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viernes, 31 de diciembre de 2021

Viernes 4 febrero 2022, Viernes de la IV semana del Tiempo Ordinario, feria (o misa votiva del Sagrado Corazón de Jesús)

SOBRE LITURGIA

BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL

Sala Pablo VI. Miércoles 5 de septiembre de 2012

La oración en la primera parte del Libro del Apocalipsis (Ap 1,4-3,22)

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy después de la interrupción de las vacaciones, reanudamos las audiencias en el Vaticano, continuando en la «escuela de oración» que estoy viviendo juntamente con vosotros en estas catequesis de los miércoles.

Hoy quiero hablar de la oración en el Libro del Apocalipsis, que, como sabéis, es el último del Nuevo Testamento. Es un libro difícil, pero contiene una gran riqueza. Nos pone en contacto con la oración viva y palpitante de la asamblea cristiana, reunida en «el día del Señor» (Ap 1, 10): esta es, en efecto, la línea de fondo en la que se mueve el texto.

Un lector presenta a la asamblea un mensaje encomendado por el Señor al evangelista san Juan. El lector y la asamblea constituyen, por decirlo así, los dos protagonistas del desarrollo del libro; a ellos, desde el inicio, se dirige un augurio festivo: «Bienaventurado el que lee, y los que escuchan las palabras de esta profecía» (1, 3). Del diálogo constante entre ellos brota una sinfonía de oración, que se desarrolla con gran variedad de formas hasta la conclusión. Escuchando al lector que presenta el mensaje, escuchando y observando a la asamblea que reacciona, su oración tiende a convertirse en nuestra oración.

La primera parte del Apocalipsis (1, 4-3, 22) presenta, en la actitud de la asamblea que reza, tres fases sucesivas. La primera (1, 4-8) es un diálogo que —caso único en el Nuevo Testamento— se entabla entre la asamblea recién congregada y el lector, el cual le dirige un augurio de bendición: «Gracia y paz a vosotros» (1, 4). El lector prosigue subrayando la procedencia de este augurio: deriva de la Trinidad: del Padre, del Espíritu Santo, de Jesucristo, unidos en la realización del proyecto creativo y salvífico para la humanidad. La asamblea escucha y, cuando oye que se nombra a Jesucristo, exulta de júbilo y responde con entusiasmo, elevando la siguiente oración de alabanza: «Al que nos ama, y nos ha librado de nuestros pecados con su sangre, y nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios, su Padre. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén» (1, 5b-6). La asamblea, impulsada por el amor de Cristo, se siente liberada de los lazos del pecado y se proclama «reino» de Jesucristo, que pertenece totalmente a él. Reconoce la gran misión que con el Bautismo le ha sido encomendada: llevar al mundo la presencia de Dios. Y concluye su celebración de alabanza mirando de nuevo directamente a Jesús y, con entusiasmo creciente, reconoce su «gloria y poder» para salvar a la humanidad. El «amén» final concluye el himno de alabanza a Cristo. Ya estos primeros cuatro versículos contienen una gran riqueza de indicaciones para nosotros; nos dicen que nuestra oración debe ser ante todo escucha de Dios que nos habla. Agobiados por tantas palabras, estamos poco acostumbrados a escuchar, sobre todo a ponernos en la actitud interior y exterior de silencio para estar atentos a lo que Dios quiere decirnos. Esos versículos nos enseñan, además, que nuestra oración, con frecuencia sólo de petición, en cambio debe ser ante todo de alabanza a Dios por su amor, por el don de Jesucristo, que nos ha traído fuerza, esperanza y salvación.

Una nueva intervención del lector recuerda luego a la asamblea, aferrada por el amor de Cristo, el compromiso de descubrir su presencia en la propia vida. Dice así: «Mirad: viene entre las nubes. Todo ojo lo verá, también los que lo traspasaron. Por él se lamentarán todos los pueblos de la tierra» (1, 7a). Después de subir al cielo en una «nube», símbolo de la trascendencia (cf. Hch 1, 9), Jesucristo volverá tal como subió al cielo (cf. Hch 1, 11b). Entonces todos los pueblos lo reconocerán y, como exhorta san Juan en el cuarto Evangelio, «mirarán al que traspasaron» (19, 37). Pensarán en sus propios pecados, causa de su crucifixión y, como los que asistieron directamente a ella en el Calvario, «se darán golpes de pecho» (cf. Lc 23, 48) pidiéndole perdón, para seguirlo en la vida y preparar así la comunión plena con él, después de su regreso final. La asamblea reflexiona sobre este mensaje y dice: «Sí. Amén!» (Ap 1, 7b). Expresa con su «sí» la aceptación plena de lo que se le ha comunicado y pide que eso se haga realidad. Es la oración de la asamblea, que medita en el amor de Dios manifestado de modo supremo en la cruz y pide vivir con coherencia como discípulos de Cristo. Y luego viene la respuesta de Dios: «Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y ha de venir, el todopoderoso» (1, 8). Dios, que se revela como el inicio y la conclusión de la historia, acepta y acoge de buen grado la petición de la asamblea. Él ha estado, está y estará presente y activo con su amor en las vicisitudes humanas, en el presente, en el futuro, como en el pasado, hasta llegar a la meta final. Esta es la promesa de Dios. Y aquí encontramos otro elemento importante: la oración constante despierta en nosotros el sentido de la presencia del Señor en nuestra vida y en la historia, y su presencia nos sostiene, nos guía y nos da una gran esperanza incluso en medio de la oscuridad de ciertas vicisitudes humanas; además, ninguna oración, ni siquiera la que se eleva en la soledad más radical, es aislarse; nunca es estéril; es la savia vital para alimentar una vida cristiana cada vez más comprometida y coherente.

La segunda fase de la oración de la asamblea (1, 9-22) profundiza ulteriormente la relación con Jesucristo: el Señor se muestra, habla, actúa; y la comunidad, cada vez más cercana a él, escucha, reacciona y acoge. En el mensaje presentado por el lector, san Juan narra su experiencia personal de encuentro con Cristo: se halla en la isla de Patmos a causa de la «Palabra de Dios y del testimonio de Jesús» (1, 9) y es el «día del Señor» (1, 10a), el domingo, en el que se celebra la Resurrección. Y san Juan es «arrebatado en el Espíritu» (1, 10a). El Espíritu Santo lo penetra y lo renueva, dilatando su capacidad de acoger a Jesús, el cual lo invita a escribir. La oración de la asamblea que escucha asume gradualmente una actitud contemplativa ritmada por los verbos «ver» y «mirar»: es decir, contempla lo que el lector le propone, interiorizándolo y haciéndolo suyo.

Juan oye «una voz potente, como de trompeta» (1, 10b): la voz le ordena enviar un mensaje «a las siete Iglesias» (1, 11) que se encuentran en Asia Menor y, a través de ellas, a todas las Iglesias de todos los tiempos, así como a sus pastores. La expresión «voz... de trompeta», tomada del libro del Éxodo (cf. 20, 18), alude a la manifestación divina a Moisés en el monte Sinaí e indica la voz de Dios, que habla desde su cielo, desde su trascendencia. Aquí se atribuye a Jesucristo resucitado, que habla desde la gloria del Padre, con la voz de Dios, a la asamblea en oración. Volviéndose «para ver la voz» (1, 12), Juan ve «siete candelabros de oro y en medio de los candelabros como un Hijo de hombre» (1, 12-13), término muy familiar para Juan, que indica a Jesús mismo. Los candelabros de oro, con sus velas encendidas, indican a la Iglesia de todos los tiempos en actitud de oración en la liturgia: Jesús resucitado, el «Hijo del hombre», se encuentra en medio de ella y, ataviado con las vestiduras del sumo sacerdote del Antiguo Testamento, cumple la función sacerdotal de mediador ante el Padre. En el mensaje simbólico de san Juan, sigue una manifestación luminosa de Cristo resucitado, con las características propias de Dios, como se presentaban en el Antiguo Testamento. Se habla de «cabellos... blancos como la lana blanca, como la nieve» (1, 14), símbolo de la eternidad de Dios (cf. Dn 7, 9) y de la Resurrección. Un segundo símbolo es el del fuego, que en el Antiguo Testamento a menudo se refiere a Dios para indicar dos propiedades. La primera es la intensidad celosa de su amor, que anima su alianza con el hombre (cf. Dt 4, 24). Y esta intensidad celosa del amor es la que se lee en la mirada de Jesús resucitado: «Sus ojos eran como llama de fuego» (Ap 1, 14 b). La segunda es la capacidad irrefrenable de vencer al mal como un «fuego devorador» (Dt 9, 3). Así también los «pies» de Jesús, en camino para afrontar y destruir el mal, están incandescentes como el «bronce bruñido» (Ap 1, 15). Luego, la voz de Jesucristo, «como rumor de muchas aguas» (1, 15c), tiene el estruendo impresionante «de la gloria del Dios de Israel» que se mueve hacia Jerusalén, del que habla el profeta Ezequiel (cf. 43, 2). Siguen a continuación tres elementos simbólicos que muestran lo que Jesús resucitado está haciendo por su Iglesia: la tiene firmemente en su mano derecha —una imagen muy importante: Jesús tiene la Iglesia en su mano—, le habla con la fuerza penetrante de una espada afilada, y le muestra el esplendor de su divinidad: «Su rostro era como el sol cuando brilla en su apogeo» (Ap 1, 16). San Juan está tan arrebatado por esta estupenda experiencia del Resucitado, que se desmaya y cae como muerto.

Después de esta experiencia de revelación, el Apóstol tiene ante sí al Señor Jesús que habla con él, lo tranquiliza, le pone una mano sobre la cabeza, le revela su identidad de Crucificado resucitado y le encomienda el encargo de transmitir su mensaje a las Iglesias (cf. Ap 1, 17-18). Es hermoso ver este Dios ante el cual se desmaya y cae como muerto. Es el amigo de la vida, y le pone la mano sobre la cabeza. Y eso nos sucederá también a nosotros: somos amigos de Jesús. Luego la revelación del Dios resucitado, de Cristo resucitado, no será tremenda, sino que será el encuentro con el amigo. También la asamblea vive con san Juan el momento particular de luz ante el Señor, pero unido a la experiencia del encuentro diario con Jesús, percibiendo la riqueza del contacto con el Señor, que llena todos los espacios de la existencia.

En la tercera y última fase de la primera parte del Apocalipsis (Ap 2-3), el lector propone a la asamblea un mensaje septiforme en el que Jesús habla en primera persona. Dirigido a siete Iglesias situadas en Asia Menor en torno a Éfeso, el discurso de Jesús parte de la situación particular de cada Iglesia, para extenderse luego a las Iglesias de todos los tiempos. Jesús entra inmediatamente en lo más delicado de la situación de cada Iglesia, evidenciando luces y sombras y dirigiéndole una apremiante invitación: «Conviértete» (2, 5.16; 3, 19c); «Mantén lo que tienes» (3, 11); «haz las obras primeras» (2, 5); «Ten, pues, celo y conviértete» (3, 19b)... Esta palabra de Jesús, si se escucha con fe, comienza inmediatamente a ser eficaz: la Iglesia en oración, acogiendo la Palabra del Señor, es transformada. Todas las Iglesias deben ponerse en atenta escucha del Señor, abriéndose al Espíritu como Jesús pide con insistencia repitiendo esta orden siete veces: «El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias» (2, 7.11.17.29; 3, 6.13.22). La asamblea escucha el mensaje recibiendo un estímulo para el arrepentimiento, la conversión, la perseverancia, el crecimiento en el amor y la orientación para el camino.Queridos amigos, el Apocalipsis nos presenta una comunidad reunida en oración, porque es precisamente en la oración donde sentimos de modo cada vez más intenso la presencia de Jesús con nosotros y en nosotros. Cuanto más y mejor oramos con constancia, con intensidad, tanto más nos asemejamos a él, y él entra verdaderamente en nuestra vida y la guía, dándole alegría y paz. Y cuanto más conocemos, amamos y seguimos a Jesús, tanto más sentimos la necesidad de estar en oración con él, recibiendo serenidad, esperanza y fuerza en nuestra vida. Gracias por la atención.

