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lunes, 23 de marzo de 2020

Bendición de los instrumentos de trabajo.

Bendicional, 31 de mayo de 1984 (ed. española 19-marzo-2020)

Segunda parte. Bendiciones que atañen a las construcciones y a las diversas actividades de los cristianos.

CAPÍTULO XX
BENDICIÓN DE LOS INSTRUMENTOS DE TRABAJO

769. Es posible y conveniente bendecir los instrumentos de cualquier clase,incluso los de gran tamaño, que utilizan los hombres para su trabajo, como son, por ejemplo, los motores, las barcas de pesca y otras cosas semejantes. Esta bendición ayudará a que ellos se mentalicen de que con su trabajo personal se unen a sus hermanos, les sirven, demuestran una auténtica caridad y pueden colaborar con el perfeccionamiento de la creación divina. Esta bendición puede hacerse en determinadas circunstancias, por ejemplo, en la celebración de san José, obrero, o de algún santo patrón, o también a raíz de algún encuentro de obreros en que éstos se reúnan llevando sus instrumentos de trabajo.

770. Puesto que esta celebración concierne, no a los instrumentos en sí mismos, sino a las personas que los utilizan, se requiere la presencia de los obreros o, por lo menos, de algunos representantes suyos.

771. Este rito pueden utilizarlo el sacerdote, el diácono, y también el laico, con los ritos y fórmulas previstos para él.

772. Con el fin de acomodar la celebración a las circunstancias del lugar y de las personas, pueden adaptarse algunos de los elementos de este rito, respetando siempre la estructura de la celebración y sus elementos principales.

773. Cuando se trata de bendecir algún instrumento, en particular, puede emplearse el Rito breve que se indica más adelante, núms. 790-792.

I. RITO DE LA BENDICIÓN


Ritos iniciales

774. Reunida la comunidad, puede entonarse un canto adecuado, terminado el cual, el ministro dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:
Amén.

775. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, saluda a los presentes, diciendo:
Cristo, el Hijo de Dios, 
que quiso ser tenido como el hijo del carpintero,
esté con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura.

Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
___________________________________
776. Si el ministro es laico, saluda a los presentes, diciendo:
Alabemos devotamente a Cristo, el Hijo de Dios,
que quiso ser tenido como el hijo del carpintero.
R. Amén.
___________________________________

777. El ministro dispone a los presentes con estas palabras u otras semejantes:

Dios encargó al hombre que poseyera y sometiera la tierra, hasta que llegara el momento de la instauración de un nuevo cielo y una tierra nueva, de acuerdo con aquellas palabras del Apóstol: «Todo es vuestro, vosotros de Cristo, y Cristo de Dios» (1 Cor 3, 23).

Con este fin, el hombre utiliza los instrumentos adecuados, con los cuales de algún modo coopera y participa de los beneficios de la redención. Bendigamos, pues, a Dios, de todo corazón, por esta admirable disposición, y pidámosle que con su ayuda nos proteja y nos preste apoyo en nuestro trabajo.

Lectura de la Palabra de Dios

778. Luego, el lector, uno de los presentes o el mismo ministro, lee un texto de la Sagrada Escritura.

Trabajando con vuestras propias manos 1 Te 4, 9. 10b-12
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses.

Acerca del amor fraterno, no hace falta que os escriba, porque Dios mismo os ha enseñado a amaros los unos a los otros. Sin embargo, os exhortamos, hermanos, a seguir progresando: esforzaos por vivir con tranquilidad, ocupándoos de vuestros asuntos y trabajando con vuestras propias manos, como os lo tenemos mandado, para que os comportéis honestamente con los no cristianos y no tengáis necesidad de nadie.

Palabra de Dios

779. Pueden también leerse: 

Dios les había dotado de habilidad y destreza para ejecutar los diversos trabajos Éx 35, 30—36, 1
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro del Éxodo.

Moisés dijo a los hijos de Israel: El Señor ha llamado a Besalel, hijo de Uri, hijo de Jur, de la tribu de Judá, y le ha llenado del espíritu de Dios, de sabiduría, de prudencia y de habilidad para toda clase de tareas, para que trace proyectos, labre el oro, la plata y el bronce, cincele piedras de engaste y talle la madera, y para cualquier otro tipo de trabajos. También le ha dado talento para enseñar a otros, lo mismo que a Oliab, hijo de Ajisamac, de la tribu de Dan. Les ha llenado de habilidad para trazar proyectos y realizar cualquier clase de labores bordar en púrpura violácea, roja o escarlata
yen lino, proyectar y realizar toda clase de trabajos Besalel y Oliad y todos los expertos a quienes el Señor había dotado de habilidad y destreza para ejecutar los diversos trabajos del Santuario realizaron lo que el Señor había ordenado.

