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sábado, 14 de marzo de 2020

Bendición de una nueva escuela o universidad.

Bendicional, 31 de mayo de 1984 (ed. española 19-marzo-2020)

Segunda parte. Bendiciones que atañen a las construcciones y a las diversas actividades de los cristianos.

CAPÍTULO XIII
BENDICIÓN DE UNA NUEVA ESCUELA O UNIVERSIDAD

601. La Iglesia ha patentizado siempre un interés especial por las escuelas, tanto las de grado inferior como las de superior, ya que en ellas se van abriendo las mentes de los discípulos hasta alcanzar una eficaz educación. Esto tiene aplicación sobre todo en aquellas instituciones católicas donde los adolescentes y jóvenes tienen la posibilidad de adquirir una cultura y una formación humana, al tiempo que van haciéndose receptivos al espíritu del Evangelio.

602. La bendición que aquí se propone tiene presente tanto al personal docente y a sus alumnos, como también a todos los que de algún modo están al servicio de la escuela o universidad, así como a la misma comunidad en cuyo provecho se erigen. Por eso es conveniente que todos estén presentes en la celebración, en cuanto sea posible.

603. Este rito pueden usarlo el sacerdote o el diácono, los cuales, respetando su estructura y sus principales elementos, adaptarán la celebración a las circunstancias del lugar y de las personas.

604. En aquellos lugares donde se celebra cada año la bendición de las escuelas durante el tiempo pascual o en otro tiempo, si se utilizan los elementos indicados en este rito y también en el rito de la Bendición de los niños, capítulo I, núms. 136-157, será fácil preparar una celebración que tenga en cuenta a un tiempo al personal docente y al alumnado.

605. Esta bendición puede celebrarse también dentro de la celebración de la Misa. Si la nueva escuela o universidad tiene iglesia propia, y esta ha de ser dedicada o bendecida, en las letanías o en la oración de los fieles pueden intercalarse, según las circunstancias, algunas adecuadas invocaciones o intenciones relacionadas con el local y con la actividad de la escuela.

Bendición de una escuela, colegio, universidad, facultad, academia, centro de formación, también profesional, educación, enseñanza, guardería, etc.

I. RITO DE LA BENDICIÓN

Ritos iniciales

606. Reunida la comunidad en el lugar adecuado, puede cantarse el salmo 66 (67) u otro canto apropiado. Terminado éste, el celebrante dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:
Amén.

607. Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:
Dios, fuente de sabiduría; 
Cristo, el Señor, su Palabra encarnada; 
y el Espíritu de la verdad, 
estén con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura.

Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.

608. El celebrante dispone a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u otras semejantes:

El Dios de sabiduría nos conduce de diversas maneras a un conocimiento más profundo de sí mismo, conocimiento que completó en su Hijo, hecho hombre por nosotros. Los conocimientos, ciencias y enseñanzas de todo género, que la mente humana se esfuerza en profundizar, deben estar encaminados a la posesión de la verdad y a la adoración del Dios verdadero. Hoy imploramos la bendición divina sobre este lugar, destinado a la investigación, el aprendizaje y la difusión de la verdad, para que los educadores instruyan aquí a los niños y a los jóvenes, les enseñen a conciliar debidamente la sabiduría humana con la verdad evangélica, y sean, de este modo, capaces de guardar la fe verdadera y profesarla externamente con su conducta. Pediremos también que los discípulos descubran en sus profesores la presencia de Cristo Maestro, para que, enriquecidos con la ciencia y la enseñanza tanto humana como divina, lleguen a ser personas preparadas y aptas para iluminar y ayudar a los hermanos.

Lectura de la Palabra de Dios

609. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee un texto de la Sagrada Escritura.

Vosotros sois la luz del mundo Mt 5, 1b. 2. 13-16
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.

Jesús subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».

Palabra del Señor.

610. Pueden también leerse: 

El comienzo de la sabiduría es el temor del Señor Prov 1, 1-7
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de los Proverbios.

Proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel: Para aprender sabiduría y doctrina, para entender sentencias inteligentes, para adquirir disciplina y sensatez, derecho, justicia y rectitud; para enseñar sagacidad al inexperto, saber y reflexión al muchacho (lo escucha el sensato y aumenta su saber, el prudente adquiere habilidad); para entender proverbios y dichos, sentencias de sabios y enigmas. El comienzo de la sabiduría es el temor del Señor, los necios desprecian la sabiduría y la disciplina.

Palabra de Dios.

Con la sabiduría me vinieron todos los bienes juntos 7, 7-20
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de la Sabiduría.

Supliqué y me fue dada la prudencia, invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría La preferí a cetros y tronos y a su lado en nada tuve la riqueza. No la equiparé a la piedra más preciosa, porque todo el oro ante ella es un poco de arena y junto a ella la plata es como el barro. La quise más que a la salud y la belleza y la preferí a la misma luz, porque su resplandor no tiene ocaso. Con ella me vinieron todos los bienes juntos, tiene en sus manos riquezas incontables. Disfruté de todos, porque la sabiduría los trae, aunque yo ignoraba que ella era su madre. Sin engaño la aprendí, sin envidia la comparto y no escondo sus riquezas; porque es un tesoro inagotable para los hombres: los que lo adquieren se ganan la amistad de Dios, pues los dones de la instrucción los recomienda. Que Dios me conceda hablar con conocimiento y tener pensamientos dignos de sus dones, porque él es el mentor de la sabiduría y el adalid de los sabios. En sus manos estamos nosotros y nuestras palabras, toda prudencia y toda inteligencia práctica. Él me concedió la verdadera ciencia de los seres, para conocer la estructura del cosmos y las propiedades de los elementos, el principio, el fin y el medio de los tiempos, la alternancia de los solsticios y la sucesión de las estaciones, los ciclos del año y la posición de las estrellas, la naturaleza de los animales y el instinto de las fieras, el poder de los espíritus y los pensamientos de los hombres, las variedades de las plantas y las virtudes de las raíces.

Palabra de Dios.

Manda tu sabiduría pero que me asista en mi trabajos Sab 9, 1-6. 10-18
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de la Sabiduría.

Dios de los padres y Señor de la misericordia, que con tus palabras hiciste todas las cosas, y en tu sabiduría formaste al hombre, para que dominase sobre las criaturas que tú has hecho, y para regir el mundo con santidad y justicia, para administrar justicia con rectitud de corazón. Dame la sabiduría asistente de tu trono y no me excluyas del número de tus siervos, porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva, hombre débil y de pocos años, demasiado pequeño para conocer el juicio y las leyes. Pues, aunque uno sea perfecto entre los hijos de los hombres, sin la sabiduría, que procede de ti, será estimado en nada.
Mándala de tus santos cielos, y de tu trono de gloria envíala, para que me asista en mis trabajos y venga yo a saber lo que te es grato. Porque ella conoce y entiende todas las cosas, y me guiará prudentemente en mis obras, y me guardará en su esplendor. Así aceptarás mis obras, juzgaré a tu pueblo con justicia y seré digno del trono de mi padre. Pues, ¿qué hombre conocerá el designio de Dios?, o ¿quién se imaginará lo que el Señor quiere? Los pensamientos de los mortales son frágiles e inseguros nuestros razonamientos, porque el cuerpo mortal oprime el alma y esta tienda terrena abruma la mente pensativa. Si apenas vislumbramos lo que hay sobre la tierra y con fatiga descubrimos lo que está nuestro alcance, ¿quién rastreará lo que está en el cielo?, ¿quién conocerá tus designios, si tú no le das sabiduría y le envías tu santo espíritu desde lo alto? Así se enderezaron las sendas de los terrestres, los hombres aprendieron lo que te agrada y se salvaron por la sabiduría».

Palabra de Dios

La fuente de la sabiduría es la palabra de Dios Eclo 1, 1-5. 18-20 
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro del Eclesiástico.

