ORDENACIÓN DE PRESBÍTEROS
FORMULARIO I
RITO DE LA ORDENACIÓN DE PRESBÍTEROS
RITOS INICIALES Y LITURGIA DE LA PALABRA
118. Estando todo dispuesto, se inicia la procesión por la iglesia hacia el altar según el modo acostumbrado. Precede el diácono portador del libro de los Evangelios, con los demás diáconos, si los hay; siguen los ordenandos, los presbíteros concelebrantes y, finalmente, el Obispo, con sus dos diáconos asistentes ligeramente detrás de él. Llegados al altar, y hecha la debida reverencia, se dirigen todos a su respectivo lugar.
Mientras tanto, se entona la antífona de entrada con su salmo, u otro canto apropiado.
Antífona de entrada Jr 3, 15
Os daré pastores según mi corazón,
que os apacienten con ciencia y experiencia [T. P. Aleluya].
Salmo 18
La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante.
(Se repite la antífona)
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos.o
(Se repite la antifona)
La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.
(Se repite la antifona)
Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia
el meditar de mi corazón,
Señor, roca mía, redentor mío.
(Se repite la antifona)
Antífona de entrada Jr 3, 15
Os daré pastores según mi corazón,
que os apacienten con ciencia y experiencia [T. P. Aleluya].
119. Los ritos iniciales y la liturgia de la palabra se realizan del modo acostumbrado, hasta el Evangelio, inclusive.
Oración colecta
Señor Dios nuestro,
que para regir a tu pueblo
has querido servirte del ministerio de los sacerdotes,
concede a estos diáconos de tu Iglesia
que han sido elegidos para el ministerio presbiteral
perseverar al servicio de tu voluntad
para que, en su ministerio y en su vida,
puedan buscar tu gloria en Cristo.
Él, que vive y reina contigo.
ORDENACIÓN
120. Comienza, seguidamente, la Ordenación de presbiteros.
El Obispo se acerca, si es necesario, a la sede preparada para la Ordenación, y se hace la presentación de los candidatos.
Elección de los candidatos
121. Los ordenandos son llamados por el diácono de la forma siguiente:
Acercaos los que vais a ser ordenados presbíteros.
E inmediatamente los nombra individualmente, cada uno de los llamados dice:
Presente.
Y se acerca al Obispo, a quien hace una reverencia.
122. Estando todos situados ante el Obispo, un presbítero designado por el Obispo dice:
Reverendisimo Padre, la santa Madre Iglesia pide que ordenes presbiteros a estos hermanos nuestros.
El Obispo le pregunta:
¿Sabes si son dignos?
Y el responde:
Según el parecer de quienes los presentan, después de consultar al pueblo cristiano, doy testimonio de que han sido considerados.
El Obispo:
Con el auxilio de Dios y de Jesucristo, nuestro Salvador, elegimos a estos hermanos nuestros para el Orden de los presbíteros.
Todos dicen:
Demos gracias a Dios.
O asienten a la elección de cualquier otra forma, según lo establecido en el número 11 de la Introducción general.
Homilía
123. Seguidamente, estando todos sentados, el Obispo hace la homilía, en la que partiendo del texto de las lecturas proclamadas en la liturgia de la palabra, amonesta al pueblo y a los elegidos sobre el ministerio de los presbiteros. Puede hablar de tal ministerio con éstas o parecidas palabras.
Queridos hermanos:
Ahora que estos hijos nuestros, de los cuales muchos de vosotros sois familiares y amigos, van a ser ordenados presbiteros, conviene considerar con atención a qué ministerio acceden en la Iglesia.
Aunque, en verdad, todo el pueblo santo de Dios es sacerdocio real en Cristo, sin embargo, nuestro gran Sacerdote, Jesucristo, eligió algunos discípulos que en la Iglesia desempeñasen, en nombre suyo, el oficio sacerdotal para bien de los hombres. El mismo, enviado por el Padre, envió, a su vez, a los Apóstoles por el mundo, para continuar sin interrupción su obra de Maestro, Sacerdote y Pastor por medio de ellos y de los Obispos, sus sucesores. Y los presbíteros son colaboradores de los Obispos, con quienes en unidad de sacerdocio son llamados al servicio del pueblo de Dios.
Estos hermanos, después de pensarlo seriamente, van a ser ordenados al sacerdocio en el Orden de los presbíteros, para hacer las veces de Cristo, Maestro, Sacerdote y Pastor, por quien la Iglesia, su Cuerpo, se edifica y crece como pueblo de Dios y templo santo.