CALENDARIO

4 VIERNES DE LA IV SEMANA DEL T. ORDINARIO, feria

Misa
de feria (verde).
MISAL: cualquier formulario permitido (véase pág. 67, n. 5), Pf. común.
LECC.: vol. III-par.
- Eclo 47, 2-11.
Con todo su corazón David entonó himnos, demostrando el amor por su Creador.
- Sal 17. R. Bendito sea mi Dios y Salvador.
- Mc 6, 14-29. Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado.

Liturgia de las Horas: oficio de feria.

Martirologio: elogs. del 5 de febrero, pág. 148.
CALENDARIOS: Adoratrices de la Sangre de Cristo: Santa María de Mattias (S). Misioneros de la Preciosa Sangre: (MO).
Familia Mínima: Santa Juana de Valois (F).
Canónigos Regulares de Letrán: San Gilberto, presbítero (MO).
Dominicos: Santa Catalina de Ricci, virgen (MO).
OFM Cap.: San José de Leonisa, presbítero (MO).
Orden Premonstratense: San Federico, abad (MO).
Trinitarios: Beata Isabel Canori Mora (MO).
Jesuitas: San Juan de Brito, presbítero, beatos Rodolfo Acquaviva, presbítero, y compañeros, mártires (ML)

TEXTOS MISA

Misa de la feria:
del IV Domingo del T. Ordinario (o de otro Domingo del T. Ordinario).

Misa votiva:

Del Sagrado Corazón de Jesús

Se dice con vestiduras de color blanco.

Antífona de entrada Cf. Sal 32, 11. 19
Los proyectos del Corazón del Señor subsisten de edad en edad, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.
Cogitatiónes Cordis eius in generatióne et generatiónem, ut éruat a morte ánimas eórum et alat eos in fame.

Monición de entrada
El corazón, en el lenguaje bíblico, representa el lugar donde residen nuestros sentimientos y, sobre todo, nuestro amor. Celebrar el Sagrado Corazón de Jesús significa, por tanto, actualizar la presencia de su amor inmenso al Padre y a nosotros; este amor ha llegado a su extremo en la prueba máxima de dar la vida por nosotros y ahora lo celebramos, aquí presente, en la eucaristía.

Oración colecta
Señor, Dios nuestro, revístenos con las virtudes del Corazón de tu Hijo e inflámanos en sus mismos sentimientos, para que, conformados a su imagen, merezcamos participar de la redención eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.
Fac nos, Dómine Deus, Cordis Fílii tui virtútibus índui et afféctibus inflammári, ut, eius imágini confórmes effécti, aetérnae redemptiónis mereámur esse partícipes. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Viernes de la IV semana del Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA Eclo 47, 2-13
Con todo su corazón David entonó himnos, demostrando el amor por su Creador
Lectura del libro del Eclesiástico.

Como se separa la grasa en el sacrificio de comunión, así David fue separado de entre los hijos de Israel.
Jugó con los leones como si fueran cabritos,
y con los osos como si fueran corderos.
¿Acaso no mató de joven al gigante,
y quitó el oprobio del pueblo,
lanzando la piedra con la honda
y abatiendo la arrogancia de Goliat?
Porque invocó al Señor altísimo,
quien dio vigor a su diestra,
para aniquilar al potente guerrero
y reafirmar el poder de su pueblo.
Por eso lo glorificaron por los diez mil
y lo alabaron por las bendiciones del Señor,
ofreciéndole la diadema de gloria.
Pues él aplastó a los enemigos del contorno,
aniquiló a los filisteos, sus adversarios,
para siempre quebrantó su poder.
Por todas sus acciones daba gracias
al Altísimo, el Santo, proclamando su gloria.
Con todo su corazón entonó himnos,
demostrando el amor por su Creador.
Organizó coros de salmistas ante el altar,
y con sus voces armonizó los cantos;
y cada día tocarán su música.
Dio esplendor a las fiestas,
embelleció las solemnidades a la perfección,
haciendo que alabaran el santo nombre del Señor,
llenando de cánticos el santuario desde la aurora.
El Señor le perdonó sus pecados
y exaltó su poder para siempre:
le otorgó una alianza real
y un trono de gloria en Israel.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 17, 31. 47 y 50. 51 (R.: 47b)
R. Bendito sea mi Dios y Salvador.
Benedictus sit Deus salútis meæ!

V. Perfecto es el camino de Dios,
acendrada es la promesa del Señor;
él es escudo para los que a él se acogen.
R. Bendito sea mi Dios y Salvador.
Benedictus sit Deus salútis meæ!

V. Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador.
Te daré gracias entre las naciones, Señor,
y tañeré en honor de tu nombre.
R. Bendito sea mi Dios y Salvador.
Benedictus sit Deus salútis meæ!

V. Tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu ungido,
de David y su linaje por siempre.
R. Bendito sea mi Dios y Salvador.
Benedictus sit Deus salútis meæ!

Aleluya Cf. Lc 8, 15
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia. R.
Beáti qui in corde bono et óptimo verbum Dei rétinent, et fructum áfferunt in patiéntia.

EVANGELIO Mc 6, 14-29
Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado
 Lectura del santo evangelio según san Marcos.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey de Herodes oyó hablar de él.
Unos decían:
«Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él». Otros decían:
«Es Elías».
Otros:
«Es un profeta como los antiguos».
Herodes, al oírlo, decía:
«Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado».
Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado.
El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener a la mujer de su hermano.
Herodías aborrecía a Juan y quería matarlo, pero no podía, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo defendía. Al escucharlo quedaba muy
perplejo, aunque lo oía con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.
La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven:
«Pídeme lo que quieras, que te lo daré».
Y le juró:
«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino». Ella salió a preguntarle a su madre:
«Qué le pido?».
La madre le contestó:
«La cabeza de Juan el Bautista».
Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:
«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».
El rey se puso muy triste; pero por el juramento y los convidados no quiso desairarla. Enseguida le mandó a uno de su guardia que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.
Al enterarse sus discípulos fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

San Gregorio Magno, Moralia, 3, 4
No puedo considerar sin profundo desconcierto que este hombre, lleno del espíritu de profecía desde el vientre de su madre, de quien se dijo que no hubo otro mayor que él entre los nacidos de mujer, fuese enviado a la cárcel por aquellos inicuos, fuese degollado para premiar el baile de una muchacha, y muriese -siendo varón de tanta austeridad- entre la risa de hombres tan oscuros. ¿Acaso podemos creer que hubiese habido en su vida algo que excusase aquella infame muerte? ¿Pero cómo pudo pecar con la comida el que se alimentó sólo de langostas y miel silvestre? ¿Cuándo pudo ofender con su trato quien no salió del desierto? ¿De dónde viene que Dios Todopoderoso abandone de tal modo a los que eligió a tan alta dignidad antes de los siglos, de manera que reciban semejante trato? Lo que sucede es que -como es evidente a la piedad de los fieles- los aflige tanto el Señor en el mundo para que se vea de qué modo los premia en el cielo, y los deja caer exteriormente en el desprecio, porque en lo interior los hace llegar hasta lo incomprensible. De aquí podemos concluir cuánto habrán de sufrir aquellos a quienes Dios reprueba, cuando aflige de tal modo en el mundo a los que ama.

Oración de los fieles.
Ferias del Tiempo Ordinario XXII.

Oremos a Dios Padre.
- Por la Iglesia universal, por nuestra diócesis. Roguemos al Señor.
- Por todas las naciones del mundo, por nuestra patria. Roguemos al Señor
- Por los que sufren los horrores de la guerra. Roguemos al Señor.
- Por nuestra comunidad (parroquia), por nosotros, aquí reunidos. Roguemos al Señor.
Que tu misericordia, Señor, nos conceda lo que no podemos esperar de nuestros méritos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Misa votiva:
Oración de los fieles

Al celebrar, hermanos, el amor infinito de Jesucristo, nuestro Dios y Señor, supliquemos humildemente al Padre de la misericordia.
- Por la santa Iglesia de Dios, nacida del corazón de Cristo, para que anuncie a todos los pueblos el amor de Dios a los hombres. Roguemos al Señor.
- Por todas las naciones y sus habitantes, para que vivan en la justicia y se edifiquen en la caridad. Roguemos al Señor.
- Por los necesitados, los enfermos y los pecadores, para que el Señor se compadezca de ellos, los cure y los ilumine. Roguemos al Señor.
- Por los miembros de nuestra comunidad (parroquia), para que sepamos amarnos mutuamente y reine entre nosotros la humildad y la comprensión. Roguemos al Señor.
Oh, Dios, que nos has manifestado tu amor en el corazón de tu Hijo, muéstranos también tu inmensa bondad escuchando las oraciones de tu pueblo. Por Jesucristo, nuestro Señor

Oración sobre las ofrendas
Oh, Dios, Padre de toda misericordia, que, por el gran amor con que nos amaste, nos has dado con inefable bondad a tu Unigénito, haz que, en perfecta unión con él, te ofrezcamos un homenaje digno de ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Deus, Pater misericordiárum, qui propter nímiam caritátem, qua dilexísti nos, Unigénitum tuum nobis ineffábili bonitáte donásti, praesta, quaesumus, ut, cum ipso in unum consummáti, dignum tibi offerámus obséquium. Per Christum.

Prefacio: El inmenso amor de Cristo.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
El cual, con amor admirable, se entregó por nosotros y, elevado sobre la cruz, hizo que de la herida de su costado brotaran, con el agua y la sangre, los sacramentos de la Iglesia, para que así, acercándose al Corazón abierto del Salvador, todos puedan beber siempre con gozo de las fuentes de la salvación.
Por eso, con los santos y con todos los ángeles, te glorificamos diciendo sin cesar:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: per Christum Dóminum nostrum.
Qui, mira caritáte, exaltátus in cruce, pro nobis trádidit semetípsum, atque de transfíxo látere sánguinem fudit et aquam, ex quo manárent Ecclésiae sacraménta, ut omnes, ad Cor apértum Salvatóris attrácti, iúgiter haurírent e fóntibus salútis in gáudio.
Et ídeo, cum Sanctis et Angelis univérsis, te collaudámus, sine fine dicéntes:
Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA II

Antífona de la comunión Jn 7, 37-38

Dice el Señor: el que tenga sed, que venga a mí y beba. El que cree en mí, de sus entrañas manarán ríos de agua viva.
Dicit Dóminus: Si quis sitit, véniat ad me et bibat. Qui credit in me, flúmina de ventre eius fluent aquae vivae.
O bien: Jn 19, 34
Uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.
Unus mílitum láncea latus eius apéruit, et contínuo exívit sanguis et aqua.

Oración después de la comunión
Después de participar del sacramento de tu amor, imploramos de tu bondad, Señor, ser configurados con Cristo en la tierra para que merezcamos participar de su gloria en el cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Tui sacraménti caritátis partícipes effécti, cleméntiam tuam, Dómine, supplíciter implorámus, ut Christo conformémur in terris, et eius glóriae consórtes fíeri mereámur in caelis. Qui vivit et regnat in saecula saeculórum.