Toda sabiduría viene del Señor y está con él por siempre. La arena de los mares, las gotas de a lluvia y los días del mundo, ¿quién los contará? La altura de los cielos, la anchura de la tierra y la profundidad del abismo, ¿quién las escrutará? Antes que todo fue creada la sabiduría, y la inteligencia prudente desde la eternidad. La fuente de la sabiduría es la palabra de Dios en las alturas y sus canales son mandamientos eternos.
Corona de la sabiduría es el temor del Señor; ella hace florecer la paz y la buena salud. Ambas son dones del Señor para la paz, extienden la gloria a los que lo aman. Dios vio y midió la sabiduría, hizo llover ciencia e inteligencia y exaltó la gloria de los que la poseen. Raíz de la sabiduría es De temer al Señor, sus ramas son larga vida.

Palabra de Dios.

Daré gloria a quien me ha dado la sabiduría Eclo 51, 13-21 
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro del Eclesiástico.

Desde joven, antes de viajar por el mundo, busqué sinceramente la sabiduría en la oración. A la puerta del templo la pedí, y la busqué hasta el último día. Cuando floreció como racimo maduro, mi corazón se alegro. Entonces mi pie avanzó por el camino recto, desde mi juventud seguí sus huellas. Incliné un poco mi oído y la recibí, y me encontré con una gran enseñanza. Gracias a ella he progresado mucho, daré gloria a quien me ha dado la sabiduría. Pues he decidido ponerla en práctica, me he dedicado al bien y no quedaré defraudado. He luchado para obtenerla, he sido diligente en practicar la ley, he tendido mis manos hacia el cielo, lamentado lo que ignoraba de ella. Hacia ella he orientado mi vida y en la pureza la he encontrado. Desde el principio me dediqué a ella, por eso no quedaré defraudado. Mis entrañas se conmovieron al buscarla, por eso he hecho una buena adquisición.

Palabra de Dios.

Realizando la verdad en el amor Ef 4, 11-24
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Efesios.

El señor ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelistas, a otros, pastores y doctores, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio y para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al Hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud. Para que ya no seamos niños sacudidos por las olas y llevados a la deriva por todo viento de doctrina, en la falacia de los hombres, que con astucia conduce al error, sino que, realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas as cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo, del cual todo el cuerpo, bien ajustado y unido a través de todo el complejo de unturas que lo nutren, actuando a la medida de cada parte, se procura el crecimiento del cuerpo, para construcción de sí mismo en el amor. Esto es lo que digo y aseguro en el Señor. que no andéis ya, como es el caso de los gentiles, en la vaciedad de sus ideas, con la razón a oscuras y alejados de la vida de Dios; por la ignorancia y la dureza de su corazón. Pues perdida toda sensibilidad, se han entregado al libertinaje, y practican sin medida toda clase de impureza. Vosotros en cambio, no es así como habéis aprendido a Cristo, si es que lo habéis oído a él y habéis sido adoctrinados en el conforme a la verdad que hay en Jesús. Despojaos del hombre viejo y de su anterior modo de vida, corrompido por sus apetencias seductoras, renovaos en la mente y en el espíritu y revestíos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios justicia y santidad verdaderas.

Palabra de Dios

Has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños Mt 11, 25-30
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.

En aquel momento tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra del Señor.

611. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.

Salmo responsorial Sal 118, 97-98. 99-100. 124-125 (R.: cf. 105)
R. Lámpara es tu palabra en mi sendero, Señor.

V. ¡Cuánto amo tu ley!:
todo el día la estoy meditando;
tu mandato me hace más sabio 
que mis enemigos,
siempre me acompaña. R.

V. Soy más docto que todos mis maestros,
porque medito tus preceptos.
Soy más sagaz que los ancianos,
porque cumplo tus mandatos. R.

V. Trata con misericordia a tu siervo,
enséñame tus decretos;
yo soy tu siervo: dame inteligencia,
y conoceré tus preceptos. R.

612. O bien:

Sal 18, 8. 9. 10. 12 (R.: Jn 6, 68c)
R. Señor, tú tienes palabras de vida eterna.

V. La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye a los ignorantes. R.

V. Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R.

V. El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R.

V. También tu siervo es instruido por ellos
y guardarlos comporta una gran recompensa. R.

Sal 77, 1b-2. 3-4. 5 y 7 (R.: 1 Cor 1, 30)
R. Cristo Jesús se ha hecho a para nosotros 
sabiduría de parte de Dios 

V. Escucha, pueblo mío, mi enseñanza; 
inclina el oído a las palabras de mi boca: 
que voy a abrir mi boca a las sentencias, 
para que broten los enigmas del pasado. R.

