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domingo, 23 de febrero de 2020

Bendición anual de las familias en sus propias casas.

Bendicional, 31 de mayo de 1984 (ed. española 19-marzo-2020)

Primera parte. Bendiciones que se refieren directamente a las personas.

CAPÍTULO I
BENDICIÓN DE UNA FAMILIA Y DE SUS MIEMBROS

II. BENDICIÓN ANUAL DE LAS FAMILIAS EN SUS PROPIAS CASAS

68. Obedeciendo al mandato de Cristo, los pastores, entre los principales deberes de su actividad pastoral, han de ser solícitos en visitar las familias cristianas y anunciarles la paz de Cristo, que dio este encargo a sus discípulos: «Cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa» (Lc 10, 5).

69. Por tanto, los párrocos y sus ayudantes han de considerar que es de su particular incumbencia visitar cada año a las familias que viven en su territorio, principalmente durante el tiempo pascual. Es una ocasión magnífica de ejercer la función pastoral, tanto más eficaz cuanto que les brinda la oportunidad de conocer a cada una de las familias.

70. Como quiera que la bendición anual de las familias en sus propias casas mira directamente a la misma familia, esta bendición exige la presencia de sus miembros.

71. No debe hacerse la bendición de las casas sin la presencia de los que en ella viven.

72. El rito que aquí se propone pueden utilizarlo el sacerdote o el diácono.

73. Normalmente esta bendición se celebra en cada una de las casas; no obstante, por razones de tipo pastoral y para reforzar la unidad de las familias que viven en el mismo edificio o lugar, puede también celebrarse por varias familias a la vez, reunidas en un lugar adecuado. En este caso se dirá la oración en plural.

74. El celebrante, respetando siempre las partes principales, a saber, la lectura de la Palabra de Dios y la oración de bendición, adaptará las diversas partes a las diversas familias y a las circunstancias del lugar. Además, en el transcurso de la celebración, atenderá con diligente caridad a todos los presentes, especialmente a los niños, ancianos y enfermos.

RITO DE LA BENDICIÓN

Ritos iniciales

75. Reunida la familia, el celebrante saluda a los presentes, diciendo:
La paz del Señor a esta casa y a todos los aquí presentes.
O bien:
La gracia y la paz de Dios, nuestro Padre,
de Jesucristo, el Señor,
estén  con vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.

Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.

76. El párroco, o su ayudante en el ministerio, dispone a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u otras semejantes:
La visita del pastor tiene como finalidad principal que, en su persona, el mismo Cristo entre en vuestra casa y os traiga la paz y la alegría. Esto se realizará sobre todo por la lectura de la palabra de Dios y por la oración de la Iglesia.

Preparemos, pues, nuestro espíritu para que, en esta celebración, Cristo, el Señor, por su Espíritu Santo, se digne hablarnos y confortarnos.

En otras circunstancias la monición se habrá de adaptar oportunamente.

Lectura de la Palabra de Dios

77. Luego uno de los presentes, o el mismo celebrante, lee un texto de la sagrada Escritura seleccionado principalmente entre los que a continuación se proponen.

La casa edificada sobre roca Mt 7, 24-28
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.

En aquel tiempo, dijo Jesús:
«El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande». Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza.

Palabra del Señor.

78. Pueden también leerse: 

Sobrellevaos mutuamente con amor Ef 4, 1-6: 
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Efesios.

Yo, Pablo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzándoos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos.

Por encima de todo esto, el amor Col 3, 12-25
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Colosenses.

Como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta. Que la paz de Cristo reine en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados en un solo cuerpo. Sed también agradecidos. La Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente. Cantad a Dios, dando gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso agrada al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan el ánimo. Esclavos, obedeced en todo a vuestros amos humanos, no por servilismo o respetos humanos, sino con sencillez y temor del Señor. Lo que hacéis, hacedlo con toda el alma, como para servir al Señor, y no a los hombres: sabiendo que recibiréis del Señor en recompensa la herencia. Servid a Cristo Señor. Al injusto le pagarán sus injusticias, pues no hay acepción de personas.

Palabra de Dios.

Partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón Hch 2, 44-47
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de los Hechos de los Apóstoles.

Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. Con perseverancia acudían a diario al templo con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y eran bien vistos de todo el pueblo; y día tras día el Señor iba agregando a los que se iban salvando.

Palabra de Dios.

Hoy ha sido la salvación de esta casa Lc 19, 1-10
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

Entró Jesús en Jericó e iba atravesando la ciudad. En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo: «Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». El se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador». Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: «Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la ni doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más». Jesús le dijo: «Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido».

Palabra del Señor.

Se quedaron con él Jn 1, 35-39.
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Juan.

Estaba Juan el Bautista con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Este es el Cordero de Dios». Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?». Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?». Él les dijo: «Venid y veréis». Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; era como la hora décima.

Palabra del Señor.

79. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.

Salmo responsorial Sal 148, 1b-2. 3-4. 12-13 (R.: 13a)
R.  Alaben el nombre del Señor.

V. Alabad al Señor en el cielo,
alabad al Señor en lo alto.
Alabadlo, todos sus ángeles;
alabadlo, todos sus ejércitos. R.

V. Alabadlo, sol y luna;
alabadlo, estrellas lucientes.
Alabadlo, espacios celestes
y aguas que cuelgan en el cielo. R.

V. Los jóvenes y también las doncellas,
los ancianos junto con los niños,
alaben el nombre del Señor,
el único nombre sublime.
Su majestad sobre el cielo y la tierra. R.

