Entrada destacada

Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

sábado, 27 de febrero de 2021

Sábado 3 abril 2021, Vigilia Pascual del Domingo de la Resurrección del Señor, Evangelio ciclo B.

Año B:
EVANGELIO Mc 16, 1-7
Jesús el Nazareno, el crucificado, ha resucitado
Lectura del santo Evangelio según san Marcos.
R. Gloria a ti, Señor.

Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras:
«¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?»
Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande.
Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y quedaron aterradas.
Él les dijo:
«No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado. No está aquí. Mirad el sitio donde lo pusieron. Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro: “Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo”».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

36. Después del Evangelio no se omita la homilía, aunque sea breve.

VIGILIA PASCUAL EN LA NOCHE SANTA
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Basílica Vaticana, Sábado Santo, 31 de marzo de 2018

Esta celebración la hemos comenzado fuera... inmersos en la oscuridad de la noche y en el frío que la acompaña. Sentimos el peso del silencio ante la muerte del Señor, un silencio en el que cada uno de nosotros puede reconocerse y cala hondo en las hendiduras del corazón del discípulo que ante la cruz se queda sin palabras.
Son las horas del discípulo enmudecido frente al dolor que genera la muerte de Jesús: ¿Qué decir ante tal situación? El discípulo que se queda sin palabras al tomar conciencia de sus reacciones durante las horas cruciales en la vida del Señor: frente a la injusticia que condenó al Maestro, los discípulos hicieron silencio; frente a las calumnias y al falso testimonio que sufrió el Maestro, los discípulos callaron. Durante las horas difíciles y dolorosas de la Pasión, los discípulos experimentaron de forma dramática su incapacidad de «jugársela» y de hablar en favor del Maestro. Es más, no lo conocían, se escondieron, se escaparon, callaron (cfr. Jn 18,25-27).
Es la noche del silencio del discípulo que se encuentra entumecido y paralizado, sin saber hacia dónde ir frente a tantas situaciones dolorosas que lo agobian y rodean. Es el discípulo de hoy, enmudecido ante una realidad que se le impone haciéndole sentir, y lo que es peor, creer que nada puede hacerse para revertir tantas injusticias que viven en su carne nuestros hermanos.
Es el discípulo atolondrado por estar inmerso en una rutina aplastante que le roba la memoria, silencia la esperanza y lo habitúa al «siempre se hizo así». Es el discípulo enmudecido que, abrumado, termina «normalizando» y acostumbrándose a la expresión de Caifás: «¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no perezca la nación entera?» (Jn 11,50).
Y en medio de nuestros silencios, cuando callamos tan contundentemente, entonces las piedras empiezan a gritar (cf. Lc 19,40) [1] y a dejar espacio para el mayor anuncio que jamás la historia haya podido contener en su seno: «No está aquí ha resucitado» (Mt 28,6). La piedra del sepulcro gritó y en su grito anunció para todos un nuevo camino. Fue la creación la primera en hacerse eco del triunfo de la Vida sobre todas las formas que intentaron callar y enmudecer la alegría del evangelio. Fue la piedra del sepulcro la primera en saltar y a su manera entonar un canto de alabanza y admiración, de alegría y de esperanza al que todos somos invitados a tomar parte.
Y si ayer, con las mujeres contemplábamos «al que traspasaron» (Jn 19,36; cf. Za 12,10); hoy con ellas somos invitados a contemplar la tumba vacía y a escuchar las palabras del ángel: «no tengan miedo… ha resucitado» (Mt 28,5-6). Palabras que quieren tocar nuestras convicciones y certezas más hondas, nuestras formas de juzgar y enfrentar los acontecimientos que vivimos a diario; especialmente nuestra manera de relacionarnos con los demás. La tumba vacía quiere desafiar, movilizar, cuestionar, pero especialmente quiere animarnos a creer y a confiar que Dios «acontece» en cualquier situación, en cualquier persona, y que su luz puede llegar a los rincones menos esperados y más cerrados de la existencia. Resucitó de la muerte, resucitó del lugar del que nadie esperaba nada y nos espera —al igual que a las mujeres— para hacernos tomar parte de su obra salvadora. Este es el fundamento y la fuerza que tenemos los cristianos para poner nuestra vida y energía, nuestra inteligencia, afectos y voluntad en buscar, y especialmente en generar, caminos de dignidad. ¡No está aquí…ha resucitado! Es el anuncio que sostiene nuestra esperanza y la transforma en gestos concretos de caridad. ¡Cuánto necesitamos dejar que nuestra fragilidad sea ungida por esta experiencia, cuánto necesitamos que nuestra fe sea renovada, cuánto necesitamos que nuestros miopes horizontes se vean cuestionados y renovados por este anuncio! Él resucitó y con él resucita nuestra esperanza y creatividad para enfrentar los problemas presentes, porque sabemos que no vamos solos.
Celebrar la Pascua, es volver a creer que Dios irrumpe y no deja de irrumpir en nuestras historias desafiando nuestros «conformantes» y paralizadores determinismos. Celebrar la Pascua es dejar que Jesús venza esa pusilánime actitud que tantas veces nos rodea e intenta sepultar todo tipo de esperanza.
La piedra del sepulcro tomó parte, las mujeres del evangelio tomaron parte, ahora la invitación va dirigida una vez más a ustedes y a mí: invitación a romper las rutinas, renovar nuestra vida, nuestras opciones y nuestra existencia. Una invitación que va dirigida allí donde estamos, en lo que hacemos y en lo que somos; con la «cuota de poder» que poseemos. ¿Queremos tomar parte de este anuncio de vida o seguiremos enmudecidos ante los acontecimientos?
¡No está aquí ha resucitado! Y te espera en Galilea, te invita a volver al tiempo y al lugar del primer amor y decirte: No tengas miedo, sígueme.

[1] «Les aseguro que si ellos callan, gritarán las piedras».

Manual de indulgencias: Decretos (Divina Misericordia; Bendición papal).

Manual de indulgencias (4ª ed. 16-julio-1999; ed. española 2007)


DECRETOS

PENITENCIARÍA APOSTÓLICA

DECRETO

Se enriquecen con indulgencias los actos de culto en honor de la divina Misericordia

«Oh Dios, cuya misericordia es infinita e inagotable la bondad...» (Oración después del himno Te Deum) y «Oh Dios, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia...» (Oración del domingo XXVI del Tiempo ordinario), canta con humildad y fidelidad la Santa Madre Iglesia. Y de este modo, la inmensa condescendencia de Dios, ya sea con toda la humanidad, ya sea con cada uno de los seres humanos, resplandece de un modo especial cuando el mismo Dios omnipotente perdona los pecados y los defectos morales de aquéllos y acoge de nuevo paternalmente a los culpables en su amistad, la cual habían perdido justamente.

Así, los fieles cristianos, con afecto intimo del alma, son impulsados a conmemorar y a celebrar piadosamente os misterios del perdón divino, y perciben con claridad la máxima conveniencia, más aún, el deber que tiene el pueblo de Dios de alabar con fórmulas apropiadas de oración la divina Misericordia, con objeto de que, llevadas a cabo con el ánimo bien dispuesto las obras determinadas y cumplidas las condiciones necesarias, puedan obtener las gracias espirituales que dimanan del tesoro de la Iglesia. «El misterio pascual es el culmen de esta revelación y actuación de la misericordia, que es capaz de justificar al hombre, de restablecer la justicia en el sentido del orden salvífico querido por Dios desde el principio para el hombre y, mediante el hombre, en el mundo». (Carta encíclica Dives in Misericordia, 7).

Ciertamente, la Misericordia divina sabe perdonar incluso los pecados más graves, e impulsa a los pecadores a sentir un dolor sobrenatural y no meramente psicológico de sus pecados, de tal manera que, contando siempre con la ayuda de la divina gracia, hagan el firme propósito de no volver a caer en el pecado. Con estas disposiciones del ánimo se alcanza ciertamente el perdón de los pecados mortales cuando el fiel cristiano recibe válida y fructuosamente el sacramento de la Penitencia, o cuando, con el propósito firme de recibir dicho sacramento en cuanto le sea posible, manifiesta un profundo dolor de sus pecados con un acto de contrición y de perfecta caridad; ciertamente, el mismo Señor Jesucristo, en la parábola del hijo pródigo, nos enseña que el pecador debe confesar su estado miserable con estas palabras: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no soy digno de llamarme hijo tuyo» (Lc 15, 18-19), mientras que por parte de Dios se realiza: «Este estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado» (Lc 15, 32).

Por esta razón, con solicita atención pastoral el Sumo Pontífice Juan Pablo II, para imprimir profundamente en el ánimo de los fieles la doctrina y los preceptos saludables de esta profesión cristiana, movido por la afectuosa consideración del Padre de las misericordias, ha querido que el segundo domingo de Pascua sea dedicado a conmemorar con especial devoción estos dones de la gracia,
con la denominación añadida de «Domingo de la divina Misericordia» (Sagrada Congregación para el Culto divino y la disciplina de los Sacramentos, Decr. Misericors et miserator, 5 de mayo de 2000). El evangelio del segundo domingo de Pascua, en efecto, refiere las obras maravillosas llevadas a cabo por Cristo el Señor el mismo día de su Resurrección en su primera aparición pública-: «Al atardecer de aquel primer día de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz con vosotros". Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús repitió: "La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío". Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”» (Jn 20, 19-23).

Para que los fieles vivan con intensa piedad esta celebración, el mismo Sumo Pontífice ha decretado que dicha domínica de Pascua sea enriquecida con indulgencia plenaria, como después se indicará, de modo que los fieles reciban más abundantemente el don de la consolación del Espíritu Santo y alimenten una mayor caridad para con Dios y el prójimo, y, recibido de Dios el perdón de los pecados, sepan a su vez perdonar fácilmente a los hermanos.

De este modo, los fieles seguirán con mayor perfección el espíritu evangélico y acogerán en su interior la
renovación promovida y enseñada por el Concilio Vaticano II: «Los cristianos, recordando la palabra del Señor: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, en el amor mutuo que os tengáis” (Jn 13, 35), no deben tener otro anhelo mayor que el de servir con creciente generosidad y con suma eficacia a los hombres de hoy. Quiere el Padre que reconozcamos y amemos efectivamente a Cristo, nuestro hermano, en todos los hombres, con la palabra y con las obras» (Constitución pastoral Gaudium et spes, 93).