MARTIROLOGIO

Elogios del 5 de febrero
M
emoria de santa Águeda, virgen y mártir, que en Catania, ciudad de Sicilia, en Italia, siendo aún joven, en medio de la persecución mantuvo su cuerpo incontaminado y su fe íntegra en el martirio, dando testimonio en favor de Cristo Señor. (c. 251)
2. En el Ponto, actual Turquía, conmemoración de muchos santos mártires que murieron en la persecución desencadenada bajo el emperador Maximiano. Unos fueron rociados con plomo derretido, otros atormentados con cañas puntiagudas clavadas bajo las uñas y los restantes vejados con repetidos tormentos, hasta merecer del Señor, con su gloriosa pasión, la palma y la corona del martirio. (s. III ex.)
3. En Vienne, en la Galia Lugdunense, hoy Francia, san Avito, obispo, que en tiempo del rey Gundobaldo, con su fe y su actividad pastoral defendió a la Galia contra la herejía arriana. (518)
4. En Sabiona, lugar de Recia, actual región del Alto Adigio, en Italia, san Ingenuino, primer obispo de esta sede. (c. 605)
5*. En Lucania, en la actual Italia, san Lucas, abad según las instituciones de los Padres orientales, que llevó una activa vida monástica, primero en Sicilia y después, a causa de la invasión de los sarracenos, en diversos lugares. Murió finalmente cerca de Armento, en el monasterio Carbonense de los Santos Elías y Anastasio fundado por él mismo. (995)
6*. En Roma, en el monasterio de San Cesareo, san Sabas, monje, llamado el "Joven", que, junto con su hermano san Macario, difundió la vida cenobítica por Calabria y Lucania, en tiempo de la devastación causada por los sarracenos. (995)
7. En Brixen, lugar de la región de Trento, en la actual Austria, conmemoración de san Albuino, obispo, que trasladó a esta ciudad la sede episcopal de Sabiona. (1005/1006)
8*. En Colonia, en la región de Lotaringia, Hoy Alemania, santa Adalheide, primera abadesa del monasterio de Vilich, en el que introdujo la Regla de san Benito, y después al monasterio de Santa María de Colonia, donde falleció. (1015)
9. En Nagasaki, ciudad de Japón, pasión de los santos Pablo Miki junto con veinticinco compañeros, cuya fiesta litúrgica se celebra mañana. (1597)
10*. En Laval, en Francia, beata Francisca Mézière, virgen y mártir, que, dedicada a educar niños y a curar enfermos, durante la Revolución Francesa fue muerta por odio a la fe cristiana que profesaba. (1794)
11*. En Roma, beata Isabel Canori Mora, madre de familia, que tras haber sufrido durante mucho tiempo, caritativa y pacientemente, la infidelidad del marido, así como angustias económicas y el cruel trato por parte de parientes, ofreció su vida a Dios por la conversión, salud, paz y santificación de los pecadores, y entró a formar parte de la Tercera Orden de la Santísima Trinidad. (1825)
12. En la localidad de Valtiervilla, en México, san Jesús Méndez, presbítero y mártir, que murió por su fe en Cristo durante la Revolución Mexicana. (1928)

Papa Francisco, Discurso a la Asamblea general de la Conferencia Episcopal Italiana (21-mayo-2018).

SOBRE LITURGIA

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LA ASAMBLEA GENERAL DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ITALIANA

Aula del Sínodo, Lunes, 21 de mayo de 2018

Queridos hermanos, ¡Buenas tardes!

Bienvenidos al Vaticano. Pero que esta aula [la del Sínodo] está en el Vaticano solamente cuando está el Papa, porque está en territorio italiano. También el Aula Pablo VI… Dicen que es así, ¿no es cierto?

Muchas gracias por vuestra presencia para inaugurar esta jornada de María Madre de la Iglesia. Digamos desde nuestro corazón, todos juntos: «Monstra te esse matrem». Siempre: «Monstra te esse matrem». Es la oración: «Haznos sentir que eres la madre», que no estamos solos, que Tú nos acompañas como madre. Es la maternidad de la Iglesia, de la Santa Madre Iglesia Jerárquica, que está aquí reunida… Pero que sea madre. «Santa Madre Iglesia Jerárquica», así le gustaba decir a san Ignacio [de Loyola]. Que María, Madre nuestra, nos ayude para que la Iglesia sea madre. Y —siguiendo la inspiración de los padres— que también nuestra alma sea madre. Las tres mujeres: María, la Iglesia y nuestra alma. Todas las tres madres. Que la Iglesia sea Madre, que nuestra alma sea madre.

Os agradezco por este encuentro que quisiera que fuera un momento de diálogo y de reflexión. He pensado, después de haberos agradecido por todo el trabajo que hacéis —¡y es bastante!— compartir con vosotros tres preocupaciones mías, pero no para «atacaros», no, sino para decir que me preocupan estas cosas y vosotros veréis… Y para daros a vosotros la palabra para que me dirijáis todas las preguntas, inquietudes, críticas —¡no es pecado criticar al Papa aquí! No es pecado, se puede hacer— y las inspiraciones que lleváis en el corazón.

Lo primero que me preocupa es la crisis de las vocaciones. ¡Es nuestra paternidad lo que está en juego aquí! De esta preocupación, de hecho, de esta hemorragia de vocaciones, hablé a la Plenaria de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, explicando que se trata del fruto envenenado de la cultura de lo provisorio, del relativismo y de la dictadura del dinero, que alejan a los jóvenes de la vida consagrada; junto, ciertamente, a la trágica disminución de los nacimientos, este «invierno demográfico»; además de los escándalos y el testimonio tibio. ¿Cuántos seminarios, iglesias y monasterios y conventos se cerrarán en los próximos años por la falta de vocaciones? Dios lo sabe. Es triste ver que esta tierra, que fue durante largos siglos fértil y generosa dando misioneros, hermanas, sacerdotes llenos de celo apostólico, junto al viejo continente entra en una esterilidad vocacional, sin buscar remedios eficaces. Yo creo que los busca, ¡pero no somos capaces de encontrarlos!

Propongo por ejemplo uno más concreto —porque debemos comenzar con las cosas prácticas, las que están en nuestras manos—, os propongo compartir de forma más generosa y concreta fidei donum entre las diócesis italianas, que ciertamente enriquecería todas las diócesis que dan y las que reciben, reforzando en los corazones del clero y de los fieles el sensus ecclesiae y el sensus fidei. Vosotros ved, si podéis… Hacer un intercambio de [sacerdotes] fidei donum de una diócesis a otra. Pienso en cualquier diócesis del Piamonte: hay una aridez grande… y pienso en Apulia, donde hay sobreabundancia… Pensad, una creatividad hermosa: un sistema fidei donum dentro de Italia. Alguno sonríe… Pero veamos si sois capaces de hacer esto.

Segunda preocupación: pobreza evangélica y transparencia. Para mí, siempre —porque lo he aprendido como jesuita en la constitución— la pobreza es «madre» y es «muro» de la vida apostólica. Es madre porque la hace nacer, y muro porque la protege. Sin pobreza no hay celo apostólico, no hay vida de servicio a los otros… Es una preocupación que se refiere al dinero y a la transparencia. En realidad, quien cree no puede hablar de pobreza y vivir como un faraón. A veces se ven estas cosas... Es lo contrario a un testimonio hablar de pobreza y llevar una vida de lujo; y es muy escandaloso tratar el dinero sin transparencia o gestionar los bienes de la Iglesia como si fueran bienes personales. Vosotros conocéis los escándalos financieros que ha habido en algunas diócesis… Por favor, a mí me hace mucho daño escuchar que un eclesiástico se ha hecho manipular poniéndose en situaciones que superan sus capacidades o, peor todavía, gestionando de manera deshonesta «los pequeños ahorros de la viuda». Nosotros tenemos el deber de gestionar con ejemplaridad, a través de reglas claras y comunes, por las que un día daremos cuentas al dueño de la viña. Pienso en uno de vosotros, por ejemplo —lo conozco bien— que nunca, nunca invita a cenar o a comer con el dinero de la diócesis: paga de su bolsillo, si no, no invita. Pequeños gestos, como propósito hecho en los ejercicios espirituales. Nosotros tenemos el deber de gestionar con ejemplaridad, a través de reglas claras y comunes, por las que un día daremos cuentas al dueño de la viña. Soy consciente —esto quiero decirlo— y reconozco que en la CEI se ha hecho mucho en los últimos años sobre todo, en el camino de la pobreza y de la transparencia. Un buen trabajo de transparencia. Pero se debe hacer todavía un poco más sobre algunas cosas…, pero después lo hablaremos.

Y la tercera preocupación es la reducción y la unificación de las diócesis. No es fácil, porque, sobre todo en este tiempo… El año pasado estábamos a punto de fusionar una, pero vinieron los de allí y decían: «Es pequeña la diócesis… Padre, ¿por qué quiere hacer esto? La universidad se fue; han cerrado una escuela; ahora no está el alcalde, hay un delegado; y ahora también vosotros…». Y uno siente este dolor y dice: «Que se quede el obispo, porque sufren». Pero creo que hay diócesis que se pueden fusionar. Esta cuestión la planteé ya el 23 de mayo de 2013, o sea la reducción de las diócesis italianas. Se trata ciertamente de una exigencia pastoral, estudiada y examinada varias veces —vosotros lo sabéis— ya antes del Concordato del 29. De hecho Pablo VI en el 64, hablando el 14 de abril a la Asamblea de los obispos, habló de «excesivo número de las diócesis»; y sucesivamente, el 23 de junio del 66, volvió una vez más sobre el argumento encontrando a la Asamblea de la CEI diciendo: «Será por tanto necesario retocar los confines de algunas diócesis, pero sobre todo se deberá proceder a la fusión de no pocas diócesis, de forma que la circunscripción resultante tenga una extensión territorial, una consistencia demográfica, una dotación de clero y de obras idóneas para sostener una organización diocesana verdaderamente funcional y a desarrollar una actividad pastoral eficaz y unitaria». Hasta aquí Pablo vi. También la Congregación para los Obispos en 2016 —pero yo lo dije en 2013— pidió a las Conferencias episcopales regionales que envíen su opinión sobre un proyecto de reordenación de las diócesis a la Secretaría General de la CEI. Por tanto estamos hablando de un argumento fechado y actual, descuidado por demasiado tiempo, y creo que ha llegado la hora de concluirlo lo antes posible. Es fácil hacerlo, es fácil… Quizá hay un caso o dos que no se pueden hacer ahora por lo que he dicho antes —porque es una tierra abandonada—, pero se puede hacer algo. Estas son mis tres preocupaciones que he querido compartir con vosotros como puntos de reflexión. Ahora os dejo la palabra y os doy las gracias por la parresía. Muchas gracias.

Papa Francisco, Discurso al Colegio Inglés de Roma (21-abril-2018).

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LA COMUNIDAD DEL VENERABLE COLEGIO INGLÉS DE ROMA

Sala del Consistorio. Sábado, 21 de abril de 2018

Queridos hermanos y hermanas:

Doy la bienvenida a los Superiores y a los alumnos del Venerable Colegio Inglés en este año donde hay varios aniversarios significativos en la vida de la Iglesia en Inglaterra y en el Gales.

Agradezco al Rector sus amables palabras. Nuestro encuentro, hoy, me ofrece la oportunidad de hablaros directamente, como un padre, ¡con el corazón! Y mientras seguís vuestro camino de respuesta a la llamada del Señor, me gustaría compartir con vosotros algunas palabras de aliento. Sobre todo rezo para que podáis crecer profundizando siempre más vuestra relación con el Señor y vuestra atención hacia los demás, especialmente los que más lo necesitan. Amor de Dios y amor del prójimo: las dos piedras angulares de nuestra vida (cf. Mc 12,30-31).

Primero, el amor de Dios. Es hermoso ver a los jóvenes que se preparan para asumir un compromiso firme con el Señor que dure una vida entera. Esto es más difícil para vosotros de lo que lo fue para mí, a causa de la “cultura de lo provisional” que caracteriza el mundo de hoy. Para vencer este reto, y para ayudaros a hacer una auténtica promesa a Dios, es vital que durante estos años de seminario alimentéis vuestra vida interior, aprendiendo a cerrar la puerta de vuestra celda interior desde dentro. De esta manera vuestro servicio a Dios y a la Iglesia resultará reforzado y encontraréis esa paz y felicidad que solo Jesús puede dar (cf. Jn 14,27). Entonces, en cuanto alegres testigos de Cristo, vosotros, podréis convertiros en destinatarios del homenaje que rindió San Felipe Neri a vuestros antepasado mártires: “¡Salvete flores martyrum!”.

En segundo lugar, el amor del prójimo. Como sabéis, no somos testigos de Cristo en beneficio nuestro, sino por los demás, en un servicio continuo. Y nosotros intentamos ofrecer este servicio no por un simple sentimiento, sino por obedecer al Señor, que se arrodilla para lavar los pies a los discípulos (cf. Jn 13,34). Tampoco nuestro discipulado misionero puede vivirse en el aislamiento, sino siempre en colaboración con otros sacerdotes, religiosos y laicos, hombres y mujeres. A veces es difícil amar a nuestro prójimo, y por eso, para que nuestro ministerio sea eficaz, necesitamos constantemente «estar centrados, firmes en torno a Dios que ama y que sostiene. A partir de tal solidez interior es posible soportar [a los demás] con paciencia y constancia en el bien» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 112). Esta solidez interior, esta fidelidad del amor, caracterizó la vida de los mártires de vuestro Colegio, y es esencial para nosotros que intentamos seguir a Jesús, que nos llama en nuestra pobreza para servir su majestad, y que revela su majestad entre los pobres.

