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jueves, 16 de abril de 2020

Bendición de una imagen de los santos.

Bendicional, 31 de mayo de 1984 (ed. española 19-marzo-2020)

Tercera parte. Bendiciones de las cosas que en las iglesias se destinan al uso litúrgico o a las prácticas de devoción.

CAPÍTULO XXXII
BENDICIÓN DE LAS IMÁGENES QUE SE EXPONEN A LA PUBLICA VENERACIÓN DE LOS FIELES

III. RITO DE LA BENDICIÓN DE UNA IMAGEN DE LOS SANTOS

Ritos iniciales

1127. Reunido el pueblo, se entona oportunamente un canto adecuado, terminado el cual, el celebrante dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:
Amén.

1128. Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, 
que es la corona de todos los santos, 
el amor del Padre 
y la comunión del Espíritu Santo 
estén con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura.

El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.

1129. Luego el celebrante exhorta brevemente a los fieles para disponer su espíritu a la celebración y explicar el significado del rito; puede hacerlo con estas palabras u otras semejantes:

Al disponernos, hermanos, a celebrar este rito, en el que bendeciremos a Dios con ocasión de exponer a la pública veneración de los fieles esta nueva y noble imagen de san N., conviene que, ante todo, preparemos nuestro espíritu para entender lo que significa esta celebración. La madre Iglesia, al exponer a la pública veneración las imágenes de los santos, espera de nosotros, sobre todo, que, al mirar las efigies de los que han seguido a Cristo con fidelidad, andemos en busca de la Ciudad futura y, al mismo tiempo, aprendamos cuál es el camino para llegar con seguridad a la plena unión con Cristo; los santos, en efecto, son amigos y coherederos de Jesucristo, y también hermanos y eximios bienhechores nuestros, que nos aman, nos asisten, interceden solícitamente por nosotros y, de una manera admirable, están en comunión con nosotros.

Lectura de la Palabra de Dios

1130. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee uno o varios textos de la sagrada Escritura, seleccionados principalmente entre los que proponen el Leccionario del Misal Romano o de la Liturgia de las Horas en el Común o en el Propio de los santos, intercalando los convenientes salmos responsoriales o espacios de silencio. La lectura del Evangelio ha de ser siempre el acto más relevante.También pueden leerse los textos que se proponen a continuación:

Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo Mt 5, l-12a
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.

Al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».

Palabra del Señor.

1131. Pueden también leerse: 

Comprender el amor de Cristo, que trasciende todo conocimiento Ef 3, 14-19
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Efesios.

Doblo las rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra, pidiéndole que os conceda, según la riqueza de su gloria, ser robustecidos por medio de su Espíritu en vuestro hombre interior, que Cristo habite por la fe en vuestros corazones; que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento, de modo que así, con todos los santos, logréis abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo, comprendiendo el amor de Cristo, que trasciende todo conocimiento. Así llegaréis a vuestra plenitud, según la plenitud total de Dios.

Palabra de Dios.

Poned al servicio de los demás el carisma que cada uno ha recibido 1 Pe 4, 7b-11
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pedro.

Queridos hermanos:
Sed sensatos y sobrios para la oración. Ante todo, mantened un amor intenso entre vosotros, porque el amor tapa multitud de pecados. Sed hospitalarios unos con otros sin protestar. Como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios, poned al servicio de los demás el carisma que cada uno ha recibido. Si uno habla, que sean sus palabras como palabras de Dios; si uno presta servicio, que lo haga con la fuerza que Dios le concede, para que Dios sea glorificado en todo, por medio de Jesucristo, a quien corresponden la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.

Palabra de Dios.

Lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe 1 Jn 5, 1-5
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Juan.

Queridos hermanos:
Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama al que da el ser ama también al que ha nacido de él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste el amor de Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?

Palabra de Dios.

1132. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.

Salmo responsorial Sal 1, 1-2. 3. 4 y 6 (R.: 2a)
R. Su gozo es la ley del Señor.

V. Dichoso el hombre 
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R.

V. Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R.

V. No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R.

1133. O bien:

Sal 14, 2-3. 4-5 (R.: cf. 1c)
R. El justo habita en tu monte santo, Señor.

V. El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua,
el que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino. R.

V. El que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor,
el que no retracta lo que juró
aun en daño propio,
el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente,
ΕΙ que así obra nunca fallará. R.

Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9. 10-11 (R.: 2a)
R. Bendigo al Señor en todo momento.

V. Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R.

V. Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libro de todas mis ansias. R.

V. Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor, 
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R.

V. El ángel del Señor acampa en torno a quienes lo temen
y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R.

V. Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que lo temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada. R.

1134. Luego el celebrante, según las circunstancias, hace la homilía, en la cual explica adecuadamente las lecturas bíblicas y el papel que representan los santos en la vida de la Iglesia, para que el significado de la celebración sea percibido por la fe.

