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martes, 30 de mayo de 2017

Aniversarios del Matrimonio: Bendición de los esposos dentro de la Misa.

Ritual del Matrimonio (2ª edición)

Apéndice II.  CELEBRACIONES EN TORNO AL MATRIMONIO

2. CELEBRACIONES EN LOS ANIVERSARIOS DEL MATRIMONIO

2.1. Bendición de los esposos dentro de la Misa

(ver también Bendicional núms. 95-107).

487. En los principales aniversarios del Matrimonio, como, por ejemplo, en el aniversario anual y en los jubileos (XXV, L, LX), será oportuno tener un recuerdo especial del Sacramento, mediante la celebración de la Misa propia con las oraciones que indica el Misal romano (Misas rituales, Por los esposos, 2. En los aniversarios del Matrimonio).

488. En la liturgia de la palabra, en conformidad con las rúbricas, pueden tomarse las lecturas, o bien del Leccionario para la celebración del Matrimonio (núms. 374-419), o bien de la Misa para dar gracias a Dios según el Leccionario de las Misas por diversas necesidades (Leccionario para Misas en diversas circunstancias y Misas votivas - vol. VI - pp. 175-184).

489. Después de la lectura del Evangelio, el celebrante, basándose en el texto sagrado, debe exponer en la homilía el misterio y la gracia de la vida matrimonial cristiana, teniendo en cuenta las diversas circunstancias de las personas.

RENOVACIÓN DEL PROPÓSITO

490. Luego el celebrante invita a los esposos a que oren en silencio y renueven ante Dios el propósito de vivir santamente en el Matrimonio con estas u otras palabras semejantes:

Al celebrar el día en que por medio del sacramento del Matrimonio habéis unido vuestras vidas con un vínculo indisoluble, queréis renovar ahora ante el Señor las promesas que mutuamente os hicisteis. Para que la gracia divina confirme estas promesas, dirigid vuestras oraciones al Señor.

491. Entonces los cónyuges renuevan en secreto el propósito.

492. Si, según la oportunidad, los cónyuges quieren renovar externamente el propósito, se hará de la manera aquí indicada:

El esposo dice:
Bendito seas, Señor,
porque ha sido un regalo tuyo
recibir a N. por mujer.

La esposa dice:
Bendito seas, Señor,
porque ha sido un regalo tuyo
recibir a N. por marido.

Ambos dicen:
Bendito seas, Señor,
porque nos has asistido amorosamente
en las alegrías y en las penas de nuestra vida.
Te pedimos que nos ayudes
a guardar fielmente nuestro amor mutuo,
para que seamos fieles testigos
de la alianza que has establecido con los hombres.

El sacerdote dice:
El Señor os guarde todos los días de vuestra vida.
Que él sea para vosotros consuelo en la adversidad,
compañero en la prosperidad
y derrame copiosamente sus bendiciones sobre vuestra casa.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

BENDICIÓN DE LOS ANILLOS

493. Si los esposos presentan los anillos de su Matrimonio, el celebrante dice esta oración:

Acrecienta y santifica, Señor,
el amor de tus servidores
y, pues se entregaron mutuamente estos anillos
en señal de fidelidad,
haz que progresen en la gracia del sacramento.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

Los anillos pueden ser honrados con la incensación.

494. Si se bendicen anillos nuevos, el celebrante dice esta oración:

Bendice y santifica, Señor,
el amor de tus servidores
y, ya que estos anillos
representan para ellos un signo de su fidelidad,
haz que también les recuerden su amor recíproco
y la gracia del sacramento.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

ORACIÓN DE LOS FIELES

495. Sigue la oración de los fieles, en la forma acostumbrada en la celebración de la Misa, o bien la plegaria común en la forma aquí propuesta.

Invoquemos la misericordia de Dios, Padre todopoderoso, que en su providente designio quiso que la historia de la salvación quedara significada en el amor, la fidelidad conyugal [y la fecundidad], y digámosle:
R. Renueva, Señor, la fidelidad de tus servidores.

Padre santo, que eres llamado fiel, y que pides y premias la observancia de tu alianza, llena de tus bendiciones a estos servidores tuyos, que recuerdan el aniversario (vigésimo quinto, quincuagésimo, sexagésimo) de su Matrimonio. R.

Tú que con el Hijo y el Espíritu Santo gozas eternamente de la plena unidad de vida y comunión de amor, haz que estos servidores tuyos recuerden siempre la alianza de amor que contrajeron en el Matrimonio y la guarden con toda fidelidad. R.

Tú que en tu providencia dispones de tal modo los acontecimientos de la vida humana que llevas a tus fieles a participar del misterio de Cristo, haz que estos servidores tuyos, aceptando serenamente lo próspero y lo adverso, se esfuercen por unirse a Cristo y vivir sólo para él. R.

Tú que quisiste que el Matrimonio fuera modelo de vida cristiana, haz que todos los esposos sean testigos en el mundo del misterio de amor de tu Hijo. R.

496. A continuación, el celebrante dice esta plegaria u otra adecuada:

Señor, Dios nuestro,
en cuyos mandatos encuentra la familia
su auténtico y seguro fundamento,
atiende a las súplicas de tus servidores
y concédeles
que, siguiendo los ejemplos de la Sagrada Familia,
lleguen a gozar de los premios de tu reino
en el hogar del cielo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

497. En la liturgia eucarística se hace todo según el Ordinario de la Misa, excepto lo que sigue.

En el momento de la presentación de los dones, los esposos, según las circunstancias, pueden llevar el pan, el vino y el agua al altar.

BENDICIÓN

498. Después del Padre nuestro se omite el Líbranos, Señor, y el celebrante, vuelto hacia los esposos, con las manos extendidas, dice:

Te alabamos y te bendecimos,
oh Dios, creador de todas las cosas,
que al principio creaste al hombre y a la mujer
para que formaran una unidad de vida y de amor,
también te damos gracias,
porque te dignaste bendecir la unión familiar
de tus servidores N. y N.,
para que fuera imagen de la unión de Cristo con su Iglesia;
tú que los has mantenido unidos por el amor
en sus penas y alegrías,
míralos hoy con benevolencia;
renueva constantemente su alianza nupcial,
acrecienta su amor, fortalece su vínculo de paz,
para que [junto con esta corona de hijos que los rodea]
gocen siempre de tu bendición.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

499. Después de La paz del Señor, según las circunstancias y de acuerdo con las costumbres del lugar, los esposos y los demás se dan la señal de paz y caridad, en la forma adecuada.

500. Los esposos pueden comulgar bajo las dos especies.

BENDICIÓN FINAL

501. Al final de la Misa el celebrante bendice a los esposos del modo acostumbrado o con una fórmula más solemne, por ejemplo, de la siguiente manera:

El diácono invita a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u otras semejantes:
Inclinaos para recibir la bendición.

El celebrante, con las manos extendidas sobre los esposos, dice:
Dios, Padre todopoderoso,
os conceda su gozo.
R. Amén.

V. El Hijo Unigénito de Dios
os asista en las alegrías y en las tristezas.
R. Amén.

V. El Espíritu Santo
alimente vuestras vidas con su amor.
R. Amén.

Finalmente bendice a todos los presentes, añadiendo:
Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes,
os bendiga Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo.
R. Amén.

jueves, 25 de mayo de 2017

Ceremonial de los Obispos. Séptima parte: Días señalados en la vida del Obispo. Octava parte: Celebraciones litúrgicas vinculadas con los actos solemnes del gobierno episcopal. Apéndice I. vestiduras de los prelados. nn. 1129-1210.

CEREMONIAL DE LOS OBISPOS
(14-septiembre-1984; ed. española 28-junio-2019)

SÉPTIMA PARTE
DÍAS SEÑALADOS EN LA VIDA DEL OBISPO

CAPÍTULO I
LA ELECCIÓN DEL OBISPO


1129. Tan pronto como la Iglesia local tenga auténtica certeza de que se ha producido la provisión canónica, el administrador diocesano debe convocar a una acción litúrgica en la iglesia-catedral para dar gracias a Dios y para orar por el elegido.

1130. El propio elegido, cuanto antes, debe:
a) Si se encuentra en Roma en el momento de su elección, presentarse ante el romano pontífice; en caso contrario, enviarle un escrito para expresarle su comunión y su respeto y para encomendarle su Iglesia.
b) Si se encuentra en Roma, hacer profesión de fe y prestar juramento de fidelidad a la Sede Apostólica ante el cardenal designado para tal cometido y, en otro caso, ante el delegado por la misma Sede Apostólica (1).
c) Presentarse ante el metropolitano o ante el obispo más antiguo de la provincia, para informarse con seguridad, por él, sobre la situación de su diócesis y, si es el caso, acordar con él el dia de su ordenación episcopal.
d) Dejar las obligaciones previas que tenía, para prepararse para se nuevo ministerio, entregado a la oración y a la meditación.
e) Solicitar del romano pontifice el palio, si tiene derecho a utilizarlo (2).

