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Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

domingo, 31 de enero de 2021

Religiosas. Textos diversos que se pueden utilizar en los ritos de la profesión religiosa.

Ritual de la profesión religiosa (2-febrero-1970)
Ed. española 1979.

SEGUNDA PARTE
RITUAL DE LA PROFESIÓN DE LAS RELIGIOSAS

CAPITULO V

TEXTOS DIVERSOS QUE SE PUEDEN UTILIZAR EN LOS RITOS DE LA PROFESIÓN RELIGIOSA

I. OTRA FORMA DE ENTREGAR LAS INSIGNIAS DE LA PRIMERA PROFESIÓN


98. Si las nuevas profesas son muchas, o por otro motivo justo, el Celebrante entrega las insignias de la profesión recitando una sola vez para todas la fórmula:

Recibid, hijas queridas, el velo y la Regla,
signo de vuestra profesión religiosa;
manteneos siempre unidas a Cristo, el Señor,
y vivid durante toda vuestra vida lo que aprendisteis
con prontitud gozosa.

Todas las profesas responden a la vez:

Amén.

Y se acercan al celebrante que, ayudado por la Superiora y la Maestra las cubre con el velo y las entrega la Regla.

Luego se vuelven a su sitio.


99. Entretanto el coro entona la antifona:

Busqué al Amor de mi alma.

con el salmo 44 u otro apropiado. Después de cada dos versículos se repite la antifona; al final del salmo no se dice «Gloria al Padre», sino la antifona. Si se acaba la entrega de las insignias antes de terminar el salmo, se interrumpe el salmo y se repite la antifona.

100. Si, según las leyes y costumbres de la familia religiosa, hay que entregar otras insignias de la profesión, se entregarán en silencio o con una fórmula adecuada. Sin embargo, en esto se debe guardar una gran sobriedad.

II. ORACIÓN UNIVERSAL O DE LOS FIELES, «AD LIBITUM»

101. Monición


a) En la Misa de la primera profesión.

Al celebrar, queridas hermanas,
el misterio pascual de Cristo
y el comienzo de la profesión religiosa de estas hermanas,
oremos unidos a Dios Padre todopoderoso
por Jesucristo, autor de la vida evangélica.

b) En la Misa de renovación de votos.

Al recordar, queridas hermanas, las palabras de Cristo:
«Sin mí no podéis hacer nada»,
por medio de él oremos al Padre de las misericordias
en favor de la salvación del mundo,
de la tranquilidad de los tiempos,
y de estas hermanas nuestras
que hoy han renovado los votos de la vida religiosa.

102. Intenciones

I. a)
Por la Santa Iglesia de Dios,
para que adornada por las virtudes de sus hijas,
sea cada día esposa más digna de Cristo.
Roguemos al Señor.

b) Por el Papa y todos los Obispos,
para que el Espíritu Santo que lleno a los Apóstoles
descienda incesantemente sobre sus sucesores
Roguemos al Señor.

c) Por todos los servidores de la Iglesia,
para que de palabra y de obra
lleven hacia la salvación
al pueblo que les ha sido encomendado,
Roguemos al Señor.

II. a) Por la paz y la salvación del mundo,
para que todos los religiosos
sean pregoneros y ministros de la paz de Cristo.
Roguemos al Señor.

b) Por todos los dedicados al servicio divino,
para que, aspirando a las cosas del cielo,
fomenten constantemente el progreso de los hombres.
Roguemos al Señor.

c) Por todos los cristianos,
para que perciban atentamente la voz de Dios,
que los llama a la santidad.
Roguemos al Señor.

III. a) Por todos los religiosos,
para que ofrezcan hostias espirituales a Dios,
con el cántico del corazón y de los labios,
con los trabajos del espíritu y del cuerpo,
y con los sufrimientos de la vida terrena.
Roguemos al Señor.

b) Por todos los que siguen los consejos evangélicos,
para que el precepto del amor fraterno brille sobre ellos,
y tengan, como los primeros discípulos de Jesús,
un solo corazón y una sola alma.
Roguemos al Señor.

c) Por todos los consagrados a Dios en la vida religiosa,
para que participen de la vida de la Iglesia
y fomenten sus iniciativas y propósitos
en la medida de sus fuerzas.
Roguemos al Señor.

d) Por todos los religiosos,
para que cada uno, siguiendo su vocación,
aumente la santidad de la Iglesia
y se consagre a la propagación del reino de Dios.
Roguemos al Señor.

IV. a) Por estas hermanas nuestras
que hoy se consagran con mayor compromiso a Dios
en la profesión religiosa,
para que sean asiduas en la oración,
alegres en la penitencia
y celosas en el apostolado.
Roguemos al Señor.

b) Por las que hoy se entregan más íntimamente
al servicio divino,
para que aumente en ellas
el espíritu de amor fraterno
y de caridad activa para con todos.
Roguemos al Señor.

c) Por estas hermanas nuestras
que hoy se han consagrado a Cristo, el Señor,
para que, imitando a las vírgenes prudentes,
mantengan vivas las lámparas del amor y de la fe.
Roguemos al Señor.

d) Por estas religiosas
que hoy han reafirmado su santo propósito,
para que, vigilantes, esperen al Esposo
y merezcan entrar con él
a las bodas celestes.
Roguemos al Señor.

e) Por las que hoy profesan los consejos evangélicos,
para que la consagración religiosa
aumente aquella santidad
a la que están llamadas por el bautismo.
Roguemos al Señor.

f) Por todos nosotros, aquí reunidos,
para que cumpliendo fielmente
las palabras del Divino Maestro: «Sed perfectos»,
demos frutos dignos de santidad,
hasta llegar a la plenitud de Cristo,
en la Jerusalén celestial.
Roguemos al Señor.

103. Conclusión de las preces.

a) En la Misa de la primera profesión.


Protege a tu hijos, Señor,
y concédeles bondadoso
lo que te piden en favor de estas hermanas nuestras,
que te ofrecen las primicias de su donación.
Por Jesucristo nuestro Señor.

b) En la Misa de renovación de votos.

Autor de la verdad y Dios de la misericordia,
escucha las súplicas de tu pueblo,
y por intercesión de la bienaventurada Virgen María,
Madre de Dios,
concede la virtud de la perseverancia
a estas hijas tuyas
para que los votos que han renovado por tu gracia,
con tu ayuda los cumplan siempre.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Todos:

Amén.

III. OTRA PLEGARIA DE BENDICIÓN SOLEMNE O DE CONSAGRACIÓN DE LAS PROFESAS

104.
 Señor Dios, creador del mundo y Padre de los hombres,
te alabamos y te damos gracias
porque de la estirpe de Abrahán elegiste un pueblo
y lo consagraste llamándolo pueblo de Dios.
A este pueblo, mientras peregrinaba por el desierto,
lo confortabas con tu palabra
y lo protegías con tu brazo.
A pesar de ser pobre y despreciado,
lo uniste a ti en alianza de amor.
Cuando se desviaba de tu dilección,
con misericordia lo llamabas
para que volviera al camino de la santidad,
y cuando volvía a ti, con amor de padre, salías a su encuentro,
hasta que lo llevaste a la tierra prometida.
Te bendecimos, Padre, ante todo,
porque has querido llevarnos al conocimiento de la verdad
por Jesucristo, Hijo tuyo y Hermano nuestro:
El, nacido de la Virgen María,
con su muerte, redimió a tu pueblo del pecado,
y, con su resurrección, le dio la esperanza de la vida futura.
Sentado a tu derecha,
envió el Espíritu Santo
para que llamase a innumerables discípulos,
que, siguiendo los consejos evangélicos,
consagren toda su vida
a la gloria de tu nombre y a la salvación de los hombres.
Pero es justo que hoy tu familia
te cante un cántico nuevo,
porque estas hermanas nuestras,
atendiendo a tu voz,
se consagran a tu servicio.
Derrama, pues, Señor, sobre estas hijas tuyas,
que por ti han dejado todas las cosas,
la abundancia del Espíritu Santo.
Brille en ellas, Padre, el rostro de tu Cristo
para que todos, al verlas,
reconozcan que él está presente en la Iglesia.
Que sepan, Señor, entregarse al servicio de sus hermanos,
conservando su corazón libre para ti;
que, ayudando a los afligidos,
consuelen a Cristo que sufre,
y al contemplar las maravillas del mundo,
vean siempre que tu providencia las gobierna.
Con la donación de su vida
apresuren el advenimiento del reino
y puedan asociarse a tus santos
y con ellos tener parte en el reino eterno.
Por Jesucristo nuestro Señor.

IV. OTRA FÓRMULA DE BENDICIÓN PARA EL FINAL DE LA MISA DE LA PROFESIÓN RELIGIOSA

105. Celebrante:

El Padre todopoderoso os conceda
ser constantes en la fe,
irreprochables en medio del mal,
abundar en el bien.

Todos:

Amén.

Celebrante:

El Señor Jesucristo, cuyas huellas seguís,
os conceda renovar en vuestra carne
el misterio de su muerte y resurrección.

Todos:

Amén.

Celebrante:

El fuego del Espíritu Santo
purifique vuestros corazones de toda mancha
y os inflame de amor divino.

Todos:

Amén.

Celebrante:

Y a todos vosotros
que habéis participado en esta celebración,
os bendiga Dios todopoderoso.
Padre, Hijo + y Espíritu Santo.

Todos:

Amén.

Domingo 7 marzo 2021, III Domingo de Cuaresma, Lecturas ciclo B.

LITURGIA DE LA PALABRA
Este domingo, sobre todo cuando hay catecúmenos, pueden leerse las lecturas del año A
Lecturas del III Domingo de Cuaresma, ciclo B.

PRIMERA LECTURA (forma larga) Éx 20, 1-17
La Ley se dio por medio de Moisés (Jn 1, 17)

Lectura del libro del Éxodo.

