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domingo, 12 de abril de 2020

Bendición de una nueva puerta de la Iglesia.

Bendicional, 31 de mayo de 1984 (ed. española 19-marzo-2020)

Tercera parte. Bendiciones de las cosas que en las iglesias se destinan al uso litúrgico o a las prácticas de devoción.

CAPÍTULO XXX
BENDICIÓN DE UNA NUEVA PUERTA DE LA IGLESIA

1048. En algunas celebraciones litúrgicas, como en el bautismo, el matrimonio y las exequias, los fieles son recibidos en la puerta de la iglesia. Por ella entran también en la iglesia, en determinados días del año litúrgico, al terminar la procesión. Por esta razón resulta oportuno que la puerta de la iglesia, tanto en su estructura como en su ornato artístico, aparezca como un signo de Cristo, que dijo: «Yo soy la puerta de las ovejas» (Jn 10, 7), y como signo también de los que han recorrido el camino de la santidad, que conduce a la morada de Dios.

1049. La construcción de una nueva puerta de la iglesia puede brindar una ocasión propicia para recordar a los fieles un acontecimiento externo de cierta relevancia, pero al mismo tiempo y sobre todo para evocar en ellos el significado íntimo y profundo de todo lo que es y representa el recinto sagrado al que da acceso la puerta. De ahí que resulte oportuno dirigir a Dios una oración peculiar para cuando se celebra la bendición de las puertas de las iglesias, y con tal motivo reunir a los fieles, aprovechando así esta coyuntura para que escuchen la palabra de Dios y eleven a él sus plegarias.

1050. Este formulario puede utilizarlo el sacerdote, el cual, respetando la estructura del rito y los elementos principales de que consta, puede adaptar cada una de sus partes a las circunstancias concretas del lugar y de las personas.

RITO DE LA BENDICIÓN

Ritos iniciales

1051. Reunida la comunidad, puede entonarse ante la puerta de la iglesia un canto adecuado, por ejemplo, la antífona ¡Portones!, alzad los dinteles con el salmo 23, u otro canto adecuado.

Salmo responsorial 23 (R.: 7ab)

R. ¡Portones!, alzad los dinteles, 
que se alcen las puertas eternales.

V. Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R.

V. ¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro? R.

V. El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura con engaño.
Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación. R.

V. Esta es la generación que busca al Señor,
que busca tu rostro, Dios de Jacob. R.

V. ¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las puertas eternales:
va a entrar el Rey de la gloria. R.

V. ¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso,
el Señor valeroso en la batalla. R.

V. ¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las puertas eternales:
va a entrar el Rey de la gloria. R.

V. ¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios del universo,
él es el Rey de la gloria. R.

Terminado el canto, el celebrante dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:
Amén.

1052. Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:
La gracia y la paz estén con todos vosotros, 
en la santa Iglesia de Dios.
U otras palabras, tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura.

El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.

1053. Luego el celebrante habla brevemente a los fieles para disponer su ánimo a la celebración y explicar el significado del rito; puede hacerlo con estas palabras u otras semejantes:
Hemos venido aquí, hermanos, para bendecir la puerta de esta iglesia. Asistamos con devoción a esta ceremonia y pidamos humildemente al Señor que todos los que traspasen sus umbrales para entrar en la iglesia con el fin de escuchar la palabra de Dios y celebrar los sagrados misterios sigan con rectitud de corazón la voz de Cristo, que se proclama a sí mismo puerta de la vida eterna.

1054. Terminada la monición, el celebrante dice:
Oremos.

Y todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego el celebrante prosigue, con las manos extendidas:
Señor, Dios nuestro, 
que has querido que tu pueblo se llamara Iglesia,
haz que, reunida en tu Nombre, 
te venere, te ame, te siga y, guiada por ti, 
alcance el reino que le has prometido.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Lectura de la Palabra de Dios

1055. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee un texto de la sagrada Escritura.

Vi la ciudad santa, que descendía del cielo, de parte de Dios Ap 21, 2-3. 23-26: 
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro del Apocalipsis.

Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo. Y oí una gran voz desde el trono que decía: «He aquí la morada de Dios entre los hombres, y morará entre ellos, y ellos serán su pueblo, y el “Dios con ellos” será su Dios».
Y la ciudad no necesita del sol ni de la luna que la alumbre, pues la gloria del Señor la ilumina, y su lámpara es el Cordero. Y las naciones caminarán a su luz, y los reyes de la tierra traerán su gloria hasta ella; sus puertas no cerrarán, pues allí no habrá noche, y llevarán hasta ella la gloria y el honor de las naciones.

Palabra de Dios.

1056. Pueden también leerse:

Abrid las puertas para que entre un pueblo justo Is 26, 1-9
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del profeta Isaías.

Aquel día se cantará este canto en la tierra de Judá: «Tenemos una ciudad fuerte, ha puesto para salvarla murallas y baluartes. Abrid las puertas para que entre un pueblo justo, que observa la lealtad; su ánimo está firme y mantiene la paz, porque confía en ti. Confiad siempre en el Señor, porque el Señor es la Roca perpetua. Doblegó a los habitantes de la altura, a la ciudad elevada; la abatirá, la abatirá hasta el suelo, hasta tocar el polvo. La pisarán los pies, los pies del oprimido, los pasos de los pobres». La senda del justo es recta. Tú allanas el sendero del justo; en la senda de tus juicios, Señor, te esperamos ansiando tu nombre y tu recuerdo. Mi alma te ansía de noche, mi espíritu en mi interior madruga por ti, porque tus juicios son luz de la tierra, y aprenden la justicia los habitantes del orbe.