(1) Cf. CIC, c. 380 y 833. 3º.
(2) Cf. CIC, c. 437, p. 1.

1131. Dentro del plazo fijado por el derecho, el elegido debe recibir la ordenación episcopal y tomar posesión canónica de su diócesis como se indica más adelante, nn. 1133-1140.

1132. El elegido solo puede utilizar las vestiduras y los distintivos episcopales desde el momento de la ordenación, según las normas litúrgicas.

CAPÍTULO II
LA ORDENACIÓN DEL OBISPO


1133. Si no está legítimamente impedido, el elegido debe recibir la ordenación episcopal en los tres meses siguientes a la recepción de las Letras apostólicas y, en todo caso, antes de tomar posesión del oficio (3).

(3) Cf. CIC, c. 379.

1134. La ordenación episcopal se realiza durante la celebración de la misa, de acuerdo con el rito y las normas que se recogen en el Pontifical Romano (cf. supra nn. 483-517).

1135. Es muy conveniente que la ordenación del obispo tenga lugar en su iglesia-catedral. En este caso, la toma de posesión de la diócesis tiene lugar en el mismo rito de ordenación, en el que se muestran y se leen las Letras apostólicas y el ordenado se sienta en su cátedra, como se ha dicho antes, nn. 493 y 509.

1136. Siguiendo una antiquísima tradición de la Iglesia, para manifestar la colegialidad del episcopado, no sean menos de tres los obispos concelebrantes que lo ordenen, a no ser que la Sede Apostólica haya dispensado al respecto. Es muy conveniente, no obstante, que todos los obispos presentes ordenen al elegido junto con el ordenante principal (4).

(4) Cf. Pontifical Romano, Ordenación del obispo, de los presbíteros y de los diáconos, Ordenación de un obispo, Prænotanda, n. 16.

1137. Normalmente, el metropolitano es el ordenante principal del sufragáneo; del auxiliar lo es el ordinario del lugar, si no dispone otra cosa el romano pontífice en la bula de nombramiento (4 bis).

(4 bis) Cf. ibid.

CAPÍTULO III
TOMA DE POSESIÓN DE LA DIÓCESIS

1138.
A no ser que esté legítimamente impedido, quien ha sido promovido al oficio de obispo diocesano debe tomar posesión canónica de la diócesis, si aún no había recibido la ordenación, en el plazo de cuatro meses desde el momento en que recibe las Letras apostólicas; y en el plazo de dos meses, si ya había sido ordenado (5).

(5) Cf. CIC, c. 382, p. 2.

1139. Si el obispo es ordenado en su propia iglesia-catedral, la toma de posesión de la diócesis tiene lugar en el mismo rito de la ordenación, donde se muestran y leen las Letras apostólicas y el ordenado se sienta en su cátedra, como se ha dicho antes, nn. 493 y 509.

1140. Si el obispo es trasladado de otra Iglesia o no ha recibido la ordenación en su iglesia-catedral, toma posesión de la diócesis dentro de los plazos establecidos por el derecho, mediante el rito de recepción, como se recoge más adelante, nn. 1141-1144.

En estos casos, por causa justa, el obispo también puede tomar posesión por procurador. Sin embargo, es aconsejable que tome posesión por sí mismo (6).

(6) Cf. CIC, C. 382, pp. 3 y 4.

CAPÍTULO IV
RECEPCIÓN DEL OBISPO EN SU IGLESIA-CATEDRAL

1141.
Si el obispo viene trasladado de otra Iglesia o no ha recibido la ordenación episcopal en su propia iglesia-catedral, entonces ha de hacerse la recepción tan pronto como llegue a su Iglesia, mediante la celebración de la misa estacional convocando a la comunidad diocesana.

1142. El obispo es recibido a las puertas de la iglesia-catedral por la primera dignidad del capítulo o, si no hay Cabildo, por el rector de la propia iglesia, revestido con capa pluvial, que le ofrece la imagen del crucifijo para que la bese y luego le entrega el hisopo con agua bendita con el que el obispo se asperja y asperja a los presentes. Después, es conveniente que sea conducido a la capilla del Santísimo Sacramento, donde, de rodillas, lo adora unos instantes y, por fin, se dirige a la sacristía mayor, donde el propio obispo, los presbíteros concelebrantes, los diáconos y el resto de los ministros se revisten con las vestiduras sagradas para la misa, que se celebra con el rito estacional.

1143. Después, venerado el altar, llega a la cátedra y, concluido el canto de entrada y saludado el pueblo, el obispo se sienta y recibe la mitra. Uno de los diáconos o presbíteros concelebrantes muestra las Letras apostólicas al Colegio de consultores, en presencia del canciller de la Curia, que levanta acta, y luego las lee desde el ambón, mientras todos escuchan sentados y, al final, aclaman: «Demos gracias a Dios u otra aclamación adecuada. En las diócesis recién erigidas, se comunican las Letras al clero y al pueblo a la vez, reunidos en la iglesia-catedral; levanta acta el presbítero de mayor edad de entre los presentes.

Después, si el obispo goza de derecho al palio, se le impone con el rito descrito más adelante, nn. 1149-1155.

Luego, siguiendo la costumbre, la primera dignidad del Cabildo o, si no hay Cabildo, el rector de la iglesia, saluda al obispo.

Entonces, según las costumbres locales, el Cabildo y al menos algunos miembros del clero, así como algunos fieles y si es también las autoridades civiles que puedan estar presentes, se acercan a su obispo para manifestarle su obediencia y respeto.

A continuación, omitido el acto penitencial y, si es oportuno, el Señor, ten piedad, el obispo deja la mitra, se levanta y canta el Gloria, según las rúbricas.

1144. En la homilía, después del Evangelio, el obispo se dirige por vez primera a su pueblo. 

La misa continúa de la forma acostumbrada.

1145. Si el propio metropolitano introduce al obispo en su iglesia-catedral, entonces es él quien, a la puerta de la iglesia, presenta al obispo ante la primera dignidad del Cabildo y preside la procesión de entrada, desde la cátedra saluda al pueblo y solicita que se muestren y lean las Letras apostólicas. Una vez leídas, y tras la aclamación del pueblo, el metropolitano invita al obispo a sentarse en la cátedra. Luego, el obispo se levanta y canta el Gloria, según las rúbricas.

1146. En cambio, si el obispo, por causa justa, toma posesión de la diócesis por procurador, el rito de recepción se realiza como se ha descrito anteriormente, pero omitiendo la presentación y lectura de las Letras apostólicas.

1147. Desde el día en que el obispo toma posesión, todos los presbíteros que celebran misa en su diócesis han de decir su nombre en la plegaria eucarística, también en iglesias y oratorios exentos.

1148. El obispo auxiliar o coadjutor cuya ordenación se hubiera realizado en un lugar distinto a la iglesia-catedral de la diócesis sea presentado adecuadamente al pueblo por el obispo residencial, en una acción litúrgica.

CAPÍTULO V
IMPOSICIÓN DEL PALIO

1149. La entrega del palio se realiza, siempre que sea posible, en la ordenación episcopal, después de la entrega del anillo episcopal, antes de que se le imponga la mitra al nuevo obispo. El obispo ordenante principal impone el palio diciendo: «Para gloria de Dios omnipotente...», como se dice más adelante, n. 1154.

Cuando no sea posible hacerlo de esta manera, la entrega del palio se realiza oportunamente con recepción del obispo en su iglesia-catedral. La entrega del palio la efectúa durante la celebración de la eucaristía en la iglesia-catedral del obispo o en otra iglesia de su territorio que parezca más idónea el obispo a quien la Sede Apostólica haya encomendado este oficio, con el rito que se describe más adelante.

1150. La misa se celebra con el rito de la misa estacional. El palio es llevado en la procesión de entrada por uno de los diáconos, que lo coloca sobre el altar.

1151. En un lugar adecuado del presbiterio, dispóngase una sede digna para el obispo a quien la Sede Apostólica ha encomendado el oficio de entregar el palio.

Este preside la celebración hasta el momento de la imposición del palio.