V. Lo que oímos y aprendimos, 
lo que nuestros padres nos contaron,
no lo ocultaremos a sus hijos, 
lo contaremos a la futura generación:
las alabanzas del Señor, su poder, 
las maravillas que realizó. R.

V. Porque él estableció una norma para Jacob,
dio una ley a Israel.
Él mandó a nuestros padres
que lo enseñaran a sus hijos,
para que pongan en Dios su confianza
y no olviden las acciones de Dios,
sino que guarden sus mandamientos. R.

Sal 138, 1b-2. 3-4. 5-6. 17-18 (R.: cf. 10)
R. Tu mano, Señor, me alcanzará.

V. Señor, tú me sondeas y me conoces.
Me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos. R.

V. Distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.
No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda. R.

V. Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa,
es sublime, y no lo abarco. R.

V. ¡Qué incomparables encuentro tus designios,
Dios mío, qué inmenso es su conjunto!
Si me pongo a contarlos, son más que arena;
si los doy por terminados, aún me quedas tú. R.

613. El celebrante, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes, explicándoles la lectura bíblica, para que perciban por la fe el significado de la celebración.

Preces

614. Sigue la plegaria común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias del momento o de las personas.

Puesto que la primicia de la sabiduría es el temor del Señor, invoquemos a Dios, pidiéndole que nos haga capaces de distinguir y practicar todo lo que es verdadero y justo. Supliquémosle, diciendo:
R. Danos, Señor, el Espíritu de sabiduría.

a) Para una escuela
Señor, Dios nuestro, que nos amas tanto que has querido que nos llamemos y seamos hijos tuyos, haz que también las ciencias humanas nos ayuden a ver con más claridad y vivir con plenitud nuestra vocación cristiana. R.
 Tú que en Cristo, tu Hijo, nos diste el modelo del hombre nuevo, que va creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia, haz que, a medida que aumentan nuestros conocimientos humanos, crezca también nuestro aprovechamiento espiritual. R.
 Tú que has dispuesto que el hombre llegue a su madurez mediante la cooperación de los demás, concédenos que todos los que trabajan en nuestra formación no dejen de inculcarnos la preocupación por el bien común. R.
 Tú que eres el autor y el defensor de la dignidad humana, haz que los beneficios de una sana educación lleguen a todos los hombres de todos los lugares. R.

b) Para una universidad
 Señor, Dios nuestro, que has hecho al hombre partícipe de tu misma sabiduría, haz que evitemos toda intención meramente terrena y que busquemos la formación íntegra de la persona. R.
 Tú que enviaste al mundo a tu Hijo, luz verdadera, que alumbra a todo hombre, para que fuera testigo de la verdad, haz que, buscando libremente la verdad, podamos contribuir, con nuestros logros, al progreso de la sociedad humana. R.
 Tú que, con sabia disposición, has querido que la unidad de la comunidad humana no fuera ajena al misterio de salvación, haz que el avance de la ciencia y de la pedagogía ayude eficazmente a
la unión de los hombres. R.
 Tú que nos diste el mandato evangélico de entregarnos plenamente al servicio de los hermanos, haz que nos esforcemos incansablemente y con voluntad unánime en la clara afirmación de los derechos humanos. R.

Oración de bendición

615. El celebrante, con las manos extendidas, dice la oración de bendición:
Señor, Dios todopoderoso, 
escucha nuestras súplicas y haz que esta casa,
dedicada a la formación humana de los jóvenes, 
al progreso de la ciencia
y a la adquisición de nuevos conocimientos, 
sea un lugar en el que discípulos y maestros, 
instruidos con palabras de verdad, 
sigan las enseñanzas de vida cristiana 
y se esfuercen por unirse de todo corazón
a Cristo, el único Maestro. 
Que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.