Por consiguiente, el propio Sumo Pontífice, animado del ardiente deseo de fomentar al máximo en el pueblo cristiano estos sentimientos de piedad hacia la divina Misericordia, por los ubérrimos frutos espirituales que cabe esperar de esa práctica, en la audiencia concedida el dia 13 del presente mes de junio a los abajo firmantes, responsables de la Penitenciaría Apostólica, se dignó conceder diversas indulgencias, tal como se indica a continuación:

Se concede indulgencia plenaria, con las condiciones acostumbradas (confesión sacramental, comunión eucarística y plegaria según las intenciones del Sumo Pontífice), a los fieles cristianos que, en el segundo domingo de Pascua o de la divina Misericordia, en cualquier iglesia u oratorio, con el ánimo totalmente alejado del afecto a cualquier pecado, aunque sea venial, participen en un ejercicio de piedad en honor de la divina Misericordia, o al menos ante el Santísimo Sacramento de la eucaristía, expuesto públicamente o también reservado en el sagrario, reciten el Padrenuestro y el Credo, añadiendo además alguna piadosa invocación a Jesús misericordioso (por ejemplo, Jesús misericordioso, en ti confío).

Se concede indulgencia parcial al fiel que, por lo menos con el corazón contrito, dirija piadosamente a Jesús misericordioso una plegaria legítimamente aprobada.

Además, los marineros, que ejercen su oficio por la inmensa extensión del océano; los numerosos hermanos que han sido alejados del solar patrio por los desastres de la guerra, las vicisitudes políticas, las inhumanas condiciones del lugar donde viven o por otras diversas causas; los enfermos y todos aquellos que están a su cuidado, y cuantos por una causa justa no pueden salir de sus hogares o realizan una actividad ineludible a favor de la comunidad, pueden conseguir indulgencia plenaria en el domingo de la divina Misericordia, si con absoluto rechazo de cualquier pecado, como se ha indicado antes, y con la intención de observar, en cuanto sea posible, las tres condiciones establecidas, recitan el Padrenuestro y el Credo ante una imagen devota de nuestro Señor Jesucristo, añadiendo además alguna piadosa invocación a Jesús misericordioso (por ejemplo, Jesús misericordioso, en ti confío).

Si ni siquiera esto es posible, pueden conseguir indulgencia plenaria, en el mismo día, todos aquellos que se unan espiritualmente a los fieles que practican las obras indicadas en la indulgencia y ofrezcan a Dios misericordioso una plegaria junto con las molestias y los sufrimientos de la propia vida, con la intención además de cumplir, en cuanto les sea posible, las tres condiciones establecidas para la indulgencia plenaria.

Los sacerdotes, responsables de las tareas pastorales, especialmente los párrocos, darán a conocer a sus fieles esta saludable disposición de la Iglesia, y se prestarán con ánimo pronto y generoso a escuchar las confesiones de aquéllos, y en el domingo de la divina Misericordia dirigirán solemnemente las plegarias, anteriormente descritas, a Jesús misericordioso, después de la celebración de la santa misa o de las Vísperas, o durante algún ejercicio de piedad en honor de la divina Misericordia; finalmente, puesto que «felices los misericordiosos, porque ellos encontrarán misericordia» (Mt 5, 7), al explicar la catequesis impulsen a los fieles a llevar a cabo con frecuencia obras de caridad y de misericordia, siguiendo el ejemplo y el mandato de Cristo Jesús, tal como se indica en la Concesión general II del Manual de Indulgencias.

Este Decreto tiene un valor perpetuo. Sin que obste nada en contra.

Dado en Roma, desde la misma Sagrada Penitenciaría Apostólica, el día 29 de junio de 2002, en la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo.

LUIS DE MAGISTRIS
Arzobispo titular de Nova
Pro-Penitenciario Mayor

JUAN FRANCISCO GIROTTI, OFM Conv.
Regente


PENITENCIARÍA APOSTÓLICA

DECRETO

Para el provecho espiritual de los fieles se concede a los Obispos eparquiales y diocesanos la facultad de impartir una vez al año, en cada una de las iglesias concatedrales que pertenecían a diócesis o eparquías que no existen actualmente, la bendición papal, enriquecida con la indulgencia plenaria, al margen de la tres bendiciones papales establecidas para cualquier Iglesia particular.

La Iglesia catedral, «en la majestad de sus estructuras arquitectónicas, es figura del templo espiritual que interiormente se construye en cada alma, en la magnificencia de la gracia divina, según la afirmación de san Pablo: "Vosotros sois el templo del Dios vivo" (2Co 6,16). Además, la catedral es también un fuerte símbolo de la Iglesia visible de Cristo, que en esta tierra ora, canta y adora; es decir, ha de considerarse imagen del Cuerpo místico, cuyos miembros están unidos por la caridad y son alimentados con los dones sobrenaturales» (Pablo VI, Constitución apostólica Mirificus eventus, 7 diciembre 1965).

Por esta razón, es absolutamente necesario que el espíritu de los fieles se sienta profundamente unido con un afecto peculiar a la Iglesia Catedral, lugar excelentísimo y símbolo del magisterio y de las funciones litúrgicas del Obispo: de este modo, con esta disposición religiosa, los fieles manifiestan que reconocen y reverencian «el carisma cierto de la verdad» (cf. san Ireneo de Lyon, Adversus haereses, lib. IV, c. 40, 2) de que están poderosamente investidos los Obispos unidos jerárquicamente con el Obispo de Roma, Vicario de Cristo, y manifiestan también que desean recibir los dones sagrados y, por su parte, ejercitarlos en comunión con el Pastor que hace las veces en la tierra del «Pastor eterno y del Guardián de nuestras almas» (1 P 2, 25).

En los últimos tiempos, sin embargo, los cambios sociales, geográficos y económicos, el advenimiento de nuevas costumbres, junto con la dolorosa disminución de ministros sagrados en diversas regiones tradicionalmente católicas y la necesaria coordinación de las tareas pastorales, han provocado que algunas antiguas Iglesias particulares se hayan extinguido, y que sus territorios y sus moradores hayan pasado a formar parte de una Iglesia jerárquica particular más extensa.

Por razón de la venerable antigüedad de aquellas Iglesias hoy desaparecidas, de los hechos históricos célebres ocurridos en ellas, de la insigne santidad que floreció en algunos de sus fieles, los templos que habían sido catedrales han sido distinguidos con el título de concatedral, y ello principalmente para que se mantenga en los fieles la piedad hacia las antiguas Iglesias propias, sin perjuicio de la comunión espiritual y canónica con el propio Obispo, unido con un vínculo preferente con la catedral actual.

Con objeto de aprobar estos sentimientos filiales y de llevarlos a una mayor perfección, el Sumo Pontífice Juan Pablo II, en la audiencia concedida el día 13 de junio de 2002 a los abajo firmantes, responsables de la Penitenciaría Apostólica, se dignó establecer que los Obispos en cuyo territorio actual existen iglesias que habían sido catedrales, y que hoy son concatedrales, manteniendo firme el número de tres bendiciones papales, según las normas del Manual de Indulgencias, 7, 2.º, puedan impartir la bendición papal, con indulgencia plenaria, en el día de una celebración solemne designado por los propios Obispos, de modo que los fieles puedan recibirla en la concatedral o en las concatedrales, siempre con el ánimo absolutamente alejado de cualquier afecto al pecado y con las condiciones establecidas para la obtención de la indulgencia plenaria (es decir, el sacramento de la Penitencia, la comunión eucarística y la oración por las intenciones del Sumo Pontífice).

Este Decreto tiene un valor perpetuo. Sin que obste nada en contra.

Dado en Roma, desde la misma Sagrada Penitenciaría Apostólica, el día 29 de junio de 2002, en la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo.

LUIS DE MAGISTRIS
Arzobispo titular de Nova
Pro-Penitenciario Mayor

JUAN FRANCISCO GIROTTI, OFM Conv.
Regente

viernes, 26 de febrero de 2021

Manual de indulgencias: Apéndice (invocaciones piadosas).

Manual de indulgencias (4ª ed. 16-julio-1999; ed. española 2007)


APÉNDICE

INVOCACIONES PIADOSAS

Por lo que se refiere a cualquier invocación piadosa, hay que tener en cuenta lo siguiente:

1. La invocación, en cuanto a la indulgencia, ya no se considera una obra distinta o completa, sino como un complemento de la obra, con el cual el fiel cristiano, en el cumplimiento de sus obligaciones y en el sufrimiento de las dificultades de la vida, eleva su alma a Dios con humilde confianza. Por tanto, la invocación piadosa complementa la elevación del alma; y ambas son como una piedra preciosa que se engasta en las actividades corrientes y las embellece, como la sal que condimenta adecuadamente estas actividades.

2. Es preferible aquella invocación que mejor corresponde a las circunstancias y estado de ánimo del momento; y ésta, o bien sale espontáneamente del corazón, o bien se elige entre aquellas que ya hace tiempo han sido admitidas por la práctica de los fieles cristianos, y de las cuales se añade más adelante una breve lista.

3. La invocación puede ser muy breve, expresada en una o pocas palabras, o concebida solo mentalmente.

Podemos aducir algunos ejemplos: Dios mío; Padre (1); Alabado sea Jesucristo (u otro saludo cristiano en uso); Creo en ti, Señor; Te adoro; Espero en ti; Gracias (o bien: Demos gracias a Dios); Bendito sea Dios (o bien: Bendigamos al Señor); Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad; Como quiera el Señor; Ayúdame, Dios mío; Dame fuerzas; Escúchame (o bien: Escucha mi oración); Sálvame; Ten piedad de mí; Perdóname, Señor; No permitas que me aparte de ti; No me abandones; Dios te salve María; Gloria a Dios en el cielo; Señor, tú eres grande (2); Todo tuyo.

(1) Cf. Rm 8,15 y Ga 4,6.
(2) Cf. Jdt 16, 16 y Sal 85, 10.


Invocaciones introducidas por la costumbre, presentadas a modo de ejemplo (3):

1. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu cruz has redimido al mundo.

2. Bendita sea la santa Trinidad.

3. Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera.

4. Corazón de Jesús, ardiente de amor a nosotros, inflama nuestro corazón en el amor a ti.

5. Corazón de Jesús, en ti confío.

6. Corazón de Jesús, todo por ti.

7. Sagrado Corazón de Jesús, ten piedad de nosotros.

8. Dios mío y todo mi bien.

9. ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador (4).

