Capítulo I
RITUAL DEL CATECUMENADO DISTRIBUIDO EN SUS GRADOS O ETAPAS
EL TIEMPO DE LA PURIFICACIÓN Y DE LA ILUMINACIÓN
Ritos propio de este periodo
PRIMER ESCRUTINIO
160. El primer escrutinio se celebra el tercer domingo de Cuaresma, empleando las fórmulas señaladas tanto en el Misal como en el Leccionario (cf. también nn. 376-377).
Homilía
161. El celebrante, basándose en las lecturas de la Sagrada Escritura, expone en la homilía el objeto del primer escrutinio, fijándose tanto en la liturgia cuaresmal como en el itinerario espiritual de los elegidos.
Oración en silencio
162. Después de la homilía, los elegidos con sus padrinos y madrinas se ponen de pie delante del celebrante.
Este, vuelto primero hacia los fieles, los invita a orar en silencio por los elegidos, pidiendo el espíritu de penitencia y el sentido del pecado y la verdadera libertad de los hijos de Dios.
Después, vuelto hacia los catecúmenos, los invita igualmente a orar en silencio, y los exhorta a mostrar su disposición de penitencia aun con su postura corporal, ya sea inclinados o arrodillados. Finalmente concluye con éstas o parecidas palabras:
Elegidos de Dios, inclinad la cabeza (arrodillaos) y orad.
Entonces los elegidos se inclinan o se arrodillan. Y todos oran en silencio durante unos momentos. Después, si se juzga oportuno, todos se levantan.
Súplicas por los elegidos
163. Mientras se hacen las súplicas por los elegidos, los padrinos y madrinas apoyan su mano derecha sobre el hombro de su elegido.
El celebrante:
Oremos por estos elegidos, a los que eligió la Iglesia confiadamente después de un camino ya largo, para que, acabada la preparación, en las fiestas pascuales encuentren a Cristo en sus sacramentos.
El lector:
Para que mediten en su corazón las palabras divinas y las saboreen más profundamente cada día. Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.
- Para que conozcan a Cristo, que vino a salvar lo que estaba perdido. Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.
- Para que confiesen con humildad de corazón que son pecadores. Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.
- Para que rechacen sinceramente en sus costumbres todo lo que desagrada a Cristo y le es contrario: Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.
- Para que el Espíritu Santo, que escruta los corazones de todos los hombres, fortalezca su debilidad. Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.
- Para que enseñados por el mismo Espíritu aprendan lo que es de Dios y lo que le agrada. Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.
- Para que también sus familias pongan en Cristo su esperanza, y encuentren en él la paz y la santidad. Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.
- Para que nosotros mismos nos preparemos para las fiestas pascuales corrigiendo nuestros pensamientos, levantando el corazón y practicando con caridad las obras de misericordia. Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.
- Para que en el mundo entero se fortalezca lo débil, se restaure lo ruinoso, se encuentre lo perdido y se rescate lo encontrado. Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.
Variadas las circunstancias, se pueden acomodar a ellas tanto la monición del celebrante como las invocaciones del lector. Añádanse también las acostumbradas peticiones por las necesidades de la Iglesia y de todo el mundo, si después de despedidos los catecúmenos se omite la oración universal en la eucaristía (cf. n. 166).
Otras fórmulas de las súplicas ad libitum en el n. 378.
Exorcismo
164. Después de las súplicas, vuelto hacia los elegidos, dice con las manos juntas:
RITUAL DEL CATECUMENADO DISTRIBUIDO EN SUS GRADOS O ETAPAS
EL TIEMPO DE LA PURIFICACIÓN Y DE LA ILUMINACIÓN
Ritos propio de este periodo
ESCRUTINIOS Y ENTREGAS
I. Escrutinios
154. La finalidad de los escrutinios es primordialmente espiritual, y se completa con ayuda de los exorcismos. Porque el objeto de los escrutinios es purificar las almas y los corazones, proteger contra las tentaciones, rectificar la intención y mover la voluntad, para que los catecúmenos se unan más estrechamente a Cristo y prosigan con mayor decisión en su esfuerzo por amar a Dios.
