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Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

sábado, 29 de febrero de 2020

San Pablo VI, Discurso a la comunidad sacerdotal de la Pontificia Academia Eclesiástica (1-marzo-1975).

DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
A LA FAMILIA SACERDOTAL DE LA PONTIFICIA ACADEMIA ECLESIÁSTICA
Sábado 1 de marzo de 1975


Nos alegra profundamente volver a recibir este año a la querida familia sacerdotal de la Pontificia. Academia Eclesiástica. Nos deseamos que sea un encuentro caracterizado por una gran sencillez, como de un padre con sus hijos, para estar con vosotros, alumnos que habéis comenzado o terminado los cursos que os preparan para el servicio de la Santa Sede en las Representaciones Pontificias; para expresaros Nuestras expectativas y esperanzas; para alentaros a las fatigas apostólicas que os esperan.

Porque se trata precisamente de esto: un apostolado realizado en el nombre de Cristo y de la Iglesia y que sólo el amor puede justificar y sostener; será un ministerio, una diakonía, orientada al bien de las comunidades eclesiales locales, en las que el Representante Pontificio y todos sus colaboradores son el punto visible de unión con la Sede de Pedro, Mater et Caput omnium Ecclesiarum: Madre y Cabeza de todas las iglesias, signo perceptible de la presencia del sucesor de Aquel a quien Jesús quiso como roca de la Iglesia, apoyo y elemento de cohesión, aliento de la fe de los hermanos: confirma fratres tuos: confirma a tus hermanos (Lc 22, 32). Como Nos dijimos en 1951, con ocasión del 250 aniversario de la fundación de vuestra institución, "la diplomacia se presenta como una forma de amor a los pueblos: y la escuela que les prepara es una escuela superior de caridad. Cuando Nos estábamos en el seminario nos enseñaban a amar a la parroquia, a amar a la diócesis. Aquí Nos enseñan a amar pueblos enteros, a extender el corazón, a ensancharlo con una magnanimidad verdaderamente romana, a abrir el espíritu considerando las naciones, los continentes, las historias más complejas, las formas más vastas de vida humana. Aquí la escuela dice al alumno: tú serás servidor de estas grandes, superiores, inmensas necesidades" (cf. Pablo VI a la Pontificia Academia Eclesiástica, 1965, pp. 49-50).

Esta es la amplitud de las tareas que os esperan; éste es el compromiso que hoy requiere de vosotros oración y estudio, para que vuestra mente se enriquezca con la sólida doctrina y con las ciencias necesarias, y para que tengáis el espíritu universal del apóstol que se hace todo a todos (cf. 1 Cor 9, 22), implorando especialmente de la divina gracia, mediante una profunda piedad eucarística, la ayuda que os sostenga en la perseverancia, hoy, de la preparación y, mañana, del sacrificio generoso y alegre de vosotros mismos por la Iglesia.

Que para esto os conforte la intercesión de María, "Madre de la Iglesia"; que a ello os aliente Nuestra benevolencia, que de nuevo Nos os expresamos de muy buen grado y de todo corazón, como la prenda de Nuestra bendición apostólica.

viernes, 28 de febrero de 2020

Bendición de los ancianos que no salen de casa.

Bendicional, 31 de mayo de 1984 (ed. española 19-marzo-2020)

Primera parte. Bendiciones que se refieren directamente a las personas.

CAPÍTULO I
BENDICIÓN DE UNA FAMILIA Y DE SUS MIEMBROS

VIII. BENDICIÓN DE LOS ANCIANOS QUE NO SALEN DE CASA

Ritos:
A. Bendición.
B. Bendición unida a la celebración de la Misa.
C. Bendición unida a la comunión fuera de la Misa.
D. Rito breve.

260. Los ancianos cuyas fuerzas se van debilitando, tanto si viven en su propia casa como si conviven juntos en algún hospital o residencia, necesitan de la ayuda fraterna de los demás, para que sigan sintiéndose plenamente acogidos en la familia y en la comunidad eclesial. Esta bendición tiende a que los ancianos reciban de los hermanos un testimonio de respeto y de agradecimiento . Al mismo tiempo nosotros, junto con ellos, damos gracias a Dios por los beneficios que de él han recibido y por las buenas obras que han realizado con su ayuda.

261. El rito que aquí se propone puede utilizarlo el sacerdote, el diácono o también el laico, los cuales, respetando la estructura del rito y los principales elementos, adaptarán la celebración a cada una de las circunstancias.

262. La bendición de los ancianos también puede hacerse, seleccionando algunos elementos de este rito, como se indica más adelante en los núms. 280-288 dentro de la celebración de la Misa, después de la homilía, o al final de la Misa, o cuando se lleva la sagrada eucaristía a los ancianos que no pueden salir de casa,incluso cuando se la lleva un acólito u otro ministro extraordinario de la sagrada comunión delegado al efecto según las normas del derecho, con los ritos y Preces previstos para los laicos.

263. Si se ha de bendecir a uno o dos ancianos dentro de otra celebración de bendición, puede  emplearse la fórmula breve que se halla al final de estos ritos, núm. 292.

A. RITO DE LA BENDICIÓN

Ritos iniciales

264. Reunida la familia o la comunidad de fieles, el ministro dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:
Amén.

265. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, saluda a los ancianos y a los demás presentes, diciendo:
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, 
el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo 
estén con vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.

Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
____________________________________
266. Si el ministro es laico, saluda a los ancianos y a los demás presentes, diciendo:
Hermanos, bendigamos a Jesús, el Señor,
que, al ser tomado en brazos por Simeón,
el anciano lo llevaba a él,
y él guiaba al anciano.
R. Bendito seas por siempre, Señor. (O bien: Amén).
___________________________________

267. El ministro dispone a los ancianos y a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u otras semejantes:
El tiempo de la vejez es un don de Dios, que ha de recibirse con gratitud. Estos hermanos nuestros, de edad ya avanzada, pueden transmitirnos un verdadero tesoro de experiencia y de vida cristiana. Unidos a ellos, demos gracias a Dios y pidámosle su ayuda en favor suyo, para que su esperanza y confianza cobren nuevo impulso.

Lectura de la Palabra de Dios

268. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo ministro, lee un texto de la Sagrada Escritura.

Aguardaban el consuelo de Israel 2, 25-32. 36-38
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel».
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.

Palabra del Señor.

269. Pueden también leerse: 

Cuida de mi padre en su vejez Eclo 3, 1-7
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro del Eclesiástico.

Hijos, escuchad a vuestro padre, hacedlo así y viviréis. Porque el Señor honra más al padre que a los hijos y afirma el derecho de la madre sobre ellos. Quien honra a su padre expía sus pecados, y quien respeta a su madre es como quien acumula tesoros. Quien honra a su padre se alegrará de sus hijos y cuando rece, será escuchado. Quien respeta a su padre tendrá larga vida, y quien honra a su madre obedece al Señor. Quien teme al Señor honrará a su padre y servirá a sus padres como si fueran sus amos.

Palabra de Dios.

El orgullo de los ancianos es el temor del Señor Eclo 25, 4-6. 10-12
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro del Eclesiástico.

¡Qué bien sienta a las canas el juicio, y a los ancianos saber aconsejar! ¡Qué bien sienta a los ancianos la sabiduría, y a los ilustres la reflexión y el consejo! La mucha experiencia es la corona de los ancianos, y su orgullo es el temor del Señor. ¡Qué grande es el que encuentra la sabiduría! Pero nadie aventaja al que teme al Señor. El temor del Señor está por encima de todo, el que lo posee, ¿a quién se le puede comparar? El temor del Señor es el comienzo de su amor; pero es la fe lo que hace que nos unamos a él.

Palabra de Dios.

La edad avanzada, una vida intachable Sab 4, 8-9
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de la Sabiduría.

Una vejez venerable no son los muchos días, ni se mide por el número de años, pues las canas del hombre son la prudencia y la edad avanzada, una vida intachable.

Palabra de Dios.

Aguardamos un Salvador FIp 3, 20—4, 1.
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Filipenses.

Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. El transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo. Así, pues, hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Señor, queridos.

Palabra de Dios.

270. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.