10. Permite que te alabe, Virgen sagrada; dame fuerza contra tus enemigos.

11. Enséñame a cumplir tu voluntad ya que tú eres mi Dios (5).

12. Señor, auméntanos la fe (6).

13. Señor, que se realice la unidad de las mentes en la verdad y la unidad de los corazones en la caridad.

14. ¡Señor, sálvanos que nos hundimos! (7).

15. ¡Señor mío y Dios mío! (8).

16. Dulce corazón de María, sé mi salvación.

17. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

18. Jesús, María, José.

19. Jesús, José y María os doy el corazón y el alma mía; Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía; Jesús, José y María, descanse en paz con vos el alma mía.

20. Jesús, manso y humilde de corazón, haz nuestro corazón semejante al tuyo.

21. Sea alabado y adorado por siempre el santísimo Sacramento.

22. Quédate con nosotros, Señor (9).

23. Madre dolorosa, ruega por nosotros.

24. Madre mía, confianza mía.

25. Envía, Señor, obreros a tu mies (10).

26. Que nos bendiga la Virgen María, junto con su santísimo Hijo.

27. Dios te salve, cruz, única esperanza.

28. Santos y santas de Dios, interceded por nosotros.

29. Ruega por nosotros, santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.

30. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu (11).

31. Jesús, Señor compasivo, dales el descanso eterno.

32. Reina concebida sin pecado original, ruega por nosotros.

33. Santa Madre de Dios, siempre Virgen María, intercede por nosotros.

34. Santa María, Madre de Dios, ruega por mí.

35. Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo (12).

(3) Otras invocaciones, en lengua vulgar, pueden encontrarse en los comunes libros de piedad.
(4) Lc 18, 13.
(5) Sal 143 (Vulgata 142), 10.
(6) Lc 17, 5.

(7) Mt 8, 25.
(8) Jn 20, 28.
(9) Cf. Lc 24, 29.

(10) Cf. Mt 9,38
(11) Lc 23,46; cf. Sal 31 (Vulgata 30), 6.
(12) Mt 16, 16.




martes, 23 de febrero de 2021

Manual de indulgencias: otras concesiones.

Manual de indulgencias (4ª ed. 16-julio-1999; ed. española 2007)


OTRAS CONCESIONES

PROEMIO

1. A las cuatro concesiones generales de que se ha hablado antes en los números I-IV, se añaden otras pocas concesiones que, teniendo en cuenta tanto las tradiciones del tiempo pasado como las necesidades de nuestra época, tienen un significado especial.

Todas estas concesiones se complementan mutuamente y, al mismo tiempo que con el don de la indulgencia se estimula a los fieles cristianos a realizar obras de piedad, de caridad y de penitencia, se les induce también a unirse más íntimamente por la caridad a Cristo cabeza y al cuerpo de la Iglesia (1).

(1) Cf. Indulgentiarum Doctrina 11.

2. Se citan algunas preces venerables por su inspiración divina o por su antigüedad y que son de uso generalizado (2). Evidentemente, estas preces son citadas a modo de ejemplo. Pero debe tenerse siempre en cuenta lo que se ha dicho en las normas respecto al derecho de los obispos eparquiales y diocesanos, de los metropolitas, de los patriarcas y de los cardenales (3).

Las indulgencias concedidas por la recitación devota de las preces, cuya lista sigue a continuación, pueden ser lucradas por los fieles de cualquier rito y cualquiera que sea la tradición litúrgica a la cual las mencionadas preces pertenezcan.

(2) Por ejemplo, el Credo (conc. 28 $ 2, 3."); Desde lo hondo (conc. 9, 2º); Proclama mi alma (conc. 17 p. 2, 1º); Dios te salve, Reina y Madre (conc. 17 p. 2, 3º); Bajo tu protección (ibid.); Que tu gracia, Señor (conc. 26 p. 2); Te damos gracias (ibid.).
(3) Cf. núms. 7-10,11 $ 2, 22, 25.


3. Estas preces, si se consideran las cosas más a fondo, ya están incluidas en la concesión general núm. 1, cuando el fiel cristiano las reza en el transcurso de su vida ordinaria, elevando su alma a Dios con humilde confianza. Así, por ejemplo, están incluidas en esta primera concesión las oraciones Señor, que tu gracia y Te damos gracias, que se rezan «en el cumplimiento de las obligaciones).

No obstante, ha parecido conveniente citarlas expresamente en su calidad de preces indulgenciadas, con el fin de evitar cualquier duda y destacar su importancia.

4. Es evidente que, si en las concesiones para obtener indulgencia se requiere la recitación de unas preces, de una letanía o de un oficio parvo, los textos de estas preces siempre tienen que haber sido aprobados por la autoridad eclesiástica competente; asimismo, la recitación de ellas, como también la visita a un lugar sagrado, el ejercicio de una obra de piedad o el uso de un objeto sagrado, si están prescritos, deben llevarse a efecto con devoción y afecto piadoso del corazón. En algunas concesiones esta exigencia se indica expresamente, con objeto de ayudar a la piedad de los fieles.

5. Para ganar indulgencia plenaria, como se establece en la norma 20, se requiere la ejecución de la obra, el cumplimiento de las tres condiciones y una plena disposición interior que excluya toda afección al pecado.

Si se trata de indulgencia parcial, de acuerdo con la norma 4, se requiere la ejecución de la obra y, como mínimo, la contrición del corazón.

6. Si la obra enriquecida con indulgencia plenaria es susceptible de ser dividida en partes (por ejemplo, el Rosario mariano en decenas), el que por una causa razonable no realiza la obra completa, puede ganar, por la parte que ha realizado, indulgencia parcial (4).

(4) Cf. norma 20 p. 4.

7. Son dignas de especial mención las concesiones que se refieren a algunas obras, enriquecidas con indulgencia plenaria, con las cuales el fiel cristiano puede ganarla todos los días del año, quedando en pie la norma 18 p. 1, según la cual sólo puede ganarse una indulgencia al día;
- la adoración del Santísimo Sacramento durante al menos media hora (conc. 7 § 1, 1º);
- el piadoso ejercicio del Vía Crucis (conc. 13, 2º);
- el rezo del Rosario mariano o del himno Akhátistos en una iglesia o un oratorio, o en familia, en una comunidad religiosa, en una asociación piadosa y, en general, siempre que varios fieles se reúnan para un buen fin (conc. 17 § 1, 1º y conc. 23 § 1);
- la lectura piadosa de la Sagrada Escritura durante al menos media hora (conc. 30).

CONCESIONES

1. Acto de consagración de las familias

Se concede indulgencia plenaria a los miembros de la familia en el día en que por primera vez se consagren al Sagrado Corazón de Jesús o a la Sagrada Familia de Jesús, María y José, si piadosamente recitaren una oración adecuada, debidamente aprobada, ante una imagen del Sagrado Corazón o de la Sagrada Familia, en una celebración ritual que, si fuere posible, será presidida por un sacerdote o un diácono; en el día aniversario de esta consagración la indulgencia será parcial.

2. Acto de consagración del género humano a Jesucristo Rey

Se concede indulgencia plenaria al fiel cristiano que, en la solemnidad de nuestro Señor Jesucristo Rey, rece públicamente el acto de consagración del género humano a Jesucristo Rey; en cualquier otra circunstancia, la indulgencia será parcial.

2. Enchiridum Indulgentiarum, conc. 27 (también en Ench. lnd., 1968).

Jesús dulcísimo, Redentor del género humano, míranos arrodillados humildemente en tu presencia. Tuyos somos y tuyos queremos ser; y para estar más firmemente unidos a ti, hoy cada uno de nosotros se consagra voluntariamente a tu Sagrado Corazón. Muchos nunca te han conocido; muchos te han rechazado, despreciado tus mandamientos. Compadécete de unos y de otros, benignísimo Jesús, y atráelos a todos a tu Sagrado Corazón. Reina, Señor, no sólo sobre los que nunca se han separado de ti, sino también sobre los hijos pródigos que te han abandonado; haz que vuelvan pronto a la casa paterna, para que no mueran de miseria y de hambre. Reina sobre aquellos que están extraviados por el error o separados por la discordia, y haz que vuelvan al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que pronto no haya más que un solo rebaño y un solo pastor. Concede, Señor, a tu Iglesia una plena libertad y seguridad; concede a todo el mundo la tranquilidad del orden; haz que desde un extremo al otro de la tierra no se oiga más que una sola voz: Alabado sea el Divino Corazón, por quien nos ha venido la salvación; a él la gloria y el honor por los siglos de los siglos. Amén.

3. Acto de reparación

Se concede indulgencia plenaria al fiel cristiano que, en la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, rece públicamente el siguiente acto de reparación; en cualquier otra circunstancia la indulgencia será parcial.

3. Enchiridium Indulgentiarum 1968, conc. 26.

Jesús dulcísimo, cuya caridad derramada sobre los hombres es correspondida ingratamente con tanto olvido, negligencia, desprecio; nosotros, arrodillados en tu presencia, queremos resarcir con especial reverencia tan abominable desidia e injurias con que los hombres afligen en todas partes tu amantísimo Corazón.

Sin embargo, recordando que también nosotros más de una vez hemos sido culpables de tan gran indignidad, e intensamente arrepentidos por ello, imploramos en primer lugar tu misericordia a favor nuestro, dispuestos a compensar con voluntaria expiación no sólo las infamias cometidas por nosotros, sino también las de aquellos que, apartándose totalmente del camino de la salvación, rehusan seguirte como pastor y guía,obstinados en su infidelidad o, conculcando las promesas del bautismo, han sacudido el suavísimo yugo de tu ley.

Queremos expiar todos estos deplorables delitos y resarcir cada uno de ellos: la inmodestia y deshonestidad en la conducta y en el vestir, tantos lazos de corrupción preparados para las almas inocentes, los días de fiesta profanados, las maldiciones proferidas contra ti y tus santos, las injurias contra tu vicario y el orden sacerdotal, y el mismo sacramento del amor divino olvidado o profanado con horrendos sacrilegios, y finalmente los delitos de las naciones que se oponen a las leyes y al magisterio de la Iglesia que tú fundaste.