80. O bien:
Salmo responsorial Sal 99, 1b-2. 3. 4. 5 (R.: cf. 3c)
R. Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

V. Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R.

V. Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R.

V. Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre. R.

V. «El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades». R.

Salmo responsorial Sal 127, 1b-2. 3. 4-6a. (R.: 4) 
R. Ésta es la bendición del que teme al Señor.

V. Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R.

V. Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R.

V. Esta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sion,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos. R.

81. El celebrante, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes, explicándoles la lectura bíblica, para que perciban por la fe el significado de la celebración.

Preces

82. Sigue la plegaria común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias del momento o de la familia.

En tiempo pascual

Queridos hermanos, llenos de la alegría exultante de la Pascua, movidos por el Espíritu Santo, invoquemos a Cristo, a quien el Padre ha constituido principio y fundamento de nuestra comunión, diciéndole con humildad:
R. Quédate con nosotros, Señor.
Señor Jesucristo, que después de tu resurrección te apareciste a los discípulos y los alegraste con el don de tu paz, haz que esta familia sienta tu presencia y se esfuerce por vivir siempre unida a ti en el gozo de tu paz. R.
 Tú que llegaste a la gloria de la resurrección a través de la humillación de la cruz, enseña a los miembros de esta familia a encontrar motivo de unión en las mismas dificultades de cada día. R.
 Tú que, sentado a la mesa con los discípulos, te diste a conocer en la fracción del pan, haz que esta familia, participando junta en la celebración de la Eucaristía, fortalezca su fe y dé testimonio de su piedad. R.
 Tú que llenaste con la fuerza del Espíritu Santo la casa donde estaban reunidos los discípulos, envía el mismo Espíritu a esta família, para que goce de su paz y de su alegría. R.

83. O bien:

Fuera del tiempo pascual

Queridos hermanos, al implorar la bendición del Señor sobre vuestra familia, tengamos presente que la unión familiar sólo puede mantenerse y crecer cuando tiene por autor al mismo Señor. Invoquémoslo, pues, diciendo:
R. Santifícanos, Señor.
 Señor Jesucristo, por quien todo edificio se va levantando, por la fuerza del Espíritu Santo, hasta formar un templo consagrado, haz que estos servidores tuyos se reúnan en tu Nombre y que su vida tenga en ti su sólido fundamento. R.
 Tú que, viviendo con María y José, santificaste la vida familiar, enseña a todos los que viven en esta casa a ayudarse mutuamente, para establecer y consolidar su vida de hogar. R.
 Tú que, por los sacramentos de la iniciación cristiana, hiciste que los miembros de la familia humana entraran a formar parte de la familia espiritual, haz que estos servidores tuyos cumplan fielmente su misión en la Iglesia. R.
 Tú que quisiste que la Iglesia naciente se reuniera en el cenáculo con María, tu Madre, haz que esta Iglesia doméstica aprenda de la Virgen María a guardar en su corazón tus palabras, a dedicarse a la oración y a compartir su vida y sus bienes con los demás. R.

84. Terminadas las preces, el celebrante, según las circunstancias, invita a todos los presentes a cantar o rezar la oración del Señor, con las siguientes palabras u otras semejantes:
Fieles a la recomendación del Salvador
y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:

Y todos juntos dicen el Padre nuestro.

Oración de bendición

85. El celebrante, con las manos extendidas sobre los miembros de la familia, añade a continuación:

En tiempo pascual

Bendito seas, Señor,
que en la Pascua del antiguo Testamento
conservaste intactas las casas de tu pueblo escogido,
rociadas con la sangre del cordero,
y que, en los sacramentos de la nueva Alianza,
nos diste a tu Hijo Jesucristo,
crucificado por nosotros y resucitado de entre los muertos,
como verdadero Cordero pascual,
para proteger a tus fieles de los engaños del enemigo
y llenarnos con la gracia del Espíritu Santo,
derrama sobre esta casa y familia tu bendición , +
para que el gozo de la caridad
inunde los corazones de los que en ella viven.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

86. O bien:

Fuera del tiempo pascual

Dios eterno,
que con tu amor de Padre
no dejas de atender a las necesidades de los hombres,
derrama sobre esta familia
la abundancia de tu bendición +
y santifica con tu gracia a los que viven en esta casa,
para que, obrando según tus mandatos,
y aprovechando el tiempo presente,
lleguen un día a la morada tienen preparada en el cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

87. O bien:

Bendito seas, Dios, Padre nuestro,
por esta casa, destinada por tu bondad
a que viva en ella esta familia.
Haz que sus habitantes reciban los dones de tu Espíritu
Y que el don de tu bendición +
Se haga patente en ellos por su caridad efectiva,
De manera que todos los que frecuenten esta casa
encuentren siempre en ella
aquel amor y aquella paz
que sólo tú puedes dar.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

88. Después de la oración de bendición, el celebrante rocía con agua bendita a los presentes y la casa, diciendo, según las circunstancias:
Que esta agua nos recuerde nuestro bautismo en Cristo,
que nos redimió con su muerte y resurrección.
R. Amén.

Conclusión del rito

89. El celebrante concluye el rito, diciendo:
Que Dios colme vuestra fe de alegría y de paz.
Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón.
Que el Espíritu Santo derrame en vosotros sus dones.
R. Amén.

90. Es aconsejable terminar la celebración con un canto adecuado.

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