1152. Concluido el canto de entrada, el obispo a quien se le encomienda imponer el palio saluda al pueblo del modo acostumbrado y brevemente explica el sentido del acto que va a realizarse. Luego, el diácono, si la entrega del palio coincide con la recepción del obispo en su iglesia-catedral, se dirige al ambón y lee el Mandato apostólico, que todos escuchan sentados; al finalizar, aclaman: «Demos gracias a Dios» o dicen otras palabras más acordes con las costumbres del lugar.

1153. Tras la lectura del Mandato apostólico, o si la entrega del palio no se realiza en el momento de la recepción del obispo en su iglesia-catedral, inmediatamente después de la monición de quien preside, el elegido se acerca al obispo a quien se ha encomendado la tarea de imponer el palio y, de rodillas ante él, que está sentado con la mitra, hace la profesión de fe y el juramento, según la fórmula recogida en las Letras apostólicas.

1154. Tras todo ello, el prelado recibe el palio que le entrega el diácono y lo coloca sobre los hombros del elegido, diciendo la fórmula siguiente:

Para gloria de Dios omnipotente
y para alabanza de la bienaventurada siempre Virgen María
y de los santos apóstoles Pedro y Pablo,
en nombre del romano pontifice, el papa N.,
y de la santa Iglesia romana,
para honor de la sede N. que te ha sido encomendada,
como signo de la potestad metropolitana,
te entregamos el palio tomado de la confesión de san Pedro,
para que lo utilices dentro de los límites de tu provincia eclesiástica.
Este palio sea para ti símbolo de unidad,
y signo de comunión con la Sede Apostólica,
sea vínculo de caridad y estímulo de fortaleza,
para que el día de la llegada y de la revelación del gran Dios,
у del príncipe de los pastores, Jesucristo,
recibas, con las ovejas a ti encomendadas,
el vestido de la inmortalidad y la gloria.
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R. Amén.

1155. Luego, omitido el acto penitencial y, según las circunstancias, el Señor, ten piedad, el arzobispo que ha recibido el palio inicia, si se dice, el himno Gloria.

Luego, la misa continúa del modo acostumbrado.

CAPÍTULO VI
TRASLADO DEL OBISPO A OTRA SEDE O RENUNCIA A ELLA

1156.
El obispo que haya sido promovido a otra sede o cuya dimisión haya sido aceptada por el romano pontífice convocará oportunamente a su pueblo a una acción litúrgica para despedirse de él y para con él dar gracias por los beneficios recibidos de Dios durante el tiempo de su episcopado.

CAPÍTULO VII
LA MUERTE Y LAS EXEQUIAS DEL OBISPO

1157.
Cuando el obispo se vea aquejado por la enfermedad y la debilidad, reciba el sacramento de la penitencia y de la eucaristía, dando ejemplo a su pueblo, y, en el caso de que la enfermedad fuera grave, la unción de enfermos.

1158. Cuando esté próximo a la muerte y sea consciente de ello, solicite el Santo Viático y recíbalo conforme al rito que se describe en el Ritual Romano (7).

(7) Cf. Ritual Romano, Ritual de la Unción y de la pastoral de enfermos, nn. 171-173, 174-179.

1159. El presbiterio y, principalmente, el Consejo de consultores o el Cabildo de la iglesia-catedral presten asistencia espiritual al obispo en el momento de su agonía, procurando especialmente que se hagan las oraciones de recomendación junto a él (8) y que los fieles oren por él en toda la diócesis.

(8) Cf. ibid., nn. 239-246.

1160. Cuando el obispo haya expirado, díganse las oraciones que se indican en el Ritual (9). Luego, revístase al difunto con ornamentos de color morado y con las insignias de la misa estacional; también con el palio si tenía derecho a usarlo, pero sin el báculo. Si el obispo, por haber sido trasladado de otras sedes, hubiera recibido varios palios, todos ellos serán colocados en el féretro del difunto, a no ser que el obispo hubiera dispuesto otra cosa en vida. Después, hasta el momento de ser trasladado a la iglesia-catedral para la celebración de las exequias, expóngase el cuerpo del obispo en un lugar adecuado, donde los fieles puedan visitarlo y orar por él. Junto al féretro o en la iglesia-catedral celébrese una vigilia o la Liturgia de las Horas por los difuntos.

(9) Cf. ibid., n. 247.

1161. En el día y a la hora oportuna, convóquese al clero y al pueblo para celebrar las exequias del obispo en la iglesia-catedral. Presida las exequias el presidente de la Conferencia de obispos del país o el metropolitano, y concelebren con él otros obispos y también los presbíteros de la diócesis.

1162. Las exequias se celebran como se dispone más arriba, nn. 821-838.

1163. Solo el obispo celebrante principal preside la última recomendación.

1164. El cuerpo del obispo diocesano difunto se sepulta en una iglesia, normalmente la iglesia-catedral de su diócesis. El obispo que ha renunciado a su diócesis es sepultado en la iglesia-catedral de su última sede, salvo que él mismo hubiera dispuesto otra cosa.

1165. Todas las comunidades diocesanas eleven sus oraciones por el obispo difunto, celebrando la misa o la Liturgia de las Horas por los difuntos o de otra forma, según sus posibilidades.

CAPÍTULO VIII
LA SEDE EPISCOPAL VACANTE

1166.
Cuando la sede episcopal está vacante, el administrador diocesano invite al clero y al pueblo a intensificar sus oraciones para que sea elegido un pastor que responda a las necesidades de la Iglesia. En todas las iglesias de la diócesis celébrese, al menos una vez, la misa por la elección del obispo, en un día fuera de los indicados en los nn. 1-4 de la tabla de días litúrgicos (10).

(10) Cf. infra, Apéndice II.

CAPÍTULO IX
CELEBRACIÓN DE DETERMINADOS ANIVERSARIOS

1167.
Celébrese anualmente, en la iglesia-catedral y en el resto de las iglesias y comunidades de la diócesis, el día del aniversario de la ordenación episcopal con la misa por el obispo, siempre que no sea un día de los que se contemplan en los nn. 1-6 de la tabla de días litúrgicos (11).

Es deseable que el obispo del lugar presida ese día una misa estacional, en la iglesia catedral.

(11) Cf. ibid.

1168. Es también una venerable tradición recordar anualmente el aniversario del último obispo difunto, salvo que hubiese sido trasladado a otra sede, con una misa, que deseablemente preside el obispo del lugar en la iglesia catedral. Adviértase a los fieles, y principalmente a los sacerdotes, que recuerden en el Señor a quienes fueron sus obispos y les anunciaron la Palabra de Dios (12).

(12) Cf. Heb 13, 7.

OCTAVA PARTE
CELEBRACIONES LITÚRGICAS VINCULADAS CON LOS ACTOS SOLEMNES DEL GOBIERNO EPISCOPAL

CAPÍTULO I
DE LOS CONCILIOS PLENARIOS O PROVINCIALES Y DE LOS SÍNODOS DIOCESANOS

1169. Siguiendo una venerable tradición de la Iglesia, tanto los Concilios como los Sínodos diocesanos incluyen también actos litúrgicos, a ejemplo de las celebraciones que relatan los Hechos de los Apóstoles (15, 6-29). Pues los actos de gobierno de la Iglesia nunca han de ser considerados como meros actos administrativos, sino que cuando se reúnen dichas asambleas en el nombre y para alabanza y gloria de Dios, bajo la moción del Espíritu Santo, debe manifestarse en ellas aquella unidad del Cuerpo de Cristo, cuya mejor expresión es la sagrada liturgia. Quienes comparten el mismo afán han de compartir también la oración.

1170. Comiencen estas asambleas con la celebración de una misa a la que se convoca al pueblo y en la que conviene que todos los miembros del Concilio o Sínodo concelebren con quien lo presida; quienes no concelebren pueden comulgar bajo las dos especies. Se dice la misa por el Concilio o el Sínodo que se encuentra en el Misal, entre las misas por diversas necesidades, con vestiduras sagradas de color rojo, a no ser que se trate de un día indicado en los nn. 1-4 de la tabla de días litúrgicos (1).

(1) Cf. infra, Apéndice II.

