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jueves, 31 de marzo de 2022

Jueves 5 mayo 2022, Jueves de la III semana de Pascua, feria.

SOBRE LITURGIA

PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL

Patio de San Dámaso. Miércoles, 2 de junio de 2021

Catequesis 36. Jesús, modelo y alma de toda oración

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Los Evangelios nos muestran cuanto era fundamental la oración en la relación de Jesús con sus discípulos. Ya se aprecia en la elección de los que luego se convertirían en los apóstoles. Lucas sitúa la elección en un contexto preciso de oración y dice así: «Sucedió que por aquellos días se fue Él al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles» (6,12-13). Jesús los elige después de una noche de oración. Parece que no haya otro criterio en esta elección si no es la oración, el diálogo de Jesús con el Padre. A juzgar por cómo se comportarán después esos hombres, parecería que la elección no fue de las mejores porque todos huyeron, lo dejaron solo antes de la Pasión; pero es precisamente esto, especialmente la presencia de Judas, el futuro traidor, lo que demuestra que esos nombres estaban escritos en el plan de Dios.

La oración en favor de sus amigos reaparece continuamente en la vida de Jesús. A veces los apóstoles se convierten en motivo de preocupación para Él, pero Jesús, así como los recibió del Padre, después de la oración, así los lleva en su corazón, incluso en sus errores, incluso en sus caídas. En todo ello descubrimos cómo Jesús fue maestro y amigo, siempre dispuesto a esperar pacientemente la conversión del discípulo. El punto culminante de esta paciente espera es la “tela” de amor que Jesús teje en torno a Pedro. En la Última Cena le dice: «¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos» (Lc 22,31-32). Es impresionante saber que, en el tiempo del desfallecimiento, el amor de Jesús no cesa. “Pero Padre, si estoy en pecado mortal, ¿el amor de Jesús sigue ahí? — Sí, ¿y Jesús sigue rezando por mí? — Sí — Pero si he hecho cosas muy malas y muchos pecados, ¿sigue amándome Jesús? — Sí”. El amor y la oración de Jesús por cada uno de nosotros no cesa, es más, se hace más intenso y somos el centro de su oración. Debemos recordar siempre esto: Jesús está rezando por mí, está rezando ahora ante el Padre y le está mostrando las heridas que trajo consigo, para que el Padre pueda ver el precio de nuestra salvación, es el amor que nos tiene. Y en este momento que uno de nosotros piense: ¿Jesús está rezando ahora por mí? Sí. Es una gran seguridad que debemos tener.

La oración de Jesús vuelve puntualmente en un momento crucial de su camino, el de la verificación de la fe de los discípulos. Escuchemos de nuevo al evangelista Lucas: «Y sucedió que mientras Él estaba orando a solas, se hallaban con Él los discípulos y Él les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Ellos respondieron: “Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado” Les dijo: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Pedro le contestó en nombre de todos: “El Cristo de Dios”. Pero les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie» (9,18-21). Las grandes decisiones en la misión de Jesús están siempre precedidas de la oración, pero no de una oración, así, en passant, sino de la oración intensa y prolongada. Siempre en esos momentos hay una oración. Esta prueba de fe parece una meta, pero en cambio es un punto de partida renovado para los discípulos, porque, a partir de entonces, es como si Jesús subiera un tono en su misión, hablándoles abiertamente de su pasión, muerte y resurrección.

En esta perspectiva, que despierta instintivamente la repulsión, tanto en los discípulos como en nosotros que leemos el Evangelio, la oración es la única fuente de luz y fuerza. Es necesario rezar más intensamente, cada vez que el camino se empina.

Y en efecto, tras anunciar a los discípulos lo que le espera en Jerusalén, tiene lugar el episodio de la Transfiguración. Jesús «tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar. Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante, y he aquí que conversaban con Él dos hombres, que eran Moisés y Elías; los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a cumplir en Jerusalén» (Lc 9,28-31), es decir de su Pasión. Por tanto, esta manifestación anticipada de la gloria de Jesús tuvo lugar en la oración, mientras el Hijo estaba inmerso en la comunión con el Padre y consentía plenamente en su voluntad de amor, en su plan de salvación. Y de esa oración salió una palabra clara para los tres discípulos implicados: «Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle» (Lc 9,35). De la oración viene la invitación a escuchar a Jesús, siempre de la oración.

De este rápido recorrido por el Evangelio, deducimos que Jesús no sólo quiere que recemos como Él reza, sino que nos asegura que, aunque nuestros tentativos de oración sean completamente vanos e ineficaces, siempre podemos contar con su oración. Debemos ser conscientes: Jesús reza por mí. Una vez, un buen obispo me contó que en un momento muy malo de su vida y de una gran prueba, un momento de oscuridad, miró a lo alto de la basílica y vio escrita esta frase: “Yo Pedro rezaré por ti”. Y eso le dio fuerza y consuelo. Y esto sucede cada vez que cada uno de nosotros sabe que Jesús reza por él. Jesús reza por nosotros. Ahora mismo, en este momento. Haced este ejercicio de memoria repitiéndolo. Cuando hay alguna dificultad, cuando estáis en la órbita de las distracciones: Jesús está rezando por mí. Pero, padre ¿eso es verdad? Es verdad, lo dijo Él mismo. No olvidemos que lo que nos sostiene a cada uno de nosotros en la vida es la oración de Jesús por cada uno de nosotros, con nombre, apellido, ante el Padre, enseñándole las heridas que son el precio de nuestra salvación.

Aunque nuestras oraciones fueran solamente balbuceos, si se vieran comprometidas por una fe vacilante, nunca debemos dejar de confiar en Él. Yo no sé rezar, pero Él reza por mí. Sostenidas por la oración de Jesús, nuestras tímidas oraciones se apoyan en alas de águila y suben al cielo. No os olvidéis: Jesús está rezando por mí — ¿Ahora? — Ahora. En el momento de la prueba, en el momento del pecado, incluso en ese momento, Jesús está rezando por mí con tanto amor.

CALENDARIO

5 JUEVES DE LA III SEMANA DE PASCUA, feria

Misa
de feria (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Pf. Pasc.
LECC.: vol. II.
- Hch 8, 26-40. Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?
- Sal 65. R. Aclamad al Señor, tierra entera.
- Jn 6, 44-51. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo.

Liturgia de las Horas: oficio de feria.

Martirologio: elogs. del 6 de mayo, pág. 295.
CALENDARIOS: Albacete: Dedicación de la iglesia-catedral (F).
Jaén: San Amador, presbítero y mártir (MO).
Lleida: Beato Salvio Huix Miralpéix, obispo y mártir (MO).
Carmelitas (excepto Carmelitas Descalzos): San Ángel de Sicilia, presbítero y mártir (MO).
Dominicos: San Vicente Ferrer, presbítero (MO).
León: Beato José Ricardo Díez, religioso y mártir (ML).
Calahorra y La Calzada-Logroño: Beato Julián Benigno Moreno, presbítero y mártir (ML).
Granada: Beatos Manuel Sierra y compañeros, mártires (ML).
Tarazona y Agustinos: Beatos Vicente Soler y compañeros, mártires (ML).
Canónigos Regulares de Letrán: Beato Estanislao Casamiritano, presbítero (ML).
Clérigos Regulares de Somasca: Beata Catalina Cittadini, religiosa (ML).

TEXTOS MISA

Jueves de la III Semana de Pascua.

Antífona de entrada Cf. Ex 15, 1-2
Cantemos al Señor; gloriosa es su victoria. Mi fuerza y mi alabanza es el Señor, él fue mi salvación. Aleluya.
Cantémus Dómino: glorióse enim magnificátus est. Fortitúdo mea et laus mea Dóminus, et factus est mihi in salútem, allelúia.

Oración colecta
Dios todopoderoso y eterno, concédenos experimentar más de cerca tu amor, que, por tu bondad, hemos conocido con mayor profundidad en estos días de Pascua, y afianza en el testimonio de la verdad a quienes has librado de las tinieblas del error. Por nuestro Señor Jesucristo.
Omnípotens sempitérne Deus, propénsius his diébus tuam pietátem consequámur, quibus eam plénius te largiénte cognóvimus, ut, quos ab erróris calígine liberásti, veritátis tuae fírmius inhaerére fácias documéntis. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Jueves de la III semana de Pascua (Lec. II).

PRIMERA LECTURA Hch 8, 26-40
Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, un ángel del Señor habló a Felipe y le dijo:
«Levántate y marcha hacia el sur, por el camino de Jerusalén a Gaza, que está desierto».
Se levantó, se puso en camino y, de pronto, vio venir a un etíope; era un eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía e intendente del tesoro, que había ido a Jerusalén para adorar. Iba de vuelta, sentado en su carroza, leyendo al profeta Isaías.
El Espíritu dijo a Felipe:
«Acércate y pégate a la carroza».
Felipe se acercó corriendo, le oyó leer el profeta Isaías, y le preguntó:
«¿Entiendes lo que estás leyendo?».
Contestó:
«Y cómo voy a entenderlo si nadie me guía?».
E invitó a Felipe a subir y a sentarse con él. El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era este:
«Como cordero fue llevado al matadero,
como oveja muda ante el esquilador,
así no abre su boca.
En su humillación no se le hizo justicia.
¿Quién podrá contar su descendencia?
Pues su vida ha sido arrancada de la tierra».
El eunuco preguntó a Felipe:
«Por favor, ¿de quién dice esto el profeta?; ¿de él mismo o de otro?».
Felipe se puso a hablarle y, tomando píe de este pasaje, le anunció la Buena Nueva de Jesús. Continuando el camino, llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el eunuco:
«Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?». Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó. Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, y siguió su camino lleno de alegría.
Felipe se encontró en Azoto y fue anunciando la Buena Nueva en todos los poblados hasta que llegó a Cesarea.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 65, 8-9. 16-17. 20 (R.: 1b)
R. Aclamad al Señor, tierra entera.
Iubiláte Deo, omnis terra.
O bien: Aleluya.

V. Bendecid, pueblos, a nuestro Dios,
haced resonar sus alabanzas,
porque él nos ha devuelto la vida
y no dejó que tropezaran nuestros pies.
R. Aclamad al Señor, tierra entera.
Iubiláte Deo, omnis terra.

V. Los que teméis a Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo:
a él gritó mi boca
y lo ensalzó mi lengua.
R. Aclamad al Señor, tierra entera.
Iubiláte Deo, omnis terra.

V. Bendito sea Dios,
que no rechazó mi súplica
ni me retiró su favor.
R. Aclamad al Señor, tierra entera.
Iubiláte Deo, omnis terra.

Aleluya Jn 6, 51
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo – dice el Señor–; el que coma de este pan vivirá para siempre. R.
Ego sum panis vivus, qui de caelo descéndi, dicit Dóminus; si quis manducáverit ex hoc pane, vivet in aetérnum.