Al configurarse con Cristo, sumo y eterno Sacerdote, y unirse al sacerdocio de los Obispos, la Ordenación los convertirá en verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento para anunciar el Evangelio, apacentar el pueblo de Dios y celebrar el culto divino, principalmente en el sacrificio del Señor.
A vosotros, queridos hijos, que vais a ser ordenados presbiteros, os incumbirá, en la parte que os corresponde, la función de enseñar en nombre de Cristo, el Maestro. Transmitid a todos la palabra de Dios que habéis recibido con alegría. Y al meditar en la ley del Señor, procurad creer lo que leéis, enseñar lo que creéis y practicar lo que enseñáis.
Que vuestra enseñanza sea alimento para el pueblo de Dios; que vuestra vida sea un estímulo para los discípulos de Cristo, a fin de que con vuestra palabra y vuestro ejemplo se vaya edificando la casa,que es la Iglesia de Dios.
Os corresponderá también la función de santificar en Cristo. Por medio de vuestro ministerio, alcanzará su plenitud el sacrificio espiritual de los fieles, que por vuestras manos, junto con ellos, será ofrecido sobre el altar, unido al sacrificio de Cristo, en celebración incruenta. Daos cuenta de lo que hacéis e imitad lo que conmemoráis, de tal manera que, al celebrar el misterio de la muerte y resurrección del Señor, os esforcéis por hacer morir en vosotros el mal y procuréis caminar en una vida nueva.
Al introducir a los hombres en el pueblo de Dios por el Bautismo, al perdonar los pecados en nombre de Cristo y de la Iglesia por el sacramento de la Penitencia, al dar a los enfermos el alivio del óleo santo, al celebrar los ritos sagrados, al ofrecer durante el día la alabanza, la acción de gracias y la suplica no sólo por el pueblo de Dios, sino por el mundo entero, recordad que habéis sido escogidos entre los hombres y puestos al servicio de ellos en las cosas de Dios.
Realizad, pues, con alegría perenne en verdadera caridad el ministerio de Cristo Sacerdote, no buscando vuestro propio interés, sino el de Jesucristo.
Finalmente, al ejercer, en la parte que os corresponde, la función de Cristo, Cabeza y Pastor, permaneciendo unidos al Obispo y bajo su dirección, esforzaos por reunir a los fieles en una sola familia, de forma que en la unidad del Espíritu Santo, por Cristo, podáis conducirlos al Padre. Tened siempre presente el ejemplo del buen Pastor, que no vino para que le sirvieran, sino para servir, y a buscar y salvar lo que estaba perdido.
Promesa de los elegidos
124. Después de la homilía, solamente se levantan los elegidos y se ponen de pie ante el Obispo, quien los interroga conjuntamente con estas palabras:
Queridos hijos: Antes de entrar en el Orden de los presbiteros debéis manifestar ante el pueblo vuestra voluntad de recibir este ministerio.
¿Estáis dispuestos a desempeñar siempre el ministerio sacerdotal con el grado de presbiteros, como buenos colaboradores del Orden episcopal, apacentando el rebaño del Señor y dejándoos guiar por el Espíritu Santo?
Los elegidos responden todos a la vez:
Sí, estoy dispuesto.
El Obispo:
¿Realizaréis el ministerio de la palabra, preparando la predicación del Evangelio y la exposición de la fe católica con dedicación y sabiduría?
Los elegidos:
Sí, lo haré.
El Obispo:
¿Estáis dispuestos a presidir con piedad y fielmente la celebración de los misterios de Cristo, especialmente el sacrificio de la Eucaristía y el sacramento de la reconciliación, para alabanza de Dios y santificación del pueblo cristiano, según la tradición de la Iglesia?
Los elegidos:
Si, estoy dispuesto.
El Obispo:
¿Estáis dispuestos a invocar la misericordia divina con nosotros, en favor del pueblo que os sea encomendado, perseverando en el mandato de orar sin desfallecer?
Los elegidos:
Si, estoy dispuesto.
El Obispo:
¿Queréis uniros cada día más a Cristo, sumo Sacerdote, que por nosotros se ofreció al Padre como victima santa, y con él consagraros a Dios, para la salvación de los hombres?
Los elegidos:
Sí quiero, con la gracia de Dios.
125. Seguidamente cada uno de los elegidos se acerca al Obispo y, de rodillas ante él, pone sus manos juntas entre las manos del Obispo, a no ser que, según la Instrucción general, número 11, se hubiere establecido otra cosa.
El Obispo interroga al elegido, diciendo, si es su Ordinario:
¿Prometes respeto y obediencia a mí y a mis sucesores?