¡Ojalá pudiéramos lavar estos pecados con nuestra propia sangre! Entretanto, para resarcir el honor divino profanado, te ofrecemos la satisfacción que tú en otro tiempo ofreciste al Padre en la cruz y que renuevas continuamente en el altar, junto con la expiación de la Virgen María, de todos los santos y de todos los fieles piadosos, prometiendo de corazón compensar, en cuanto nos sea posible, y con la ayuda de tu gracia, los pecados pretéritos, nuestros y de los demás, y tanta falta de amor, con una fe firme, con una conducta inmaculada, con una observancia perfecta de la ley evangélica, sobre todo de la caridad, impedir con todas las fuerzas las injurias contra ti, e incitar a cuantos podamos a tu seguimiento. Acepta, benignísimo Jesús, por intercesión de la Virgen María Reparadora, la ofrenda voluntaria de esta expiación y haz que nos mantengamos con toda fidelidad en tu obediencia y servicio hasta la muerte, otorgándonos el gran don de la perseverancia, para que todos lleguemos finalmente a aquella patria donde tú, con el Padre y el Espíritu Santo, vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

4. Bendición papal

Se concede indulgencia plenaria al fiel cristiano que reciba piadosa y devotamente, aunque sea sólo a través de la radio o la televisión, la bendición impartida por el Sumo Pontífice Urbi et Orbi, o por el Obispo a los fieles encomendados a su cura pastoral, según la norma 7, 2 de este Manual de Indulgencias.

4. Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 12 (cf. Sagrada Penitenciaría Apostólica, decreto De indulgentiis ope instrumenti televisifici vel radiophonici lucrandis, 14 diciembre 1985, AAS 78/1986 (293-294).

5. Días destinados a una finalidad religiosa de carácter universal

Se concede indulgencia plenaria al fiel cristiano que asista a las celebraciones que tienen lugar en cualquiera de los días destinados a una finalidad religiosa de carácter universal (por ejemplo, para el fomento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, para la adecuada pastoral de los enfermos y discapacitados, para ayudar a los jóvenes a fortalecer su fe y conducirlos por el camino de la santidad, etc.); el fiel cristiano que se una a dichas celebraciones mediante la oración conseguirá indulgencia parcial.

5. Cf.  Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 37.


6. Doctrina cristiana

Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que trabaje en enseñar o aprender la doctrina cristiana.

6.  Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 20 (la indulgencia parcial, en virtud de la concesión general II concedida al que enseña la doctrina, por esta concesión se extiende también al que la aprende).

7. Adoración del Santísimo Sacramento y procesión

§ 1. Se concede indulgencia plenaria al fiel cristiano que:

1. visite el Santísimo Sacramento para adorarlo por espacio de media hora por lo menos;

2. recite piadosamente las estrofas del himno Adorad postrados (Tantum ergo) delante del Santísimo Sacramento expuesto solemnemente después de la misa in Cena Domini del Jueves Santo;

3. participe piadosamente en la solemne procesión eucarística, particularmente importante en la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, tanto si esta procesión transcurre en el interior del templo como si se realiza por el exterior;

4. participe devotamente en el solemne rito eucarístico con el que suele celebrarse la conclusión de una reunión eucarística.

§ 2. Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que:

1. visite el Santísimo Sacramento para adorarlo;

2. rece a Jesús presente en el Santísimo Sacramento alguna plegaria eucarística legítimamente aprobada (por ejemplo, la oración rimada Te adoro devotamente (Adoro te devote), la plegaria Oh sagrado banquete (O sacrum convivium) o las estrofas del himno Adorad postrados (Tantum ergo).

7. § 1,1: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 3.
§. 1, 2: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 59.
§ 1, 4: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 23.
§ 2, 1: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 3.
§ 2, 2: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 4, 40, 59.


¡Oh sagrado banquete, en que Cristo es nuestra comida, se celebra el memorial de su pasión, el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria futura!

Adorad postrados
este Sacramento.
Cesa el viejo rito;
se establece el nuevo.
Dudan los sentidos
у el entendimiento:
que la fe lo supla
con asentimiento.
Himnos de alabanza,
bendición y obsequio;
por igual la gloria
y el poder y el reino
al eterno Padre
con el Hijo eterno
y el divino Espíritu,
que procede de ellos. Amén.
V. Les diste pan del cielo.
R. Que contiene en sí todo deleite.

Oremos. Oh Dios que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

(Ritual de la Sagrada Comunión y del culto al misterio eucarístico fuera de la misa, 21 de junio de 1973, 200 y 192).

8. Comunión eucarística y espiritual

§ 1. Se concede indulgencia plenaria al fiel cristiano que:

1. por primera vez se acerca a la sagrada comunión o que piadosamente acompaña a los que se acercan por primera vez a la sagrada comunión;

2. rece piadosamente la oración Mírame, oh bueno y dulcísimo Jesús ante la imagen de Cristo crucificado, después de la comunión, en cualquier viernes del tiempo de Cuaresma o en el viernes de la Pasión del Señor.

§ 2. Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que, con cualquier formula aprobada, recite:

1. un acto de comunión espiritual;

2. una fórmula de acción de gracias después de la comunión (por ejemplo, Alma de Cristo, Mírame, oh bueno y dulcísimo Jesús).

8. § 1, 1: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 42.
    § 1, 2: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 22. 
8. § 2, 1:  Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 15.
    § 2, 2:  Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 10 y 22.

Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, purifícame.
Pasión de Cristo, confórtame.
Oh Buen Jesús, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame
y mándame ir a ti,
para que con tus santos te alabe
por los siglos de los siglos. Amén.

(Misal Romano, acción de gracias después de la misa)

Mírame, oh bueno y dulcísimo Jesús: en tu presencia me postro de rodillas, y con el mayor fervor de mi alma te pido y suplico que imprimas en mi corazón, dulcísimo Jesús, vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad, verdadero dolor de mis pecados y propósito firmísimo de enmendarme; mientras con gran afecto у dolor considero y contemplo en mi alma tus cinco llagas, teniendo ante mis ojos aquello que ya el profeta David ponía en tus labios acerca de ti: «Me taladran las manos y los pies, puedo contar todos mis huesos» (Sal 21 (22) 17-18).

(MR, acción de gracias después de la misa).

9. Examen de conciencia y acto de contrición

Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que, especialmente al preparar la confesión sacramental,

1. examine su conciencia con el firme propósito de enmienda;

2. recite piadosamente cualquier fórmula legítima de acto de contrición (por ejemplo, Yo, pecador, el salmo «Desde lo hondo» (De profundis); el salmo «Misericordia, Dios mío, por tu bondad» (Miserere); los salmos graduales; los salmos penitenciales).

9. 2: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 2, 19, 33.

10. Ejercicios espirituales y retiro mensual

1. Se concede indulgencia plenaria al fiel cristiano que practique ejercicios espirituales al menos durante tres días íntegros.

2. Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que participe en un retiro mensual.

10. § 1: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 25.
      § 2: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 45.

11. Semana por la unidad de los cristianos

La Iglesia Católica tiene siempre en su corazón la plegaria que su fundador, el dia antes de su pasión, dirigió al Padre «para que todos sean uno», y, por ello, exhorta constantemente a los fieles a orar por la unidad de todos los cristianos.

1. Se concede indulgencia plenaria al fiel cristiano que participe en alguna de las celebraciones de la semana por la unidad de los cristianos y que asista al acto final de la misma.

2. Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que se cite devotamente una plegaria, debidamente aprobada, por la unidad de los cristianos (por ejemplo, la oración Siguiente)

Dios omnipotente y misericordioso, que por medio de tu Hijo has querido unir en un solo pueblo a gente tan diversa, haz, te pedimos, que cuantos nos gloriamos de llamarnos cristianos, rechazando toda división, seamos una sola cosa en la verdad y en la caridad, y que todos los hombres, iluminados por la fe verdadera, formemos una misma Iglesia, animada por la comunión fraterna. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

11. § 2: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 44.

12. En peligro de muerte inminente

§ 1. El sacerdote que administra los sacramentos a un fiel cristiano que se halla en peligro de muerte inminente no deje de impartir la bendición apostólica con la adjunta indulgencia plenaria.

§ 2. Si no es posible la presencia de un sacerdote, la piadosa Madre Iglesia concede benignamente indulgencia plenaria, para ganarla en peligro de muerte, al fiel cristiano debidamente dispuesto, con talque éste, durante su vida, haya rezado habitualmente algunas oraciones, en este caso, la Iglesia suple las tres condiciones habitualmente requeridas.

§ 3. Para ganar esta indulgencia plenaria es aconsejable utilizar un crucifijo o una cruz.

§ 4. El fiel cristiano podrá ganar esta indulgencia plenaria en peligro de muerte inminente, aunque en el mismo día ya haya ganado otra indulgencia plenaria.

§ 5. En la catequesis, los fieles deben ser informados oportuna y frecuentemente de esta saludable disposición de la Iglesia.

12. § 1-4: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 28 (cf. Indulgentiarum Doctrina, núms. 6, 18; Enchiridium Indulgentiarum 1968, núm. 24 § 2; Ritual de la unción de los enfermos y de su cuidado pastoral, 7 diciembre 1972, 122; CIC 1983, can 530; Enchiridium Indulgentiarum 1986, núm. 21 § 2).

13. Conmemoración de la Pasión y Muerte del Señor

Se concede indulgencia plenaria al fiel cristiano que:

1. el Viernes santo de la Pasión y Muerte del Señor asista piadosamente a la adoración de la cruz en la solemne acción litúrgica.

2. practique el piadoso ejercicio del Via Crucis o se una piadosamente al que practica el Sumo Pontífice y que es retransmitido por la radio o la televisión.

13. 1: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 17.
      2: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 63.

Con el piadoso ejercicio del Via Crucis se actualiza el recuerdo de los sufrimientos que soportó el divino Redentor en el camino desde el pretorio de Pilato, donde fue condenado a muerte, hasta el monte de la Calavera o Calvario, donde murió en la cruz por nuestra salvación.

Para ganar indulgencia plenaria se establece lo siguiente:

1. El piadoso ejercicio debe practicarse ante las estaciones del Via Crucis legítimamente erigidas.

2. Para erigir el Via Crucis se requieren catorce cruces, a las que provechosamente se acostumbra añadir otros tantos cuadros o imágenes que representan las estaciones de Jerusalén.

3. Según la costumbre más extendida, este piadoso ejercicio consta de catorce lecturas piadosas, a las que se añaden algunas oraciones vocales. No obstante, para realizar este piadoso ejercicio, se requiere únicamente la piadosa meditación de la Pasión y Muerte del Señor, sin que sea necesaria una consideración sobre cada uno de los misterios de las estaciones.

