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miércoles, 26 de febrero de 2020

Bendición de los hijos.

Bendicional, 31 de mayo de 1984 (ed. española 19-marzo-2020)

Primera parte. Bendiciones que se refieren directamente a las personas.

CAPÍTULO I
BENDICIÓN DE UNA FAMILIA Y DE SUS MIEMBROS

V. BENDICIÓN DE LOS HIJOS

176. Como atestigua el Evangelio, la gente presentaba niños a Jesús para que los bendijera y les impusiera las manos. Los padres cristianos desean también vivamente que se imparta a sus hijos una bendición semejante. Más aun, en las tradiciones de los pueblos es tenida en gran estima la bendición impartida a los hijos por los mismos padres.

Ello puede hacerse en determinadas circunstancias de la vida de los hijos, o también cuando la familia se reúne para hacer oración o para meditar la sagrada Escritura.

177. Si se halla presente un sacerdote o un diácono —principalmente con ocasión de la visita que los pastores hacen a cada familia en unos tiempos fijos y determinados, para bendecirlas—, a ellos incumbe entonces más adecuadamente este ministerio de bendición.

178. Por tanto, el rito que aquí se propone pueden utilizarlo los padres, el sacerdote o el diácono, los cuales, respetando los principales elementos y la estructura del rito, adaptarán cada una de sus partes a las circunstancias concretas del momento.

179. Si se ha de bendecir a un hijo o hijos dentro de otra celebración de bendición puede emplearse la fórmula breve que se halla al final del rito, núm. 196.

180. Si se ha de bendecir a un hijo enfermo, puede emplearse el rito que se halla en el capítulo II, núms. 317-320.

RITO DE LA BENDICIÓN

Ritos iniciales

181. Reunida la familia, el que preside dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:
Amén.

182. Luego, si el que preside es sacerdote o diácono, saluda a los presentes, diciendo:
La gracia de Dios Padre, 
que nos ha hecho sus hijos adoptivos, 
esté con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.

Todos responden :
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
_______________________________________
183. Si el que preside es laico, saluda a los presentes, diciendo:
Hermanos, alabemos a Dios Padre,
que nos ha hecho sus hijos adoptivos.
R. A él la gloria por los siglos de los siglos. (O bien: Amén).
_______________________________________

184. El que preside dispone a los hijos y a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u otras semejantes:

Con razón el salmo compara a los hijos con los renuevos de olivo alrededor de la mesa familiar; ellos, en efecto, no sólo son signo y anuncio de la bendición divina, sino que atestiguan la presencia eficaz
del mismo Dios, el cual, como dador de la fecundidad en los hijos, multiplica el júbilo en la familia y aumenta su alegría.

No sólo se debe a los hijos el mayor respeto, sino que conviene que se les enseñe oportunamente el amor y el temor de Dios, para que, conscientes de sus obligaciones, vayan creciendo en sabiduría y en gracia, y, teniendo ya en cuenta y poniendo por obra todo lo que es verdadero, justo y santo, sean testigos de Cristo en el mundo y mensajeros de su Evangelio.

Lectura de la Palabra de Dios

185. Luego uno de los presentes, o el mismo que preside, lee un texto de la sagrada Escritura:

Dejad a los niños acercarse a mí Mt 19, 13-15
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.

En aquel tiempo, le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orase, pero los discípulos los regañaban. Jesús dijo: «Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos». Les impuso las manos y se marchó de allí.

Palabra del Señor.

186. O bien:

Recuerda, hijo, estos preceptos Tob 4, 5-7. 19
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de Tobías.

Hijo, acuérdate del Señor todos los días. No peques ni quebrantes sus mandamientos. Pórtate bien toda tu vida. No vayas por caminos de iniquidad, pues si obras la verdad tendrás éxito en tus empresas, igual que los que obran la justicia. Da limosna de cuanto posees; no seas tacaño. No apartes tu rostro ante el pobre y Dios no lo apartará de ti.
Alaba al Señor Dios en todo tiempo, ruégale que oriente tu conducta. Así tendrás éxito en tus empresas y proyectos Porque ningún pueblo es dueño de sus proyectos, sino solo el Señor, que da todos los bienes según le place o abate hasta el fondo del abismo. Recuerda, hijo, estos preceptos, no los olvides jamás.

Palabra de Dios.