Palabra de Dios.

Ponte a la puerta del templo y proclama allí Jer 7, 1-7
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del profeta Jeremías.

Palabra que el Señor dirigió a Jeremías: «Ponte a la puerta del templo y proclama allí lo siguiente: ¡Escucha, Judá, la palabra del Señor, los que entráis por esas puertas para adorar al Señor! Así dice el Señor del universo, Dios de Israel: “Enmendad vuestra conducta y vuestras acciones, y habitaré con vosotros en este lugar. No os creáis seguros con palabras engañosas, repitiendo: 'Es el templo del Señor, el templo del Señor, el templo del Señor'. Si enmendáis vuestra conducta y vuestras acciones, si juzgáis rectamente entre un hombre y su prójimo, si no explotáis al forastero, al huérfano y a la viuda, si no derramáis sangre inocente en este lugar, si no seguís a dioses extranjeros, para vuestro mal, entonces habitaré con vosotros en este lugar, en la tierra que di a vuestros padres, desde hace tanto tiempo y para siempre"».

Palabra de Dios.

Yo soy la puerta de las ovejas Jn 10, 1-10
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Juan

En aquel tiempo, dijo Jesús: «En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños», Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de que les hablaba. Por eso añadió Jesús: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».

Palabra del Señor.

1057. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.

Salmo responsorial Sal 117, 1 y 4. 15-16. 19-20. 22-23 (R.: 26a)
R. Bendito el que viene en nombre del Señor.

V. Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Digan los que temen al Señor:
eterna es su misericordia. R.

V. Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa». R.

V. Abridme las puertas de la salvación,
y entraré para dar gracias al Señor.
Ésta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella. R.

V. La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R.

1058. O bien:

Sal 99, 1b-2. 3. 4. 5 (R.: 2a)
R. Servid al Señor con alegría.

V. Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R.

V. Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R.

V. Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre. R.

V. «El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades». R.

1059. El celebrante, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes, explicándoles la lectura bíblica, para que perciban por la fe el significado de la celebración.

Preces

1060. Si se estima oportuno, antes de la oración de bendición puede hacerse la plegaria común. Entre las invocaciones que aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias del momento.

V. Nosotros, que somos como piedras vivas edificadas sobre Cristo, piedra escogida, invoquémoslo en favor de su amada Iglesia y proclamemos nuestra fe firme en ella, diciendo:
R. Aquí está la casa de Dios y la puerta del cielo.
— Jesús, Señor, que eres el Pastor eterno y la puerta de las ovejas, amplía, congrega y protege tu grey. R.
— Jesús, Señor, que edificaste tu casa sobre roca, consolida a tu Iglesia en una fe firme y confiada. R.
— Jesús, Señor, de cuyo costado salió sangre y agua, renueva a tu Iglesia con los sacramentos de la alianza nueva y eterna. R.
— Jesús, Señor, presente en medio de los que se reúnen en tu Nombre, escucha la oración unánime de tu Iglesia. R.
— Jesús, Señor, que, con el Padre y el Espíritu Santo, haces morada en los que te aman, lleva a tu Iglesia a su perfección por el amor. R.
— Jesús, Señor, que nunca echas afuera a los que vienen a ti, recibe a todos los pecadores en la casa de tu Padre. R.

Sigue la oración de bendición, como se indica más adelante.

1061. Cuando no se dicen las preces, antes de la oración de bendición, el celebrante, con estas palabras u otras semejantes, invita a los fieles a orar, diciendo:
Queridos hermanos, hemos venido aquí con alegría, para inaugurar con la bendición divina la nueva puerta de esta iglesia. Invoquemos humildemente a Dios, pidiéndole que nos asista con su gracia.

Y, según las circunstancias, todos oran durante algún tiempo en silencio.

Oración de bendición

1062. El celebrante, con las manos extendidas, dice la oración de bendición: 
Te bendecimos, Señor, Padre santo, 
que enviaste a tu Hijo a este mundo
para reunir, con la efusión de su sangre, 
a los hombres, 
dispersos por la fuerza disgregadora del pecado, 
y para que fuera el Pastor y la Puerta 
de los que están agrupados en un solo redil, 
de manera que quien entre por ella se salvará, 
y podrá entrar y salir y encontrará pastos. 
Te suplicamos, Señor, 
que tus fieles, al entrar por esta puerta, 
por medio de Jesucristo, tu Hijo, 
puedan acercarse a ti, Padre, con un mismo Espíritu, 
y, al acudir a tu iglesia, 
confiados, por la fe en Cristo, 
manteniéndose constantes en la enseñanza de los apóstoles,
 en la comunión de la fracción del pan 
y en las oraciones, 
crezcan siempre para edificación de la Jerusalén celeste.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

1063. Después de la oración de bendición, el celebrante, según las circunstancias, rocía la puerta con agua bendita, pone incienso y la inciensa.

Conclusión del rito

1064. Luego el celebrante bendice al pueblo, diciendo, con las manos extendidas sobre los fieles:
Dios, Señor de cielo y tierra, 
que ha querido hoy reuniros 
para la bendición de esta puerta, 
os conceda también 
que entréis por sus puertas con acción de gracias, 
por sus atrios con himnos, 
y alcancéis así la herencia de la felicidad eterna.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo, 
descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
R. Amén.

1065. Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado.

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