EVANGELIO Jn 6, 44-51
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo
 Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado, Y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”.
Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.
No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo:
el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Ángelus 18-junio-2017
Alimentarnos con Jesús Eucaristía significa también abandonarnos con confianza a Él y dejarnos guiar por Él. Se trata de acoger a Jesús en lugar del propio "yo". De esta forma, el amor gratuito recibido por Jesús en la comunión eucarística, con la obra del Espíritu Santo alimenta el amor por Dios y por los hermanos y las hermanas que encontramos en el camino de cada día. Alimentados con el Cuerpo de Cristo, nosotros nos hacemos cada vez más y concretamente el Cuerpo místico de Cristo. Nos lo recuerda el apóstol Pablo: «La copa de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan» (1Co 10, 16-17). La Virgen María, que siempre ha estado unida a Jesús Pan de vida, nos ayude a redescubrir la belleza de la Eucaristía, a alimentarnos con fe, para vivir en comunión con Dios y con los hermanos.

Oración de los fieles
Jesús es el camino para llegar al Padre. Apoyados en su mediación oremos confiadamente.
- Por la Iglesia, para que aumente el número de los llamados a consagrar sus vidas al servicio de Dios y de los hermanos. Roguemos al Señor.
- Por los diáconos de la Iglesia, para que el Espíritu Santo los colme de fe y sabiduría y sean servidores fieles de la Palabra y de la caridad. Roguemos al Señor.
- Por los organismos internacionales que trabajan por solucionar el problema del hambre en el mundo, para que encuentren el apoyo y la colaboración de todos. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, que participamos en la eucaristía, para que vivamos también en comunión plena con todos los que creen en Jesucristo. Roguemos al Señor.
Escúchanos benigno, Señor y Dios nuestro. Atráenos hacia tu Hijo para que, en él, consigamos la vida eterna. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Oh, Dios, que nos haces partícipes de tu única y suprema divinidad por el admirable intercambio de este sacrificio, concédenos alcanzar en una vida santa la realidad que hemos conocido en ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Deus, qui nos, per huius sacrifícii veneránda commércia, uníus summaeque divinitátis partícipes effecísti, praesta, quaesumus, ut, sicut tuam cognóvimus veritátem, sic eam dignis móribus assequámur. Per Christum.

PREFACIO PASCUAL II
LA NUEVA VIDA EN CRISTO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca exaltarte en este tiempo glorioso en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Por él, los hijos de la luz amanecen a la vida eterna, y se abren a los fieles las puertas del reino de los cielos; porque en la muerte de Cristo nuestra muerte ha sido vencida, y en su gloriosa resurrección hemos resucitado todos.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:
Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre: Te quidem, Dómine, omni témpore confitéri, sed in hoc potíssimum gloriósius praedicáre, cum Pascha nostrum immolátus est Christus. Per quem in aetérnam vitam fílii lucis oriúntur, et regni caeléstis átria fidélibus reserántur.
Quia mors nostra est eius morte redémpta, et in eius resurrectióne vita ómnium resurréxit.
Quaprópter, profúsis paschálibus gáudiis, totus in orbe terrárum mundus exsúltat. Sed et supérnae virtútes atque angélicae potestátes hymnum glóriae tuae cóncinunt, sine fine dicéntes:
Santo, Santo, Santo...


Antífona de comunión 2 Cor 5, 15
Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos. Aleluya.
Pro ómnibus mórtuus est Christus, ut et qui vivunt iam non sibi vivant, sed ei qui pro ipsis mórtuus est et resurréxit, allelúia.

Oración después de la comunión
Asiste, Señor, a tu pueblo y haz que pasemos del antiguo pecado a la vida nueva los que hemos sido alimentados con los sacramentos del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Pópulo tuo, quaesumus, Dómine, adésto propítius, et, quem mystériis caeléstibus imbuísti, fac ad novitátem vitae de vetustáte transíre. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del día 6 de mayo
1. Conmemoración de san Lucio de Cirene, que en el libro de los Hechos de los Apóstoles es nombrado entre los profetas y doctores de la Iglesia de Antioquía. (s. I)
2. En Lambesa, de Numidia, actualmente Argelia, santos mártires Mariano, lector, y Jacobo, diácono. El primero, tras haber superado, por su fe en Cristo, diversas pruebas durantr la persecución desencadenada por Decio, fue detenido de nuevo junto con su querido compañero, y ambos, después de soportar crueles suplicios, fueron muertos a espada en compañía de otros muchos, confortados con la gracia de Dios. (c. 259)
3. En Milán, en la región italiana de Liguria, san Venerio, obispo, discípulo y diácono de san Ambrosio, que acudió en ayuda de los obispos africanos enviándoles clérigos, y favoreció a san Juan Crisóstomo en su destierro. (409)
4. En Roma, santa Benita, virgen y monja romana, de quien san Gregorio Magno cuenta que descansó en el Señor, tal como ella misma había pedido con insistencia, a los treinta días de la muerte de santa Gala, de la cual era amada más que cualquier otra. (s. VI)
5. En Lindisfarne, población de Northumbria, en Inglaterra, san Eadberto, obispo, sucesor de san Cutberto, que brilló por su conocimiento de las Escrituras, por su observancia de los preceptos divinos y, especialmente, por sus generosas limosnas. (698)
6. En Barcelona, en España, san Pedro Nolasco, presbítero, que, según la tradición, junto con san Ramón de Penyafort y el rey Jaime I de Aragón fundó la Orden de Nuestra Señora de la Merced, para la redención de los cautivos. Se entregó ardientemente, con trabajo y esfuerzo, a procurar la paz y a liberar del yugo de la esclavitud a los cristianos que habían caído cautivos de los infieles. (1258)
7*. En Montepulciano, en la región italiana de Toscana, beato Bartolomé Pucci-Franceschi, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, quien, impulsado por su amor a Dios, dejó a su mujer, hijos y riquezas, y se hizo pobre de Cristo. (1330)
8*. En Londres, en Inglaterra, beatos Eduardo Jones y Antonio Middleton, presbíteros y mártires, los cuales, en tiempo de la reina Isabel I, por su condición de sacerdotes fueron apresados ante su propia casa y después descuartizados a espada. (1590)
9*. En Quebec, en el dominio de Canadá, san Francisco de Montmorency-Laval, obispo, que estableció su sede episcopal en esta ciudad, y desde allí, durante casi cincuenta años, se dedicó con todas sus fuerzas a confirmar y acrecentar la Iglesia desde esta vasta región de América del Norte hasta el golfo de México. (1708) Canonizado 2014
10*. En la ciudad de El Cairo, en Egipto, beata María Catalina Troiani, virgen de la Tercera Orden Regular de San Francisco, que desde Italia fue enviada a ese país africano, donde fundó una nueva familia de Hermanas Franciscanas Misioneras. (1887)
11*. En Roma, beata Ana Rosa Gattorno, religiosa, que, siendo madre de familia, al quedar viuda lo dejó todo y se entregó por completo a Dios y al prójimo. Fundó la Congregación de Hijas de Santa Ana, Madre de María Inmaculada, donde brilló por la gran labor realizada a favor de los enfermos, los débiles y los niños desamparados, en cuyo rostro contemplaba a Cristo pobre. (1900)
12*. Cerca de Munich, en la región de Baviera, en Alemania, beatos Enrique Kaczorowski y Casimiro Gostynski, presbíteros y mártires, que durante la invasión de Polonia en tiempo de guerra fueron hechos prisioneros por los perseguidores de la dignidad humana y conducidos al campo de concentración de Dachau, donde, por su fe en Cristo, exhalaron el último suspiro en las cámaras de gas. (1942)

Papa Francisco, Discurso al Pontificio Colegio Mexicano (29-marzo-2021).

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LA COMUNIDAD DEL PONTIFICIO COLEGIO MEXICANO

Sala Clementina, Lunes, 29 de marzo de 2021

El vivo recuerdo de los encuentros que tuve con el santo Pueblo de Dios en mi visita apostólica a México en el ‘16, que en cierta manera se renueva cada año con la celebración de la Solemnidad de Nuestra Señora de Guadalupe aquí en la Basílica Vaticana, hoy me acompaña, y saludo a todos ustedes, que constituyen la comunidad del Colegio Mexicano. Agradezco al Padre Víctor Ulises Vásquez Moreno las palabras que me ha dirigido en nombre de los presentes. En ellas, pone de relieve algunos de los principales desafíos para la evangelización de México y de todo el continente americano, particularmente en medio de las dificultades que enfrentamos a causa de la pandemia. Y estos retos repercuten hondamente en el actual trayecto de formación permanente que ustedes están realizando aquí en Roma.

Los problemas actuales exigen de nosotros, sacerdotes, que nos configuremos con el Señor y la mirada de amor con la que Él nos contempla. Al conformar nuestra mirada con la suya, nuestra mirada se transforma en una mirada de ternura, de reconciliación y de fraternidad. Solamente contemplando al Señor podemos tener esto.

Y quisiera destacar estos tres rasgos. Ante todo, necesitamos tener la mirada de ternura con que nuestro Padre Dios ve las problemáticas que afligen a la sociedad: violencia, desigualdades sociales y económicas, polarización, corrupción y falta de esperanza, especialmente entre los más jóvenes. Nos sirve de ejemplo la Virgen María, que con ternura de madre refleja el amor entrañable de Dios que acoge a todos, sin distinciones. La configuración cada vez más profunda con el Buen Pastor suscita en cada sacerdote una verdadera compasión, tanto por las ovejas que le son confiadas como por aquellas que se encuentran extraviadas. Compasión. Ternura, compasión, falta una palabra, que con ternura y compasión forman el estilo de Dios: cercanía, compasión y ternura. Ese es el estilo de Dios. Y ese es el estilo de un sacerdote que lucha por ser fiel.

Y sólo dejándonos modelar por Él se intensifica nuestra caridad pastoral, donde nadie queda excluido de nuestra solicitud y oración. Además, esto nos impide recluirnos en casa, o en la oficina o en pasatiempos, y nos anima a salir al encuentro de la gente, a no quedarnos quietos. A no clericalizarnos. No se olviden que el clericalismo es una perversión.

En segundo lugar, necesitamos tener también una mirada de reconciliación. Las dificultades sociales por las que atravesamos, las enormes diferencias y la corrupción nos exigen una mirada que nos haga capaces de tejer los distintos hilos que se han debilitado o han sido cortados en la multicolor tilma de culturas que conforma el tejido social y religioso de vuestra nación, prestando atención, sobre todo, a aquellos descartados a causa de sus raíces indígenas o de su particular religiosidad popular. Los pastores estamos llamados a ayudar a recomponer relaciones respetuosas y constructivas entre personas, grupos humanos y culturas al interior de la sociedad, proponiendo a todos “dejarse reconciliar por Dios” (cf. 2 Co 5,20), comprometerse en el restablecimiento de la justicia.

