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lunes, 6 de abril de 2020

Bendición con ocasión de la inauguración de una nueva cátedra o sede presidencial.

Bendicional, 31 de mayo de 1984 (ed. española 19-marzo-2020)

Tercera parte. Bendiciones de las cosas que en las iglesias se destinan al uso litúrgico o a las prácticas de devoción.

CAPÍTULO XXIX
BENDICIONES CON OCASIÓN DE LA INAUGURACIÓN DE UNA CÁTEDRA O UNA SEDE PRESIDENCIAL, DE UN AMBÓN, DE UN SAGRARIO O DE UNA SEDE PARA LA CELEBRACIÓN DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA

I. BENDICIÓN CON OCASIÓN DE LA INAUGURACIÓN DE UNA NUEVA CÁTEDRA O SEDE PRESIDENCIAL

981. La cátedra simboliza de forma eminente el magisterio que corresponde al Obispo en su Iglesia. Por esto, el rito de la inauguración de una nueva cátedra sólo puede celebrarlo el mismo Obispo diocesano, o bien, en alguna circunstancia muy especial, otro Obispo que haya recibido de él un mandato especial.

982. El lugar de presidencia o sede del sacerdote celebrante significa la función de presidir la asamblea litúrgica y de dirigir la oración del pueblo santo.

983. Aunque resulta más adecuado unir este rito a la celebración de la Misa, no hay inconveniente en que, si se da el caso, se haga junto con una celebración de la Palabra de Dios.

- Bendición de la cátedra o sede en la celebración de la Misa
- Bendición de la cátedra o sede en una celebración de la Palabra de Dios

A. EN LA CELEBRACIÓN DE LA MISA

984. En la Misa, después de la veneración e incensación del altar el celebrante, antes de dirigirse a la cátedra o la sede, se santigua, diciendo:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:
Amén.

985. Luego el celebrante saluda a los presentes, empleando alguna de las fórmulas que propone el Misal romano.

986. Después, con una monición adecuada, introduce a los fieles en la Misa, ilustrándolos al mismo tiempo sobre el significado del rito inicial referido a la cátedra o a la sede recién construida. Puede hacerlo con estas palabras u otras semejantes:

Hoy se destina por primera vez esta nueva cátedra (sede) al uso litúrgico. Alabemos, queridos hermanos, a nuestro Dios y Señor, que se digna hacerse presente en sus ministros, dedicados a las funciones sagradas, para enseñar, dirigir y santificar a los fieles, y pidámosle que haga cada vez más dignos a los que ejercen tan santo ministerio.

Oración de bendición

987. Terminada la monición, el celebrante dice:
Oremos.
Y todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego el celebrante prosigue, con las manos extendidas:
Alabamos tu Nombre, Señor, unidos en una sola voz, 
y te suplicamos humildemente 
a ti, que viniste como buen Pastor 
para reunir en un solo redil a tu rebaño disperso, 
por medio de aquellos que tú has elegido
como cooperadores en la propagación de la verdad. 
Apacienta a tus fieles 
y llévalos por el camino de la santidad, 
y así, pastores y ovejas podrán un día 
entrar con gozo en los pastos eternos. 
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.

988. El celebrante pone incienso en el incensario e inciensa la cátedra o la sede. Luego se dirige a la cátedra o la sede, donde es incensado por el ministro, mientras se entona un canto adecuado.

989. La Misa continúa como de costumbre, omitiendo el acto penitencial.

B. EN UNA CELEBRACIÓN DE LA PALABRA DE DIOS

990. Si la bendición de la cátedra o de la sede se hace en una celebración de la Palabra de Dios, se procederá de la siguiente manera. El celebrante, después del saludo, antes de dirigirse a la sede, exhorta brevemente a los fieles con el fin de disponerlos a la celebración y explicar su significado. Puede hacerlo con estas palabras u otras semejantes:

Hoy se destina por primera vez esta nueva cátedra (sede) al uso litúrgico. Alabemos, queridos hermanos, a nuestro Dios y Señor, que se digna hacerse presente en sus ministros, dedicados a las funciones sagradas, para enseñar, dirigir y santificar a los fieles, y pidámosle que haga cada vez más dignos a los que ejercen tan santo ministerio.

Oración de bendición

991. Terminada la monición, el celebrante dice:
Oremos.
Y todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego el celebrante prosigue, con las manos extendidas:
Alabamos tu Nombre, Señor, unidos en una sola voz, 
y te suplicamos humildemente 
a ti, que viniste como buen Pastor 
para reunir en un solo redil a tu rebaño disperso, 
por medio de aquellos que tú has elegido
como cooperadores en la propagación de la verdad. 
Apacienta a tus fieles 
y llévalos por el camino de la santidad, 
y así, pastores y ovejas podrán un día 
entrar con gozo en los pastos eternos. 
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.

