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miércoles, 8 de abril de 2020

Bendición con ocasión de la inauguración de un nuevo sagrario.

Bendicional, 31 de mayo de 1984 (ed. española 19-marzo-2020)

Tercera parte. Bendiciones de las cosas que en las iglesias se destinan al uso litúrgico o a las prácticas de devoción.

CAPÍTULO XXIX
BENDICIONES CON OCASIÓN DE LA INAUGURACIÓN DE UNA CÁTEDRA O UNA SEDE PRESIDENCIAL, DE UN AMBÓN, DE UN SAGRARIO O DE UNA SEDE PARA LA CELEBRACIÓN DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA

III. BENDICIÓN CON OCASIÓN DE LA INAUGURACIÓN DE UN NUEVO SAGRARIO

1022. El sagrario, donde se guarda la Eucaristía, evoca en nosotros la presencia del Señor, presencia que deriva del Sacrificio de la Misa, y nos recuerda también a los hermanos, a los que debe unirnos el amor de Cristo. La Iglesia, en efecto, en la administración de los misterios que Cristo, el Señor, le confió, originariamente reservó la Eucaristía para atender a los enfermos y moribundos. 

Este Alimento celestial, reservado en los sagrarios de las iglesias, se convirtió luego en objeto de adoración.

1023. El rito de esta bendición va unido a la celebración de la Misa. En ella, es conveniente elegir, observando las debidas normas, las lecturas y oraciones de las Misas de la Sagrada Eucaristía (1). En la homilía, después de la explicación de la Palabra de Dios, se ilustrará siempre de algún modo a los fieles sobre el significado de este rito.

16. Missale romanum, Ordo Lectionum Missae, núms. 976-981.

1024. Hecha la oración universal, el celebrante, situado cerca del sagrario que se va a bendecir, vuelto hacia la asamblea, invita a los fieles a la oración, diciendo:
Oremos.
Y, según las circunstancias, todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego dice la oración de bendición, con las manos extendidas:
Señor, Padre santo, 
que has dado a los hombres el verdadero Pan del cielo, 
dígnate bendecirnos a nosotros y a este sagrario, 
destinado a la reserva del sacramento 
del cuerpo y sangre de tu Hijo, 
y haz, con esta bendición, 
que, al adorar a Cristo aquí presente, 
nos unamos constantemente a su misterio de redención. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

1025. Luego el celebrante pone incienso e inciensa el sagrario.

1026. La Misa continúa como de costumbre, pero, después de la comunión de los fieles, se deja sobre la mesa del altar la píxide con el Santísimo Sacramento.

Dicha la Oración después de la comunión, habida cuenta de las circunstancias del lugar y de la celebración, puede organizarse, del modo acostumbrado, una procesión a través de la iglesia hacia la capilla o lugar donde se halla el sagrario que se ha bendecido.

Mientras avanza la procesión, se canta la antífona Gustad y ved qué bueno es el Señor con el salmo 33, o un canto apropiado, por ejemplo, Salve, Cuerpo verdadero, nacido de María Virgen, u otro adecuado.

Salmo responsorial Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9 (R.: 9a)

R. Gustad y ved qué bueno es el Señor.

V. Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R.

V. Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R.

V. Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor, 
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R.

V. El ángel del Señor acampa en torno a los que le temen
y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R.

1027. Cuando la procesión ha llegado al sagrario, el celebrante introduce la píxide, dejando abierta la puerta. Pone incienso e inciensa de rodillas el Santísimo Sacramento Después de un tiempo prudencial, en el que todos oran en silencio, se cierra la puerta del sagrario.

1028. Entonces, si puede hacerse cómodamente, el diácono, si lo hay, o el mismo celebrante, hace, según las circunstancias, la invitación, con estas palabras u otras semejantes:
Inclinaos para recibir la bendición.

El celebrante, con las manos extendidas sobre el pueblo, lo bendice, diciendo:
Dios omnipotente y misericordioso, 
cuyo Hijo fue su templo verdadero y vivo en la tierra, 
por el misterio de su muerte y resurrección, 
que adoráis, os bendiga y santifique.
R. Amén.
Cristo, que subió al cielo de manera visible, 
para prepararos sitio en la casa del Padre, 
y que está aquí presente, en el sacramento, 
de manera invisible, 
para perpetuar la eficacia de su sacrificio,
 os dé siempre ayuda y fortaleza.
R, Amén.
Que nuestro Señor, presente en la Eucaristía, 
cuando vengáis aquí a meditar la obra de salvación,
se convierta para todos vosotros 
en fuente inagotable de agua para la vida eterna.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, 
Padre, Hijo  y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
R. Amén.

1029. O bien, orando sobre el pueblo, el celebrante dice:
Concede a tus fieles, Señor, 
un aumento constante de fe y de gracia, 
para que, meditando asiduamente 
el amor de tu Hijo, que permanece entre nosotros, 
frecuentemos con provecho 
el memorial de nuestra salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, 
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
R. Amén.

1030. Si no hay procesión, dicha la oración después de la comunión, se deposita la píxide en el sagrario, cuya puerta permanece abierta. El celebrante pone incienso e inciensa de rodillas el santísimo sacramento.

1031. Finalmente, después de un tiempo prudencial, en el que todos oran en silencio, el celebrante cierra la puerta del sagrario y bendice al pueblo, empleando una de las fórmulas indicadas en los nn. 1028-1029.

1032. El diácono, si lo hay, o el mismo celebrante, despide al pueblo en la forma acostumbrada.

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