Salmo responsorial Sal 125, 1b-2b. 2d-3. 4-5. 6 ( R.: 3)
R. El Señor ha estado grande con nosotros, 
y estamos alegres.

V. Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sion,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares. R.

V. Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos».
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres. R.

V. Recoge, Señor, a nuestros cautivos
como los torrentes del Négueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares. R.

V. Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. R.

271. O bien:
Salmo responsorial Sal 70, 1-2. 3-4. 5-6. 14-15  (R.: 12b)
R. Dios mío, ven aprisa a socorrerme.

V. A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre.
Tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído y sálvame. R.

V. Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa,
del puño criminal y violento. R.

V. Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías,
siempre he confiado en ti. R.

V. Yo seguiré esperando,
redoblaré tus alabanzas;
mi boca contará tu justicia,
y todo el día tu salvación,
aunque no sepa contarla. R.

272. El ministro, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes, explicándoles la lectura bíblica, para que perciban por la fe el significado de la celebración.

Preces

273. Sigue la plegaria común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el ministro puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias de los ancianos o del lugar.

Invoquemos a Dios, Padre todopoderoso, que en cualquier edad nos rejuvenece con la fuerza de su gracia, y digámosle suplicantes:
R. No nos abandones, Señor.
 Oh, Dios, que por tu misericordia revelaste tu Hijo a Simeón y Ana, que aguardaban la liberación de Israel, haz que estos servidores tuyos vean con los ojos de la fe a tu Salvador y se alegren con el consuelo del Espíritu Santo. R.
 Tú que, por medio de tu Hijo, prometiste alivio y paz a todos los que están cansados y agobiados,  haz que estos servidores tuyos carguen con paciencia su cruz cada día. R.
 Tú que eres la misma bondad, haz que a estos servidores tuyos nunca les falte el debido consuelo de sus familiares y amigos. R.
 Tú que a nadie privas de tu amor de padre y muestras un cariño especial por los más débiles, haz que en nuestra sociedad se reconozca y respete la dignidad y derechos de los ancianos. R.

Oración de bendición

274. El ministro, si es sacerdote o diácono, extendiendo, según las circunstancias, las manos sobre todos los ancianos a la vez o sobre cada uno en particular, o haciendo la señal de la cruz en la frente de cada uno; de lo contrario, con las manos juntas, dice la oración de bendición:
Señor, Dios nuestro, 
que has concedido a estos fieles tuyos 
la gracia de esperar en ti 
y de experimentar tu bondad, 
en medio de los vaivenes de la vida, 
te bendecimos por haberles concedido abundantemente 
tus dones a lo largo de tantos años, 
y te pedimos que vivan siempre con la alegría 
de una juventud de espíritu constantemente renovada, 
que tengan el necesario vigor corporal 
y que su conducta sea un hermoso ejemplo para todos. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

275. O bien:
Dios omnipotente y eterno, 
en quien vivimos, nos movemos y existimos, 
te damos gracias y te bendecimos 
porque has dado a estos servidores tuyos, 
largos años de vida, 
junto con la perseverancia en la fe y en las buenas obras; 
concédeles ahora, Señor, 
que, confortados por el afecto de los hermanos, 
estén alegres en la salud, 
no se depriman en la enfermedad, 
y, reanimados con tu bendición, 
empleen en tu alabanza el tiempo de su ancianidad. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

276. O bien:
Señor, Dios todopoderoso, 
que has dado a estos servidores tuyos 
una dilatada ancianidad, 
concédeles tu bendición, 
para que sientan la dulzura de tu compañía; 
que al recordar el pasado tu misericordia los consuele, 
y al mirar hacia el futuro la esperanza los sostenga. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Conclusión del rito

277. El celebrante, si es sacerdote o diácono, concluye el rito, diciendo, vuelto hacia los ancianos, la invitación: Inclinaos para recibir la bendición, u otra semejante, y añadiendo, con las manos extendidas:
Jesucristo, el Señor, 
esté siempre a vuestro lado para defenderos.
R. Amén.
Que él vaya delante de vosotros para guiaros
y vaya tras de vosotros para guardaros.
R. Amén.
Que él vele por vosotros, os sostenga y os bendiga.
R. Amén.
Finalmente bendice a todos los presentes, diciendo:
Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes, 
os bendiga Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
R. Amén.
_____________________________________
278. Si el ministro es laico, implora la bendición del Señor sobre los ancianos y todos los presentes, santiguándose y diciendo:
El Señor nos bendiga,
nos guarde de todo mal
y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
____________________________________

279. Es aconsejable terminar la celebración con un canto adecuado.

B. RITO DE LA BENDICIÓN UNIDA A LA CELEBRACIÓN DE LA MISA

280. Terminada la homilía, se hace la plegaria común, en la forma acostumbrada en la celebración de la Misa, o en la forma aquí propuesta. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias concretas de los ancianos o del momento, sin omitir nunca la oración de bendición indicada más adelante.

V. Invoquemos a Dios, Padre todopoderoso, que en cualquier edad nos rejuvenece con la fuerza de su gracia, y digámosle suplicantes:
R. No nos abandones, Señor.
 Oh, Dios, que por tu misericordia revelaste a tu Hijo a Simeón y Ana, que aguardaban la liberación de Israel, haz que estos servidores tuyos vean con los ojos de la fe a tu Salvador y se alegren con el consuelo del Espíritu Santo. R.
 Tú que, por medio de tu Hijo, prometiste alivio y paz a todos los que están cansados y agobiados,  haz que estos servidores tuyos carguen con paciencia su cruz cada día. R.
 Tú que eres la misma bondad, haz que a estos servidores tuyos nunca les falte el debido consuelo de sus familiares y amigos. R.
 Tú que a nadie privas de tu amor de padre y muestras un cariño especial por los más débiles, haz que en nuestra sociedad se reconozca y respete la dignidad y derechos de los ancianos. R.

281. El celebrante, extendiendo las manos sobre todos los ancianos a la vez, añade a continuación:
Señor, Dios nuestro, 
que has concedido a estos fieles tuyos 
la gracia de esperar en ti 
y de experimentar tu bondad, 
en medio de los vaivenes de la vida, 
te bendecimos por haberles concedido abundantemente 
tus dones a lo largo de tantos años, 
y te pedimos que vivan siempre con la alegría 
de una juventud de espíritu constantemente renovada, 
que tengan el necesario vigor corporal 
y que su conducta sea un hermoso ejemplo para todos. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

282. Si parece más oportuno, al final de la Misa, después de la invitación Inclinaos para recibir la bendición u otra semejante, con la que se invita a los ancianos a recibir la bendición propia, el celebrante, con las manos extendidas sobre los ancianos, dice la bendición o la oración, respondiendo todos: Amén.

Bendición

283. El celebrante, vuelto hacia los ancianos, dice:
Jesucristo, el Señor, 
esté siempre a vuestro lado para defenderos.
R. Amén.
Que él vaya delante de vosotros para guiaros 
y vaya tras de vosotros para guardaros.
R. Amén.
Que él vele por vosotros, os sostenga y os bendiga.
R. Amén.
Finalmente bendice a todos los presentes, diciendo:
Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes, 
os bendiga Dios todopoderoso, 
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
R. Amén.

Oración

284. El celebrante, con las manos extendidas sobre los ancianos, dice:
Dios omnipotente y eterno, 
en quien vivimos, nos movemos y existimos, 
te damos gracias y te bendecimos 
porque has dado a estos servidores tuyos 
largos años de vida, 
junto con la perseverancia en la fe y en las buenas obras; 
concédeles ahora, Señor, 
que, confortados por el afecto de los hermanos, 
estén alegres en la salud, 
no se depriman en la enfermedad, 
y, reanimados con tu bendición, 
empleen en tu alabanza el tiempo de su ancianidad. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

285. Después de la oración, el celebrante añade:
Y la bendición de Dios todopoderoso, 
Padre, Hijo y Espíritu Santo, 
descienda sobre vosotros 
y os acompañe siempre.
R. Amén.

C. RITO DE LA BENDICIÓN UNIDA A LA COMUNIÓN FUERA DE LA MISA

286. Si el rito va unido a una más extensa celebración de la palabra de Dios, el texto de la sagrada Escritura puede tomarse de entre los indicados en los núms. 268-271.