187. O bien:

Escuchad, hijos, la instrucción paterna Pr 4, 1-7
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de los Proverbios.

Escuchad, hijos, la instrucción paterna; prestad atención y adquirid inteligencia. Os transmito un saber excelente, no abandonéis mi enseñanza. También yo fui un hijo para mi padre, querido cual unigénito para mi madre; mi padre me instruía diciéndome: «Guarda mis palabras en tu corazón, observa mis
mandatos y vivirás». Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; no la olvides, ni dejes mis consejos; no la abandones y ella te cuidará, amala y te protegerá. El comienzo de la sabiduría es adquirirla, con todos tus haberes compra prudencia.

Palabra de Dios.

188. Puede también leerse:

El que acoge a un niño me acoge a mí Mt 18, 1-5. 10: 
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.

En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?». Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: «En verdad os digo que, si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí.
Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial».

Palabra del Señor.

189. Según las circunstancias se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.

Salmo responsorial Sal 127 (128), 1-2. 3. 4-6a ( R.: 4; o bien: 1a)
R. Ésta es la bendición del que teme al Señor.
O bien: Dichoso el que teme al Señor.

V. Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R.

V. Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R.

V. Esta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sion,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos. R.

190. El que preside, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes, explicándoles
la lectura bíblica, para que perciban por la fe el significado de la celebración.

Preces

191. Sigue la plegaria común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el ministro puede
seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con
las circunstancias concretas del momento.

V. Invoquemos a Dios todopoderoso, a quien Jesús, el Señor, nos enseñó a llamar Padre, y digámosle suplicantes:
R. Padre santo, guarda a tus hijos.
— Padre lleno de amor, que tanto amaste a los hombres que entregaste a tu Hijo único, protégenos y defiéndenos a nosotros, tus hijos, nacidos de nuevo por el bautismo. R.
— Tú que te complaciste en tu Hijo amado, — haz que cumplamos fielmente la misión encomendada a cada uno en el mundo y en la Iglesia. R.
— Tú que confiaste tu Hijo a la custodia amorosa de María y José, durante su infancia, haz que los hijos crezcan en todo hacia Cristo. R.
— Tú que tienes un amor especial a los desamparados,  haz que todos los niños carentes de afecto familiar, con la ayuda de la comunidad cristiana, experimenten vivamente tu paternidad. R.

Oración de bendición

192. Los padres, según las circunstancias, haciendo la señal de la cruz en la frente de sus hijos,
dicen la oración de bendición:
Padre santo,
fuente inagotable de vida y autor de todo bien,
te bendecimos y te damos gracias,
porque has querido alegrar nuestra comunión de amor
con el don de los hijos;
te pedimos que estos jóvenes miembros de la familia
encuentren en la sociedad doméstica el camino
por el que tiendan siempre hacia lo mejor
y puedan llegar un día, con tu ayuda,
a la meta que tienen señalada.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

193. Los ministros, si no son los padres, dicen esta oración de bendición:
Señor Jesucristo, tanto amaste a los niños 
que dijiste que quienes los reciben te reciben a ti mismo; 
escucha nuestras súplicas en favor de estos niños 
(este niño/esta niña) y, 
ya que los (lo/la) enriqueciste 
con la gracia del bautismo, 
guárdalos (guárdalo/guárdala) con tu continua protección,
para que, cuando lleguen a mayores (llegue a mayor)
profesen (profese) libremente su fe, 
sean fervorosos (sea fervoroso/sea fervorosa) 
en la caridad, 
y perseveren (persevere) con firmeza 
en la esperanza de tu reino.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.

Conclusión del rito

194. Los padres concluyen el rito, santiguándose y diciendo:
Jesús, el Señor, que amó a los niños,
nos bendiga y nos guarde en su amor.

Esta fórmula la emplea también el ministro laico.
_____________________________________
195. El ministro, si es sacerdote o diácono, concluye el rito, diciendo:
Jesús, el Señor, que amó a los niños, 
os bendiga y os guarde en su amor.
R. Amén.
_____________________________________

Fórmula breve

196. Si se estima oportuno, puede emplearse la fórmula breve de bendición:
El Señor te (os) guarde 
y te (os) haga crecer en su amor, 
para que andes (andéis) como pide la vocación 
a la que has sido convocado (habéis sido convocados).
R. Amén.

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