Una de las maneras en que puede crecer nuestro amor por Dios y por el prójimo es la vida comunitaria. No puede ser una coincidencia el hecho de que la comunidad de vuestro Seminario haya generado cuarenta y cuatro mártires, haciéndolos capaces de emitir con prontitud el juramento misionero, pronunciado por primera vez en 1578 por San Ralph Sherwin el día de la fiesta de San Jorge. Con la guía y la inspiración de estos santos, espero que seáis capaces de desarrollar esa «fraternidad mística, contemplativa, que sabe mirar la grandeza sagrada del prójimo, que sabe descubrir a Dios en cada ser humano, que sabe tolerar las molestias de la convivencia» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 92).

En la vida cristiana hay un obstáculo importante frente a cada uno de nosotros: el miedo. Pero nosotros podemos superarlo con el amor, la oración y el sentido del humor (cf. Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 126, con la oración atribuida a Santo Tomás Moro). De tal manera espero que no tengáis miedo de las dificultades y de las pruebas y de la lucha continua contra el pecado. Os animo, además, a no tener miedo de vosotros mismos. Siguiendo el ejemplo del vuestro celeste patrón, Santo Tomás de Canterbury ―que no permitió a sus pecados pasados y a los límites humanos que le impidieran servir a Dios hasta el final―, no solamente seréis capaces de superar vuestros miedos sino que ayudaréis también a los demás a superar los suyos.

En fin, cultivando las amistades, las buenas y sanas relaciones que os sostendrán en vuestro futuro ministerio, estoy seguro de que reconoceréis a vuestros amigos verdaderos, que no son simplemente los que se llevan bien con vosotros, sino son dones del Señor para ayudarnos a caminar hacia lo que es justo, noble y bueno.

Con afecto os brindo estos pensamientos, para alentar vuestro amor fiel a Dios y vuestro servicio humilde a los hermanos y a las hermanas. Encomendándoos a la maternal intercesión de la Virgen de Walsingham, os aseguro mis oraciones por vosotros, por vuestra familias, y por todos los que apoyan la misión del Venerable Colegio Inglés. Os pido a cambio, por favor, que os acordéis cada día de rezar por mí. Gracias.

jueves, 30 de diciembre de 2021

Jueves 3 febrero 2022, Jueves de la IV semana del Tiempo Ordinario, feria o san Blas, obispo y mártir,, memoria libre o san Oscar, obispo, memoria libre.

SOBRE LITURGIA

BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL

Castelgandolfo. Miércoles 8 de agosto de 2012

Vida de oración de santo Domingo de Guzmán

Queridos hermanos y hermanas:

La Iglesia celebra hoy la memoria de santo Domingo de Guzmán, sacerdote y fundador de la Orden de Predicadores, llamados dominicos. En una catequesis anterior ya ilustré esta insigne figura y la contribución fundamental que aportó a la renovación de la Iglesia de su tiempo. Hoy, quiero poner de relieve un aspecto esencial de su espiritualidad: su vida de oración. Santo Domingo fue un hombre de oración. Enamorado de Dios, no tuvo otra aspiración que la salvación de las almas, especialmente de las que habían caído en las redes de las herejías de su tiempo; imitador de Cristo, encarnó radicalmente los tres consejos evangélicos uniendo a la proclamación de la Palabra el testimonio de una vida pobre; bajo la guía del Espíritu Santo progresó en el camino de la perfección cristiana. En todo momento la oración fue la fuerza que renovó e hizo cada vez más fecundas sus obras apostólicas.

El beato Jordán de Sajonia, fallecido en 1237, su sucesor en el gobierno de la Orden, escribió: «Durante el día nadie se mostraba más sociable que él... Viceversa, de noche, nadie era más asiduo que él en velar en oración. El día lo dedicaba al prójimo, pero la noche la entregaba a Dios» (P. Filippini, Santo Domingo visto por sus contemporáneos, Bolonia 1982, p. 133). En santo Domingo podemos ver un ejemplo de integración armoniosa entre contemplación de los misterios divinos y actividad apostólica. Según los testimonios de las personas más cercanas a él, «hablaba siempre con Dios o de Dios». Esta observación indica su comunión profunda con el Señor y, al mismo tiempo, el compromiso constante de llevar a los demás a esta comunión con Dios. No dejó escritos sobre la oración, pero la tradición dominicana recogió y transmitió su experiencia viva en una obra titulada: Los nueve modos de orar de santo Domingo. Este libro, compuesto entre 1260 y 1288 por un fraile dominico, nos ayuda a comprender algo de la vida interior del Santo y nos ayuda también a nosotros, con todas las diferencias, a aprender algo sobre cómo rezar.

Son, por tanto, nueve los modos de orar según santo Domingo, y cada uno de estos, que realizaba siempre ante Jesús crucificado, expresa una actitud corporal y una espiritual que, íntimamente compenetradas, favorecen el recogimiento y el fervor. Los primeros siete modos siguen una línea ascendente, como pasos de un camino, hacia la comunión con Dios, con la Trinidad: santo Domingo reza de pie inclinado para expresar humildad, postrado en tierra para pedir perdón por los propios pecados, de rodillas haciendo penitencia para participar en los sufrimientos del Señor, con los brazos abiertos mirando fijamente al Crucificado para contemplar al Sumo Amor, con la mirada hacia el cielo sintiéndose atraído al mundo de Dios. Por lo tanto, son tres modos: de pie, de rodillas y postrado en tierra; pero siempre con la mirada dirigida al Señor crucificado. Los dos últimos modos, sobre los que quiero reflexionar brevemente, corresponden, en cambio, a dos prácticas de piedad vividas habitualmente por el Santo. Ante todo, la meditación personal, donde la oración adquiere una dimensión aún más íntima, fervorosa y tranquilizadora. Al final del rezo de la Liturgia de las Horas, y después de la celebración de la misa, santo Domingo prolongaba el coloquio con Dios, sin ponerse límites de tiempo. Sentado tranquilamente, se recogía en sí mismo en actitud de escucha, leyendo un libro o fijando la mirada en el Crucificado. Vivía tan intensamente estos momentos de relación con Dios que también exteriormente se podían percibir sus reacciones de alegría o de llanto. Por tanto, asimiló en sí, meditando, las realidades de la fe. Los testigos cuentan que, a veces, entraba en una especie de éxtasis con el rostro transfigurado, pero inmediatamente después retomaba humildemente sus actividades cotidianas con la nueva fuerza que viene de lo Alto. Luego, la oración durante los viajes entre un convento y otro; recitaba con los compañeros las Laudes, la Hora media y las Vísperas y, atravesando los valles o las colinas, contemplaba la belleza de la creación. Entonces brotaba de su corazón un canto de alabanza y de acción de gracias a Dios por tantos dones, sobre todo por la maravilla más grande: la redención realizada por Cristo.

Queridos amigos, santo Domingo nos recuerda que en el origen del testimonio de la fe, que todo cristiano debe dar en la familia, en el trabajo, en el compromiso social y también en los momentos de distensión, está la oración, el contacto personal con Dios. Sólo esta relación real con Dios nos da la fuerza para vivir intensamente cada acontecimiento, especialmente los momentos de mayor sufrimiento. Este santo nos recuerda también la importancia de las posturas exteriores en nuestra oración. Arrodillarse, estar de pie ante el Señor, fijar la mirada en el Crucificado, detenerse y recogerse en silencio, no son secundarios, sino que nos ayudan a ponernos interiormente, con toda la persona, en relación con Dios. Quiero llamar una vez más la atención sobre la necesidad para nuestra vida espiritual de encontrar diariamente momentos para rezar con tranquilidad; debemos tomarnos este tiempo especialmente en las vacaciones, dedicar un poco de tiempo a hablar con Dios. Será un modo también para ayudar a quien está cerca de nosotros a entrar en el rayo luminoso de la presencia de Dios, que trae la paz y el amor que todos necesitamos. Gracias

CALENDARIO

3 JUEVES DE LA IV SEMANA DEL T. ORDINARIO, feria o SAN BLAS, obispo y mártir, memoria libre o SAN ÓSCAR, obispo, memoria libre

Misa
de feria (verde) o de la memoria de san Blas (rojo) o de la memoria de san Óscar (blanco).
MISAL: para la feria cualquier formulario permitido (véase pág. 67, n. 5) / para la memoria de san Blas 1.ª orac. prop. y el resto del común de mártires (para un mártir) o de pastores (para un obispo), o de un domingo del T.O. / para la memoria de san Óscar 1.ª orac. prop. y el resto del común de pastores (para misioneros) u obispos, o de un domingo del T.O.; Pf. común o de la memoria.
LECC.: vol. III-par.
- 1 Re 2, 1-4. 10-12.
Yo emprendo el camino de todos. Ten valor, Salomón, y sé hombre.
- Salmo: 1 Crón 29, 10-12. R. Tú eres Señor del universo. 
- Mc 6, 7-13. Los fue enviando. 
o bien: cf. vol. IV.

Liturgia de las Horas:
oficio de feria o de una de las memorias.

Martirologio: elogs. del 4 de febrero, pág. 146.
CALENDARIOS: Religiosas de Jesús y María: Santa Claudina Thevenet, religiosa (S).
Segorbe-Castellón: Castellón-ciudad: San Blas (F).
HH. de la Presentación de María: Beata María Ana Rivier, religiosa (F).
Agustinos: Beato Esteban Bellesini, presbítero (MO).
Mínimos: San Nicolás de Longobardi, religioso (MO).
Servitas: Beato Joaquín de Siena, religioso (MO).
Palencia: San Julián, obispo (ML).
Dominicos: Beato Pedro de Ruffía, presbítero y mártir, o beato Antonio Pavoni, presbítero y mártir, o beato Bartolomé Cerveri, presbítero y mártir (ML).
Paúles e Hijas de la Caridad: Beata Josefina Nicoli, virgen (ML).
Orden Premonstratense: Difuntos de la Orden, familiares y bienhechores.
Almería: Aniversario de la muerte de Mons. Rosendo Álvarez Gastón, obispo, emérito (2014).

TEXTOS MISA

Misa de la feria:
 del IV Domingo del T. Ordinario (o de otro Domingo del T. Ordinario).

Memoria de san Blas:

3 de febrero
San Blas, obispo y mártir

La oración colecta es propia. El resto está tomado del común de mártires: I. Fuera del Tiempo Pascual. B. Para un mártir 2.

Antífona de entrada

Este es un verdadero mártir que derramó su sangre por el nombre de Cristo, no temió las amenazas de los jueces y así alcanzó el reino de los cielos.
Hic est vere martyr, qui pro Christi nómine sánguinem suum fudit, qui minas iúdicum non tímuit, sed ad caeléstia regna pervénit.
O bien: Fl 3, 8. 10
Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte.
Omnia detriméntum fecit ad cognoscéndum Christum, et communiónem passiónum illíus, confórmans se morti eius.

Monición de entrada
Conmemoramos hay a san Blas, obispo de Sebaste, en la antigua Armenia, hoy Turquía, que siguiendo las huellas de Cristo, Buen Pastor, entregó la vida por sus ovejas y fue martirizado durante la persecución del emperador romano Licinio a comienzos del siglo IV.

Oración colecta
Escucha, Señor, a tu pueblo suplicante y, por la protección de tu mártir san Blas, concédenos gozar de paz en la vida presente y encontrar ayuda para la eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.
Exáudi, Dómine, pópulum tuum, cum beáti Blásii mártyris patrocínio supplicántem, ut et temporális vitae nos tríbuas pace gaudére, et aetérnae reperíre subsídium. Per Dóminum.

Memoria de san Oscar:
3 de febrero
San Óscar, obispo

La oración colecta es propia. El resto está tomado del común de pastores: V. Para misioneros 1.

Antífona de entrada

Estos son los varones santos, amigos de Dios, insignes en la predicación de la verdad divina.
Isti sunt viri sancti facti amíci Dei, divínae veritátis praecónio gloriósi.
O bien: Sal 17, 50; 21, 23
Te daré gracias entre las naciones, Señor; contaré tu fama a mis hermanos.
Confitébor tibi in pópulis, Dómine, et narrábo nomen tuum frátribus mei.