ORDENACIÓN
120. Comienza, seguidamente, la Ordenación de presbiteros.
El Obispo se acerca, si es necesario, a la sede preparada para la Ordenación, y se hace la presentación de los candidatos.
Elección de los candidatos
121. Los ordenandos son llamados por el diácono de la forma siguiente:
Acercaos los que vais a ser ordenados presbíteros.
E inmediatamente los nombra individualmente, cada uno de los llamados dice:
Presente.
Y se acerca al Obispo, a quien hace una reverencia.
122. Estando todos situados ante el Obispo, un presbítero designado por el Obispo dice:
Reverendisimo Padre, la santa Madre Iglesia pide que ordenes presbiteros a estos hermanos nuestros.
El Obispo le pregunta:
¿Sabes si son dignos?
Y el responde:
Según el parecer de quienes los presentan, después de consultar al pueblo cristiano, doy testimonio de que han sido considerados.
El Obispo:
Con el auxilio de Dios y de Jesucristo, nuestro Salvador, elegimos a estos hermanos nuestros para el Orden de los presbíteros.
Todos dicen:
Demos gracias a Dios.
O asienten a la elección de cualquier otra forma, según lo establecido en el número 11 de la Introducción general.
Homilía
123. Seguidamente, estando todos sentados, el Obispo hace la homilía, en la que partiendo del texto de las lecturas proclamadas en la liturgia de la palabra, amonesta al pueblo y a los elegidos sobre el ministerio de los presbiteros. Puede hablar de tal ministerio con éstas o parecidas palabras.
Queridos hermanos:
Ahora que estos hijos nuestros, de los cuales muchos de vosotros sois familiares y amigos, van a ser ordenados presbiteros, conviene considerar con atención a qué ministerio acceden en la Iglesia.
Aunque, en verdad, todo el pueblo santo de Dios es sacerdocio real en Cristo, sin embargo, nuestro gran Sacerdote, Jesucristo, eligió algunos discípulos que en la Iglesia desempeñasen, en nombre suyo, el oficio sacerdotal para bien de los hombres. El mismo, enviado por el Padre, envió, a su vez, a los Apóstoles por el mundo, para continuar sin interrupción su obra de Maestro, Sacerdote y Pastor por medio de ellos y de los Obispos, sus sucesores. Y los presbíteros son colaboradores de los Obispos, con quienes en unidad de sacerdocio son llamados al servicio del pueblo de Dios.
Estos hermanos, después de pensarlo seriamente, van a ser ordenados al sacerdocio en el Orden de los presbíteros, para hacer las veces de Cristo, Maestro, Sacerdote y Pastor, por quien la Iglesia, su Cuerpo, se edifica y crece como pueblo de Dios y templo santo.
Al configurarse con Cristo, sumo y eterno Sacerdote, y unirse al sacerdocio de los Obispos, la Ordenación los convertirá en verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento para anunciar el Evangelio, apacentar el pueblo de Dios y celebrar el culto divino, principalmente en el sacrificio del Señor.
A vosotros, queridos hijos, que vais a ser ordenados presbiteros, os incumbirá, en la parte que os corresponde, la función de enseñar en nombre de Cristo, el Maestro. Transmitid a todos la palabra de Dios que habéis recibido con alegría. Y al meditar en la ley del Señor, procurad creer lo que leéis, enseñar lo que creéis y practicar lo que enseñáis.
Que vuestra enseñanza sea alimento para el pueblo de Dios; que vuestra vida sea un estímulo para los discípulos de Cristo, a fin de que con vuestra palabra y vuestro ejemplo se vaya edificando la casa,que es la Iglesia de Dios.
Os corresponderá también la función de santificar en Cristo. Por medio de vuestro ministerio, alcanzará su plenitud el sacrificio espiritual de los fieles, que por vuestras manos, junto con ellos, será ofrecido sobre el altar, unido al sacrificio de Cristo, en celebración incruenta. Daos cuenta de lo que hacéis e imitad lo que conmemoráis, de tal manera que, al celebrar el misterio de la muerte y resurrección del Señor, os esforcéis por hacer morir en vosotros el mal y procuréis caminar en una vida nueva.
Al introducir a los hombres en el pueblo de Dios por el Bautismo, al perdonar los pecados en nombre de Cristo y de la Iglesia por el sacramento de la Penitencia, al dar a los enfermos el alivio del óleo santo, al celebrar los ritos sagrados, al ofrecer durante el día la alabanza, la acción de gracias y la suplica no sólo por el pueblo de Dios, sino por el mundo entero, recordad que habéis sido escogidos entre los hombres y puestos al servicio de ellos en las cosas de Dios.