Y por último, nuestro tiempo actual nos impele a tener una mirada de fraternidad. Los desafíos que enfrentamos son de una amplitud tal que abarcan el tejido social y la realidad globalizada e interconectada por las redes sociales y los medios de comunicación. Por ello, junto a Cristo Siervo y Pastor, hemos de ser capaces de tener una visión de conjunto y unidad, que nos impulse a crear fraternidad, que nos permita poner en evidencia los puntos de conexión e interacción en el seno de las culturas y en la comunidad eclesial. Una mirada que facilite la comunión y la participación fraterna; una mirada que anime y guíe a los fieles a ser respetuosos de nuestra casa común y constructores de un mundo nuevo, en colaboración con todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Y claro, para poder mirar así necesitamos la luz de la fe y la sabiduría de quien sabe “quitarse las sandalias” para contemplar el misterio de Dios y, desde esa óptica, leer los signos de los tiempos. Para ello es indispensable armonizar en la formación permanente las dimensiones académica, espiritual, humana y pastoral. Las cuatros armonizadas. Si uno se va de acá con un doctorado, porque solamente estudió una cosa, perdió el tiempo. “No, pero haré un doctorado…”. Perdiste el tiempo y tu corazón. Pues yo me pregunto: ¿cómo están entonces tu dimensión espiritual, tu dimensión humana, comunitaria y tu dimensión apostólica? Son cuatro dimensiones que se interactúan siempre, y si no se interactúan terminamos rengos en el mejor de los casos.

Y al mismo tiempo, necesitamos tomar conciencia de nuestras deficiencias personales y comunitarias, así como tomar conciencia de las negligencias y faltas que tenemos que corregir en nuestra vida personal, comunitaria, en el colegio, comunitaria en el presbiterio, en las diócesis. Estamos llamados a no subestimar las tentaciones mundanas que pueden llevarnos a un insuficiente conocimiento personal, a actitudes autorreferenciales, al consumismo y a las múltiples formas de evasión de nuestras responsabilidades.

Y siempre me impresionó que De Lubac termina su libro Meditación sobre la Iglesia, las tres últimas páginas, hablando de la mundanidad espiritual. Y tomando un texto de un benedictino antiguo, lo comenta, y dice más o menos así: La mundanidad espiritual, podemos decir la mundanidad pastoral, espiritual, o sea el modo de vivir espiritualmente mundano de un sacerdote, de un religioso, una religiosa, un laico, una laica, la mundanidad espiritual es el peor de los males que le puede suceder a la Iglesia. Literal. Peor aún que la época de los Papas concubinarios. Les sugiero que relean esas tres hojitas al final del libro. Por favor, cuídense de la mundanidad. Es la puerta de la corrupción.

Queridos hermanos y hermanas: teniendo en cuenta la necesidad de no distraer nuestra mirada de Cristo, el Siervo sufriente, les pido encarecidamente que no dejen de profundizar en las raíces de la fe que han recibido en sus distintas Iglesias particulares, y que provienen de un rico proceso de inculturación del Evangelio, del que es modelo Nuestra Señora de Guadalupe, cuya imagen veneran en la capilla del colegio. Ella nos recuerda el amor de elección de su Hijo Jesús al hacernos partícipes de su sacerdocio. Recurran con confianza a la Morenita, Madre de Dios y Madre nuestra, pídanle lo que necesiten, sabiendo que Ella nos tiene bajo su sombra y resguardo. Y no se le escapen, porque Ella los va a esperar por el otro camino. Sabe cómo hacerlo. Siempre está vigilante. Lleven la vida bien, transparente, vida de pecadores que saben levantarse a tiempo, que saben pedir ayuda y que sigan caminando aunque sea en silla de ruedas. Te tocó a vos ahora.

A la Virgen, a la Morenita, y a san José, que es modelo de participación en el misterio redentor con su servicio humilde y silencioso, y cuyo año estamos celebrando, les pedimos que cuiden a todo el Clero de México, a la comunidad de este Pontificio Colegio Mexicano. Que el Señor los bendiga. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí, que lo necesito, porque este trabajo no es nada fácil.

miércoles, 30 de marzo de 2022

Miércoles 4 mayo 2022, Miércoles de la III semana de Pascua, feria.

SOBRE LITURGIA

PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL

Patio de San Dámaso. Miércoles, 26 de mayo de 2021

Catequesis 35. La certeza de ser escuchados

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hay una contestación radical a la oración, que deriva de una observación que todos hacemos: nosotros rezamos, pedimos, sin embargo, a veces parece que nuestras oraciones no son escuchadas: lo que hemos pedido – para nosotros o para otros – no sucede. Nosotros tenemos esta experiencia, muchas veces. Si además el motivo por el que hemos rezado era noble (como puede ser la intercesión por la salud de un enfermo, o para que cese una guerra), el incumplimiento nos parece escandaloso. Por ejemplo, por las guerras: nosotros estamos rezando para que terminen las guerras, estas guerras en tantas partes del mundo, pensemos en Yemen, pensemos en Siria, países que están en guerra desde hace años, ¡años! Países atormentados por las guerras, nosotros rezamos y no terminan. ¿Pero cómo puede ser esto? «Hay quien deja de orar porque piensa que su oración no es escuchada» (Catecismo de la Iglesia Católica, n.2734) Pero si Dios es Padre, ¿por qué no nos escucha? Él que ha asegurado que da cosas buenas a los hijos que se lo piden (cfr. Mt 7,10), ¿por qué no responde a nuestras peticiones? Todos nosotros tenemos experiencia de esto: hemos rezado, rezado, por la enfermedad de este amigo, de este papá, de esta mamá y después se han ido, Dios no nos ha escuchado. Es una experiencia de todos nosotros.

El Catecismo nos ofrece una buena síntesis sobre la cuestión. Nos advierte del riesgo de no vivir una auténtica experiencia de fe, sino de transformar la relación con Dios en algo mágico. La oración no es una varita mágica: es un diálogo con el Señor. De hecho, cuando rezamos podemos caer en el riesgo de no ser nosotros quienes servimos a Dios, sino pretender que sea Él quien nos sirva a nosotros (cfr. n. 2735). He aquí, pues, una oración que siempre reclama, que quiere dirigir los sucesos según nuestro diseño, que no admite otros proyectos si no nuestros deseos. Jesús sin embargo tuvo una gran sabiduría poniendo en nuestros labios el “Padre nuestro”. Es una oración solo de peticiones, como sabemos, pero las primeras que pronunciamos están todas del lado de Dios. Piden que se cumpla no nuestro proyecto, sino su voluntad en relación con el mundo. Mejor dejar hacer a Él: «Sea santificado tu nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad» (Mt 6,9-10).

Y el apóstol Pablo nos recuerda que nosotros no sabemos ni siquiera qué sea conveniente pedir (cfr. Rm 8,26). Nosotros pedimos por nuestras necesidades, las cosas que nosotros queremos, “¿pero esto es más conveniente o no?”. Pablo nos dice: nosotros ni siquiera sabemos qué es conveniente pedir. Cuando rezamos debemos ser humildes: esta es la primera actitud para ir a rezar. Así como está la costumbre en muchos lugares que, para ir a rezar a la iglesia, las mujeres se ponen el velo o se toma el agua bendita para empezar a rezar, así debemos decirnos, antes de la oración, lo que sea más conveniente, que Dios me dé lo que sea más conveniente: Él sabe. Cuando rezamos tenemos que ser humildes, para que nuestras palabras sean efectivamente oraciones y no un vaniloquio que Dios rechaza. Se puede también rezar por motivos equivocados: por ejemplo, derrotar el enemigo en guerra, sin preguntarnos qué piensa Dios de esa guerra. Es fácil escribir en un estandarte “Dios está con nosotros”; muchos están ansiosos por asegurar que Dios está con ellos, pero pocos se preocupan por verificar si ellos están efectivamente con Dios. En la oración, es Dios quien nos debe convertir, no somos nosotros los que debemos convertir a Dios. Es la humildad. Yo voy a rezar pero Tú, Señor, convierte mi corazón para que pida lo que es conveniente, pida lo que sea mejor para mi salud espiritual.

Sin embargo, un escándalo permanece: cuando los hombres rezan con corazón sincero, cuando piden bienes que corresponden al Reino de Dios, cuando una madre reza por el hijo enfermo, ¿por qué a veces parece que Dios no escucha? Para responder a esta pregunta, es necesario meditar con calma los Evangelios. Los pasajes de la vida de Jesús están llenos de oraciones: muchas personas heridas en el cuerpo y en el espíritu le piden ser sanadas; está quien le pide por un amigo que ya no camina; hay padres y madres que le llevan hijos e hijas enfermos… Todas son oraciones impregnadas de sufrimiento. Es un coro inmenso que invoca: “¡Ten piedad de nosotros!”.

Vemos que a veces la respuesta de Jesús es inmediata, sin embargo, en otros casos esta se difiere en el tiempo: parece que Dios no responde. Pensemos en la mujer cananea que suplica a Jesús por la hija: esta mujer debe insistir mucho tiempo para ser escuchada (cfr. Mt 15,21-28). Tiene también la humildad de escuchar una palabra de Jesús que parece un poco ofensiva: no tenemos que tirar el pan a los perros, a los perritos. Pero a esta mujer no le importa la humillación: le importa la salud de la hija. Y va adelante: “Sí, también los perritos comen de lo que cae de la mesa”, y esto le gusta a Jesús. La valentía en la oración. O pensemos también en el paralítico llevado por sus cuatro amigos: inicialmente Jesús perdona sus pecados y tan solo en un segundo momento lo sana en el cuerpo (cfr. Mc 2,1-12). Por tanto, en alguna ocasión la solución del drama no es inmediata. También en nuestra vida, cada uno de nosotros tiene esta experiencia. Tenemos un poco de memoria: cuántas veces hemos pedido una gracia, un milagro, digámoslo así, y no ha sucedido nada. Después, con el tiempo, las cosas se han arreglado, pero según el modo de Dios, el modo divino, no según lo que nosotros queríamos en ese momento. El tiempo de Dios no es nuestro tiempo.