287. La plegaria común puede hacerse en la forma antes indicada en el núm. 273 y concluye siempre, si el celebrante es sacerdote o diácono, con la siguiente oración, que se dice con las manos extendidas hacia los ancianos:
Señor, Dios nuestro, 
que has concedido a estos fieles tuyos 
la gracia de esperar en ti 
y de experimentar tu bondad, 
en medio de los vaivenes de la vida, 
te bendecimos por haberles concedido abundantemente 
tus dones a lo largo de tantos años, 
y te pedimos que vivan siempre con la alegría 
de una juventud de espíritu constantemente renovada, 
que tengan el necesario vigor corporal 
y que su conducta sea un hermoso ejemplo para todos. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
____________________________________
288. Si el ministro es laico, dice la siguiente oración de bendición, con las manos juntas:
Señor, Dios todopoderoso,
que has dado a estos servidores tuyos
una dilatada ancianidad,
concédeles tu bendición
para que sientan la dulzura de tu compañía;
que al recordar el pasado tu misericordia los consuele,
y al mirar hacia el futuro la esperanza los sostenga.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
___________________________________

D. RITO BREVE

289. El ministro dice:
Nuestro auxilio es el nombre del Señor.

Todos responden:
Que hizo el cielo y la tierra.

290. Uno de los presentes, o el mismo ministro, lee un texto de la sagrada Escritura, por ejemplo:

Sb 4, 8: Vejez venerable no son los muchos días, ni se mide por el número de años; canas de hombre son la prudencia, y edad avanzada, una vida sin tacha.

St 5, 7-8: Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía. Tened paciencia también vosotros.

Lc 9, 23: Dirigiéndose a todos, dijo Jesús: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo».

291. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, según las circunstancias, extendiendo las manos sobre el anciano, o haciendo la señal de la cruz en su frente, de lo contrario con las manos juntas, dice la oración de bendición:
Señor, Dios todopoderoso, 
que has dado a este servidor tuyo 
una dilatada ancianidad, 
concédele tu bendición, 
para que sienta la dulzura de tu compañía; 
que al recordar el pasado 
tu misericordia lo consuele, 
y al mirar hacia el futuro 
la esperanza lo sostenga. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Fórmula breve

292. Según las circunstancias, el sacerdote o el diácono pueden usar la fórmula breve de bendición:
La bendición de Dios todopoderoso, 
que a nadie abandona 
y que aún en la vejez y las canas 
guarda a sus hijos con solicitud de padre, 
descienda sobre vosotros (ti).
R. Amén.

jueves, 27 de febrero de 2020

Jueves 2 abril 2020, Textos de la misa en tiempo de pandemia.

SOBRE LITURGIA

CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS

Prot. N. 156/20

DECRETO
sobre la misa en tiempo de pandemia


No temerás la peste que se desliza en las tinieblas (cf. Sal 90, 5-6). Estas palabras del salmista invitan a tener una gran confianza en el amor fiel de Dios, que no abandona jamas a su pueblo en el momento de la prueba.

En estos días, en los que el mundo entero esta gravemente afectado por el virus Covid-19, han llegado a este Dicasterio muchas peticiones para poder celebrar una misa especifica, a fin de implorar a Dios el final de esta pandemia.

Por eso, esta Congregación, en virtud de las facultades concedidas por el Sumo Pontífice FRANCISCO, concede poder celebrar la Misa en tiempo de pandemia, cualquier dia, excepto las solemnidades y los domingos de Adviento, Cuaresma y Pascua, los días de la octava de Pascua, la Conmemoración de todos los fieles difuntos, el Miércoles de Ceniza y las ferias de Semana Santa (Ordenación general del Misal Romano, n. 374), durante el tiempo que dure la pandemia.

Se une a este decreto el formulario de la Misa.

No obstante cualquier disposición contraria.

En la sede de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, a 30 de marzo de 2020.

Robert Card. Sarah
Prefecto

Arthur Roche
Arzobispo Secretario

Textos en español de la misa en tiempo de pandemia
(Del Adnexus decreto diei 30 martii 2020)

EN TIEMPO DE PANDEMIA

Esta misa se puede celebrar, según las rúbricas de las Misas y Oraciones por diversas necesidades, todos los días, excepto las solemnidades y los domingos de Adviento, Cuaresma y Pascua, los días de la octava de Pascua, la Conmemoración de todos los fieles difuntos, el Miércoles de Ceniza y las ferias de Semana Santa.

Antífona de entrada Is 53,4
El Señor soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores.

Oración colecta
Dios todopoderoso y eterno,
refugio en toda clase de peligro,
a quien nos dirigimos en nuestra angustia;
te pedimos con fe que mires compasivamente nuestra aflicción,
concede descanso eterno a los que han muerto,
consuela a los que lloran,
sana a los enfermos,
da paz a los moribundos,
fuerza a los trabajadores sanitarios,
sabiduría a nuestros gobernantes
y valentía para llegar a todos con amor glorificando
juntos tu santo nombre.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración sobre las ofrendas
Acepta, Señor, los dones
que te ofrecemos en este tiempo de peligro;
y haz que, por tu poder,
se conviertan para nosotros
en fuente de sanación y de paz.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión Mt 11,28
Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré, dice el Señor.

Oración después de la comunión
Oh Dios, de quien hemos recibido
la medicina de la vida eterna,
concédenos que, por medio de este sacramento,
podamos gloriarnos plenamente de los auxilios del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre el pueblo
Oh, Dios, protector de los que en ti esperan,
bendice a tu pueblo,
sálvalo, defiéndelo, prepáralo con tu gracia,
para que, libre de pecado y protegido contra sus enemigos,
persevere siempre en tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Bendición de la mujer antes o después del parto.

Bendicional, 31 de mayo de 1984 (ed. española 19-marzo-2020)

Primera parte. Bendiciones que se refieren directamente a las personas.

CAPÍTULO I
BENDICIÓN DE UNA FAMILIA Y DE SUS MIEMBROS

VII. BENDICIÓN DE LA MUJER ANTES O DESPUÉS DEL PARTO

217. La bendición antes del parto puede darse a una sola mujer, principalmente en medio de su propia familia, o a varias a la vez, en clínicas u hospitales. En este caso, las fórmulas se dirán en plural.

218. La bendición de la mujer después del parto que aquí se propone, como quiera que tiene aplicación únicamente en el caso de la mujer que no pudo participar en la celebración del bautismo de su hijo, se hace en singular.

219. Los ritos que aquí se proponen pueden usarlos el sacerdote, el diácono o también el laico. Éstos, respetando los principales elementos y la estructura del rito, adaptarán la celebración a las circunstancias de las mujeres y de los lugares.

220. En determinadas circunstancias, el sacerdote o el diácono pueden emplear las fórmulas breves que se hallan después de los Ritos breves, núms. 237 y 259.

Ritos:
A. Bendición de la mujer antes del parto.
B. Rito breve.
C. Bendición de la mujer después del parto.
D. Rito breve.

A. RITO DE LA BENDICIÓN DE LA MUJER ANTES DEL PARTO

Ritos iniciales

221. Reunida la familia o la comunidad de fieles, el ministro dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:
Amén.

222. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, saluda a la mujer y a los presentes, diciendo:
Jesucristo, el Hijo de Dios, 
que se hizo hombre en el seno de la Virgen María, 
esté con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura.

Todos responden :
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
____________________________________
223. Si el ministro es laico, saluda a la mujer y a los presentes, diciendo:
Hermanos, bendigamos a Jesús, el Señor,
que se hizo hombre en el seno de la Virgen María.
Todos responden:
Bendito seas por siempre, Señor. (O bien: Amén).
____________________________________

224. El ministro dispone a la mujer y a los presentes a recibir la bendición con estas palabras u
otras semejantes:

Dios es el Señor de toda vida y es él quien determina la existencia de cada hombre y, con su providencia, dirige y conserva su vida. Creemos que esto tiene aplicación sobre todo cuando se trata de una vida nacida de un matrimonio cristiano, vida que a su tiempo será enriquecida en el sacramento del bautismo con el don de la misma vida divina.

