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jueves, 23 de abril de 2020

Bendición de las estaciones del vía crucis.

Bendicional, 31 de mayo de 1984 (ed. española 19-marzo-2020)

Tercera parte. Bendiciones de las cosas que en las iglesias se destinan al uso litúrgico o a las prácticas de devoción.

CAPÍTULO XL
BENDICIÓN DE LAS ESTACIONES DEL VÍA CRUCIS

1279. Cuando en una iglesia u oratorio se erigen las estaciones del vía crucis, conviene que la bendición y erección se haga con la celebración instituida para este fin, y que esta celebración la realice el rector de la iglesia u otro presbítero, con participación del pueblo, y de tal manera que dicha celebración preceda inmediatamente al piadoso ejercicio del vía crucis. Si las estaciones del vía crucis están ya colocadas en la iglesia que se ha de dedicar o bendecir, no necesitan ningún rito especial de erección.

1280. Las imágenes de las estaciones con las cruces, o las cruces solas, se dispondrán adecuadamente a la vista de los fieles o estarán ya colocadas en su lugar propio.

1281. Con el fin de acomodar la celebración a las circunstancias del lugar y de los presentes, pueden adaptarse algunos de los elementos de este rito, respetando siempre la estructura de la celebración y sus elementos principales.

RITO DE LA BENDICIÓN

Ritos iniciales

1282. Reunida la comunidad, puede cantarse el himno Vexilla Regís prodeunt u otro canto adecuado.

1283. Terminado el canto, el celebrante dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:
Amén.

1284. Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:
Jesús, el Señor, 
que murió por nosotros 
y nos redimió por su misterio pascual, 
esté con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura.

Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.

1285. El celebrante dispone a los presentes para la bendición y para realizar el piadoso ejercicio, con estas palabras u otras semejantes:

Dios misericordioso ha salvado a los hombres por la muerte y resurrección de su Hijo. Él se anonadó a sí mismo y tomó la condición de esclavo, rebajándose hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. 

Al recordar este inmenso amor de Cristo, nos sentimos movidos a recorrer con la mente y el corazón el camino de la cruz, llenos de agradecimiento, hacia el Señor, que murió por nosotros en la cruz, y con el propósito de morir también nosotros al pecado y andar en una vida nueva.

Lectura de la Palabra de Dios

1286. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee un texto de la Sagrada Escritura, seleccionado principalmente entre los que propone el Leccionario del Misal romano para las Misas del misterio de la santa Cruz (1) o los que se proponen a continuación.

Cristo padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo 1 Pe 2, 19-25
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pedro.

Queridos hermanos: Esto es realmente una gracia: que, por consideración a Dios, se soporte el dolor de sufrir injustamente. Porque ¿qué mérito tiene que aguantéis cuando  os pegan por portaros mal? En cambio, que aguantéis cuando sufrís por hacer el bien, eso es una gracia de parte de Dios. Pues para esto habéis sido llamados, porque también Cristo padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca. Él no devolvía el insulto cuando lo insultaban; sufriendo no profería amenazas; sino que se entregaba al que juzga rectamente. Él llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta el leño, para que, muertos a los pecados, vivamos para la justicia. Con sus heridas fuisteis curados. Pues andabais errantes como ovejas, pero ahora os habéis convertido al pastor y guardián de vuestras almas.

Palabra de Dios.

(1) Cf. Missale romanum. Ordo Lectionum Missae, 969-975.

1287. Pueden también leerse: 

Cristo sufrió según la carne, también vosotros armaos de la misma mentalidad 1 Pe 3, 18—4, 2
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pedro.

Queridos hermanos:
Cristo sufrió su pasión, de una vez para siempre, por los pecados, el justo por los injustos, para conduciros a Dios. Muerto en la carne pero vivificado en el Espíritu; en el espíritu fue a predicar incluso a los espíritus en prisión, a los desobedientes en otro tiempo, cuando la paciencia de Dios aguardaba, en los días de Noé, a que se construyera el arca, para que unos pocos, es decir, ocho personas, se salvaran por medio del agua. Aquello era también un símbolo del bautismo que actualmente os está salvando, que no es purificación de una mancha física, sino petición a Dios de una buena conciencia, por la resurrección de Jesucristo, el cual fue al cielo, está sentado a la derecha de Dios y tiene a su disposición ángeles, potestades y poderes. Así pues, dado que Cristo sufrió según la carne, también vosotros armaos de la misma mentalidad, porque el que sufrió según la carne ha acabado con el pecado, para vivir el resto de su vida no según las pasiones humanas, sino según la voluntad de Dios.

Palabra de Dios.

Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo Mt 5, l-12a
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.

Al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».

Palabra del Señor.

Se cumplirá en el Hijo del hombre todo lo escrito por los profetas Lc 18, 31-34
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

Jesús, tomando consigo a los Doce, les dijo: «Mirad, estamos subiendo a Jerusalén y se cumplirá en el Hijo del hombre todo lo escrito por los profetas, pues será entregado a los gentiles y será escarnecido, insultado y escupido, y después de azotarlo lo matarán, y al tercer día resucitará». Pero ellos no entendieron nada de esto, este lenguaje era misterioso para ellos y no comprendieron lo que les decía.

