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lunes, 27 de abril de 2020

Bendición de los objetos destinados a ejercitar la piedad y la devoción.

Bendicional, 31 de mayo de 1984 (ed. española 19-marzo-2020)

Cuarta parte. Bendición de ciertos objetos de devoción del pueblo cristiano.

CAPÍTULO XLIII
BENDICIÓN DE LOS OBJETOS DESTINADOS A EJERCITAR LA PIEDAD Y LA DEVOCIÓN

1346. El presente rito debe utilizarse en la bendición de medallas, pequeñas cruces, imágenes religiosas que no se han de exponer en lugares sagrados, escapularios, coronas y objetos similares que se usan para la práctica de ejercicios piadosos.

1347. Principalmente en los santuarios o lugares de peregrinación que se distinguen por la afluencia de fieles, esta bendición de objetos piadosos suele efectuarse en una celebración común y puede incluirse de modo conveniente en las celebraciones que tienen lugar para los peregrinos.

1348. Este rito pueden utilizarlo el sacerdote y el diácono, los cuales, respetando su estructura y elementos principales, adaptarán la celebración a las circunstancias del momento y de las personas.

1349. Si la bendición se celebra para un solo objeto, el ministro puede emplear el Rito breve indicado al final de este capítulo, núms. 1363-1366, o, en determinadas circunstancias, sólo la fórmula breve descrita en el núm. 1367.

I. RITO DE LA BENDICIÓN

Ritos iniciales

1350. Reunido el pueblo, el celebrante dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:
Amén.

1351. Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:
La gracia, la misericordia y la paz 
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo 
estén con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura.

Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.

1352. El celebrante dispone a los presentes para la celebración de la bendición, con estas palabras u otras semejantes:

Los objetos piadosos que habéis traído para bendecir muestran, cada uno a su manera, vuestra fe, ya que sirven para recordar el amor de nuestro Señor, o también para aumentar vuestra confianza en la ayuda de la Santísima Virgen María y de los santos. 

Al pedir la bendición del Señor sobre estos objetos e imágenes, lo que hemos de procurar ante todo es dar el testimonio de vida cristiana que de nosotros exige el uso de estos objetos.

Lectura de la Palabra de Dios

1353. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee un texto de la Sagrada Escritura, seleccionado principalmente entre los que se proponen a continuación.

También pueden emplearse otros textos adecuados al rito.

Reflejamos la gloria del Señor y nos vamos transformando en su imagen 2 Co 3, 17b—4, 2
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Corintios.

Donde está el Espíritu del Señor, hay libertad. Mas todos nosotros, con la cara descubierta, reflejamos la gloria del Señor y nos vamos transformando en su imagen con resplandor creciente, por la acción del Espíritu del Señor. Por esto, encargados de este ministerio por la misericordia obtenida, no nos acobardamos; al contrario, hemos renunciado a la clandestinidad vergonzante, no actuando con intrigas ni falseando la palabra de Dios; sino que, manifestando la verdad, nos recomendamos a la conciencia de todo el mundo delante de Dios.

Palabra de Dios.

1354. Pueden también leerse: 

No sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu intercede por los santos según Dios Rom 8, 26-31
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Romanos.

El Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escruta los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios. Por otra parte, sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien; a los cuales ha llamado conforme a su designio. Porque a los que había conocido de antemano los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que el fuera el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestino, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justifico, los glorificó. Después de esto, ¿qué diremos? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?

Palabra de Dios.

Ahora vemos como en un espejo, entonces veremos cara a cara 1 Cor 13, 8-13
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Corintios.

El amor no pasa nunca. Las profecías, por el contrario, se acabaran; las lenguas cesaran; el conocimiento se acabará. Porque conocemos imperfectamente e imperfectamente profetizamos; mas, cuando venga lo perfecto, lo imperfecto se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre, acabé con las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es ahora limitado; entonces conoceré como he sido conocido por Dios. En una palabra, quedan estas tres: la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor.

Palabra de Dios.

1 Cor 15, 45-50
Lo mismo que hemos llevado la imagen del hombre terrenal, llevaremos también la imagen del celestial
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Corintios.

