Tercera parte. Bendiciones de las cosas que en las iglesias se destinan al uso litúrgico o a las prácticas de devoción.
CAPÍTULO XXXII
BENDICIÓN DE LAS IMÁGENES QUE SE EXPONEN A LA PUBLICA VENERACIÓN DE LOS FIELESI. RITO DE LA BENDICIÓN DE UNA IMAGEN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Ritos iniciales
1097. Reunido el pueblo, se entona oportunamente un canto adecuado, terminado el cual, el celebrante dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden:
Amén.
1098. Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:
La gracia y la paz de Dios Padre
y de Jesucristo, el Señor,
que es imagen de Dios invisible,
estén con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la sagrada Escritura.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
1099. Luego el celebrante habla brevemente a los fieles para disponer su espíritu a la celebración y explicar el significado del rito; puede hacerlo con estas palabras u otras semejantes:
En verdad, queridos hermanos, tenemos motivos para alegrarnos, ya que vamos a bendecir a Dios, con ocasión de esta nueva imagen de nuestro Señor Jesucristo, destinada a la pública veneración. Esta sagrada imagen ha de recordarnos en primer lugar que Cristo es imagen visible de Dios invisible: el Hijo eterno de Dios, que bajó al seno de la Virgen, es el signo y sacramento de Dios Padre. Él, en efecto, dijo: «Quien me ha visto a mí ha visto al Padre». Al venerar, pues, esta imagen, levantemos los ojos hacia Cristo, que con el Padre y el Espíritu Santo reina para siempre.
Lectura de la Palabra de Dios
1100. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee uno o varios textos de la sagrada Escritura, seleccionados principalmente entre los que proponen el Leccionario del Misal Romano o de la Liturgia de las Horas para la celebración del misterio concreto del Señor representado en la imagen, intercalando los convenientes responsorios o espacios de silencio. La lectura del Evangelio ha de ser siempre el acto más relevante. También pueden leerse los textos que se proponen a continuación:
Cristo el Señor es imagen de Dios invisible Col 1, 12-20
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Colosenses.
Damos gracias a Dios Padre, que os ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. Él es imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque en el fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles. Tronos y Dominaciones, Principados y Potestades; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él y para él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz sangre de su cruz.
Palabra de Dios.
1101. Puede también leerse:
Yo soy el camino y la verdad y la vida Jn 14, 1-11
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Juan.Dijo Jesús a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino». Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto». Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta», Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras».
Palabra del Señor.
1102. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.
Salmo responsorial Sal 8, 4-5. 6-7a. (R.: 2ab)
R. Señor, Dios nuestro,
¡qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!
V. Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado.
¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano, para mirar por él? R.
V. Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos. R.
1103. O bien:
Ap 15, 3b. 4 (R.: Ap 14 , 7b)
R. Temed a Dios y dadle gloria.
Señor, Dios omnipotente;
justos y verdaderos tus caminos,
rey de los pueblos. R.
V. ¿Quién no temerá y no dará gloria a tu nombre?
Porque vendrán todas las naciones
y se postrarán ante ti,
porque tú solo eres santo
y tus justas sentencias han quedado manifiestas. R.
1104. El celebrante, según las circunstancias, hace la homilía, en la cual explica las lecturas bíblicas y el misterio del Señor representado en la imagen, para que el significado de la celebración sea percibido por la fe.
Preces
1105. Si se estima oportuno, antes de la oración de bendición puede hacerse la plegaria común. Entre las invocaciones que aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias de la comunidad o del momento.
V. Invoquemos a Dios Padre, que nos ha dado por salvador y redentor a su Verbo, por quien todo fue creado y en quien todo se mantiene, y digámosle:
R. Haz que seamos imagen de tu Hijo.
— Padre, cuyo Hijo es Sabiduría infinita y Verdad suprema, haz que, conociéndolo cada vez más profundamente, deseemos también unirnos a él más intensamente. R.