4. Se requiere el paso de una estación a otra.

Si el piadoso ejercicio se practica públicamente y el movimiento de todos los presentes no puede efectuarse sin evitar el desorden, basta con que quien dirige el ejercicio se traslade a cada estación, sin que los demás se muevan de su lugar.


5. Los que están legítimamente impedidos pueden ganar la misma indulgencia, si al menos por un tiempo, por ejemplo, un cuarto de hora, se dedican a la piadosa lectura y meditación de la Pasión y Muerte del Señor Jesucristo.

6. Al piadoso ejercicio del Via Crucis se asimilan, también en lo que se refiere a la consecución de la indulgencia, otros piadosos ejercicios, aprobados por la autoridad competente, en los que se recuerda la Pasión y Muerte del Señor, manteniendo las dichas catorce estaciones.

7. Entre los Orientales, donde no hay costumbre de practicar este piadoso ejercicio, los patriarcas podrán establecer, para ganar esta indulgencia, otro piadoso ejercicio en recuerdo de la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo.

14. Uso de objetos de piedad

1. Se concede indulgencia plenaria al fiel cristiano que, en la solemnidad de los santos apóstoles Pedro у Pablo, use con devota actitud interna algún objeto de piedad (establecido en la norma núm. 15) bendecido por el Sumo Pontífice o por cualquier obispo, añadiendo, además, la profesión de fe con una fórmula legitima.

2. Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que, del mismo modo, use con devota actitud interna algún objeto de piedad debidamente bendecido por cualquier sacerdote o diácono.

14. Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 35. Para la bendición de los objetos de piedad, el sacerdote o el diácono debe usar las fórmulas litúrgicas del Ritual. En circunstancias peculiares, el ministro puede usar la siguiente formula breve: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Ritual de bendiciones, 1156 y 1182).

15. Oración mental

Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que, para su edificación personal, haga piadosamente oración mental.

15: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 38.

16. Participación en la predicación sagrada

1. Se concede indulgencia plenaria al fiel cristiano que durante la santa Misión escuche algunos sermones y, además, asista a la solemne conclusión de la Misión.

2. Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que asista atenta y devotamente a otras formas de predicación sagrada de la Palabra de Dios.

16: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 41.

17. Plegarias a la Santísima Virgen María

§ 1. Se concede indulgencia plenaria al fiel cristiano que:

1. rece devotamente el rosario mariano en una iglesia u oratorio, o en familia, en una comunidad religiosa, en una asociación piadosa y, en general, en cualquier reunión de fieles;

17. § 1, 1: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 48; cf. Juan Pablo II, Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae (AAS 95 [2003] 5-36). Respecto al himno Akathistos y el oficio Paraclisis, cf. conc. 23).

2. se una devotamente al rezo de esta plegaria llevado a cabo por el Sumo Pontífice y retransmitida por radio o por televisión.

Fuera de estas circunstancias, la indulgencia será parcial.

El Rosario es una determinada manera de orar en la que distinguimos veinte decenas de Avemarías, intercalando la oración del Señor, y meditando piadosamente en cada una de estas decenas los misterios de nuestra redención.

Sin embargo, se introdujo la costumbre de llamar también Rosario a una cuarta parte del mismo.

Respecto a la indulgencia plenaria, se establece lo siguiente:

a) Basta el rezo de sólo una cuarta parte del Rosario; pero las cinco decenas deben rezarse seguidas.

b) A la oración vocal hay que añadir la piadosa meditación de los misterios.

c) En el rezo público, los misterios deben enunciarse de acuerdo con la costumbre admitida en cada lugar; en el rezo privado, basta con que el fiel cristiano junte a la oración vocal la meditación de los misterios.

§ 2. Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que:

1. rece piadosamente el cántico Proclama mi alma (Magnificat);

2. al amanecer, al mediodía y al atardecer, rece devotamente la plegaria El ángel del Señor (Ángelus) con los versículos y la oración propia, o bien en el tiempo pascual la antífona Reina del cielo, también con su oración correspondiente;

3. eleve fervorosamente a la Virgen María alguna de las oraciones aprobadas (por ejemplo, Maria, madre de gracia; Acuérdate, o piadosísima Virgen María; Dios te salve, Reina y Madre; Santa Maria, socorre a los desgraciados; Bajo tu protección).

El ángel del Señor (Ángelus)

V. El ángel del Señor anunció a María.
R. Y concibió del Espíritu Santo. (Dios te salve, María).
V. He aquí la esclava del Señor.
R. Hágase en mí según tu palabra. (Dios te salve, María).
V. Y el Verbo se hizo carne.
R. Y habitó entre nosotros (Dios te salve, María).
V. Ruega por nosotros, santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.

Oremos. Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos por su pasión y su cruz a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

(MR: Domingo IV de Adviento, oración colecta).

Reina del cielo

Reina del cielo, alégrate, aleluya,
porque el Señor, a quien has merecido llevar, aleluya,
ha resucitado, según su palabra, aleluya.
Ruega al Señor por nosotros, aleluya.
V. Goza y alégrate, Virgen María. Aleluya.
R. Porque resucitó verdaderamente el Señor. Aleluya.

(Cf. LH, tiempo pascual, Completas).

Oremos. Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, por intercesión de su Madre, la Virgen María, llegar a alcanzar los gozos eternos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

(MR, Común de santa María Virgen, tiempo pascual, oración colecta).

María, madre de gracia,
madre de misericordia,
defiéndenos del enemigo
y acógenos en la hora de la muerte.

Acuérdate, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que uno solo de cuantos han acudido a tu protección e implorado tu socorro haya sido desamparado por ti. Yo, pecador, animado con esta confianza, acudo a ti, oh Madre, Virgen de las vírgenes; a ti vengo, ante ti me presento gimiendo. No desprecies, Madre del Verbo, mis súplicas, antes bien inclina a ellas tus oídos y dígnate atenderlas favorablemente. Amén.

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

(LH, tiempo ordinario, Completas).


Santa Maria, socorre a los desgraciados, ayuda a los apocados, consuela a los afligidos, ruega por el pueblo, preocúpate por el clero, intercede por las mujeres; que experimenten tu ayuda cuantos te recuerdan con piedad.

Bajo tu protección nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.

(LH, tiempo ordinario, Completas).

18. Oración al ángel custodio

Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que invoque devotamente a su ángel custodio con una oración debidamente aprobada (por ejemplo, la siguiente).

Ángel de Dios, tú que eres mi custodio, a mí, que he sido encomendado a ti por la piedad celestial, ilumíname, guárdame, dirígeme y guíame. Amén.

19. Oraciones en honor de san José

Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que invoque devotamente a san José, esposo de la Virgen María, con una oración debidamente aprobada (por ejemplo, la siguiente).

A ti, bienaventurado san José, acudimos en nuestra tribulación, y después de implorar el auxilio de tu santísima esposa, solicitamos también confiadamente tu patrocinio. Por aquella caridad que con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, te tuvo unido y por el paterno amor con que abrazaste al niño Jesús, humildemente te suplicamos que vuelvas benigno los ojos a la herencia que con su sangre adquirió Jesucristo, y por su poder y auxilio socorras nuestras necesidades. Protege, oh providentísimo custodio de la divina familia, a la escogida descendencia de Jesucristo; aparta de nosotros, padre amantísimo, toda mancha de error o de corrupción; asístenos propicio desde el cielo, fortísimo libertador nuestro, en esta lucha con el poder de las tinieblas; y así como en un tiempo salvaste de la muerte la amenazada vida de Jesús niño, defiende ahora a la Iglesia santa de Dios de las asechanzas de sus enemigos y de toda adversidad, y a cada uno de nosotros protégenos con perpetuo patrocinio, para que, a ejemplo tuyo y sostenidos por tu auxilio, podamos santamente vivir, piadosamente morir y alcanzar en los cielos la eterna bienaventuranza. Amén.

19: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 6 (respecto a las letanías y al Oficio parvo de san José, cf. conc. 22, 2-3).

20. Oraciones en honor de los santos apóstoles Pedro y Pablo

Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que rece devotamente una oración a los santos apóstoles Pedro y Pablo.

Santos apóstoles Pedro y Pablo, interceded por nosotros.

Protege Señor, a tu pueblo y, ya que confía en la protección de tus apóstoles Pedro y Pablo, guárdalo y protégelo siempre. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

20: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 53.

21. Oraciones en honor de los demás santos y de los beatos

§ 1. Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que en el día de la celebración litúrgica de cualquier santo rece en su honor una oración tomada del Misal Romano, u otra aprobada por la legítima autoridad.

§ 2. Además, para fomentar la veneración y la piedad hacia los nuevos santos y beatos, se concede por una sola vez indulgencia plenaria al fiel cristiano que visite devotamente la iglesia u oratorio donde tenga lugar, durante el año, una celebración solemne en honor de aquellos, y rece un Padrenuestro y un Credo.

21. § 1: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 54 (respecto a las letanias de los santos, cf. conc. 22, 2)
      § 2: Sagrada Penitenciaría Apostólica, decr. 12 de septiembre 1968. Cf. Sagrada Congregación de Ritos, Instr. De celebrationibus quae in honorem alicuius Sancti vel Beati intra annun a Canonizatione vel Beatificatione peragi solent (AAS 60 [1968] 602, 5).


22. Novenas, letanías y Oficios parvos

Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que:

1. participe devotamente en una novena celebrada públicamente (por ejemplo, antes de la solemnidad de la Natividad del Señor, de Pentecostés o de la Inmaculada Concepción de la Virgen María);

22. 1: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 34.

2. recite devotamente una de las letanías aprobadas (por ejemplo, del Santísimo Nombre de Jesús, del Sagrado Corazón de Jesús, de la Preciosísima Sangre de nuestro Señor Jesucristo, de santa María Virgen, de san José, de los santos);

22, 2: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 29.

3. rece devotamente uno de los Oficios parvos legítimamente aprobados (por ejemplo, de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, del Sagrado Corazón de Jesús, de santa María Virgen de la Inmaculada Concepción, de san José).

22, 3: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 36.

23. Oraciones de las Iglesias Orientales

En virtud de la catolicidad de la Iglesia, «cada parte aporta sus dones a las demás y a toda la Iglesia, de manera que el conjunto y cada una de las partes se enriquecen» (Lumen Gentium 13) en cuanto a los dones espirituales de la generosidad divina. De ahí resulta que, especialmente en estos últimos años, se hayan difundido entre los fieles de rito latino oraciones pertenecientes a diversas tradiciones orientales y que hayan sido utilizadas tanto en priva do como públicamente, con no poco provecho de la piedad.