El primer hombre, Adán, se convirtió en ser viviente. El último Adán, en espíritu vivificante. Pero no fue primero lo espiritual, sino primero lo material y después lo espiritual. El primer hombre, que proviene de la tierra, es terrenal; el segundo hombre es del cielo. Como el hombre terrenal, así son los de la tierra; como el celestial, así son los del cielo. Y lo mismo que hemos llevado la imagen del hombre terrenal, llevaremos también la imagen del celestial. Os digo, hermanos, que ni la carne ni la sangre pueden heredar el reino de Dios; tampoco la corrupción heredará la incorrupción.

Palabra de Dios.

Cristo es imagen de Dios 2 Cor 4, 1-7
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Corintios.

Nosotros, apóstoles de Cristo, encargados de este ministerio por la misericordia obtenida, no nos acobardamos; al contrario, hemos renunciado a la clandestinidad vergonzante, no actuando con intrigas ni falseando la palabra de Dios; sino que, manifestando la verdad, nos recomendamos a la conciencia de todo el mundo delante de Dios. Y si nuestro Evangelio está velado, lo está entre los que se pierden, los incrédulos, cuyas mentes ha obcecado el dios de este mundo para que no vean el resplandor del Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios. Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús. Pues el Dios que dijo: «Brille la luz del seno de las tinieblas» ha brillado en nuestros corazones, para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios reflejada en el rostro de Cristo. Pero llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros.

Palabra de Dios.

Estoy crucificado con Cristo Ga 1, 1. 3-5; 2, 19b-20
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Gálatas.

Pablo, apóstol no de parte de hombres ni por mediación de ningún hombre, sino por Jesucristo y Dios Padre, que lo resucito de entre los muertos: Gracia y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo, que se entregó por nuestros pecados para librarnos de este perverso mundo presente, conforme al designio de Dios, nuestro Padre. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Estoy crucificado con Cristo; vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí. Y mi vida de ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí.

Palabra de Dios

Dios, que puede hacer mucho más sin comparación de lo que pedimos o concebimos Ef 3, 14-21
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Efesios.

Pablo, doblo las rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra, pidiéndole que os conceda, según la riqueza de su gloria, ser robustecidos por medio de su Espíritu en vuestro hombre interior; que Cristo habite por la fe en vuestros corazones; que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento, de modo que así, con todos los santos, logréis abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo, comprendiendo el amor de Cristo, que trasciende todo conocimiento. Así llegaréis a vuestra plenitud, según la plenitud total de Dios. Al que puede hacer mucho más sin comparación de lo que pedimos o concebimos, con ese poder que actúa entre nosotros; a él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones de los siglos de los siglos. Amén.

Palabra de Dios.

Todo en nombre de Jesús, dando gracias a Dios Col 3, 14-17
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Colosenses.

Por encima de todo, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta. Que la paz de Cristo reine en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados en un solo cuerpo. Sed también agradecidos. La Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente. Cantad a Dios, dando gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Palabra de Dios,

Pedid y se os dará, buscad y hallaréis Lc 11, 5-13
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”; y, desde dentro, aquel le responde: “No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos"; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues yo os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?».

Palabra del Señor.

Es necesario orar siempre, sin desfallecer Lc 18, 1-8
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

Jesús decía a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer. Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario". Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a si mismo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importuname"». Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto, pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, encontrará esta fe en la tierra?».

Palabra del Señor.

1355. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.

Salmo responsorial Sal 99, 1b-2. 3. 4. 5 (R.: cf. 5b)
R. La misericordia del Señor es eterna.

V. Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R.

V. Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R.

V. Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre. R.

V. «El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades». R.

1356. O bien:

Sal 122, 1bc. 2. 3-4 (R.: 1)
R. A ti levanto mis ojos, 
a ti que habitas en el cielo.

V. A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo. R.

V. Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,
como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro, me levanto
esperando su misericordia. R.

V. Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos. R.

Sal 138, 1b-2. 3-4. 5-6. 7-8. 9-10 (R.: cf. 4b)
R. Señor, tú lo sabes todo.

