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martes, 4 de febrero de 2020

Rito de Bendición de un altar móvil.

Ritual de la dedicación de iglesias y altares (3ª edición). 

BENDICIÓN DE UN ALTAR MÓVIL

NORMAS GENERALES

«Un altar se llama fijo cuando está construido sobre el pavimento, de manera que no se pueda mover; se llama móvil si se puede trasladar» (1).

El altar fijo se ha de dedicar según el rito descrito en la dedicación de un altar. Pero también al altar móvil se le debe respeto y honor, porque es la mesa destinada en forma única y estable para el banquete eucarístico. Conviene, pues, que el altar móvil, si no se consagra, al menos reciba una bendición antes de ponerlo en servicio, según el rito que aquí se describe (2).

El altar móvil se puede construir de cualquier material sólido que convenga al uso li­túrgico, según las tradiciones y costumbres de las diversas regiones (3).

Para erigir un altar móvil se observan, con las debidas adaptaciones, las normas prescritas en los números 6-10 de la Introducción a la dedicación de un altar. Pero no se colocan en su base reliquias de santos.

Conviene que sea el obispo de la diócesis o el presbítero rector de la iglesia el que bendiga el altar móvil.

El altar móvil puede bendecirse cualquier día, excepto el viernes de la Pasión del Señor y el Sábado santo. Se preferirá un día de mayor asistencia de fieles y, sobre todo, el domingo, si razones pastorales no aconsejan otra cosa.

En el rito de bendición de un altar móvil se dice la misa del día.

Hasta el comienzo de la liturgia de la eucaristía, el altar estará completamente desnudo. Por eso la cruz, si es el caso, el mantel, los cirios y demás elementos necesarios se prepararán en un sitio conveniente del presbiterio.

1. Ordenación general del Misal romano, núm. 261.
2. Cf. ibid., núm. 265.
3. Cf. ibid., núm. 264.


BENDICIÓN DEL ALTAR

En la misa todo se hace como de costumbre. Pero terminada la oración de los fieles, el obispo se acerca a bendecir el altar. Mientras tanto, se canta la antífona siguiente u otro canto adecuado: 

Como renuevos de olivo
alrededor de la mesa del Señor
están los hijos de la Iglesia. (T. P. Aleluya.)

Terminado el canto, el obispo, de pie, sin mitra, se dirige a los fieles con estas u otra palabras parecidas:
Queridos hermanos, nuestra comunidad se ha reunido, llena de alegría, para la bendición de este altar. Asistamos a este rito con la máxima atención y pidamos a Dios que mire con agrado la oblación de la Iglesia, que será colocada encima de este altar, y que haga de su pueblo una ofrenda permanente para gloria suya.

Y todos oran, por unos instantes, en silencio. Luego, el obispo, con las manos extendidas, dice en voz alta:

Bendito seas, Señor, Dios del universo,
que aceptaste el sacrificio de tu Hijo,
en el altar de la cruz,
para la redención del género humano,
y congregas a tu pueblo, con amor de Padre,
en torno a la mesa del Señor,
para celebrar su memorial.
Mira, benigno, Padre santo, este altar,
que hemos preparado para celebrar tus misterios:
que sea el centro de nuestra alabanza y de nuestra acción de gracias;
el ara donde ofrezcamos sacramentalmente el sacrificio de Cristo;
la mesa en que partamos el pan de vida
y bebamos el cáliz de la unidad;
la fuente que vierta sobre nosotros la grada perenne de salvación;
para que, acercándonos a Cristo, piedra viva,
crezcamos en él, hasta formar un templo santo,
y ofrezcamos, sobre el altar de nuestro corazón,
el sacrificio de una vida sin mancha,
sacrificio grato y aceptable para alabanza de tu gloria.

Todos responden: 
Bendito seas por siempre, Señor.
Entonces, el obispo rocía el altar con agua bendita y lo inciensa. Luego, vuelve a la cátedra, toma la mitra, es incensado y se sienta. Un ministro inciensa al pueblo.

Los ministros cubren el altar con el mantel y lo adornan, según sea oportuno, con flores; colocan adecuadamente los candelabros con los cirios requeridos para la celebración de la misa y también, si es del caso, la cruz.

Una vez preparado el altar, algunos fieles traen el pan, el vino y el agua para la eucaristía. El obispo recibe los dones en la cátedra. Mientras se llevan éstos, conviene cantar la antífona siguiente u otro canto adecuado:

Si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar,
te acuerdas allí mismo de que tu hermano
tiene quejas contra ti,
deja allí tu ofrenda ante el altar
y vete primero a reconciliarte con tu hermano,
y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Aleluya.

Cuando todo está preparado, el obispo va al altar, deja la mitra y lo besa.

La misa continúa como de costumbre, pero no se inciensan los dones ni el altar.

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