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Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

lunes, 3 de febrero de 2020

Rito de Bendición de una iglesia.

Ritual de la dedicación de iglesias y altares (3ª edición). 

BENDICIÓN DE UNA IGLESIA 

NORMAS GENERALES

Conviene dedicar a Dios los lugares sagrados o iglesias destinados de manera estable para celebrar los divinos misterios, según el rito de la Dedicación de una iglesia, que sobresale por la fuerza de los ritos y de los símbolos.

En cuanto a los oratorios, capillas o edificios sagrados que por circunstancias peculiares están destinados sólo temporalmente al culto divino, conviene bendecirlos según el rito que aquí se describe.

En lo que se refiere a su regulación litúrgica, a la elección del titular, a la preparación pastoral de los fieles, se observará, con las oportunas adaptaciones, lo que se dice en los números 4-5, 7 y 20 de la Introducción a la dedicación de una iglesia. La iglesia u oratorio serán bendecidos por el obispo diocesano o por un presbí­tero delegado por él.

Las iglesias u oratorios se pueden bendecir en cualquier día, excepto en el Triduo pascual, pero conviene escoger un día de gran asistencia de fieles, sobre todo el domingo, si razones pastorales no aconsejan otra cosa.

En los días inscritos en los números 1-4 de la Lista de los días litúrgicos (1), se dice la misa del día; en los demás, se puede celebrar sea la misa del día, sea la del titular de la iglesia u oratorio.

Para el rito de bendición de una iglesia u oratorio se preparará lo necesario para la celebración de la misa. Pero el altar, aunque esté ya bendito o dedicado, permanecerá desnudo hasta el comienzo de la liturgia de la eucaristía. Además, en un lugar apropiado del presbiterio, se preparará lo siguiente: a) un recipiente con agua y el hisopo, además, el incensario y la naveta con la cucharilla; b) el Pontifical romano; c) la cruz del altar, a no ser que ya haya una cruz situada en el presbiterio o que la cruz que se llevará en la procesión de entrada sea colocada luego cerca del altar; d) manteles, cirios, candelabros y, si se quiere, flores.

Pero, si al mismo tiempo que la bendición de la iglesia tiene lugar la consagración del altar, se preparará todo lo que se dice en el número 27 de la Introducción a la dedicación de un altar; también lo que se dice en el número 29, si se van a colocar reliquias de santos debajo del altar.

En la misa de bendición de una iglesia se usarán vestiduras litúrgicas de color blanco o festivo. Se preparará: a) para el obispo: alba, estola, casulla, mitra, báculo pastoral; b) para un presbítero: las vestiduras para celebrar la misa; c) para los presbíteros concelebrantes: las vestiduras para concelebrar la misa; d) para los diáconos: albas estolas y dalmáticas; e) para los demás ministros: albas u otras vestiduras legítimamente aprobadas.

(1) A saber: 1. Triduo pascual. 2. Navidad, Epifanía, Ascensión y Pentecostés. Domingos de Ad­viento, Cuaresma y Pascua. Miércoles de ceniza. Ferias de Semana santa. Días de la octava de Pascua. 3. Solemnidades del Señor, de la Virgen María y de los santos, inscritas en el calendario general. Conmemoración de todos los fíeles difuntos. 4. Solemnidades propias, esto es: a) Solemnidad del patrono principal del lugar, pueblo o ciudad, b) Solemnidad de la dedicación y del aniversario de la dedicación de la iglesia propia, c) Solemnidad del titular de la iglesia propia. d) Solemnidad del titular, fundador o patrono principal de la orden o congregación religiosa.

RITOS INICIALES

Entrada en la iglesia

Estando reunido el pueblo, mientras se entona el canto de entrada, el obispo y los presbíteros concelebrantes, los diáconos y ministros, revestidos con sus respectivas vestiduras litúrgicas, salen de la sacristía, precedidos por el crucífero, y se dirigen hacia el presbiterio por la nave de la iglesia.

Cuando la procesión llega al presbiterio, el obispo, sin besar el altar ni incensarlo, va directamente a la cátedra; los demás van a sus puestos respectivos.

Terminado el canto, el obispo deja él báculo, se quita la mitra y saluda al pueblo con éstas u otras palabras tomadas preferentemente de la sagrada Escritura:
La gracia y la paz estén con todos vosotros, en la santa Iglesia de Dios.

El pueblo contesta: 
Y con tu espíritu.
O bien otras palabras adecuadas.

Bendición y aspersión del agua

Terminado el rito de entrada, el obispo bendice el agua para rociar al pueblo en señal de penitencia y en recuerdo del bautismo.

Los ministros llevan el agua al obispo, que está de pie en la cátedra. El obispo invita a todos a orar con estas u otras palabras parecidas:

Queridos hermanos, al dedicar a Dios nuestro Señor esta casa, supliquémosle que bendiga esta agua, creatura suya, con la cual seremos rociados en señal de penitencia y en recuerdo del bautismo. Que el mismo Señor nos ayude con su gracia, para que, dóciles al Espíritu Santo que hemos recibido, permanezcamos fieles en su Iglesia.

