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domingo, 8 de marzo de 2020

Bendición de los que van a emprender un viaje.

Bendicional, 31 de mayo de 1984 (ed. española 19-marzo-2020)

Primera parte. Bendiciones que se refieren directamente a las personas.

CAPÍTULO VIII. 
BENDICIÓN DE LOS QUE VAN A EMPRENDER UN VIAJE

489. Existe la venerable costumbre, recordada varias veces en la misma Escritura, según la cual los que van a emprender un viaje imploran la ayuda del Señor. El presente rito de bendición ofrece un modelo de oración encaminado a conservar esta piadosa costumbre. Este rito puede utilizarse asimismo en el caso de los emigrantes que marchan de su patria u hogar, aunque sólo sea temporalmente, por motivos de trabajo, o se dirigen a otro lugar de estancia, por ejemplo, con ocasión de las vacaciones.

490. El ministro de esta bendición puede ser el sacerdote, el diácono, o también el laico; todos ellos, respetando la estructura del rito y sus principales elementos, adaptarán la celebración a las circunstancias de los que han de viajar y del lugar.

491. Si sólo se ha de bendecir a una persona o a un pequeño grupo, puede emplearse el rito breve que se halla al final de esta bendición, en los núms. 508-511.

Ritos:
I. Rito de Bendición de un viaje.
II. Rito breve de Bendición de un viaje.

I. RITO DE LA BENDICIÓN

Ritos iniciales

492. Reunida la comunidad, el ministro dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:
Amén.

493. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, saluda a los presentes, diciendo:
El Señor, que nos visitará como el sol que nace de lo alto, 
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz, 
esté con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.

Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
______________________________
494. Si el ministro es laico, saluda a los presentes, diciendo:
El Señor vuelva su rostro hacia nosotros 
y guíe nuestros pasos por el camino de la paz.

Todos responden:
Amén.
_____________________________

495. El ministro dispone a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u otras semejantes:

Encomendemos al Señor a estos hermanos nuestros que están a punto de partir,para que les conceda un buen viaje y para que ellos, por los caminos de este mundo, alaben a Dios por sus criaturas, experimenten su bondad en la hospitalidad de sus hermanos, pongan de manifiesto ante los hombres la buena nueva de la salvación, se muestren afables con todos; para que sean atentos con los afligidos y necesitados que se crucen en su camino, sepan consolarlos y se esfuercen por ayudarlos.

Lectura de la Palabra de Dios

496. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo ministro que preside, lee un texto de la Sagrada Escritura.

Allanad sus senderos Lc 3, 3-6: 
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

Juan, el Bautista recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: «Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos;los valles serán rellenados, los montes y colinas serán rebajados; lo torcido será enderezado, lo escabroso será camino llano. Y toda carne verá la salvación de Dios».

Palabra del Señor.

497. O bien:

Hablarás de mis palabras yendo de camino Dt 6, 4-9
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro del Deuteronomio.

Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno sólo. amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Estas palabras que yo te mando hoy estarán en tu corazón, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado; las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una señal; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portales.

Palabra de Dios.

498. Pueden también leerse: 

Sal hacia la tierra que te mostraré Gén 12, 1-9
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro del Génesis.

El Señor dijo a Abrán: «Sal de tu tierra, de tu patria, y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti una gran nación, te bendeciré, haré famoso tu nombre y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan, y en ti serán benditas todas las familias de la tierra». Abrán marchó, como le había dicho el Señor, y con él marchó Lot. Abrán tenía setenta y cinco años cuando salió de Jarán. Abrán llevó consigo a Saray su mujer, a Lot su sobrino, todo lo que había adquirido y todos los esclavos que había ganado en Jarán, y salieron en dirección a Canaán. Cuando llegaron a la tierra de Canaán, Abrán atravesó el país hasta la región de Siquén, hasta la encina de Moré. En aquel tiempo habitaban allí los cananeos. El Señor se apareció a Abrán y le dijo: «A tu descendencia daré esta tierra». Él construyó allí un altar en honor del Señor que se le había aparecido. Desde allí continuó hacia las montañas, al este de Betel, y plantó allí su tienda, con Betel a poniente y Ay a levante. Construyó allí un altar al Señor e invocó el nombre del Señor. Después Abrán se trasladó por etapas al Negueb.

Palabra de Dios.