992. El celebrante pone incienso en el incensario e inciensa la cátedra o la sede. Luego se dirige a ella y allí es incensado por el ministro, mientras se entona un canto adecuado.

Lectura de la Palabra de Dios

993. Después de la incensación del celebrante, se leen algunos textos adecuados de la Sagrada Escritura, seguidos oportunamente de un salmo responsorial o de un sagrado silencio meditativo. La lectura del Evangelio ha de ser siempre el acto más relevante.

Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en Jesús Lc 4, 16-22a
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

Jesús fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor». Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír». Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca.

Palabra del Señor.

994. Pueden también leerse: 

Leyeron el libro de la ley explicando su sentido Neh 8, 1-4a. 5-6. 8-10
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de Nehemías.

En aquellos días, el pueblo entero se reunió como un solo hombre en la plaza que está delante de la Puerta del Agua y dijeron a Esdras, el escriba, que trajese el libro de la ley de Moisés que el Señor había dado a Israel. El día primero del mes séptimo, el sacerdote Esdras trajo el libro de la ley ante la | comunidad: hombres, mujeres y cuantos tenían uso de razón. Leyó el libro en la plaza que está delante de la Puerta del Agua, desde la mañana hasta el mediodía, ante los hombres, las mujeres y los que tenían uso de razón. Todo el pueblo escuchaba con atención la lectura del libro de la ley. El escriba Esdras se puso en pie sobre una tribuna de madera levantada para la ocasión.
Esdras abrió el libro en presencia de todo el pueblo, de modo que toda la multitud podía verlo: al abrirlo, el pueblo entero se puso de pie. Esdras bendijo al Señor, el Dios grande, y todo el pueblo respondió con las manos levantadas «Amén, amén». Luego se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra.
Leyeron el libro de la ley de Dios con claridad y explicando su sentido, de modo que entendieran la lectura. Entonces el gobernador Nehemías, el sacerdote y escriba Esdras, y los levitas que instruían al pueblo dijeron a toda la asamblea: «Este día está consagrado al Señor, vuestro Dios. No estéis tristes ni lloréis» (y es que todo el pueblo lloraba al escuchar las palabras de la ley). Nehemías les dijo: «Id, comed buenos manjares y bebed buen vino, e invitad a los que no tienen nada preparado, pues este día está consagrado al Señor. ¡No os pongáis tristes; el gozo del Señor es vuestra fuerza!».

Palabra de Dios.

Como un pastor que apacienta el rebaño Is 40, 9-11
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del profeta Isaías.

Súbete a un monte elevado, heraldo de Sion; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: «Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder y con su brazo manda. Mirad, viene con él su salario y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, reúne con su brazo los corderos y los lleva sobre el pecho; cuida él mismo a las ovejas que crían».

Palabra de Dios.

Nosotros somos testigos de todo lo que hizo Hch 10, 34-48
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, Pedro tomo la palabra y dijo: «Ahora comprendo con toda verdad que Dios no hace acepción de personas sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los hijos de Israel anunciando la Buena Nueva de la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos vosotros conoces lo que sucedió en toda Judea comenzando por Galilea, después del bautismo que predico Juan. Ne refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que paso haciendo bien y curando a todos los oprimidos por el diablo porque Dios estaba con el Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo sino a los testigos designados por Dios a nosotros que hemos comido y bebido con el después de su resurrección de entre los muertos Nos encargo predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas que todos los que creen en el reciben, por su nombre, el perdón de los pecados». Todavía estaba exponiendo Pedro estos hechos cuando bajo el Espíritu Santo sobre todos los que es cuchaban la palabra, y los fieles de la circuncisión que habian venido con Pedro se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los gentiles porque los oían hablar en lenguas extrañas y proclamar la grandeza de Dios. Entonces Pedro añadió: «¿Se puede negar el agua del  bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?». Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Entonces le rogaron que se quedara unos días con ellos.

Palabra de Dios.