Preces

1135. Si se estima oportuno, antes de la oración de bendición puede hacerse la plegaria común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias de la comunidad o del momento.

V. Invoquemos suplicantes a Dios Padre, que configura a los santos con la imagen de su Hijo, y que con la fuerza del Espíritu no deja de santificar a la Iglesia, y digámosle:
R. Sálvanos, Señor, por la intercesión de san N.
— Dios, fuente de santidad, que has hecho brillar en tus santos las maravillas de tu gracia multiforme, concédenos celebrar tu grandeza en ellos. R.
— Dios sapientísimo, que por medio de Cristo has constituido a los apóstoles fundamento de tu Iglesia, conserva a tus fieles en la doctrina que ellos enseñaron. R.
— Tú que has dado a los mártires la fortaleza del testimonio, hasta derramar su sangre, haz de los cristianos testigos fieles de tu Hijo. R.
— Tú que has dado a las santas vírgenes el don insigne de imitar a Cristo virgen, haz que reconozcan la virginidad a ti consagrada como una señal
particular de los bienes celestiales. R.
— Tú que manifiestas en todos los santos tu presencia, tu rostro y tu palabra, otorga a tus fieles sentirse más cerca de ti por su imitación. R.

Sigue la oración de bendición, como se indica más adelante.

1136. Cuando no se dicen las preces, antes de la oración de bendición, el celebrante, con estas palabras u otras semejantes, invita a todos a orar, implorando la ayuda divina:
Reunidos desde diversos lugares por la fuerza de un solo Espíritu, y llamados todos a una misma santidad, invoquemos suplicantes al único Dios Padre.

Y, según las circunstancias, todos oran durante algún tiempo en silencio.

Oración de bendición

1137. El celebrante, con las manos extendidas, dice la oración de bendición:
Proclamamos tu grandeza, Señor, 
porque sólo tú eres santo;
compadecido de nosotros, 
enviaste al mundo a tu Hijo, Jesucristo, 
el que inicia y completa toda santidad. 
Él envió sobre la Iglesia naciente el Espíritu Santo Defensor, 
voz que enseña los secretos de la santidad,
brisa que inspira fortaleza y suavidad, 
fuego que enciende en amor los corazones de los fieles, 
semilla divina que produce abundantes frutos de gracia.
Te glorificamos hoy, Señor, 
porque llenaste con los dones del Espíritu a san N.
en cuya veneración tus servidores 
han hecho modelar esta imagen.
Haz, Señor, que ellos, siguiendo las huellas de tu Hijo, 
y considerando los ejemplos de san N.
lleguen al hombre perfecto, 
a la medida de Cristo en su plenitud. 
Que con su palabra y su ejemplo proclamen el Evangelio,
dispuestos sin miedo a derramar su sangre por él; 
que carguen cada día con la cruz de Cristo 
y se entreguen totalmente a tu servicio y al de los hermanos; 
que cumplan sus deberes como ciudadanos de este mundo,
llenándolo del Espíritu de Cristo, 
con la mirada puesta en la mansión celestial, 
donde tú, Padre, los recibas un día para reinar con tu Hijo.
Que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.

1138. O bien:
Oh, Dios, fuente de toda gracia y santidad, 
míranos con bondad a nosotros, tus servidores, 
que hemos dispuesto esta imagen de san N.
haz que experimentemos la intercesión de este santo, 
el cual, convertido en amigo y coheredero de Cristo, 
resplandece como testigo de vida evangélica 
y como egregio intercesor ante ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

1139. Después de la oración de bendición, el celebrante, según las circunstancias, pone incienso e inciensa la imagen, mientras se canta un salmo o un himno que guarden relación con el santo cuya imagen se bendice, o una de las siguientes antífonas:
Alabad a nuestro Dios, 
todos sus santos 
y los que teméis a Dios, pequeños y grandes, 
porque ha establecido su reinado el Señor, 
nuestro Dios todopoderoso. 
Con alegría y regocijo démosle gloria.

O bien:
El pueblo cuenta la sabiduría de los santos, 
la asamblea pregona su alabanza.

Conclusión del rito

1140. El celebrante bendice al pueblo, con las manos extendidas sobre él, diciendo:
Dios, gloria y felicidad de los santos, 
que os ha concedido gozar de su patrocinio, 
os otorgue sus bendiciones eternas.
R. Amén.
V. Que por intercesión de los santos 
os veáis libres de todo mal, 
y, alentados por el ejemplo de su vida, 
perseveréis constantes en el servicio de Dios y de los hermanos.
R. Amén.
V. Y que Dios os conceda reuniros con los santos 
en la felicidad del reino,
donde la Iglesia contempla con gozo a sus hijos 
entre los moradores de la Jerusalén celeste.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, 
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
R. Amén.

1141. Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado.

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