Yo estoy contigo; yo te guardaré donde quiera que vayas Gén 28, 10-16
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro del Génesis.

Jacob salió de Berseba en dirección a Jarán. Llegó a un determinado lugar y se quedó allí a pernoctar, porque ya se había puesto el sol. Tomando una piedra de allí mismo, se la colocó por cabezal y se echó a dormir en aquel lugar. Y tuvo un sueño: una escalinata, apoyada en la tierra, con la cima tocaba el cielo. Ángeles de Dios subían y bajaban por ella. El Señor, que estaba en pie junto a ella, le dijo: «Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de Isaac. La tierra sobre la que estás acostado la daré a ti y a tu descendencia. Tu descendencia será como el polvo de la tierra, y te extenderás a occidente y oriente, a norte y sur; y todas las naciones de la tierra serán benditas por causa tuya y de tu descendencia. Yo estoy contigo; yo te guardaré donde quiera que vayas, te haré volver a esta tierra y no te abandonaré hasta que cumpla lo que he prometido». Cuando Jacob despertó de su sueño, dijo: «Realmente el Señor está en este lugar y yo no lo sabía»

Palabra de Dios.

Que Dios os proteja y os devuelva Tob 5, 17-22
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de Tobías.

Azarías dijo a Tobit: «Iré con él. Y no temas: sanos partimos y sanos volveremos. El camino es seguro». Tobit le dijo: «Dios te bendiga, hermano». Llamó luego a su hijo y le ordenó: «Hijo, prepara las cosas para el viaje y ve con tu pariente. Que el Dios del cielo os proteja y devuelva sanos. Que su ángel os acompañe y proteja». Antes de partir, Tobías se despidió con un beso de su padre y de su madre. Tobit le dijo: «¡Adiós, y buen viaje!». Pero la madre, llorando, reconvino a su marido: «¿Por qué has dejado marchar a mi hijo? Él es a el báculo de nuestra vejez. Siempre ha estado con nosotros. ¿Para qué más dinero? Es basura en comparación con nuestro hijo. Tenemos bastante con lo que el Señor nos concede». Tobit le dijo: «No te preocupes. Nuestro hijo parte sano y sano volverá. Lo verás con tus propios ojos cuando regrese. No te atribules ni sufras, querida. Un ángel bueno lo acompañará, le concederá un próspero viaje y nos lo devolverá sano y salvo».

Palabra de Dios.

Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos Lc 24, 13-35
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

En aquel tiempo, el mismo día de la resurrección de Jesús, dos de los discípulos iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?». Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?». Él les dijo: «¿Qué?». Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron». Entonces él les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?». Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras. Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo: Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída. Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista. Y se dijeron el uno al otro: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?». Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor.

Yo soy el camino y la verdad y la vida Jn 14, 1-11
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Juan.

Dijo Jesús a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino». Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto». Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mi? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras».

Palabra del Señor.

499. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.

Salmo responsorial Sal 22, 1b-3. 4. 5. 6 (R.: 1b)
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.

V. El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre. R.

V. Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R.

V. Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R.

V. Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R.

500. O bien:

Sal 24, 5-6. 9-10. 12-13 (R.: 4a)
R. Señor, enséñame tus caminos.

V. Enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador,
y todo el día te estoy esperando.
Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas. R.

V. Hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes.
Las sendas del Señor son misericordia y lealtad
para los que guardan su alianza y sus mandatos. R.

V. ¿Hay alguien que tema al Señor? 
Él le enseñará el camino escogido:
su alma vivirá feliz,
su descendencia poseerá la tierra. R.

Sal 90, 1-2. 10-11. 12-13. 14-15 (R.: cf. 11)
R. Los ángeles del Señor te guarden en tus caminos.

V. Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío, le supo
Dios mío, confío en ti». R. 

V. No se acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos. R.

V. Te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones. R.

V. Se puso junto a mi: lo libraré;
o protegeré porque conoce mi nombre;
me invocará y lo escucharé. 
Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré. R.

501. El ministro que preside, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes, explicándoles la lectura bíblica, para que perciban por.la fe el significado de la celebración.

Preces

502. Si se juzga oportuno, antes de la oración de bendición puede hacerse la plegaria común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el ministro puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias del momento.