1171. Si, de acuerdo a las costumbres y circunstancias locales, antes de esta misa se va en procesión hasta el lugar de reunión de la asamblea, se canta la antífona Escúchanos u otro canto adecuado; luego, el presidente saluda al pueblo, y él mismo o uno de los concelebrantes o un diácono hace una breve monición; el que preside dice una de las oraciones del Misal en una reunión espiritual o pastoral, o por la Iglesia, preferentemente por la local. Luego, pone incienso y, si es oportuno, el diácono o voz alta indica: «Vayamos en paz»; se inicia la procesión en la que un diácono lleva solemnemente el Evangeliario; mientras se dirigen hacia la iglesia, se cantan las letanías de los santos, en las que, antes de la última invocación, se añade la siguiente: «Para que te dignes visitar y bendecir este Sínodo». Pueden incorporarse también, en su lugar, invocaciones del santo patrono o del fundador y de los santos de la Iglesia local. Cuando la procesión llega a la iglesia, los concelebrantes veneran el altar y todos se colocan en sus lugares correspondientes; entonces, el presidente también venera el altar y lo inciensa, y se dirige a la cátedra, donde, omitidos los ritos iniciales, dice la colecta de la misa.

1172. En el caso de que no hubiera procesión, la misa comienza del modo acostumbrado, según el rito de la misa estacional. Tras el Evangelio, se coloca el Evangeliario abierto, en medio del presbiterio, en un atril adecuado.

1173. El presidente hace la homilía, siempre se recita o se canta el Símbolo, al que sigue el juramento de los miembros del Concilio o Sínodo y del propio presidente.

Dicha la oración después de la comunión, el presidente da la bendición; el diácono despide al pueblo. Después inicia la oración Adsumus u otra, que todos prosiguen.

1174. Durante el Concilio o el Sínodo, es conveniente que antes de la asamblea diaria se concelebre la misa o se cante una hora de la Liturgia de las Horas que se ajuste al momento, o se tenga una celebración de la Palabra de Dios.

Si se celebra la misa, a la entrada de los concelebrantes se lleva solemnemente el Evangeliario y se coloca sobre el altar, como en la misa estacional. Tras la lectura del Evangelio, el libro se coloca abierto, en medio del presbiterio, en un atril adecuado.

Si se celebra una hora de la Liturgia de las Horas, concluida la celebración, un diácono, acompañado por acólitos con cirios encendidos lleva solemnemente el Evangeliario y se lee un texto adecuado de este siguiendo el rito de la misa estacional; acabada la lectura del Evangelio, el diácono coloca el libro abierto en un atril adecuado, como se indicó anteriormente.

Si por el contrario se realiza una celebración de la Palabra de Dios, se hace todo como se describe en los nn. 221-226, observando lo que se ha dicho de los honores que se tributan al Evangeliario.

1175. Al finalizar la última asamblea, se canta el himno Te Deum y se concluye con la bendición del presidente y la despedida. Si se celebra la misa, el himno Te Deum se canta antes de la oración después de la comunión. Si es oportuno, después de la despedida pueden cantarse las alabanzas conocidas como «regias» o «carolinas».

1176. Todo cuanto aquí se dice de los Concilios y los Sínodos diocesanos, que son las asambleas más solemnes, es de aplicación, con las adaptaciones necesarias, en aquellas reuniones o asambleas que suelen convocarse más frecuentemente y que corresponden al gobierno ordinario de las Iglesias, como son las reuniones de la Conferencia Episcopal, del Consejo presbiteral y otras similares.

CAPÍTULO II
LA VISITA PASTORAL

1177. Cuando el obispo cumple la misión de visitar las parroquias o las comunidades locales de su diócesis, no ha de parecer que desempeña un cometido meramente administrativo, sino que los fieles han de ver en él al heraldo del Evangelio, el maestro, el pastor y el gran sacerdote de su grey.

1178. Para conseguirlo adecuadamente, la visita del obispo tenga lugar, en la medida de lo posible, en aquellos días en que sea posible reunir un número grande de fieles; además, estos han de ser preparados por sus presbíteros con la pertinente catequesis, en el momento adecuado. La visita debe prolongarse durante el tiempo suficiente para que el obispo pueda valorar, promover y fomentar el apostolado de los presbíteros y los laicos, y las obras de caridad, y pueda, además, orientar las actuaciones y presidir las celebraciones litúrgicas.

1179. El obispo, revestido como se indica más arriba, n. 63, debe ser adecuadamente recibido, según las circunstancias y conforme a las costumbres locales. Si es oportuno, el obispo es solemnemente recibido saludado por el clero y el pueblo a la puerta de la iglesia o en la misma iglesia. Donde sea posible y parezca oportuno, es acompañado al interior de la iglesia con un canto festivo. La recepción del obispo, solemne y sobria, sea signo de amor y devoción del pueblo fiel al buen pastor.

1180. El obispo es recibido a la puerta de la iglesia por el párroco, revestido de capa pluvial, quien ofrece al obispo la imagen de la cruz para que la bese y luego el hisopo con agua bendita, con la que el obispo se diperja a sí mismo y a los presentes. Luego, el obispo, tras una breve oración en silencio ante el Santísimo Sacramento, se acerca al presbiterio, donde el párroco, en pie ante el altar, invita a los fieles a orar por el obispo y, tras hacer una breve oración en silencio, dice la colecta: «Oh, Dios, eterno pastor...» o bien: «Oh, Dios, pastor y guía de todos los fieles...», como se encuentra en el Misal (2).

Después, el obispo saluda al pueblo y expone lo que va a realizar durante el tiempo de la visita; por fin, dice la oración del titular de la iglesia o del patrono del lugar, bendice al pueblo de la forma acostumbrada y el párroco los despide.

(2) Cf. Misal Romano, Misas y oraciones por diversas necesidades, 3. Por el obispo.

1181. Si el acto continúa con la misa, después de la oración por el obispo, el propio obispo se reviste junto a la sede con las vestiduras sagradas para la misa, que concelebrarán los presbíteros de la parroquia que tienen la cura de almas o aquellos que residan en la demarcación, y en ella participan activamente los fieles; esto debe procurarse principalmente en aquellas zonas más apartadas de la diócesis, cuyos fieles raramente o nunca pueden participar en la misa estacional, que celebra el obispo en la ciudad.

1182. Para que los fieles perciban con mayor claridad que el obispo es el dispensador principal de los misterios de Dios y además el moderador y guardián de toda la vida litúrgica de la Iglesia que le ha sido encomendada, es deseable que, durante la visita pastoral, administre no solo el sacramento de la confirmación sino también, en alguna ocasión, otros sacramentos, preferentemente en su visita a los enfermos.

1183. Y si la visita se prolonga, téngase en la iglesia alguna celebración de la Liturgia de las Horas o alguna celebración de la Palabra de Dios con la homilía del obispo y preces por la Iglesia, tanto universal como diocesana.

1184. Si las circunstancias lo aconsejan, el obispo, acompañado del pueblo, puede acercarse al cementerio, donde ora por los fieles difuntos, observando lo que se indica más arriba, n. 399 ss., sobre la aspersión de los sepulcros.

CAPÍTULO III
LA ENTRADA DE UN NUEVO PÁRROCO


1185. Antes de que el párroco sea presentado o en el mismo acto en el que toma posesión de su parroquia, según las normas del derecho, debe hacer la profesión de fe ante el ordinario del lugar o ante su delegado.

1186. La presentación del nuevo párroco la realiza el propio obispo o su delegado, el día y la hora más adecuados, convocados los fieles, de acuerdo a las costumbres locales o, si es conveniente, como se describe más adelante.

1187. Es conveniente que la presentación se haga con la misa, que será la del día o votiva del título de la iglesia, o del Espíritu Santo, según las fabricas. El obispo preside la misa, concelebran el nuevo párroco y los demás presbíteros de la parroquia o de la circunscripción.

1188. Si el obispo, por justa causa, asiste a la misa sin celebrarla, es deseable que presida, al menos, la liturgia de la Palabra y bendiga al pueblo al finalizar la misa, como se describe más arriba, nn. 175-185.

1189. Si existen, consérvense las costumbres locales. En caso contrario y de acuerdo a las circunstancias, pueden seguirse en todo o en parte los ritos que a continuación se describen.

1190. Cuando las circunstancias lo permitan, el obispo y el nuevo párroco pueden ser recibidos en los confines de la parroquia y llevados en procesión hasta la puerta de la iglesia, donde el obispo presenta en breves palabras al nuevo párroco y le entrega la llave de la iglesia. La presentación puede realizarse también al inicio de la misa, después del saludo, preferentemente si se lee el documento de nombramiento y el párroco lace el juramento conforme al derecho, tras el saludo del obispo.

1191. Conviene que el Evangelio sea proclamado por el mismo párroco, que previamente se acerca al obispo para recibir de él el libro y pedirle la bendición.

1192. En la homilía, el obispo explica a los fieles la función del párroco y el sentido de los ritos que van a desarrollarse después de la homilía.