En aquellos días, el Señor pronunció estas palabras:
«Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud.
No tendrás otros dioses frente a mí.
No te fabricarás ídolos, ni figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra, o en el agua debajo de la tierra.
No te postrarás ante ellos, ni les darás culto; porque yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo el pecado de los padres en los hijos, hasta la tercera y la cuarta generación de los que me odian.
Pero tengo misericordia por mil generaciones de los que me aman y guardan mis preceptos.
No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso. Porque no dejará el Señor impune a quien pronuncie su nombre en falso.
Recuerda el día del sábado para santificarlo.
Durante seis días trabajarás y harás todas tus tareas, pero el día séptimo es día de descanso, consagrado al Señor, tu Dios. No harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu ganado, ni el emigrante que reside en tus ciudades. Porque en seis días hizo el Señor el cielo, la tierra, el mar y lo que hay en ellos; y el séptimo día descansó. Por eso bendijo el Señor el sábado y lo santificó.
Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días en la tierra, que el Señor, tu Dios, te va a dar.
No matarás.
No cometerás adulterio.
No robarás.
No darás falso testimonio contra tu prójimo.
No codiciarás los bienes de tu prójimo. No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

PRIMERA LECTURA (forma breve) Ex 20, 1-3. 7-8. 12-17
La ley se dio por medio de Moisés (Jn 1, 17)

Lectura del libro del Éxodo.

En aquellos días, el Señor pronunció estas palabras:
«Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud.
No tendrás otros dioses frente a mí.
No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso. Porque no dejará el Señor impune a quien pronuncie su nombre en falso.
Recuerda el día del sábado para santificarlo.
Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días en la tierra, que el Señor, tu Dios, te va a dar.
No matarás.
No cometerás adulterio.
No robarás.
No darás falso testimonio contra tu prójimo.
No codiciarás los bienes de tu prójimo. No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 18, 8. 9. 10. 11 (R.: Jn 6, 68c)
R.
Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Dómine, verba vitae aetérnae habes.

V. La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante.
R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Dómine, verba vitae aetérnae habes.

V. Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos.
R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Dómine, verba vitae aetérnae habes.

V. El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.
R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Dómine, verba vitae aetérnae habes.

V. Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila.
R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Dómine, verba vitae aetérnae habes.

SEGUNDA LECTURA 1 Cor 1, 22-25
Predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los hombres; pero para los llamados es sabiduría de Dios

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados —judíos o griegos—, un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Versículo antes del Evangelio Cf. Jn 3, 16
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito; todo el que cree en él tiene vida eterna.
Sic Deus diléxit mundum, ut Fílium suum unigénitum daret; omnis qui credit in eum, habet vitam aetérnam.

EVANGELIO Jn 2, 13-25
Destruid este templo, y en tres días lo levantaré
Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:
«Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre».
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora».
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron:
«Qué signos nos muestras para obrar así?».
Jesús contestó:
«Destruid este templo, y en tres días lo levantaré».
Los judíos replicaron:
«Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?».
Pero él hablaba del templo de su cuerpo.
Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y creyeron a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba a ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco
ÁNGELUS. Domingo, 4 de marzo de 2018.
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El Evangelio de hoy presenta, en la versión de Juan, el episodio en el que Jesús expulsa a los vendedores del templo de Jerusalén (cf. Jn 2, 13-25). Él hizo este gesto ayudándose con un látigo, volcó las mesas y dijo: «No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado» (Jn 2, 16). Esta acción decidida, realizada en proximidad de la Pascua, suscitó gran impresión en la multitud y la hostilidad de las autoridades religiosas y de los que se sintieron amenazados en sus intereses económicos. Pero, ¿cómo debemos interpretarla? Ciertamente no era una acción violenta, tanto es verdad que no provocó la intervención de los tutores del orden público: de la policía. ¡No! Sino que fue entendida como una acción típica de los profetas, los cuales a menudo denunciaban, en nombre de Dios, abusos y excesos. La cuestión que se planteaba era la de la autoridad. De hecho los judíos preguntaron a Jesús: «¿Qué señal nos muestras para obrar así?» (Jn 2, 18), es decir ¿qué autoridad tienes para hacer estas cosas? Como pidiendo la demostración de que Él actuaba en nombre de Dios. Para interpretar el gesto de Jesús de purificar la casa de Dios, sus discípulos usaron un texto bíblico tomado del salmo 69: «El celo por tu casa me devorará» (Jn 2, 17); así dice el salmo: «pues me devora el celo de tu casa». Este salmo es una invocación de ayuda en una situación de extremo peligro a causa del odio de los enemigos: la situación que Jesús vivirá en su pasión. El celo por el Padre y por su casa lo llevará hasta la cruz: su celo es el del amor que lleva al sacrificio de sí, no el falso que presume de servir a Dios mediante la violencia. De hecho, el «signo» que Jesús dará como prueba de su autoridad será precisamente su muerte y resurrección: «Destruid este santuario –dice– y en tres días lo levantaré» (Jn 2, 19). Y el evangelista anota: «Él hablaba del Santuario de su cuerpo» (Jn 2, 21). Con la Pascua de Jesús inicia el nuevo culto en el nuevo templo, el culto del amor, y el nuevo templo es Él mismo.
La actitud de Jesús contada en la actual página evangélica, nos exhorta a vivir nuestra vida no en la búsqueda de nuestras ventajas e intereses, sino por la gloria de Dios que es el amor. Somos llamados a tener siempre presentes esas palabras fuertes de Jesús: «No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado» (Jn 2, 16). Es muy feo cuando la Iglesia se desliza hacia esta actitud de hacer de la casa de Dios un mercado. Estas palabras nos ayudan a rechazar el peligro de hacer también de nuestra alma, que es la casa de Dios, un lugar de mercado que viva en la continua búsqueda de nuestro interés en vez de en el amor generoso y solidario. Esta enseñanza de Jesús es siempre actual, no solamente para las comunidades eclesiales, sino también para los individuos, para las comunidades civiles y para toda la sociedad. Es común, de hecho, la tentación de aprovechar las buenas actividades, a veces necesarias, para cultivar intereses privados, o incluso ilícitos. Es un peligro grave, especialmente cuando instrumentaliza a Dios mismo y el culto que se le debe a Él, o el servicio al hombre, su imagen. Por eso Jesús esa vez usó «las maneras fuertes», para sacudirnos de este peligro mortal. Que la Virgen María nos sostenga en el compromiso de hacer de la Cuaresma una buena ocasión para reconocer a Dios como único Señor de nuestra vida, quitando de nuestro corazón y de nuestras obras todo tipo de idolatría.
ÁNGELUS. Domingo 8 de marzo de 2015
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy (Jn 2, 13-25) nos presenta el episodio de la expulsión de los vendedores del templo. Jesús "hizo un látigo con cuerdas, los echó a todos del Templo, con ovejas y bueyes" (Jn 2, 15), el dinero, todo. Tal gesto suscitó una fuerte impresión en la gente y en los discípulos. Aparece claramente como un gesto profético, tanto que algunos de los presentes le preguntaron a Jesús: "¿Qué signos nos muestras para obrar así?" (Jn 2, 18), ¿quién eres para hacer estas cosas? Muéstranos una señal de que tienes realmente autoridad para hacerlas. Buscaban una señal divina, prodigiosa, que acreditara a Jesús como enviado de Dios. Y Él les respondió: "Destruid este templo y en tres días lo levantaré" (Jn 2, 19). Le replicaron: "Cuarenta y seis años se ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?" (Jn 2, 20). No habían comprendido que el Señor se refería al templo vivo de su cuerpo, que sería destruido con la muerte en la cruz, pero que resucitaría al tercer día. Por eso, "en tres días". "Cuando resucitó de entre los muertos –comenta el evangelista–, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y creyeron a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús" (Jn 2, 22).
En efecto, este gesto de Jesús y su mensaje profético se comprenden plenamente a la luz de su Pascua. Según el evangelista Juan, este es el primer anuncio de la muerte y resurrección de Cristo: su cuerpo, destruido en la cruz por la violencia del pecado, se convertirá con la Resurrección en lugar de la cita universal entre Dios y los hombres. Cristo resucitado es precisamente el lugar de la cita universal –de todos– entre Dios y los hombres. Por eso su humanidad es el verdadero templo en el que Dios se revela, habla, se lo puede encontrar; y los verdaderos adoradores de Dios no son los custodios del templo material, los detentadores del poder o del saber religioso, sino los que adoran a Dios "en espíritu y verdad" (Jn 4, 23).
En este tiempo de Cuaresma nos estamos preparando para la celebración de la Pascua, en la que renovaremos las promesas de nuestro bautismo. Caminemos en el mundo como Jesús y hagamos de toda nuestra existencia un signo de su amor para nuestros hermanos, especialmente para los más débiles y los más pobres, construyamos para Dios un templo en nuestra vida. Y así lo hacemos "encontrable" para muchas personas que encontramos en nuestro camino. Si somos testigos de este Cristo vivo, mucha gente encontrará a Jesús en nosotros, en nuestro testimonio. Pero –nos preguntamos, y cada uno de nosotros puede preguntarse–, ¿se siente el Señor verdaderamente como en su casa en mi vida? ¿Le permitimos que haga "limpieza" en nuestro corazón y expulse a los ídolos, es decir, las actitudes de codicia, celos, mundanidad, envidia, odio, la costumbre de murmurar y "despellejar" a los demás? ¿Le permito que haga limpieza de todos los comportamientos contra Dios, contra el prójimo y contra nosotros mismos, como hemos escuchado hoy en la primera lectura? Cada uno puede responder a sí mismo, en silencio, en su corazón. "¿Permito que Jesús haga un poco de limpieza en mi corazón?". "Oh padre, tengo miedo de que me reprenda". Pero Jesús no reprende jamás. Jesús hará limpieza con ternura, con misericordia, con amor. La misericordia es su modo de hacer limpieza. Dejemos –cada uno de nosotros–, dejemos que el Señor entre con su misericordia –no con el látigo, no, sino con su misericordia– para hacer limpieza en nuestros corazones. El látigo de Jesús para nosotros es su misericordia. Abrámosle la puerta, para que haga un poco de limpieza.
Cada Eucaristía que celebramos con fe nos hace crecer como templo vivo del Señor, gracias a la comunión con su Cuerpo crucificado y resucitado. Jesús conoce lo que hay en cada uno de nosotros, y también conoce nuestro deseo más ardiente: el de ser habitados por Él, sólo por Él. Dejémoslo entrar en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestro corazón. Que María santísima, morada privilegiada del Hijo de Dios, nos acompañe y nos sostenga en el itinerario cuaresmal, para que redescubramos la belleza del encuentro con Cristo, que nos libera y nos salva.