Llenos de confianza, invoquemos a Dios, principio y fin de nuestros caminos, diciendo:
R. Protege, Señor, nuestros pasos.
— Padre santo, cuyo Hijo único se nos ofreció como el camino para llegar a ti, haz que lo sigamos con fidelidad y perseverancia. R.
— Tú que siempre y en todo lugar estás cerca de los que te sirven, guarda a tus servidores con amor de Padre, para que sientan tu compañía en el camino, ya que esperan ser tus comensales en la patria eterna. R.
— Tú que en otro tiempo fuiste guía y camino para el pueblo que peregrinaba en el desierto, protégenos ahora que vamos a emprender este camino y haz que, superado todo peligro, regresemos felizmente a nuestro hogar. R.
— Tú que hiciste de la hospitalidad ofrecida a los viajeros uno de los signos de la venida de tu reino, haz que quienes carecen de domicilio fijo puedan hallar un lugar donde establecerse. R.

Sigue la oración de bendición, como más adelante.

503. Cuando no se dicen las Preces, antes de la oración de bendición, el ministro, con estas palabras u otras semejantes, implora la ayuda divina, diciendo:
Señor, enséñanos tus caminos.
R. Señor, ten piedad.
Envíanos, Señor, auxilio desde el santuario.
R. Señor, ten piedad.
Sé nuestro refugio, Señor, y nuestro bastión.
R. Señor, ten piedad.
Salva a tus siervos, Señor, que confían en ti.
R. Señor, ten piedad.

Sigue la oración de bendición.

Oración de bendición

504. El ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, de lo contrario, con las manos juntas, dice la oración de bendición: Si él no ha de partir con los demás:
Dios omnipotente y misericordioso, 
que a los hijos de Israel los hiciste atravesar 
a pie enjuto el mar Rojo, 
y a los Magos, que iban a adorar a tu Hijo, 
les mostraste el camino por medio de una estrella, 
protege a nuestros hermanos y concédeles un buen viaje, 
para que, con tu ayuda y compañía, 
lleguen felizmente al término de su viaje 
y puedan finalmente arribar 
al puerto de la salvación eterna. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

505. O bien, cuando él también parte con los demás:
Dios todopoderoso y eterno, 
que hiciste salir a Abrahán de su tierra 
y de la casa de su padre 
y lo guardaste sano y salvo 
en los caminos de su peregrinación,
 protégenos también a nosotros, tus servidores; 
sé para todos, Señor, apoyo en la preparación del viaje, 
compañía y solaz durante el camino, 
y ayuda en las dificultades, 
para que, guiados por ti,
lleguemos al término de nuestro viaje 
y regresemos felizmente a nuestro hogar. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Conclusión del rito

506. El que preside, si es sacerdote o diácono, concluye el rito, diciendo:
El Señor os (nos) acompañe siempre y, con su beneplácito, 
dirija amorosamente vuestro (nuestro) camino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, 
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
R. Amén.
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507. Si el ministro es laico, implora la bendición del Señor sobre los que han de partir y sobre todos los presentes, y, santiguándose, dice:
Dios todopoderoso nos bendiga
y escuche nuestras súplicas en favor
vuestro, para que tengáis un feliz viaje.
R. Amén.
_________________________________

II. RITO BREVE

508. El que preside dice:
Nuestro auxilio es el nombre del Señor.

Todos responden:
Que hizo el cielo y la tierra.

509. Uno de los presentes, o el que preside, lee un texto de la Sagrada Escritura, por ejemplo:

Tob 4, 19a: Alaba al Señor Dios en todo tiempo, ruégale que oriente tu conducta. Así tendrás éxito en tus empresas y proyectos.

Jn 14, 6: Jesús dijo: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí».

510. Luego el que preside dice la oración de bendición:
Dios todopoderoso y eterno, 
que hiciste salir a Abrahán de su tierra 
y de la casa de su padre 
y lo guardaste sano y salvo 
en los caminos de su peregrinación, 
protégenos también a nosotros, tus servidores; 
sé para todos, Señor, apoyo en la preparación del viaje, 
compañía y solaz durante el camino, 
y ayuda en las dificultades, 
para que, guiados por ti, 
lleguemos al término de nuestro viaje 
y regresemos felizmente a nuestro hogar. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

511. O bien:
Dios nos bendiga 
con toda clase de bendiciones celestiales 
y disponga felizmente nuestros caminos, 
para que, entre las vicisitudes de esta vida,
podamos experimentar siempre 
su divina protección. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

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