.
Otra fórmulas
de saludo propias para los diversos tiempos litúrgicos
Tiempo
de Adviento: El Señor, que viene a salvarnos, esté
con vosotros.
Tiempo
de Navidad: La paz y el amor de Dios, nuestro Padre, que se
ha manifestado en Cristo, nacido para nuestra salvación, estén con
todos vosotros.
Tiempo
de Cuaresma: La gracia y el amor de Jesucristo, que nos
llama a la conversión, estén con todos vosotros.
Cincuentena
pascual: El Dios de la vida, que ha
resucitado a Jesucristo, rompiendo las ataduras de la muerte, esté
con todos vosotros.
El
obispo, en vez de las
anteriores fórmulas, en este primer saludo dice:
La
paz esté con vosotros.
Pax
vobis.
El
pueblo responde:
Y
con tu espíritu.
Et
cum spíritu tuo.
3.
El sacerdote o el diácono, u otro ministro idóneo, puede hacer una
monición muy breve para
introducir a los fieles en la misa del día.
Acto
Penitencial
4.
A continuación se hace el acto penitencial, al que el sacerdote
invita a los fieles, diciendo:
1
Hermanos:
Para celebrar dignamente estos
sagrados misterios, reconozcamos nuestros pecados.
Fratres,
agnoscámus peccáta nostra, ut apti simus ad sacra mystéria
celebránda.
O
bien:
El Señor Jesús, que nos invita a la
mesa de la Palabra y de la Eucaristía, nos llama ahora a la
conversión. Reconozcamos, pues, que somos pecadores e invoquemos con
esperanza la misericordia de Dios.
O bien, pero sólo
en los domingos y durante la Octava de Pascua:
En el día que celebramos la victoria
de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte, reconozcamos que estamos
necesitados de la misericordia del Padre para morir al pecado y
resucitar a la vida nueva.
Se
hace una breve pausa en silencio. Después, todos dicen en común la
fórmula de la confesión general:
Yo
confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he
pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión:
Confíteor
Deo omnipoténti et vobis, fratres, quia peccávi nimis cogitatióne,
verbo, ópere et omissióne:
Y,
golpeándose el pecho, dicen:
Por mi
culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
mea
culpa, mea culpa, mea máxima culpa.
Luego
prosiguen:
Por
eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los
santos y a vosotros, hermanos, que intercedan por mí ante Dios,
nuestro Señor.
Ideo
precor beátam Maríam semper Vírginem, omnes Angelos et Sanctos, et
vos, fratres, oráre pro me ad Dóminum Deum nostrum.
El
sacerdote concluye con la siguiente plegaria:
Dios todopoderoso tenga misericordia
de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Misereátur
nostri omnípotens Deus et, dimissís peccátis nostris, perdúcat
nos ad vitam aetérnam.
El
pueblo responde:
Amén.
2
5.
El
sacerdote invita a los fieles al acto penitencial:
Fratres, agnoscámus peccáta
nostra, ut apti simus ad sacra mystéria celebránda.
Al comenzar esta celebración
eucarística, pidamos a Dios que nos conceda la conversión de
nuestros corazones; así obtendremos la reconciliación y se
acrecentará nuestra comunión con Dios y con nuestros hermanos.
O
bien:
Humildes y penitentes, como el
publicano en el templo, acerquémonos al Dios justo, y pidámosle que
tenga piedad de nosotros, que también nos reconocemos pecadores.
Se
hace una breve pausa en silencio. Después el sacerdote dice:
Señor, ten misericordia de nosotros.
Miserére
nostri, Dómine.
El
pueblo responde:
Porque
hemos pecado contra ti.
Quia
peccávimus tibi.
El
sacerdote prosigue:
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Osténde
nobis, Dómine, misericórdiam tuam.
El
pueblo responde:
Y danos tu
salvación.
Et
salutáre tuum da nobis.
El
sacerdote concluye con la siguiente plegaria:
Dios todopoderoso tenga misericordia
de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Misereátur
nostri omnípotens Deus et, dimíssis peccátis nostris, perdúcat
nos ad vitam aetérnam.
El
pueblo responde:
Amén.
3
6.
El sacerdote invita a los fieles al arrepentimiento:
Fratres, agnoscámus peccáta
nostra, ut apti simus ad sacra mystéria celebránda.
Jesucristo, el justo, intercede por
nosotros y nos reconcilia con el Padre. Abramos, pues, nuestro
espíritu al arrepentimiento, para acercarnos a la mesa del Señor.
O
bien:
El Señor ha dicho: «El que esté
sin pecado, que tire la primera piedra». Reconozcámonos, pues,
pecadores y perdonémonos los unos a los otros desde lo más íntimo
de nuestro corazón.
Se
hace una breve pausa en silencio. Después el sacerdote o el diácono,
u otro
ministro,empleando
éstas u otras invocaciones, con el Señor, ten piedad
(o
bien: Kýrie, eléison),
dice:
Tú, que has sido enviado para sanar
a los contritos de corazón: Señor, ten piedad.
(o bien: Kýrie
eléison).
Qui
missus es sanáre contrítos corde: Kyrie, eléison.
El
pueblo responde:
Señor,
ten piedad. (o bien: Kýrie eléison).
Sacerdote
o ministro:
Tú, que has venido a llamar a los
pecadores: Cristo ten piedad. (o
bien: Christe eléison).
Qui
peccatóres vocáre venísti: Christe, eléison.
El
pueblo responde:
Cristo
ten piedad. (o bien: Christe eléison).
Sacerdote
o ministro:
Tú que estás sentado a la derecha
del Padre para interceder por nosotros: Señor, ten piedad. (o
bien: Kýrie eléison).
Qui ad
déxteram Patris sedes, ad interpellándum pro nobis: Kyrie, eléison.
El
pueblo responde:
Señor,
ten piedad. (o
bien: Kýrie
eléison).
El
sacerdote concluye con la siguiente plegaria:
Dios todopoderoso tenga misericordia
de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Misereátur
nostri omnípotens Deus et, dimíssis peccátis nostris, perdúcat
nos ad vitam aetérnam.
El
pueblo responde:
Amén.
Otras
invocaciones para la tercera fórmula del Acto penitencial
Tiempo
ordinario:
I.
Tú que eres el camino que conduce al Padre: Señor,
ten piedad. R/. Señor, ten piedad.