Nosotros os anunciamos la Buena Noticia de la promesa que Dios hizo a nuestros padres Hch 13, 15-32
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, acabada la lectura de la Ley y de los Profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a unos que les dijeran «Hermanos, si tenéis una palabra de exhortación para el pueblo, hablad». Pablo se puso en pie y, haciendo seña con la mano de que se callaran, dijo: «Israelitas y los que teméis a Dios, escuchad: El Dios de este pueblo, Israel, eligió a nuestros padres y multiplicó al pueblo cuando vivían como forasteros en Egipto. Los sacó de allí con brazo poderoso; unos cuarenta años los cuidó en el desierto, aniquiló siete naciones en la tierra de Canaán y les dio en herencia su territorio; todo ello en el espacio de unos cuatrocientos cincuenta años. Luego les dio jueces hasta el profeta Samuel. Después pidieron un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín, durante cuarenta años. Lo depuso y les suscitó como rey a David, en favor del cual dio testimonio, diciendo: 'Encontré a David, hijo de Jesé, hombre conforme a mi corazón, que cumplirá todos mis preceptos'. Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel: Jesús. Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión antes de que llegara Jesús; y, cuando Juan estaba para concluir el curso de su vida, decía: “Yo no soy quien pensáis, pero, mirad, viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias de los pies". Hermanos, hijos del linaje de Abrahán y todos vosotros los que teméis a Dios: a nosotros se nos ha enviado esta palabra de salvación. En efecto, los habitantes de Jerusalén y sus autoridades no reconocieron a Jesús ni entendieron las palabras de los profetas que se leen los sábados, pero las cumplieron al condenarlo. Y, aunque no encontraron nada que mereciera la muerte, le pidieron a Pilato que lo mandara ejecutar. Y, cuando cumplieron todo lo que estaba escrito de él, lo bajaron del madero y lo enterraron. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos. Durante muchos días, se apareció a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén, y ellos son ahora sus testigos ante el pueblo. También nosotros os anunciamos la Buena Noticia de la promesa que Dios hizo a nuestros padres».

Palabra de Dios.

995. Salmo responsorial: Sal 118, 129. 130. 133. 135. 144 (R.: 105b)
R. Lámpara es tu palabra para mis pasos, Señor.

V. Tus preceptos son admirables,
por eso los guarda mi alma R.

V. La explicación de tus palabras ilumina,
da inteligencia a los ignorantes. R.

V. Asegura mis pasos con tu promesa,
que ninguna maldad me domine. R.

V. Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
enséñame tus decretos. R.

V. La justicia de tus preceptos es eterna,
dame inteligencia, y tendré vida R.

996. O bien:

Sal 18, 8. 9. 10. 15 (R.: cf. Jn 6, 63c)
R. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.

V. La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel 
e instruye a los ignorantes. R.

V. Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R.

V. El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R.

V. Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,
Señor, Roca mía, Redentor mío. R.

997. Terminadas las lecturas, el celebrante hace la homilía. En ella explica las lecturas bíblicas y la presencia de Cristo, en representación del cual ejercen su función los ministros sagrados.

Preces

998. Luego se hace la plegaria común. Entre las invocaciones que aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias del momento.

Nuestro Señor Jesucristo de tal manera ama a la Iglesia que ha querido por medio de sus ministros y pastores que sea adoctrinada por la palabra divina y alimentada por los santos sacramentos. Por todo esto, lo alabamos, diciendo:
R. Te damos gracias, Señor.
Bendito seas, Señor, que, por medio de los maestros de la fe, continúas enseñándonos tu Evangelio. R.
— Bendito seas, Señor, que, por medio de los pastores que tú has elegido, nos das sin cesar el alimento espiritual, a nosotros, ovejas de tu rebaño. R.
— Bendito seas, Señor, que, por medio de tus pregoneros, nos llamas y nos invitas a cantar las alabanzas del Padre. R.

Oración de bendición

999. Luego el celebrante prosigue, con las manos extendidas:
Señor Jesucristo, 
que enseñaste a los pastores de tu Iglesia 
a servir a los hermanos y no a ser servidos, 
te pedimos que hagas con tu gracia 
que todos los que vengan a esta cátedra (sede) 
proclamen siempre tu palabra
y administren dignamente tus sacramentos, 
y así, junto con el pueblo a ellos confiado, 
te alaben sin cesar en la sede eterna del cielo. 
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.

Conclusión del rito

1000. El celebrante concluye el rito, diciendo, con las manos extendidas sobre los fieles:
El Señor os bendiga 
con todas las bendiciones del cielo 
y os mantenga siempre santos y puros en su presencia; 
que él derrame sobre vosotros, con abundancia, 
las riquezas de su gloria, 
os instruya con la palabra de la verdad, 
os oriente con el Evangelio de la salvación 
y os haga siempre ricos en caridad fraterna.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, 
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
R. Amén.

1001. Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado.

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