Entrada destacada

Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

miércoles, 1 de abril de 2020

Bendición en la presentación de los nuevos frutos.


Bendicional, 31 de mayo de 1984 (ed. española 19-marzo-2020)

Segunda parte. Bendiciones que atañen a las construcciones y a las diversas actividades de los cristianos.

CAPÍTULO XXVI
BENDICIÓN EN LA PRESENTACIÓN DE LOS NUEVOS FRUTOS

865. Es digna de conservarse, por lo que tiene de significativa, la costumbre de presentar los nuevos frutos, con el fin de bendecir a Dios por ellos. En efecto, dicha costumbre, no sólo nos recuerda la obligación de dar gracias a Dios por todos sus beneficios, sino que también perpetúa una tradición de la que nos habla ya el antiguo Testamento.

866. Este rito pueden utilizarlo el sacerdote, el diácono, y también el laico, con los ritos y fórmulas previstos para él.

867. Con el fin de acomodar la celebración a las circunstancias del lugar y de las personas, pueden adaptarse algunos de los elementos de este rito, respetando siempre la estructura de la celebración y sus elementos principales.

RITO DE LA BENDICIÓN

Ritos iniciales

868. Reunida la comunidad, puede entonar un canto adecuado, terminado el cual, el ministro dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:
Amén.

869. Luego el ministro, si es sacerdote o diácono, saluda a los presentes, diciendo:
El Dios Altísimo, que creó el cielo y la tierra, 
esté con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura.

Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.
__________________________________
870. Si el ministro es laico, saluda a los presentes, diciendo:
Ensalcemos con himnos por los siglos 
al Dios providentísimo 
que nos da el alimento sacado de la tierra.
R. Amén.
_________________________________

871. El ministro dispone a los presentes a recibir la bendición, con estas palabras u otras semejantes:

La Iglesia ofrece el sacrificio eucarístico principalmente para dar gracias por los beneficios recibidos de Dios, y prolonga también a las diversas horas del día las alabanzas tributadas en la celebración de la Eucaristía, enseñándonos así que hemos de permanecer siempre en una continua acción de gracias. Bendigamos, pues, al Señor, que una vez más nos concede en estos nuevos frutos los bienes de la tierra. Y, así como Abel ofrecía a Dios las primicias de la tierra, así también nosotros hemos de aprender a compartir los dones de Dios con los hermanos necesitados, para comportarnos como verdaderos hijos del Padre de quien proceden todos los bienes en beneficio de todos.

Lectura de la Palabra de Dios

872. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo ministro, lee un texto de la Sagrada Escritura.

Dios os dio comida y alegría en abundancia Hch 14, 15b-17: 
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de los Hechos de los apóstoles.

Dios hizo el cielo, la tierra y el mar y todo lo que contienen. En las generaciones pasadas, permitió que cada pueblo anduviera por su camino; aunque no ha dejado de dar testimonio de sí mismo con sus beneficios, mandándoos desde el cielo la lluvia y las cosechas a sus tiempos, dándoos comida y alegría en abundancia.

Palabra de Dios.

873. Pueden también leerse: 

Bendito el fruto de tu suelo Dt 27, 1a; 28, 1-12b
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro del Deuteronomio.

Moisés y los ancianos de Israel mandaron al pueblo:
«Si escuchas de verdad la voz del Señor, tu Dios, observando y cumpliendo todos los preceptos que yo te mando hoy, el Señor, tu Dios, te elevará por encima de todas las naciones de la tierra, y vendrán sobre ti y te alcanzarán, por haber escuchado la voz del Señor, tu Dios, todas estas bendiciones: Bendito serás en la ciudad y bendito serás en el campo. Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu suelo y el fruto de tu ganado, el parto de tus vacas y las crías de tu rebaño. Bendita tu cesta y tu artesa. Bendito serás cuando entres y bendito serás cuando salgas. El Señor te entregará derrotados a los enemigos que se alcen contra ti: vendrán contra ti por un camino y por siete caminos huirán ante ti. El Señor mandará la bendición sobre ti, en tus graneros y en tus empresas, y te bendecirá en la tierra que el Señor, tu Dios, te da. El Señor te constituirá su pueblo santo, como te ha jurado, si observas los preceptos del Señor, tu Dios, y sigues sus caminos. Y todos los pueblos de la tierra verán que el nombre del Señor es invocado sobre ti y te temerán. El Señor te colmará de bienes con el fruto de tu vientre, con el fruto de tu ganado y con el fruto de tu suelo, en la tierra que el Señor juró a tus padres que te daría. El Señor te abrirá su rico tesoro, el cielo, dando a su tiempo la lluvia de la tierra y bendiciendo todas tus tareas».

Palabra de Dios.

Se llenarán las eras de grano Jl 2, 21-24. 26-27
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del profeta Joel.

No temas, tierra; goza y alégrate, porque el Señor se engrandece por su acción. No temáis fieras del campo pues florecen las dehesas, y los árboles dan su producto, la higuera y la viña dan su fruto. Hijos de Sion, gozaos y alegraos en el Señor vuestro Dios, pues os da la lluvia temprana en su momento, y os envía el agua: la temprana y la de primavera en el primer mes. Se llenarán las eras de grano, los lagares rebosarán de mosto y aceite.
Comeréis y os hartaréis, y alabaréis el nombre del Señor vuestro Dios, que actuó con vosotros con tantas maravillas. Y mi pueblo no tendrá que avergonzarse nunca más. Reconoceréis que yo estoy en medio de Israel, que yo soy el Señor vuestro Dios y que no hay otro. Y mi pueblo no tendrá que avergonzarse nunca más.