Monición de entrada
Conmemoramos hoy a san Oscar, obispo de Hamburgo y después también de Brema, en Sajonia, actual Alemania. Nació en Francia. Siendo monje del monasterio de Corbie, donde había sido educado, fue designado por el papa Gregorio IV como legado para todas las tierras del norte de Europa. Anunció el Evangelio a grandes multitudes de Dinamarca y Suecia, consolidó allí la Iglesia de Cristo y, después de superar muchas dificultades, desgastado por sus trabajos murió en Brema, el año 865.

Oración colecta
Oh, Dios, que has querido enviar al obispo san Óscar para iluminar a numerosos pueblos, concédenos, por su intercesión, caminar siempre en la luz de tu verdad. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui ad multas illuminándas gentes beátum Ansgárium epíscopum míttere voluísti, eius nobis intercessióne concéde, ut in tuae veritátis luce iúgiter ambulémus. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Jueves de la IV semana del Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA 1 Re 2, 1-4. 10-12
Yo emprendo el camino de todos. Ten valor, Salomón, y sé hombre
Lectura del primer libro de los Reyes.

Se acercaban los días de la muerte de David y este aconsejó a su hijo Salomón:
«Yo emprendo el camino de todos. Ten valor y sé hombre. Guarda lo que el Señor tu Dios manda guardar siguiendo sus caminos, observando sus preceptos, órdenes, instrucciones y sentencias, como está escrito en la ley de Moisés, para que tengas éxito en todo lo que hagas y adondequiera que vayas. El Señor cumplirá así la promesa que hizo diciendo:
“Si tus hijos vigilan sus pasos, caminando fielmente ante mí, con todo su corazón y toda su alma, no te faltará uno de los tuyos sobre el trono de Israel”».
David se durmió con sus padres y lo sepultaron en la Ciudad de David.
Cuarenta años reinó David sobre Israel; siete en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén.
Salomón se sentó en el trono de David su padre y el reino quedó establecido sólidamente en su mano.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial 1 Crón 29, 10be. 11abc. 11d-12a. 12Bcd (R.: 12b)
R. Tú eres Señor del universo.
Tu, Dómine, domináris ómnia.

V. Bendito eres, Señor,
Dios de nuestro padre Israel,
por los siglos de los siglos.
R. Tú eres Señor del universo.
Tu, Dómine, domináris ómnia.

V. Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra.
R. Tú eres Señor del universo.
Tu, Dómine, domináris ómnia.

V. Tú eres rey y soberano de todo.
De ti viene la riqueza y la gloria.
R. Tú eres Señor del universo.
Tu, Dómine, domináris ómnia.

V. Tú eres Señor del universo,
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos.
R. Tú eres Señor del universo.
Tu, Dómine, domináris ómnia.

Aleluya Mc 1, 15
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Está cerca el reino de Dios; convertíos y creed en el Evangelio. R.
Appropinquávit regnum Dei; pænitémini et crédite Evangélio.

EVANGELIO Mc 6, 7-13
Los fue enviando
 Lectura del santo Evangelio según san Marcos.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. y decía:
«Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, en testimonio contra ellos».
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Ángelus 15-julio-2018
Este episodio evangélico se refiere también a nosotros, y no solo a los sacerdotes, sino a todos los bautizados, llamados a testimoniar, en los distintos ambientes de vida, el Evangelio de Cristo. Y también para nosotros esta misión es auténtica solo a partir de su centro inmutable que es Jesús. No es una iniciativa de los fieles ni de los grupos y tampoco de las grades asociaciones, sino que es la misión de la Iglesia inseparablemente unida a su Señor. Ningún cristiano anuncia el Evangelio «por sí», sino solo enviado por la Iglesia que ha recibido el mandado de Cristo mismo. Es precisamente el bautismo lo que nos hace misioneros. Un bautizado que no siente la necesidad de anunciar el Evangelio, de anunciar a Jesús, no es un buen cristiano.

Oración de los fieles
Ferias del Tiempo Ordinario XXI

Oremos a Dios Padre.
- Por el Papa, los obispos y los presbíteros. Roguemos al Señor.
- Por los gobernantes, los jueces y los legisladores. Roguemos al Señor.
- Por todos los que se encuentran en cualquier necesidad. Roguemos al Señor.
- Por nuestra comunidad (parroquia), por nosotros mismos. Roguemos al Señor.
Atiende a nuestras peticiones y concédenos los dones de tu bondad. Por Jesucristo nuestro Señor.

Memoria de san Blas:
Oración sobre las ofrendas
Dios clementísimo, derrama tu bendición sobre estos dones y fortalécenos en la fe que confirmó san N. con el derramamiento de su sangre. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Clementíssime Deus, múnera haec tua benedictióne perfúnde et nos in fide confírma, quam beátus N. effúso sánguine asséruit. Per Christum.
O bien:
Te presentamos, Señor, estas ofrendas en la fiesta de tu mártir san N., a quien ninguna tentación pudo separar de la unidad del Cuerpo de Cristo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Hóstias tibi, Dómine, pro commemoratióne beáti mártyris tui N. offérimus, quem a Christi córporis unitáte nulla tentátio separávit. Per Christum.

PREFACIO I DE LOS SANTOS MÁRTIRES
SIGNIFICADO Y EJEMPLARIDAD DEL MARTIRIO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque la sangre del glorioso mártir san N., derramada, como la de Cristo, para confesar tu nombre, manifiesta las maravillas de tu poder; pues en su martirio, Señor, has sacado fuerza de lo débil, haciendo de la fragilidad tu propio testimonio; por Cristo, Señor nuestro.
Por eso, con las virtudes del cielo te aclamamos continuamente en la tierra, alabando tu gloria sin cesar:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus:
Quóniam beáti mártyris N. pro confessióne nóminis tui, ad imitatiónem Christi, sanguis effúsus tua mirabília maniféstat, quibus pérficis in fragilitáte virtútem, et vires infírmas ad testimónium róboras, per Christum Dóminum nostrum.
Et ídeo, cum caelórum Virtútibus, in terris te iúgiter celebrámus, maiestáti tuae sine fine clamántes:

Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA III

Antífona de comunión Cf. Jn 15, 1. 5

Yo soy la verdadera vid y vosotros los sarmientos, dice el Señor; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante.
Ego sum vitis vera et vos pálmites, dicit Dóminus; qui manet in me et ego in eo, hic fert fructum multum.
O bien: Cf. Jn 8, 12
El que me sigue no camina en las tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida, dice el Señor.
Qui séquitur me, non ámbulat in ténebris, sed habébit lumen vitae, dicit Dóminus.

Oración después de la comunión
Renovados por estos santos misterios te rogamos, Señor, que, imitando la admirable fortaleza de san N., merezcamos conseguir el premio eterno a la perseverancia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Sacris, Dómine, recreáti mystériis, quaesumus, ut, miram beáti N. constántiam aemulántes, patiéntiae praemium cónsequi mereámur aetérnum. Per Christum.

Memoria de san Oscar:
Oración sobre las ofrendas
Dios todopoderoso, mira el sacrificio que te ofrecemos en la fiesta de san N., y concede a cuantos celebramos el misterio de la pasión del Señor imitar lo que realizamos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Réspice quas offérimus hóstias, omnípotens Deus, in beáti N. festivitáte, et praesta, ut, qui domínicae passiónis mystéria celebrámus, imitémur quod ágimus. Per Christum.

PREFACIO DE LOS SANTOS PASTORES
LA PRESENCIA DE LOS SANTOS PASTORES EN LA IGLESIA
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque nos concedes la alegría de celebrar hoy la fiesta de san N., fortaleciendo a tu Iglesia con el ejemplo de su vida santa, instruyéndola con su palabra y protegiéndola con su intercesión.
Por eso, con los ángeles y la multitud de los santos, te cantamos el himno de alabanza diciendo sin cesar:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: per Christum Dóminum nostrum.
Quia sic tríbuis Ecclésiam tuam sancti N. festivitáte gaudére, ut eam exémplo piae conversatiónis corróbores, verbo praedicatiónis erúdias, gratáque tibi supplicatióne tueáris.
Et ídeo, cum Angelórum atque Sanctórum turba, hymnum laudis tibi cánimus, sine fine dicéntes:

Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA III

Antífona de la comunión Cf. Ez 34, 15

Yo mismo apacentaré mis ovejas y las haré reposar, dice el Señor.
Ego pascam oves meas, et ego eas accubáre fáciam, dicit Dóminus.
O bien: Cf. Mt 10, 27
Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, dice el Señor, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea
Quod dico vobis in ténebris, dícite in lúmine, dicit Dóminus, et quod in aure audítis, praedicáte super tecta.

Oración después de la comunión
Señor, por la eficacia de este sacramento confirma a tus siervos en la verdadera fe para que la proclamen de palabra y de obra en todas partes, a ejemplo de san N. que, por ella, trabajó y consagró su vida. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Huius mystérii virtúte, confírma, Dómine, fámulos tuos in fide veritátis, ut eam ubíque ore et ópere confiteántur, pro qua beátus N. laboráre non déstitit et vitam suam impéndit. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del 4 de febrero

1. En Roma, en las catacumbas de la vía Apia, san Eutiquio, mártir, que durante mucho tiempo fue torturado con privación de alimentos y sin poder dormir, para ser arrojado, finalmente, a una profunda cavidad, venciendo, con su fe en Cristo, todas las crueldades del tirano. (s. inc.)
2. En Perge, lugar de Pamfilia, en la actual Turquía, santos Papías, Diodoro y Claudiano, mártires(s. III)
3. En Alejandría de Egipto, pasión de los santos mártires Fileas, obispo de Thmuis, y Filoromo, tribuno militar, quienes, durante la persecución llevada a cabo bajo el emperador Diocleciano, no cedieron a las persuasiones de sus deudos y amigos para que salvaran su vida, y obtuvieron del Señor la palma del martirio al ser decapitados. (s. IV)
4. En Pelusio, también en Egipto, san Isidoro, presbítero, hombre de profunda doctrina, que, despreciando el mundo y las riquezas, trató de imitar la vida de san Juan Bautista en el desierto, para lo que vistió el hábito monástico. (c. 449)
5*. En Châteaudun, cerca de Chartres, en la Galia, hoy Francia, tránsito de san Aventino, obispo, que había ocupado la mencionada sede de Chartres. (c. 511)
6. En Troyes, en la Galia Lugdunense, también en la actual Francia, san Aventino, que fue servidor de san Lupo, obispo. (c. 537)
7. En Maguncia, ciudad de Franconia, en Alemania, san Rabano, apellidado “Mauro”, obispo, que, siendo monje de Fulda, fue elevado a la sede de Maguncia. Docto en ciencia y elocuente en el hablar, nunca dejó de llevar a cabo todo lo que pudiese redundar a mayor gloria de Dios. (856)
8*. En Constantinopla, hoy Estambul, en Turquía, san Nicolás Estudita, monje, que exiliado repetidas veces por defender el culto de las santas imágenes, terminó sus días como abad del monasterio de Estudion. (868)
9. En Sempringham, lugar de Inglaterra, san Gilberto, presbítero, que fundó, con la aprobación del papa Eugenio III, una Orden monástica, en la que impuso una doble disciplina: la Regla de san Benito para las monjas y la de san Agustín para los clérigos. (1189)
10. En Bourges, en Aquitania, actualmente Francia, santa Juana de Valois, que, siendo reina de Francia, al ser declararse nulo su matrimonio con Luis XII, se dedicó a servir a Dios. Cultivó una especial piedad hacia la Santa Cruz y fundó la Orden de la Santísima Anunciación de santa María Virgen. (1505)
11*. En Durham, en Inglaterra, beato Juan Speed, mártir, el cual, por haber auxiliado a unos sacerdotes, alcanzó, durante el reinado de Isabel I, la palma del martirio al ser decapitado. (1594)
12. En Amatrice, población de los Abruzos italianos, san José de Leonessa, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, quien, en Constantinopla, sostuvo en su fe a los cristianos cautivos y sufrió grandes tribulaciones por haber predicado el Evangelio, incluso en el mismo palacio del Sultán. De regreso a su patria, se distinguió por atender a los pobres. (1612)
13. En Oriur, en el reino de Maravá, en la India, san Juan de Brito, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús y mártir, que, tras convertir a muchos a la fe, imitando la vida y la conducta de los ascetas de aquellas regiones, terminó su vida con un glorioso martirio. (1693)
- Beato Iustus Takayama Ukon (1552- Manila, Filipinas 1615). Japonés, laico, padre de familia, que renunció a su alta posición social y a sus riquezas por amor a Cristo y que a causa de los maltratos que sufrió en su patria, por quienes odiaban su fe, murió en el exilio en 1615.

martes, 28 de diciembre de 2021

Miércoles 2 febrero 2022, Presentación del Señor, fiesta.