Papa Benedicto XVI
ÁNGELUS. Domingo 11 de marzo de 2012
Queridos hermanos y hermanas:
El Evangelio de este tercer domingo de Cuaresma refiere, en la redacción de san Juan, el célebre episodio en el que Jesús expulsa del templo de Jerusalén a los vendedores de animales y a los cambistas (cf. Jn 2, 13-25). El hecho, recogido por todos los evangelistas, tuvo lugar en la proximidad de la fiesta de la Pascua y suscitó gran impresión tanto entre la multitud como entre sus discípulos. ¿Cómo debemos interpretar este gesto de Jesús? En primer lugar, hay que señalar que no provocó ninguna represión de los guardianes del orden público, porque lo vieron como una típica acción profética: de hecho, los profetas, en nombre de Dios, con frecuencia denunciaban los abusos, y a veces lo hacían con gestos simbólicos. El problema, en todo caso, era su autoridad. Por eso los judíos le preguntaron a Jesús: "¿Qué signos nos muestras para obrar así?" (Jn 2, 18); demuéstranos que actúas verdaderamente en nombre de Dios.
La expulsión de los mercaderes del templo también se ha interpretado en sentido político revolucionario, colocando a Jesús en la línea del movimiento de los zelotes. Estos, de hecho, eran "celosos" de la ley de Dios y estaban dispuestos a usar la violencia para hacer que se cumpliera. En tiempos de Jesús esperaban a un mesías que liberase a Israel del dominio de los romanos. Pero Jesús decepcionó estas expectativas, por lo que algunos discípulos lo abandonaron, y Judas Iscariote incluso lo traicionó. En realidad, es imposible interpretar a Jesús como violento: la violencia es contraria al reino de Dios, es un instrumento del anticristo. La violencia nunca sirve a la humanidad, más aún, la deshumaniza.
Escuchemos entonces las palabras que Jesús dijo al realizar ese gesto: "Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre" (Jn 2, 16). Sus discípulos se acordaron entonces de lo que está escrito en un Salmo: "El celo de tu casa me devora" (Sal 69, 10). Este Salmo es una invocación de ayuda en una situación de extremo peligro a causa del odio de los enemigos: la situación que Jesús vivirá en su pasión. El celo por el Padre y por su casa lo llevará hasta la cruz: el suyo es el celo del amor que paga en carne propia, no el que querría servir a Dios mediante la violencia. De hecho, el "signo" que Jesús dará como prueba de su autoridad será precisamente su muerte y resurrección. "Destruid este templo –dijo–, y en tres días lo levantaré". Y san Juan observa: "Él hablaba del templo de su cuerpo" (Jn 2, 19. 21). Con la Pascua de Jesús se inicia un nuevo culto, el culto del amor, y un nuevo templo que es él mismo, Cristo resucitado, por el cual cada creyente puede adorar a Dios Padre "en espíritu y verdad" (Jn 4, 23). Queridos amigos, el Espíritu Santo comenzó a construir este nuevo templo en el seno de la Virgen María. Por su intercesión, pidamos que cada cristiano sea piedra viva de este edificio espiritual.

DIRECTORIO HOMILÉTICO
Ap. I. La homilía y el Catecismo de la Iglesia Católica
Ciclo B. Tercer domingo de Cuaresma
Jesús y la Ley
459
El Verbo se encarnó para ser nuestro modelo de santidad: "Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí … "(Mt 11, 29). "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí" (Jn 14, 6). Y el Padre, en el monte de la transfiguración, ordena: "Escuchadle" (Mc 9, 7;cf. Dt 6, 4-5). El es, en efecto, el modelo de las bienaventuranzas y la norma de la ley nueva: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado" (Jn 15, 12). Este amor tiene como consecuencia la ofrenda efectiva de sí mismo (cf. Mc 8, 34).
577 Al comienzo del Sermón de la montaña, Jesús hace una advertencia solemne presentando la Ley dada por Dios en el Sinaí con ocasión de la Primera Alianza, a la luz de la gracia de la Nueva Alianza:
"No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o un ápice de la Ley sin que todo se haya cumplido. Por tanto, el que quebrante uno de estos mandamientos menores, y así lo enseñe a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; en cambio el que los observe y los enseñe, ese será grande en el Reino de los cielos" (Mt 5, 17-19).
578 Jesús, el Mesías de Israel, por lo tanto el más grande en el Reino de los cielos, se debía sujetar a la Ley cumpliéndola en su totalidad hasta en sus menores preceptos, según sus propias palabras. Incluso es el único en poderlo hacer perfectamente (cf. Jn 8, 46). Los judíos, según su propia confesión, jamás han podido cumplir jamás la Ley en su totalidad, sin violar el menor de sus preceptos (cf. Jn 7, 19; Hch 13, 38-41; Hch 15, 10). Por eso, en cada fiesta anual de la Expiación, los hijos de Israel piden perdón a Dios por sus transgresiones de la Ley. En efecto, la Ley constituye un todo y, como recuerda Santiago, "quien observa toda la Ley, pero falta en un solo precepto, se hace reo de todos" (St 2, 10; cf. Ga 3, 10; Ga 5, 3).
579 Este principio de integridad en la observancia de la Ley, no sólo en su letra sino también en su espíritu, era apreciado por los fariseos. Al subrayarlo para Israel, muchos judíos del tiempo de Jesús fueron conducidos a un celo religioso extremo (cf. Rm 10, 2), el cual, si no quería convertirse en una casuística "hipócrita" (cf. Mt 15, 3-7; Lc 11, 39-54) no podía más que preparar al pueblo a esta intervención inaudita de Dios que será la ejecución perfecta de la Ley por el único Justo en lugar de todos los pecadores (cf. Is 53, 11; Hb 9, 15).
580 El cumplimiento perfecto de la Ley no podía ser sino obra del divino Legislador que nació sometido a la Ley en la persona del Hijo (cf Ga 4, 4). En Jesús la Ley ya no aparece grabada en tablas de piedra sino "en el fondo del corazón" (Jr 31, 33) del Siervo, quien, por "aportar fielmente el derecho" (Is 42, 3), se ha convertido en "la Alianza del pueblo" (Is 42, 6). Jesús cumplió la Ley hasta tomar sobre sí mismo "la maldición de la Ley" (Ga 3, 13) en la que habían incurrido los que no "practican todos los preceptos de la Ley" (Ga 3, 10) porque, ha intervenido su muerte para remisión de las transgresiones de la Primera Alianza" (Hb 9, 15).
581 Jesús fue considerado por los Judíos y sus jefes espirituales como un "rabbi" (cf. Jn 11, 28; Jn 3, 2; Mt 22, 23 - Mt 24, 34 -36). Con frecuencia argumentó en el marco de la interpretación rabínica de la Ley (cf. Mt 12, 5; Mt 9, 12; Mc 2, 23-27; Lc 6, 6-9; Jn 7, 22-23). Pero al mismo tiempo, Jesús no podía menos que chocar con los doctores de la Ley porque no se contentaba con proponer su interpretación entre los suyos, sino que "enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus escribas" (Mt 7, 28-29). La misma Palabra de Dios, que resonó en el Sinaí para dar a Moisés la Ley escrita, es la que en él se hace oír de nuevo en el Monte de las Bienaventuranzas (cf. Mt 5, 1). Esa palabra no revoca la Ley sino que la perfecciona aportando de modo divino su interpretación definitiva: "Habéis oído también que se dijo a los antepasados … pero yo os digo" (Mt 5, 33-34). Con esta misma autoridad divina, desaprueba ciertas "tradiciones humanas" (Mc 7, 8) de los fariseos que "anulan la Palabra de Dios" (Mc 7, 13).
582 Yendo más lejos, Jesús da plenitud a la Ley sobre la pureza de los alimentos, tan importante en la vida cotidiana judía, manifestando su sentido "pedagógico" (cf. Ga 3, 24) por medio de una interpretación divina: "Todo lo que de fuera entra en el hombre no puede hacerle impuro … - así declaraba puros todos los alimentos - … Lo que sale del hombre, eso es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas" (Mc 7, 18-21). Jesús, al dar con autoridad divina la interpretación definitiva de la Ley, se vio enfrentado a algunos doctores de la Ley que no recibían su interpretación a pesar de estar garantizada por los signos divinos con que la acompañaba (cf. Jn 5, 36; Jn 10, 25. 37-38; Jn 12, 37). Esto ocurre, en particular, respecto al problema del sábado: Jesús recuerda, frecuentemente con argumentos rabínicos (cf. Mt 12, 25-27; Jn 7, 22-24), que el descanso del sábado no se quebranta por el servicio de Dios (cf. Mt 12, 5; Nm 28, 9) o al prójimo (cf. Lc 13, 15 - 16; Lc 14, 3-4) que realizan sus curaciones.
El Templo prefigura a Cristo; Él es el Templo
593
Jesús veneró el Templo subiendo a él en peregrinación en las fiestas judías y amó con gran celo esa morada de Dios entre los hombres. El Templo prefigura su Misterio. Anunciando la destrucción del templo anuncia su propia muerte y la entrada en una nueva edad de la historia de la salvación, donde su cuerpo será el Templo definitivo.
583 Como los profetas anteriores a él, Jesús profesó el más profundo respeto al Templo de Jerusalén. Fue presentado en él por José y María cuarenta días después de su nacimiento (Lc 2, 22-39). A la edad de doce años, decidió quedarse en el Templo para recordar a sus padres que se debía a los asuntos de su Padre (cf. Lc 2, 46-49). Durante su vida oculta, subió allí todos los años al menos con ocasión de la Pascua (cf. Lc 2, 41); su ministerio público estuvo jalonado por sus peregrinaciones a Jerusalén con motivo de las grandes fiestas judías (cf. Jn 2, 13-14; Jn 5, 1. 14; Jn 7, 1. 10. 14; Jn 8, 2; Jn 10, 22-23).
584 Jesús subió al Templo como al lugar privilegiado para el encuentro con Dios. El Templo era para él la casa de su Padre, una casa de oración, y se indigna porque el atrio exterior se haya convertido en un mercado (Mt 21, 13). Si expulsa a los mercaderes del Templo es por celo hacia las cosas de su Padre: "no hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado. Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: 'El celo por tu Casa me devorará' (Sal 69, 10)" (Jn 2, 16-17). Después de su Resurrección, los Apóstoles mantuvieron un respeto religioso hacia el Templo (cf. Hch 2, 46; Hch 3, 1; Hch 5, 20. 21; etc.).
585 Jesús anunció, no obstante, en el umbral de su Pasión, la ruina de ese espléndido edificio del cual no quedará piedra sobre piedra (cf. Mt 24, 1-2). Hay aquí un anuncio de una señal de los últimos tiempos que se van a abrir con su propia Pascua (cf. Mt 24, 3; Lc 13, 35). Pero esta profecía pudo ser deformada por falsos testigos en su interrogatorio en casa del sumo sacerdote (cf. Mc 14, 57-58) y serle reprochada como injuriosa cuando estaba clavado en la cruz (cf. Mt 27, 39-40).
586 Lejos de haber sido hostil al Templo (cf. Mt 8, 4; Mt 23, 21; Lc 17, 14; Jn 4, 22) donde expuso lo esencial de su enseñanza (cf. Jn 18, 20), Jesús quiso pagar el impuesto del Templo asociándose con Pedro (cf. Mt 17, 24-27), a quien acababa de poner como fundamento de su futura Iglesia (cf. Mt 16, 18). Aún más, se identificó con el Templo presentándose como la morada definitiva de Dios entre los hombres (cf. Jn 2, 21; Mt 12, 6). Por eso su muerte corporal (cf. Jn 2, 18-22) anuncia la destrucción del Templo que señalará la entrada en una nueva edad de la historia de la salvación:"Llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre"(Jn 4, 21; cf. Jn 4, 23-24; Mt 27, 51; Hb 9, 11; Ap 21, 22).
La nueva Ley completa la antigua
1967
La Ley evangélica "da cumplimiento" (cf Mt 5, 17-19), purifica, supera, y lleva a su perfección la Ley antigua. En las "Bienaventuranzas" da cumplimiento a las promesas divinas elevándolas y ordenándolas al "Reino de los Cielos". Se dirige a los que están dispuestos a acoger con fe esta esperanza nueva: los pobres, los humildes, los afligidos, los limpios de corazón, los perseguidos a causa de Cristo, trazando así los caminos sorprendentes del Reino.
1968 La Ley evangélica lleva a plenitud los mandamientos de la Ley. El Sermón del monte, lejos de abolir o devaluar las prescripciones morales de la Ley antigua, extrae de ella las virtualidades ocultas y hace surgir de ella nuevas exigencias: revela toda su verdad divina y humana. No añade preceptos exteriores nuevos, pero llega a reformar la raíz de los actos, el corazón, donde el hombre elige entre lo puro y lo impuro (cf Mt 15, 18-19), donde se forman la fe, la esperanza y la caridad, y con ellas las otras virtudes. El Evangelio conduce así la Ley a su plenitud mediante la imitación de la perfección del Padre celestial (cf Mt 5, 48), mediante el perdón de los enemigos y la oración por los perseguidores, según el modelo de la generosidad divina (cf Mt 5, 44).
La potencia de Cristo revelada en la cruz
272
La fe en Dios Padre Todopoderoso puede ser puesta a prueba por la experiencia del mal y del sufrimiento. A veces Dios puede parecer ausente e incapaz de impedir el mal. Ahora bien, Dios Padre ha revelado su omnipotencia de la manera más misteriosa en el anonadamiento voluntario y en la Resurrección de su Hijo, por los cuales ha vencido el mal. Así, Cristo crucificado es "poder de Dios y sabiduría de Dios. Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres" (1Co 2, 14-25). En la Resurrección y en la exaltación de Cristo es donde el Padre "desplegó el vigor de su fuerza" y manifestó "la soberana grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes" (Ef 1, 19-22).
550 La venida del Reino de Dios es la derrota del reino de Satanás (cf. Mt 12, 26): "Pero si por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios" (Mt 12, 28). Los exorcismos de Jesús liberan a los hombres del dominio de los demonios (cf Lc 8, 26-39). Anticipan la gran victoria de Jesús sobre "el príncipe de este mundo" (Jn 12, 31). Por la Cruz de Cristo será definitivamente establecido el Reino de Dios: "Regnavit a ligno Deus" ("Dios reinó desde el madero de la Cruz", himno "Vexilla Regis").
853 Pero en su peregrinación, la Iglesia experimenta también "hasta qué punto distan entre sí el mensaje que ella proclama y la debilidad humana de aquellos a quienes se confía el Evangelio" (GS 43, 6). Sólo avanzando por el camino "de la conversión y la renovación" (LG 8; cf 15) y "por el estrecho sendero de Dios" (AG 1) es como el Pueblo de Dios puede extender el reino de Cristo (cf RMi 12-20). En efecto, "como Cristo realizó la obra de la redención en la persecución, también la Iglesia está llamada a seguir el mismo camino para comunicar a los hombres los frutos de la salvación" (LG 8).


