Entrada destacada

Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

miércoles, 11 de marzo de 2020

Bendición de una nueva casa.

Bendicional, 31 de mayo de 1984 (ed. española 19-marzo-2020)

Segunda parte. Bendiciones que atañen a las construcciones y a las diversas actividades de los cristianos.

CAPÍTULO X
BENDICIÓN DE UNA NUEVA CASA

534. Cuando los cristianos desean inaugurar una nueva casa invocando la protección divina, el pastor de almas y sus cooperadores accederán de buen grado a este deseo, ya que con ello se les ofrece una magnífica ocasión de entrar en contacto con aquellos fieles. Así, juntos y con alegría, dan gracias a Dios, de quien procede todo bien, por el don de una nueva vivienda.

535. El rito que aquí se propone pueden utilizarlo el sacerdote, el diácono, y también el laico, con los ritos y fórmulas previstos para él.

536. Con el fin de acomodar la celebración a las circunstancias del lugar y de los que viven en la casa, pueden adaptarse algunos de los elementos de este rito, respetando siempre la estructura de la celebración y sus elementos principales.

537. No debe hacerse la bendición de la nueva casa sin la presencia de los que en ella viven.

RITO DE LA BENDICIÓN

Ritos iniciales

538. Reunidos en el lugar adecuado los miembros de la familia con sus parientes y amigos, el ministro dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:
Amén.

539. El ministro, si es sacerdote o diácono, saluda a los presentes, diciendo:
La paz del Señor a esta casa y a todos los aquí presentes.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura.

Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
__________________________________
540. Si el ministro es laico, saluda a los presentes, diciendo:
Que Dios, al que unánimes alabamos,
nos conceda, por su Espíritu,
estar de acuerdo entre nosotros,
según Jesucristo.

Todos responden:
Amén.
_________________________________

541. Luego dispone a los presentes para la celebración, con estas palabras u otras semejantes:

Queridos hermanos, dirijamos nuestra ferviente oración a Cristo, que quiso nacer de la Virgen María y habitó entre nosotros, para que se digne entrar en esta casa y bendecirla con su presencia.

Cristo, el Señor, esté aquí, en medio de vosotros, fomente vuestra caridad fraterna, participe en vuestras alegrías, os consuele en vuestras tristezas.

Y vosotros, guiados por las enseñanzas y ejemplos de Cristo, procurad, ante todo, que esta nueva casa sea hogar de caridad, desde donde se difunda ampliamente la fragancia de Cristo.

Lectura de la Palabra de Dios

542. Luego uno de los presentes o el mismo ministro, lee un texto de la Sagrada Escritura.

Paz a esta casa Lc 10, 5-9
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

Dijo el Señor a sus discípulos:
«Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz en esta casa." Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa. Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: "El reino de Dios ha llegado a vosotros"».

Palabra del Señor.

543. Pueden también leerse: 

Señor no pases de largo junto a tu siervo Gén 18, 1-10a
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro del Génesis.

En aquellos días, el Señor se apareció a Abrahán junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda, en lo más caluroso del día. Alzó la vista y vio tres hombres frente a él. Al verlos, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda, se postró en tierra y dijo: «Señor mío, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo. Haré que traigan agua para que os lavéis los pies y descanséis junto al árbol. Mientras, traeré un bocado de pan para que recobréis fuerzas antes de seguir, ya que habéis pasado junto a la casa de vuestro siervo». Contestaron: «Bien, haz lo que dices». Abrahán entró corriendo en la tienda donde estaba Sara y le dijo: «Aprisa, prepara tres cuartillos de flor de harina, amásalos y haz unas tortas». Abrahán corrió enseguida a la vacada, escogió un ternero hermoso y se lo dio a un criado para que lo guisase de inmediato. Tomó también cuajada, leche y el ternero guisado y se lo sirvió. Mientras él estaba bajo el árbol, ellos comían. Después le dijeron: «¿Dónde está Sara, tu mujer?». Contestó: «Aquí, en la tienda». Y uno añadió: «Cuando yo vuelva a verte, dentro del tiempo de de costumbre, Sara habrá tenido un hijo».

Palabra de Dios.

Jesús fue a la casa de Simón Mc 1, 29-30
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Marcos.

Cuando Jesús salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a la casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, e inmediatamente le hablaron de ella.