Tú que eres
la verdad que ilumina los pueblos: Cristo, ten piedad. R/.
Cristo ten piedad.
Tú que eres
la vida que renueva el mundo: Señor, ten piedad. R/.
Señor, ten piedad.
II.
Tú que eres la plenitud de la verdad y la gracia: Señor, ten
piedad. R/ Señor, ten piedad.
Tú que te
has hechos pobre para enriquecernos: Cristo, ten piedad. R/
Cristo ten piedad.
Tú que has
venido para hacer de nosotros un pueblo santo: Señor, ten piedad. R/
Señor, ten piedad.
III.
Tú que no has venido a condenar sino a perdonar: Señor, ten
piedad. R/. Señor, ten piedad.
Tú que has
dicho que hay gran fiesta por un pecador que se arrepiente: Cristo,
ten piedad. R/. Cristo ten piedad.
Tú que
perdonas mucho a quien mucho ama: Señor, ten piedad. R/.
Señor, ten piedad.
IV.
Tú que has venido a buscar al que estaba perdido: Señor, ten
piedad. R/. Señor, ten piedad.
Tú que has
querido dar la vida en rescate por todos: Cristo, ten piedad. R/.
Cristo, ten piedad.
Tú que
reúnes a tus hijos dispersos: Señor, ten piedad. R/.
Señor, ten piedad.
V.
Tú que ofreciste el perdón a Pedro arrepentido: Señor, ten
piedad. R/. Señor, ten piedad.
Tú que
prometiste el paraíso al buen ladrón: Cristo, ten piedad. R/.
Cristo, ten piedad.
Tú que
perdonas a todo hombre que confía en tu misericordia: Señor, ten
piedad. R/. Señor, ten piedad.
VI.
Defensor de los pobres: Señor, ten piedad. R/.
Señor, ten piedad.
Refugio de
los débiles: Cristo, ten piedad. R/.
Cristo, ten piedad.
Esperanza de
los pecadores: Señor, ten piedad. R/.
Señor, ten piedad.
Tiempo
de Adviento:
I.
Tú que viniste al mundo para salvarnos: Señor, ten piedad.
R/. Señor, ten piedad.
Tú que nos
visitas continuamente con la gracia de tu Espíritu: Cristo, ten
piedad. R/. Cristo, ten piedad.
Tú que
vendrás un día a juzgar nuestras obras: Señor, ten piedad. R/.
Señor, ten piedad.
II.
Tú que viniste a visitar a tu pueblo con la paz: Señor, ten
piedad. R/. Señor, ten piedad.
Tú que
viniste a salvar lo que estaba perdido: Cristo, ten piedad. R/.
Cristo, ten piedad.
Tú que
viniste a crear un mundo nuevo. Señor, ten piedad. R/.
Señor, ten piedad.
III.
Luz del mundo, que vienes a iluminar a los que viven en las
tinieblas: Señor, ten piedad. R/.
Señor, ten piedad.
Buen pastor,
que vienes a guiar a tu rebaño por las sendas de la verdad y la
justicia: Cristo, ten piedad. R/.
Cristo, ten piedad.
Hijo de Dios,
que volverás un día para dar cumplimiento a las promesas del Padre:
Señor, ten piedad. R/. Señor, ten
piedad.
Tiempo
de Navidad:
I.
Hijo de Dios, que, nacido de María, te hiciste nuestro
hermano: Señor, ten piedad. R/. Señor,
ten piedad.
Hijo del
hombre, que conoces y comprendes nuestra debilidad: Cristo, ten
piedad. R/. Cristo ten piedad.
Hijo
primogénito del Padre, que haces de nosotros una sola familia.
Señor, ten piedad. R/. Señor ten
piedad.
II.
Palabra eterna del Padre, por la que todo ha venido a la
existencia: Señor, ten piedad. R/. Señor,
ten piedad.
Luz
verdadera, que ha venido al mundo y a quien el mundo no recibió:
Cristo, ten piedad. R/. Cristo, ten
piedad.
Hijo de Dios,
que, hecho carne, has acampado entre nosotros: Señor, ten piedad.
R/. Señor, ten piedad.
III.
Rey de la paz y Santo de Dios: Señor, ten piedad.
R/. Señor, ten piedad.
Luz que
brilla en las tinieblas: Cristo, ten piedad. R/.
Cristo, ten piedad.
Imagen del
hombre nuevo: Señor, ten piedad. R/.
Señor, ten piedad.
Tiempo
de Cuaresma:
I.
Tú que nos has hecho renacer por el agua y el Espíritu:
Señor, ten piedad. R/. Señor ten
piedad.
Tú que
enviaste al Espíritu Santo para crear en nosotros un corazón nuevo:
Cristo, ten piedad. R/. Cristo, ten
piedad.
Tú que eres
el autor de la salvación eterna: Señor, ten piedad. R/.
Señor, ten piedad.
II.
Tú que borras nuestras culpas: Señor, ten piedad. R/.
Señor, ten piedad.
Tú que creas
en nosotros un corazón puro: Cristo, ten piedad. R/.
Cristo, ten piedad.
Tú que nos
devuelves la alegría de la salvación: Señor, ten piedad. R/.
Señor, ten piedad.
III.
Tú que has puesto la salvación del género humano en el
árbol de la Cruz: Señor, ten piedad. R/.
Señor, ten piedad.
Tú que
padeciste por nosotros para que sigamos tus huellas: Cristo, ten
piedad. R/. Cristo, ten piedad.
Tú que,
cargado con nuestros pecados, subiste al leño para que nosotros,
muertos al pecado, vivamos en la justicia: Señor, ten piedad. R/.
Señor, ten piedad.
Cincuentena
pascual:
I.
Tú que has destruido el pecado y la muerte con tu
resurrección: Señor, ten piedad. R/. Señor,
ten piedad.
Tú que has
renovado la creación entera con tu resurrección: Cristo, ten
piedad. R/. Cristo, ten piedad.
Tú que das
la alegría a los vivos y la vida a los muertos con tu resurrección:
Señor, ten piedad. R/. Señor, ten
piedad.
II.
Tú, el Primogénito de entre los muertos: Señor, ten piedad.
R/. Señor, ten piedad.
Tú, el
vencedor del pecado y de la muerte: Cristo, ten piedad. R/.
Cristo, ten piedad.
Tú, la
resurrección y la vida: Señor, ten piedad. R/.
Señor, ten piedad.
III.