Se dice Credo.

Oración de los fieles
Año B

Oremos a Dios Padre, que escucha nuestra oración en medio de su templo, que es toda la Iglesia: Jesucristo y nosotros, como miembros de su cuerpo.
- Por la Iglesia, para que a través de sus leyes e instituciones, se transparente siempre la nueva Ley de Cristo. Roguemos al Señor.
- Por los que hacen las leyes y los que urgen su cumplimiento: para que tengan siempre en cuenta los derechos de la persona, atentos no a intereses de grupo, sino al bien común y principalmente de los más débiles. Roguemos al Señor.
- Por los que sufren, víctimas de la injusticia, para que su grito de dolor sea atendido. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, que nos preparamos, durante la Cuaresma, para celebrar la Pascua, para que nuestro culto sea la expresión de nuestra muerte y resurrección en Cristo cada día de nuestra vida. Roguemos al Señor.
Señor Dios nuestro, que has amado tanto al mundo que nos has entregado a tu Hijo único; escucha nuestras súplicas y realiza tu voluntad en nosotros. Por Jesucristo nuestro Señor.

Religiosas. Rito de la renovación de votos dentro de la misa.

Ritual de la profesión religiosa (2-febrero-1970)
Ed. española 1979.

SEGUNDA PARTE
RITUAL DE LA PROFESIÓN DE LAS RELIGIOSAS

CAPITULO IV

RITO DE LA RENOVACIÓN DE VOTOS DENTRO DE LA MISA

85.
La renovación de los votos, que se hace por ley general de la Iglesia o por prescripción particular de las Constituciones, se puede tener dentro de la Misa, si le parece bien a la familia religiosa.

86. Celébrese el rito de la renovación de votos con la máxima sobriedad, sobre todo si los votos se renuevan frecuentemente o cada año, conforme a las Constituciones del Instituto.

87. Se dice la Misa correspondiente a la liturgia del dia o la Misa ritual para el dia de la renovación de votos, conforme a las rúbricas (cf. «Observaciones previas», núm. 9-11).

88. La renovación de votos se hace junto a la sede. Prepárese en un lugar oportuno del presbiterio la sede para la Superiora que ha de recibir los votos de las hermanas.

89. Las religiosas que renuevan los votos, sus padres, familiares y hermanas en religión pueden recibir la comunión bajo las dos especies. Por tanto, si se emplea un sólo cáliz, que sea de suficiente capacidad.

LITURGIA DE LA PALABRA

90.
En la liturgia de la Palabra se hace todo según es costumbre, excepto lo siguiente:

a) Se pueden tomar las lecturas de la Misa del dia o de los textos que se señalan en el Leccionario, pág. 191 (cf. 
«Observaciones previas», nums. 9-10).

b) Puede omitirse el Credo, aunque se prescriba en las rúbricas de la liturgia del dia.


91. Después del Evangelio se tiene la homilía. En ella se comentan las lecturas bíblicas y también el sentido y valor de la vida religiosa.

RENOVACIÓN DE LOS VOTOS

Petición de la gracia divina

92.
Al acabar la homilía, el Celebrante pide ayuda a Dios diciendo, por ejemplo:

Oremos, queridos hermanos, a Dios,
fuente de toda perseverancia,
en favor de estas hijas suyas
que hoy van a renovar ante la Iglesia
su profesión religiosa.

Todos oran en silencio durante unos instantes. Luego el Celebrante dice:

Mira, Señor, a estas hijas tuyas,
que en tu providencia
has llamado a seguir más fielmente las huellas de tu Hijo,
y concédeles misericordioso,
que, perseverando siempre en tu amor,
lleguen a la meta del camino
que con alegría comenzaron.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Todos:

Amén.

Renovación de la profesión

93.
Al acabar la oración, dos religiosas, si es costumbre, se colocan al lado de la Superiora y actúan como testigos.

Cada una de las que van a renovar la profesión se acerca a la Superiora y lee la fórmula de la profesión. Si son muchas, la fórmula de la profesión puede ser leída conjuntamente, pero cada una individualmente debe concluir con las palabras «Prometo...», u otras semejantes, que demuestren claramente la decisión personal.