Realizad, pues, con alegría perenne en verdadera caridad el ministerio de Cristo Sacerdote, no buscando vuestro propio interés, sino el de Jesucristo.
Finalmente, al ejercer, en la parte que os corresponde, la función de Cristo, Cabeza y Pastor, permaneciendo unidos al Obispo y bajo su dirección, esforzaos por reunir a los fieles en una sola familia, de forma que en la unidad del Espíritu Santo, por Cristo, podáis conducirlos al Padre. Tened siempre presente el ejemplo del buen Pastor, que no vino para que le sirvieran, sino para servir, y a buscar y salvar lo que estaba perdido.
Promesa de los elegidos
124. Después de la homilía, solamente se levantan los elegidos y se ponen de pie ante el Obispo, quien los interroga conjuntamente con estas palabras:
Queridos hijos: Antes de entrar en el Orden de los presbiteros debéis manifestar ante el pueblo vuestra voluntad de recibir este ministerio.
¿Estáis dispuestos a desempeñar siempre el ministerio sacerdotal con el grado de presbiteros, como buenos colaboradores del Orden episcopal, apacentando el rebaño del Señor y dejándoos guiar por el Espíritu Santo?
Los elegidos responden todos a la vez:
Sí, estoy dispuesto.
El Obispo:
¿Realizaréis el ministerio de la palabra, preparando la predicación del Evangelio y la exposición de la fe católica con dedicación y sabiduría?
Los elegidos:
Sí, lo haré.
El Obispo:
¿Estáis dispuestos a presidir con piedad y fielmente la celebración de los misterios de Cristo, especialmente el sacrificio de la Eucaristía y el sacramento de la reconciliación, para alabanza de Dios y santificación del pueblo cristiano, según la tradición de la Iglesia?
Los elegidos:
Si, estoy dispuesto.
El Obispo:
¿Estáis dispuestos a invocar la misericordia divina con nosotros, en favor del pueblo que os sea encomendado, perseverando en el mandato de orar sin desfallecer?
Los elegidos:
Si, estoy dispuesto.
El Obispo:
¿Queréis uniros cada día más a Cristo, sumo Sacerdote, que por nosotros se ofreció al Padre como victima santa, y con él consagraros a Dios, para la salvación de los hombres?
Los elegidos:
Sí quiero, con la gracia de Dios.
125. Seguidamente cada uno de los elegidos se acerca al Obispo y, de rodillas ante él, pone sus manos juntas entre las manos del Obispo, a no ser que, según la Instrucción general, número 11, se hubiere establecido otra cosa.
El Obispo interroga al elegido, diciendo, si es su Ordinario:
¿Prometes respeto y obediencia a mí y a mis sucesores?
El elegido:
Prometo.
Mas si el Obispo no es su Ordinario, dice:
¿Prometes respeto y obediencia a tu Obispo?
El elegido:
Prometo.
Si el elegido es un religioso, el Obispo dice:
¿Prometes respeto y obediencia al Obispo diocesano y a tu Superior legítimo?
El elegido:
Prometo.
El Obispo concluye siempre:
Dios, que comenzó en ti la obra buena, él mismo la lleve a término.
Súplica litánica
126. Seguidamente, todos se levantan. El Obispo, dejando la mitra, de pie, con las manos juntas y de cara al pueblo, hace la invitación:
Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso,
para que derrame generosamente sus dones
sobre estos elegidos
para el ministerio de los presbíteros.
Pongámonos de rodillas.
En las letanías, pueden añadirse, en su lugar respectivo, otros nombre de santos, por ejemplo, del patrono, del titular de la iglesia, del fundador, del patrono de quienes reciben la Ordenación, o algunas invocaciones más apropiadas a cada circunstancia.
Señor, ten piedad.
Kyrie, eleison.
Cristo, ten piedad.
Christe, eleison.
Kyrie, eleison.
Cristo, ten piedad.
Christe, eleison.
Señor, ten piedad.
Kyrie, eleison.
San Miguel, ruega por nosotros.
Santos Ángeles de Dios, rogad por nosotros.
San Juan Bautista, ruega por nosotros.
San José, ruega por nosotros.
San Pedro, ruega por nosotros.
San Pablo, ruega por nosotros.
San Andrés, ruega por nosotros.
Santiago, ruega por nosotros.
San Juan, ruega por nosotros.
Santo Tomás, ruega por nosotros.
Santiago, ruega por nosotros.
San Felipe, ruega por nosotros.
San Bartolomé, ruega por nosotros.
San Mateo, ruega por nosotros.
San Simón, ruega por nosotros.