155. De los postulantes se espera la voluntad de llegar al sentimiento íntimo de Cristo y de la Iglesia, y muy en especial el progreso en el sincero conocimiento de sí mismos, la reflexión seria de la conciencia y la verdadera penitencia.
156. En el rito del exorcismo, celebrado por los sacerdotes o por los diáconos, los elegidos, instruidos por la santa madre Iglesia acerca del misterio de Cristo que nos libra del pecado, se desprenden de las consecuencias del pecado y del influjo diabólico, consiguen fuerzas para su itinerario espiritual y se les abre el corazón para recibir los dones del Salvador.
157. A fin de excitar el deseo de la purificación y de la redención de Cristo, se celebran tres escrutinios, ya para que los catecúmenos conozcan gradualmente el misterio del pecado, del cual todo el universo, y cada hombre en particular anhela redimirse para verse libre de sus consecuencias actuales y futuras; ya para que se impregnen sus mentes del sentido de Cristo Redentor, que es agua viva (cf. Evangelio de la samaritana), luz (cf. Evangelio del ciego de nacimiento), resurrección y vida (cf. Evangelio de la resurrección de Lázaro). Es necesario que haya algún progreso en el conocimiento del pecado y en el deseo de la salvación desde el primer escrutinio al último.
158. Los escrutinios son celebrados por un sacerdote o por un diácono, al frente de la comunidad, para que de la liturgia de los escrutinios también se aprovechen espiritualmente los fieles, y para que intercedan en las súplicas por los «elegidos».
159. Los escrutinios se hacen en las misas de los escrutinios, que se celebran los domingos tercero, cuarto y quinto de Cuaresma; léanse las lecturas del ciclo «A» con sus cantos, según están asignadas en el Leccionario de la Misa (Apéndice II). Pero si en estos domingos, por razones pastorales, no se pueden hacer, elíjanse otros domingos de Cuaresma, o de los días de entre semana más convenientes. Sin embargo, la primera misa de los escrutinios debe ser siempre la misa de la samaritana; la segunda, la del ciego de nacimiento; y la tercera, la de Lázaro.
155. De los postulantes se espera la voluntad de llegar al sentimiento íntimo de Cristo y de la Iglesia, y muy en especial el progreso en el sincero conocimiento de sí mismos, la reflexión seria de la conciencia y la verdadera penitencia.
156. En el rito del exorcismo, celebrado por los sacerdotes o por los diáconos, los elegidos, instruidos por la santa madre Iglesia acerca del misterio de Cristo que nos libra del pecado, se desprenden de las consecuencias del pecado y del influjo diabólico, consiguen fuerzas para su itinerario espiritual y se les abre el corazón para recibir los dones del Salvador.
157. A fin de excitar el deseo de la purificación y de la redención de Cristo, se celebran tres escrutinios, ya para que los catecúmenos conozcan gradualmente el misterio del pecado, del cual todo el universo, y cada hombre en particular anhela redimirse para verse libre de sus consecuencias actuales y futuras; ya para que se impregnen sus mentes del sentido de Cristo Redentor, que es agua viva (cf. Evangelio de la samaritana), luz (cf. Evangelio del ciego de nacimiento), resurrección y vida (cf. Evangelio de la resurrección de Lázaro). Es necesario que haya algún progreso en el conocimiento del pecado y en el deseo de la salvación desde el primer escrutinio al último.
158. Los escrutinios son celebrados por un sacerdote o por un diácono, al frente de la comunidad, para que de la liturgia de los escrutinios también se aprovechen espiritualmente los fieles, y para que intercedan en las súplicas por los «elegidos».
159. Los escrutinios se hacen en las misas de los escrutinios, que se celebran los domingos tercero, cuarto y quinto de Cuaresma; léanse las lecturas del ciclo «A» con sus cantos, según están asignadas en el Leccionario de la Misa (Apéndice II). Pero si en estos domingos, por razones pastorales, no se pueden hacer, elíjanse otros domingos de Cuaresma, o de los días de entre semana más convenientes. Sin embargo, la primera misa de los escrutinios debe ser siempre la misa de la samaritana; la segunda, la del ciego de nacimiento; y la tercera, la de Lázaro.