Si en algún Instituto, según las Constituciones, la profesión ha de ser renovada por todas anualmente, es conveniente que la Superiora y las hermanas reciten conjuntamente la fórmula de la profesión.

Conclusión del rito de la renovación de los votos

94.
Es oportuno que el rito termine con la oración universal o de los fieles para la que pueden tomarse las fórmulas que se proponen en los números 101-103.

LITURGIA EUCARÍSTICA

95.
Mientras se canta el ofertorio, es recomendable que algunas religiosas que acaban de renovar los votos lleven al altar el pan, vino y agua para el Sacrificio eucarístico.

96. El Celebrante, dicha la paz del Señor), da la paz de modo adecuado, a las religiosas que han renovado hace un momento la profesión y a todos los asistentes.

97. Después que el Celebrante ha tomado el Cuerpo y la Sangre del Señor, las religiosas que han renovado hace un momento la profesión, sus padres, familiares y hermanas en religión, se acercan al altar para recibir la comunión bajo las dos especies.

sábado, 30 de enero de 2021

Sábado 6 marzo 2021, Sábado de la II semana de Cuaresma.

CALENDARIO

6 SÁBADO. Hasta la hora nona:
SÁBADO DE LA II SEMANA DE CUARESMA

Misa
de sábado (morado).
MISAL: ants. y oracs. props., Pf. Cuaresma.
LECC.: vol. II.
La Cuaresma: Levantarse y volver al Padre.
- Miq 7, 14-15. 18-20. Arrojará nuestros pecados a lo hondo del mar.
- Sal 102. R. El Señor es compasivo y misericordioso.
- Lc 15, 1-3. 11-32. Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido.

Liturgia de las Horas: oficio de sábado.

Martirologio: elogs. del 7 de marzo, pág. 195.
CALENDARIOS: Barcelona, Sant Feliu de Llobregat, Terrassa, Tarragona y Canónigos Regulares de Letrán: San Olegario, obispo (conm.).
Cartagena: Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. José Manuel Lorca Planes, obispo (2004).

6 SÁBADO. Después de la hora nona:
TERCERA SEMANA DE CUARESMA
Tercera semana del salterio
Misa
vespertina del III Domingo de Cuaresma (morado).
Liturgia de las Horas: I Vísp. del oficio dominical. Comp. Dom. I.

TEXTOS MISA

Sábado de la II Semana de Cuaresma.

Antífona de entrada Sal 144, 8-9
El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas.
Miserátor et miséricors Dóminus, pátiens et multum miséricors. Suávis Dóminus univérsis, et miseratiónes eius super ómnia ópera eius.

Oración colecta
Señor, Dios nuestro, que, por medio de los sacramentos, nos permites, ya en la tierra, participar de los bienes del cielo, dirígenos tú mismo en esta la vida, para que nos lleves hacia esa luz en la que habitas. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui nos gloriósis remédiis in terris adhuc pósitos iam caeléstium rerum facis esse consórtes, tu, quaesumus, in ista qua vívimus nos vita gubérna, ut ad illam, in qua ipse es, lucem perdúcas. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Sábado de la II semana de Cuaresma (Lec. II)

PRIMERA LECTURA Miq 7, 14-15. 18-20
Arrojará nuestros pecados a lo hondo del mar

Lectura de la profecía de Miqueas.

Pastorea a tu pueblo, Señor, con tu cayado,
al rebaño de tu heredad,
que anda solo en la espesura,
en medio del bosque;
que se apaciente como antes
en Basán y Galaad.
Como cuando saliste de Egipto,
les haré ver prodigios.
¿Qué Dios hay como tú,
capaz de perdonar el pecado,
de pasar por alto la falta
del resto de tu heredad?
No conserva para siempre su cólera,
pues le gusta la misericordia.
Volverá a compadecerse de nosotros,
destrozará nuestras culpas,
arrojará nuestros pecados
a lo hondo del mar.
Concederás a Jacob tu fidelidad
y a Abrahán tu bondad,
como antaño prometiste a nuestros padres.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 102, 1bc-2. 3-4. 9-10. 11-12 (R.: 8a)
R.
El Señor es compasivo y misericordioso.
Miserátor et miséricors Dóminus.

V. Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.
Miserátor et miséricors Dóminus.

V. Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura. 
R. El Señor es compasivo y misericordioso.
Miserátor et miséricors Dóminus.

V. No está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo;
no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.
Miserátor et miséricors Dóminus.

V. Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre los que lo temen;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.
R. El Señor es compasivo y misericordioso.
Miserátor et miséricors Dóminus.

Versículo antes del Evangelio Lc 15, 18
Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.
Surgam et ibo ad patrem meum et dicam ei: «Pater, peccávi in caelum et coram te».

EVANGELIO Lc 15, 1-3. 11-32
Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:
“Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”.
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.
Recapacitando entonces, se dijo:
“Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.
Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.
Pero el padre dijo a sus criados:
“Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedie un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”.
Y empezaron a celebrar el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Este le contestó:
“Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado e! ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”.
Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Entonces él respondió a su padre:
“Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”.
El padre le dijo:
“Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Ángelus 15-septiembre-2019
¿Cómo podemos derrotar el mal? Aceptando el perdón de Dios y el perdón de nuestros hermanos. Pasa cada vez que nos confesamos: allí recibimos el amor del Padre que vence nuestro pecado: desaparece, Dios se olvida de él. Dios, cuando perdona, pierde la memoria, olvida nuestros pecados, olvida. ¡Dios es tan bueno con nosotros! No como nosotros, que después de decir "no pasa nada", a la primera oportunidad recordamos con intereses el mal que nos han hecho. No, Dios borra el mal, nos renueva en nosotros y así renace en nosotros la alegría, no la tristeza, no la oscuridad en el corazón, no la sospecha, sino la alegría.

Oración de los fieles
Oremos al Señor, nuestro Dios, poniendo la confianza en su amor y misericordia.
- Para que ayude a reconocer sus pecados a los que se creen totalmente limpios de ellos. Roguemos al Señor.
- Para que tenga misericordia de los que se reconocen pecadores. Roguemos al Señor.
- Para que salga al encuentro de los que se sienten desilusionados y buscan una realidad que llene sus vidas. Roguemos al Señor.
- Para que aleje de nosotros todos nuestros pecados. Roguemos al Señor.
Dios, Padre nuestro, en ti ponemos nuestra confianza, no nos trates como merecen nuestros pecados, sino conforme a tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Lleguen hasta nosotros, Señor, por medio de este sacramento, los frutos de la redención, para que nos aparten de los excesos humanos y nos conduzcan hacia los bienes del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Per haec véniat, quaesumus, Dómine, sacraménta nostrae redemptiónis efféctus, qui nos et ab humánis rétrahat semper excéssibus, et ad salutária dona perdúcat. Per Christum.

PREFACIO II DE CUARESMA
LA PENITENCIA ESPIRITUAL
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque has establecido generosamente este tiempo de gracia para renovar en santidad a tus hijos, de modo que, libres de todo afecto desordenado, mientras se ocupan de las realidades temporales no dejen sobre todo de adherirse a las eternas.
Por eso, con los santos y con todos los ángeles, te alabamos, diciendo sin cesar:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus:
Qui fíliis tuis ad reparándam méntium puritátem, tempus praecípuum salúbriter statuísti, quo, mente ab inordinátis afféctibus expedíta, sic incúmberent transitúris ut rebus pótius perpétuis inhaerérent.
Et ídeo, cum Sanctis et Angelis univérsis, te collaudámus, sine fine dicéntes:

Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA II.

Antífona de comunión Lc 15, 32
Deberías alegrarte, hijo, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado.
Opórtet te, fili, gaudére, quia frater tuus mórtuus fúerat, et revíxit; períerat, et invéntus est.

Oración después de la comunión
Señor, que la gracia recibida de tu sacramento llegue a lo más hondo de nuestro corazón y nos comunique su fuerza divina. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Sacraménti tui, Dómine, divína percéptio penetrália nostri cordis infúndat, et sui nos partícipes poténter effíciat. Per Christum.

Oración sobre el pueblo
Se puede añadir ad libitum
V.
El Señor esté con vosotros. R.
V.
Inclinaos para recibir la bendición.
Estén abiertos, Señor, los oídos de tu misericordia a los megos de los que te suplican, y, para que les concedas lo que desean, haz que pidan lo que a ti te agrada. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Páteant aures misericórdiae tuae, Dómine, précibus supplicántium, et, ut peténtibus desideráta concédas, fac eos, quae tibi sunt plácita postuláre. Per Christum.
V. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo +, y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre. R.

Religiosas. El rito de la profesión perpetua dentro de la misa.

Ritual de la profesión religiosa (2-febrero-1970)
Ed. española 1979.

SEGUNDA PARTE
RITUAL DE LA PROFESIÓN DE LAS RELIGIOSAS

CAPITULO III

EL RITO DE LA PROFESIÓN PERPETUA DENTRO DE LA MISA

43. Para la celebración del rito de la profesión, por la que la religiosa se entrega perpetuamente a Dios, son días muy oportunos los domingos o las solemnidades del Señor, de la Virgen o de los Santos que más sobresalieron en la vida religiosa.

44. El rito de la profesión perpetua se celebra separadamente de los demás ritos de la profesión (cf. «Observaciones previas», núm. 8).

45. Avísese, con tiempo, a los fieles el día y la hora para que pueda acudir el mayor número posible.

46. Se dice la Misa correspondiente a la liturgia del día o la Misa ritual para el día de la profesión perpetua según las rúbricas (cf. «Observaciones previas», núms. 9-11).

47. Donde sea posible y la utilidad de los fieles no exija la celebración particular de todos los sacerdotes presentes, se prefiere la Misa concelebrada.