Tú que eres el sumo sacerdote de la nueva Alianza: Señor,
ten piedad. R/. Señor, ten piedad.
Tú que nos
edificas como piedras vivas en el templo santo de Dios: Cristo, ten
piedad. R/. Cristo, ten piedad.
Tú que has
ascendido a la derecha del Padre para enviarnos el don del Espíritu:
Señor, ten piedad. R/. Señor, ten
piedad.
Señor, ten
piedad
7. Siguen las
invocaciones Señor, ten piedad (Kýrie
eléison),
si no se han dicho ya en alguna de las fórmulas del acto
penitencial.
V.
Señor, ten piedad.
Kyrie,
eléison.
R.
Señor, ten piedad.
Kyrie,
eléison.
V.
Cristo, ten piedad.
Christe,
eléison.
R.
Cristo, ten piedad.
Christe,
eléison.
V.
Señor, ten piedad.
Kyrie,
eléison.
R.
Señor, ten piedad.
Kyrie, eléison.
Kyrie, eléison.
Rito para la bendición y aspersión del agua en los domingos
El rito de la bendición y aspersión del agua los domingos sustituye al acto penitencial y puede usarse todos los domingos -desde las misas vespertinas de los sábados- y es recomendable especialmente en el tiempo de Pascua.
Para el rito de esta bendición, véase el Apéndice II.
Gloria
8. A continuación,
cuando está prescrito, se canta o se dice el himno:
Gloria a Dios en el cielo, y en la
tierra paz a los hombres que ama el Señor.
Glória
in excélsis Deo et in terra pax homínibus bonae voluntátis.
Por tu inmensa gloria te alabamos, te
bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor
Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso.
Laudámus
te, benedícimus te, adorámus te, glorificámus te, grátias ágimus
tibi propter magnam glóriam tuam, Dómine Deus, Rex caeléstis, Deus
Pater omnípotens.
Señor, Hijo único, Jesucristo,
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el
pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado
del mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la
derecha del Padre, ten piedad de nosotros;
Dómine
Fili Unigénite, Iesu Christe, Dómine Deus, Agnus Dei, Fílius
Patris, qui tollis peccáta mundi, miserére nobis; qui tollis
peccáta mundi, súscipe deprecatiónem nostram. Qui sedes ad
déxteram Patris, miserére nobis.
porque sólo tú eres Santo, sólo tú
Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo, en
la Gloria de Dios Padre.
Quóniam
tu solus Sanctus, tu solus Dóminus, tu solus Altíssimus, Iesu
Christe, cum Sancto Spíritu: in glória Dei Patris.
Amén.
Oración
colecta
9. Acabado el
himno, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Oremos.
Y todos, junto con
el sacerdote, oran en silencio durante un breve espacio de tiempo.
Entonces el
sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración
colecta, al final de la cual, el pueblo aclama:
Amén.
La colecta termina
siempre con la conclusión larga que el sacerdote dice con las manos
juntas:
Si la oración se
dirige al Padre:
Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Si la oración se
dirige al Padre, pero al final de ella se menciona al Hijo:
Él, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los
siglos de los siglos.
Si la oración se
dirige al Hijo:
Tú, que vives
y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios
por los siglos de los siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
LITURGIA DE LA PALABRA
Primera lectura
10. El
lector va al ambón y lee la primera
lectura, que todos escuchan
sentados.
Para indicar el
final de la lectura, el lector dice:
Palabra de Dios.
Verbum
Dómini.
Todos aclaman:
Te
alabamos, Señor.
Deo
grátias.
Salmo
responsorial
11. El salmista, o
el cantor, canta o recita el salmo,
y el pueblo prununcia la respuesta.
Segunda lectura
12. Después, si
hay segunda
lectura, el lector la lee desde
el ambón, como la primera.
Para indicar el
final de la lectura, el lector dice:
Palabra de Dios.
Verbum
Dómini.
Todos responden:
Te
alabamos, Señor.
Deo
grátias.
Aclamación que
precede a la lectura del Evangelio
13. Sigue el
Aleluya u otro canto determinado por las
rúbricas, según lo requiera el tiempo litúrgico.
Evangelio
14. Mientras
tanto, si se usa incienso,
el sacerdote lo pone en el incensario.
Después el
diácono que va a proclamar el Evangelio,
profundamente inclinado ante el sacerdote, pide la bendición,
diciendo en voz baja:
Padre, dame tu bendición.
Iube, domne, benedícere.
El sacerdote, en
voz baja, dice:
El Señor esté en tu corazón y en
tus labios, para que anuncies dignamente su Evangelio; en el nombre
del Padre, y del Hijo +, y
del Espíritu Santo.
Dóminus
sit in corde tuo et in lábiis tuis: ut digne et competénter
annúnties Evangélium suum: in nómine Patris, et Fílii, +
et Spíritus Sancti.
El diácono se
signa con la señal de la cruz y responde:
Amén.
Pero si no está
presente el diácono, el sacerdote, inclinado ante el altar, dice en
secreto:
Purifica mi corazón y mis labios,
Dios todopoderoso, para que pueda anunciar dignamente tu santo
Evangelio.
Munda cor
meum ac lábia mea, omnípotens Deus, ut sanctum Evangélium tuum
digne váleam nuntiáre.
15. Después el
diácono, o el sacerdote, se dirige al ambón, acompañado por los
ministros que llevan el incienso y los cirios, si es oportuno, y
dice:
El Señor esté con vosotros.
Dóminus
vobíscum.
El pueblo
responde:
Y con tu
espíritu.
Et cum
spíritu tuo.
El diácono, o el
sacerdote:
Lectura del santo Evangelio según
san N.
Léctio
sancti Evangélii secúndum N.,
Y, mientras tanto,
hace la señal de la cruz sobre el libro y sobre su frente, labios y
pecho.
El pueblo aclama:
Gloria a
ti, Señor.
Glória
tibi, Dómine.
Luego el diácono,
o el sacerdote, si se usa incienso, inciensa el libro y proclama el
Evangelio.
16. Acabado el
Evangelio el diácono, o el sacerdote, aclama:
Palabra del Señor.
Si la aclamación
es cantada, pueden usarse otras respuestas de alabanza a Jesucristo,
por ejemplo:
Tu
palabra, Señor, es la verdad, y tu ley nuestra libertad.
O bien:
Tu
palabra, Señor, es lámpara que alumbra nuestros pasos.
