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viernes, 21 de febrero de 2020

Bendición de una familia.

Bendicional, 31 de mayo de 1984 (ed. española 19-marzo-2020)

Primera parte. Bendiciones que se refieren directamente a las personas.

CAPÍTULO I
BENDICIÓN DE UNA FAMILIA Y DE SUS MIEMBROS

I. BENDICIÓN DE UNA FAMILIA

42. Siempre que una familia cristiana pide la bendición, o también cuando lo aconseja la atención pastoral, es oportuno impartir esta bendición, con objeto de fomentar la vida cristiana en los miembros de la familia. Para una mejor consecución de este fin, la celebración habrá de acomodarse a las circunstancias concretas.

43. La bendición de la familia puede hacerse también dentro de la celebración de la Misa, según el rito descrito en los núms. 62-67. 

Ritos:
A. Bendición.
B. Bendición unida a la celebración de la Misa.

A. RITO DE LA BENDICIÓN 

44. El rito que aquí se propone pueden utilizarlo tanto el sacerdote como el diácono, y también el laico, pero con los ritos y preces previstos para el laico. 

45. Con el fin de acomodar la celebración a las circunstancias del lugar y de los miembros de la familia, pueden adaptarse algunos de los elementos de este rito, respetando siempre los principales.

Ritos iniciales

46. Reunida la familia, el ministro dice: 
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. 

Todos se santiguan y responden: 
Amén.

47. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, saluda a los presentes, diciendo: 
La gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, 
y de Jesucristo, el Señor, 
estén con vosotros. 

U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura. 

Todos responden: 
Y con tu espíritu.
O bien: 
Bendito seas por siempre, Señor.

O de otro modo adecuado. 
____________________________________

48. Si el ministro es laico, saluda a los presentes, diciendo: 
La gracia de nuestro Señor Jesucristo
esté con todos nosotros.

Todos responden:
 Amén.
____________________________________

49. El ministro dispone a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u otras semejantes: 

Queridos hermanos: La familia, que por el sacramento del matrimonio recibe la gracia de Cristo y una vida nueva, tiene una especial importancia tanto para la Iglesia como para la sociedad civil, de las cuales es la célula primera y vital.

Con esta celebración, invocamos la bendición del Señor para que los miembros de la familia sean siempre entre sí cooperadores de la gracia, y difundan la fe en las diversas circunstancias de la vida.

Con la ayuda de Dios, cumpliréis vuestra misión, conformando toda vuestra vida según el Evangelio, para que podáis ser ante el mundo testigos de Cristo.

Lectura de la Palabra de Dios

50. Luego uno de los presentes, o el mismo ministro, lee un texto de la Sagrada Escritura seleccionado entre los que a continuación se proponen.

Somos un solo cuerpo 1 Cor 12, 12-14
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Corintios.

Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. Pues el cuerpo no lo forma un solo miembro, sino muchos.

Palabra de Dios.

51. O bien: 
Sobrellevaos mutuamente con amor Ef 4, 1-6: 
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Efesios.

Yo, Pablo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzándoos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos.

Palabra de Dios.

52. Pueden también leerse: 

Amaos cordialmente unos a otros Rom 12, 4-16
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Romanos.

Así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, y no todos los miembros cumplen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada cual existe en relación con los otros miembros. Teniendo dones diferentes, según la gracia que se nos ha dado, deben ejercerse así: la profecía, de acuerdo con la regla de la fe; el servicio, dedicándose a servir; el que enseña, aplicándose a la enseñanza; el que exhorta, ocupándose en la exhortación; el que se dedica a distribuir los bienes, hágalo con generosidad; el que preside, con solicitud; el que hace obras de misericordia, con gusto. Que vuestro amor no sea fingido; aborreciendo lo malo, apegaos a lo bueno. Amaos cordialmente unos a otros; que cada cual estime a los otros más que a sí mismo; en la actividad, no seáis negligentes; en el espíritu, manteneos fervorosos, sirviendo constantemente al Señor. Que la esperanza os tenga alegres; manteneos firme en la tribulación, sed asiduos en la oración; compartid las necesidades de los santos; practicad la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen; bendecid, sí, no maldigáis. Alegraos  con los que están alegres; llorad con los que lloran. Tened la misma consideración y trato unos con otros, sin pretensiones de grandeza, sino poniéndoos al nivel de la gente humilde No os tengáis por sabios.