Y todos oran, por unos instantes, en silencio. Luego, el obispo continúa :
Dios, Padre nuestro, fuente de luz y de vida,
que tanto amas a los hombres
que no sólo los alimentas con solicitud paternal,
sino que los purificas del pecado con el rocío de la caridad
y los guías constantemente hacia Cristo, su Cabeza;
y así has querido, en tu designio misericordioso,
que los pecadores, al sumergirse en el baño bautismal,
mueran con Cristo y resuciten inocentes,
sean hechos miembros suyos y coherederos del premio eterno;
santifica con tu bendición + esta agua, creatura tuya,
para que, rociada, sobre nosotros,
sea señal del bautismo,
por el cual, lavados en Cristo,
llegamos a ser templos de tu Espíritu;
concédenos a nosotros
y a cuantos en esta iglesia celebrarán los divinos misterios
llegar a la celestial Jerusalén.
Por Jesucristo nuestro Señor.

R. Amén.

El obispo, acompañado por los diáconos, rocía con agua bendita al pueblo. Luego, si el altar es totalmente nuevo, lo rocía también. Mientras tanto, se canta una de las antífonas siguientes u otro canto adecuado:
Vi que manaba agua
del lado derecho del templo. Aleluya.
Y habrá vida donde quiera que llegue la corriente
y cantarán: Aleluya, aleluya.

En tiempo de Cuaresma:
Cuando os haga ver mi santidad,
os reuniré de todos los países;
derramaré sobre vosotros un agua pura
que os purificará de todas vuestras inmundicias
y os infundiré un espíritu nuevo.

Después de la aspersión, el obispo regresa a la cátedra y, terminado el canto, dice de pie, con las manos juntas:
Dios, Padre de misericordia, 
con la gracia del Espíritu Santo,
purifique a quienes somos templo vivo para su gloria.
R. Amén.

Himno y colecta

Luego, se dice el himno Gloria a Dios en el cielo, salvo en los tiempos de Adviento y Cuaresma.
Terminado el himno, el obispo, con las manos juntas, dice: 
Oremos.

Todos oran, por unos instantes, en silencio.

Luego, el obispo, con las manos extendidas, dice, salvo en los días inscritos en los números 1-4 de la Lista de días litúrgicos (cf. Normas generales, p. 101, nota), la siguiente oración:
Padre celestial, envía tu bendición sobre esta iglesia 
que nos has concedido edificarte; 
y concede a los fieles que aquí se reúnan 
por amor a tu palabra y a tus santos misterios 
sentir la presencia de Jesucristo, 
que prometió estar en medio de quienes se congregan en su nombre. 
Por nuestro Señor Jesucristo.
R. Amén.

LITURGIA DE LA PALABRA

Las lecturas se toman, según las rúbricas (cf. Normas generales), sea de los textos propuestos en el Leccionario para la celebración de la dedicación de una iglesia, sea de la misa del día.

Para el evangelio no se llevan ciriales ni incienso.

Después del evangelio, el obispo hace la homilía, en la que explica las lecturas bíblicas y el sentido del rito.

Terminada la homilía, se dice el 
Credo y se hace la oración de los fíeles en la forma acostumbrada.

Si por algún caso se va a dedicar el altar, una vez se ha dicho el Credo, omitida la oración universal, se procede como se indica en el apartado «Oración de dedicación y unciones» del rito de Dedicación de un altar.

Pero si no se va a bendecir o consagrar el altar (por ejemplo, porque se ha trasladado a la nueva iglesia un altar móvil ya bendecido o consagrado), después de la oración de los fieles, continúa la misa tal como se indica, más adelante, en el apartado «Liturgia eucarística».


BENDICIÓN DEL ALTAR

Luego, el obispo se acerca a bendecir el altar. Mientras tanto, se canta la antífona siguiente u otro canto adecuado: 

R. Como renuevos de olivo
alrededor de la mesa del Señor
están los hijos de la Iglesia. (T. P. Aleluya.)

Terminado el canto, el obispo, de pie, sin mitra, se dirige a los fieles con estas u otra palabras parecidas:
Queridos hermanos, nuestra comunidad se ha reunido, llena de alegría, para la bendición de este altar. Asistamos a este rito con la máxima atención y pidamos a Dios que mire con agrado la oblación de la Iglesia, que será colocada encima de este altar, y que haga de su pueblo una ofrenda permanente para gloria suya.

Y todos oran, por unos instantes, en silencio. Luego, el obispo, con las manos extendidas, dice en voz alta:

Bendito seas, Señor, Dios del universo,
que aceptaste el sacrificio de tu Hijo,
en el altar de la cruz,
para la redención del género humano,
y congregas a tu pueblo, con amor de Padre,
en torno a la mesa del Señor,
para celebrar su memorial.
Mira, benigno, Padre santo, este altar,
que hemos preparado para celebrar tus misterios:
que sea el centro de nuestra alabanza y de nuestra acción de gracias;
el ara donde ofrezcamos sacramentalmente el sacrificio de Cristo;
la mesa en que partamos el pan de vida
y bebamos el cáliz de la unidad;
la fuente que vierta sobre nosotros la grada perenne de salvación;
para que, acercándonos a Cristo, piedra viva,
crezcamos en él, hasta formar un templo santo,
y ofrezcamos, sobre el altar de nuestro corazón,
el sacrificio de una vida sin mancha,
sacrificio grato y aceptable para alabanza de tu gloria.