SOBRE LITURGIA

DIRECTORIO SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA

La fiesta de la Presentación del Señor

120. Hasta el 1969 la antigua fiesta del 2 de Febrero, de origen oriental, recibía en Occidente el título de "Purificación de Santa María Virgen", y concluía, cuarenta días después de Navidad, el ciclo de navidad.
Esta fiesta siempre ha tenido un marcado carácter popular. Los fieles, de hecho:
- asisten con gusto a la procesión conmemorativa de la entrada de Jesús en el Templo y de su encuentro, ante todo con Dios Padre, en cuya morada entra por primera vez, después con Simeón y Ana. Esta procesión, que en Occidente había sustituido a los cortejos paganos licenciosos y que era de tipo penitencial, posteriormente se caracterizó por la bendición de las candelas, que se llevaban encendidas durante la procesión, en honor de Cristo "luz para alumbrar a las naciones" (Lc 2, 32);
- son sensibles al gesto realizado por la Virgen María, que presenta a su Hijo en el Templo y se somete, según el rito de la Ley de Moisés (cfr. Lv 12, 1-8), al rito de la purificación; en la piedad popular el episodio de la purificación se ha visto como una muestra de la humildad de la Virgen, por lo cual, la fiesta del 2 de Febrero es considerada con frecuencia la fiesta de los que realizan los servicios más humildes en la Iglesia.

121. La piedad popular es sensible al acontecimiento, providencial y misterioso, de la concepción y del nacimiento de una vida nueva. En particular las madres cristianas advierten la relación que existe, a pesar de las notables diferencias – la concepción y el parto de María son hechos únicos – entre la maternidad de la Virgen, la purísima, madre de la Cabeza del Cuerpo Místico, y su maternidad: ellas también son madres según el plan de Dios, pues han generado los futuros miembros del mismo Cuerpo Místico. En esta intuición, y como imitando el rito realizado por María (cfr. Lc 2, 22-24), tenía origen el rito de la purificación de la que había dado a luz, algunos de cuyos elementos reflejaban una visión negativa de lo relacionado con el parto

En el actual Rituale Romanum está prevista una bendición para la madre, tanto antes del parto como después del parto, esta última sólo en el caso de que la madre no haya podido participar en el bautismo del hijo.

Sin embargo, es muy oportuno que la madre y sus parientes, al pedir esta bendición, se adapten a las características de la oración de la Iglesia: comunión de fe y de caridad en la oración, para que llegue a su feliz cumplimiento el tiempo de espera (bendición antes del parto) y para dar gracias a Dios por el don recibido (bendición después del parto).

122. En algunas Iglesias locales se valoran de modo especial algunos elementos del relato evangélico de la fiesta de la Presentación del Señor (Lc 2, 22-40), como la obediencia de José y María a la Ley del Señor, la pobreza de los santos esposos, la condición virginal de la Madre de Jesús, lo que ha aconsejado convertir, también, el 2 de Febrero en la fiesta de los que se dedican al servicio del Señor y de los hermanos, en las diversas formas de vida consagrada.

123. La fiesta del 2 de Febrero conserva un carácter popular. Sin embargo es necesario que responda verdaderamente al sentido auténtico de la fiesta. No resultaría adecuado que la piedad popular, al celebrar la Presentación del Señor, se olvidase el contenido cristológico, que es el fundamental, para quedarse casi exclusivamente en los aspectos mariológicos; el hecho de que deba "ser considerada ...como memoria simultánea del Hijo y de la Madre" no autoriza semejante cambio de la perspectiva; las velas, conservadas en los hogares, deben ser para los fieles un signo de Cristo "luz del mundo" y por lo tanto, un motivo para expresar la fe.

CALENDARIO

MIÉRCOLES. PRESENTACIÓN DEL SEÑOR, fiesta

Fiesta de la Presentación del Señor, llamada Hypapante por los griegos: cuarenta días después de Navidad, Jesús fue llevado al Templo por María y José, y lo que pudo aparecer como cumplimiento de la ley mosaica se convirtió, en realidad, en su encuentro con el pueblo creyente y gozoso. Se manifestó, así, como luz para alumbrar a las naciones y gloria de su pueblo, Israel (elog. del Martirologio Romano).

Misa de la fiesta (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Pf. prop. No se puede decir la PE IV.
LECC.: vol. IV.
- Mal 3, 1-4.
 Llegará a su santuario el Señor a quien vosotros andáis buscando.
o bien:
 Heb 2, 14-18. Tenía que parecerse en todo a sus hermanos.
- Sal 23. R. El Señor, Dios del universo, él es el Rey de la gloria.
- Lc 2, 22-40. Mis ojos han visto a tu Salvador.

JORNADA DE LA VIDA CONSAGRADA (mundial y pontificia): Liturgia del día, alusión en la mon. de entrada y en la hom., intención en la orac. univ.
Las candelas pueden ser bendecidas con procesión o entrada solemne.
* Se encienden las candelas desde el principio, mientras se canta la antífona «Nuestro Señor llega con poder».
* Al entrar en la iglesia o en el presbiterio se canta la antífona de entrada de la misa, sigue el Gloria y la oración colecta.
* En la procesión el sacerdote puede usar capa pluvial o casulla.
Hoy no se permiten las misas de difuntos, excepto la exequial.

Liturgia de las Horas: oficio de la fiesta. Te Deum. II Vísp. de la fiesta.

Martirologio: elogs. del 3 de febrero, pág. 144.
CALENDARIOS: Orden Premonstratense: Presentación del Señor (S).
Palencia-ciudad: Nuestra Señora de la Calle (S).
Tenerife: Nuestra Señora de Candelaria (S). HH. de Belén: (F).

TEXTOS MISA

2 de febrero
LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
Fiesta

Bendición y procesión de las candelas
Primera forma: Procesión
1. En la hora más oportuna se reúnen todos en una iglesia o en otro lugar conveniente, fuera de la iglesia hacia la que va a encaminarse la procesión. Los fieles tienen en sus manos las candelas, apagadas.
2. Llega el sacerdote con sus ministros, revestido con vestiduras blancas como para la misa; no obstante, el sacerdote puede usar, en lugar de la casulla, la capa pluvial, que se quita terminada la procesión.
3.Mientras se encienden las candelas se canta la antífona:
Nuestro Señor llega con poder, para iluminar los ojos de sus siervos. Aleluya.
U otro cántico apropiado.

4. El sacerdote, terminado el canto, vuelto hacia el pueblo dice: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Después saluda, como de costumbre, al pueblo y luego hace una monición introductoria para invitar a los fieles a celebrar esta fiesta de manera activa y consciente, con estas o parecidas palabras:
Queridos hermanos:
Hace hoy cuarenta días celebrábamos, llenos de gozo, la fiesta del Nacimiento del Señor. Hoy es aquel día santo en el cual Jesús es presentado en el templo por María y José para cumplir públicamente con la ley, pero en realidad para encontrarse con el pueblo creyente.
Los santos ancianos Simeón y Ana, impulsados por el Espíritu Santo, habían acudid, al templo y reconocieron al Señor, iluminados por el mismo Espíritu, y lo proclamaron con alegría.
Del mismo modo, congregados también nosotros por el Espíritu Santo, vayamos hacia la casa de Dios al encuentro de Cristo. Lo encontraremos y lo reconoceremos en la fracción del pan, hasta que vuelva revestido de gloria.
Ante dies quadragínta celebrávimus cum gáudio Festum Nativitátis Dómini. Hódie vero occúrrit dies ille beátus, quo Iesus a María et Ioseph praesentátus est in templo, extérius quidem legem implens, rerum veritáte autem occúrrens pópulo suo credénti.
Spíritu Sancto impúlsi, in templum venérunt beáti illi senes et cognovérunt Dóminum eódem Spíritu illumináti, et conféssi sunt eum in exsultatióne.
Ita et nos, congregáti in unum per Spíritum Sanctum, procedámus ad domum Dei óbviam Christo. Inveniémus eum et cognoscémus in fractióne panis, donec véniat maniféstus in glória.

5. Después de la monición, el sacerdote bendice las candelas diciendo con las manos juntas:
Oremos.
Oh, Dios, fuente y origen de toda luz, que manifestaste hoy al justo Simeón la Luz para alumbrar a las naciones, te rogamos suplicantes que santifiques estos cirios con tu + bendición; acepta los deseos de tu pueblo que se ha reunido para cantar la alabanza de tu nombre, llevándolos en sus manos, y así merezca llegar, por la senda de las virtudes, a la luz eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Deus, omnis lúminis fons et orígo, qui iusto Simeóni Lumen ad revelatiónem géntium hódie demonstrásti, te súpplices deprecámur, ut hos céreos sanctificáre tua + benedictióne dignéris, tuae plebis vota suscípiens, quae ad tui nóminis laudem eos gestatúra concúrrit, quátenus per virtútum sémitam ad lucem indeficiéntem perveníre mereátur. Per Christum Dóminum nostrum.
O bien:
Oremos.
Oh, Dios, luz verdadera, autor y dador de la luz eterna, infunde en el corazón de los fieles el resplandor de la luz que no se extingue, para que, cuantos son iluminados en tu templo santo por el brillo de estos cirios, puedan llegar felizmente a la luz de tu gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Deus, lumen verum, aetérnae lucis propagátor et auctor, córdibus infúnde fidélium perpétui lúminis claritátem, ut, quicúmque in templo sancto tuo splendóre praeséntium lúminum adornántur, ad lumen glóriae tuae felíciter váleant perveníre. Per Christum Dóminum nostrum.
R. Amén.

Asperja las candelas con agua bendita, sin decir nada, y pone el incienso para la procesión.

6. El sacerdote recibe, del diácono o de otro ministro, su propia candela encendida y comienza la procesión, después de decir el diácono (o en su defecto el propio sacerdote):
Vayamos en paz al encuentro del Señor.
Procedámus in pace ad occurréndum Dómino.
O bien:
Vayamos en paz.
Procedámus in pace.

En cuyo caso, todos responden:
En el nombre de Cristo. Amén.

7. Durante la procesión, llevando todos las candelas encendidas, se canta alguna de las siguientes antífonas: la antífona Luz para alumbrar... con el cántico indicado (Lc 2,29-32), O la antífona Adorna... u otro canto apropiado:
I
Ant. Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Lumen ad revelatiónem géntium, et glóriam plebis tuae Israel.
Nunc dimíttis servum tuum, Dómine, secúndum verbum tuum in pace.
Ant. Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador.
Lumen ad revelatiónem géntium... 
Quia vidérunt óculi mei salutáre tuum.
Ant. Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
A quien has presentado ante todos los pueblos.
 Lumen ad revelatiónem géntium... 
Quod parásti ante fáciem ómnium populórum.
Ant. Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Lumen ad revelatiónem géntium...

II
Ant. Adorna tu tálamo, Sion, y recibe a Cristo Rey: abraza a María, puerta del cielo, pues ella conduce al Rey de la gloria, luz nueva. Permanece Virgen llevando en sus manos al Hijo engendrado antes del lucero del alba, al que Simeón tomó en sus brazos y proclamó ante las naciones: Señor de la vida y de la muerte y Salvador del mundo.
Adórna thálamum tuum, Sion, et súscipe Regem Christum: ampléctere Maríam, quae est caeléstis porta: ipsa enim portat Regem glóriae novi lúminis: subsístit Virgo, addúcens mánibus Fílium ante lucíferum génitum: quem accípiens Símeon in ulnas suas, praedicávit pópulis, Dóminum eum esse vitae et mortis, et Salvatórem mundi.

8. Al entrar la procesión en la iglesia se canta la antífona de entrada de la misa. Llegado el sacerdote al altar, lo venera y, si parece oportuno, lo inciensa. Va a la sede, se quita la capa pluvial, si es que la ha usado en la procesión, y se pone la casulla; después del cántico del Gloria, dice la colecta. Y la misa prosigue como de costumbre.