Esto es lo que quiere expresar la bendición de la madre antes del parto, para que aguarde con fe y esperanza el momento del parto y, cooperando con el amor de Dios, ame ya desde ahora con afecto maternal al fruto que lleva en su seno.

Lectura de la Palabra de Dios

225. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo ministro, lee un texto de la Sagrada Escritura.

Saltó la criatura en el vientre Lc 1, 39-45
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas

En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: «Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».

Palabra del Señor.

226. Pueden también leerse: 

Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo Lc. 1, 26-28
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».

Palabra del Señor.

María dio a luz a su hijo Lc 2, 1-14
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

Sucedió en aquellos días que salió un decreto del emperador Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio. Este primer empadronamiento se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a empadronarse, cada cual a su ciudad. También José, por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para empadronarse con su esposa María, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada. En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. De repente un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: «No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad».

Palabra del Señor.

227. Según la oportunidad, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.

Salmo responsorial Sal 32 (33), 12 y 18. 20-21. 22 ( R. : 5b)
R. La misericordia del Señor llena la tierra.

V. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan en su misericordia. R.

V. Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos. R.

V. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R.

228. El ministro, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes, explicándoles la lectura bíblica, para que perciban por la fe el significado de la celebración.

Preces

229. Sigue la plegaria común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el ministro puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias de la mujer o del lugar. 
V. Alabemos debidamente a Cristo, el Señor, fruto bendito del vientre de María, que por el misterio de su encarnación ha derramado en el mundo la gracia y la benevolencia, y digámosle:
R. Bendito seas, Señor, por tu bondad y tu misericordia.
— Tú que te dignaste hacerte hombre naciendo de una mujer, para que recibiéramos el ser hijos por adopción. R.
— Tú que no desdeñaste el seno de una madre, sino que quisiste que fueran proclamados dichosos el vientre que te llevó y los pechos que te criaron. R.
— Tú que en la Virgen María, bendita entre todas las mujeres, dignificaste el sexo femenino. R.
— Tú que en la cruz diste como madre a la Iglesia a la misma que habías elegido por madre tuya. R.
— Tú que fecundas a la Iglesia con nuevos hijos por el ministerio de las madres acrecentando la alegría y aumentando el gozo. R.

Oración de bendición

230. El ministro, si es sacerdote o diácono, extendiendo, según las circunstancias, las manos sobre la mujer, o haciendo la señal de la cruz en su frente, de lo contrario con las manos juntas, dice la oración de bendición:
Señor Dios, creador del género humano, 
cuyo Hijo, por obra del Espíritu Santo, 
quiso nacer de la Virgen María
 para redimir y salvar a los hombres, 
librándolos de la deuda del antiguo pecado, 
atiende los deseos de esta hija tuya, 
que te suplica por el hijo que espera, 
y concédele un parto feliz; 
que su hijo se agregue 
a la comunidad de los fieles, 
te sirva en todo y alcance finalmente la vida eterna. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

231. Después de la oración de bendición, el ministro invita a todos los presentes a invocar la protección de la Santísima Virgen María, lo que puede hacerse con la recitación o el canto de la antífona:
Bajo tu protección nos acogemos,
santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas
que te dirigimos en nuestras necesidades;
antes bien, líbranos siempre de todo peligro,
oh, Virgen gloriosa y bendita.

En lugar de esta súplica pueden emplearse también otras plegarias, por ejemplo, la antífona Madre del Redentor, el Avemaría o la Salve.

Conclusión del rito

232. El ministro, si es sacerdote o diácono, vuelto hacia la mujer, concluye el rito, después de la invitación: Inclinaos para recibir la bendición, u otra semejante, diciendo:
Dios, fuente y origen de toda vida, 
te proteja con su bondad.
R. Amén.
V. Confirme tu fe, robustezca tu esperanza, 
aumente cada vez más tu caridad.
R. Amén.
V. En el momento del parto 
atienda tus súplicas 
y te ayude con su gracia.
R. Amén.
Finalmente bendice a todos los presentes, diciendo:
Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes, 
os bendiga Dios todopoderoso, 
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
R. Amén.
___________________________________
233. Si el ministro es laico, implora la bendición del Señor sobre la mujer y sobre todos los presentes, santiguándose y diciendo:
Dios, que por el parto de la santísima Virgen María,
anunció y comunicó al género humano
el gozo de la salvación eterna, nos bendiga y nos guarde.
R. Amén.
___________________________________

B. RITO BREVE

234. El ministro dice:
Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
Todos responden:
Que hizo el cielo y la tierra.

235. Uno de los presentes, o el mismo ministro, lee un texto de la Sagrada Escritura, por ejemplo:

Is 44, 3: Derramaré agua sobre el suelo sediento, arroyos en el páramo; derramaré mi espíritu sobre tu estirpe y mi bendición sobre tus vástagos.

Lc. 1, 41-42: Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: «Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!».

236. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, extendiendo las manos sobre la mujer, de lo contrario con las manos juntas, dice la oración de bendición:
Señor Dios, creador del género humano, 
cuyo Hijo, por obra del Espíritu Santo, 
quiso nacer de la Virgen María, 
para redimir y salvar a los hombres, 
librándolos de la deuda del antiguo pecado, 
atiende los deseos de esta hija tuya, 
que te suplica por el hijo que espera, 
y concédele un parto feliz; 
que su hijo se agregue 
a la comunidad de los fieles, 
te sirva en todo y alcance finalmente la vida eterna. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
____________________________________

Fórmula breve

237. Según las circunstancias, el sacerdote o el diácono puede emplear la siguiente fórmula breve de bendición:
Dios, que por el parto de la santísima Virgen María, 
dio la alegría al mundo, 
llene de gozo santo tu corazón 
y os guarde sanos y salvos a ti y al hijo que esperas. 
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R. Amén.
____________________________________

C. RITO DE LA BENDICIÓN DE LA MUJER DESPUÉS DEL PARTO

238. La bendición de la mujer después del parto se encuentra ya en el Ritual del Bautismo de niños (12).

(12) Cf. Ritual del Bautismo de niños, núm. 160.

239. Si la parturienta no pudo participar en la celebración del bautismo de su hijo, es aconsejable utilizar la bendición prevista en el rito bautismal, merced a una celebración especial, en la que se invita a la parturienta y a los presentes a dar gracias a Dios por el beneficio recibido.

Ritos iniciales

240. Reunida la familia o la comunidad de fieles, el ministro dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden:
Amén.

241. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, saluda a la mujer y a los presentes, diciendo:
Jesucristo, el Hijo de Dios, 
que por nuestra salvación 
se dignó nacer de la Virgen Madre, 
esté con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura.

Todos responden :
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
_____________________________________
242. Si el ministro es laico, saluda a la mujer y a los presentes, diciendo:
Hermanos, bendigamos a Jesús,
el Señor, que por nuestra salvación
se dignó nacer de la Virgen Madre.
R. Bendito seas por siempre, Señor. O bien: Amén.
_____________________________________

243. El ministro dispone a la mujer y a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u otras semejantes:
La comunidad cristiana ha recibido ya con gran alegría al hijo que diste a luz. En su bautismo hemos rogado también por ti, para que, consciente del don recibido y de la responsabilidad que has contraído en la Iglesia, proclames, unida a la Virgen María, las grandezas del Señor. Ahora, llenos de alegría, deseamos unirnos a ti en la acción de gracias, invocando sobre ti la bendición de Dios.

Lectura de la Palabra de Dios

244. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo ministro, lee un texto de la sagrada Escritura.

El Señor me me concedió cuanto le había pedido 1 Sam 1, 20-28
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del primer libro de Samuel.

Al cabo de los días Ana concibió y dio a luz un hijo, al que puso por nombre Samuel, diciendo: «Se lo pedí al Señor». El esposo Elcaná y toda su casa subieron a ofrecer al Señor el sacrificio anual y cumplir su voto. Ana, en cambio, no subió, manifestando a su esposo: «Esperemos hasta que el niño sea destetado. Entonces lo llevaré, lo ofreceré al Señor y se quedará allí para siempre». Su esposo Elcaná, le dijo: «Haz lo que te parezca bien. Quédate hasta que lo hayas destetado. Y que el Señor cumpla su palabra». La mujer se quedó y siguió amamantando a su hijo hasta que lo hubo destetado. Una vez destetado, lo subió consigo, junto con un novillo de tres años, unos cuarenta y cinco kilos de harina y un odre de vino. Lo llevó a la casa del Señor a Siló y el niño se quedó como siervo. Inmolaron el novillo y presentaron el niño a Elí. Ella le dijo: «Perdón, por tu vida, mi señor, yo soy aquella mujer que estuvo aquí en pie ante ti, implorando al Señor. Imploré este niño y el Señor me concedió cuanto le había pedido. Yo, a mi vez, lo cedo al Señor. Quede, pues, cedido al Señor de por vida». Y se postraron allí ante el Señor.