Palabra de Dios.

El amor todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta 1 Co 12, 31b—13, 7. 
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Corintios.

Os voy a mostrar un camino más excelente. Si hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tengo amor, no sería más que un metal que resuena o un címbalo que aturde. Si tuviera el don de profecía y conociera todos los secretos y todo el saber; si tuviera fe como para mover montañas, pero no tengo amor, no sería nada. Si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría. El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

Palabra de Dios.

53. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado. 

Salmo responsorial Sal 127 (128), 1-2. 4-6a (R.: 1a)
R. Dichoso el que teme al Señor.

V. Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R.

V. Ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sion,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos. R. 

54. El ministro, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes, explicándoles la lectura bíblica, para que perciban por la fe el significado de la celebración. 

Preces

55. Sigue la plegaria común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el ministro puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias del momento o de la familia. 

V. Invoquemos a Cristo, el Señor, Palabra eterna del Padre, que, mientras convivió con los hombres, quiso vivir en familia y colmarla de bendiciones, y pidámosle que proteja a esta familia, diciendo: 
R. Guarda en tu paz nuestra familia, Señor.
Tú que consagraste la vida doméstica, viviendo bajo la autoridad de María y José, santifica esta familia con tu presencia. R. 
Tú que estuviste siempre atento a las cosas de tu Padre, haz que Dios sea honrado y glorificado en todas las familias. R. 
Tú que hiciste de tu santa familia un modelo admirable de oración, de amor y de cumplimiento de la voluntad del Padre, santifica esta familia con tu gracia y cólmala de tus dones. R.
 Tú que amaste a tus parientes y fuiste amado por ellos, afianza a todas las familias en el amor y la concordia. R. 
Tú que en Cana de Galilea alegraste los comienzos de una familia, al hacer tu primer signo, convirtiendo el agua en vino, alivia los sufrimientos y preocupaciones de esta familia y conviértelos en alegría. R. 
Tú que, velando por la unidad de la familia, dijiste: «Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre», guarda a estos esposos siempre unidos con el vínculo indestructible de tu amor. R. 

56. Terminadas las preces, el ministro, según las circunstancias, invita a todos los presentes a cantar o rezar la oración del Señor, con las siguientes palabras u otras semejantes: 
Fieles a la recomendación del Salvador 
y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir: 

Y todos juntos dicen el Padre nuestro.

Oración de bendición

57. El ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas sobre los miembros de la familia, de lo contrario con las manos juntas dice la oración de bendición: 
Oh, Dios, creador y misericordioso restaurador 
de tu pueblo, que quisiste que la familia, 
constituida por la alianza nupcial, 
fuera signo de Cristo y de la Iglesia, 
derrama la abundancia de tu bendición 
sobre esta familia, reunida en tu Nombre, 
para que quienes en ella viven unidos por el amor 
se mantengan fervientes en el espíritu 
y asiduos en la oración, se ayuden mutuamente, 
contribuyan a las necesidades de todos 
y den testimonio de la fe. 
Por Jesucristo, nuestro Señor. 
R. Amén.

58. O bien: 
Te bendecimos, Señor, 
porque tu Hijo, al hacerse hombre, 
compartió la vida de familia 
y conoció sus preocupaciones y alegrías. 
Te suplicamos ahora, Señor, en favor de esta familia: 
guárdala y protégela, 
para que, fortalecida con tu gracia, 
goce de prosperidad, viva en concordia 
y, como Iglesia doméstica, 
sea en el mundo testigo de tu gloria. 
Por Jesucristo, nuestro Señor. 
R. Amén.

59. Según las circunstancias, el ministro rocía con agua bendita a la familia reunida, sin decir nada.

Conclusión del rito

60. El ministro concluye el rito, diciendo: 
Jesús, el Señor, 
que vivió en el hogar de Nazaret, 
permanezca siempre con vuestra familia, 
la guarde de todo mal 
y os conceda que tengáis 
un mismo pensar y un mismo sentir. 
R. Amén.