§ 1. Se concede indulgencia plenaria al fiel cristiano que recite devotamente el himno Akáthistos o el oficio Paraclisis en una iglesia u oratorio, en familia, en una comunidad religiosa o en una asociación piadosa y, en general, cuando se reúnan varios fieles con una finalidad honesta. En cualquier otra circunstancia, la indulgencia será parcial.

Para lucrar esta indulgencia plenaria no es necesario que se recite íntegramente el himno Akáthistos; es suficiente la recitación seguida y coherente de algunos fragmentos, según ha establecido la legitima costumbre.

Entre los fieles cristianos orientales donde no exista la práctica de esta devoción, los patriarcas pueden establecer otras oraciones en honor de santa María Virgen, que gozarán de las mismas indulgencias antes mencionadas.


23 § 1: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 48, 4; Penitenciaría Apostólica, decr. Mater Christi, 31 de mayo 1991 (Prot. N. 36/91/1).

§ 2. Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que, según el tiempo y la circunstancia, recite devotamente alguna de las oraciones siguientes: Oración de acción de gracias (de la tradición armenia); Oración vespertina, Oración por los difuntos (de la tradición bizantina); Oración del Santuario, Oración «Lakhu Mara» o «A ti, Señor» (de la tradición caldea); Oración del incienso, Oración por la glorificación de María, Madre de Dios (de la tradición copta); Oración por el perdón de los pecados, Oración para alcanzar el seguimiento de Cristo (de la tradición etíope); Oración por la Iglesia, Oración de despedida después de la celebración litúrgica (de la tradición maronita); Intercesiones por los difuntos de la Liturgia de Santiago (de la tradición siro-antioquena).

24. Oraciones por los bienhechores

Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que, movido por un afecto sobrenatural de gratitud, recite devotamente una oración por los bienhechores, debidamente aprobada (por ejemplo, la siguiente).

Señor, a todos los que por amor a ti se han hecho nuestros bienhechores, dígnate recompensarlos con la vida eterna. Amén.

24: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 47.

25. Oraciones por los pastores de la Iglesia

Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que,

1. con espíritu de devoción filial, recite devotamente una oración por el Sumo Pontífice, debidamente aprobada (por ejemplo, Oremos por nuestro Pontífice...).

25, 1: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 39.

2. del mismo modo, recite devotamente una oración tomada del Misal en favor del Obispo eparquial o diocesano, en el comienzo de su ministerio pastoral o en el aniversario de éste.

V. Oremos por nuestro Pontífice, el Papa N.
R. El Señor lo guarde y lo conserve con vida,
para que sea dichoso en la tierra,
y no lo entregue a la saña de sus enemigos.

26. Oraciones de súplica y acción de gracias

§ 1. Se concede indulgencia plenaria al fiel cristiano que, en una iglesia u oratorio, participe devotamente en el canto solemne o en la recitación

1. del himno Ven, Espíritu Creador (Veni, Creator), ya sea en el día 1 de enero para implorar el favor divino durante el año que comienza, ya sea en la solemnidad de Pentecostés;

2. del himno Te Deum, el último día del año para dar gracias a Dios por todos los beneficios recibidos en el transcurso del año que termina.

§ 2. Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que,

1. al comienzo y al final del día,
2. al iniciar y al terminar sus tareas,
3. antes y después de las comidas,
recite devotamente alguna plegaria de súplica y acción de gracias debidamente aprobada (por ejemplo, Que tu gracia, Señor; Aquí estamos; Te damos gracias; Bendícenos, Señor; Señor, Dios todopoderoso; Señor, Padre santo; Te Deum; Ven, Espíritu Creador; Ven, Espíritu Santo; Visita, Señor)

26. § 1, 1: Enchiridium Indulgentiarum 1986, cone, 61.
      § 1, 2: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 60.
      § 2: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 1, 5, 7, 21, 24, 60, 61, 62, 64,


Que tu gracia, Señor, inspire, sostenga y acompañe nuestras obras, para que nuestro trabajo comience en ti, como en su fuente, y tienda siempre a ti, como a su fin. Amén.

(Oración para implorar el auxilio divino en cualquier circunstancia; MR, jueves después de Ceniza, oración colecta; LH, semana 1, lunes, en Laudes).

Aquí estamos, Señor, Espíritu Santo, aquí estamos, agobiados por el peso de nuestros pecados, pero particularmente congregados en tu nombre.
Ven a nosotros, quédate con nosotros y dígnate penetrar en nuestros corazones.
Enséñanos lo que tenemos que hacer, hacia dónde hemos de tender, y muéstranos cuál ha de ser nuestro objetivo, para que, con tu ayuda, podamos complacerte en todo.
Sé tú el único inspirador y autor de nuestras decisiones, tú que eres el único que, con Dios Padre y su Hijo, posees un nombre glorioso.
No permitas que obremos contra justicia, tú que amas al máximo la equidad. Que la ignorancia no nos extravíe, que el favoritismo no nos doblegue, que no nos dejemos sobornar por favores, dádivas o influencias.
Que el don de tu gracia nos una eficazmente a ti, de manera que estemos identificados contigo y en nada nos desviemos de la verdad; para que así, reunidos en tu nombre, en todos los asuntos moderemos la justicia con la piedad; de este modo lograremos en esta vida una plena sintonía contigo, y en la otra alcanzaremos por nuestra buena conducta el premio eterno. Amén.

(Esta oración se acostumbra a rezar antes de una reunión, para tratar en común algún asunto).

Te damos gracias por todos tus beneficios, oh Dios omnipotente, tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

(Oración de acción de gracias)

Bendícenos, Señor, a nosotros y estos dones tuyos que vamos a tomar y que hemos recibido de tu generosidad. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

(Bendicional, p. 397)

Señor, Dios todopoderoso, que nos has hecho llegar al comienzo de este día, sálvanos hoy con tu poder, para que no caigamos en ningún pecado, sino que nuestras palabras, pensamientos y acciones sigan el camino de tus mandamientos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

(LH, semana II, lunes, en Laudes)

Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, escucha nuestra oración, y dígnate enviar del cielo a tu santo ángel, para que custodie, anime, proteja, visite y defienda a todos los que moran en esta casa. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor.

(LH, Domingo de Pentecostés)

Visita, Señor, esta habitación: aleja de ella las insidias del enemigo; que tus santos ángeles habiten en ella y nos guarden en paz, y que tu bendición permanezca siempre con nosotros. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

(LH, Completas de las solemnidades)

27. Primera misa de los neosacerdotes y celebraciones jubilares

§ 1. Se concede indulgencia plenaria

1. al sacerdote que en un día determinado celebra la primera misa en presencia del pueblo;

2. a los fieles que asistan devotamente a esta misa.

§ 2. Se concede indulgencia plenaria

1. a los sacerdotes que en el 25º, 50º, 60º y 70º aniversario de su ordenación sacerdotal renueven ante Dios el propósito de cumplir fielmente los deberes de su vocación.

2. a los obispos que en el 25º, 40º y 50º aniversario de su ordenación episcopal renueven ante Dios el propósito de cumplir fielmente los deberes de su cargo pastoral.

3. a los fieles cristianos que acompañen al sacerdote en la celebración de la misa jubilar.

27. § 1: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 43.
      § 2, 1: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 49.
      § 2, 3: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 49.


28. Profesión de fe y actos de las virtudes teologales

§ 1. Se concede indulgencia plenaria al fiel cristiano que, en la celebración de la Vigilia pascual o en el día aniversario de su bautismo, renueve las promesas del bautismo, valiéndose de cualquier fórmula legítimamente aprobada.

§ 2. Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que 

1. renueve las promesas del bautismo, valiéndose de cualquier fórmula usual;

2. haga devotamente la señal de la cruz, diciendo las palabras de costumbre: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén;

3. rece piadosamente el símbolo de los Apóstoles o el símbolo niceno-constantinopolitano;

4. rece piadosamente los actos de las virtudes teologales, usando para ello cualquier fórmula legítima.

28. § 1: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 70.
      § 2, 1: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 70.
      § 2, 2: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 55.
      § 2, 3: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 16.
      § 2, 4: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 2 (con cada uno de los actos puede lucrarse indulgencia).


29. Por los fieles difuntos

§ 1. Se concede indulgencia plenaria, aplicable solamente a las almas del purgatorio, al fiel cristiano que

1. en cada uno de los días del 1 al 8 de noviembre visite devotamente el cementerio y haga oración por los difuntos, aunque sea solo mentalmente;

2. en el día de la Conmemoración de los fieles difuntos (o, con el consentimiento del Ordinario, en el domingo anterior o posterior, o en el día de la solemnidad de Todos los Santos) visite una iglesia u oratorio y rece un Padrenuestro y un Credo.

§ 2. Se concede indulgencia parcial, aplicable solamente a las almas del purgatorio, al fiel cristiano que

1. visite devotamente el cementerio y haga oración por los difuntos, aunque sea solo mentalmente;

2. que rece piadosamente Laudes y Vísperas del Oficio de difuntos o la invocación Dales, Señor, el descanso eterno.

Dales, Señor, el descanso eterno y brille para ellos la luz perpetua. Que descansen en paz. Amén.

(Ritual de exequias)

29. § 1, 1: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 13.
      § 1, 2: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 67 (cf. más arriba la norma 19).
      § 2, 1: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 13.
      § 2, 2: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 18, 46.

30. Lectura de la Sagrada Escritura

1. Se concede indulgencia plenaria al fiel cristiano que lea la Sagrada Escritura con la veneración debida a la palabra divina y a manera de lectura espiritual por espacio de media hora, por lo menos.

2. Si por una causa razonable el fiel cristiano no puede leer, se concede la indulgencia, plenaria o parcial, como se ha indicado, si el texto de la Sagrada Escritura es leído por otra persona o se escucha a través de un aparato de audio o de vídeo.

30. § 1: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 50.

31. Sínodo diocesano

Se concede una sola vez indulgencia plenaria al fiel cristiano que, mientras dura el Sínodo diocesano, visite piadosamente la iglesia en que se celebra el Sínodo y rece allí el Padrenuestro y el Credo.

31: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 58.