1193. Concluida la homilía, es recomendable que el nuevo párroco renueve las promesas que hizo el día de su ordenación, preguntándole el obispo con estas palabras:

Querido hijo, ante el pueblo de quien se te ha confiado el cuidado, renueva las promesas que hiciste en tu ordenación.

¿Quieres desempeñar siempre tu ministerio como diligente colaborador del orden episcopal, apacentando el rebaño del Señor y dejándote guiar por el Espíritu Santo?

R. Sí, quiero

¿Quieres celebrar santa y fielmente los misterios de Cristo, para alabanza de Dios y santificación del pueblo cristiano, según la tradición de la Iglesia?

R. Sí, quiero.

¿Quieres realizar con dedicación y sabiduría el ministerio de la Palabra, preparando la predicación del Evangelio y la exposición de la fe católica?

R. Sí, quiero.

¿Quieres unirte cada día más a Cristo, Sumo Sacerdote, que por nosotros se ofreció al Padre como víctima santa, y con él consagrarte a Dios para la salvación de los hombres?

R. Sí, quiero, con la gracia de Dios.

¿Prometes respeto y obediencia a mi y a mis sucesores?

R. Prometo.

Dios, que comenzó en ti la obra buena, él mismo la lleve a término.

1194. Luego, si procede, puede ordenarse una procesión que recorra la iglesia con el incensario, la cruz, los cirios y los ministros, en la que, a medida que la recorren, el obispo encomienda al párroco los lugares en los que ejercerá su ministerio: la sede de la presidencia, la capilla del Santísimo Sacramento, el baptisterio, la sede de confesión. Puede luego invitar al párroco a que abra la puerta del sagrario e inciense el Santísimo Sacramento. También puede incensarse el baptisterio. Además, si se puede hacer con facilidad, invita al párroco a que haga sonar las campanas.

Todo esto, según las circunstancias, puede realizarse también antes de la misa.

1195.
En la oración universal incorpórese una intención especial por el obispo y por el nuevo párroco.

1196. En el momento del rito de la paz, el propio párroco da la paz a algunos fieles que representan a la comunidad parroquial.

1197. Tras la oración después de la comunión, el obispo invita al párroco a que se dirija brevemente a la comunidad.

1198. Es recomendable que el párroco, el obispo y el pueblo se dirijan al cementerio y oren allí por los fieles difuntos, observando lo que se indica más arriba, n. 399 ss., sobre la aspersión de los sepulcros.

APÉNDICES

APÉNDICE I
LAS VESTIDURAS DE LOS PRELADOS*

I. LAS VESTIDURAS DE LOS OBISPOS

El hábito coral

1199. El obispo lleva siempre el anillo, como signo de fidelidad y de unión nupcial con su esposa la Iglesia (cf. supra n. 58).

El hábito coral del obispo, tanto en su diócesis como fuera de ella, se compone de una vestidura talar de color morado, un fajín de seda de color morado, cuyos extremos se adornan con flecos igualmente de seda (pero no con borlas), un roquete de lino o de tejido similar, una muceta de color morado (sin cogulla), una cruz pectoral sostenida sobre la muceta con un cordón de color verde entretejido de oro, un solideo también de color morado y una birreta del mismo color con borla. Puede usar también calcetines de color morado.

* De acuerdo con la instrucción de la SECRETARÍA DE ESTADO (31.111.1969) y de la circular de la SAGRADA CONGREGACIÓN DEL CLERO (30.X.1970): AAS 61 (1969), pp. 334-340; 63 (1971), pp. 314-315.

1200. Solamente dentro del territorio diocesano y en las fiestas más solemnes puede utilizar la capa magna morada, pero sin armiño.

1201. Los zapatos serán normales, de color negro y sin hebillas.

1202. El hábito que se acaba de describir es el que utiliza el obispo siempre que públicamente se dirija a una iglesia o salga de ella, cuando participe en la liturgia o en otras celebraciones sagradas si no las preside y en las otras situaciones que este Ceremonial prevé.

Vestiduras en las ocasiones solemnes fuera de las celebraciones litúrgicas

1203.
Las vestiduras del obispo en las ocasiones solemnes fuera de la liturgia se componen de una vestidura talar de color negro rematada con un cordoncillo de adorno; este cordoncillo, los ribetes, las costuras, los ojales y los botones son de seda roja y las mangas sin vueltas; sobre la vestidura talar puede llevar una esclavina, adornada igualmente con un cordoncillo; además, un fajín de seda de color morado cuyos extremos se adornan con flecos también de seda; una cruz pectoral suspendida con una cadena; un solideo y un alzacuello de color morado.

El uso de calcetines de color morado es totalmente potestativo.

El sombrero de fieltro negro puede adornarse, si procede, con cordoncillo y borlas de color verde.

La utilización del manteo de seda de color morado se reserva para las ocasiones más solemnes.

Sobre estas vestiduras, puede llevarse un tabardo digno de color negro, que admitirá encima una esclavina.

El modo usual de vestir

1204. La vestidura usual o cotidiana del obispo puede ser la vestidura talar negra, pero sin el cordoncillo morado que la adorna. Los obispos procedentes de familias religiosas pueden utilizar el hábito propio de su familia religiosa. Con esta vestidura talar, los calcetines han de ser de color negro; también se puede llevar alzacuello, solideo y fajín de color morado, La cruz pectoral se sostiene con una cadena. El anillo se llevará siempre.

II. LAS VESTIDURAS DE LOS CARDENALES

1205.
Todo lo que se ha dicho acerca de las vestiduras de los obispos vale también para los cardenales, con las particularidades siguientes:
a) todo aquello que para los obispos es de color morado debe ser de color rojo para los cardenales;
b) el fajín, el solideo y el manteo habrán de ser de seda ondeada;
c) el cordón para sostener la cruz pectoral y las borlas cordonadas del sombrero serán de color rojo y de oro;
d) solamente cuando se use el traje coral puede utilizarse la birreta de seda ondeada de color rojo, que no deberá utilizarse normalmente para cubrir la cabeza.

III LAS VESTIDURAS DEL RESTO DE LOS PRELADOS

1206.
Los prelados a los que el derecho equipara con los obispos diocesanos, aunque carezcan de la dignidad episcopal, pueden usar las mismas vestiduras que los obispos.

1207. Los prelados superiores de los dicasterios de la Curia romana que no tengan rango episcopal, los auditores de la Sacra Rota Romana, el promotor general de la justicia y el defensor del vínculo del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, los protonotarios apostólicos de número y los clérigos de la Cámara Apostólica:
a) como hábito coral utilizan vestidura talar de color morado con fajín morado adornado de flecos de seda, roquete, mantelete morado y birreta negra con borla roja;
b) en las ocasiones solemnes fuera de la liturgia visten hábito talar negro con cordoncillo y demás adornos en color rojo, pero sin esclavina; fajín morado como antes se dijo, manteo de color morado (cuya utilización no es preceptiva). Los calcetines sean de color negro y el calzado normal, sin hebillas.

1208. Los protonotarios apostólicos supernumerarios y los prelados de honor de su santidad:
a) como hábito coral utilizarán vestidura talar de color morado y fajín de seda de idéntico color adornado de flecos; sobrepelliz sin plisar y birreta negra con borla negra;
b) en las ocasiones solemnes fuera del ámbito litúrgico vestirán hábito talar negro con ribetes y demás adornos en color rojo, pero sin esclavina, fajín morado como antes se dijo. Los protonotarios apostólicos supernumerarios conservan, aunque no es preceptivo, el manteo de color morado, pero no los prelados de honor.

1209. Los capellanes de su santidad visten como hábito coral y también para las ocasiones solemnes fuera de la liturgia el hábito talar negro con ribetes, adornos y fajín de seda, todo ello de color morado. Para el hábito coral, usan la sobrepelliz sobre el hábito talar.

IV. LAS VESTIDURAS DE LOS CANÓNIGOS

1210.
En las celebraciones litúrgicas, como hábito coral, los canónigos que no sean obispos vestirán, sobre el traje talar que a cada uno corresponda, solamente sobrepelliz y muceta negra o cenicienta con un ribete de color morado; los beneficiados solamente sobrepelliz y muceta negra o cenicienta.

Fuera de las celebraciones litúrgicas, vestirán las vestiduras propias de cada uno de ellos.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Matrimonio: Bendición de los prometidos.

Ritual del Matrimonio (2ª edición)

También en: Bendicional, 31 de mayo de 1984 (ed. española 25-julio-2012)
1ª parte. Bendiciones que se refieren directamente a las personas.
Capítulo I. Bendición de una familia y de sus miembros.
 