O bien:
Tu
palabra, Señor, permanece por los siglos.
Todos responden:
Gloria ti,
Señor Jesús.
Laus
tibi, Christe.
Después besa el
libro, diciendo en secreto:
Las palabras del Evangelio borren
nuestros pecados.
Per
evangélica dicta deleántur nostra delícta.
Homilía
17. Luego se
pronuncia la homilía,
que corresponde al sacerdote o al diácono, y que debe hacerse
todos los domingos y fiestas de precepto; se recomienda los otros
días.
Profesión de
fe
18. Acabada la
homilía, cuando está prescrito, se canta o se dice el Símbolo o
Profesión
de fe:
Creo en un solo Dios, Padre
Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y
lo invisible.
Credo in
unum Deum, Patrem omnipoténtem, factórem caeli et terrae,
visibílium ómnium et invisibílium.
Creo en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios
de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no
creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho;
Et in
unum Dóminum Iesum Christum, Fílium Dei Unigénitum, et ex Patre
natum ante ómnia saecula. Deum de Deo, lumen de lúmine, Deum verum
de Deo vero, génitum, non factum, consubstantiálem Patri: per quem
ómnia facta sunt.
que por nosotros, los hombres, y por
nuestra salvación bajó del cielo,
Qui
propter nos hómines et propter nostram salútem descéndit de
caelis.
En las palabras
que siguen, hasta se hizo hombre, todos
se inclinan.
y por obra del Espíritu Santo se
encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre;
Et
incarnátus est de Spíritu Sancto ex María Vírgine, et homo factus
est.
y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al
tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está
sentado a la derecha del Padre;
Crucifíxus
étiam pro nobis sub Póntio Piláto; passus et sepúltus est, et
resurréxit tértia die, secúndum Scriptúras, et ascéndit in
caelum, sedet ad déxteram Patris.
y de nuevo vendrá con gloria para
juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Et íterum
ventúrus est cum glória, iudicáre vivos et mórtuos, cuius regni
non erit finis.
Creo en el Espíritu Santo, Señor y
dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y
el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los
profetas.
Et in
Spíritum Sanctum, Dóminum et vivificántem: qui ex Patre Filióque
procédit. Qui cum Patre et Fílio simul adorátur et
conglorificátur: qui locútus est per prophétas.
Creo en la Iglesia, que es una,
santa, católica y apostólica.
Et unam,
sanctam, cathólicam et apostólicam Ecclésiam.
Confieso que hay un solo Bautismo
para el perdón de los pecados.
Confíteor
unum baptísma in remissiónem peccatórum.
Espero la resurrección de los
muertos y la vida del mundo futuro. Amén.
Et
exspécto resurrectiónem mortuórum, et vitam ventúri saeculi.
Amen.
19. En lugar lugar
del Símbolo Niceno-constantinopolitano, sobre todo en el tiempo de
Cuaresma y en el tiempo de Pascua,se puede emplear el Símbolo
bautismal de la Iglesia de Roma, también llamado «de
los Apóstoles».
Creo en Dios, Padre todopoderoso,
creador del cielo y de la tierra.
Credo in
unum Deum Patrem omnipoténtem, creatórem caeli et terrae,
Creo en Jesucristo, su único Hijo,
nuestro Señor,
et in
Iesum Christum, Fílium eius únicum, Dóminum nostrum,
En las palabras
que siguen, hasta María Virgen, todos
se inclinan.
que fue concebido por obra y gracia
del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen,
qui
concéptus est de Spíritu Sancto, natus ex María Vírgine,
padeció bajo el poder de Poncio
Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los
infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a
los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
passus
sub Póntio Piláto, crucifíxus, mórtuus, et sepúltus, descéndit
ad ínferos, tértia die resurréxit a mórtuis, ascéndit ad caelos,
sedet ad déxteram Dei Patris omnipoténtis,
Desde allí ha de venir a juzgar a
vivos y muertos.
inde
ventúrus est iudicáre vivos et mórtuos.
Creo en el Espíritu Santo, la santa
Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los
pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.
Credo in
Spíritum Sanctum, sanctam Ecclésiam cathólicam, sanctórum
communiónem, remissiónem peccatórum, carnis resurrectiónem, vitam
aetérnam. Amen.
Oración
universal
20. Después se
hace la oración universal u oración
de los fieles.
Invitatorio
El sacerdote
invita a los fieles a orar, por medio de una breve monición.
Intenciones
Las intenciones
son propuestas por un diácono o, si no lo hay, por un lector o por
otra persona idónea.
El pueblo
manifiesta su participación con una invocación u orando en
silencio.
La sucesión de
intenciones ordinariamente debe ser la siguiente:
a) Por las
necesidades de la Iglesia;
b) Por los
gobernantes y por la salvación del mundo entero;
c) Por aquellos
que se encuentran en necesidades particulares;
d) Por la
comunidad local
Conclusión
El sacerdote
termina la plegaria común con una oración conclusiva.
LITURGIA EUCARÍSTICA
LITURGIA EUCARÍSTICA
21. Acabada la
Liturgia de la palabra, los ministros colocan en el altar el
corporal, el purificador, el cáliz y el misal; mientras tanto puede
ejecutarse un canto adecuado.
22. Conviene que
los fieles expresan su participación en la ofrenda, bien sea
llevando el pan y el vino para la celebración de la eucaristía,
bien aportando otros dones para las necesidades de la Iglesia o de
los pobres.
23. El sacerdote
se acerca al altar, toma la patena con el pan y, manteniéndola un
poco elevada sobre el altar, dice en secreto:
Bendito seas, Señor, Dios del
universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre,
que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será
para nosotros pan de vida.
Benedíctus es,
Dómine, Deus univérsi, quia de tua largitáte accépimus panem,
quem tibi offérimus, fructum terrae et óperis mánuum hóminum: ex
quo nobis fiet panis vitae.
Después deja la
patena con el pan sobre el corporal.
Si no se canta
durante la presentación de las ofrendas, el sacerdote puede decir en
voz alta estas palabras; al final el pueblo aclama:
Bendito seas por siempre, Señor.
Benedíctus Deus in saecula.
24. El diácono,
o el sacerdote, echa vino y un poco de agua en el cáliz, diciendo en
secreto:
El agua unido al vino sea signo de
nuestra participación en la vida divina de quien ha querido
compartir nuestra condición humana.