616. O bien:
Oh, Dios, que nos concedes hoy 
inaugurar bajo tu protección 
este local destinado a la enseñanza, 
concédenos, por tu favor, 
que todos los que acudan a él para enseñar o aprender, 
busquen siempre la verdad 
y te reconozcan a ti como su única fuente. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

617. Después de la oración de bendición, el celebrante rocía con agua bendita a los presentes y la casa, mientras se entona un canto adecuado.

Conclusión del rito

618. El celebrante concluye el rito, diciendo, con las manos extendidas sobre los presentes:
El Padre, Dios de todo conocimiento, 
nos instruya en sus caminos;
Cristo, Sabiduría eterna, 
nos haga conocer la verdad; 
el Espíritu Santo, luz divina, 
ilumine siempre nuestras mentes, 
para que aprendamos lo que es justo y bueno 
y lo pongamos por obra.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, 
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
R. Amén.

619. O bien, el celebrante, o el diácono si lo hay según las circunstancias, invita al pueblo a recibir la bendición, con estas palabras u otras semejantes:
Inclinaos para recibir la bendición.
Luego el celebrante, con las manos extendidas sobre los presentes, los bendice, diciendo:
El Dios de sabiduría 
os sostenga con su bendición.
R. Amén.
Cristo, el único Maestro, 
os enseñe palabras de vida eterna.
R. Amén.
El Espíritu Santo Defensor 
os guíe hasta la verdad plena.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, 
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
R. Amén.

620. Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado.

II. RITO DE LA BENDICIÓN DENTRO DE LA CELEBRACIÓN DE LA MISA

621. En la celebración de la Misa se eligen, según convenga, y guardando las debidas normas, las
oraciones y lecturas de las Misas votivas del Espíritu Santo (1).

(1) Cf. Missale romanum, Ordo Lectionum Missae, núms. 62-63, 764-758. Cf Misal Romano, Leccionario VI, se toman las lecturas del Domingo de Pentecostés, o de la Confirmación (Leccionario V, misas rituales): Antiguo Testamento, Nuevo Testamento, Salmos, Evangelios.

622. Después del Evangelio, el celebrante hace la homilía, en la cual, basándose en el texto
sagrado, explica también el significado del rito. Terminada la homilía, según las circunstancias,
se dice el Símbolo o Credo.

623. La oración universal puede hacerse en la forma acostumbrada en la celebración de la Misa
o con las fórmulas indicadas anteriormente en las preces de este rito, núm. 614.

624. Terminada la oración después de la comunión, el celebrante dispone a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u otras semejantes:

Queridos hermanos, pidamos humildemente a Dios, Señor de la sabiduría, que todos los que acudirán a este lugar en busca de una enseñanza científica y de unas normas de vida, reciban la instrucción interna del Espíritu Santo y escuchen la enseñanza de Cristo, Maestro en su Evangelio.

Todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego el celebrante, con las manos extendidas, dice:
Señor, Dios todopoderoso, 
escucha nuestras súplicas 
y haz que esta casa,
dedicada a la formación humana de los jóvenes, 
al progreso de la ciencia
y a la adquisición de nuevos conocimientos, 
sea un lugar en el que discípulos y maestros, 
instruidos con palabras de verdad, 
sigan las enseñanzas de vida cristiana 
y se esfuercen por unirse de todo corazón
a Cristo, el único Maestro. 
Que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.

625. O bien:
Oh, Dios, que nos concedes hoy 
inaugurar bajo tu protección
 este local destinado a la enseñanza, 
concédenos, por tu favor, 
que todos los que acudan a él 
para enseñar o aprender 
busquen siempre la verdad 
y te reconozcan a ti como su única fuente. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

626. El celebrante, o el diácono si lo hay, según las circunstancias, invita al pueblo a recibir la bendición, con estas palabras u otras semejantes:
Inclinaos para recibir la bendición.
Luego el celebrante, con las manos extendidas sobre los presentes, los bendice, diciendo:
El Dios de sabiduría os sostenga con su bendición.
R. Amén.
Cristo, el único Maestro, os enseñe palabras de vida eterna.
R. Amén.
El Espíritu Santo Defensor os guíe hasta la verdad plena.
R. Amén.
Finalmente bendice a los presentes, añadiendo:
Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes, 
os bendiga Dios todopoderoso, 
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
R. Amén.

627. Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado.

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