Palabra del Señor.

Marta recibió a Jesús en su casa Lc 10, 38-42
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas. 

Entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano». Respondiendo, le dijo el Señor: «Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada».

Palabra del Señor. 

Hoy ha sido la salvación de esta casa Lc 19, 1-9
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

Entró Jesús en Jericó e iba atravesando la ciudad. En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo: «Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador». Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: «Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más». Jesús le dijo: «Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán».

Palabra del Señor.

Quédate con nosotros Lc 24, 28-32
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

Jesús y dos discípulos llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída». Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista. Y se dijeron el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».

Palabra del Señor.

544. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.

Salmo responsorial Sal 126, 1bcde. 2. 3-4. 5 ( R.: cf. 1b)
R. El Señor nos construya la casa.

V. Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas. R.

V. Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen! R.

V. La herencia que da el Señor son los hijos;
su salario, el fruto del vientre:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud, R.

V. Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza. R.

545. O bien:

Sal 111, 1b-2. 3-4. 5-6. 7-8. 9 (R.: 1b) 
R. Dichoso quien teme al Señor.

V. Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita. R.

V. En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad dura por siempre.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo. R.

V. Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos,
porque jamás vacilará.
El recuerdo del justo será perpetuo. R.

V. No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos. R.

Sal 127, 1-2. 3. 4-6a (R.: 4) 
R. Esta es la bendición del hombre 
que teme al Señor.

V. Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien.

V. Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R.

V. Esta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sion,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos. R.

546. El ministro, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes, explicándoles la lectura bíblica, para que perciban por la fe el significado de la celebración.

Preces

547. Sigue la plegaria común. Entre las invocaciones que aquí se proponen, el ministro puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias de los presentes o del lugar.

Con ánimo agradecido y gozoso invoquemos al Hijo de Dios, Señor de cielo y tierra, que, hecho hombre, habitó entre nosotros, y digamos:
R. Quédate con nosotros, Señor.
Señor Jesucristo, que con María y José santificaste la vida doméstica, dígnate convivir con nosotros en esta casa, para que te reconozcamos como huésped y te honremos como cabeza. R.
 Tú, por quien todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado, haz que los habitantes de esta casa se vayan integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu. R.
 Tú que enseñaste a tus fieles a edificar su casa sobre piedra firme, haz que la vida de esta familia se apoye firmemente en tu palabra y,
evitando toda división, te sirva con generosidad y de todo corazón. R.
 Tú que, careciendo de morada propia, aceptaste con el gozo de la pobreza la hospitalidad de los amigos, haz que todos los que buscan vivienda encuentren, con nuestra ayuda, una casa digna de este nombre. R.

Oración de bendición

548. El ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, de lo contrario, con las manos juntas, añade:
Asiste, Señor, a estos servidores tuyos 
que, al inaugurar (hoy) esta vivienda, 
imploran humildemente tu bendición, 
para que, cuando vivan en ella, 
sientan tu presencia protectora, 
cuando salgan, gocen de tu compañía, 
cuando regresen, 
experimenten la alegría de tenerte como huésped, 
hasta que lleguen felizmente a la estancia 
preparada para ellos en la casa de tu Padre. 
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.

O bien, para una casa sacerdotal:
Señor y Dios nuestro, 
al reunimos gozosos para inaugurar esta casa sacerdotal, 
queremos unir nuestra alegría 
a la acción de gracias por tus beneficios. 
Bendito seas, Señor; 
tú elegiste a la tribu de Leví 
para el servicio mediador de la antigua Alianza 
y le diste como herencia el servicio religioso de tu pueblo; 
tú revelaste la plenitud del sacerdocio
en Jesucristo, tu Hijo, 
que tomó, de las entrañas obedientes de la Virgen María, 
la carne y la sangre del sacrificio de la nueva Alianza; 
tú has llamado al nuevo pueblo a participar 
del único sacerdocio de Cristo,
derramando sobre todos tus fieles la fuerza de tu Espíritu. 
Recibe nuestra alegría y nuestro gozo, 
recibe nuestra alabanza y nuestra acción de gracias 
y continúa derramando tu gracia y tu bendición 
sobre nosotros.
Bendice esta casa sacerdotal que hoy inauguramos; 
bendice a cuantos la han hecho posible 
y a cuantos la han de habitar; 
que sea para ellos descanso merecido, 
después de un trabajo largo y creador 
al servicio de tu reino, 
lugar de fraternidad entre compañeros 
en la gracia del ministerio, 
centro de recuerdos y envíos misioneros, 
lugar de servicio a los más necesitados, 
acercamiento a Dios y experiencia creciente de su amor, 
que prepare al encuentro definitivo 
del que nada ni nadie nos podrá separar; 
que María, Madre del único Sacerdote, 
los proteja y acompañe hasta el fin. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