Palabra de Dios.

245. Pueden también leerse: 

La oración de AnaSam 2, 1-10
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del primer libro de Samuel.

Ana oró diciendo: «Mi corazón se regocija en el Señor, mi poder se exalta por Dios. Mi boca se ríe de mis enemigos, porque gozo con tu salvación. No hay santo como el Señor, ni otro fuera de ti, ni roca como nuestro Dios. No multipliquéis discursos altivos, ni echéis por la boca arrogancias, porque el Señor es un Dios que sabe, él es quien pesa las acciones. Se rompen los arcos de los valientes, mientras los cobardes se ciñen de valor. Los hartos se contratan por mientras los hambrientos engordan; la mujer estéril da a luz siete hijos, mientras la madre de muchos queda baldía. El Señor da la muerte y la vida, hunde en el abismo y levanta; da la pobreza y la riqueza, humilla y enaltece. Él levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para hacer que se siente entre príncipes y que herede un trono de gloria, pues del Señor son los pilares de la tierra, y sobre ellos afianzó el orbe. Él guarda los pasos de sus amigos, mientras los malvados perecen en las tinieblas, porque el hombre no triunfa por su fuerza. El Señor desbarata a sus contrarios, el Altísimo truena desde el cielo, el Señor juzga hasta el confín de la tierra. Él da fuerza a su Rey, exalta el poder de su Ungido».

Palabra de Dios.

Bendito sea el Señor Lc 1, 67-69
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

Zacarías, el padre de Juan, se llenó de Espíritu Santo y profetizó diciendo: «Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas. Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días. Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación por el perdón de sus pecados. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz».

Palabra del Señor.

246. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.

Salmo responsorial Sal 127 (128), 1-2. 3. 4-6a ( R.: 3c)
R. Tus hijos, como renuevos de olivo.

V. Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien; R.

V. Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa; R.

V. Esta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sion,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos. R.

247. Después de la lectura, el ministro explica brevemente el texto de la sagrada Escritura, para que la madre y los presentes den gracias a Dios por el don recibido y para que todos, en la medida que corresponde a cada uno, asuman con seriedad la responsabilidad de la educación cristiana del niño.

Acción de gracias

248. Sigue la acción de gracias común. Entre las invocaciones que aquí se proponen, el ministro puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias de la mujer o del lugar:
V. Demos gracias al Señor por la nueva vida que ha florecido en esta familia, diciendo:
R. Te damos gracias, Señor.
— Por el niño que has dado felizmente a esta madre. R.
— Por la salud corporal de la que, gracias a ti, gozan la madre y su hijo. R.
— Por el bautismo recibido, que ha convertido el corazón de este niño en templo del Espíritu Santo. R.
— Por la serena alegría que, con este nacimiento, has infundido en el corazón de todos. R.
— Por todos los beneficios que tú nos otorgas sin cesar. R.

249. Luego todos cantan o rezan el Magníficat. Pueden emplearse también otros himnos que
expresen la acción de gracias.

Oración de bendición

250. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, de lo contrario con las manos juntas, dice la oración de bendición:
Oh, Dios, autor y protector de la vida humana, 
que has concedido a esta hija tuya 
el gozo de la maternidad, 
dígnate aceptar nuestra alabanza 
y escucha con bondad lo que te pedimos: 
que guardes de todo mal a la madre y a su hijo, 
que los acompañes siempre en el camino de esta vida 
y que, a su tiempo, los acojas en la felicidad 
de tu morada eterna. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

251. O bien:
Oh, Dios, de quien desciende toda bendición 
y hacia quien sube la humilde súplica del que te bendice, 
concede a esta madre, ayudada por tu bendición, 
que se muestre agradecida contigo 
y tanto ella como su hijo 
se alegren siempre de tu protección. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Conclusión del rito

252. El celebrante, si es sacerdote o diácono, vuelto hacia la mujer, concluye el rito, diciendo:
El Señor, Dios todopoderoso, 
que te ha concedido el gozo de la maternidad, 
se digne bendecirte,
para que, del mismo modo que le agradeces 
el don de este hijo, 
puedas disfrutar con él de la felicidad eterna. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

253. O bien, después de la invitación: Inclínate para recibir la bendición, u otra semejante, dice con las manos extendidas:
Dios, fuente y origen de toda vida, 
te proteja con su bondad.
R. Amén.
V. Confirme tu fe, robustezca tu esperanza, 
aumente cada vez más tu caridad.
R. Amén.
V. Conserve a tu hijo, 
le dé la salud del cuerpo 
y la sabiduría del entendimiento.
R. Amén.
Finalmente bendice a todos los presentes, diciendo:
Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes, 
os bendiga Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
R. Amén
______________________________________
254. Si el ministro es laico, implora la bendición del Señor sobre la mujer y sobre todos los presentes, santiguándose y diciendo:
La misericordia de Dios Padre todopoderoso, 
la paz de su Hijo único Jesucristo, 
la gracia y el consuelo del Espíritu Santo 
os proteja en la vida, 
para que, caminando a la luz de la fe, 
alcancéis los bienes prometidos.
Y la bendición de Dios todopoderoso, 
Padre, Hijo y Espíritu Santo, 
descienda sobre todos nosotros.
R. Amén.
_____________________________________

255. Es aconsejable terminar la celebración con un canto adecuado.

D. RITO BREVE

256. El ministro dice:
Bendito sea el nombre del Señor.
R. Ahora y por siempre.

257. Uno de los presentes, o el mismo ministro, lee un texto de la sagrada Escritura, por ejemplo:

IS 1, 27: Este niño es lo que yo pedía; el Señor me ha concedido mi petición.

Lc 1, 68-69: Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su servidor.

1Ts 5, 18: Dad gracias en toda ocasión: ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros.

258. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, de lo contrario con las manos juntas, dice la oración de bendición:
Oh, Dios, de quien desciende toda bendición 
y hacia quien sube la humilde súplica del que te bendice, 
concede a esta madre, ayudada por tu bendición, 
que se muestre agradecida contigo 
y tanto ella como su hijo 
se alegren siempre de tu protección. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén
__________________________________________

Fórmula breve

259. Según las circunstancias, el sacerdote o el diácono pueden usar la siguiente fórmula breve de bendición:
El Señor, Dios todopoderoso, 
que llenó de alegría el universo 
con el nacimiento de su Hijo, 
te bendiga y haga que te alegres 
siempre en el Señor por el nacimiento de tu hijo.
R. Amén.
__________________________________________

miércoles, 26 de febrero de 2020

Bendición de los hijos.

Bendicional, 31 de mayo de 1984 (ed. española 19-marzo-2020)

Primera parte. Bendiciones que se refieren directamente a las personas.

CAPÍTULO I
BENDICIÓN DE UNA FAMILIA Y DE SUS MIEMBROS

V. BENDICIÓN DE LOS HIJOS

176. Como atestigua el Evangelio, la gente presentaba niños a Jesús para que los bendijera y les impusiera las manos. Los padres cristianos desean también vivamente que se imparta a sus hijos una bendición semejante. Más aun, en las tradiciones de los pueblos es tenida en gran estima la bendición impartida a los hijos por los mismos padres.

Ello puede hacerse en determinadas circunstancias de la vida de los hijos, o también cuando la familia se reúne para hacer oración o para meditar la sagrada Escritura.

177. Si se halla presente un sacerdote o un diácono —principalmente con ocasión de la visita que los pastores hacen a cada familia en unos tiempos fijos y determinados, para bendecirlas—, a ellos incumbe entonces más adecuadamente este ministerio de bendición.