Desde este punto de vista, merece atención sobre todo la sanación de la hija de Jairo (cfr. Mc 5,21-33). Hay un padre que corre sin aliento: su hija está mal y por este motivo pide la ayuda de Jesús. El Maestro acepta enseguida, pero mientras van hacia la casa tiene lugar otra sanación, y después llega la noticia de que la niña está muerta. Parece el final, pero Jesús dice al padre: «No temas; solamente ten fe» (Mc 5,36). “Sigue teniendo fe”: porque la fe sostiene la oración. Y de hecho, Jesús despertará a esa niña del sueño de la muerte. Pero por un cierto tiempo, Jairo ha tenido que caminar a oscuras, con la única llama de la fe. ¡Señor, dame la fe! ¡Que mi fe crezca! Pedir esta gracia, de tener fe. Jesús, en el Evangelio, dice que la fe mueve montañas. Pero, tener la fe en serio. Jesús, delante de la fe de sus pobres, de sus hombres, cae vencido, siente una ternura especial, delante de esa fe. Y escucha.

También la oración que Jesús dirige al Padre en el Getsemaní parece permanecer sin ser escuchada: “Padre, si es posible, aleja de mí esto que me espera”. Parece que el Padre no lo ha escuchado. El Hijo tendrá que beber hasta el fondo el cáliz de la Pasión. Pero el Sábado Santo no es el capítulo final, porque al tercer día, es decir el domingo, está la resurrección. El mal es señor del penúltimo día: recordad bien esto. El mal nunca es un señor del último día, no: del penúltimo, el momento donde es más oscura la noche, precisamente antes de la aurora. Allí, en el penúltimo día está la tentación donde el mal nos hace entender que ha vencido: “¿has visto?, ¡he vencido yo!”. El mal es señor del penúltimo día: el último día está la resurrección. Pero el mal nunca es señor del último día: Dios es el Señor del último día. Porque ese pertenece solo a Dios, y es el día en el que se cumplirán todos los anhelos humanos de salvación. Aprendamos esta paciencia humilde de esperar la gracia del Señor, esperar el último día. Muchas veces, el penúltimo día es muy feo, porque los sufrimientos humanos son feos. Pero el Señor está y en el último día Él resuelve todo.

CALENDARIO

4 MIÉRCOLES DE LA III SEMANA DE PASCUA, feria

Misa
de feria (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Pf. Pasc.
LECC.: vol. II.
- Hch 8, 1b-8.
Iban de un lugar a otro anunciando la Buena Nueva de la Palabra.
- Sal 65. R. Aclamad al Señor, tierra entera.
- Jn 6, 35-40. Esta es la voluntad del Padre: que todo el que ve al Hijo tenga vida eterna.

Liturgia de las Horas: oficio de feria.

Martirologio: elogs. del 5 de mayo, pág. 293.
CALENDARIOS: Mínimos: San Francisco de Paula, ermitaño (S).
Brígidas: San Ricardo Reynolds, mártir (F).
Servitas: San Peregrín Laziosi, religioso (F).
Alcalá de Henáres, Almería, Getafe y Madrid: San José María Rubio, presbítero (MO). Jesuitas: (ML).
Ávila: San Atanasio, obispo y doctor (MO).
Carmelitas y Carmelitas Descalzos: Beatos Ángel María Prat Hostench, Lucas de San José Tristany Pujol, presbíteros, y compañeros, mártires (MO).
Barbastro-Monzón: Beato Ceferino Jiménez, mártir (ML).
Cartujos: Beatos Juan, Agustín y Roberto, mártires (ML).
Dominicos: Beata Emilia Bilchieri, virgen (ML).

TEXTOS MISA

Miércoles de la III Semana de Pascua.

Antífona de entrada Cf. Sal 70, 8. 23
Llena estaba mi boca de tu alabanza para poder cantar. Te aclamarán mis labios, Señor. Aleluya.
Repleátur os meum laude tua, ut possim cantáre; gaudébunt lábia mea, dum cantávero tibi, allelúia.

Oración colecta
Atiende, Señor, a tu familia y ayúdala como conviene, y concede participar en la resurrección de tu Unigénito a quienes has dado la gracia de la fe. Él, que vive y reina contigo.
Adésto, quaesumus, Dómine, famíliae tuae, et dignánter impénde, ut, quibus fídei grátiam contulísti, in resurrectióne Unigéniti tui portiónem largiáris aetérnam. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Miércoles de la III semana de Pascua (Lec. II).

PRIMERA LECTURA Hch 8, 1b-8
Iban de un lugar a otro anunciando la Buena Nueva de la Palabra
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

Aquel día, se desató una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén; todos, menos los apóstoles, se dispersaron por Judea y Samaría.
Unos hombres piadosos enterraron a Esteban e hicieron gran duelo por él.
Saulo, por su parte, se ensañaba con la Iglesia, penetrando en las casas y arrastrando a la cárcel a hombres y mujeres.
Los que habían sido dispersados iban de un lugar a otro anunciando la Buena Nueva de la Palabra. Felipe bajó a la ciudad de Samaría y les predicaba a Cristo. El gentío unánimemente escuchaba con atención lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo:
de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La ciudad se llenó de alegría.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 65, 1b-3a. 4-5. 6-7a (R.: 1b)
R. Aclamad al Señor, tierra entera.
Iubiláte Deo, omnis terra.
O bien: Aleluya.

V. Aclamad al Señor, tierra entera;
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: «¡Qué temibles son tus obras!».
R. Aclamad al Señor, tierra entera.
Iubiláte Deo, omnis terra.

V. «Que se postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre».
Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres.
R. Aclamad al Señor, tierra entera.
Iubiláte Deo, omnis terra.

V. Transformó el mar en tierra firme,
a pie atravesaron el río.
Alegrémonos en él,
que con su poder gobierna enteramente.
R. Aclamad al Señor, tierra entera.
Iubiláte Deo, omnis terra.

Aleluya Cf. Jn 6, 40
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Todo el que cree en el Hijo tiene vida eterna –dice el Señor–; y yo lo resucitaré en el último día. R.
Omnis qui credit in Fílium habet vitam ætérnam; et ego resuscitábo eum in novíssimo die, dicit Dóminus.

EVANGELIO Jn 6, 35-40
Ésta es la voluntad del Padre: que todo el que ve al Hijo tenga vida eterna
 Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis.
Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.
Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día.
Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

San Agustín, In Ioann. Evang., 25, 15 y 16.
¡Qué misterio hay aquí tan grande! (...). Yo he venido humilde, Yo he venido a enseñar la humildad; Yo soy el maestro de la humildad. El que viene a Mí, se incorpora a Mi; el que viene a Mí se hace humilde, y el que se adhiere a Mi será humilde, porque no hace su voluntad, sino la de Dios.

Oración de los fieles.
Jesús, el Señor, se ha hecho presente entre nosotros a través de su Palabra. Ahora se hace nuestro mediador ante el Padre. Oremos, pues, confiadamente.
- Para que la Iglesia difunda con valentía en todo el mundo el mensaje de Cristo. Roguemos al Señor.
- Para que todas las comunidades cristianas cuiden con esmero la educación en la fe de sus miembros. Roguemos al Señor.
- Para que los países pobres encuentren la ayuda necesaria en los países ricos. Roguemos al Señor.
- Para que todos los que participamos en la mesa del Señor realicemos en la vida lo que la eucaristía significa. Roguemos al Señor.
Escúchanos, Padre de bondad, para que todos los que creemos en Cristo tengamos la vida eterna y la resurrección gloriosa. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor

Oración sobre las ofrendas
Concédenos, Señor, alegrarnos siempre por estos misterios pascuales, y que la actualización continua de tu obra redentora sea para nosotros fuente de gozo incesante. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Concéde, quaesumus, Dómine, semper nos per haec mystéria paschália gratulári, ut contínua nostrae reparatiónis operátio perpétuae nobis fiat causa laetítiae. Per Christum.

PREFACIO PASCUAL III
CRISTO VIVO E INTERCESOR PERPETUO EN FAVOR NUESTRO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca exaltarte en este tiempo glorioso en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él no cesa de ofrecerse por nosotros, intercediendo continuamente ante ti; inmolado, ya no vuelve a morir; sacrificado, vive para siempre.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles,
cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:
Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre: Te quidem, Dómine, omni témpore confitéri, sed in hoc potíssimum gloriósius praedicáre, cum Pascha nostrum immolátus est Christus.
Qui se pro nobis offérre non désinit, nosque apud te perénni advocatióne deféndit; qui immolátus iam non móritur, sed semper vivit occísus. Quaprópter, profúsis paschálibus gáudiis, totus in orbe terrárum mundus exsúltat. Sed et supérnae virtútes atque angélicae potestátes hymnum glóriae tuae cóncinunt, sine fine dicéntes:
Santo, Santo, Santo...


Antífona de comunión
Ha resucitado el Señor e ilumina a los que hemos sido redimidos con su sangre. Aleluya.
Surréxit Dóminus et illúxit nobis, quos redémit sánguine suo, allelúia.