O bien, para una casa social católica:
Dios todopoderoso y eterno, 
realmente es necesario alegrarnos en este día 
y darte gracias en este lugar, 
porque no dejas de manifestar tu amor por nosotros. 
Tú nos creaste para superar el aislamiento 
y vivir en sociedad; 
tú escogiste a la casa de Israel 
como fermento de unidad entre los pueblos, 
que cantara eternamente tu misericordia. 
Enviaste a tu Hijo,
para que pusiera su casa entre nosotros 
y llevara adelante tu obra de fraternidad, 
constituyendo la Iglesia 
y dándole el mandato del amor, 
y el Espíritu Santo para cumplirlo. 
Bienhechor de los hombres, 
bendice ✠ esta casa que inauguramos; 
que sea hogar abierto a cuantos acudan a ella
y signo permanente de la misión de la Iglesia en la tierra, 
que sea estímulo y desarrollo de vocaciones seglares 
para la consagración del mundo.
Derrama tu Espíritu sobre todos los socios, 
para que, superada la ética individualista, 
tiendan a su fin en comunión con los demás; 
que los niños y los jóvenes encuentren aquí ayuda 
para crecer hasta la estatura de Jesús,
en el cumplimiento de la voluntad de Dios 
y en el amor a los demás; 
que todos se sientan reconocidos en su esfuerzo 
y más libres en su servicio a la dignidad 
y destino del hombre, 
mejorando sus condiciones de vida.
Así, la gracia de Dios seguirá derramándose 
sobre nuestra ciudad, 
brotará incesante la acción de gracias, 
hasta que llegue la consumación del reino. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

O bien, para una residencia de pensionistas:
Señor, Dios nuestro, 
tú quieres que todas tus criaturas 
vivan unidas bajo el mismo cielo, 
iluminadas por el mismo sol, 
y nos has manifestado, por tu Hijo Jesucristo, 
que quieres ser reconocido 
como Padre de la familia humana. 
Al reunimos gozosos para inaugurar esta residencia, 
queremos unir nuestra alegría 
a la acción de gracias por tus beneficios. 
Nuestra fe nos mueve a reconocer la huella de tu presencia 
en todos los acontecimientos de la vida; 
por eso elevamos hacia ti nuestro espíritu agradecido, 
porque participamos de tu bendición. 
Te bendecimos, Padre, 
porque hoy podemos ofrecer públicamente 
esta residencia a los pensionistas. 
Te bendecimos, Padre, 
porque en esta residencia va a ser posible construir 
unas relaciones vivas, amistosas y fraternas, 
que contribuyan al desarrollo y bienestar de todos. 
Junto con la alabanza, hacemos también nuestra súplica:
Derrama sobre nosotros, 
sobre nuestras preocupaciones y trabajos, 
la bendición abundante de tu gracia, 
para que, viviendo según tu voluntad, 
seamos dignos de vivir un día, con todos tus hijos, 
en tu casa del cielo. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

549. El sacerdote o el diácono pueden utilizar también las oraciones de bendición que se indican anteriormente en el Rito de la bendición anual de las familias en sus propias casas, fuera del tiempo pascual, capítulo I, nn. 86-87.

550. Después de la oración de bendición, el ministro rocía con agua bendita a los presentes y la casa, diciendo, según las circunstancias:
Que esta agua nos recuerde nuestro bautismo en Cristo, 
que nos redimió con su muerte y resurrección.
R. Amén.

Conclusión del rito

551. El ministro concluye el rito, diciendo:
Que la paz de Cristo actúe de arbitro 
en nuestro corazón, 
la palabra de Cristo habite entre nosotros 
en toda su riqueza, 
para que todo lo que de palabra o de obra realicemos, 
sea todo en Nombre del Señor.
R. Amén.

552. Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No publico comentarios anónimos.