Segunda forma: Entrada solemne
9. Cuando no se pueda hacer la procesión, los fieles, con las candelas en sus manos, se reúnen en la iglesia. El sacerdote, con vestiduras blancas como para la misa, acompañado de los ministros y algunos fieles, va a un lugar adecuado, bien delante de la puerta, bien dentro de la misma iglesia, con tal de que la mayor parte de los fieles puedan participar cómodamente en el rito.
10. Una vez llegados al lugar elegido para la bendición, se encienden las candelas mientras se canta la antífona: Nuestro Señor llega (n. 3) o algún otro cántico apropiado.
11. Tras el saludo y la monición, el sacerdote bendice las candelas, tal como se indica más arriba en los nn. 4-5; y se hace la procesión hacia el altar, con cánticos (nn. 6-7). Para la misa se observa lo ya indicado en el n. 8.

Antífona de entrada Sal 47, 10-11
Oh, Dios, meditamos tu misericordia en medio de tu templo: como tu Nombre, oh, Dios, tu alabanza llega al confín de la tierra. Tu diestra está llena de justicia.
Suscépimus, Deus, misericórdiam tuam in médio templi tui. Secúndum nomen tuum, Deus, ita et laus tua in fines terrae; iustítia plena est déxtera tua.

Se dice Gloria.

Oración colecta
Dios todopoderoso y eterno, rogamos humildemente a tu majestad que, así como tu Hijo Unigénito ha sido presentado hoy en el templo en la realidad de nuestra carne, nos concedas, de igual modo, ser presentados ante ti con el alma limpia. Por nuestro Señor Jesucristo.
Omnípotens sempitérne Deus, maiestátem tuam súpplices exorámus, ut, sicut Unigénitus Fílius tuus hodiérna die cum nostrae carnis substántia in templo est praesentátus, ita nos fácias purificátis tibi méntibus praesentári. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas de la fiesta de la Presentación del Señor (Lec. IV)

PRIMERA LECTURA (opción 1) Mal 3, 1-4
Llegará a su santuario el Señor a quien vosotros andáis buscando
Lectura de la profecía de Malaquías

Esto dice el Señor Dios:
«Voy a enviar a mi mensajero para que prepare el camino ante mí.
De repente llegará a su santuario el Señor a quien vosotros andáis buscando; y el mensajero de la alianza en quien os regocijáis, mirad que está llegando, dice el Señor del universo. ¿Quién resistirá el día de su llegada? ¿Quién se mantendrá en pie ante su mirada? Pues es como fuego de fundidor, como lejía de lavandero. Se sentará como fundidor que refina la plata; refinará a los levitas y los acrisolará como oro y plata, y el Señor recibirá ofrenda y oblación justas.
Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en tiempos pasados, como antaño».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

PRIMERA LECTURA (opción 2) Heb 2, 14-18
Tenía que parecerse en todo a sus hermanos
Lectura de la carta a los Hebreos.

Lo mismo que los hijos participan de la carne y de la sangre, así también participó Jesús de nuestra carne y sangre, para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo, y liberar a cuantos, por miedo a la muerte, pasaban la vida entera como esclavos.
Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar los pecados del pueblo. Pues, por el hecho de haber padecido sufriendo la tentación, puede auxiliar a los que son tentados.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 23, 7. 8. 9. 10 (R.: 10b)
R. El Señor, Dios del universo, él es el Rey de la gloria.
Dóminus virtútum ipse est rex glóriæ.

V. ¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las puertas eternales:
va a entrar el Rey de la gloria.
R. El Señor, Dios del universo, él es el Rey de la gloria.
Dóminus virtútum ipse est rex glóriæ.

V. ¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso,
el Señor, valeroso en la batalla.
R. El Señor, Dios del universo, él es el Rey de la gloria.
Dóminus virtútum ipse est rex glóriæ.

V. ¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las puertas eternales:
va a entrar el Rey de la gloria.
R. El Señor, Dios del universo, él es el Rey de la gloria.
Dóminus virtútum ipse est rex glóriæ.

V. ¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios del universo,
él es el Rey de la gloria.
R. El Señor, Dios del universo, él es el Rey de la gloria.
Dóminus virtútum ipse est rex glóriæ.

Aleluya Lc 2, 32
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel. R.
Lumen ad revelatiónem gentium, et glóriam plebis tuæ Israel.

EVANGELIO Lc 2, 22-40
Mis ojos han visto a tu Salvador
 Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
R. Gloria a ti, Señor.

Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones».
Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones».
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Catecismo de la Iglesia Católica
529
 La Presentación de Jesús en el templo (cf. Lc 2, 22-39) lo muestra como el Primogénito que pertenece al Señor (cf. Ex 13, 2. 12-13). Con Simeón y Ana toda la expectación de Israel es la que viene al Encuentro de su Salvador (la tradición bizantina llama así a este acontecimiento). Jesús es reconocido como el Mesías tan esperado, "luz de las naciones" y "gloria de Israel", pero también "signo de contradicción". La espada de dolor predicha a María anuncia otra oblación, perfecta y única, la de la Cruz que dará la salvación que Dios ha preparado "ante todos los pueblos".

FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
XXV JORNADA MUNDIAL DE LA VIDA CONSAGRADA
SANTA MISA PARA LOS CONSAGRADOS
Basílica de San Pedro. Martes, 2 de febrero de 2021
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Simeón —escribe san Lucas— «esperaba el consuelo de Israel» (Lc 2,25). Subiendo al templo, mientras María y José llevaban a Jesús, acogió al Mesías en sus brazos. Es un hombre ya anciano quien reconoce en el Niño la luz que venía a iluminar a las naciones, que ha esperado con paciencia el cumplimiento de las promesas del Señor. Esperó con paciencia.
La paciencia de Simeón. Observemos atentamente la paciencia de este anciano. Durante toda su vida esperó y ejerció la paciencia del corazón. En la oración aprendió que Dios no viene en acontecimientos extraordinarios, sino que realiza su obra en la aparente monotonía de nuestros días, en el ritmo a veces fatigoso de las actividades, en lo pequeño e insignificante que realizamos con tesón y humildad, tratando de hacer su voluntad. Caminando con paciencia, Simeón no se dejó desgastar por el paso del tiempo. Era un hombre ya cargado de años, y sin embargo la llama de su corazón seguía ardiendo; en su larga vida habrá sido a veces herido, decepcionado; sin embargo, no perdió la esperanza. Con paciencia, conservó la promesa ―custodiar la promesa―, sin dejarse consumir por la amargura del tiempo pasado o por esa resignada melancolía que surge cuando se llega al ocaso de la vida. La esperanza de la espera se tradujo en él en la paciencia cotidiana de quien, a pesar de todo, permaneció vigilante, hasta que por fin “sus ojos vieron la salvación” (cf. Lc 2,30).
Y yo me pregunto: ¿De dónde aprendió Simeón esta paciencia? La recibió de la oración y de la vida de su pueblo, que en el Señor había reconocido siempre al «Dios misericordioso y compasivo, que es lento para enojarse y rico en amor y fidelidad» (Ex 34,6); reconoció al Padre que incluso ante el rechazo y la infidelidad no se cansa, sino que “soporta con paciencia muchos años” (cf. Ne 9,30), como dice Nehemías, para conceder una y otra vez la posibilidad de la conversión.
La paciencia de Simeón es, entonces, reflejo de la paciencia de Dios. De la oración y de la historia de su pueblo, Simeón aprendió que Dios es paciente. Con su paciencia —dice san Pablo— «nos conduce a la conversión» (Rm 2,4). Me gusta recordar a Romano Guardini, que decía: la paciencia es una forma en que Dios responde a nuestra debilidad, para darnos tiempo a cambiar (cf. Glaubenserkenntnis, Würzburg 1949, 28). Y, sobre todo, el Mesías, Jesús, a quien Simeón tenía en brazos, nos revela la paciencia de Dios, el Padre que tiene misericordia de nosotros y nos llama hasta la última hora, que no exige la perfección sino el impulso del corazón, que abre nuevas posibilidades donde todo parece perdido, que intenta abrirse paso en nuestro interior incluso cuando cerramos nuestro corazón, que deja crecer el buen trigo sin arrancar la cizaña. Esta es la razón de nuestra esperanza: Dios nos espera sin cansarse nunca. Dios nos espera sin cansarse jamás. Este es el motivo de nuestra esperanza Cuando nos extraviamos, viene a buscarnos; cuando caemos por tierra, nos levanta; cuando volvemos a Él después de habernos perdido, nos espera con los brazos abiertos. Su amor no se mide en la balanza de nuestros cálculos humanos, sino que nos infunde siempre el valor de volver a empezar. Nos enseña la resiliencia, el valor de volver a empezar. Siempre, todos los días. Después de las caídas, volver a empezar siempre. Él es paciente.
Y miramos nuestra paciencia. Fijémonos en la paciencia de Dios y la de Simeón para nuestra vida consagrada. Y preguntémonos: ¿qué es la paciencia? Indudablemente no es una mera tolerancia de las dificultades o una resistencia fatalista a la adversidad. La paciencia no es un signo de debilidad: es la fortaleza de espíritu que nos hace capaces de “llevar el peso”, de soportar: soportar el peso de los problemas personales y comunitarios, nos hace acoger la diversidad de los demás, nos hace perseverar en el bien incluso cuando todo parece inútil, nos mantiene en movimiento aun cuando el tedio y la pereza nos asaltan.
Quisiera indicar tres “lugares” en los que la paciencia toma forma concreta.
La primera es nuestra vida personal. Un día respondimos a la llamada del Señor y, con entusiasmo y generosidad, nos entregamos a Él. En el camino, junto con las consolaciones, también hemos recibido decepciones y frustraciones. A veces, el entusiasmo de nuestro trabajo no se corresponde con los resultados que esperábamos, nuestra siembra no parece producir el fruto adecuado, el fervor de la oración se debilita y no siempre somos inmunes a la sequedad espiritual. Puede ocurrir, en nuestra vida de consagrados, que la esperanza se desgaste por las expectativas defraudadas. Debemos ser pacientes con nosotros mismos y esperar con confianza los tiempos y los modos de Dios: Él es fiel a sus promesas. Ésta es la piedra base: Él es fiel a sus promesas. Recordar esto nos permite replantear nuestros caminos, revigorizar nuestros sueños, sin ceder a la tristeza interior y al desencanto. Hermanos y hermanas: La tristeza interior en nosotros consagrados es un gusano, un gusano que nos come por dentro. ¡Huyan de la tristeza interior!
El segundo lugar donde la paciencia se concreta es en la vida comunitaria. Las relaciones humanas, especialmente cuando se trata de compartir un proyecto de vida y una actividad apostólica, no siempre son pacíficas, todos lo sabemos. A veces surgen conflictos y no podemos exigir una solución inmediata, ni debemos apresurarnos a juzgar a la persona o a la situación: hay que saber guardar las distancias, intentar no perder la paz, esperar el mejor momento para aclarar con caridad y verdad. No hay que dejarse confundir por la tempestad. En la lectura del breviario de mañana hay un pasaje hermoso de Diadoco de Foticé sobre el discernimiento espiritual, que dice: “Cuando el mar está agitado no se ven los peces, pero cuando el mar está en calma, se pueden ver”. Nunca podremos tener un buen discernimiento, ver la verdad, si nuestro corazón está agitado e impaciente. Jamás. En nuestras comunidades necesitamos esta paciencia mutua: soportar, es decir, llevar sobre nuestros hombros la vida del hermano o de la hermana, incluso sus debilidades y defectos. Todos. Recordemos esto: el Señor no nos llama a ser solistas ―en la Iglesia ya hay muchos, lo sabemos―, no, no nos llama a ser solistas, sino a formar parte de un coro, que a veces desafina, pero que siempre debe intentar cantar unido.
Por último, el tercer “lugar”, la paciencia ante el mundo. Simeón y Ana cultivaron en sus corazones la esperanza anunciada por los profetas, aunque tarde en hacerse realidad y crezca lentamente en medio de las infidelidades y las ruinas del mundo. No se lamentaron de todo aquello que no funcionaba, sino que con paciencia esperaron la luz en la oscuridad de la historia. Esperar la luz en la oscuridad de la historia. Esperar la luz en la oscuridad de la propia comunidad. Necesitamos esta paciencia para no quedarnos prisioneros de la queja. Algunos son especialistas en quejas, son doctores en quejas, muy buenos para quejarse. No, la queja encarcela. “El mundo ya no nos escucha” ―oímos decir esto tantas veces―, “no tenemos más vocaciones”, “vamos a tener que cerrar”, “vivimos tiempos difíciles” —“¡ah, ni me lo digas!…”—. Así empieza el dúo de las quejas. A veces sucede que oponemos a la paciencia con la que Dios trabaja el terreno de la historia, y trabaja también el terreno de nuestros corazones, la impaciencia de quienes juzgan todo de modo inmediato: ahora o nunca, ahora, ahora, ahora. Y así perdemos aquella virtud, la “pequeña” pero la más hermosa: la esperanza. He visto a muchos consagrados y consagradas perder la esperanza. Simplemente por impaciencia.
La paciencia nos ayuda a mirarnos a nosotros mismos, a nuestras comunidades y al mundo con misericordia. Podemos preguntarnos: ¿acogemos la paciencia del Espíritu en nuestra vida? En nuestras comunidades, ¿nos cargamos los unos a los otros sobre los hombros y mostramos la alegría de la vida fraterna? Y hacia el mundo, ¿realizamos nuestro servicio con paciencia o juzgamos con dureza? Son retos para nuestra vida consagrada: nosotros no podemos quedarnos en la nostalgia del pasado ni limitarnos a repetir lo mismo de siempre, ni en las quejas de cada día. Necesitamos la paciencia valiente de caminar, de explorar nuevos caminos, de buscar lo que el Espíritu Santo nos sugiere. Y esto se hace con humildad, con simplicidad, sin mucha propaganda, sin gran publicidad.
Contemplemos la paciencia de Dios e imploremos la paciencia confiada de Simeón y también de Ana, para que del mismo modo nuestros ojos vean la luz de la salvación y la lleven al mundo entero, como la llevaron en la alabanza estos dos ancianos.
PALABRAS DEL SANTO PADRE AL FINAL DE LA MISA*
Por favor, sentaos.
Quiero agradecer al señor cardenal sus palabras que son expresión de todos, de todos los concelebrantes y de todos los participantes. Somos pocos: esta Covid nos acorrala, pero lo llevamos con paciencia. Necesitamos paciencia. Y seguir adelante, ofreciendo al Señor nuestras vidas.
Aquella joven religiosa que acababa de entrar en el noviciado estaba contenta... Encontró a una religiosa anciana, buena, santa... “¿Cómo estás?” — “¡Esto es el paraíso, Madre!”, dijo la joven. “Espera un poco: hay un purgatorio”. En la vida consagrada, en la vida comunitaria: hay un purgatorio, pero se necesita paciencia para llevarlo.
Me gustaría señalar dos cosas que os podrían ayudar: Por favor, huid del chismorreo. Lo que mata la vida comunitaria es el chismorreo. No cotilleéis de los demás. “¡No es fácil, padre, porque a veces te sale de dentro!”. Sí, sale de dentro: de la envidia, de tantos pecados capitales que tenemos dentro. Huid... “Pero, dígame padre, ¿no habrá alguna medicina? ¿Oración, bondad...?”. Sí, hay una medicina, que es muy “casera”: morderse la lengua. Antes de cotillear de los demás, muérdete la lengua, así se hinchará, te llenará la boca y no podrás hablar mal. Por favor, huid del chismorreo que destruye la comunidad.
Y luego, la otra cosa que os recomiendo en la vida comunitaria: Siempre hay tantas cosas que no nos gustan. Del superior, de la superiora, del consultor, de ese otro... Siempre tenemos cosas que no nos gustan, ¿no? No perdáis el sentido del humor, por favor: nos ayuda mucho. Es el anti-chismorreo: saber reírse de uno mismo, de las situaciones, incluso de los demás —con buen corazón—, pero sin perder el sentido del humor. Y huir del chismorreo. Esto que os recomiendo no es un consejo demasiado clerical, digamos, pero es humano: es humano para ser pacientes. No chismorrees de los demás: muérdete la lengua. Y luego, no pierdas el sentido del humor: nos ayudará mucho.
Gracias por lo que hacéis, gracias por vuestro testimonio. Gracias, muchas gracias por vuestras dificultades, por cómo las lleváis y por el mucho dolor ante las vocaciones que no llegan. Adelante, tened valor: el Señor es más grande, el Señor nos ama. ¡Vayamos tras el Señor!