Palabra de Dios.

El hierro se extrae de la tierra, el bronce, de la roca fundida Job 28, 1-28
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de Job.

Existen minas de plata, lugares donde el oro se refina. El hierro se extrae de la tierra, el bronce, de la roca fundida. Allí, en el limite de las tinieblas, el hombre rastrea lo más hondo, entre rocas oscuras y siniestras. Abre galerías lejos de los transeúntes, olvidado, en lugares nunca pisados, suspendido, lejos de los hombres. La tierra que produce alimentos se trastorna con fuego subterráneo; sus piedras ocultan zafiros sus terrones tienen oro en polvo. El ave rapaz desconoce su sendero, el ojo del halcón no lo divisa, no lo huellan las fieras arrogantes ni siquiera lo pisan los leones El hombre echa mano al pedernal, descuaja las montañas de raíz; en la roca excava galerías, vislumbra objetos preciosos; ataja los hontanares de los ríos y saca lo oculto a la luz. Pero ¿dónde se encuentra la sabiduría?, ¿dónde el yacimiento de la prudencia? El ser humano desconoce su camino, no se encuentra en la tierra de los vivos. Dice el Océano: «No está en mi»; responde el Mar: «No está conmigo». No puede adquirirse con oro ni comprarse a peso de plata; no se paga con oro de Ofir, con ónices preciosos o zafiros; no la igualan el oro ni el vidrio, ni se paga con vasos de oro fino, no cuentan el cristal ni los corales, la Sabiduría vale más que las perlas; no la iguala el topacio de Etiopía, ni se cambia por el oro más puro. ¿De donde se saca la sabiduría, dónde se encuentra la prudencia? Se oculta a los ojos de las fieras y se esconde de las aves del cielo. Muerte y Abismo confiesan: «De oídas conocemos su fama». Solo Dios encontró su camino, él llegó a descubrir su morada, pues contempla los límites del orbe y ve cuanto hay bajo el cielo. Cuando señaló su peso al viento y definió la medida de las aguas, cuando impuso su ley a la lluvia y su ruta a relámpago y al trueno, entonces la vio y la calculó, la estableció y examinó a fondo. Entonces dijo al ser humano: «Temer al Señor es sabiduría, apartarse del mal es prudencia».

Palabra de Dios.

Aplica sus manos al uso, con sus dedos sostiene la rueca Prov 31, 10-31
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de los Proverbios.

Una mujer fuerte, ¿quién la hallará? Supera en valor a las perlas. Su marido se fía de ella, pues no le faltan riquezas. Le trae ganancias, no pérdidas, todos los días de su vida. Busca la lana y el lino y los trabaja con la destreza de sus manos. Es como nave mercante que importa el grano de lejos. Todavía de noche, se levanta a preparar la comida a los de casa y repartir trabajo a las criadas. Examina un terreno y lo compra, con lo que gana planta un huerto. Se ciñe la cintura con firmeza y despliega la fuerza de sus brazos. Comprueba si van bien sus asuntos, y aun de noche no se apaga su lámpara. Aplica sus manos al huso, con sus dedos sostiene la rueca. Abre sus manos al necesitado y tiende sus brazos al pobre. Si nieva, no teme por los de casa, pues todos llevan trajes forrados. Ella misma se hace las mantas, se viste de lino y de púrpura. En la plaza respetan al marido cuando está con los jefes de la ciudad. Teje prendas de lino y las vende, provee de cinturones a los comerciantes. Se viste de fuerza y dignidad, sonríe ante el día de mañana. Abre la boca con sabiduría, su lengua enseña con bondad. Vigila la marcha de su casa, no come su pan de balde. Sus hijos se levantan y la llaman dichosa, su marido proclama su alabanza: «Hay muchas mujeres fuertes, pero tú las ganas a todas». Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura; la que teme al Señor merece alabanza. Cantadle por el éxito de su trabajo, que sus obras la alaben en público.

Palabra de Dios.

Se esfuerza por concluir su obra Eclo 38, 24-34   
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro del Eclesiástico.