Oración después de la comunión
Escucha, Señor, nuestras oraciones para que el santo intercambio de nuestra redención nos sostenga durante la vida presente y nos dé las alegrías eternas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Exáudi, Dómine, preces nostras, ut redemptiónis nostrae sacrosáncta commércia et vitae nobis cónferant praeséntis auxílium et gáudia sempitérna concílient. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del día 5 de mayo
1. En Auxerre, en la Galia Lugdunense, hoy Francia, san Joviniano, lector y mártir. (s. III)
2. En Alejandría de Egipto, san Eutimio, diácono y mártir. (c. 305)
3. Conmemoración de san Máximo, obispo de Jerusalén, que fue condenado por el césar Maximino Daya a trabajos forzados en las minas, después de haberle arrancado un ojo y quemado un pie con hierros candentes. Alcanzada la libertad, pudo marchar de allí y fue nombrado obispo de la Iglesia de Jerusalén, en donde, con el prestigio de su gloriosa confesión, descansó en paz. (c. 350)
4*. En Tréveris, en la Galia Bélgica, actualmente Alemania, san Britón, obispo, quien defendió a su grey de los errores del priscilianismo, aunque junto con san Ambrosio, obispo de Milán, y san Martín, obispo de Tours, trató en vano de detener la violencia de quienes reclamaban la ejecución de Prisciliano y de sus seguidores. (386)
5. En Arlés, en la región de Provenza, en la Francia actual, san Hilario, obispo, que, después de llevar vida eremítica en Lérins, fue promovido, muy a su pesar, al episcopado, en donde trabajando con sus propias manos, vistiendo una sola túnica tanto en verano como en invierno, y viajando a pie, manifestó a todos su amor a la pobreza. Entregado a la oración, los ayunos y las vigilias, y perseverando en una predicación continua, mostró la misericordia de Dios a los pecadores, acogió a los huérfanos y no dudó en destinar para la redención de los cautivos todos los objetos de plata que se conservaban en la basílica de la ciudad. (449)
6. En Vienne, en la Galia Lugdunense, de nuevo en Francia, san Nicecio, obispo. (s. V)
7. En Milán, ciudad de la región italiana de Liguria, san Geroncio, obispo. (c. 472)
8*. En Marchiennes, en la Galia Bélgica, hoy Francia, san Mauronto, abad y diácono, que fue discípulo de san Amando. (702)
9. En Limoges, población de Aquitania, también en la actual Francia, san Sacerdote, obispo, que primero fue monje y abad, y más tarde designado obispo, si bien al final de su vida quiso volver de nuevo a la vida monástica. (s. VIII)
10. En Hildesheim, en el territorio de Sajonia, en Alemania, san Gotardo, obispo, que, primero abad del monasterio de Niederaltaich, visitó y renovó otros monasterios, y al morir san Bernardo le sucedió en la sede episcopal, donde promovió la vida cristiana de su Iglesia, restableció en el clero la disciplina regular y abrió diversas escuelas. (1038)
11*. En Calabria, en Italia, san León, eremita, que, entregado a la oración y a las obras de beneficencia en favor de los pobres, murió en el monasterio de Africo, cercano a la ciudad de Reggio, cenobio que él mismo había fundado. (c. s. XIII)
12*. En Vençay, cerca de Tours, en Francia, san Avertino, diácono, que acompañó a santo Tomás Becket al destierro, y a la muerte de éste volvió a dicho lugar, donde vivió como eremita. (1189)
13. En Licata, en la isla de Sicilia, en Italia, santo Ángel, presbítero carmelita y mártir. (1225)
14*. En Recanati, en el Piceno, hoy región italiana de Las Marcas, beato Bienvenido Mareni, religioso de la Orden de los Hermanos Menores. (1289)
15*. En Nápoles, en la región de Campania, también en Italia, san Nuncio Sulpricio, quien, después de haber quedado huérfano, con una pierna infectada por la caries y el cuerpo exhausto, soportó sus sufrimientos con ánimo sereno y alegre. Dispuesto siempre a ayudar a todos, y pobre entre los pobres, consoló en gran manera a los demás enfermos y alivió sus miserias. (1836) Canonizado 2018
16*. En Somasca, cerca de Bérgamo, nuevamente en Italia, beata Catalina Cittadini, virgen, que, privada de sus padres desde la más tierna edad, llegó a ser una paciente y competente maestra, que cuidó con esmero una institución dedicada a la educación cristiana de niñas pobres, y con esta misma finalidad, fundó el Instituto de las Hermanas Ursulinas de Somasca. (1857)
17*. En Dresde, en Alemania, beato Gregorio Frackowiak, religioso de la Sociedad del Verbo Divino y mártir, el cual, encarcelado en tiempo de guerra, después de sufrir por Cristo fue degollado por los enemigos de la fe. (1943)

martes, 29 de marzo de 2022

Martes 3 mayo 2922, Santos Felipe y Santiago, apóstoles, fiesta.

SOBRE LITURGIA

PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL

Patio de San Dámaso. Miércoles, 19 de mayo de 2021

Catequesis 34. Distracciones, sequedad, acedia

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Siguiendo las líneas del Catecismo, en esta catequesis nos referimos a la experiencia vivida de la oración, tratando de mostrar algunas dificultades muy comunes, que deben ser identificadas y superadas. Rezar no es fácil: hay muchas dificultades que vienen en la oración. Es necesario conocerlas, identificarlas y superarlas.

El primer problema que se presenta a quien reza es la distracción (cfr. CIC, 2729). Tú empiezas a rezar y después la mente da vueltas, da vueltas por todo el mundo; tu corazón está ahí, la mente está ahí… la distracción de la oración. La oración convive a menudo con la distracción. De hecho, a la mente humana le cuesta detenerse durante mucho tiempo en un solo pensamiento. Todos experimentamos este continuo remolino de imágenes y de ilusiones en perenne movimiento, que nos acompaña incluso durante el sueño. Y todos sabemos que no es bueno dar seguimiento a esta inclinación desordenada.

La lucha por conquistar y mantener la concentración no se refiere solo a la oración. Si no se alcanza un grado de concentración suficiente no se puede estudiar con provecho y tampoco se puede trabajar bien. Los atletas saben que las competiciones no se ganan solo con el entrenamiento físico sino también con la disciplina mental: sobre todo con la capacidad de estar concentrados y de mantener despierta la atención.

Las distracciones no son culpables, pero deben ser combatidas. En el patrimonio de nuestra fe hay una virtud que a menudo se olvida, pero que está muy presente en el Evangelio. Se llama “vigilancia”. Y Jesús lo dice mucho: “Vigilad. Rezad”. El Catecismo la cita explícitamente en su instrucción sobre la oración (cfr. n. 2730). A menudo Jesús recuerda a los discípulos el deber de una vida sobria, guiada por el pensamiento de que antes o después Él volverá, como un novio de la boda o un amo de un viaje. Pero no conociendo el día y ni la hora de su regreso, todos los minutos de nuestra vida son preciosos y no se deben perder con distracciones. En un instante que no conocemos resonará la voz de nuestro Señor: en ese día, bienaventurados los siervos que Él encuentre laboriosos, aún concentrados en lo que realmente importa. No se han dispersado siguiendo todas las atracciones que les venían a la mente, sino que han tratado de caminar por el camino correcto, haciendo el bien y haciendo el proprio trabajo. Esta es la distracción: que la imaginación da vueltas, vueltas, vueltas… Santa Teresa llamaba a esta imaginación que da vueltas, vueltas en la oración, “la loca de la casa”: es una como una loca que te hace dar vueltas, vueltas… Tenemos que pararla y enjaularla, con la atención

Un discurso diferente se merece el tiempo de la aridez. El Catecismo lo describe de esta manera: «El corazón está desprendido, sin gusto por los pensamientos, recuerdos y sentimientos, incluso espirituales. Es el momento en que la fe es más pura, la fe que se mantiene firme junto a Jesús en su agonía y en el sepulcro» (n. 2731). La aridez nos hace pensar en el Viernes Santo, en la noche y el Sábado Santo, todo el día: Jesús no está, está en la tumba; Jesús está muerto: estamos solos. Y este es el pensamiento-madre de la aridez. A menudo no sabemos cuáles son las razones de la aridez: puede depender de nosotros mismos, pero también de Dios, que permite ciertas situaciones de la vida exterior o interior. O, a veces, puede ser un dolor de cabeza o un dolor de hígado que te impide entrar en la oración. A menudo no sabemos bien la razón. Los maestros espirituales describen la experiencia de la fe como un continuo alternarse de tiempos de consolación y de desolación; momentos en los que todo es fácil, mientras que otros están marcados por una gran pesadez. Muchas veces, cuando encontramos un amigo, decimos. “¿Cómo estás?” – “Hoy estoy decaído”. Muchas veces estamos “decaídos”, es decir no tenemos sentimientos, no tenemos consolaciones, no podemos más. Son esos días grises... ¡y los hay, muchos, en la vida! Pero el peligro está en tener el corazón gris: cuando este “estar decaído” llega al corazón y lo enferma… y hay gente que vive con el corazón gris. Esto es terrible: ¡no se puede rezar, no se puede sentir la consolación con el corazón gris! O no se puede llevar adelante una aridez espiritual con el corazón gris. El corazón debe estar abierto y luminoso, para que entre la luz del Señor. Y si no entra, es necesario esperarla con esperanza. Pero no cerrarla en el gris.

Después, algo diferente es la acedia, otro defecto, otro vicio, que es una auténtica tentación contra la oración y, más en general, contra la vida cristiana. La acedia es «una forma de aspereza o de desabrimiento debidos a la pereza, al relajamiento de la ascesis, al descuido de la vigilancia, a la negligencia del corazón» (CIC, 2733). Es uno de los siete “pecados capitales” porque, alimentado por la presunción, puede conducir a la muerte del alma.

¿Qué hacer entonces en esta sucesión de entusiasmos y abatimientos? Se debe aprender a caminar siempre. El verdadero progreso de la vida espiritual no consiste en multiplicar los éxtasis, sino en el ser capaces de perseverar en tiempos difíciles: camina, camina, camina… Y si estás cansado, detente un poco y vuelve a caminar. Pero con perseverancia. Recordemos la parábola de san Francisco sobre la perfecta leticia: no es en las infinitas fortunas llovidas del Cielo donde se mide la habilidad de un fraile, sino en caminar con constancia, incluso cuando no se es reconocido, incluso cuando se es maltratado, incluso cuando todo ha perdido el sabor de los comienzos. Todos los santos han pasado por este “valle oscuro” y no nos escandalicemos si, leyendo sus diarios, escuchamos el relato de noches de oración apática, vivida sin gusto. Es necesario aprender a decir: “También si Tú, Dios mío, parece que haces de todo para que yo deje de creer en Ti, yo sin embargo sigo rezándote”. ¡Los creyentes no apagan nunca la oración! Esta a veces puede parecerse a la de Job, el cual no acepta que Dios lo trate injustamente, protesta y lo llama a juicio. Pero, muchas veces, también protestar delante de Dios es una forma de rezar o, como decía esa viejecita, “enfadarse con Dios es una forma de rezar, también”, porque muchas veces el hijo se enfada con el padre: es una forma de relación con el padre; porque lo reconoce “padre”, se enfada…

Y también nosotros, que somos mucho menos santos y pacientes que Job, sabemos que finalmente, al concluir este tiempo de desolación, en el que hemos elevado al Cielo gritos mudos y muchos “¿por qué?”, Dios nos responderá. No olvidar la oración del “¿por qué?”: es la oración que hacen los niños cuando empiezan a no entender las cosas y los psicólogos la llaman “la edad del por qué”, porque el niño pregunta al padre: “Papá, ¿por qué…? Papá, ¿por qué…? Papá, ¿por qué…?” Pero estemos atentos: el niño no escucha la respuesta del padre. El padre empieza a responder y el niño llega con otro por qué. Solamente quiere atraer sobre sí la mirada del padre; y cuando nosotros nos enfadamos un poco con Dios y empezamos a decir por qué, estamos atrayendo el corazón de nuestro Padre hacia nuestra miseria, hacia nuestra dificultad, hacia nuestra vida. Pero sí, tened la valentía de decir a Dios: “Pero ¿por qué…?” Porque a veces, enfadarse un poco hace bien, porque nos hace despertar esta relación de hijo a Padre, de hija a Padre, que nosotros debemos tener con Dios. Y también nuestras expresiones más duras y más amargas, Él las recogerá con el amor de un padre, y las considerará como un acto de fe, como una oración.

CALENDARIO

3 MARTES. SANTOS FELIPE y SANTIAGO, apóstoles, fiesta 

Fiesta de san Felipe y Santiago, apóstoles. Felipe, que, al igual que Pedro y Andrés, había nacido en Betsaida, era discípulo de Juan Bautista y fue llamado por el Señor para que le siguiera. Por su parte, Santiago, de sobrenombre «Justo», hijo de Alfeo y considerado en occidente como el pariente del Señor, fue el primero que rigió la Iglesia de Jerusalén. Al suscitarse la controversia sobre la circuncisión, se apartó hacia el criterio de Pedro, a fin de que no se impusiese a los discípulos venidos de la gentilidad aquel antiguo yugo. Muy pronto coronó su apostolado con el martirio (elog. del Martirologio Romano).