178. Por tanto, el rito que aquí se propone pueden utilizarlo los padres, el sacerdote o el diácono, los cuales, respetando los principales elementos y la estructura del rito, adaptarán cada una de sus partes a las circunstancias concretas del momento.

179. Si se ha de bendecir a un hijo o hijos dentro de otra celebración de bendición puede emplearse la fórmula breve que se halla al final del rito, núm. 196.

180. Si se ha de bendecir a un hijo enfermo, puede emplearse el rito que se halla en el capítulo II, núms. 317-320.

RITO DE LA BENDICIÓN

Ritos iniciales

181. Reunida la familia, el que preside dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:
Amén.

182. Luego, si el que preside es sacerdote o diácono, saluda a los presentes, diciendo:
La gracia de Dios Padre, 
que nos ha hecho sus hijos adoptivos, 
esté con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.

Todos responden :
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
_______________________________________
183. Si el que preside es laico, saluda a los presentes, diciendo:
Hermanos, alabemos a Dios Padre,
que nos ha hecho sus hijos adoptivos.
R. A él la gloria por los siglos de los siglos. (O bien: Amén).
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184. El que preside dispone a los hijos y a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u otras semejantes:

Con razón el salmo compara a los hijos con los renuevos de olivo alrededor de la mesa familiar; ellos, en efecto, no sólo son signo y anuncio de la bendición divina, sino que atestiguan la presencia eficaz
del mismo Dios, el cual, como dador de la fecundidad en los hijos, multiplica el júbilo en la familia y aumenta su alegría.

No sólo se debe a los hijos el mayor respeto, sino que conviene que se les enseñe oportunamente el amor y el temor de Dios, para que, conscientes de sus obligaciones, vayan creciendo en sabiduría y en gracia, y, teniendo ya en cuenta y poniendo por obra todo lo que es verdadero, justo y santo, sean testigos de Cristo en el mundo y mensajeros de su Evangelio.

Lectura de la Palabra de Dios

185. Luego uno de los presentes, o el mismo que preside, lee un texto de la sagrada Escritura:

Dejad a los niños acercarse a mí Mt 19, 13-15
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.

En aquel tiempo, le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orase, pero los discípulos los regañaban. Jesús dijo: «Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos». Les impuso las manos y se marchó de allí.

Palabra del Señor.

186. O bien:

Recuerda, hijo, estos preceptos Tob 4, 5-7. 19
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de Tobías.

Hijo, acuérdate del Señor todos los días. No peques ni quebrantes sus mandamientos. Pórtate bien toda tu vida. No vayas por caminos de iniquidad, pues si obras la verdad tendrás éxito en tus empresas, igual que los que obran la justicia. Da limosna de cuanto posees; no seas tacaño. No apartes tu rostro ante el pobre y Dios no lo apartará de ti.
Alaba al Señor Dios en todo tiempo, ruégale que oriente tu conducta. Así tendrás éxito en tus empresas y proyectos Porque ningún pueblo es dueño de sus proyectos, sino solo el Señor, que da todos los bienes según le place o abate hasta el fondo del abismo. Recuerda, hijo, estos preceptos, no los olvides jamás.

Palabra de Dios.

187. O bien:

Escuchad, hijos, la instrucción paterna Pr 4, 1-7
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de los Proverbios.

Escuchad, hijos, la instrucción paterna; prestad atención y adquirid inteligencia. Os transmito un saber excelente, no abandonéis mi enseñanza. También yo fui un hijo para mi padre, querido cual unigénito para mi madre; mi padre me instruía diciéndome: «Guarda mis palabras en tu corazón, observa mis
mandatos y vivirás». Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; no la olvides, ni dejes mis consejos; no la abandones y ella te cuidará, amala y te protegerá. El comienzo de la sabiduría es adquirirla, con todos tus haberes compra prudencia.

Palabra de Dios.

188. Puede también leerse:

El que acoge a un niño me acoge a mí Mt 18, 1-5. 10: 
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.

En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?». Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: «En verdad os digo que, si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí.
Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial».

Palabra del Señor.

189. Según las circunstancias se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.

Salmo responsorial Sal 127 (128), 1-2. 3. 4-6a ( R.: 4; o bien: 1a)
R. Ésta es la bendición del que teme al Señor.
O bien: Dichoso el que teme al Señor.

V. Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R.

V. Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R.

V. Esta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sion,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos. R.

190. El que preside, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes, explicándoles
la lectura bíblica, para que perciban por la fe el significado de la celebración.

Preces

191. Sigue la plegaria común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el ministro puede
seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con
las circunstancias concretas del momento.

V. Invoquemos a Dios todopoderoso, a quien Jesús, el Señor, nos enseñó a llamar Padre, y digámosle suplicantes:
R. Padre santo, guarda a tus hijos.
— Padre lleno de amor, que tanto amaste a los hombres que entregaste a tu Hijo único, protégenos y defiéndenos a nosotros, tus hijos, nacidos de nuevo por el bautismo. R.
— Tú que te complaciste en tu Hijo amado, — haz que cumplamos fielmente la misión encomendada a cada uno en el mundo y en la Iglesia. R.
— Tú que confiaste tu Hijo a la custodia amorosa de María y José, durante su infancia, haz que los hijos crezcan en todo hacia Cristo. R.
— Tú que tienes un amor especial a los desamparados,  haz que todos los niños carentes de afecto familiar, con la ayuda de la comunidad cristiana, experimenten vivamente tu paternidad. R.

Oración de bendición

192. Los padres, según las circunstancias, haciendo la señal de la cruz en la frente de sus hijos,
dicen la oración de bendición:
Padre santo,
fuente inagotable de vida y autor de todo bien,
te bendecimos y te damos gracias,
porque has querido alegrar nuestra comunión de amor
con el don de los hijos;
te pedimos que estos jóvenes miembros de la familia
encuentren en la sociedad doméstica el camino
por el que tiendan siempre hacia lo mejor
y puedan llegar un día, con tu ayuda,
a la meta que tienen señalada.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

193. Los ministros, si no son los padres, dicen esta oración de bendición:
Señor Jesucristo, tanto amaste a los niños 
que dijiste que quienes los reciben te reciben a ti mismo; 
escucha nuestras súplicas en favor de estos niños 
(este niño/esta niña) y, 
ya que los (lo/la) enriqueciste 
con la gracia del bautismo, 
guárdalos (guárdalo/guárdala) con tu continua protección,
para que, cuando lleguen a mayores (llegue a mayor)
profesen (profese) libremente su fe, 
sean fervorosos (sea fervoroso/sea fervorosa) 
en la caridad, 
y perseveren (persevere) con firmeza 
en la esperanza de tu reino.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.

Conclusión del rito

194. Los padres concluyen el rito, santiguándose y diciendo:
Jesús, el Señor, que amó a los niños,
nos bendiga y nos guarde en su amor.

Esta fórmula la emplea también el ministro laico.
_____________________________________
195. El ministro, si es sacerdote o diácono, concluye el rito, diciendo:
Jesús, el Señor, que amó a los niños, 
os bendiga y os guarde en su amor.
R. Amén.
_____________________________________

Fórmula breve

196. Si se estima oportuno, puede emplearse la fórmula breve de bendición:
El Señor te (os) guarde 
y te (os) haga crecer en su amor, 
para que andes (andéis) como pide la vocación 
a la que has sido convocado (habéis sido convocados).
R. Amén.

martes, 25 de febrero de 2020

Bendiciones de los niños.

Bendicional, 31 de mayo de 1984 (ed. española 19-marzo-2020)

Primera parte. Bendiciones que se refieren directamente a las personas.

CAPÍTULO I
BENDICIÓN DE UNA FAMILIA Y DE SUS MIEMBROS

IV. BENDICIONES DE LOS NIÑOS

136. Pueden darse varias ocasiones pastorales en que se ruegue a Dios por los niños ya bautizados, por ejemplo, cuando los padres solicitan para ellos la bendición del sacerdote, cuando se celebra alguna fiesta para los niños, cuando se inaugura el curso escolar, u otras semejantes. Por tanto, esta celebración se ha de acomodar a las circunstancias de cada caso.

137. Los ritos que aquí se proponen pueden utilizarlos el sacerdote, el diácono y también el laico, principalmente el catequista y el que tiene a su cargo la educación de los niños, con los ritos y preces previstos para los laicos.