Per huius aquae et vini mystérium
eius efficiámur divinitátis consórtes, qui humanitátis nostrae
fíeri dignátus est párticeps.
25. Después el
sacerdote toma el cáliz y, manteniéndolo un poco elevado sobre el
altar, dice en secreto:
Bendito seas, Señor, Dios del
universo, por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre,
que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será
para nosotros bebida de salvación.
Benedíctus es, Dómine, Deus
univérsi, quia de tua largitáte accépimus vinum, quod tibi
offérimus, fructum vitis et óperis mánuum hóminum: ex quo nobis
fiet potus spiritális.
Después deja el
cáliz sobre el corporal.
Si no se canta
durante la presentación de las ofrendas, el sacerdote puede decir en
voz alta estas palabras; al final el pueblo puede aclamar:
Bendito seas por siempre, Señor.
Benedíctus Deus in saecula.
26. A
continuación, el sacerdote, inclinado, dice en secreto:
Acepta Señor, nuestro corazón
contrito y nuestro espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro
sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios nuestro.
In spíritu humilitátis et in ánimo
contríto suscipiámur a te, Dómine; et sic fiat sacrifícium
nostrum in conspéctu tuo hódie, ut pláceat tibi, Dómine Deus.
27.
Y, si se juzga oportuno, inciensa las ofrendas y el altar. A
continuación el diácono o un ministro inciensa al sacerdote y al
pueblo.
28. Luego el
sacerdote, de pie a un lado del altar, se lava las manos, diciendo en
secreto:
Lava del todo mi delito, Señor,
limpia mi pecado.
Lava me, Dómine, ab iniquitáte
mea, et a peccáto meo munda me.
29. Después,
de pie en el centro del altar y de cara al pueblo, extendiendo y
juntando las manos, dice una de las siguientes fórmulas:
Orad, hermanos, para que este
sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
Oráte, fratres: ut meum ac vestrum
sacrifícium acceptábile fiat apud Deum Patrem omnipoténtem.
O bien:
En el momento de ofrecer el
sacrificio de toda la Iglesia, oremos a Dios, Padre todopoderoso.
O bien:
Orad, hermanos, para que, llevando
al altar los gozos y las fatigas de cada día nos dispongamos a
ofrecer el sacrificio agradable a Dios, Padre todopoderoso.
El pueblo
responde:
El Señor reciba de tus manos este
sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y
el de toda su santa Iglesia.
Suscípiat Dóminus sacrifícium de
mánibus tuisad laudem et glóriam nóminis sui, ad utilitátem
quoque nostram totiúsque Ecclésiae suae sanctae.
30. Luego el
sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración sobre las
ofrendas.
La oración sobre
las ofrendas termina siempre con la conclusión breve.
Si la oración se
dirige al Padre:
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Si la oración se
dirige al Padre, pero al final de la misma se menciona al Hijo:
Él, que vive y reina por los siglo
de los siglos.
Si la oración se
dirige al Hijo:
Tú que vives y reinas por los
siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.
PLEGARIA EUCARÍSTICA
32. En la plegaria eucarística primera, o Canon Romano, se puede omitir lo que se encuentra entre corchetes.
PREFACIOS
33-40. Adviento, Navidad y Epifanía.
41-47. Cuaresma y Pasión.
48-55. Pascual y Ascensión.
56-65. Dominical del Tiempo Ordinario.
66-74. Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Orden, Penitencia, Unción enfermos.
75-81. B. V. María, Ángeles, san José.
82-89. Apóstoles, Santos, Mártires, Pastores, Vírgenes y religiosos.
90-98. Comunes.
99-103. Difuntos.
104-119. PLEGARIA EUCARÍSTICA I o CANON ROMANO.
PLEGARIA EUCARÍSTICA
31. El sacerdote
comienza la plegaria eucarística con el prefacio.
Con las manos
extendidas dice:
El Señor esté con vosotros.
Dóminus
vobíscum.
El pueblo responde
Y con tu
espíritu.
Et cum
spíritu tuo.
El sacerdote,
elevando las manos, prosigue:
Levantemos el corazón.
Sursum
corda.
El pueblo
responde:
Lo tenemos
levantado hacia el Señor.
Habémus
ad Dóminum.
El sacerdote, con
las manos extendidas, añade:
Demos gracias al Señor, nuestro
Dios.
Grátias
agámus Dómino Deo nostro.
El pueblo
responde:
Es justo y
necesario.
Dignum et
iustum est.
El sacerdote
prosigue el Prefacio con las manos extendidas. Al final del
Prefacio, junta las manos y en unión del pueblo, concluye el
prefacio, cantando o diciendo en voz alta:
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.
Sanctus, Sanctus, Sanctus Dóminus
Deus Sábaoth. Pleni sunt caeli et terra glória tua. Hosánna in
excélsis. Benedíctus qui venit in nómine Dómini. Hosánna in
excélsis.
32. En la plegaria eucarística primera, o Canon Romano, se puede omitir lo que se encuentra entre corchetes.
PREFACIOS
33-40. Adviento, Navidad y Epifanía.
41-47. Cuaresma y Pasión.
48-55. Pascual y Ascensión.
56-65. Dominical del Tiempo Ordinario.
66-74. Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Orden, Penitencia, Unción enfermos.
75-81. B. V. María, Ángeles, san José.
82-89. Apóstoles, Santos, Mártires, Pastores, Vírgenes y religiosos.
90-98. Comunes.
99-103. Difuntos.
104-119. PLEGARIA EUCARÍSTICA I o CANON ROMANO.
120-127. PLEGARIA EUCARÍSTICA II.
128-136. PLEGARIA EUCARÍSTICA III.
137-144. PLEGARIA EUCARÍSTICA IV.
128-136. PLEGARIA EUCARÍSTICA III.
137-144. PLEGARIA EUCARÍSTICA IV.
APÉNDICE AL ORDINARIO DE LA MISA
PLEGARIA EUCARÍSTICA DE LA RECONCILIACIÓN I.
PLEGARIA EUCARÍSTICA DE LA RECONCILIACIÓN II.
PLEGARIA EUCARÍSTICA QUE PUEDE USARSE EN LAS MISAS POR DIVERSAS CIRCUNSTANCIAS I.
PLEGARIA EUCARÍSTICA QUE PUEDE USARSE EN LAS MISAS POR DIVERSAS CIRCUNSTANCIAS II.