VI. Bendición de los prometidos, núms. 197-216. 
(el rito es idéntico al de esta página)

Apéndice II.  CELEBRACIONES EN TORNO AL MATRIMONIO

1. BENDICIÓN DE LOS PROMETIDOS

468. Entre los deberes de los esposos cristianos y sus diversas formas de apostolado, además de la educación de los hijos, tiene no poca importancia el ayudar a los prometidos a que se preparen mejor para el Matrimonio.

Así, pues, los honestos esponsales de los cristianos constituyen para las dos familias un acontecimiento singular, que conviene celebrar con algún rito especial y con la oración en común, para invocar la bendición divina y llevar a feliz término lo que felizmente comienza.

Para mejor alcanzar este objetivo, la celebración deberá acomodarse a las circunstancias del momento.

469. Cuando los esponsales se celebran en la intimidad de las dos familias, uno de los padres puede presidir el rito de la bendición. Pero si se halla presente un sacerdote o un diácono, entonces a ellos corresponde más adecuadamente el cometido de presidir, con tal de que quede bien claro ante los presentes que no se trata de la celebración del Matrimonio.

470. Por tanto, el rito que aquí se propone pueden utilizarlo los padres, el sacerdote, el diácono o un laico. Éstos, respetando los principales elementos y la estructura del rito, adaptarán cada una de sus partes a las circunstancias.

471. Esta celebración puede emplearse también cuando, comenzado ya el noviazgo, los prometidos se reúnen para la catequesis que precede a la celebración del Matrimonio. Pero nunca se han de unir los esponsales o la peculiar bendición de los novios a la celebración de la Misa.

Ritos iniciales

472. Reunida la familia, el que preside dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:
Amén.

Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, saluda a los presentes, diciendo:

La gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo,
que nos amó hasta entregarse por nosotros,
estén con vosotros.

U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura.

Todos responden:
Y con tu espíritu.

O de otro modo adecuado.
________________________________________________
473. Si el ministro es laico, saluda a los presentes, diciendo:
Hermanos, alabemos a nuestro Señor Jesucristo, que nos amó hasta entregarse por nosotros.
R. Amén.
________________________________________________

474. El ministro dispone a los presentes a recibir la bendición con estas palabras u otras semejantes:

Sabemos que la gracia de Dios es siempre necesaria para todos y en todo momento; pero nadie duda de que esta gracia la necesitan los cristianos de manera especial cuando se preparan para formar una nueva familia.

Por tanto, para que estos hermanos nuestros crezcan en el mutuo respeto, se amen cada vez más sinceramente y, con el debido trato y la oración en común, se vayan preparando castamente para la celebración del santo Matrimonio, imploremos para ellos la bendición divina.

Lectura de la Palabra de Dios

475. Luego uno de los presentes, o el mismo que preside, lee un texto de la Sagrada Escritura.

Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado Jn 15, 9-12
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Juan.

Jesús dijo a sus discípulos: 
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado».

Palabra del Señor.

476. O bien:

El amor todo lo cree, lo espera, lo excusa 1 Cor 13, 4-13
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Corintios.

El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca. Las profecías, por el contrario, se acabarán; las lenguas cesarán; el conocimiento se acabará. Porque conocemos imperfectamente e imperfectamente profetizamos; mas, cuando venga lo perfecto, lo imperfecto se acabara. Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre, acabé con las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es ahora limitado; entonces conoceré como he sido conocido por Dios. En una palabra, quedan estas tres: la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor.

Palabra de Dios.

477. Pueden también leerse: 

Me desposaré contigo en fidelidad Os 2, 21-25
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del profeta Oseas.

Esto dice el Señor a Sion: «Me desposaré contigo para siempre, me desposaré contigo en justicia y en derecho, en misericordia y en ternura, me desposaré contigo en fidelidad y conocerás al Señor. Aquel día yo responderé -oráculo del Señor-, yo responderé con los cielos, y ellos responderán a la tierra. La tierra responderá con el trigo, el mosto y el aceite nuevo, y ellos responderán a “Dios-siembra”. Yo la sembraré para mí en el país, tendré compasión de "No compadecida", y diré a “No mi pueblo": "Tú eres mi pueblo"; y el dirá: "Mi Dios"».

Palabra de Dios.

Un mismo sentir Flp 2, 1-5.
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Filipenses.

Hermanos: Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obréis por rivalidad ni por ostentación, considerando por la humildad a los demás superiores a vosotros. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás. Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús.

Palabra de Dios.

478. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.

Salmo responsorial Sal 144, 8-9. 10 y 15. 17-18 (R.: 9a)

R. El Señor es bueno con todos.

V. El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso como todas sus criaturas. R.

V. Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles.
Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo. R.

V. El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R.

479. El que preside exhorta brevemente a los presentes, explicándoles la lectura bíblica, para que perciban por la fe el significado de la celebración y puedan distinguirla claramente de la celebración del Matrimonio.

Preces

480. Sigue la plegaria común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el ministro puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias concretas del momento.

V. Invoquemos a Dios Padre, que tanto ama a los hombres que los hace hijos suyos en Cristo y los pone en el mundo como testigos de su amor. Digámosle confiadamente:
R. Haz que te amemos siempre, Señor.
Tú que has querido que tus verdaderos hijos, hermanos de Cristo, se hicieran conocer por su mutuo amor. R.
Tú que impones a los hombres las suaves exigencias de tu amor, para que, sometiéndose a ellas, encuentren la felicidad. R.
Tú que unes al hombre y a la mujer con el amor recíproco, para que la familia que nace de esta unión se alegre con el gozo de los hijos. R.
Tú que prefiguraste espiritualmente la plenitud del amor de los desposados en el sacramento del Matrimonio por el sacrificio pascual de tu Hijo, que amó a la Iglesia y, por su sangre, la presentó ante ti inmaculada. R.
Tú que llamas a N. y N. a aquella plena comunión de amor por la que los miembros de la familia cristiana llegan a tener un mismo pensar y un mismo sentir. R.

481. Antes de la oración de bendición, de acuerdo con las costumbres de cada lugar, los que contraen esponsales pueden expresar su compromiso con algún signo, por ejemplo, firmando un documento, o con la entrega de los anillos o de algún otro presente.

482. Se pueden bendecir los anillos o los otros presentes de desposorio con la fórmula siguiente:
El Señor haga que de tal manera guardéis estos dones
que os habéis intercambiado,
que a su tiempo llevéis a término
lo que os habéis prometido con esta donación recíproca.

R. Amén.

Oración de bendición

483. El que preside, con las manos juntas, dice la oración; si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas:

Te alabamos, Señor,
porque, en tu designio de bondad,
mueves y preparas a estos hijos tuyos N. y N.
para que se amen mutuamente;
dígnate fortalecer sus corazones,
para que, guardándose fidelidad
y agradándote en todo,
lleguen felizmente
al sacramento del Matrimonio.
Por Jesucristo nuestro Señor.

R. Amén.

484. O bien, cuando preside un sacerdote o un diácono:

Señor Dios, fuente de todo amor,
tu designio providente
hizo que estos prometidos se encontraran;
te pedimos que a quienes imploran tu gracia
en este tiempo de preparación al Matrimonio
les otorgues la ayuda de tu bendición,
para que progresen en el mutuo afecto
y se amen con amor sincero.
Por Jesucristo nuestro Señor.

R. Amén.

Conclusión del rito

485. El que preside concluye el rito, diciendo:

El Dios del amor y de la paz habite en vosotros,
dirija vuestros pasos
y confirme vuestros corazones en su amor.

R. Amén.

486. Es aconsejable terminar la celebración con un canto adecuado.

martes, 23 de mayo de 2017

Ritual del Matrimonio ante un asistente laico.

Ritual del Matrimonio (2ª edición)

Apéndice I. 

RITUAL DE LA CELEBRACIÓN DEL MATRIMONIO ANTE UN ASISTENTE LAICO

434. Cuando el Matrimonio, de acuerdo con la norma del núm. 25, se celebra ante un asistente laico, se emplea el ritual aquí descrito.

435. El laico que tiene facultad del Obispo diocesano para ejercer la función de asistente en la celebración del Matrimonio se preocupará de la instrucción catequística de los novios y de su preparación espiritual. A él compete organizarlo todo, tanto lo que atañe a los preceptos del derecho, como lo que se refiere a los ritos, preces, lecturas, participación de la comunidad, de manera que el rito del sacramento del Matrimonio se realice de un modo consciente y provechoso.