Oración de los fieles
Presentemos al Señor nuestras súplicas en medio de tu templo, que somos nosotros.
- Por la Iglesia, luz de Cristo en medio del mundo, para que ilumine los pasos de los que buscan sinceramente. Roguemos al Señor.
- Por los que rigen los destinos de los pueblos, para que su gestión dé frutos de justicia y de paz. Roguemos al Señor.
- Por los enfermos y todos los que sufren, para que confíen en quien ha pasado la prueba del dolor y puede auxiliar a los que pasan por ella. Roguemos al Señor.
- Por las madres de familia, para que reciban el honor y la gratitud que merecen. Roguemos al Señor.
Por nosotros, aquí reunidos, para que nuestra fe nos libere de nuestros miedos y esclavitudes Roguemos al Señor.
Si se celebra la Jornada de la vida consagrada:
- Por todos los religiosos, los miembros de institutos seculares y de nuevas formas de vida consagrada, por el orden de las vírgenes, por cuantos han recibido el don de la llamada a la consagración: para que sigan a Cristo, renunciando al poder del mundo y sirvan a Dios y a los hermanos con espíritu de pobreza y humildad de corazón. Roguemos al Señor.
Dios, Padre nuestro, escucha nuestras súplicas, que hace suyas Jesucristo, tu Hijo, a quien tú enviaste para compadecerse de nosotros, que vive y reina por los siglos de los siglos

Oración sobre las ofrendas
Te pedimos, Señor, que te sean gratos los dones presentados por la Iglesia exultante de gozo, pues has querido que tu Hijo Unigénito se ofreciera como Cordero inocente por la salvación del mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Gratum tibi sit, Dómine, quaesumus, exsultántis Ecclésiae munus oblátum, qui Unigénitum Fílium tuum voluísti Agnum immaculátum tibi offérri pro saeculi vita. Qui vivit et regnat in saecula saeculórum.

Prefacio: El misterio de la Presentación del Señor.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque tu Hijo, eterno como tú, es presentado hoy en el templo y es mostrado por el Espíritu como gloria de Israel y luz de las naciones.
Por eso, nosotros, llenos de alegría, salimos al encuentro de tu Salvador, mientras te alabamos con los ángeles y los santos cantando sin cesar:
Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus:
Quia coaetérnus hódie in templo tuus Fílius praesentátus glória Israel et lumen géntium a Spíritu declarátur.
Unde et nos, Salutári tuo in gáudiis occurréntes, cum Angelis et Sanctis te laudámus, sine fine dicéntes:
Santo, Santo, Santo…


Antífona de comunión Lc 2, 30-31
Mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos.
Vidérunt óculi mei salutáre tuum, quod parásti ante fáciem ómnium populórum.

Oración después de la comunión
Por estos dones santos que hemos recibido, llénanos de tu gracia, Señor, tú que has colmado plenamente el anhelo expectante de Simeón y, así como él no vio la muerte sin haber merecido acoger antes a Cristo, concédenos alcanzar la vida eterna a quienes caminamos al encuentro del Señor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Per haec sancta quae súmpsimus, Dómine, pérfice in nobis grátiam tuam, qui exspectatiónem Simeónis implésti, ut, sicut ille mortem non vidit nisi prius Christum suscípere mererétur, ita et nos, in occúrsum Dómini procedéntes, vitam obtineámus aetérnam. Per Christum.

Se puede usar la fórmula de bendición solemne. Tiempo ordinario, III
Dios todopoderoso os bendiga con su misericordia y os llene de la sabiduría eterna.
Omnipotens Deus sua vos cleméntia benedícat, et sensum in vobis sapiéntiae salutáris infúndat.
R. Amén.
Él aumente en vosotros la fe y os dé la perseverancia en el bien obrar.
Fídei documéntis vos semper enútriat, et in sanctis opéribus, ut perseverétis, effíciat.
R. Amén.
Atraiga hacia sí vuestros pasos y os muestre el camino del amor y de la paz.
Gressus vestros ad se convértat, et viam vobis pacis et caritátis osténdat.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
Et benedíctio Dei omnipoténtis, Patris, et Fílii, + et Spíritus Sancti, descéndat super vos et máneat semper.
R. Amén.

MARTIROLOGIO

Elogios del 3 de febrero
S
an Blas, obispo y mártir
, que, por ser cristiano, en tiempo del emperador Licinio padeció el martirio en la ciudad de Sebaste, en la antigua Armenia, hoy Turquía. (c. 320)
San Oscar o Ansgario, obispo de Hamburgo y después también de Brema, en Sajonia, actual Alemania, que, siendo monje del monasterio de Corbie, fue designado por el papa Gregorio IV como legado para todas las tierras del norte de Europa. Anunció el Evangelio a grandes multitudes de Dinamarca y Suecia, consolidó allí la Iglesia de Cristo y, después de superar con ánimo invicto muchas dificultades, desgastado por sus trabajos murió en Brema. (865)
3. En Jerusalén, conmemoración de los santos Simeón, anciano honrado y piadoso, y Ana, viuda y profetisa, que merecieron saludar a Jesús niño como Mesías y Salvador, esperanza y redención de Israel, en el momento en que, según la ley, fue presentado en el Templo.
4. En Cartago, en la actual Túnez, san Celerino, lector y mártir, que confesó denodadamente a Cristo en la cárcel, entre azotes, cadenas y otros suplicios, siguiendo las huellas de su abuela Celerina, anteriormente coronada por el martirio, y de sus tíos paterno y materno, Lorenzo e Ignacio, que, tras haber servido en campamentos militares, llegaron a ser soldados de Dios y obtuvieron del Señor palmas y coronas con su gloriosa pasión. (s. III)
5*. En Poitiers, en Aquitania, hoy Francia, san Leonio, presbítero, discípulo de san Hilario. (s. IV)
6. En Gap, en la región de Provenza, en la Galia, también Francia en la actualidad, santos Teridio y Remedio, obispos. (s. IV/V)
7. En Lyon, de nuevo en la Galia, san Lupicino, obispo, que vivió en la época de la persecución bajo los vándalos. (s. V ex.)
8*. En el monasterio de Celle, en Hanonia, en la Bélgica actual, san Adelino, presbítero y abad(c. 696)
9*. En Chester, en la región de Mercia, en Inglaterra, santa Wereburga, abadesa de Ely, fundadora de varios monasterios. (c. 700)
10*. En Meerbeke, en Brabante, hoy Bélgica, santa Berlinda, virgen, que se distinguió por su vida religiosa de pobreza y caridad. (s IX-X)
11*. En el monasterio cisterciense de Froidemont, en la región de Beauvais, en Francia, beato Helinando, monje, el cual, después de haber vivido como trovador itinerante, abrazó la vida humilde y escondida en el claustro (d. 1230)
12*. En Londres, en Inglaterra, beato Juan Nelson, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús y mártir, que, por haber negado la suprema potestad de la reina Isabel I en lo referente a la vida del espíritu, fue condenado a muerte y ahorcado en Tyburn. (1578)
13. En Lyon, en Francia, santa María de San Ignacio (Claudina) Thévenet, virgen, la cual, movida por la caridad, con ánimo esforzado, fundó la Congregación de Hermanas de Jesús y María, para la formación espiritual de las jóvenes, especialmente de condición humilde. (1837)
14*. En Bourg-Saint-Andéol, en la región de Viviers, en Francia, beata María Ana Rivier, virgen, que en tiempo de la Revolución Francesa, cuando se suprimieron todas las órdenes y congregaciones religiosas, instituyó la Congregación de Hermanas de la Presentación de María, para educar en la fe al pueblo cristiano. (1838)
15*. En la población de Steyl, en Holanda, beata María Elena Stollenwek, virgen, que colaboró con el beato Arnoldo Janssen en la fundación de la Congregación de las Misioneras Siervas del Espíritu Santo y, tras haber cesado en la función de superiora, se entregó a la adoración perpetua. (1900)
- Beato Alojs Andricki (1914- Dachau 1943). Sacerdote diocesano, mártir, ejecutado con una inyección letal en el campo de concentración de Dachau.