La sabiduría del escriba se adquiere en los ratos de ocio, el que se libera de los negocios se hará sabio. ¿Cómo podrá llegar a sabio el que empuña el arado, y alardea de tener por lanza la aguijada, el que conduce bueyes, los arrea mientras trabajan y no sabe hablar más que de novillos? Se dedica con empeño a abrir surcos y se desvela cebando terneras. De igual modo el obrero o artesano que trabaja noche y día, los que graban las efigies de los sellos y se afanan por variar los detalles; ponen todo su empeño en igualar el modelo y pasan las noches rematando la obra. También al herrero sentado junto al yunque, atento a los trabajos del hierro: el vapor del fuego le perjudica la carne y en el calor de la fragua se fatiga; el rudo del martillo lo ensordece y sus ojos están fijos en el modelo de la herramienta, se esfuerza por concluir su obra y pase sus noches puliendo todos los detalles. Igualmente el alfarero sentado a su tarea, haciendo girar el torno con sus pies. continuamente preocupado por su trabajo y atareado en producir más cantidad de piezas; con su brazo moldea la arcilla, con sus pies ablanda su dureza, se esfuerza por acabar el barnizado y pasa sus noches limpiando el horno. Todos estos confían en sus manos, y cada uno es experto en su oficio. Sin ellos no se podría construir una ciudad, ni se podría habitar ni circular por ella. Pero no se les busca para el consejo del pueblo, ni ocupan puestos de honor en la asamblea. No se sientan en el sitial del juez, ni comprenden las disposiciones del derecho. No son capaces de enseñar ni de juzgar, ni figuran entre los autores de proverbios. Pero ellos aseguran el funcionamiento del mundo y su preocupación está en las tareas de su oficio.

Palabra de Dios.

El labrador, cuando siembra, se pasa los días arando Is 28, 23-29
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del profeta Isaías.

Esto dice el Señor, Dios del universo: «Prestad oídos a mi voz, escuchad, prestad atención y escuchad mi discurso. El labrador, cuando siembra, ¿se pasa los días arando, abriendo surcos y rastrillando el campo? ¿Acaso no allana primero la superficie y luego siembra hinojos, esparce el comino, echa trigo en los surcos, cebada en el lugar apropiado, y el mijo en los linderos? Su Dios le enseña las reglas y lo instruye. Porque no se trilla el hinojo con el trillo, ni se pasan las ruedas del carro sobre el comino; el hinojo se varea con el bastón, y el comino con la vara. Se trilla el grano, pero no hasta lo último. Se trilla y hace pasar por encima la rueda del carro y los caballos, pero sin triturarlo. Todo esto procede del Señor del universo. Admirable es su consejo, grande su habilidad».

Palabra de Dios.

De oficio, Pablo era tejedor de lona, y trabajó en su casa Hch 18, 1-5
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de los Hechos de los Apóstoles.

Pablo dejó Atenas y se fue a Corinto. Allí encontró a un tal Aquila, judío natural de Ponto, y a su mujer Priscila, habían llegado hacía poco de Italia, porque Claudio había decretado que todos los judíos abandonasen Roma. Se junto con ellos y, como ejercía el mismo oficio, se quedó a vivir y trabajar en su casa; eran tejedores de lona para tiendas de campaña. Todos los sábados discutía en la sinagoga, esforzándose por convencer a judíos y griegos. Cuando Silas y Timoteo bajaron de Macedonia, Pablo se dedicó enteramente a predicar, dando testimonio ante los judíos de que Jesús es el Mesías.

Palabra de Dios.

Salió el sembrador a sembrar Mt 13, 1-9
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.

Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y toda la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló muchas cosas en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y como la tierra no era profunda brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se seco. Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron. Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra, sesenta; otra, treinta. El que tenga oídos, que oiga».

Palabra del Señor.

Por tu palabra, echaré las redes Lc 5, 3-11
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

En aquel tiempo, subiendo Jesús a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente Cuando acabo de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca». Respondió Simón y dijo: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes». Y puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo: «Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador». Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón Y Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres». Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Palabra del Señor.

780. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.

Salmo responsorial Sal 89, 2. 3-4. 12-13. 14 y 16 (R.: cf. 17c)
R. Haz prósperas las obras de nuestras manos, Señor.

V. Antes que naciesen los montes
o fuera engendrado el orbe de la tierra,
desde siempre y por siempre tú eres Dios. R.

V. Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó;
una vela nocturna. R.

V. Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R.

V. Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Que tus siervos vean tu acción,
y sus hijos tu gloria. R.

781. O bien:

Sal 64, 10. 11-12. 13-14 (R.: 6ab)
R. Nos respondes, Dios, salvador nuestro.

V. Tú cuidas la tierra, la riegas
y la enriqueces sin medida; 
la acequia de Dios va llena de agua, 
preparas los trigales; 
así preparas la tierra. R.

V. Riegas los surcos,
igualas los terrones,
tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes. 
Coronas el año con tus bienes,
tus carriles rezuman abundancia. R.

V. Rezuman los pastos del páramo,
y las colinas se orlan de alegría;
las praderas se cubren de rebaños,
y los valles se visten de mieses,
que aclaman y cantan. R.