48. La profesión se hace, como de costumbre, junto a la sede. Colóquese en un lugar conveniente del presbiterio un asiento para la Superiora que ha de recibir la profesión de las hermanas; dispóngase los asientos para las que van a profesar de forma que los fieles puedan contemplar perfectamente la acción litúrgica.

49. Es laudable que las religiosas de clausura papal emitan sus votos perpetuos en el presbiterio.

50. Normalmente la profesión se tiene en la iglesia de la familia religiosa. Pero se puede celebrar el rito en la catedral o parroquia o en cualquier otra iglesia importante, si parece oportuno por razones pastorales, para honra de la vida religiosa y edificación del pueblo de Dios o para posibilitar una mayor asistencia.

51. Del mismo modo, si en alguna parte dos o más familias religiosas desean celebrar la profesión en el mismo sacrificio eucarístico es muy oportuno hacer la profesión en la catedral, en la parroquia o en cualquier iglesia importante, bajo la presidencia del Obispo. Cada una de las que van a profesar emitirá sus votos ante su respectiva Superiora.

Las monjas observarán cuidadosamente en esto las leyes de su clausura.


52. La acción litúrgica debe celebrarse con toda la solemnidad que requiere el rito, pero hay que evitar la suntuosidad que desdice de la pobreza religiosa El pan y el vino para consagrar, prepárese en cantidad suficiente para los ministros, los que van a profesar, sus padres, familiares, amigos y hermanos en religión. Por tanto, si sólo se usa un cáliz, que tenga suficiente capacidad.

53. El pan y el vino para consagrar, prepárese en cantidad suficiente para los ministros, los que van a profesar, sus padres, familiares, amigos y hermanos en religión. Por tanto, si sólo se usa un cáliz, que tenga suficiente capacidad.

54. Además de todo lo que se necesita para la Misa, prepárese: a) el Ritual de la profesión religiosa; b) los anillos y los demás símbolos de la profesión que se han de entregar, según las leyes y costumbres de la familia religiosa.

RITO DE ENTRADA

55.
Reunido el pueblo y la comunidad religiosa, y, después de prepare todo lo necesario, avanza la procesión por medio de la iglesia hasta el altar, mientras el coro y el pueblo cantan el introito de la Misa. La procesión se hace del modo acostumbrado y es recomendable que participen en ella las que va a profesar acompañadas de la Superiora y la Maestra.

56. Al llegar al presbiterio, hacen una reverencia ante el altar y se colocan todos en los lugares designados para ellos; luego continúa la Misa.

LITURGIA DE LA PALABRA

57.
En la liturgia de la Palabra se hace todo como de costumbre, excepto lo siguiente:

a) Se pueden tomar las lecturas de la Misa del dia o de los textos que se señalan en el Leccionario, pag. 191 (cf. 
«Observaciones previas», nums. 9-10).

b) Puede omitirse el Credo, aunque se prescriba en las rúbricas de la liturgia del dia.

c) Del mismo modo, se omite la oración de los fieles.


PROFESIÓN RELIGIOSA

Llamada o petición

58.
Después de la lectura del Evangelio, el Celebrante y el pueblo se sientan; circunstancias lo piden, el Diácono o la Maestra llama por su nombre a cada las que van a profesar permanecen de pie. Después, si parece oportuno o las una de las que van a profesar.

Y ellas responden:


Aquí estoy, Señor; tú me has llamado.

o palabras semejantes, según la costumbre de la familia religiosa o del lugar.

59. Luego el Celebrante pregunta a las que van a profesar, con estas o semejantes palabras:

Queridas hermanas (hijas),
¿qué pedís a Dios y a su santa Iglesia?

Todas responden a la vez con estas o parecidas palabras:

Servir a Jesucristo, esposo de las vírgenes,
en esta Congregación religiosa
todos los días de nuestra vida.

El Celebrante, la Superiora y los miembros de la comunidad religiosa responden:

Te damos gracias, Señor.

o con palabras semejantes.

60. Si parece más conveniente, puede omitirse la llamada y las preguntas del Celebrante y se hace la petición del modo siguiente: una de las que van a profesar, de pie, en nombre de todas, dirigiéndose a la Superiora dice estas o parecidas palabras:

Nosotras N. y N.,
conscientes de que ya estamos consagradas a Dios
por los vínculos de la vida religiosa,
te pedimos, Madre (Hermana),
que nos admitas a la profesión perpetua
en esta Congregación de N.
para alabanza de Dios y servicio de la Iglesia.

La Superiora y todas las religiosas de la comunidad responden:

Te damos gracias, Señor.

Homilía o exhortación

61.
Luego se sientan también las que van a profesar y se tiene la homilía o exhortación. En ella se comentan oportunamente las lecturas bíblicas y el don de la profesión religiosa para santificación de las elegidas y bien de la Iglesia de toda la humanidad.

Interrogatorio


62.
Al acabar la homilía, las que van a profesar se levantan. El Celebrante les pregunta si están dispuestas a dedicarse a Dios y avanzar por la senda de la caridad perfecta, según la Regla o Constituciones de la familia religiosa. Las preguntas que aquí se indican pueden cambiarse u omitirse en parte, según la naturaleza e índole de la familia religiosa.

El Celebrante pregunta:

Queridas hijas (hermanas),
ya que por el bautismo habéis muerto al pecado
y estáis consagradas al Señor,
¿queréis ahora consagraros más íntimamente a Dios
con la profesión perpetua?

Todas las que van a profesar responden a la vez:

Sí, quiero.

Celebrante:

¿Queréis, con la gracia de Dios,
observar para siempre la castidad perfecta,
la obediencia y la pobreza,
a imitación de Jesucristo y de su Madre, la Virgen?

Las que van a profesar:

Sí, quiero.

Celebrante:

¿Queréis esforzaros con firmeza y constancia
por alcanzar la caridad perfecta para con Dios y el prójimo,
siguiendo fielmente el Evangelio
y observando vuestra Regla?

Las que van a profesar:

Sí, quiero.

Celebrante:

¿Queréis, bajo el impulso del Espíritu Santo,
gastar generosamente toda la vida
en servicio del pueblo de Dios?

Las que van a profesar:

Sí, quiero.
__________________________________________

63. En las familias religiosas de vida contemplativa es conveniente añadir:

Celebrante:


¿Queréis vivir únicamente para Dios
en la soledad y en el silencio,
en la oración asidua y en la penitencia alegre,
en el trabajo humilde y en las obras santas?

Las que van a profesar:

Si, quiero.
__________________________________________

64. Entonces el Celebrante confirma la decisión de las que van a profesar diciendo estas o semejantes palabras:

Dios, que comenzó en vosotras la obra buena,
él mismo la lleve a término hasta el día de Cristo Jesús.

Todas:

Amén.

Oración litánica

65.
Todos se ponen de pie. El Celebrante, con las manos juntas, vuelto hacia el pueblo, dice:

Queridos hermanos,
supliquemos a Dios Padre,
dador de todo bien,
para que confirme piadosamente el propósito
que ha suscitado en estas hijas suyas.

66. El Diácono advierte:

Pongámonos de rodillas.

A continuación el celebrante, los ministros, las que van a profesar y el pueblo se arrodillan. Si en alguna parte está vigente la costumbre de que se postren las que van a profesar, puede conservarse. En el tiempo pascual y en los domingos, todos, excepto las que van a profesar, permanecen de pie.

67. Los cantores cantan las letanias del rito de la profesión religiosa todos responden. Puede omitirse alguna de las peticiones que se señalan con la misma letra. Se pueden introducir, en el lugar correspondiente, invocaciones a los santos que se veneran con especial devoción en la familia religiosa o el pueblo. También pueden añadirse otras peticiones, si es oportuno.

Señor, ten piedad
Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad
Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad
Señor, ten piedad
Santa María, Madre de Dios. Ruega por nosotros
San Miguel. Ruega por nosotros
Santos Ángeles de Dios. Rogad por nosotros
San Juan Bautista. Ruega por nosotros
San José. Ruega por nosotros
Santos Pedro y Pablo. Rogad por nosotros
San Juan. Ruega por nosotros
Santa María Magdalena. Ruega por nosotros
Santos Esteban y Lorenzo. Rogad por nosotros
Santa Inés. Ruega por nosotros
San Basilio. Ruega por nosotros
San Agustín. Ruega por nosotros
San Benito. Ruega por nosotros
San Bernardo. Ruega por nosotros
Santos Francisco y Domingo. Rogad por nosotros
Santa Marina. Ruega por nosotros
Santa Escolástica. Ruega por nosotros
Santas Clara y Catalina. Rogad por nosotros
Santa Teresa de Ávila.  Ruega por nosotros
Santa Rosa de Lima. Ruega por nosotros
Santa Juana Francisca de Chantal. Ruega por nosotros
Santa Luisa de Marillac. Ruega por nosotros
Santos y Santas de Dios. Rogad por nosotros
Muéstrate propicio. Líbranos, Señor
De todo mal. Líbranos, Señor
De todo pecado. Líbranos, Señor
De la muerte eterna. Líbranos, Señor
Por tu encarnación. Líbranos, Señor
Por tu muerte y resurrección. Líbranos, Señor
Por el envío del Espíritu Santo. Te rogamos, óyenos
Nosotros que somos pecadores. Te rogamos, óyenos
a) Para que hagas más fecunda la vida de la Iglesia, 
con la oblación y el apostolado de tus hijas. Te rogamos, óyenos
a) Para que aumentes continuamente los dones del Espíritu
Santo en tu siervo el Papa N., y en los demás obispos. Te rogamos, óyenos
b) Para que ordenes la vida y el trabajo de las religiosas 
al progreso de la sociedad humana. Te rogamos, óyenos
b) Para que lleves a todos los hombres 
a la plenitud de la vida cristiana. Te rogamos, óyenos
c) Para que conserves y aumentes en todas las congregaciones religiosas 
la caridad de Cristo y el Espíritu que animo a sus Fundadores. Te rogamos, óyenos
c) Para que asocies plenamente a la obra de la redención 
a todos los que profesan los consejos evangélicos. Te rogamos, óyenos
d) Para que compenses con tus dones el sacrificio que representa 
para los padres de estas siervas tuyas la entrega de sus hijas. Te rogamos, óyenos
d) Para que de día en día configures a estas hijas tuyas 
con Cristo, el primogénito entre muchos hermanos. Te rogamos, óyenos
e) Para que concedas la virtud de la perseverancia 
a estas hijas tuyas. Te rogamos, óyenos
e) Para que bendigas, santifiques y consagres 
a estas hijas tuyas, hermanas nuestras. Te rogamos, óyenos
Jesús, Hijo de Dios vivo. Te rogamos, óyenos
Cristo, óyenos
Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos
Cristo, escúchanos

68. El Celebrante se levanta y, con las manos juntas, dice:

Escucha, Señor,
las súplicas de tu pueblo,
y con tu gracia
prepara los corazones de tus hijas,
para que el fuego del Espíritu Santo
purifique los corazones que se consagran a ti,
y los inflame vivamente de caridad.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Todos:

Amén.