Misa de la fiesta (rojo). 
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Pf. Apóstoles, conveniente PE I. No se puede decir la PE IV. 
LECC.: vol. IV. 
- 1 Cor 15, 1-8. El Señor se apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles. 
- Sal 18. R. A toda la tierra alcanza su pregón. 
- Jn 14, 6-14. Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces? Continúa en la página siguiente.

* Hoy no se permiten las misas de difuntos, excepto la exequial. 

Liturgia de las Horas: oficio de la fiesta. Te Deum. 

Martirologio: elogs. del 4 de mayo, pág. 291. 
CALENDARIOS: Hermanas Hospitalarias de la Santa Cruz: La Santa Cruz (S). Granada: (F).

TEXTOS MISA

3 de mayo
SANTOS FELIPE Y SANTIAGO, APÓSTOLES
Fiesta

Antífona de entrada
Estos son los varones santos a quienes eligió el Señor amorosamente y les dio la gloria eterna. Aleluya.
Isti sunt viri sancti, quos elégit Dóminus in caritáte non ficta, et dedit illis glóriam sempitérnam, allelúia.

Monición de entrada
Celebramos hoy la fiesta de los santos apóstoles Felipe y Santiago. Felipe ere natural de Betsaida al igual que Pedro y Andrés; fue discípulo de Juan Bautista y el Señor lo llamó para que lo siguiera. Ignoramos las circunstancias de su misión apostólica y su muerte en Cristo. Santiago, apellidado «el Menor», hijo de Alfeo, considerado en Occidente como el pariente del Señor, fue el primero que rigió la Iglesia de Jerusalén. Muy pronto recibió la corona del martirio en la misma ciudad.

Se dice Gloria.

Oración colecta
Oh, Dios, que nos alegras todos los años con la fiesta de los apóstoles Felipe y Santiago, concédenos, por su intercesión, participar en la pasión y resurrección de tu Unigénito, para que merezcamos llegar a contemplarte eternamente. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui nos ánnua apostolórum Philíppi et Iacóbi festivitáte laetíficas, da nobis, ipsórum précibus, in Unigéniti tui passióne et resurrectióne consórtium, ut ad perpétuam tui visiónem perveníre mereámur. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas de la Fiesta de San Felipe y Santiago, apóstoles (Lec. IV).

PRIMERA LECTURA 1 Co 15, 1-8
El Señor se le apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os anuncié y que vosotros aceptasteis, en el que además estáis fundados, y que os está salvando, si os mantenéis en la palabra que os anunciamos; de lo contrario, creísteis en vano.
Porque yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se le apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales viven todavía, otros han muerto; después se le apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles; por último, como a un aborto, se me apareció también a mí.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 18, 2-3. 4-5b (R.: 5a)
R. A toda la tierra alcanza su pregón.
In omnem terram exívit sonus eórum.
O bien: Aleluya.

V. El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.
R. A toda la tierra alcanza su pregón.
In omnem terram exívit sonus eórum.

V. Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón,
y hasta los límites del orbe su lenguaje.
R. A toda la tierra alcanza su pregón.
In omnem terram exívit sonus eórum.

Aleluya Jn 14, 6b. 9c
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Yo soy el camino y la verdad y la vida –dice el Señor–; Felipe, quien me ha visto a mí ha visto al Padre. R.
Ego sum via, véritas et vita, dicit Dóminus; Philíppe, qui videt me, videt et Patrem.

EVANGELIO Jn 14, 6-14
Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces?
 Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, dijo Jesús a Tomás:
«Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí».
«Si me conocéis a mi, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.»
Felipe le dice:
«Señor, muéstranos al Padre y nos basta.»
Jesús le replica:
«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Del Catecismo de la Iglesia Católica
2614 Cuando Jesús confía abiertamente a sus discípulos el misterio de la oración al Padre, les desvela lo que deberá ser su oración, y la nuestra, cuando haya vuelto, con su humanidad glorificada, al lado del Padre. Lo que es nuevo ahora es "pedir en su Nombre" (Jn 14, 13). La fe en El introduce a los discípulos en el conocimiento del Padre porque Jesús es "el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14, 6). La fe da su fruto en el amor: guardar su Palabra, sus mandamientos, permanecer con El en el Padre que nos ama en El hasta permanecer en nosotros. En esta nueva Alianza, la certeza de ser escuchados en nuestras peticiones se funda en la oración de Jesús (cf Jn 14, 13-14).

Oración de los fieles
Oremos a Dios Padre, por Jesucristo su Hijo, su Enviado, que eligió a san Felipe y Santiago, para ser apóstoles suyos.
- Por la Iglesia, fundada sobre el cimiento de los apóstoles: para que observe con fidelidad el mensaje y la doctrina que de ellos ha recibido. Roguemos al Señor.
- Por los obispos en comunión con el papa, sucesores del colegio apostólico: para que sepan ser, con su magisterio y su testimonio intérpretes veraces del Evangelio. Roguemos al Señor.
- Por todos los que en la Iglesia han recibido el encargo de predicar la Palabra de Dios: para que transmitan en el lenguaje apropiado la tradición viva que los apóstoles nos entregaron. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, aquí reunidos: para que vivamos la apostolicidad de la Iglesia, sintiéndonos en comunión con la Iglesia universal. Roguemos al Señor.
Escucha, Señor, nuestras súplicas en la fiesta de san Felipe y Santiago, que hacen suya nuestra plegaria e interceden ante ti. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Recibe, Señor, las ofrendas que te presentamos en la fiesta de tus santos apóstoles Felipe y Santiago, y concédenos practicar una religión pura y sincera. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Súscipe, Dómine, múnera quae pro apostolórum Philíppi et Iacóbi festivitáte deférimus, et immaculátam nobis religiónem mundámque largíre. Per Christum.

PREFACIO I DE LOS APÓSTOLES
Los Apóstoles, pastores del pueblo de Dios.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque tú, Pastor eterno, no abandonas nunca a tu rebaño, sino que por medio de los santos apóstoles lo proteges y conservas, y quieres que tenga siempre por guías a los mismos pastores a quienes tu Hijo estableció como enviados suyos.
Por eso, con los ángeles y arcángeles, tronos y dominaciones, y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus:
Qui gregem tuum, Pastor aetérne, non déseris, sed per beátos Apóstolos contínua protectióne custódis, ut iísdem rectóribus gubernétur, quos Fílii tui vicários eídem contulísti praeésse pastóres.
Et ídeo cum Angelis et Archángelis, cum Thronis et Dominatiónibus, cumque omni milítia caeléstis exércitus, hymnum glóriae tuae cánimus, sine fine dicéntes:
R. Santo, Santo, Santo...


Antífona de comunión Jn 14, 8-9
Señor, muéstranos al Padre y nos basta. Felipe, quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. Aleluya.
Dómine, osténde nobis Patrem, et súfficit nobis. Philíppe, qui videt me, videt et Patrem meum, allelúia.

Oración después de la comunión
Señor, dígnate purificar nuestros corazones por estos dones santos que hemos recibido, y haz que, contemplándote en tu Hijo, con los apóstoles Felipe y Santiago, merezcamos poseer la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Purífica, quaesumus, Dómine, mentes nostras per haec sancta quae súmpsimus, ut, cum apóstolis Philíppo et Iacóbo te in Fílio contemplántes, vitam habére mereámur aetérnam. Per Christum.

Se puede utilizar la bendición solemne de los Apóstoles.
Dios que os ha edificado sobre el cimiento de los apóstoles, por la intercesión gloriosa de los santos apóstoles N. y N., os llene de sus bendiciones.
Deus, qui vos in apostólicis tríbuit consístere fundaméntis, benedícere vobis dignétur beatórum Apostolórum N. et N. méritis intercedéntibus gloriósis.
R. Amén.
Quien os ha enriquecido con la palabra y el ejemplo de los apóstoles os conceda su ayuda para que seáis testigos de la verdad ante el mundo.
Et apostólicis praesídiis vos pro cunctis fáciat testes veritátis, qui vos eórum munerári documéntis vóluit et exémplis.
R. Amén.
Para que así obtengáis la heredad del reino eterno, por la intercesión de los apóstoles, por cuya palabra os mantenéis firmes en la fe.
Ut eórum intercessióne ad aetérnae pátriae hereditátem perveníre possítis, per quorum doctrínam fídei firmitátem possidétis.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo  y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
Et benedíctio Dei omnipoténtis, Patris, et Fílii,  et Spíritus Sancti, descéndat super vos et máneat semper.
R. Amén.

MARTIROLOGIO

Elogios del día 4 de mayo

1. En Cirta, población de Numidia, hoy Argelia, conmemoración de los santos mártires Agapio y Secundino, obispos, los cuales, después de un prolongado destierro en dicha ciudad, llegaron a ser mártires gloriosos a causa de su condición episcopal durante la persecución bajo el emperador Valeriano, en la que se pretendía suscitar el furor de los gentiles para poner a prueba la fe de los justos. Fueron también martirizados con ellos san Emiliano, soldado, santas Tertula y Antonia, vírgenes consagradas a Dios, y una mujer con sus hijos gemelos. (258/259)
2. En Nicea, en Bitinia, Turquía actualmente, santa Antonina, mártir, que fue cruelmente torturada y atormentada con distintos suplicios, luego estuvo tres días colgada y después encarcelada durante dos años. Por último, bajo el gobernador Prisciliano y por la confesión de su fe en Cristo, fue quemada viva. (s. III/IV)
3. En Lorch, en la región de Nórico, Alemania en la actualidad, cerca del Danubio, san Florián, mártir, que durante la persecución bajo Diocleciano, y por orden del gobernador Aquilino, fue arrojado desde el puente al río Enns con una piedra atada al cuello. (304)
4. En las minas de Fennes, en Palestina, donde estaban condenados, san Silvano, obispo de Gaza, y treinta y nueve compañeros, mártires, todos ellos coronados con el suplicio durante la misma persecución, al ser decapitados por orden del césar Maximino Daya. (c. 304)
5*. En Varsovia, en Polonia, beato Ladislao de Gielniow, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que predicaba con fervor extraordinario la Pasión del Señor y la celebraba con piadosos himnos. (1505)
6*. En Londres, en Inglaterra, santos Juan Houghton, Roberto Lawrence y Agustín Webster, presbíteros y mártires, priores respectivamente de las cartujas de Londres, Beauvalle y Axholme, y san Ricardo Reynolds, de la Orden de Santa Brígida, todos los cuales, durante el reinado de Enrique VIII, y después de haber profesado valerosamente la fe de los Padres, fueron arrastrados vivos hasta el lugar de su suplicio en Tyburn, donde perecieron ahorcados juntamente con Juan Haile, presbítero, párroco de la cercana localidad de Isleworth. (1535)
7*. En Tréveris, en Alemania, beato Juan Martín Moyë, presbítero de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París, que en la localidad de Lorena, en Francia, fundó el Instituto de Hermanas de la Divina Providencia, y en China reunió en régimen de vida común a unas vírgenes dedicadas a la enseñanza. Se mostró siempre inflamado por el celo de las almas, aún después de verse obligado a abandonar su patria durante la Revolución Francesa. (1793)
- Beato Tomasso Acerbis da Olera (1563- Innsbruck, Austria 1631). Religioso de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos. Destacó como predicador, consejero espiritual y por su humildad y caridad.
- Beato Michal Giedrojc (c. 1420- Cracovia, Polonia 1485). Lituano de nacimiento. Religioso de la Orden de canónigos regulares de San Agustín.
- Beata Edvige Carboni (1880- Roma 1952). Virgen, laica, mística, perteneció a la Tercera orden Franciscana.
- Beato Victor Emilio Moscoso Cárdenas (1846- Riobamba, Ecuador 1897). Sacerdote de la Compañía de Jesús y mártir en un clima de persecución contra la Iglesia católica.
- Beata Sandra Sabattini (1961- Bolonia, Italia 1984), fue una estudiante de medicina italiana, con el deseo de formar parte de las misiones médicas en África para trabajar junto a los pobres y enfermos. Vivió un noviazgo ejemplar. Murió atropellada por un coche.