Sal 106, 35-36. 37-38. 41-42 (R.: 1a)
R. Dad gracias al Señor porque es bueno.

V. Transformó el desierto en estanques,
el erial en manantiales de agua.
Colocó allí a los hambrientos, 
y fundaron una ciudad para habitar. R. 

V. Sembraron campos, plantaron huertos,
recogieron cosechas.
Los bendijo y se multiplicaron,
y no les escatimó el ganado. R.

V. Levantó a los pobres de la miseria 
y multiplicó sus familias como rebaños.
Los rectos lo ven y se alegran,
a la maldad se le tapa la boca. R.

Sal 126, 1bcde. 2. (R.: cf. 1)
R. El Señor nos construya la casa 
y nos guarde la ciudad.

V. Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas. R.

V. Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen! R.

782. El ministro, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes, explicándoles la lectura bíblica, para que perciban por la fe el significado de la celebración.

Preces

783. Si se estima oportuno, antes de la oración de bendición puede hacerse la plegaria común. Entre las invocaciones que aquí se proponen, el ministro puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias del momento.

V. Dios, que colocó al hombre en el mundo para que lo guardara y lo cultivara, continúa estimulando la mente humana, para que con su ingenio y su trabajo coopere en el perfeccionamiento de la creación. Alabémoslo, diciendo:
R. Bendito seas, Señor, creador del universo.
 Tú que invitas al hombre al trabajo y le encomiendas perfeccionar el mundo creado por ti. R.
 Tú que, al otorgar al hombre la dignidad del trabajo, lo haces colaborador de tu obra en el mundo. R.
 Tú que con sabiduría iluminas al hombre para que emprenda constantemente nuevas realizaciones, tu Nombre sea glorificado y tu alabanza resuene en toda la tierra. R.
 Tú que enviaste a tu Hijo al mundo para que, santificando y dignificando el trabajo con el sudor de su frente, fuera para nosotros ejemplo de laboriosidad incansable. R.
 Tú que con tu gracia inspiras, sostienes y acompañas al hombre en toda obra buena. R.

Sigue la oración de bendición, como se indica más adelante.

784. Cuando no se dicen las preces, antes de la oración de bendición el ministro dice:
Oremos.

Y, según las circunstancias, todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego dice la oración de bendición.

Oración de bendición

785. El ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas, si es laico, con las manos juntas, dice la oración de bendición:
Oh, Dios, de quien desciende la plenitud de la bendición, 
y hacia quien sube la oración del que te bendice, 
protege con amor a tus servidores,
que confiadamente presentan ante ti 
sus instrumentos de trabajo, 
y concédeles que con actividad infatigable 
colaboren en el perfeccionamiento de la creación, 
ganen su sustento y el de los suyos,
ayuden al progreso de la sociedad humana 
y alaben sin cesar la gloria de tu Nombre. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

786. O bien:
Oh, Dios, que has querido someter al trabajo del hombre 
las fuerzas de la naturaleza, 
concédenos, te pedimos, 
que, dedicados plenamente a nuestras actividades, 
cooperemos con amor al perfeccionamiento de tu creación. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

787. Según las circunstancias, el ministro rocía con agua bendita a los presentes y los instrumentos de trabajo.

Conclusión del rito

788. El ministro concluye el rito, diciendo:
Cristo, el Señor, 
que, para realizar su obra salvadora, 
asumió la ley del trabajo, 
nos alivie con su consuelo 
y nos conceda su paz.
R. Amén.

789. Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado.

II. RITO BREVE

790. El ministro, al comenzar la celebración, dice:
Nuestro auxilio es el nombre del Señor.
R. Que hizo el cielo y la tierra.

791. Uno de los presentes, o el mismo ministro, lee un breve texto de la Sagrada Escritura, por ejemplo:

Eclo 38, 31. 34bc: Todos los artesanos confían en sus manos, y cada uno es experto en su oficio. ellos aseguran el funcionamiento del mundo, y su preocupación está en las tareas de su oficio.

2 Ts 3, 7b. 8: Tenéis que imitar nuestro ejemplo: no comimos de balde el pan de nadie, sino que con cansancio y fatiga, día y noche, trabajamos a fin de no ser una carga para ninguno de vosotros.

792. Luego el ministro dice, con las manos juntas, la oración de bendición, terminada la cual, según las circunstancias, rocía con agua bendita a los presentes y los instrumentos de trabajo.
Oh, Dios, 
que has querido someter al trabajo del hombre 
las fuerzas de la naturaleza, 
concédenos, te pedimos, 
que, dedicados plenamente a nuestras actividades, 
cooperemos con amor al perfeccionamiento de tu creación. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

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