PLEGARIA EUCARÍSTICA QUE PUEDE USARSE EN LAS MISAS POR DIVERSAS CIRCUNSTANCIAS III.
PLEGARIA EUCARÍSTICA QUE PUEDE USARSE EN LAS MISAS POR DIVERSAS CIRCUNSTANCIAS IV.
RITO DE COMUNIÓN
Oración dominical
145. Una vez depositados el cáliz y la patena sobre el altar, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:
Praecéptis salutáribus móniti, et divína institutióne formáti, audémus dícere:
O bien:
Llenos de alegría por ser hijos de Dios, digamos confiadamente la oración que Cristo nos enseñó:
O bien:
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado; digamos con fe y esperanza:
O bien:
Antes de participar en el banquete de la Eucaristía, signo de reconciliación y vínculo de unión fraterna, oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:
Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Pater noster, qui es in caelis: sanctificétur nomen tuum; advéniat regnum tuum; fiat volúntas tua, sicut in caelo, et in terra.
Panem nostrum cotidiánum da nobis hódie; et dimítte nobis débita nostra, sicut et nos dimíttimus debitóribus nostris; et ne nos indúcas in tentatiónem; sed líbera nos a malo.
146. El sacerdote, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
Líbera nos, quaesumus, Dómine, ab ómnibus malis, da propítius pacem in diébus nostris, ut, ope misericórdiae tuae adiúti, et a peccáto simus semper líberi et ab omni perturbatióne secúri: exspectántes beátam spem et advéntum Salvatóris nostri Iesu Christi.
Junta las manos.
El pueblo concluye la oración aclamando:
Tuyo es el reino, Tuyo el poder y la gloria por siempre, Señor.
Quia tuum est regnum, et potéstas, et glória in saecula.
Rito de la paz
147. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice en voz alta:
Señor Jesucristo, que dijiste a tus Apóstoles: «La paz os dejo, mi paz os doy», no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia, y conforme a tu palabra concédele la paz y la unidad.
Dómine Iesu Christe, qui dixísti Apóstolis tuis: Pacem relínquo vobis, pacem meam do vobis: ne respícias peccáta nostra, sed fidem Ecclésiae tuae; eámque secúndum voluntátem tuam pacificáre et coadunáre dignéris.
Junta las manos.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Qui vivis et regnas in saecula saeculórum.
El pueblo responde:
Amén.
148. El sacerdote, vuelto hacia el pueblo, extendiendo y juntando las manos, añade:
La paz del Señor esté siempre con vosotros.
Pax Dómini sit semper vobíscum.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
Et cum spíritu tuo.
149. Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade:
Daos fraternalmente la paz.
Offérte vobis pacem.
O bien:
Como hijos de Dios, intercambiad ahora un signo de comunión fraterna.
O bien:
En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz, daos la paz como signo de reconciliación.
O bien:
En el Espíritu de Cristo resucitado, daos fraternalmente la paz.
Y todos, según la costumbre del lugar, intercambian un gesto de paz, de comunión y de caridad. El sacerdote da la paz al diácono o al ministro.
Fracción del pan
150. Después toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena, y pone una partícula dentro del cáliz, diciendo en secreto:
El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, unidos en este cáliz, sean para nosotros alimento de vida eterna.
Haec commíxtio Córporis et Sánguinis Dómini nostri Iesu Christi fiat accipiéntibus nobis in vitam aetérnam.
151. Mientras tanto se canta o se dice:
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, danos la paz.
Agnus Dei, qui tollis peccáta mundi: miserére nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccáta mundi: miserére nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccáta mundi: dona nobis pacem.
Esta aclamación puede repetirse varias veces, si la fracción del pan se prolonga. La última vez se dice: danos la paz.
Comunión
152. A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto:
Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que por voluntad del Padre, cooperando el Espíritu Santo, diste con tu muerte la vida al mundo, líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre, de todas mis culpas y de todo mal. Concédeme cumplir siempre tus mandamientos y jamás permitas que me separe de ti.
Dómine Iesu Christe, Fili Dei vivi, qui ex voluntáte Patris, cooperánte Spíritu Sancto, per mortem tuam mundum vivificásti: líbera me per hoc sacrosánctum Corpus et Sánguinem tuum ab ómnibus iniquitátibus meis et univérsis malis: et fac me tuis semper inhaerére mandátis, et a te numquam separári permíttas.
O bien:
Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre, no sea para mí un motivo de juicio y condenación, sino que, por tu piedad, me aproveche para defensa de alma y cuerpo y como remedio saludable.
Percéptio Córporis et Sánguinis tui, Dómine Iesu Christe, non mihi provéniat in iudícium et condemnatiónem: sed pro tua pietáte prosit mihi ad tutaméntum mentis et córporis, et ad medélam percipiéndam.
153. El sacerdote hace
genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco
elevado sobre la patena o sobre el cáliz,hacia el pueblo, dice con
voz clara:
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Ecce Agnus Dei, ecce qui tollit peccáta mundi. Beáti qui ad cenam Agni vocáti sunt.
Y, juntamente con el pueblo, añade:
Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
Dómine, non sum dignus, ut intres sub téctum meum, sed tantum dic verbo, et sanábitur ánima mea.
154. El sacerdote, hacia el altar, dice en secreto:
El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.
Corpus Christi custódiat me in vitam aetérnam.
Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo.
Después toma el cáliz y dice en secreto:
La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna.
Sanguis Christi custódiat me in vitam aetérnam.
Y bebe reverentemente la Sangre de Cristo.
155. Después toma la patena o
la píxide, y se acerca a los van a comulgar. Muestra el pan
consagrado a cada uno, sostieniéndolo un poco elevado, y le dice:
El Cuerpo de Cristo.
Corpus Christi.
El que va a comulgar responde:
Amén.
Y comulga.
El diácono y los ministros que distribuyen la sagrada Comunión lo realizan de la misma manera.
156. Si se comulga bajo las dos
especies, se observa el rito descrito en su lugar.
157. Cuando el sacerdote ha
comulgado el Cuerpo de Cristo, comienza
el
canto de comunión.
158. Finalizada la comunión,
el sacerdote, el diácono, o el acólito, purifica la patena sobre el
cáliz y también el cáliz.
Mientras hace la purificación, el sacerdote dice en secreto:
Haz, Señor, que recibamos con un corazón limpio el alimento que acabamos de tomar, y que el don que nos haces en esta vida nos aproveche para la eterna.