El laico asistente no sólo desempeña la función de recibir el consentimiento de los contrayentes, sino que modera toda la celebración del Matrimonio.
436. El rito se hace normalmente en la iglesia.

El asistente usará una vestidura que no desdiga de este ministerio o la que esté aprobada por el Obispo.


RITOS INICIALES

437. Reunido el pueblo y preparado todo, el asistente, acompañado de los ayudantes, recibe a los novios y los saluda afablemente.

438. Luego, con las manos juntas, dice:

Bendito sea Dios, Padre de todo consuelo,
que ha tenido misericordia de nosotros.

Todos responden:
Amén.

O bien:
Bendito seas por siempre, Señor.

O de otro modo adecuado.

439. Entonces el asistente se dirige a los novios y a los presentes, con el fin de disponerlos a la celebración del Matrimonio, con estas palabras u otras semejantes:

Queridos hermanos:
Llenos de alegría, hemos venido a la casa del Señor para esta celebración, acompañando a N. y N. en el día en que se disponen a celebrar su unión matrimonial. Para ellos este momento es de singular importancia. Por ello, acompañémoslos con nuestro cariño, amistad y oración fraterna. Escuchemos atentamente con ellos la Palabra que Dios nos va a dirigir hoy. Después, con la santa Iglesia, invocaremos a Dios Padre, por Jesucristo, nuestro Señor, para que acoja complacido a estos hijos suyos que van a contraer Matrimonio, los bendiga y les conceda vivir en unidad permanente.

440. O bien:

N. y N., la Iglesia participa de vuestra alegría y os recibe cordialmente junto con vuestros padres y amigos, en el día en que vais a unir para siempre vuestras vidas delante de Dios, nuestro Padre. Que el Señor os escuche en este día de gozo para vosotros; os otorgue su bendición celestial y os proteja. Que os conceda los deseos de vuestro corazón y atienda todas vuestras peticiones.

LITURGIA DE LA PALABRA

441. Luego un lector, uno de los presentes, o el mismo asistente, lee un texto de los propuestos en el número 60, o bien otro de entre las lecturas, que se indican más arriba (nums. 374-419). Se puede hacer una o dos lecturas como parezca más oportuno. Se elegirá siempre por lo menos una lectura que hable explícitamente del Matrimonio.

La lectura evangélica se introduce de este modo:


Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san N.

Conviene que el asistente haga una exhortación o lea una homilía preparada por el Obispo o el párroco.

CELEBRACIÓN DEL MATRIMONIO

442. Cuando se celebran dos o más Matrimonios a la vez, el interrogatorio antes del consentimiento, el mismo consentimiento, como también la aceptación del consentimiento, se harán siempre en singular para cada Matrimonio; lo demás, sin excluir la misma bendición nupcial, se dirá una sola vez en plural para todos.

443. Terminada la exhortación, puestos en pie todos, incluso los novios, y situados los testigos a uno y otro lado, el asistente se dirige a los novios:

Queridos N. y N., habéis venido aquí para que Dios garantice con su sello vuestra voluntad de contraer Matrimonio, ante mí, que he sido delegado por nuestro Obispo para este acto, y ante la comunidad de la Iglesia. Cristo bendice copiosamente vuestro amor conyugal, y él, que os consagró un día con el santo Bautismo, os enriquece hoy y os da fuerza con un Sacramento peculiar para que os guardéis mutua y perpetua fidelidad y podáis cumplir las demás obligaciones del Matrimonio. Por tanto, ante esta asamblea, os pregunto sobre vuestra intención.

ESCRUTINIO

444. Entonces el asistente los interroga acerca de la libertad, la fidelidad y la aceptación y educación de la prole, y cada uno de ellos responde.

V. N. y N., ¿venís a contraer Matrimonio sin ser coaccionados, libre y voluntariamente?
R. Sí, venimos libremente.

V. ¿Estáis decididos a amaros y respetaros mutuamente, siguiendo el modo de vida propio del Matrimonio, durante toda la vida?
R. Sí, estamos decididos.

La siguiente pregunta se puede omitir si las circunstancias lo aconsejan, por ejemplo, si los novios son de edad avanzada.

V. ¿Estáis dispuestos a recibir de Dios responsable y amorosamente los hijos, y a educarlos según la ley de Cristo y de su Iglesia?
R. Sí, estamos dispuestos.

CONSENTIMIENTO

445. El asistente los invita a expresar el consentimiento:

Así, pues, ya que queréis contraer santo Matrimonio, unid vuestras manos y manifestad vuestro consentimiento ante Dios y su Iglesia.

Se dan la mano derecha.

446. El varón dice:
Yo, N., te recibo a ti, N., como esposa y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.

La mujer dice:
Yo, N., te recibo a ti, N., como esposo y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.

O bien:

El varón dice:
N., ¿quieres ser mi mujer?
La mujer responde:
Sí, quiero.

La mujer dice:
N., ¿quieres ser mi marido?
El varón responde:
Sí, quiero.

El varón dice:
N., yo te recibo como esposa y prometo amarte fielmente durante toda mi vida.

La mujer dice:
N., yo te recibo como esposo y prometo amarte fielmente durante toda mi vida.

O bien:

El varón dice:
Yo, N., te recibo a ti, N., como legítima mujer mía y me entrego a ti como legítimo marido tuyo, según lo manda la santa Madre Iglesia católica.

La mujer dice:
Yo, N., te recibo a ti, N., como legítimo marido mío, y me entrego a ti como legítima mujer tuya, según lo manda la santa Madre Iglesia católica.
__________________________________________________

447. Si parece más oportuno, el asistente puede solicitar el consentimiento de los contrayentes por medio de un interrogatorio.

En primer lugar interroga al varón:
N., ¿quieres recibir a N. como esposa, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarla y respetarla todos los días de tu vida?

El varón responde:
Sí, quiero.

A continuación el asistente interroga a la mujer:
N., ¿quieres recibir a N. como esposo, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?

La mujer responde:
Sí, quiero.
___________________________________________________

CONFIRMACIÓN DEL CONSENTIMIENTO

448. Luego el asistente que recibe el consentimiento dice a los esposos:

El Señor, que hizo nacer en vosotros el amor,
confirme este consentimiento mutuo,
que habéis manifestado ante la Iglesia.
Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.

O bien:

El Dios de Abrahán,
el Dios de Isaac, el Dios de Jacob,
el Dios que unió a nuestros primeros padres en el paraíso
confirme este consentimiento mutuo
que os habéis manifestado ante la Iglesia
y, en Cristo, os dé su bendición,
de forma que lo que Dios ha unido,
no lo separe el hombre.

ACLAMACIÓN DESPUÉS DEL CONSENTIMIENTO

449. El asistente invita a los presentes a alabar a Dios:
Bendigamos al Señor.
Todos responden:
Demos gracias a Dios.

Puede proferirse otra aclamación.

BENDICIÓN Y ENTREGA DE LOS ANILLOS

450. El asistente, con las manos juntas, dice esta oración:

El Señor bendiga estos anillos
que vais a entregaros uno al otro
en señal de amor y de fidelidad.
R. Amén.

Y, según la oportunidad, asperja los anillos y los entrega a los esposos.

451. El esposo introduce en el dedo anular de la esposa el anillo a ella destinado, diciendo, según la oportunidad:
N., recibe esta alianza,
en señal de mi amor y fidelidad a ti.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Asimismo la esposa introduce en el dedo anular del esposo el anillo a él destinado, diciendo, según la oportunidad:
N., recibe esta alianza,
en señal de mi amor y fidelidad a ti.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

452. Entonces toda la comunidad puede entonar un himno o un canto de alabanza.

ORACIÓN DE LOS FIELES

453. Después se hace la oración universal (de la cual se proponen algunos modelos en los números 106, 136 y 172):

Oremos, hermanos, por las necesidades de la santa Iglesia y de todo el mundo, y encomendemos especialmente a nuestros hermanos N. y N., que acaban de celebrar con gozo su Matrimonio.

Por la santa Iglesia: para que Dios le conceda ser siempre la esposa fiel de Jesucristo. Roguemos al Señor.

— Por la paz de todo el mundo: para que cesen las ambiciones, desaparezcan las injusticias y enemistades, y broten por todas partes el amor y la paz. Roguemos al Señor.

 Por los nuevos esposos N. y N.: para que el Espíritu Santo los llene con su gracia y haga de su unión un signo vivo del amor de Jesucristo a su Iglesia. Roguemos al Señor.