32. Visita pastoral

Se concede indulgencia plenaria al fiel cristiano que, durante la visita pastoral, asiste a la función sagrada que preside el visitador.

32: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 69.

33. Visita a los lugares sagrados

§ 1. Se concede indulgencia plenaria al fiel cristiano que visite, y rece allí devotamente el Padrenuestro y el Credo,

1. una de las cuatro basílicas patriarcales de Roma, sea formando parte de una peregrinación colectiva, sea al menos expresando durante la visita el afecto de filial obediencia al Romano Pontifice;

2. una basílica menor,
a) en la solemnidad de los apóstoles Pedro y Pablo,
b) en la solemnidad del titular,
c) el día 2 de agosto, en que coincide la indulgencia de la Porciúncula,
d) una vez al año, en el día escogido por el fiel cristiano;

3. en la iglesia catedral,
a) en la solemnidad de los apóstoles Pedro y Pablo,
b) en la solemnidad del titular,
c) en la celebración litúrgica de la Cátedra de san Pedro, apóstol,
d) en la dedicación de la archibasílica del Santísimo Salvador,
e) el día 2 de agosto, en que coincide la indulgencia de la Porciúncula;

4. un santuario constituido por la competente autoridad, ya sea internacional, nacional o diocesano,
a) en la solemnidad del titular,
b) una vez al año, en el día escogido por el fiel cristiano,
c) cada vez que participe en una peregrinación colectiva que tenga lugar en el santuario;

5. la iglesia parroquial,
a) en la solemnidad del titular,
b) el día 2 de agosto, en que coincide la indulgencia de la Porciúncula;

6. una iglesia o un altar en el mismo día de la dedicación;

7. una iglesia u oratorio de un Instituto religioso o de una Sociedad de vida apostólica, en el día de su santo fundador.

33. § 1, 1: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 11.
      § 1, 2: cf. Sagrada Congregación de Ritos, decr. Domus Dei, 6 de junio 1968 (AAS 60 [1968] 536-539). Las dos indulgencias correspondientes a las letras b y c pueden lucrarse en el día indicado antes, o bien en otro día propuesto por el Ordinario para provecho de los fieles (lo mismo ocurre en el número 3, letras b y e; en el 4, letra a, en el 5, letras a y b).
      § 1, 3: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 65.
      § 1, 4. Cf. CIC, can. 1230-1234.
33. § 1, 5: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 65. Gozan de las mismas indulgencias la iglesia concatedral, si la hay, aunque no sea parroquial, y también las iglesias cuasiparroquiales: cf. CIC, can. 516 & 1. Para los navegantes y marineros, cf. Juan Pablo II, m .p. Stella Maris: AAS 89 (1997) 209-216.
      § 1, 6: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 66.
      § 1, 7: Enchiridium Indulgentiarum 1986, conc. 68.

§ 2. Del mismo modo, se concede indulgencia plenaria al fiel cristiano que, en su día propio, participe en las celebraciones sagradas de una iglesia estacional; si sólo realiza una visita por devoción, la indulgencia será parcial.

§ 3. Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que visite devotamente el cementerio de los antiguos cristianos o catacumba.

lunes, 22 de febrero de 2021

Manual de indulgencias: Cuatro concesiones generales.

Manual de indulgencias (4ª ed. 16-julio-1999; ed. española 2007)


CUATRO CONCESIONES GENERALES

PROEMIO

1.
 Se ofrecen en primer lugar cuatro concesiones de indulgencias, con las cuales se recuerda al fiel cristiano que impregne de espíritu cristiano las acciones de que está entretejida la vida cotidiana (1), y que en su estado de vida tienda a la perfección de la caridad (2).

(1) Cf. 1 Co 10, 31; Col 3, 17; Apostolicam Actuositatem 2-4 y 13.
(2) Cf. Lumen Gentium 39 y 40-42.


2. Las cuatro concesiones son efectivamente generales y cada una de ellas abarca varias obras del mismo género. Sin embargo, no se enriquecen con indulgencias todas estas obras, sino únicamente las que se realizan de un modo y con una actitud interna especiales.

Considérese, por ejemplo, la primera concesión, que se expresa en estos términos: «Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que, en el cumplimiento de sus obligaciones y en el sufrimiento de las dificultades de la vida, eleva su alma a Dios con humilde confianza, añadiendo aunque sólo sea mentalmente-alguna piadosa invocación. Con esta concesión, se enriquecen con indulgencia únicamente aquellos actos con los que el fiel cristiano, al cumplir sus obligaciones y soportar las dificultades de la vida, eleva su alma a Dios del modo dicho. Estos determinados actos, debido a la fragilidad humana, no son frecuentes.

Y si hay alguien tan diligente y fervoroso que multiplica estos actos muchas veces a lo largo del día, merece -además de un copioso aumento de gracia- una más amplia remisión de la pena, y, por su caridad, puede ayudar a las almas del purgatorio.

Lo mismo se puede decir de las otras tres concesiones.

3. Ya que las cuatro concesiones, como es evidente, concuerdan de modo especial con el Evangelio y con la doctrina de la Iglesia, expuesta de manera tan clara por el Concilio Vaticano II, se añaden, en provecho de los fieles, a cada concesión, algunos textos de la Sagrada Escritura y de los documentos del mismo Concilio.

CONCESIONES

I


Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que, en el cumplimiento de sus obligaciones y en el sufrimiento de las dificultades de la vida, eleva su alma a Dios con humilde confianza, añadiendo—aunque sólo sea mentalmente alguna piadosa invocación (1).

Con esta primera concesión los fieles cristianos son como llevados de la mano a cumplir el mandato de Cristo: «Hay que orar siempre sin desanimarse» (2), y al mismo tiempo se les enseña a cumplir las propias obligaciones, de manera que conserven y aumenten la unión con Cristo.

(1) Cf. Sagrada Penitenciaría Apostólica, Decr. Pia oblatio quotidiani laboris indulgentiis ditatur, 25 nov. 1961 (AAS 53 [1961) 827); Decr. Pia oblatio humani doloris indulgentiis ditatur, 4 jun. 1962 (AAS 54 [1962) 475); El 1968 y 1986, conc. gen. 1,
(2) Lc 18, 1.


La intención de la Iglesia al conceder la indulgencia es ilustrada de manera perfecta con los siguientes textos de la Sagrada Escritura:


«Pedid, y se os dará; buscad, y encontraréis; llamad, y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra у que llama se le abre» (3).

«Velad y orad para no caer en la tentación» (4).

«Tened cuidado: no se os embote la mente con los agobios de la vida... Estad siempre despiertos, orando» (5).

«Eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones» (6).

«Que la esperanza os tenga alegres, estad firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración» (7).

«Cuando comáis o bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios» (8).

«Orad en toda ocasión con la ayuda del Espíritu. Tened vigilias en que oréis con constancia por todos los santos» (9).

«Todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él» (10).

«Sed constantes en la oración; que ella os mantenga en vela, dando gracias a Dios» (11).

«Sed constantes en orar. Dad gracias en toda ocasión» (12).

(3) Mt 7, 7-8.
(4) Mt 26, 41.
(5) Lc 21, 34-36.
(6) Hch 2, 42.
(7) Rm 12, 12.
(8) 1Co 10, 31.
(9) Ef 6, 18.
(10) Col 3, 17.
(11) Col 4, 2.
(12) 1 Ts 5, 17-18.


Y en los documentos del Concilio Vaticano II puede leerse:

«Todos los fieles cristianos, en las condiciones, ocupaciones o circunstancias de su vida, y a través de todo eso, se santificarán cada día más si lo aceptan todo con fe de la mano del Padre celestial y colaboran con la voluntad divina, haciendo manifiesta a todos, incluso en su dedicación a las tareas temporales, la caridad con que Dios amó al mundo» (13).

«Esta vida de unión intima con Cristo en la Iglesia se nutre con los auxilios espirituales... Los seglares deben servirse de estos auxilios de tal forma que, al cumplir como es debido los deberes temporales en las circunstancias ordinarias de la vida, no separen la unión con Cristo de su vida personal, sino que crezcan intensamente en ella, realizando sus tareas según la voluntad de Dios... Ni las preocupaciones familiares ni los demás negocios temporales deben ser ajenos a esta orientación espiritual de la vida, según el aviso del apóstol: “Todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (14)» (15).

«La separación entre la fe que profesan y la vida cotidiana de muchos debe ser considerada como uno de los errores más graves de nuestro tiempo... Por consiguiente, no deben oponerse falsamente entre sí las actividades profesionales y sociales, por una parte, y la vida religiosa por otra... Siguiendo el ejemplo de Cristo, que ejercitó un trabajo manual, alégrense más bien los cristianos de poder ejercer todas sus actividades terrestres, uniendo en una síntesis vital los esfuerzos humanos, domésticos, profesionales, científicos o técnicos con los bienes religiosos, bajo cuya altísima ordenación todo se coordina para la gloria de Dios» (16).

(13) Lumen Gentium 41.
(14) Col 3, 17
(15) Apostolicam Actuositatem 4.

(16) Gaudium et Spes 43.

II

Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que, movido por el espíritu de fe, pone su persona o sus bienes, con sentimientos de misericordia, al servicio de los hermanos necesitados (17).

Con la concesión de esta indulgencia, se incita al fiel cristiano a que, siguiendo el ejemplo y el mandamiento de Cristo Jesús (18), practique con más frecuencia obras de caridad o misericordia.

Sin embargo, no se enriquecen con indulgencia todas las obras de caridad, sino tan sólo las que se hacen «al servicio de los hermanos necesitados», como son los que carecen de comida o vestido para el cuerpo, o de instrucción o consuelo para el espíritu.

(17) Cf. Sagrada Penitenciaría Apostólica, Indulgentiae apostolicae, 27 jun. 1963 (AAS 55 (1963) 657-659); Enchiridium Indulgentiarum 1968 y 1986, conc. gen. II.
(18) Cf. Jn 13, 15; Hch 10, 38.

«Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme... Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis» (19).

«Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros, como yo os he amado; amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os améis unos a otros» (20).

«El que se encarga de la distribución, hágalo con generosidad... el que reparte la limosna, con agrado... Como buenos hermanos, sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo. En la actividad, no seáis descuidados; en el espíritu, manteneos ardientes. Servid constantemente al Señor... Contribuid en las necesidades de los santos; practicad la hospitalidad» (21).