Palabra del Señor.

1288. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.

Salmo responsorial Sal 21, 8-9. 17-18a. 23-24 (R.: 2ab)
R. Dios mío, Dios mío, 
¿por qué me has abandonado?

V. Al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre, si tanto lo quiere». R.

V. Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R.

V. Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Los que teméis al Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel. R.

1289. O bien:

Sal 30, 2 y 6. 12-13. 15-16 (R.: Lc 23, 46)
R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

V. A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R.

V. Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil. R.

V. Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios».
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen. R.

1290. El celebrante, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes, explicándoles la lectura bíblica, para que perciban por la fe el significado de la celebración.

Preces

1291. Sigue la plegaria común. Entre las invocaciones que aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias de los presentes o del momento.

Glorifiquemos a Cristo, que nos ama y nos ha redimido con su sangre, y a él, que por nosotros murió y resucitó, démosle gracias, diciendo:
R. Con tu sangre, Señor, nos compraste para Dios.
— Tú que, al hacerte hombre, nos mostraste en la cruz el camino de salvación, haz que, unidos a tu cruz, muramos contigo para poder vivir también
contigo. R.
— Tú que mandaste a tus discípulos cargar cada día con su cruz, ayúdanos a seguirte por el camino del dolor, para que podamos un día contemplarte glorioso. R.
— Tú que, en el camino del calvario, no rechazaste la ayuda del Cirineo para que llevara tu cruz, haz que seamos generosos en sufrir contigo por el bien de la Iglesia. R.
— Tú que, caminando con la cruz a cuestas, te compadeciste de las mujeres que se lamentaban por ti y las consolaste, -haz que sepamos confortar a los hermanos con nuestro consuelo. R.
— Tú que por la sangre de tu cruz hiciste la paz con todos los seres, reúne junto a ti a todos los hombres, para que, superada toda división, formen un solo rebaño y te reconozcan como único pastor. R.
— Tú que prometiste que al ser elevado sobre la tierra atraerías a todos hacia ti, haz que todos los hombres se conviertan a tu amor. R.
— Tú que quisiste padecer en el camino de la cruz para ayudar a todos los que sufren alguna prueba, enséñanos la ciencia de la cruz, para que, compartiendo tus padecimientos, rebosemos de gozo cuando se manifieste tu gloria. R.
— Tú que desde la cruz prometiste el paraíso al ladrón crucificado contigo, asístenos en los sufrimientos de esta vida, para que, sufriendo contigo en la tierra, seamos glorificados contigo en el cielo. R.
— Tú que desde la cruz nos encomendaste a María, tu Madre, en la persona del discípulo Juan, haz que, imitándola a ella, tengamos parte en tu pasión y en tu gloria. R.

Oración de bendición

1292. El celebrante, con las manos extendidas, dice la oración de bendición:
Oh, Dios, cuyo Hijo murió y resucitó por nosotros 
para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia, 
ayuda con la gracia de tu bendición a tus fieles 
que recuerdan devotamente los misterios de su pasión, 
para que los que siguen a Cristo 
llevando con paciencia su cruz 
rebosen de gozo cuando se manifieste su gloria. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

1293. O bien:
Señor, Padre santo, 
tú dispusiste que la cruz de tu Hijo 
fuera origen de toda bendición 
y causa de todas las gracias, 
haz que, adhiriéndonos en la tierra a la pasión de Cristo, 
alcancemos el gozo eterno de la resurrección.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

1294. Después de la oración de bendición, el celebrante, según las circunstancias, pone incienso e inciensa todas las cruces o imágenes, mientras se canta la antífona:
Tu cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección alabamos y glorificamos; por el madero ha venido la alegría al mundo entero.
U otra antífona o canto adecuado, por ejemplo, La Madre piadosa estaba.

1295. Luego sigue el piadoso ejercicio del Vía Crucis, según las costumbres del lugar.

Conclusión del rito

1296. Es conveniente entonar un canto adecuado, por ejemplo, el himno Ad cenam Agni próvidi, en recuerdo de la resurrección. Después el celebrante bendice al pueblo, diciendo:
Dios, que por la muerte y resurrección de su Hijo 
se dignó redimir al género humano, 
os conceda que,
 recordando con piedad la pasión de Cristo, 
sigáis al Señor crucificado, 
y así, en el cielo, 
gocéis de su presencia gloriosa.
R. Amén.
V. Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes, 
os bendiga Dios todopoderoso, 
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
R. Amén.

1297. O bien:
La bendición de Dios, 
que por la cruz y la sangre de su Hijo 
se ha dignado redimirnos y salvarnos, 
descienda sobre vosotros.
R. Amén.
V. Él os conceda que, 
con todos los santos, 
logréis abarcar lo alto y lo profundo del amor de Cristo 
manifestado en la cruz.
R. Amén.
V. Que acoja complacido 
vuestras piadosas acciones 
y se digne atender benignamente 
nuestras peticiones.
R. Amén.
V. Y la bendición de Dios todopoderoso, 
Padre, Hijo  y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
R. Amén.

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