San Tadeo, ruega por nosotros.
San Matías, ruega por nosotros.
Santa María Magdalena, ruega por nosotros.
San Esteban, ruega por nosotros.
San Ignacio de Antioquía, ruega por nosotros.
San Lorenzo, ruega por nosotros.
Santas Perpetua y Felicidad, rogad por nosotros.
Santa Inés, ruega por nosotros.
San Gregorio, ruega por nosotros.
San Agustín, ruega por nosotros.
San Atanasio, ruega por nosotros.
San Basilio, ruega por nosotros.
San Martín, ruega por nosotros.
San Benito, ruega por nosotros.
Santos Francisco y Domingo, rogad por nosotros.
San Francisco Javier, ruega por nosotros.
San Juan María Vianney, ruega por nosotros.
Santa Catalina de Siena, ruega por nosotros.
Santa Teresa de Jesús, ruega por nosotros.
Santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
San Gregorio, ruega por nosotros.
San Agustín, ruega por nosotros.
San Atanasio, ruega por nosotros.
San Basilio, ruega por nosotros.
San Martín, ruega por nosotros.
San Benito, ruega por nosotros.
Santos Francisco y Domingo, rogad por nosotros.
San Francisco Javier, ruega por nosotros.
San Juan María Vianney, ruega por nosotros.
Santa Catalina de Siena, ruega por nosotros.
Santa Teresa de Jesús, ruega por nosotros.
Santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
Muéstrate propicio, líbranos, Señor.
De todo mal, líbranos, Señor.
De todo pecado, líbranos, Señor.
De la muerte eterna, líbranos, Señor.
Por tu encarnación, líbranos, Señor.
Por tu muerte y resurrección, líbranos, Señor.
Por el envío del Espíritu Santo, líbranos, Señor.
Nosotros que somos pecadores, te rogamos, óyenos.
Para que gobiernes y conserves a tu santa Iglesia, te rogamos, óyenos.
Para que asistas al Papa y a todos los miembros del clero en tu servicio santo, te rogamos, óyenos.
Para que bendigas a estos elegidos (este elegido), te rogamos, óyenos.Para que gobiernes y conserves a tu santa Iglesia, te rogamos, óyenos.
Para que asistas al Papa y a todos los miembros del clero en tu servicio santo, te rogamos, óyenos.
Para que bendigas y santifiques a estos elegidos (este elegido), te rogamos, óyenos.
Para que bendigas, santifiques y consagres a estos elegidos (este elegido), te rogamos, óyenos.
Para que concedas paz y concordia a todos los pueblos de la tierra, te rogamos, óyenos.
Para que tengas misericordia de todos los que sufren, te rogamos, óyenos.
Para que nos fortalezcas y asistas en tu servicio santo, te rogamos, óyenos.
Jesús, Hijo de Dios vivo, te rogamos, óyenos.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
128. Concluido el canto de las letanías, el Obispo, en pie y con las manos extendidas, dice:
Escúchanos, Señor, Dios nuestro,
derrama sobre estos siervos
tu Espíritu Santo y la gracia sacerdotal;
concede la abundancia de tus bienes
a quienes consagramos en tu presencia.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
El diácono, si el caso lo requiere, dice:
Podéis levantaros.
Y todos se levantan.
Imposición de manos y Plegaria de Ordenación
129. Los elegidos se levantan; se acerca cada uno al Obispo, que está de pie delante de la sede y con mitra, y se arrodilla ante él.
130. El Obispo impone en silencio las manos sobre la cabeza de cada uno de los elegidos.
Después de la imposición de manos del Obispo, todos los presbiteros presentes, vestidos de estola, imponen igualmente en silencio las manos sobre cada uno de los elegidos.
Tras dicha imposición de manos, los presbiteros permanecen junto al Obispo hasta que se haya concluido la Plegaria de Ordenación, pero de modo que la ceremonia pueda ser bien vista por los fieles.
131. Estando todos los elegidos arrodillados ante él, el Obispo, sin mitra, con las manos extendidas, dice la Plegaria de Ordenación:
Asístenos, Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
autor de la dignidad humana
y dispensador de todo don y gracia;
por ti progresan tus criaturas
y por ti se consolidan todas las cosas.
Para formar el pueblo sacerdotal,
tu dispones con la fuerza del Espíritu Santo
en órdenes diversos a los ministros de tu Hijo Jesucristo.
Ya en la primera Alianza aumentaron los oficios,
instituidos con signos sagrados.
Cuando pusiste a Moisés y Aarón al frente de tu pueblo,
para gobernarlo y santificarlo,
les elegiste colaboradores,
subordinados en orden y dignidad,
que les acompañaran y secundaran.