«Podría repartir en limosnas todo lo que tengo..., si no tengo amor, de nada me sirve» (22).

«Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe» (23).

«Vivid en el amor como Cristo os amó» (24).

«Dios mismo nos ha enseñado a amarnos los unos a los otros» (25).

«Conservad el amor fraterno» (26).

«La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo» (27).

«Ahora que estáis purificados por vuestra obediencia a la verdad y habéis llegado a quereros sinceramente como hermanos, amaos unos a otros de corazón e intensamente» (28).

«Procurad todos tener un mismo pensar y un mismo sentir: con afecto fraternal, con ternura, con humildad. No devolváis mal por mal o insulto por insulto; al contrario, responded con una bendición, porque para esto habéis sido llamados: para heredar una bendición» (29).

«Poned todo empeño en... la piedad... el cariño fraterno... el amor» (30).

«Si uno tiene de qué vivir y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios? Hijos míos, nos amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras» (31).

(19) Mt 25, 35-36. 40; cf. también Tb 4, 7-8; Is 58, 7.
(20) Jn 13, 34-35.
(21) Rm 12, 8. 10-11. 13.
(22) 1Co 13, 3.
(23) Ga 6, 10.
(24) Ef 5, 2.
(25) 1 Ts 4, 9.
(26) Hb 13, 1.
(27) St 1, 27; cf. St 2, 15-16.
(28) 1 P 1, 22.
(29) 1 P 3, 8-9.
(30) 2 P 1, 5. 7.
(31) 1 Jn 3, 17-18.


«Dondequiera que haya hombres carentes de alimentos, vestido, vivienda, medicinas, trabajo, instrucción, medios necesarios para llevar una vida verdaderamente humana, o afligidos por la desgracia o por la falta de salud, o sufriendo el destierro o la cárcel, allí debe buscarlos y encontrarlos la caridad cristiana, consolarlos con diligente cuidado y ayudarles con la prestación de auxilio... Para que este ejercicio de la caridad sea verdaderamente irreprochable y aparezca como tal, es necesario ver en el prójimo la imagen de Dios, según la cual ha sido creado, y a Cristo Señor, a quien en realidad se ofrece lo que se da al necesitado» (32).

«Como las obras de caridad y de misericordia ofrecen un testimonio excelente de la vida cristiana, la formación apostólica debe llevar también a la práctica de tales obras, para que los fieles cristianos aprendan desde niños a compadecerse de los hermanos y a ayudarlos generosamente cuando lo necesiten» (33).

«Los cristianos, recordando las palabras del Señor: “La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os améis unos a otros” (34), no pueden tener otro anhelo mayor que el de servir con creciente generosidad y con suma eficacia a los hombres de hoy... Quiere el Padre que reconozcamos y amemos efectivamente a Cristo, nuestro hermano, en todos los hombres, con la palabra y con las obras» (35).

(32) Apostolicam Actuositatem 8.
(33) Apostolicam Actuositatem 31 c.
(34) Jn 13, 35.
(35) Gaudium et Spes 93.


III

Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que, con espíritu de penitencia, se priva voluntariamente de alguna cosa lícita y agradable (36).

Esta tercera concesión es muy oportuna en nuestros días, en que, además de la ley, ciertamente muy suave, del ayuno y de la abstinencia de carne, es muy conveniente exhortar a los fieles a la práctica de ejercicios de penitencia (37).

Así, se estimula al fiel cristiano a que, refrenando sus concupiscencias, aprenda a dominar su propio cuerpo y a identificarse con Cristo pobre y sufriente (38).

Pero la privación tendrá más valor si va unida a la caridad, según las palabras de san León Magno: «Consagremos a la virtud lo que negamos al placer. Conviértase en alimento de los pobres la abstinencia del que ayuna» (39).

(36) Enchiridium Indulgentiarum 1968 y 1986, conc. gen. III.
(37) Cf. Pablo VI, Const. Ap. Paenitemini, III, c.
(38) Cf. Mt 8, 20; 16, 24.
(39) Sermón 13 (alias: 12) De ieiunio decimi mensis, 2 (PL 54, 172).

«El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo» (40).

«Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera» (41).

«Si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis» (42)

«Sufrimos con él para ser también con él glorificados» (43).

«Un atleta se impone toda clase de privaciones. Ellos, para ganar una corona que se marchita; nosotros, en cambio, una que no se marchita. Por eso corro yo, pero no al azar; boxeo, pero no contra el aire; mis golpes van a mi cuerpo y lo tengo a mi servicio» (44).

«En toda ocasión y por todas partes, llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo» (45).

«Es doctrina segura: si morimos con él, viviremos con él. Si perseveramos, reinaremos con él» (46).

«Enseñándonos a renunciar... a los deseos mundanos y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa» (47).

«Estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste en su gloria, reboséis de gozo» (48).

(40) Lc 9, 23; cf. Lc 14, 27.
(41) Lc 13, 5; cf. Lc 13, 3.
(42) Rm 8, 13.
(43) Rm 8, 17.
(44) 1 Co 9, 25-27.
(45) 2 Co 4, 10.
(46) 2 Tm 2, 11-12
(47) Tt 2, 12
(48) 1 P 4, 13.


«Con singular cuidado, edúqueseles en la obediencia sacerdotal, en el tenor de vida pobre y en el espíritu de la propia abnegación, de suerte que se habitúen a renunciar con prontitud incluso a las cosas lícitas... Y a asemejarse a Cristo crucificado» (49).

«Los fieles, en virtud de su sacerdocio regio, cooperan a la oblación de la Eucaristía y lo ejercen en la recepción de los sacramentos, en la oración у acción de gracias, mediante el testimonio de una vida santa en la abnegación y caridad operante» (50).

«Una misma es la santidad que cultivan, en los múltiples géneros de vida y ocupaciones, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios y, obedientes a la voz del Padre, y adorando a Dios Padre en espíritu y verdad, siguen a Cristo pobre, humilde y cargado con la cruz, a fin de merecer ser hechos partícipes de su gloria» (51).

«La Iglesia exhorta a todos los fieles a que, además de las molestias y sacrificios que forman parte de la vida cotidiana, hagan caso del precepto divino de la penitencia, afligiendo también al cuerpo con algunos actos de mortificación... La Iglesia desea indicar que hay tres formas principales, recibidas de la tradición, con que puede satisfacerse el precepto divino de la penitencia; a saber, la oración, el ayuno y las obras de caridad, aunque se fije de manera especial en la abstinencia de carne y el ayuno. Estas maneras de practicar la penitencia han sido corrientes en todo tiempo, pero en nuestra época se aducen unos motivos por los cuales, según las circunstancias de cada lugar, se insiste en cierto modo de penitencia por encima de los demás. Y así, entre la gente que goza de una superior situación económica, se ha de urgir el testimonio de abnegación de manera que los fieles cristianos no se identifiquen con los criterios de este mundo, y se ha de urgir al mismo tiempo el testimonio de la caridad hacia los hermanos, incluso los que viven en países lejanos, que sufren pobreza y hambre» (52).

(49) Optatam Totius 9.
(50) Lumen Gentium 10.
(51) Lumen Gentium 41.
(52) Pablo VI, Const. Ap. Paenitemini, III, c.

IV

Se concede indulgencia parcial al fiel cristiano que, en circunstancias particulares de la vida cotidiana, de testimonio explícito de la fe ante los demás.

Esta concesión estimula al fiel cristiano a profesar su fe ante los demás, para gloria de Dios y edificación de la Iglesia.

San Agustín ha escrito: «Tu Símbolo sea para ti como un espejo. Mírate en él, para ver si crees todo aquello que confiesas creer, y alégrate cada día por tu fe»
(53). La vida cristiana de cada día será, de este modo, como el «Amén» con que termina el «Credo» de la profesión de fe de nuestro Bautismo (54).

(53) Sermón 58, 11, 13 (PL 38, 399).
(54) Cf. Catecismo de la Iglesia Católica 1064.

«Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi padre del cielo».

«Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen» (56).

«Seréis mis testigos» (57).

«A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo» (58).

«En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo... Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor, y Dios los miraba a todos con mucho agrado» (59).

«Vuestra fe es alabada en todo el mundo» (60).

«Si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree, te salvarás. Por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación» (61).

«Combate el buen combate de la fe. Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado, y de la que hiciste noble profesión ante muchos testigos» (62).

«No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor» (63).

«Que ninguno de vosotros tenga que sufrir por homicida, ladrón, malhechor o entrometido; pero, si sufre por ser cristiano, que no se avergüence, que dé gloria a Dios por este nombre» (64).

«Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios» (65).

(55) Mt 10,32
(56) Lc 11, 28.
(57) Hch 1,8
(58) Hch 2, 46.
(59) Hch 4, 32-33.
(60) Rm 1, 8.
(61) Rm 10,9-10.
(62) 1 Tm 6, 12.
(63) 2 Tm 1,8.

(64) 1 P 4, 15-16.
(65) Jn 4, 15,


«A fin de que la caridad crezca en el alma como una buena semilla y fructifique, debe cada uno de los fieles oír de buena gana la palabra de Dios y cumplir con las obras su voluntad con la ayuda de la gracia, participar frecuentemente en los sacramentos, sobre todo en la Eucaristía, y en otras funciones sagradas, y aplicarse de manera constante a la oración, a la abnegación de sí mismo, al fraterno y solícito servicio de los demás y al ejercicio de todas las virtudes» (66).

«Los cristianos están llamados a ejercer el apostolado individual en las variadas circunstancias de su vida; recuerden, sin embargo, que el hombre es social por naturaleza... Por ello, los cristianos han de ejercer el apostolado aunando sus esfuerzos. Sean apóstoles tanto en el seno de las familias como en las parroquias y diócesis, las cuales expresan el carácter comunitario del apostolado, y en los grupos cuya constitución libremente decidan» (67).

«La naturaleza social del hombre exige que éste manifieste externamente los actos internos de religión, que se comunique con otros en materia religiosa, que profese su religión de forma comunitaria» (68).

«No basta que el pueblo cristiano esté presente y establecido en un pueblo ni que desarrolle el apostolado del ejemplo; se establece y está presente para anunciar con sus palabras y con su trabajo a Cristo a sus conciudadanos no cristianos y ayudarles a la recepción plena de Cristo» (69).

(66) Lumen Gentium 42.
(67) Apostolicam Actuositatem 18.
(68) Dignitatis Humanae 3.
(69) Ad Gentes 15.