Diácono:

Podéis levantaros.

Y todos se levantan.

Profesión


69.
Al acabar la oración litánica, dos religiosas si es costumbre de la familia religiosa, se acercan a la sede de la Superiora y colocadas alli, de pie, actúan como testigos. Cada una de las que van a profesar, se acerca a la Superiora y lee la fórmula de la profesión que tiene escrita de su puño y letra.

70. Es de alabar que luego la profesa se acerque al altar y coloque sobre el la fórmula de la profesión. Si puede hacerse fácilmente, firma sobre el mismo altar el documento de la profesión y después se retira a su lugar correspondiente.

71. Al acabar, las profesas, de pie, pueden cantar, según las costumbres de la familia religiosa, una antifona u otro canto que exprese líricamente el sentido de entrega y alegría, por ejemplo:

Recíbeme según tu promesa y viviré;
Señor, no defraudes mi esperanza.

Bendición solemne o consagración de la profesa

72.
Las religiosas que acaban de profesar se ponen de rodillas y el Celebrante, con las manos extendidas delante del pecho, dice la oración de la bendición. «En verdad es justo, Señor, que cantemos tus alabanzas...». Las palabras de esta oración que están entre paréntesis se pueden omitir. También se puede decir la oración «Señor Dios, creador y padre de los hombres», que se encuentran en el número 104.


En verdad es justo, Señor, que cantemos tus alabanzas,
pues eres tú quien haces germinar los santos propósitos,
tú, quien los lleva a término.
Por medio de tu Hijo, en el Espíritu Santo,
creaste, con amor inefable, la familia humana,
y tu amor para con ella fue tan grande,
que la enriqueciste como a una esposa,
haciéndola semejante a ti
y dándole parte en tu misma vida eterna.
Cuando ella, por engaño del demonio,
faltó a la fidelidad, rompiendo su alianza contigo,
tú no la excluiste del pacto nupcial,
sino que, impulsado por tu amor constante,
restauraste la antigua alianza en Noé, tu siervo.
(Más adelante, de la descendencia del fiel Abrahán,
elegiste una estirpe, más numerosa que las estrellas,
y, por medio de Moisés, tu siervo,
confirmaste tu alianza en las tablas de la Ley.
En este pueblo de tu predilección
siempre florecieron santas mujeres,
insignes en piedad y fortaleza,
preclaras por la justicia y la fe.)
Cuando llegó la etapa final de la historia,
suscitaste de la raíz de Jesé una virgen,
y sobre ella vino el Espíritu Santo
y la cubrió con su sombra
para que, por medio de un parto inmaculado,
diera a luz al Redentor del mundo.
El Hijo de la Virgen
se hizo pobre, humilde y obediente,
y fue para todos causa y ejemplo de santidad;
fundó la Iglesia, su esposa,
y tanto la amo
que por ella se entregó
y la purificó con su sangre.
Tú, Señor, en tu providencia dispusiste
que innumerables hijas siguieran las huellas de Cristo
para que, siguiendo a tu Hijo,
merecieran llegar a ser sus esposas.
(Por ellas florece la santa Iglesia
con admirable variedad de dones,
como esposa adornada de joyas,
como reina vestida de majestad,
como madre que se alegra por sus hijos.)
Te pedimos, pues, Padre,
que envíes sobre estas hijas tuyas el fuego del Espíritu
para que alimente siempre la llama de aquel propósito
que él mismo hizo germinar en sus corazones.
Resplandezca en ellas, Señor,
todo el esplendor de su bautismo
y la ejemplaridad de una vida santa;
que, fortalecidas por los vínculos de la profesión religiosa
se unan a ti en ferviente caridad.
Sean siempre fieles a Cristo, su único esposo,
amen a la Madre Iglesia con una caridad activa
y sirvan a todos los hombres con amor sobrenatural,
siendo para ellos testimonio de los bienes futuros
y de la bienaventurada esperanza.
Señor, Padre Santo,
dirige los pasos de estas hijas tuyas
y protégelas en su camino,
para que cuando lleguen al tribunal del Rey supremo
no teman la sentencia del juez,
sino reconozcan la voz del Esposo
que las invita a las nupcias eternas.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Todos:

Amén.

Entrega de las insignias de la profesión

73. 
Al acabar la bendición, el Celebrante y el pueblo se sientan; si se hace la entrega del anillo, las religiosas recién profesas se levantan y acercan al Celebrante que entrega el anillo a cada una, diciendo, por ejemplo:

Recibe el anillo como esposa del Rey eterno;
mantén integra la fidelidad a tu Esposo,
para que merezcas ser admitida
en las nupcias del gozo eterno.

La profesa responde:

Amén.

y se va a su sitio.

74. Si las religiosas que acaban de profesar son muchas, o por otro motivo justo, el Celebrante puede decir una sola vez para todas la formula de la entrega del anillo:

Recibid el anillo como esposas del Rey eterno;
mantened integra la fidelidad a vuestro Esposo;
para que merezcáis ser admitidas
a las nupcias del gozo eterno.

Todas las profesas contestan juntas:

Amén.

y se acercan al Celebrante para recibir el anillo.

75. Entre tanto, el coro y el pueblo cantan la siguiente antifona u otra apropiada:

He sido desposada con el Hijo del eterno Padre,
engendrado por la Virgen Madre
y Salvador de todo el mundo.

con el salmo 44 u otro apropiado. Después de cada dos versículos se repite la antifona. Al acabar el salmo no se dice «Gloria al Padre», sino la antifona. Si la entrega del anillo acaba antes de concluir el salmo, se interrumpe éste y se repite la antifona.

76. Si las leyes o costumbres de la familia religiosa determinan la entrega de otras insignias de la profesión, se entregarán en silencio o con una formula apropiada. Pero en esto conviene guardar gran sobriedad.

77. Donde parezca oportuno, por costumbre o porque lo pidan las circunstancias, se puede significar de una manera visible que las religiosas que acaban de profesar han sido admitidas definitivamente en el Instituto con unas palabras de la Superiora o con el abrazo de paz.

a) La Superiora puede decir:


Públicamente ratifico que formáis parte de nuestra comunidad y sois miembros de esta Congregación de N., para que desde ahora todo lo tengáis en común con nosotras.

Y se puede añadir:

Desempeñad fielmente el ministerio que la Iglesia
os encomienda y ejercedlo en su nombre.

Y todas las hermanas de la familia religiosa asienten diciendo:

Amén.

b) O también, omitido lo anterior, el Celebrante da la paz. La Superiora y la comunidad demuestran su amor fraterno a las nuevas profesas con el abrazo de paz, según las costumbres del lugar.

Entre tanto, el coro con el pueblo canta la antifona:


¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los Ejércitos!
Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor.

con el salmo 83 u otro canto apropiado.

Si se da aquí el abrazo de paz, se omite antes de la comunión.


78. Después las religiosas que acaban de profesar se vuelven a su sitio. Y continúa la Misa.

LITURGIA EUCARÍSTICA

79.
Mientras se canta el ofertorio, es recomendable que algunas de las religiosas que acaban de profesar, lleven al altar el pan, vino y agua para el sacrificio eucarístico.

80. En las preces eucarísticas se hace conmemoración de la oblación de las profesas con las fórmulas correspondientes, tal como se indica en sus propios lugares.

81. Si no se ha dado antes el abrazo de paz (cf. núm. 77), el Celebrante da la paz convenientemente a cada una de las nuevas profesas y a todos los presentes en el momento acostumbrado de la Misa.

82. Después que el celebrante ha tomado el Cuerpo y la Sangre del Señor, las nuevas profesas se acercan al altar para recibir la comunión, que se puede distribuir bajo las dos especies. Después de ellas comulgan del mismo modo sus padres, familiares y hermanas en religión.

DESPEDIDA

83.
Al acabar la oración después de la comunión, las religiosas que acaban de ser consagradas a Dios se colocan delante del altar y el Celebrante, vuelto hacia ellas, puede decir:

Que Dios, inspirador y causa de los santos propósitos,
os proteja constantemente con su gracia,
para que viváis el don de vuestra vocación con espíritu fiel.

Todos.

Amén.

Celebrante:

El mismo os haga testimonio y signo de la caridad divina
en medio del mundo.

Todos:

Amén.

Celebrante:

Y mantenga hasta la eternidad
los vínculos, con los que os ha unido a Cristo en la tierra.

Todos:

Amén.

Otra formula de bendición, número 105.

Finalmente, bendice a todo el pueblo:

Y a todos vosotros,
que habéis estado presentes en esta celebración,
os bendiga Dios todopoderoso,
Padre, Hijo + y Espíritu Santo.

Todos:

Amén.

viernes, 29 de enero de 2021

Religiosas. Rito de la profesión temporal dentro de la misa.

Ritual de la profesión religiosa (2-febrero-1970)
Ed. española 1979.