domingo, 27 de marzo de 2022

Lunes 2 mayo 2022, San Atanasio, obispo y doctor de la Iglesia, memoria obligatoria.

SOBRE LITURGIA

PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL

Patio de San Dámaso. Miércoles, 12 de mayo de 2021

Catequesis 33. El combate de la oración

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Estoy contento de retomar este encuentro cara a cara, porque os digo algo: no es bonito hablar delante de la nada, de una cámara. No es bonito. Y ahora, después de tantos meses, gracias a la valentía de monseñor Sapienza —que ha dicho: “¡No, lo hacemos allí!”— estamos aquí reunidos. ¡Es bueno monseñor Sapienza! Y encontrar la gente, y encontraros a vosotros, cada uno con su propia historia, gente que viene de todas las partes, de Italia, de Estados Unidos, de Colombia, después ese pequeño equipo de fútbol de cuarto hermanos suizos —creo— que están allí… cuatro. Falta la hermana, esperemos que llegue… Y veros a cada uno de vosotros a mí me alegra, porque somos todos hermanos en el Señor y mirarnos nos ayuda a rezar el uno por el otro. También la gente que está lejos pero siempre se hace cercana. La hermana sor Geneviève, que no puede faltar, que viene del Lunapark, gente que trabaja: son muchos y están aquí todos. Gracias por vuestra presencia y vuestra visita. Llevad el mensaje del Papa a todos. El mensaje del Papa es que yo rezo por todos, y pido rezar por mí unidos en la oración.

Y hablando de la oración, la oración cristiana, como toda la vida cristiana, no es “como dar un paseo”. Ninguno de los grandes orantes que encontramos en la Biblia y en la historia de la Iglesia ha tenido una oración “cómoda”. Sí, se puede rezar como los loros —bla, bla, bla, bla, bla— pero esto no es oración. La oración ciertamente dona una gran paz, pero a través de un combate interior, a veces duro, que puede acompañar también periodos largos de la vida. Rezar no es algo fácil y por eso nosotros escapamos de la oración. Cada vez que queremos hacerlo, enseguida nos vienen a la mente muchas otras actividades, que en ese momento parecen más importantes y más urgentes. Esto me sucede también a mí: voy a rezar un poco… Y no, debo hacer esto y lo otro… Nosotros huimos de la oración, no sé por qué, pero es así. Casi siempre, después de haber pospuesto la oración, nos damos cuenta de que esas cosas no eran en absoluto esenciales, y que quizá hemos perdido el tiempo. El Enemigo nos engaña así.

Todos los hombres y las mujeres de Dios mencionan no solamente la alegría de la oración, sino también la molestia y la fatiga que puede causar: en algunos momentos es una dura lucha mantener la fe en los tiempos y en las formas de la oración. Algún santo la ha llevado adelante durante años sin sentir ningún gusto, sin percibir la utilidad. El silencio, la oración, la concentración son ejercicios difíciles, y alguna vez la naturaleza humana se rebela. Preferiríamos estar en cualquier otra parte del mundo, pero no ahí, en ese banco de la iglesia rezando. Quien quiere rezar debe recordar que la fe no es fácil, y alguna vez procede en una oscuridad casi total, sin puntos de referencia. Hay momentos de la vida de fe que son oscuros y por esto algún santo los llama: “La noche oscura”, porque no se siente nada. Pero yo sigo rezando.

El Catecismo enumera una larga serie de enemigos de la oración, los que hacen difícil rezar, que ponen dificultades (cfr. nn. 2726-2728). Algunos dudan de que esta pueda alcanzar verdaderamente al Omnipotente: ¿pero por qué está Dios en silencio? Si Dios es Omnipotente, podría decir dos palabras y terminar la historia. Ante lo inaprensible de lo divino, otros sospechan que la oración sea una mera operación psicológica; algo que quizá es útil, pero no verdadera ni necesaria: y se podría incluso ser practicantes sin ser creyentes. Y así sucesivamente, muchas explicaciones.

Los peores enemigos de la oración están dentro de nosotros. El Catecismo los llama así: «desaliento ante la sequedad, tristeza de no entregarnos totalmente al Señor, porque tenemos “muchos bienes”, decepción por no ser escuchados según nuestra propia voluntad; herida de nuestro orgullo que se endurece en nuestra indignidad de pecadores, difícil aceptación de la gratuidad de la oración, etc.» (n. 2728). Se trata claramente de una lista resumida, que podría ser ampliada.

¿Qué hacer en el tiempo de la tentación, cuando todo parece vacilar? Si exploramos la historia de la espiritualidad, notamos enseguida cómo los maestros del alma tenían bien clara la situación que hemos descrito. Para superarla, cada uno de ellos ofreció alguna contribución: una palabra de sabiduría, o una sugerencia para afrontar los tiempos llenos de dificultad. No se trata de teorías elaboradas en la mesa, no, sino consejos nacidos de la experiencia, que muestran la importancia de resistir y de perseverar en la oración.

Sería interesante repasar al menos algunos de estos consejos, porque cada uno merece ser profundizado. Por ejemplo, los Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola son un libro de gran sabiduría, que enseña a poner en orden la propia vida. Hace entender que la vocación cristiana es militancia, es decisión de estar bajo la bandera de Jesucristo y no bajo la del diablo, tratando de hacer el bien también cuando se vuelve difícil.

En los tiempos de prueba está bien recordar que no estamos solos, que alguien vela a nuestro lado y nos protege. También San Antonio abad, el fundador del monacato cristiano, en Egipto, afrontó momentos terribles, en los que la oración se transformaba en dura lucha. Su biógrafo San Atanasio, obispo de Alejandría, narra que uno de los peores episodios le sucedió al Santo ermitaño en torno a los treinta y cinco años, mediana edad que para muchos conlleva una crisis. Antonio fue turbado por esa prueba, pero resistió. Cuando finalmente volvió a la serenidad, se dirigió a su Señor con un tono casi de reproche: «¿Dónde estabas? ¿Por qué no viniste enseguida a poner fin a mis sufrimientos?». Y Jesús respondió: «Antonio, yo estaba allí. Pero esperaba verte combatir» (Vida de Antonio, 10).

Combatir en la oración. Y muchas veces la oración es un combate. Me viene a la memoria una cosa que viví de cerca, cuando estaba en la otra diócesis. Había una pareja que tenía una hija de nueve años, con una enfermedad que los médicos no sabían lo que era. Y al final, en el hospital, el médico dijo a la madre: “Señora, llame a su marido”. Y el marido estaba en el trabajo; eran obreros, trabajando todos los días. Y dijo al padre: “La niña no pasará de esta noche. Es una infección, no podemos hacer nada”. Ese hombre, quizá no iba todos los domingos a misa, pero tenía una fe grande. Salió llorando, dejó a la mujer allí con la niña en el hospital, tomó el tren e hizo los setenta kilómetros de distancia hacia la Basílica de la Virgen de Luján, la patrona de Argentina. Y allí —la basílica estaba ya cerrada, eran casi las diez de la noche— él se aferró a las rejas de la Basílica y toda la noche rezando a la Virgen, combatiendo por la salud de la hija. Esta no es una fantasía, ¡yo lo he visto! Lo he vivido yo. Combatiendo ese hombre allí. Al final, a las seis de la mañana, se abrió la iglesia y él entró a saludar a la Virgen: toda la noche “combatiendo”, y después volvió a casa. Cuando llegó, buscó a su mujer, pero no la encontró y pensó: “Se ha ido. No, la Virgen no puede hacerme esto”. Después la encontró, sonriente que decía: “No sé qué ha pasado; los médicos dicen que ha cambiado así y que ahora está curada”. Ese hombre luchando con la oración ha obtenido la gracia de la Virgen. La Virgen le ha escuchado. Y esto lo he visto yo: la oración hace milagros, porque la oración va precisamente al centro de la ternura de Dios que nos ama como un padre. Y cuando no se cumple la gracia, hará otra que después veremos con el tiempo. Pero siempre es necesario el combate en la oración para pedir la gracia. Sí, a veces nosotros pedimos una gracia que necesitamos, pero la pedimos así, sin ganas, sin combatir, pero no se piden así las cosas serias. La oración es un combate y el Señor siempre está con nosotros.

Si en un momento de ceguera no logramos ver su presencia, lo lograremos en un futuro. Nos sucederá también a nosotros repetir la misma frase que dijo un día el patriarca Jacob: «¡Así pues, está Yahveh en este lugar y yo no lo sabía!» (Gen 28,16). Al final de nuestra vida, mirando hacia atrás, también nosotros podremos decir: “Pensaba que estaba solo, pero no, no lo estaba: Jesús estaba conmigo”. Todos podremos decir esto.

CALENDARIO

2 LUNES. SAN ATANASIO, obispo y doctor de la Iglesia, memoria obligatoria

Misa
de la memoria (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Pf. Pasc. o de la memoria.
LECC.: vol. II.
- Hch 6, 8-15.
No lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba.
- Sal 118. R. Dichoso el que camina en la ley del Señor.
- Jn 6, 22-29. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el que perdura para la vida eterna.
o bien:
cf. vol. IV.