Así, en el desierto,
diste parte del espíritu de Moisés,
comunicándolo a los setenta varones prudentes
con los cuales gobernó más fácilmente a tu pueblo.
Así también hiciste partícipes a los hijos de Aarón
de la abundante plenitud otorgada a su padre,
para que un numero suficiente de sacerdotes
ofreciera, según la ley, los sacrificios,
sombra de los bienes futuros.
Finalmente, cuando llego la plenitud de los tiempos
enviaste al mundo, Padre santo, a tu Hijo, Jesús,
Apóstol y Pontífice de la fe que profesamos.
Él, movido por el Espíritu Santo
se ofreció a ti como sacrificio sin mancha,
y habiendo consagrado a los apóstoles con la verdad,
los hizo participes de su misión;
a ellos, a su vez, les diste colaboradores
para anunciar y realizar por el mundo entero
la obra de la salvación.
También ahora, Señor, te pedimos nos concedas,
como ayuda a nuestra limitación, estos colaboradores
que necesitamos para ejercer el sacerdocio apostólico.
TE PEDIMOS PADRE TODOPODEROSO,
QUE CONFIERAS A ESTOS SIERVOS TUYOS
LA DIGNIDAD DEL PRESBITERADO;
RENUEVA EN SUS CORAZONES EL ESPÍRITU DE SANTIDAD
RECIBAN DE TI EL SEGUNDO GRADO
DEL MINISTERIO SACERDOTAL
Y SEAN, CON SU CONDUCTA, EJEMPLO DE VIDA.
Sean honrados colaboradores del orden de los Obispos.
para que por su predicación,
y con la gracia del Espíritu Santo,
la palabra del Evangelio
de fruto en el corazón de los hombres
y llegue hasta los confines del orbe.
Sean con nosotros fieles dispensadores de tus misterios,
para que tu pueblo se renueve
con el baño del nuevo nacimiento,
y se alimente de tu altar;
para que los pecadores sean reconciliados
y sean confortados los enfermos.
Que en comunión con nosotros, Señor,
imploren tu misericordia
por el pueblo que se les confía
y en favor del mundo entero.
formarán un único pueblo tuyo
que alcanzará su plenitud en tu Reino.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Unción de las manos y entrega del pan y el vino
132. Concluida la Plegaria de Ordenación, se sientan todos. El Obispo recibe la mitra. Los ordenados se levantan. Los presbiteros presentes tornan a su puesto; pero algunos de ellos colocan a cada ordenado la estola al estilo presbiteral y le visten la casulla.
133. Seguidamente, el Obispo toma el gremial y, oportunamente informado el pueblo, unge con el sagrado crisma las palmas de las manos de cada ordenado, arrodillado ante él, diciendo:
Jesucristo, el Señor,
a quien el Padre ungió
con la fuerza del Espíritu Santo,
te auxilie para santificar al pueblo cristiano
y para ofrecer a Dios el sacrificio.
Después, Obispo y ordenados se lavan las manos.
134. Mientras los ordenados visten la estola y la casulla y el Obispo les unge las manos, se canta la antifona siguiente con el salmo 109 (110), u otro canto apropiado de idénticas características que concuerde con la antifona, sobre todo cuando el salmo 109 (110) se hubiere utilizado como salmo responsorial en la liturgia de la palabra.
Antífona
Cristo, el Señor, sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec,
ofreció pan y vino. (T. P. Aleluya.)
Salmo 109 (110), 1-5. 7
Salmo 109 (110), 1-5. 7
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies».
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré como rocío,
antes de la aurora».
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec».
135. Seguidamente, los fieles llevan el pan sobre la patena y el cáliz, ya con el vino y el agua, para la celebración de la Misa. El diácono lo recibe y se lo entrega al Obispo, quien a su vez lo pone en manos de cada uno de los ordenados, arrodillados ante él, diciendo:
Recibe la ofrenda del pueblo santo
para presentarla a Dios.
Considera lo que realizas
e imita lo que conmemoras,
y conforma tu vida
con el misterio de la cruz del Señor.
136. Finalmente, el Obispo besa a cada ordenado, diciendo:
La paz contigo.
El ordenado responde:
Y lo mismo hacen todos o al menos algunos presbiteros presentes.
137. Mientras tanto, puede cantarse el responsorio:
R. Ya no os llamo siervos, sino mis amigos, porque habéis
conocido cuanto he hecho entre vosotros. (Aleluya.)
* Recibid el Espíritu Santo Defensor.
+ Él es el que os enviará el Padre. (Aleluya.)
V. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.
* Recibid el Espíritu Santo Defensor.
R. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
+ Él es el que os enviará el Padre. (Aleluya.)
O la antífona siguiente con el salmo 99 (100), u otro canto apropiado de idénticas características que concuerde con la antífona, sobre todo cuando el salmo 99 (100) se hubiere utilizado como salmo responsorial en la liturgia de la palabra.
Antífona
Cristo, el Señor, sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec,
Cristo, el Señor, sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec,
ofreció pan y vino. (T. P. Aleluya.)
No se dice Gloria al Padre. Pero se interrumpe el salmo y se repite la antífona
cuando todos los ordenados hayan recibido la unción de las manos.
No se dice Gloria al Padre. Pero se interrumpe el salmo y se repite la antífona
cuando todos los ordenados hayan recibido la unción de las manos.
135. Seguidamente, los fieles llevan el pan sobre la patena y el cáliz, ya con el vino y el agua, para la celebración de la Misa. El diácono lo recibe y se lo entrega al Obispo, quien a su vez lo pone en manos de cada uno de los ordenados, arrodillados ante él, diciendo:
Recibe la ofrenda del pueblo santo
para presentarla a Dios.
Considera lo que realizas
e imita lo que conmemoras,
y conforma tu vida
con el misterio de la cruz del Señor.
136. Finalmente, el Obispo besa a cada ordenado, diciendo:
La paz contigo.
El ordenado responde:
Y con tu espíritu.
Y lo mismo hacen todos o al menos algunos presbiteros presentes.
137. Mientras tanto, puede cantarse el responsorio:
R. Ya no os llamo siervos, sino mis amigos, porque habéis
conocido cuanto he hecho entre vosotros. (Aleluya.)
* Recibid el Espíritu Santo Defensor.
+ Él es el que os enviará el Padre. (Aleluya.)
V. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.
* Recibid el Espíritu Santo Defensor.
R. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
+ Él es el que os enviará el Padre. (Aleluya.)
O la antífona siguiente con el salmo 99 (100), u otro canto apropiado de idénticas características que concuerde con la antífona, sobre todo cuando el salmo 99 (100) se hubiere utilizado como salmo responsorial en la liturgia de la palabra.
Antífona
Vosotros sois mis amigos,
si hacéis lo que yo os mando,
dice el Señor. (T. P. Aleluya.)
Vosotros sois mis amigos,
si hacéis lo que yo os mando,
dice el Señor. (T. P. Aleluya.)
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.
(Se repite la antifona)
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
(Se repite la antifona)
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
(Se repite la antifona)
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades».
(Se repite la antifona)
Antífona
Vosotros sois mis amigos,
si hacéis lo que yo os mando,
dice el Señor. (T. P. Aleluya.)
No se dice Gloria al Padre. Pero se interrumpe el salmo y se repite la antifona, una vez que el Obispo y los presbiteros hayan besado a los ordenados.
138. Prosigue la Misa como de costumbre. Se dice o no el Símbolo de la fe, según las rúbricas; se omite la oración universal.
LITURGIA EUCARÍSTICA
139. La liturgia eucarística se concelebra como de costumbre; pero se omite la preparación del cáliz.
Oración sobre las ofrendas
Oh, Dios,
tú has querido que tus sacerdotes
sean ministros del santo altar y del pueblo,
concede en tu bondad,
por la eficacia de este sacrificio,
que el ministerio de tus siervos te sea siempre grato
y dé, en tu Iglesia, frutos que siempre permanezcan.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO I DE LAS ORDENACIONES
Salmo 33
V. Bendigo al Señor en todo momento,
tú has querido que tus sacerdotes
sean ministros del santo altar y del pueblo,
concede en tu bondad,
por la eficacia de este sacrificio,
que el ministerio de tus siervos te sea siempre grato
y dé, en tu Iglesia, frutos que siempre permanezcan.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO I DE LAS ORDENACIONES
EL
SACERDOCIO DE CRISTO Y EL MINISTERIO DE LOS SACERDOTES
En verdad
es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y
eterno.
Que
constituiste a tu Unigénito pontífice de la alianza nueva y eterna
por la unción del Espíritu Santo, y determinaste, en tu designio
salvífico, perpetuar en la Iglesia su único sacerdocio.
Él no
solo confiere el honor del sacerdocio real a todo su pueblo santo,
sino también, con amor de hermano, elige a hombres de este pueblo,
para que, por la imposición de las manos, participen de su sagrada
misión.