138. Con el fin de acomodar la celebración a las circunstancias de las familias y de los niños, pueden adaptarse algunos de los elementos de este rito, respetando siempre los principales .

139. Si se trata de bendecir a un solo niño, el ministro dirá en singular la oración de bendición o, según los casos, empleará el Rito breve que se halla más adelante, núms. 172-174.

Ritos:
A. Bendición de los niños ya bautizados.
B. Bendición de un niño aún no bautizado.
C. Rito breve.

A. RITO DE LA BENDICIÓN DE LOS NIÑOS YA BAUTIZADOS

Ritos iniciales

140. Reunida la comunidad, puede cantarse el salmo 112 (113) u otro canto adecuado. Terminado el canto, el ministro dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:
Amén.

141. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, saluda a los niños y a los presentes, diciendo:
La gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, 
y de Jesucristo, su Hijo, 
que mostró su amor por los niños, 
estén con vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura.

Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
__________________________________
142. Si el ministro es laico, saluda a los niños y a los presentes, diciendo:
Hermanos, alabemos y demos gracias al Señor,
que abrazaba a los niños y los bendecía.

R. Bendito seas por siempre, Señor. (O bien: Amén).
__________________________________

143. El ministro dispone a los niños y a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u
otras semejantes:

El Hijo de Dios, nuestro Señor, cuando vino al mundo, asumió la condición de niño, e iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.

Más tarde recibió benignamente a los niños y los bendijo, resaltó su dignidad, más aún, los puso como ejemplo para los que buscan de verdad el reino de Dios.

Pero los niños necesitan la ayuda de los adultos para el desarrollo de sus cualidades naturales, de sus facultades morales e intelectuales, e incluso físicas, para que alcancen así la madurez humana y cristiana.

Invoquemos, pues, sobre ellos la bendición divina, para que nosotros atendamos con diligencia a su formación y ellos acepten de buen grado la debida instrucción.

144. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo ministro, lee un texto de la Sagrada Escritura.

Jesús bendecía a los niños Mc 10, 13-16
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Marcos.

Acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos los regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios. En verdad os digo que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él». Y tomándolos en brazos los bendecía imponiéndoles las manos.

Palabra del Señor.

145. O bien:
El que acoge a un niño me acoge a mí Mt 18, 1-5. 10:
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.

En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?». Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: «En verdad os digo que, si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí.
Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial».

Palabra del Señor.

146. Pueden también leerse: 

Dejad a los niños acercarse a mí Mt 19, 13-15
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.

En aquel tiempo, le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orase, pero los discípulos los regañaban. Jesús dijo: «Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos». Les impuso las manos y se marchó de allí.

Palabra del Señor.

De la boca de los pequeñuelos y de los niños de pecho sacaré una alabanza Mt 21, 14-16
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.

Se acercaron a Jesús en el templo ciegos y cojos, y los curó. Pero los sumos sacerdotes y los escribas, al ver los milagros que había hecho y a los niños que gritaban en el templo «¡Hosanna al Hijo de David!», se indignaron y le dijeron: «¿Oyes lo que dicen estos?». Y Jesús les respondió: «Sí; ¿no habéis leído nunca: “De la boca de los pequeñuelos y de los niños de pecho sacaré una alabanza"?».

Palabra del Señor.

La madre de Jesús conservaba todo esto en su corazón Lc 2, 46-52.
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

A los tres días, María y José encontraron al niño Jesús en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados». Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron lo que les dijo. Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.

Palabra del Señor.

147. El que preside, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes, explicando la  lectura bíblica, para que perciban por la fe el significado de la celebración. La alocución ha de ser breve y acomodada a la capacidad de los niños, pero de manera que también los adultos puedan sacar provecho de ella .

148. Después de la lectura o de la alocución, según las circunstancias, se canta un salmo, un himno u otro canto conocido por los niños.

Salmo responsorial Sal 150, 1b-2. 3-4. 5-6a (R.: 6a)
R. Todo ser que alienta alabe al Señor.

V. Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su fuerte firmamento;
alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza. R.

V. Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras;
alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas. R.

V. Alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.
Todo ser que alienta alabe al Señor. R.

149. O bien:
Sal 99, 1b-2. 3. 4. 5 (R.: cf. 3c)
R. Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

V. Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R.

V. Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R.

V. Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre. R.

V. «El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades». R.

Preces

150. Sigue la plegaria común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el ministro puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias concretas de los niños o del momento.

Se ofrecen dos esquemas, el segundo de los cuales es un modelo de Preces a las cuales los niños pueden responder y también añadir sus propias intenciones.

Esquema A. 
V. Invoquemos a Jesús, el Señor, que propuso, a todos sus seguidores la sencillez y la docilidad de los niños como condición para entrar en el reino de los cielos, y digámosle suplicantes:
R. Señor, que sepamos recibirte también en la persona de los niños.
 Jesús, Señor, tú que, nacido de la Virgen, santificaste también la edad infantil, haz que estos niños, siguiendo tu ejemplo, vayan creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia. R.
 Tú que, por medio de los padres y de la Iglesia, manifiestas tu amor a los niños, haz que todos los responsables de su cuidado tengan una verdadera dedicación a su trabajo. R.
 Tú que, por el bautismo, nos engendraste a una nueva filiación y nos abriste las puertas de la casa de tu Padre, haz que, con humilde sumisión, te sigamos por donde quieras llevarnos. R.
 Tú que, siendo todavía niño, sufriste la persecución y el destierro, haz que todos los niños oprimidos por la maldad de los hombres o la dureza de la vida encuentren ayuda y protección. R.

151. O bien:
Esquema B. 
Jesús, Señor, que acogiste y bendijiste a los niños, escucha con bondad nuestras súplicas:
R. Te rogamos, óyenos.
 Protégenos de todo peligro.
R. Te rogamos, óyenos.
 Dirige nuestra vida y nuestra educación.
R. Te rogamos, óyenos.
 Haz que también nosotros vayamos creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.
R. Te rogamos, óyenos.
 Ayuda a todos los niños del mundo.
R. Te rogamos, óyenos.
 Haz que agradezcamos los dones de tu bondad.
R. Te rogamos, óyenos.
 Bendice a nuestros padres, amigos y bienhechores.
R. Te rogamos, óyenos.

Oración de bendición

152. El ministro, si es sacerdote o diácono, imponiendo, según las circunstancias, las manos sobre los niños, dice la oración de bendición:
Señor, Dios nuestro, que de la boca de los niños 
has sacado la alabanza de tu Nombre, 
mira con bondad a estos niños (a este niño/a esta niña)
que la fe de la Iglesia encomienda a tu providencia 
y, así como tu Hijo, nacido de la Virgen, 
al recibir con agrado a los niños, 
los abrazaba y los bendecía, 
y nos los puso como ejemplo, 
así también, Padre, derrama sobre ellos (él/ella) tu bendición, 
para que, cuando lleguen a mayores (llegue a mayor)
por su buena conducta entre los hombres, 
y con la fuerza del Espíritu Santo, sean testigos (sea testigo) 
de Cristo ante el mundo 
y enseñen y defiendan (enseñe y defienda) 
la fe que profesan (profesa)
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
____________________________________
153. Si el ministro es laico, con las manos juntas, dice:
Señor Jesucristo, tanto amaste a los niños,
que dijiste que quienes los reciben te reciben a ti mismo;
escucha nuestras súplicas en favor de estos niños
(este niño/esta niña)
y, ya que los (lo/la) enriqueciste con la gracia del bautismo,
guárdalos (guárdalo/guárdala) con tu continua protección,
para que, cuando lleguen a mayores (llegue a mayor),
profesen (profese) libremente su fe,
sean fervorosos (sea fervoroso/sea fervorosa) en la caridad
y perseveren (persevere) con firmeza
en la esperanza de tu reino.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.
____________________________________

154. Después de la oración de bendición, el ministro puede rociar a los niños con agua bendita, diciendo, según las circunstancias:
Que esta agua nos recuerde nuestro bautismo en Cristo, 
que nos redimió con su muerte y resurrección.