— Padre, que inundaste de gozo a la tierra, al enviar a tu Hijo, alegra nuestro corazón con la continua presencia de Cristo. R.
— Padre, que ungiste a Cristo como sacerdote, rey y profeta, haz que él nos encuentre como sacrificio agradable a tus ojos, servidores fieles, discípulos atentos, ti. R.
— Padre, que quisiste que Cristo fuera para nosotros un maestro manso y humilde de corazón, haz que con docilidad aprendamos de él la mansedumbre y la bondad. R.
— Padre, que por la sangre de la cruz de Cristo reconciliaste contigo todos los seres, haz que trabajemos por la concordia y la paz. R.
— Padre, que en el sublime designio de tu providencia quisiste que nuestro Salvador fuera colgado de un madero, para que destruyera el poder de la muerte y del infierno, haz que nos unamos a su muerte para tener parte en su resurrección. R.
Sigue la oración de bendición, como se indica más adelante.
1106. Cuando no se dicen las preces, antes de la oración de bendición, el celebrante con estas palabras u otras semejantes invita a todos a orar, implorando la ayuda divina:
Oremos, queridos hermanos, a Dios, Padre todopoderoso, para que, al recordar el misterio de Cristo, alcancemos los beneficios de nuestra salvación.
Y, según las circunstancias, todos oran durante algún tiempo en silencio.
Oración de bendición
1107. El celebrante, con las manos extendidas, dice la oración de bendición:
Te bendecimos, Padre,
amigo entrañable del género humano,
porque enviaste al mundo a tu Palabra,
para que, encarnándose en la Virgen purísima,
fuera nuestro salvador y nuestro hermano primogénito,
en todo igual a nosotros, menos en el pecado.
En Cristo nos diste el supremo modelo de santidad;
la Iglesia lo venera en su infancia
y, cuando lo mira como débil niño en la cuna,
lo adora como Dios todopoderoso;
cuando contempla su rostro,
ve en él la expresión de tu bondad,
y cuando recibe de su boca las palabras de vida,
se llena de tu sabiduría;
al sondear lo profundo del amor de su corazón,
ella misma se abrasa en aquel fuego del Espíritu
que él derramó para hacernos renacer a una vida nueva;
cuando lo mira enrojecido por su sangre divina,
venera esta sangre preciosa,
con la que ella misma ha quedado purificada;
y, al exultar por la resurrección de Cristo,
participa y experimenta de antemano la gloria de su Esposo.
A ti, pues, Señor, te pedimos humildemente
que tus hijos, al venerar esta imagen de Cristo,
tengan los sentimientos propios de Cristo Jesús
y, ya que son imagen del hombre terreno,
sean un día también imagen del hombre celestial.
Que tu Hijo sea para ellos, Padre,
el camino por el que vayan hacia ti;
la verdad que ilumine sus corazones,
la vida de que se alimenten y vivan;
que él sea para ellos l
a luz que disipe las tinieblas del camino,
la piedra en la que descansen al fatigarse,
la puerta por la que sean admitidos en la nueva Jerusalén.
Él que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
1108. O bien:
Oh Dios, tú habitas en una luz inaccesible
y nos has amado tanto
que, siendo invisible, te nos has hecho visible en Cristo;
mira con bondad a estos hijos tuyos,
que han dado forma a esta efigie de tu Hijo,
y haz que al venerarla se vayan transformando
en la realidad que esta imagen representa.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
1109. Después de la oración de bendición, el celebrante pone incienso e inciensa la imagen, mientras se canta una antífona, un himno o un salmo que tengan relación con el misterio de Cristo representado en la imagen, u otro canto adecuado.
Conclusión del rito
1110. El celebrante bendice al pueblo, con las manos extendidas sobre él diciendo:
La paz de Dios, que sobrepasa todo juicio,
custodie vuestros corazones y vuestros pensamientos
en el conocimiento y el amor de Dios
y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo ✠ y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
R. Amén.
1111. Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado.
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