Ellos
renuevan en nombre de Cristo el sacrificio de la redención, preparan
a tus hijos el banquete pascual, preceden a tu pueblo santo en el
amor, lo alimentan con tu palabra y lo fortalecen con los
sacramentos.
Tus
sacerdotes, Señor, al entregar su vida por ti y por la salvación de
los hermanos, van configurándose a Cristo, y han de darte testimonio
constante de fidelidad y amor.
Por eso,
Señor, nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y
con todos los santos, diciendo:
Santo,
santo Santo…
140. En las plegarias eucarísticas se hace mención de los presbíteros recién ordenados.
I. Cuando se utiliza el Canon romano se dice Acepta, Señor, en tu bondad propio.
Acepta, Señor, en tu bondad,
esta ofrenda de tus siervos
y de toda tu familia santa;
te la ofrecemos también por estos siervos tuyos
a quien te has dignado promover al orden presbiteral;
conserva en ellos tus dones
para que fructifique lo que han recibido de tu bondad.
[Por Cristo, nuestro Señor. Amén.]
II. Cuando se utiliza la Plegaria eucarística II la mención se intercala en la intercesión Acuérdate, Señor.
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia
extendida por toda la tierra;
y con el papa N., con nuestro obispo N.,
llévala a su perfección por la caridad.
Acuérdate también de estos siervos tuyos
que has constituido hoy presbíteros de la Iglesia,
y de todos los pastores que cuidan de tu pueblo.
Acuérdate también de nuestros hermanos
que durmieron en la esperanza de la resurrección...
III. Cuando se utiliza la Plegaria eucarística III la mención se intercala en la intercesión Te pedimos, Padre, que esta Víctima.
Te pedimos, Padre,
que esta Víctima de reconciliación
traiga la paz y la salvación al mundo entero.
Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia,
peregrina en la tierra:
a tu servidor, el papa N.,
a nuestro obispo N.,
al orden episcopal,
a estos siervos tuyos que han sido ordenados hoy
presbíteros de la Iglesia,
a los demás presbíteros, a los diáconos,
y a todo el pueblo redimido por ti.
Atiende los deseos y súplicas...
IV. Cuando no se utiliza el prefacio propio se puede emplear la Plegaria eucarística IV. La mención se intercala en la intercesión Y ahora, Señor, acuérdate.
Y ahora, Señor, acuérdate
de todos aquellos por quienes te ofrecemos este sacrificio:
de tu servidor el papa N.,
de nuestro obispo N.,
del orden episcopal,
de estos siervos tuyos que te has dignado elegir hoy
para el ministerio presbiteral en favor de tu pueblo,
de los demás presbíteros y diáconos;
acuérdate también de los oferentes y de los aquí reunidos,
de todo tu pueblo santo
y de aquellos que te buscan con sincero corazón.
Acuérdate también de los que murieron...
141. Los padres y los familiares de los ordenados pueden comulgar bajo ambas especies.
Antífona de la comunión Cf. Mc 16, 15; Mt 28, 20
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio;
yo estoy con vosotros todos los días,
dice el Señor [T. P. Aleluya].
V. Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R.
V. Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R.
142. Concluida la distribución de la comunión, puede cantarse un cántico de acción de gracias. Sigue al canto la oración después de la comunión.
Oración después de la comunión
Te pedimos, Señor,
que el sacrificio santo que te hemos ofrecido
y recibido en comunión
llene de vida a tus sacerdotes y a todos tus siervos,
para que, unidos a ti por un amor constante,
puedan servir dignamente a tu majestad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
RITO DE CONCLUSIÓN
143. En vez de la acostumbrada, puede darse la siguiente bendición. El diácono puede hacer la invitación:
Inclinaos para recibir la bendición.
O con otras palabras.
Bendición solemne al final de la misa
El obispo, con las manos extendidas sobre los presbíteros recién ordenados y el pueblo, dice:
Dios, que dirige y gobierna la Iglesia,
os proteja siempre con su gracia
para que cumpláis fielmente el ministerio presbiteral.
R. Amén.
Que él os haga servidores y testigos en el mundo,
de la verdad y del amor divino,
y ministros fieles de la reconciliación.
R. Amén.
Y que os haga pastores verdaderos
que distribuyan a los fieles la palabra de la vida y el pan vivo,
para que crezcan en la unidad del cuerpo de Cristo.
R. Amén.
Y bendice a todo el pueblo añadiendo:
Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes,
os bendiga Dios todopoderoso,
Padre ✠, Hijo ✠, y Espíritu ✠ Santo.
R. Amén.
144. Dada la bendición y despedido el pueblo por el diácono, se vuelve procesionalmente a la sacristía al modo acostumbrado.
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