V. Señor, tú me sondeas y me conoces.
Me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos. R.

V. Distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.
No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda. R.

V. Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa,
es sublime, y no lo abarco. R.

V. ¿Adónde iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro. R.

V. Si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
alli me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha. R.

Sal 150, 1b-2. 3-4. 5 (R.: cf. 2a)
R. Alabad al Señor por sus obras magníficas.

V. Alabad al Señor en su templo,
alabadlo en su fuerte firmamento;
alabadlo por sus obras magníficas,
alabadlo por su inmensa grandeza. R.

V. Alabadlo tocando trompetas,
alabadlo con arpas y citaras;
alabadlo con tambores y danzas,
alabadlo con trompas y flautas. R.

V. Alabadlo con platillos sonoros,
alabadlo con platillos vibrantes. R.

1357. Después de la lectura, se hace oportunamente la homilía, en la cual el celebrante explica la lectura y el significado del rito.

1358. Antes de la oración de bendición puede hacerse la plegaria común. Entre las invocaciones que aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras directamente relacionadas con las circunstancias de los presentes o del momento.

V. Nosotros, hermanos, no queremos tener un semblante de piedad, sino que la profesamos de corazón; por esto, invoquemos al Señor, diciendo:
R. Envíanos, Señor, el espíritu de piedad.
— Dios clementísimo, que quieres que recordemos siempre tus maravillas, haz que la visión corporal de estos objetos materiales nos eleve a la contemplación de los signos de tu misericordia. R.
— Tú que deseas que te demos culto en espíritu y verdad, concédenos que, con la ayuda de estos objetos y de lo que significan, practiquemos siempre la justicia y la piedad. R.
— Tú que, por medio de tu Hijo, nos diste el mandato de orar siempre, haz que, dedicándonos a la oración, podamos llevar una vida con toda piedad y decoro. R.
— Tú que, en tu Iglesia, distribuyes de manera admirable diversidad de ayudas para nuestra santidad y piedad, haz que lo que recibimos de manos de la Iglesia lo utilicemos para crecimiento de ella. R.

Sigue la oración de bendición, como se indica más adelante.

1359. Cuando no se dicen las preces, antes de la oración de bendición el celebrante dice:
Oremos.

Y todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego el celebrante dice la oración de bendición.

Oración de bendición

1360. El celebrante, con las manos extendidas, dice:
Bendito seas, Señor, 
fuente y origen de toda bendición, 
que te complaces en la piedad sincera de tus fieles; 
te pedimos que atiendas a los deseos de tus servidores 
y les concedas que, 
llevando consigo estos signos de fe y de piedad, 
se esfuercen por irse transformando en la imagen de tu Hijo.
Que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.

Conclusión del rito

1361. El celebrante concluye el rito, diciendo:
Dios, que en Cristo 
nos ha revelado su gloria, 
haga que vuestra vida sea imagen suya, 
para que podáis un día 
gozar de su presencia gloriosa.
R. Amén.
V. Y la bendición de Dios todopoderoso, 
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
R. Amén.

1362. Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado.

II. RITO BREVE

1363. Al comienzo, el celebrante dice:
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
R. Y danos tu salvación.

1364. El celebrante dispone a los presentes para la celebración de la bendición, según las circunstancias.

1365. Uno de los presentes, o el mismo celebrante, lee algún texto de la Sagrada Escritura.

Rom 8, 26b. 27b: Nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables, y su intercesión por los santos es según Dios.

Col 3, 17: Todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Lc 11, 9- 10: Yo os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre.

1366. Luego el celebrante dice, con las manos extendidas:
El Señor, con su bendición,  
se digne aumentar y fortalecer 
tus sentimientos de devoción y piedad, 
para que transcurra sin tropiezo tu vida presente 
y alcances felizmente la eterna. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Fórmula breve
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1367. En determinadas circunstancias, el sacerdote o el diácono pueden emplear la siguiente fórmula breve:
En el nombre del Padre, 
y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R. Amén.
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