160. El primer escrutinio se celebra el tercer domingo de Cuaresma, empleando las fórmulas señaladas tanto en el Misal como en el Leccionario (cf. también nn. 376-377).
Homilía
161. El celebrante, basándose en las lecturas de la Sagrada Escritura, expone en la homilía el objeto del primer escrutinio, fijándose tanto en la liturgia cuaresmal como en el itinerario espiritual de los elegidos.
Oración en silencio
162. Después de la homilía, los elegidos con sus padrinos y madrinas se ponen de pie delante del celebrante.
Este, vuelto primero hacia los fieles, los invita a orar en silencio por los elegidos, pidiendo el espíritu de penitencia y el sentido del pecado y la verdadera libertad de los hijos de Dios.
Después, vuelto hacia los catecúmenos, los invita igualmente a orar en silencio, y los exhorta a mostrar su disposición de penitencia aun con su postura corporal, ya sea inclinados o arrodillados. Finalmente concluye con éstas o parecidas palabras:
Elegidos de Dios, inclinad la cabeza (arrodillaos) y orad.
Entonces los elegidos se inclinan o se arrodillan. Y todos oran en silencio durante unos momentos. Después, si se juzga oportuno, todos se levantan.
Súplicas por los elegidos
163. Mientras se hacen las súplicas por los elegidos, los padrinos y madrinas apoyan su mano derecha sobre el hombro de su elegido.
El celebrante:
Oremos por estos elegidos, a los que eligió la Iglesia confiadamente después de un camino ya largo, para que, acabada la preparación, en las fiestas pascuales encuentren a Cristo en sus sacramentos.
El lector:
Para que mediten en su corazón las palabras divinas y las saboreen más profundamente cada día. Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.
- Para que conozcan a Cristo, que vino a salvar lo que estaba perdido. Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.
- Para que confiesen con humildad de corazón que son pecadores. Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.
- Para que rechacen sinceramente en sus costumbres todo lo que desagrada a Cristo y le es contrario: Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.
- Para que el Espíritu Santo, que escruta los corazones de todos los hombres, fortalezca su debilidad. Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.
- Para que enseñados por el mismo Espíritu aprendan lo que es de Dios y lo que le agrada. Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.
- Para que también sus familias pongan en Cristo su esperanza, y encuentren en él la paz y la santidad. Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.
- Para que nosotros mismos nos preparemos para las fiestas pascuales corrigiendo nuestros pensamientos, levantando el corazón y practicando con caridad las obras de misericordia. Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.
- Para que en el mundo entero se fortalezca lo débil, se restaure lo ruinoso, se encuentre lo perdido y se rescate lo encontrado. Roguemos al Señor.
R. Escúchanos, Señor.
Variadas las circunstancias, se pueden acomodar a ellas tanto la monición del celebrante como las invocaciones del lector. Añádanse también las acostumbradas peticiones por las necesidades de la Iglesia y de todo el mundo, si después de despedidos los catecúmenos se omite la oración universal en la eucaristía (cf. n. 166).
Otras fórmulas de las súplicas ad libitum en el n. 378.
Exorcismo
164. Después de las súplicas, vuelto hacia los elegidos, dice con las manos juntas:
Oremos.
Oh Dios, que nos enviaste como Salvador a tu Hijo,
concédenos que estos catecúmenos,
que desean sacar agua viva como la samaritana,
convertidos como ella con la palabra del Señor,
se confiesen cargados de pecados y debilidades.
No permitas, te suplicamos,
que con vana confianza en sí mismos,
sean engañados por la potestad diabólica,
mas líbralos del espíritu pérfido,
para que, reconociendo sus maldades,
Oh Dios, que nos enviaste como Salvador a tu Hijo,
concédenos que estos catecúmenos,
que desean sacar agua viva como la samaritana,
convertidos como ella con la palabra del Señor,
se confiesen cargados de pecados y debilidades.
No permitas, te suplicamos,
que con vana confianza en sí mismos,
sean engañados por la potestad diabólica,
mas líbralos del espíritu pérfido,
para que, reconociendo sus maldades,
merezcan ser purificados interiormente
para comenzar el camino de la salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
A continuación, si se puede hacer con comodidad, el celebrante impone la mano en silencio a cada uno de los elegidos.