Quod ore súmpsimus, Dómine, pura mente capiámus, et de múnere temporáli fiat nobis remédium sempitérnum.
159. Después el sacerdote puede volver a la sede. Si se considera oportuno, se puede dejar un breve espacio de silencio sagrado o entonar un salmo o algún cántico de alabanza.
Oración después de la
comunión
160. Luego, de pie en el altar o en la sede, el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, con las manos juntas, dice:
Oremos.
Orémus.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se haya hecho antes.
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la comunión, al final de la cual el pueblo aclama:
Amén.
La oración después de la
comunión termina con la conclusión breve, que el sacerdote dice con
las manos juntas.
Si la oración se dirige al Padre:
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Si la oración se dirige al Padre, pero al final de la misma se menciona al Hijo:
Él, que vive y reina por los siglo de los siglos.
Si la oración se dirige al Hijo:
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
RITO DE CONCLUSIÓN.
161. Siguen, si es necesario, breves avisos para el pueblo.
155. Después tiene lugar la
despedida. El sacerdote, vuelto hacia el pueblo, extiendiendo las
manos, dice:
El Señor esté con vosotros.
Dóminus vobíscum.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
Et cum spíritu tuo.
El sacerdote bendice al pueblo, diciendo:
La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
Benedícat vos omnípotens Deus, Pater, et Fílius, + et Spíritus Sanctus.
El pueblo responde:
Amén.
163. En algunos días u ocasiones, a esta fórmula de bendición precede, según las rúbricas, otra fórmula de bendición más solemne o una oración sobre el pueblo.
164. En la misa pontifical el celebrante recibe la mitra y, extendiendo las manos, dice:
El Señor esté con vosotros.
Dóminus vobíscum.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
Et cum spíritu tuo.
El celebrante dice:
Bendito sea el nombre del Señor.
Sit nomen Dómini benedíctum.
Todos responden:
Ahora y por todos los siglos.
Ex hoc nunc et usque in saeculum.
El celebrante dice:
Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Adiutórium nostrum in nómine Dómini.
Todos responden:
Que hizo el cielo y la tierra.
Qui fecit caelum et terram.
Entonces el celebrante, habiendo recibido el báculo, si lo usa, dice:
La bendición de Dios todopoderoso,
Benedícat vos omnípotens Deus,
Y, haciendo tres veces la señal de la cruz sobre el pueblo, añade:
Padre +, Hijo +, y Espíritu + Santo, descienda sobre vosotros.
Pater, + et Fílius, + et Spíritus + Sanctus.
Todos responden:
Amén.
165. Luego el diácono, o el mismo sacerdote, con las manos juntas, vuelto hacia el pueblo, dice:
Podéis ir en paz.
Ite, missa est.
O bien:
La alegría del Señor sea nuestra fuerza. Podéis ir en paz.
O bien:
Glorificad al Señor con su vida. Podéis ir en paz.
O bien:
En el nombre del Señor, podéis ir en paz.
O bien, especialmente en los domingos de Pascua:
Anunciad a todos la alegría del Señor resucitado. Podéis ir en paz.
El pueblo responde:
Demos gracias a Dios.
Deo grátias.
166. Después el sacerdote venera el altar con un beso, como al comienzo. Seguidamente, hecha inclinación profunda con los ministros, se retira.
167. Si inmediatamente sigue alguna acción litúrgica, se omite el rito de despedida.
PLEGARIA EUCARÍSTICA DE LA RECONCILIACIÓN I.
PLEGARIA EUCARÍSTICA DE LA RECONCILIACIÓN II.
PLEGARIA EUCARÍSTICA QUE PUEDE USARSE EN LAS MISAS POR DIVERSAS CIRCUNSTANCIAS I.
PLEGARIA EUCARÍSTICA QUE PUEDE USARSE EN LAS MISAS POR DIVERSAS CIRCUNSTANCIAS II.
PLEGARIA EUCARÍSTICA QUE PUEDE USARSE EN LAS MISAS POR DIVERSAS CIRCUNSTANCIAS III.
PLEGARIA EUCARÍSTICA QUE PUEDE USARSE EN LAS MISAS POR DIVERSAS CIRCUNSTANCIAS IV.
RITO DE COMUNIÓN
Oración dominical
145. Una vez depositados el cáliz y la patena sobre el altar, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:
Praecéptis salutáribus móniti, et divína institutióne formáti, audémus dícere:
O bien:
Llenos de alegría por ser hijos de Dios, digamos confiadamente la oración que Cristo nos enseñó:
O bien:
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado; digamos con fe y esperanza:
O bien:
Antes de participar en el banquete de la Eucaristía, signo de reconciliación y vínculo de unión fraterna, oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:
Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Pater noster, qui es in caelis: sanctificétur nomen tuum; advéniat regnum tuum; fiat volúntas tua, sicut in caelo, et in terra.
Panem nostrum cotidiánum da nobis hódie; et dimítte nobis débita nostra, sicut et nos dimíttimus debitóribus nostris; et ne nos indúcas in tentatiónem; sed líbera nos a malo.
146. El sacerdote, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
Líbera nos, quaesumus, Dómine, ab ómnibus malis, da propítius pacem in diébus nostris, ut, ope misericórdiae tuae adiúti, et a peccáto simus semper líberi et ab omni perturbatióne secúri: exspectántes beátam spem et advéntum Salvatóris nostri Iesu Christi.
Junta las manos.
El pueblo concluye la oración aclamando:
Tuyo es el reino, Tuyo el poder y la gloria por siempre, Señor.
Quia tuum est regnum, et potéstas, et glória in saecula.
Rito de la paz
147. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice en voz alta:
Señor Jesucristo, que dijiste a tus Apóstoles: «La paz os dejo, mi paz os doy», no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia, y conforme a tu palabra concédele la paz y la unidad.
Dómine Iesu Christe, qui dixísti Apóstolis tuis: Pacem relínquo vobis, pacem meam do vobis: ne respícias peccáta nostra, sed fidem Ecclésiae tuae; eámque secúndum voluntátem tuam pacificáre et coadunáre dignéris.
Junta las manos.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Qui vivis et regnas in saecula saeculórum.
El pueblo responde:
Amén.
148. El sacerdote, vuelto hacia el pueblo, extendiendo y juntando las manos, añade:
La paz del Señor esté siempre con vosotros.