Conclusión del rito

155. El ministro, si es sacerdote o diácono, concluye el rito, diciendo:
Jesús, el Señor, que amó a los niños, 
os bendiga y os guarde en su amor.
R. Amén.
____________________________________
156. Si el ministro es laico, concluye el rito, santiguándose y diciendo:
Jesús, el Señor, que amó a los niños,
nos bendiga y nos guarde en su amor.
R. Amén.
____________________________________

157. Es aconsejable terminar la celebración con un canto adecuado.

B. RITO DE LA BENDICIÓN DE UN NIÑO AÚN NO BAUTIZADO

158. Con ocasión de algún grupo que se reúne para preparar la próxima celebración del bautismo, puede resultar oportuno invocar una peculiar bendición sobre el niño aún no bautizado, igual que sobre un catecúmeno De este modo, en la práctica pastoral puede proyectarse con más claridad el significado de la cruz que el ministro y los padres trazan sobre el niño: con este gesto se expresa que el niño es protegido con la señal de la salvación, queda consagrado a Dios y se dispone a recibir el bautismo.

159. El rito que aquí se propone pueden utilizarlo también el diácono y el laico, principalmente el catequista, con los ritos y Preces previstos para él.

Ritos iniciales

160. Reunida la familia, el ministro dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:
Amén.

161. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, saluda al niño y a los presentes, diciendo:
La gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, 
y de Jesucristo, su Hijo, que mostró su amor por los niños, 
estén con vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura.

Todos responden :
Y con tu espíritu.
O bien:
Bendito seas por siempre, Señor.
O de otro modo adecuado.
_____________________________________
162. Si el ministro es laico, saluda al niño y a los presentes, diciendo:
Hermanos, alabemos y demos gracias al Señor,
que abrazaba a los niños y los bendecía.

Todos responden:
Bendito seas por siempre, Señor. (O bien: Amén).
_____________________________________

163. El ministro dispone a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u otras semejantes:

El Hijo de Dios, nuestro Señor, cuando vino al mundo, asumió la condición de niño, e iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.

Más tarde, recibió benignamente a los niños y los bendijo, resaltó su dignidad, más aún, los puso como ejemplo para los que buscan de verdad el reino de Dios.

Pero los niños necesitan la ayuda de los adultos para el desarrollo de sus cualidades naturales, de sus
facultades morales e intelectuales, e incluso físicas, para que alcancen así la madurez humana y cristiana.

Invoquemos, pues, sobre ellos la bendición divina, para que nosotros atendamos con diligencia a su formación y ellos acepten de buen grado la debida instrucción.

Lectura de la Palabra de Dios

164. Luego uno de los presentes, o el mismo ministro, lee un texto de la Sagrada Escritura, seleccionado de preferencia entre los que se indican en los Rituales del Bautismo de niños y de la Iniciación cristiana de los adultos y en el Leccionario del Misal romano (11). Se elegirá la lectura que parezca más apta para que los padres se preparen adecuadamente para el bautismo de su hijo.

Jesús bendecía a los niños Mc 10, 13-16
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Marcos.

Acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos los regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios. En verdad os digo que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él». Y tomándolos en brazos los bendecía imponiéndoles las manos.

Palabra del Señor.

(11) Cf. Ritual del Bautismo de los niños, núms. 184-209. Ritual de la Iniciación cristiana de adultos, núm. 388. Missale Romanum, Ordo Lectionum Missae, núms 751-763.

165. El que preside, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes, explicándoles la lectura bíblica, para que perciban por la fe el significado de la celebración.

166. Después de la lectura o de la alocución, según las circunstancias, se canta un salmo, un himno u otro canto.

Salmo responsorial Sal 150, 1-2. 3-4. 5 (R.: 5c)
R. Todo ser que alienta alabe al Señor.

V. Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su fuerte firmamento;
alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza. R.

V. Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y cítaras;
alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas. R.

V. Alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes.
Todo ser que alienta alabe al Señor. R.

Preces

167. Sigue la plegaria común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el ministro puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias concretas del niño o del momento.

V. Invoquemos a Jesús, el Señor, que propuso a todos sus seguidores la sencillez de corazón y la docilidad de los niños como condición para entrar en el reino de los cielos, y digámosle suplicantes:
R. Señor, que sepamos recibirte también en la persona de los niños.
— Jesús, Señor, que quieres que los nuevos hijos de la Iglesia sean engendrados, no de la carne ni de la sangre, sino de Dios, haz que este tiempo de preparación para el bautismo sirva para una
más plena celebración de este sacramento. R.
— Tú que, por medio de los padres y de la Iglesia, manifiestas tu amor a este niño, haz que todos los responsables de su cuidado tengan una verdadera dedicación a su trabajo. R.
— Tú que, por el bautismo, nos engendraste a una nueva filiación y nos abriste las puertas de la casa de tu Padre, haz que, con humilde sumisión, te sigamos por donde quieras llevarnos. R.
— Tú que, siendo todavía niño, sufriste la persecución y el destierro, haz que todos los niños oprimidos por la maldad de los hombres o la dureza de la vida encuentren ayuda y protección. R.

Oración de bendición

168. El ministro, si es sacerdote o diácono, imponiendo las manos sobre los niños, de lo contrario con las manos juntas, dice la oración de bendición:
Dios, Padre todopoderoso, 
fuente de bendición y defensor de los niños,
que enriqueces y alegras a los esposos con el don de los hijos, 
mira con bondad a este niño 
y, ya que ha de nacer de nuevo por el agua y el Espíritu Santo, 
dígnate agregarlo a los miembros de tu grey, 
para que, una vez recibido el don del bautismo, 
sea partícipe de tu reino 
y aprenda a bendecirte con nosotros en la Iglesia. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

169. El ministro y los padres hacen la señal de la cruz en la frente del niño, sin decir nada.

Conclusión del rito

170. El ministro, si es sacerdote o diácono, concluye el rito, diciendo:
Jesús, el Señor, que amó a los niños, 
os bendiga y os guarde en su amor.
R. Amén.
_______________________________________
171. Si el ministro es laico, concluye el rito, santiguándose y diciendo:
Jesús, el Señor, que amó a los niños,
nos bendiga y nos guarde en su amor.
R. Amén.
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C. RITO BREVE

172. El ministro dice:
Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
R. Que hizo el cielo y la tierra.

173. Uno de los presentes, o el mismo ministro, lee un pasaje de la Sagrada Escritura, por ejemplo:

Mc 10, 14: Dejad que los niños se acerquen a mí: no se le impidáis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios.

Mt 18, 3: En verdad os digo que, si no os convertía y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

Mt 18, 5: El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge a mí.

1Co 14, 20: Hermanos, no seáis niños en vuestros pensamientos, antes bien, comportaos como niños en lo que toca a la maldad, pero en lo que toca a los pensamientos, sed adultos.

174. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, imponiendo las manos sobre el niño, de lo contrario con las manos juntas, dice la adecuada oración de bendición:

a) Para un niño ya bautizado:
Señor Jesucristo, 
tanto amaste a los niños 
que dijiste que quienes los reciben te reciben a ti mismo; 
escucha nuestras súplicas 
en favor de este niño (esta niña) 
y, ya que lo (la) enriqueciste con la gracia del bautismo,
guárdalo (guárdala) con tu continua protección, 
para que, cuando llegue a mayor, 
profese libremente su fe, 
sea fervoroso (fervorosa) en la caridad
y persevere con firmeza en la esperanza de tu reino. 
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.

b) Para un niño aún no bautizado
Dios, Padre todopoderoso, 
fuente de bendición y defensor de los niños,
que enriqueces y alegras a los esposos 
con el don de los hijos, 
mira con bondad a este niño (esta niña) 
y, ya que ha de nacer de nuevo 
por el agua y el Espíritu Santo, 
dígnate agregarlo (agregarla) a los miembros de tu grey, 
para que, una vez recibido el don del bautismo, 
sea partícipe de tu reino 
y aprenda a bendecirte con nosotros en la Iglesia. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Fórmula breve

175. Según las circunstancias, el sacerdote o el diácono pueden emplear la siguiente fórmula breve de bendición:
Jesús, el Señor, que amó a los niños, 
te bendiga, N.
y te guarde en su amor.
R. Amén.