Palabra de Dios.

A los ricos ordénales que no pongan su esperanza en la incertidumbre de la riqueza 1 Tim 6, 6-11. 17-19
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a Timoteo.

Querido hermano: La piedad es una gran ganancia para quien se contenta con lo suficiente. Pues nada hemos traído al mundo, como tampoco podemos llevarnos nada de él. Teniendo alimentos y con qué cubrimos, contentémonos con esto. Los que quieren enriquecerse sucumben a la tentación, se enredan en un lazo y son presa de muchos deseos absurdos y nocivos, que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. Porque el amor al dinero es la raíz de todos los males, y algunos, arrastrados por él, se han apartado de la fe y se han acarreado muchos sufrimientos. Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de estas cosas. Busca la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.
A los ricos de este mundo ordénales que no sean altaneros ni pongan su esperanza en la incertidumbre de la riqueza, sino en Dios que nos provee de todo en abundancia para que lo disfrutemos; que hagan el bien, sean ricos en buenas obras, generosos y dispuestos a compartir; y así atesorarán un excelente fondo para el porvenir y alcanzarán aquella en que es realmente la vida verdadera.

Palabra de Dios.

Aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes Lc 12, 15-21
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según San Lucas.

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes». Y les propuso una parábola: «Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose: "¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha". Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente" Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?". Así es el que atesora para sí y no es rico ante Dios».

Palabra del Señor.

874. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.

Salmo responsorial Sal 66, 2-3. 5. 7-8 (R.: 7)
R. La tierra ha dado su fruto, 
nos bendice el Señor, nuestro Dios.

V. Que Dios tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R.

V. Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
y gobiernas las naciones de la tierra. R.

V. La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
todos los confines de la tierra. R.

875. O bien:

Sal 125, 4-5. 6 (R.: 3a)
R. El Señor ha estado grande con nosotros.

V. Recoge, Señor, a nuestros cautivos
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares. R.

V. Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. R.

Sal 146, 7. 8-9. 10-11 (R.: 5)
R. Nuestro Señor es grande y poderoso, 
su sabiduría no tiene medida.

V. Entonad la acción de gracias al Señor,
tocad la cítara para nuestro Dios. R.

V. Cubre el cielo de nubes,
preparando la lluvia para la tierra;
hace brotar hierba en los montes,
para los que sirven al hombre;
da su alimento al ganado
y a las crías de cuervo que graznan. R.

V. No aprecia el vigor de los caballos,
no estima los jarretes del hombre:
el Señor aprecia a los que lo temen,
que confían en su misericordia. R.

876. El ministro, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes, explicándoles la lectura bíblica, para que perciban por la fe el significado de la celebración.

Preces

877. Si se estima oportuno, antes de la oración de bendición puede hacerse la plegaria común. Entre las invocaciones que aquí se proponen, el ministro puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias del momento.

V. Al pedir al Señor su bendición, con acción de gracias por el trabajo de nuestras manos, no olvidemos que en nuestra vida hemos de dar frutos de justicia. Presentemos, pues, a Dios nuestras súplicas, diciendo:
R. Mira, Señor, el fruto de nuestro trabajo.
Dios providentísimo, que con paternal precisión nos das el alimento cosechado de la tierra, haz que estos frutos que hemos recolectado con el sudor de nuestra frente sirvan para sustento de nuestra vida y para el desarrollo de nuestra persona. R.
 Tú que por medio de Jesucristo, tu Hijo, nos has llenado de frutos de justicia, concédenos que, permaneciendo en él, participemos de su plenitud de
vida y demos fruto abundante. R.
 Tú que, en la Eucaristía, te sirves del pan y del vino, fruto de nuestro trabajo, como signos del Sacramento de nuestra fe, concédenos que estos dones que en la mesa de tu Hijo separamos para ti alimenten la vida de la Iglesia. R.
 Tú que deseas que tus hijos participen por igual de todos los bienes, haz que los necesitados puedan gozar de una vida sin angustias ni preocupaciones y vivan entregados a tu alabanza. R.

Sigue la oración de bendición, como se indica más adelante.

878. Cuando no se dicen las preces, antes de la oración de bendición, el ministro dice:
Oremos.

Y, según las circunstancias, todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego dice la oración de bendición.

Oración de bendición

879. El ministro, si es sacerdote o diácono, con las manos extendidas; si es laico, con las manos juntas, dice la oración de bendición:
Dios y Señor nuestro, Creador de todas las cosas, 
que, con el rocío del cielo y la fertilidad de la tierra, 
nos concedes cosechas abundantes, 
te damos gracias por los frutos que hemos recolectado, 
y, ya que por estos dones, recibidos de tu generosidad, 
has cumplido los deseos de tus fieles,
concédenos alabarte sin cesar por tu misericordia, 
y que el disfrute de estos bienes temporales 
nos anime a buscar con más interés los eternos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

880. O bien:
Imploramos tu bondad, Dios todopoderoso, 
para que multipliques tus bendiciones 
sobre los frutos de la tierra, 
distribuyendo oportunamente los vientos y las lluvias; 
que tu pueblo pueda darte gracias siempre por tus dones, 
los hambrientos se sacien de tus bienes 
y los pobres y necesitados, 
gracias a la fertilidad de la tierra, 
puedan alabar la gloria de tu Nombre. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Conclusión del rito

881. El ministro concluye el rito, diciendo, de cara a los presentes:
Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo, 
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
R. Amén.

882. Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No publico comentarios anónimos.