61. Es aconsejable terminar la celebración con un canto adecuado. 

B. RITO DE LA BENDICIÓN UNIDA A LA CELEBRACIÓN DE LA MISA 

62. El sacerdote, al preparar la Misa, respetando las normas establecidas, hará libre uso de la facultad de escoger las diversas partes de la Misa, atendiendo principalmente al bien espiritual de los miembros de la familia. 

Cuando la bendición de la familia se hace dentro de la celebración de la Misa en casa de la misma familia, el rito debe ordenarse según los principios y normas de la Instrucción Actio pastoralis para los grupos particulares (1), o también, si se da el caso, del «Directorio de Misas con niños» (2), empleando en este caso las moniciones adecuadas. 

(1) S. Congregación para el Culto divino, 15 de mayo de 1969, AAS 61 (1969), pp. 806-811. 
(2) S. Congregación para el Culto divino, 1 de noviembre de 1973, AAS 66 (1974), pp. 30-46.

63. Después de la lectura del Evangelio, el celebrante, basándose en el texto sagrado, debe exponer en la homilía la gracia y obligaciones de la vida familiar en la Iglesia. 

64. Sigue la oración de los fieles, en la forma acostumbrada en la celebración de la Misa, o en la forma aquí propuesta; esta oración, el celebrante la concluye con la fórmula de bendición, a no ser que parezca más oportuno emplear esta fórmula al final de la Misa, como una oración sobre el pueblo. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias del momento o de la familia. 

V. Invoquemos a Cristo, el Señor, Palabra eterna del Padre, que, mientras convivió con los hombres, quiso vivir en familia y colmarla de bendiciones, y pidámosle que proteja a esta familia, diciendo: 
R. Guarda en tu paz nuestra familia, Señor.
Tú que consagraste la vida doméstica, viviendo bajo la autoridad de María y José, santifica esta familia con tu presencia. R. 
Tú que estuviste siempre atento a las cosas de tu Padre, haz que Dios sea honrado y glorificado en todas las familias. R. 
Tú que hiciste de tu santa familia un modelo admirable de oración, de amor y de cumplimiento de la voluntad del Padre, santifica esta familia con tu gracia y cólmala de tus dones. R. 
Tú que amaste a tus parientes y fuiste amado por ellos, afianza a todas las familias en el amor y la concordia. R. 
Tú que en Cana de Galilea alegraste los comienzos de una familia, al hacer tu primer signo, convirtiendo el agua en vino, alivia los sufrimientos y preocupaciones de esta familia y conviértelos en alegría. R. 
Tú que, velando por la unidad de la familia, dijiste: «Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre», guarda a estos esposos siempre unidos con el vínculo indestructible de tu amor. R. 

65. El celebrante, extendiendo las manos sobre los miembros de la familia, prosigue a continuación: 
Oh, Dios, creador y misericordioso restaurador de tu pueblo, 
que quisiste que la familia, 
constituida por la alianza nupcial, 
fuera signo de Cristo y de la Iglesia, 
derrama la abundancia de tu bendición 
sobre esta familia, reunida en tu Nombre, 
para que quienes en ella viven unidos por el amor 
se mantengan fervientes en el espíritu y asiduos en la oración, 
se ayuden mutuamente, 
contribuyan a las necesidades de todos y den testimonio de la fe. 
Por Jesucristo, nuestro Señor. 
R. Amén.

66. O bien:
Te bendecimos, Señor, 
porque tu Hijo, al hacerse hombre, 
compartió la vida de familia 
y conoció sus preocupaciones y alegrías. 
Te suplicamos ahora, Señor, en favor de esta familia: 
guárdala y protégela, 
para que, fortalecida con tu gracia, 
goce de prosperidad, viva en concordia 
y, como Iglesia doméstica, 
sea en el mundo testigo de tu gloria. 
Por Jesucristo, nuestro Señor. 
R. Amén.

67. Si parece más oportuno, la oración de bendición puede decirse al final de la celebración de la misa, después de la invitación: 
Inclinaos para recibir la bendición.
U otra semejante. 

Después de la oración de bendición, el celebrante añadirá siempre: 
Y la bendición de Dios todopoderoso, 
Padre, Hijo + y Espíritu Santo, 
descienda sobre vosotros.
R. Amén.

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