Pax Dómini sit semper vobíscum.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
Et cum spíritu tuo.
149. Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade:
Daos fraternalmente la paz.
Offérte vobis pacem.
O bien:
Como hijos de Dios, intercambiad ahora un signo de comunión fraterna.
O bien:
En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz, daos la paz como signo de reconciliación.
O bien:
En el Espíritu de Cristo resucitado, daos fraternalmente la paz.
Y todos, según la costumbre del lugar, intercambian un gesto de paz, de comunión y de caridad. El sacerdote da la paz al diácono o al ministro.
150. Después toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena, y pone una partícula dentro del cáliz, diciendo en secreto:
El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, unidos en este cáliz, sean para nosotros alimento de vida eterna.
Haec commíxtio Córporis et Sánguinis Dómini nostri Iesu Christi fiat accipiéntibus nobis in vitam aetérnam.
151. Mientras tanto se canta o se dice:
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, danos la paz.
Agnus Dei, qui tollis peccáta mundi: miserére nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccáta mundi: miserére nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccáta mundi: dona nobis pacem.
Esta aclamación puede repetirse varias veces, si la fracción del pan se prolonga. La última vez se dice: danos la paz.
152. A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto:
Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que por voluntad del Padre, cooperando el Espíritu Santo, diste con tu muerte la vida al mundo, líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre, de todas mis culpas y de todo mal. Concédeme cumplir siempre tus mandamientos y jamás permitas que me separe de ti.
Dómine Iesu Christe, Fili Dei vivi, qui ex voluntáte Patris, cooperánte Spíritu Sancto, per mortem tuam mundum vivificásti: líbera me per hoc sacrosánctum Corpus et Sánguinem tuum ab ómnibus iniquitátibus meis et univérsis malis: et fac me tuis semper inhaerére mandátis, et a te numquam separári permíttas.
O bien:
Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre, no sea para mí un motivo de juicio y condenación, sino que, por tu piedad, me aproveche para defensa de alma y cuerpo y como remedio saludable.
Percéptio Córporis et Sánguinis tui, Dómine Iesu Christe, non mihi provéniat in iudícium et condemnatiónem: sed pro tua pietáte prosit mihi ad tutaméntum mentis et córporis, et ad medélam percipiéndam.
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Ecce Agnus Dei, ecce qui tollit peccáta mundi. Beáti qui ad cenam Agni vocáti sunt.
Y, juntamente con el pueblo, añade:
Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
Dómine, non sum dignus, ut intres sub téctum meum, sed tantum dic verbo, et sanábitur ánima mea.
154. El sacerdote, hacia el altar, dice en secreto:
El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.
Corpus Christi custódiat me in vitam aetérnam.
Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo.
Después toma el cáliz y dice en secreto:
La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna.
Sanguis Christi custódiat me in vitam aetérnam.
Y bebe reverentemente la Sangre de Cristo.
El Cuerpo de Cristo.
Corpus Christi.
El que va a comulgar responde:
Amén.
Y comulga.
El diácono y los ministros que distribuyen la sagrada Comunión lo realizan de la misma manera.
Mientras hace la purificación, el sacerdote dice en secreto:
Haz, Señor, que recibamos con un corazón limpio el alimento que acabamos de tomar, y que el don que nos haces en esta vida nos aproveche para la eterna.
Quod ore súmpsimus, Dómine, pura mente capiámus, et de múnere temporáli fiat nobis remédium sempitérnum.
159. Después el sacerdote puede volver a la sede. Si se considera oportuno, se puede dejar un breve espacio de silencio sagrado o entonar un salmo o algún cántico de alabanza.
160. Luego, de pie en el altar o en la sede, el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, con las manos juntas, dice:
Oremos.
Orémus.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se haya hecho antes.
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la comunión, al final de la cual el pueblo aclama:
Amén.
Si la oración se dirige al Padre:
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Si la oración se dirige al Padre, pero al final de la misma se menciona al Hijo:
Él, que vive y reina por los siglo de los siglos.
Si la oración se dirige al Hijo:
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
RITO DE CONCLUSIÓN.
161. Siguen, si es necesario, breves avisos para el pueblo.
El Señor esté con vosotros.
Dóminus vobíscum.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
Et cum spíritu tuo.
El sacerdote bendice al pueblo, diciendo:
La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
Benedícat vos omnípotens Deus, Pater, et Fílius, + et Spíritus Sanctus.
El pueblo responde:
Amén.
163. En algunos días u ocasiones, a esta fórmula de bendición precede, según las rúbricas, otra fórmula de bendición más solemne o una oración sobre el pueblo.
164. En la misa pontifical el celebrante recibe la mitra y, extendiendo las manos, dice:
El Señor esté con vosotros.
Dóminus vobíscum.
Todos responden:
Y con tu espíritu.
Et cum spíritu tuo.
El celebrante dice:
Bendito sea el nombre del Señor.
Sit nomen Dómini benedíctum.
Todos responden:
Ahora y por todos los siglos.
Ex hoc nunc et usque in saeculum.
El celebrante dice:
Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Adiutórium nostrum in nómine Dómini.
Todos responden:
Que hizo el cielo y la tierra.
Qui fecit caelum et terram.
Entonces el celebrante, habiendo recibido el báculo, si lo usa, dice:
La bendición de Dios todopoderoso,
Benedícat vos omnípotens Deus,
Y, haciendo tres veces la señal de la cruz sobre el pueblo, añade:
Padre +, Hijo +, y Espíritu + Santo, descienda sobre vosotros.
Pater, + et Fílius, + et Spíritus + Sanctus.
Todos responden:
Amén.
165. Luego el diácono, o el mismo sacerdote, con las manos juntas, vuelto hacia el pueblo, dice:
Podéis ir en paz.
Ite, missa est.
O bien:
La alegría del Señor sea nuestra fuerza. Podéis ir en paz.
O bien:
Glorificad al Señor con su vida. Podéis ir en paz.
O bien:
En el nombre del Señor, podéis ir en paz.
O bien, especialmente en los domingos de Pascua:
Anunciad a todos la alegría del Señor resucitado. Podéis ir en paz.
El pueblo responde:
Demos gracias a Dios.
Deo grátias.
166. Después el sacerdote venera el altar con un beso, como al comienzo. Seguidamente, hecha inclinación profunda con los ministros, se retira.
167. Si inmediatamente sigue alguna acción litúrgica, se omite el rito de despedida.
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