Todos responden: 
Bendito seas por siempre, Señor.

Entonces, el obispo echa incienso en los incensarios e inciensa el altar. Luego, vuelve a la cátedra, toma la mitra, es incensado y se sienta. Los ministros, pasando por la iglesia, inciensan al pueblo y la nave de la iglesia.

LITURGIA EUCARÍSTICA

Los ministros cubren el altar con el mantel y lo adornan, según sea oportuno, con flores; colocan adecuadamente los candelabros con los cirios requeridos para la celebración de la misa y también, si es el caso, la cruz.

Una vez preparado el altar, algunos fieles traen el pan, el vino y el agua para la eucaristía. El obispo recibe los dones en la cátedra. Mientras se llevan éstos, conviene cantar la antífona siguiente u otro canto adecuado:
Si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar,
te acuerdas allí mismo de que tu hermano
tiene quejas contra ti,
deja allí tu ofrenda ante el altar
y vete primero a reconciliarte con tu hermano,
y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Aleluya

O bien:
Consagró Moisés un altar al Señor,
ofreció holocaustos sobre él
e inmoló víctimas;
ofreció un sacrificio vespertino de aroma agradable al Señor Dios,
en presencia de los hijos de Israel.

Cuando todo está preparado, el obispo va al altar, deja la mitra y lo besa.

La misa continúa como de costumbre, pero no se inciensan los dones ni el altar. Pero si en esta celebración no se bendice ni dedica el altar, se hace la incensación acostumbrada.

Si no se inaugura la capilla del santísimo sacramento, se continúa la misa como se indica más adelante.

Inauguración de la capilla del santísimo sacramento

Conviene hacer la inauguración de la capilla de la reserva dé la santísima eucaristía de la siguiente manera: Después de la comunión, se deja sobre la mesa del altar el copón con el santísimo sacramento. El obispo va a la cátedra y todos oran, por unos instantes, en silencio. Luego, el obispo dice la oración después de la comunión.

Después, el obispo vuelve al altar e inciensa, de rodillas, el santísimo sacramento y, tomando el velo humeral, recibe el copón en sus manos, cubiertas con dicho velo. Se ordena la procesión, en la cual, marchando todos detrás del crucífero, se lleva el santísimo sacramento con cirios e incienso por la nave de la iglesia a la capilla de la reserva.

Mientras tanto, se canta la antífona siguiente, con el salmo 147 (sin Gloria al Padre), u otro canto adecuado: 

R. Glorifica al Señor, Jerusalén.

Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión.
Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina. R.

Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza. R.

Hace caer el hielo como migajas;
ante su helada, ¿quien resistirá?
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren las aguas. R.

Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos. R.

Cuando la procesión llega a la capilla de la reserva, el obispo coloca el copón sobre el altar, o bien en el sagrario, dejando la puerta abierta, impone incienso e inciensa arrodillado él santísimo sacramento. Después de unos momentos de oración en silencio, el diácono pone el copón en el sagrario o bien cierra la puerta del mismo. Un ministro enciende la lámpara que arderá continuamente delante del santísimo sacramento.

Si la capilla de la reserva del santísimo sacramento puede ser vista fácilmente por los fieles, el obispo imparte allí inmediatamente la bendición del fin de la misa. En caso contrario, la procesión regresa al presbiterio por el camino más corto y el obispo imparte la bendición desde el altar o desde la cátedra.

Si no se inaugura la capilla del santísimo sacramento, terminada la comunión de los fíeles, el obispo dice la oración después de la comunión.

Bendición final y despedida

El obispo toma la mitra y dice:
El Señor esté con vosotros.

El pueblo contesta: 
Y con tu espíritu.

Luego, el diácono, si se juzga oportuno, invita al pueblo a recibir la bendición, con estas palabras u otras semejantes:
Inclinaos para recibir la bendición.

Entonces, el obispo, con las manos extendidas sobre el pueblo, lo bendice diciendo:

Dios, Señor del cielo y de la tierra,
que os ha congregado hoy
para la bendición de esta iglesia,
multiplique sobre vosotros las bendiciones del cielo.
R. Amén.

El obispo:
Él, que quiso reunir en su Hijo a todos los hijos dispersos,
haga de vosotros templo suyo y morada del Espíritu Santo.
R. Amén.

El obispo:
Para que así, felizmente purificados de toda mancha,
podáis tener en vosotros a Dios como huésped
y poseer, con todos los santos,
la herencia de la eterna dicha.
la heredad del reino eterno.
R. Amén.

El obispo toma el báculo y prosigue:
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre 
, Hijo , y Espíritu  Santo,
descienda sobre vosotros y permanezca siempre.
R. Amén.

El diácono: 
Podéis ir en paz.
Todos: 
Demos gracias a Dios.

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