SEGUNDA PARTE
RITUAL DE LA PROFESIÓN DE LAS RELIGIOSAS

CAPITULO II

RITO DE LA PROFESIÓN TEMPORAL DENTRO DE LA MISA

14. El rito que se describe en este capítulo, se realiza dentro de la Misa. Solamente pueden utilizarlo las religiosas que emitan la primera profesión, después de acabar satisfactoriamente el noviciado (cf. «Observaciones previas» 5)*

*Quienes, después del noviciado, se comprometen solamente con una promesa o con otros vínculos, utilizarán el rito propio, que se detalla más adelante (Rito de la promesa).

Bendición del hábito la víspera de la profesión

15.
Es conveniente entregar el hábito la víspera de la profesión a las novicias admitidas a la primera profesión, pero no el velo.

16. El sacerdote u otro ministro competente bendice el hábito, excepto el velo con esta o parecida oración:

V. Nuestro auxilio es el nombre del Señor.

R. Que hizo el cielo y la tierra.

V. El Señor esté con vosotros.

R. Y con tu espíritu.

Oremos
Oh Dios,
que revestiste de carne mortal a tu Hijo Jesucristo
en el seno de la Virgen Madre,
derrama tu copiosa bendición sobre estas vestiduras;
y concede a tus hijas
que, llevándolas,
prefiguren en la tierra la futura resurrección
y merezcan ser vestidas de inmortalidad.
Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.

Se rocían según las circunstancias los vestidos con agua bendita.

17. A una hora prefijada, la Superiora reúne a la comunidad y novicias y prepara sus mentes con una alocución breve para el rito de la profesión del dia siguiente. Después entrega el hábito religioso a cada una de las novicias, excepto el velo, para que, ya vestidas, entren procesionalmente en la Misa.

18. Se dice la Misa que corresponde a la liturgia del día o la Misa ritual para el dia de la primera profesión de las religiosas, conforme a las rúbricas (cf. «Observaciones previas», núm. 9-11).

19. La profesión religiosa, se hace, normalmente, ante la sede. En un lugar apropiado del presbítero prepárese un sitial para la Superiora que ha de recibir la profesión de las hermanas. Colóquense en el presbiterio los asientos para las religiosas que van a profesar de tal forma que los fieles puedan seguir perfectamente toda la acción litúrgica.

20. Las religiosas de clausura papal, según las leyes generales de la Iglesia y las suyas particulares, pueden emitir la profesión temporal en el presbiterio.

21. Prepárese en abundancia el pan y el vino para consagrar, de manera que haya suficiente para los ministros, las que van a profesar, sus padres, familiares, amigos y hermanas en religión; por tanto, si se emplea solo un cáliz que sea suficientemente capaz.

22. Además de lo que es necesario para la celebración de la Misa, prepárese: a) el Ritual de la profesión religiosa; b) el velo, si la familia religiosa determina entregarlo a sus miembros en la primera profesión (cf. «Observaciones previas», núm. 5); c) el libro de la Regla o de las Constituciones y las demás insignias de la profesión religiosa, que, por ley o por costumbres, deben entregarse.

RITO DE ENTRADA

23.
Reunidos el pueblo y la comunidad religiosa, y después de preparar bien todo lo necesario, avanza la procesión por medio de la iglesia hasta el altar, mientras el coro, con el pueblo, canta el introito de la Misa. La procesión se hace del modo acostumbrado y es recomendable que participen en ella las que van a profesar, acompañadas de la Superiora y la Maestra.

24. Al llegar al presbiterio, hacen una reverencia ante el altar y se colocan todas en los lugares designados para ellas; luego continúa la Misa.

LITURGIA DE LA PALABRA

25.
En la liturgia de la Palabra se hace todo según es costumbre, excepto lo siguiente:

a) Se pueden tomar las lecturas de la Misa del dia o de los textos que se señalan en el Leccionario, p. 191 (cf. Observaciones previas, núms. 9-10).

b) Puede omitirse el Credo, aunque se prescriba en las rúbricas de la liturgia del dia.

PROFESIÓN RELIGIOSA

Llamada o petición

25.
Después de la lectura del Evangelio, el Celebrante y el pueblo se sientan mientras que las que van a profesar permanecen de pie. Después, si parece oportuno o las circunstancias lo piden, el Diácono o la Maestra llama por su nombre a las que van a profesar. Y ellas responden:

Aquí estoy, Señor; tú me has llamado.

o de otro modo, según la costumbre de la familia religiosa o del lugar.

27. Después el Celebrante pregunta a las que van a profesar con estas o semejantes palabras:

Queridas hijas (hermanas),
¿qué pedís a Dios y a su santa Iglesia?

Todas las que van a profesar responden a la vez con estas o parecidas palabras:

La misericordia del Señor
y la admisión en esta Congregación de N.

El Celebrante y todas las religiosas de la comunidad responden:

Te damos gracias, Señor.

o de otro modo adecuado.

28. Si parece oportuno, puede omitirse la llamada y las preguntas del Celebrante y se hace la petición de la manera siguiente: una de las que van a profesar, de pie, en nombre de todas, dirigiéndose a la Superiora, dice estas o semejantes palabras:

Nosotras, N. y N.,
después de conocer vuestra Regla
y de vivir fraternalmente entre vosotras un tiempo de prueba,
te pedimos, Madre (Hermana),
poder consagrarnos a Dios y a su reino,
haciendo santa profesión en esta Congregación de N.

La Superiora y las religiosas responden:

Te damos gracias, Señor.

o de otro modo semejante.

Homilía y exhortación

29.
Luego se sientan también las que van a profesar y tiene lugar la homilía o exhortación. En ella se comentan oportunamente las lecturas bíblicas y el don de la profesión religiosa para santificación de las elegidas y bien de la Iglesia y de la humanidad.

Interrogatorio


30.
Al acabar la homilía, las que van a profesar se levantan. El Celebrante las pregunta si están dispuestas a entregarse a Dios y avanzar por la senda de la caridad perfecta, según la Regla o Constituciones de la familia religiosa.

Las preguntas que aquí se indican pueden cambiarse u omitirse en parte, según la naturaleza e indole de cada familia religiosa.

El Celebrante pregunta:


Queridas hijas (hermanas):
consagradas ya a Dios por el agua y el Espíritu Santo,
¿queréis uniros más estrechamente a él
por la profesión religiosa?

Todas las que van a profesar responden a la vez:

Sí, quiero.

Celebrante:

¿Queréis guardar castidad por el reino de los cielos,
aceptar voluntariamente la pobreza
y prometer obediencia,
para seguir a Cristo con mayor perfección?

Las que van a profesar:

Sí, quiero.

31. Entonces el Celebrante confirma esta decisión, diciendo, por ejemplo:

Que Dios omnipotente os lo conceda por su gracia.

Todas:

Amén.

Petición de la ayuda de Dios

32.
Después el Celebrante pide el auxilio divino, diciendo:

Oremos

Y todos oran en silencio durante unos momentos. Luego añade:

Mira, Señor, con bondad
a estas hijas tuyas
que, en presencia de la Iglesia,
quieren consagrarte hoy su vida
prometiendo guardar los consejos evangélicos;
que su modo de vivir, Señor, te glorifique
y contribuya a la salvación de los hombres.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Todos

Amén.

Profesión

33.
Al acabar la oración dos religiosas, si es costumbre de la familia religiosa, se acercan al sitial de la Superiora y actúan como testigos. Cada una de las que van a profesar, se acerca a la Superiora y lee la fórmula de la profesión.

Si son muchas las que van a profesar pueden recitar la fórmula de la profesa in todas a la vez, pero cada una tiene que concluir particularmente con las palabras «así prometo», u otras semejantes que demuestren abiertamente la decisión personal.

Emitida la profesión, las religiosas vuelven a su sitio y permanecen alli de pie.

Entrega de las insignias de la profesión


34.
Si hay que entregar el velo, el Celebrante, con la ayuda de la Superior y la Maestra, cubre a cada una con el velo, mientras dice, por ejemplo:

Recibe este velo,
signo de tu consagración a Cristo, el Señor,
y de tu dedicación al servicio de la Iglesia.

La profesa responde:

Amén.

35. Donde hay costumbre, el Celebrante la entrega el libro de la Regla o de las Constituciones con esta u otra fórmula:

Recibe la Regla de esta Congregación,
para que, observándola fielmente,
vivas siempre en caridad.

La profesa responde:

Amén.

Y después de recibir el libro, vuelve a su sitio.

36. Cuando la primera o la segunda profesa han recibido el velo y la Regla, el coro entona la antifona:

Busqué al Amor de mi alma.

con el salmo 44 u otro canto apropiado. La antifona se repite después de cada dos versículos. Al acabar el salmo no se dice «Gloria al Padre», sino la antifona. Si la entrega de las insignias se acaba antes de concluir el salmo, se interrumpe éste y se repite la antifona.

37. Si según las leyes o costumbres de la familia religiosa hay que entregar otras insignias de la profesión, se entregan en silencio o con una fórmula apropiada. Pero en esto hay que guardar gran sobriedad.

38. Otro modo de entregar las insignias de la profesión se señala en los números 98-100.

Conclusión del rito de la profesión


39.
El rito concluye aptamente con una oración universal o de los fieles. Puede tomarse la fórmula que se propone en los números 101-103.

LITURGIA EUCARÍSTICA

40.
Mientras se canta el Ofertorio, es recomendable que algunas de las religiosas que acaban de profesar lleven al altar el pan, vino y agua para el Sacrificio eucarístico.

41. Después de decir «la paz del Señor», el celebrante, de un modo conveniente, da la paz a las religiosas que acaban de profesar y a toda la asamblea.

42. Cuando el celebrante ha tomado el Cuerpo y la Sangre del Señor, las nuevas profesas se acercan al altar para recibir la comunión, que se puede distribuir bajo las dos especies. Después de ellas comulgan, del mismo modo, sus padres, familiares y hermanas en religión.