Por nuestro hermano N.: para que sea siempre fiel al Señor como Abrahán y admirable por su piedad y honradez como Tobías. Roguemos al Señor.

Por nuestra hermana N.: para que sea siempre irreprensible en su conducta, brille por su dulzura y pureza, humildad y prudencia. Roguemos al Señor.

Por todos los Matrimonios: para que, en el amor mutuo y en la fidelidad constante, sean en nuestra sociedad fermento de paz y unidad. Roguemos al Señor.

Por los miembros de nuestras familias que han muerto en la esperanza de la resurrección: para que Cristo los acoja en su reino y los revista de gloria y de inmortalidad. Roguemos al Señor.

454. Después de las invocaciones, si se distribuye la sagrada comunión, se dice a continuación la Bendición nupcial (núms. 455-456). Si no se distribuye la sagrada comunión, el asistente prosigue, con estas palabras u otras semejantes:

Invoquemos al Padre, que quiere a sus hijos unidos en el amor,
con la oración de la familia de Dios, que Cristo nos enseñó.

Y todos a la vez continúan diciendo el Padre Nuestro.

BENDICIÓN NUPCIAL

455. Entonces el asistente continúa, con las manos juntas:

Invoquemos, hermanos, sobre estos esposos la bendición de Dios, para que proteja con su auxilio a quienes ha unido en el sacramento del Matrimonio.

Todos, durante un espacio de tiempo, oran en silencio.

456. Luego el asistente, con las manos juntas, dice sobre los esposos, arrodillados, la oración de Bendición nupcial, con la participación de todos:

Bendito seas Dios, Padre todopoderoso,
que al hombre, creado por tu bondad,
lo has enaltecido hasta dejar una auténtica imagen
de tu propio amor en la unión del varón y de la mujer.
R. Bendito seas por siempre, Señor.

V. Bendito seas Dios, Hijo Unigénito, Jesucristo,
que en la alianza conyugal de tus fieles
quisiste manifestar el misterio de tu amor por la Iglesia,
y de tu entrega a ella para hacerla santa e inmaculada.
R. Bendito seas por siempre, Señor.

V. Bendito seas Dios, Espíritu Santo Paráclito,
autor de toda santidad y constructor de la unidad,
que habitas en los hijos de tu amor
para que permanezcan unidos con el vínculo de la paz.
R. Bendito seas por siempre, Señor.

V. Guarda con tu providencia, Señor,
y haz vivir en un mismo amor a estos hijos tuyos N. y N.
a quienes has unido con el sacramento del Matrimonio,
para que, al gozar del don del Matrimonio,
[embellezcan con hijos la familia humana,]
enriquezcan la santa Iglesia
y se muestren testigos tuyos en medio del mundo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

O bien:

Mira con bondad, Señor,
a estos hijos tuyos N. y N.,
y concédeles
que, poniendo sólo en ti toda su confianza,
reciban los dones de tu gracia,
conserven el amor en la unidad
y, después de esta vida, lleguen [con su descendencia]
a las alegrías del cielo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

SAGRADA COMUNIÓN

457. Si se distribuye la sagrada comunión, acabada la Bendición nupcial, el asistente se dirige al lugar donde se reserva la Eucaristía, toma el copón con el Cuerpo del Señor, lo deposita sobre el altar y hace genuflexión.

458. Luego introduce la oración dominical con estas palabras u otras semejantes:

Fieles a la recomendación del Salvador
y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:

Y todos a la vez continúan diciendo el Padre Nuestro.

459. Después, según la oportunidad, invita a los fieles con estas palabras u otras semejantes:

Daos fraternalmente la paz.

Entonces los esposos y todos se brindan unos a otros una señal de paz y de caridad.

460. Después de esto, el asistente hace genuflexión, toma la hostia y, manteniéndola un poco elevada sobre el copón, vuelto hacia los que van a comulgar, dice:

Éste es el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y todos los que van a comulgar añaden:
Señor, no soy digno de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya bastará para sanarme.

461. Si el mismo asistente comulga, dice en secreto:

El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.
Y sume respetuosamente el Cuerpo de Cristo.

462. Después se acerca a los que van a comulgar y muestra a cada uno de ellos la hostia un poco elevada, diciendo:
El Cuerpo de Cristo.
El que va a comulgar responde:
Amén.
Y recibe la comunión.

463. Mientras se hace la distribución de la sagrada comunión, puede entonarse, según la oportunidad, un canto adecuado.

464. Terminada la distribución de la comunión, según la oportunidad, se puede guardar un tiempo de sagrado silencio o cantar un salmo o un canto de alabanza.

465. Luego el asistente dice esta oración:

Oremos.
Después de participar en tu mesa, Señor,
te pedimos por N. y N.,
que hoy se han unido en santo Matrimonio,
para que te sean siempre fieles
y sean testigos de tu amor.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

CONCLUSIÓN DE LA CELEBRACIÓN
466. El asistente concluye el rito santiguándose y diciendo:

Que Dios colme nuestra fe de alegría y de paz.
Que la paz de Cristo actúe de árbitro en nuestro corazón.
Que el Espíritu Santo derrame en nosotros sus dones.
Todos responden:
Amén.

467. Es aconsejable terminar la celebración con un canto adecuado.

Terminada la celebración, los testigos y el asistente firman el acta de Matrimonio. El acto de firmar puede hacerse en la sacristía o en presencia del pueblo; pero no debe hacerse sobre el altar.

lunes, 8 de mayo de 2017

Lunes 12 junio 2017, Lecturas Lunes X semana del Tiempo Ordinario, año impar

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Lunes de la X semana del Tiempo Ordinario, año impar (Lec. III-impar).

PRIMERA LECTURA 2 Cor 1, 1-7
Dios nos consuela hasta el punto de poder nosotros consolar a los demás en la lucha

Comienzo de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, y Timoteo, el hermano, a la Iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que residen en Acaya: gracia a vosotros y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. ¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, que nos consuela en cualquier tribulación nuestra hasta el punto de poder consolar nosotros a los demás en cualquier lucha, mediante el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios!
Porque lo mismo que abundan en nosotros los sufrimientos de Cristo, abunda también nuestro consuelo gracias a Cristo.
De hecho, si pasamos tribulaciones, es para vuestro consuelo y salvación; si somos consolados, es para vuestro consuelo, que os da la capacidad de aguantar los mismos sufrimientos que padecemos nosotros.
Nuestra esperanza respecto de vosotros es firme, pues sabemos que si compartís los sufrimientos, también compartiréis el consuelo.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9 (R.: 9a)
R.
Gustad y ved qué bueno es el Señor. Gustáte et vidéte quóniam suávis est Dóminus.

V. Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloria en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R.
Gustad y ved qué bueno es el Señor. Gustáte et vidéte quóniam suávis est Dóminus.

V. Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R.
Gustad y ved qué bueno es el Señor. Gustáte et vidéte quóniam suávis est Dóminus.

V. Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor,
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R.
Gustad y ved qué bueno es el Señor. Gustáte et vidéte quóniam suávis est Dóminus.

V. El ángel del Señor acampa en torno quienes lo temen y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R.
Gustad y ved qué bueno es el Señor. Gustáte et vidéte quóniam suávis est Dóminus.

Aleluya Mt 5, 12a
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. R. Gaudéte et exsultáte, quóniam merces vestra copiósa est in cælis.

EVANGELIO Mt 5, 1-12
Bienaventurados los pobres en el espíritu
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos,
porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia,
porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Ángelus, 29-enero-2017
Jesús manifiesta la voluntad de Dios de conducir a los hombres a la felicidad. Este mensaje estaba ya presente en la predicación de los profetas: Dios está cerca de los pobres y de los oprimidos y les libera de los que les maltratan. Pero en esta predicación, Jesús sigue un camino particular: comienza con el término bienaventurados, es decir felices; prosigue con la indicación de la condición para ser tales; y concluye haciendo una promesa. El motivo de las bienaventuranzas, es decir de la felicidad, no está en la condición requerida –pobres de espíritu, afligidos, hambrientos de justicia, perseguidos– sino en la sucesiva promesa, que hay que acoger con fe como don de Dios. Se comienza con las condiciones de dificultad para abrirse al don de Dios y acceder al mundo nuevo, el Reino anunciado por Jesús. No es un mecanismo automático, sino un camino de vida para seguir al Señor, para quien la realidad de miseria y aflicción es vista en una perspectiva nueva y vivida según la conversión que se lleva a cabo. No se es bienaventurado si no se convierte, para poder apreciar y vivir los dones de Dios.