Liturgia de las Horas: oficio de la memoria.

Martirologio: elogs. del 3 de mayo, pág. 290.
CALENDARIOS: RR. Reparadoras: María Reparadora (S).
Ávila: San Segundo, obispo y mártir (F).
Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei: Dedicación de la Iglesia Prelaticia de Santa María de la Paz (F).

TEXTOS MISA

2 de mayo
San Atanasio, obispo y doctor de la Iglesia
Memoria

Antífona de entrada Cf. Eclo 15, 5
En medio de la asamblea le abrirá la boca, y el Señor lo llenará del espíritu de sabiduría y de inteligencia; lo revestirá con un vestido de gloria. Aleluya.
In médio Ecclésiae apéruit os eius, et implévit eum Dóminus spíritu sapiéntiae et intelléctus, stolam glóriae índuit eum, allelúia.

Monición de entrada
Hacemos hoy memoria de san Atanasio, obispo de Alejandría en Egipto en el siglo IV y doctor de la Iglesia. Con su palabra y sus escritos defendió tenazmente la naturaleza divina y humana de Jesucristo, contra la doctrina de Arrio, según la cual Cristo no era Dios como el Padre. Por ello tuvo que soportar persecuciones por parte de los arrianos y ser desterrado en varias ocasiones. Finalmente, regresó a la Iglesia que se le había confiado, donde, después de haber luchado y sufrido mucho, murió en el año 373.

Oración colecta
Dios todopoderoso y eterno, que hiciste de tu obispo san Atanasio un preclaro defensor de la divinidad de tu Hijo, concédenos, en tu bondad, que, gozando de su enseñanza y protección, crezcamos sin cesar en tu conocimiento y amor. Por nuestro Señor Jesucristo.
Omnípotens sempitérne Deus, qui beátum Athanásium epíscopum divinitátis Fílii tui propugnatórem exímium suscitásti, concéde propítius, ut, eius doctrína et protectióne gaudéntes, in tui cognitióne et amóre sine intermissióne crescámus. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Lunes de la III Semana de Pascua (Lec. II).

PRIMERA LECTURA Hch 6, 8-15
No lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos cuantos de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba.
Entonces indujeron a unos que asegurasen:
«Le hemos oído palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios».
Alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas, y, viniendo de improviso, lo agarraron y lo condujeron al Sanedrín, presentando testigos falsos que decían:
«Este individuo no para de hablar contra el Lugar Santo y la Ley, pues le hemos oído decir que ese Jesús el Nazareno destruirá este lugar y cambiará las tradiciones que nos dio Moisés».
Todos los que estaban sentados en el Sanedrín fijaron su mirada en él y su rostro les pareció el de un ángel.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 118, 23-24. 26-27. 29-30 (R.: 1b)
R. Dichoso el que camina en la ley del Señor.
Beáti qui ámbulant in lege Dómine.
O bien: Aleluya.

V. Aunque los nobles se sienten a murmurar de mí,
tu siervo medita tus decretos;
tus preceptos son mi delicia,
tus enseñanzas son mis consejeros.
R. Dichoso el que camina en la ley del Señor.
Beáti qui ámbulant in lege Dómine.

V. Te expliqué mi camino, y me escuchaste:
enséñame tus mandamientos;
instrúyeme en el camino de tus mandatos,
y meditaré tus maravillas.
R. Dichoso el que camina en la ley del Señor.
Beáti qui ámbulant in lege Dómine.

V. Apártame del camino falso,
y dame la gracia de tu ley;
escogí el camino verdadero,
deseé tus mandamientos.
R. Dichoso el que camina en la ley del Señor.
Beáti qui ámbulant in lege Dómine.

Aleluya Mt 4, 4b
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. R.
Non in solo pane vivit homo, sed in omni verbo quod procédit de ore Dei.

EVANGELIO Jn 6, 22-29
Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el que perdura para la vida eterna
 Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

Después de que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el mar. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos.
Entretanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo has venido aquí?».
Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios».
Ellos le preguntaron:
«Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?».
Respondió Jesús:
«La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Ángelus 5-agosto-2018
la multitud quiere saber de Jesús qué acciones debe hacer para contentar a Dios. Pero Jesús da una respuesta inesperada: «La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado» (Jn 6, 29). Estas palabras están dirigidas, hoy, también a nosotros: la obra de Dios no consisten tanto en el «hacer» cosas, sino en el «creer» en Aquel que Él ha mandado. Esto significa que la fe en Jesús nos permite cumplir las obras de Dios. Si nos dejamos implicar en esta relación de amor y de confianza con Jesús, seremos capaces de realizar buenas obras que perfumen a Evangelio, por el bien y las necesidades de los hermanos.
El Señor nos invita a no olvidar que, si es necesario preocuparse por el pan, todavía más importante es cultivar la relación con Él, reforzar nuestra fe en Él que es el «pan de la vida», venido para saciar nuestra hambre de verdad, nuestra hambre de justicia, nuestra hambre de amor.

Oración de los fieles
Jesucristo es el pan bajado del cielo. Él intercede por nosotros ante el Padre.
- Por la Iglesia, para que sus miembros den en todo momento testimonio de su fe. Roguemos al Señor.
- Por los diáconos de la Iglesia, para que, como san Esteban, sean colmados de la sabiduría y de la gracia del Espíritu Santo. Roguemos al Señor.
- Por los catequistas, que preparan a los niños que recibirán la comunión por vez primera, para que perseveren fielmente en su importante tarea. Roguemos al Señor.
- Por los aquí reunidos, para que se fortalezca nuestra fe recibiendo frecuentemente el pan de la eucaristía. Roguemos al Señor.
Concédenos, Padre santo, descubrir y valorar el don de tu Hijo en la eucaristía. Él, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas
Mira, Señor, los dones que te presentamos en la conmemoración de san Atanasio, y haz que, a cuantos profesamos su fe íntegra, nos aproveche para la salvación el testimonio de tu verdad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Réspice, Dómine, múnera quae tibi in commemoratióne beáti Athanásii perhibémus, eiúsque fidem profiténtibus illibátam tuae testificátio veritátis prosit ad salútem. Per Christum.

PREFACIO PASCUAL III
CRISTO VIVO E INTERCESOR PERPETUO EN FAVOR NUESTRO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca exaltarte en este tiempo glorioso en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él no cesa de ofrecerse por nosotros, intercediendo continuamente ante ti; inmolado, ya no vuelve a morir; sacrificado, vive para siempre.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles,
cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre: Te quidem, Dómine, omni témpore confitéri, sed in hoc potíssimum gloriósius praedicáre, cum Pascha nostrum immolátus est Christus.
Qui se pro nobis offérre non désinit, nosque apud te perénni advocatióne deféndit; qui immolátus iam non móritur, sed semper vivit occísus. Quaprópter, profúsis paschálibus gáudiis, totus in orbe terrárum mundus exsúltat. Sed et supérnae virtútes atque angélicae potestátes hymnum glóriae tuae cóncinunt, sine fine dicéntes:

Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA II

Antífona de la comunión 1 Cor 3, 11
Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo. Aleluya.
Fundaméntum áliud nemo potest pónere, praeter id quod pósitum est, quod est Christus Iesus, allelúia.

Oración después de la comunión
Concédenos, Dios todopoderoso, que la verdadera divinidad de tu Unigénito, que confesamos firmemente con san Atanasio, por este sacramento nos vivifique y nos defienda siempre. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Da nobis, quaesumus, omnípotens Deus, ut Unigéniti tui vera divínitas, quam cum beáto Athanásio fírmiter confitémur, per hoc sacraméntum vivíficet nos semper et múniat. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del día 3 de mayo
F
iesta de san Felipe y Santiago, apóstoles. Felipe, que, al igual que Pedro y Andrés, había nacido en Betsaida, era discípulo de Juan Bautista y fue llamado por el Señor para que lo siguiera. por su parte, Santiago, de sobrenombre “Justo”, hijo de Alfeo, considerado en Occidente como el pariente del Señor, fue el primero que rigió la Iglesia de Jerusalén. Al suscitarse la controversia sobre la circuncisión, se adhirió al criterio de Pedro, a fin de que no se impusiese a los discípulos venidos de la gentilidad aquel antiguo yugo. Muy pronto coronó su apostolado con el martirio. (s. I)
2. En Antinoe, en la región de Tebaida, en Egipto, santos Timoteo y Maura, mártires. (286)
3. En Roma, en la séptima milla de la vía Nomentana, santos Evencio, Alejandro y Teódulo (s. III/IV).
4. En Narni, lugar de Umbría, en la actual Italia, san Juvenal, venerado como el primer obispo de la diócesis. (s. IV)
5*. En Kildare, en Irlanda, san Conleto, obispo, que fue colaborador de santa Brígida en la asistencia espiritual del monasterio que ella dirigía y de otros puestos bajo su jurisdicción, y debido a su autoridad ejerció una gran ascendencia sobre los prelados de su país. (c. 520)
6*. En Argo, en Grecia, san Pedro, obispo, que mostró una inmensa caridad hacia los pobres y trabajó, incansable, poniendo paz en los litigios para bien de las almas. (c. 922)
7*. En el monasterio de Fohorst, en Flandes, hoy Bélgica, tránsito de san Ansfrido, obispo de Utrecht, el cual, afectado por la ceguera, se retiró a este lugar. (c. 1008)
8*. En Kiev, ciudad antiguamente de Rusia pero hoy en Ucrania, san Teodosio, abad, que, según la tradición, fundó el monasterio conocido con el nombre de Las Grutas e instituyó en él la vida cenobítica. (1074)
9*. En Vercelli, en la región del Piamonte, en Italia, beata Emilia Bicchieri, virgen de la Orden de Santo Domingo, que, a pesar de haber ejercido a menudo el cargo de priora, realizaba muy contenta en la vida de comunidad los servicios más humildes de la casa. (1314)
10*. En Kazimierz, en Polonia, san Estanislao, presbítero y canónigo regular, que, impulsado por su caridad pastoral, fue ministro diligente de la palabra de Dios, maestro de la vida espiritual y confesor muy solicitado. (1489) Canonizado 2010
11*. En Susa, en la región del Piamonte, en Italia, beato Eduardo José Rosaz, obispo, que durante veinticinco años asistió pastoralmente la diócesis que se le había confiado, con una dedicación especial hacia los pobres. Fundó la Congregación de Hermanas de la Tercera Orden de San Francisco. (1903)
12*. En la ciudad de Sherbrooke, en la provincia de Quebec, en Canadá, beata María Leonia (Elodia) Paradis, virgen, que fundó la Congregación de Pequeñas Hermanas de la Sagrada Familia, dedicadas al servicio doméstico de los sacerdotes. (1912)