Después, con las manos extendidas sobre los elegidos, el celebrante prosigue:
Señor Jesús, tú eres la fuente
a la que acuden estos sedientos
y el maestro al que buscan.
Ante ti, que eres el único santo,
no se atreven a proclamarse inocentes.
Confiadamente abren sus corazones,
confiesan su suciedad,
descubren sus llagas ocultas.
Líbrales, pues, bondadosamente de sus flaquezas,
cura su enfermedad,
apaga su sed,
y otórgales la paz.
Por la virtud de tu nombre,
que invocamos con fe,
seles propicio y sálvalos.
Domina al espíritu maligno,
derrotado cuando resucitaste.
Por el Espíritu Santo
muestra el camino a tus elegidos
para que, caminando hacia el Padre,
le adoren en la verdad.
Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Otras fórmulas de exorcismo «ad libitum» en el n. 379.
Si parece oportuno, se puede entonar algún canto a propósito, elegido, por ejemplo, entre los salmos 6, 25, 31, 37, 38, 39, 50, 114, 129, 138, 141.
Despedida de los elegidos
165. Después el celebrante despide a los elegidos, diciendo:
Podéis ir en paz, y no faltéis al próximo escrutinio.
R. Amén.
A continuación, si se puede hacer con comodidad, el celebrante impone la mano en silencio a cada uno de los elegidos.
Después, con las manos extendidas sobre los elegidos, el celebrante prosigue:
Señor Jesús, tú eres la fuente
a la que acuden estos sedientos
y el maestro al que buscan.
Ante ti, que eres el único santo,
no se atreven a proclamarse inocentes.
Confiadamente abren sus corazones,
confiesan su suciedad,
descubren sus llagas ocultas.
Líbrales, pues, bondadosamente de sus flaquezas,
cura su enfermedad,
apaga su sed,
y otórgales la paz.
Por la virtud de tu nombre,
que invocamos con fe,
seles propicio y sálvalos.
Domina al espíritu maligno,
derrotado cuando resucitaste.
Por el Espíritu Santo
muestra el camino a tus elegidos
para que, caminando hacia el Padre,
le adoren en la verdad.
Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Otras fórmulas de exorcismo «ad libitum» en el n. 379.
Si parece oportuno, se puede entonar algún canto a propósito, elegido, por ejemplo, entre los salmos 6, 25, 31, 37, 38, 39, 50, 114, 129, 138, 141.
Despedida de los elegidos
165. Después el celebrante despide a los elegidos, diciendo:
Podéis ir en paz, y no faltéis al próximo escrutinio.
Y que el Señor esté siempre con vosotros.
Los elegidos:
Amén.
Salen los elegidos. Pero si por graves razones no pudieran salir de la iglesia, hágase como se dijo en el rito de entrada en el catecumenado, n. 96.
Pero si no se celebra la eucaristía, añádase, si parece oportuno, algún canto apropiado, y despídase a los fieles juntamente con los elegidos.
Celebración de la Eucaristía
166. Después de que hayan abandonado la iglesia los elegidos, se celebra la eucaristía, siguiendo inmediatamente la oración universal por las necesidades de la Iglesia y de todo el mundo. A continuación se dice el Credo y se hace la preparación de los dones; sin embargo, por razones pastorales, se pueden omitir la oración universal y el Credo. En la Plegaria eucarística hágase mención de los elegidos y sus padrinos (cf. nn. 377).
Los elegidos:
Amén.
Salen los elegidos. Pero si por graves razones no pudieran salir de la iglesia, hágase como se dijo en el rito de entrada en el catecumenado, n. 96.
Pero si no se celebra la eucaristía, añádase, si parece oportuno, algún canto apropiado, y despídase a los fieles juntamente con los elegidos.
Celebración de la Eucaristía
166. Después de que hayan abandonado la iglesia los elegidos, se celebra la eucaristía, siguiendo inmediatamente la oración universal por las necesidades de la Iglesia y de todo el mundo. A continuación se dice el Credo y se hace la preparación de los dones; sin embargo, por razones pastorales, se pueden omitir la oración universal y el Credo. En la Plegaria eucarística hágase mención de los elegidos y sus padrinos (cf. nn. 377).
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