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martes, 28 de abril de 2020

Bendición de los rosarios.

Bendicional, 31 de mayo de 1984 (ed. española 19-marzo-2020)

Cuarta parte. Bendición de ciertos objetos de devoción del pueblo cristiano.

CAPÍTULO XLIV
BENDICIÓN DE ROSARIOS

1368. La bendición de varios rosarios es aconsejable hacerla en una celebración que preceda inmediatamente a la piadosa recitación del rosario con participación del pueblo.

1369. También es conveniente que el rito para la celebración en común se utilice en las fiestas y memorias de la santísima Virgen, o con motivo de alguna piadosa peregrinación. Los rosarios pueden bendecirse junto con otros objetos de devoción, según el rito descrito más adelante.

1370. Este rito pueden utilizarlo el sacerdote y el diácono, los cuales, respetando su estructura y elementos principales, adaptarán la celebración a las circunstancias del momento y de las personas.

1371. Si se trata de bendecir un solo rosario o unos pocos rosarios, el ministro puede emplear el Rito breve descrito al final de este capítulo, núms. 1388-1392, o, en determinadas circunstancias, sólo la fórmula breve indicada en el núm. 1393.

I. RITO DE LA BENDICIÓN

RITOS INICIALES

1372. Reunido el pueblo, el celebrante se dirige hacia él, mientras se canta oportunamente el himno Te gestientem gaudiis («Rezar el santo Rosario») (1) u otro canto adecuado.

1 Cf. Liturgia de las Horas, en la memoria de Nuestra Señora, la Virgen del Rosario, 7 de octubre, Laudes.

1373. Terminado el canto, el celebrante dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:
Amén.

1374. Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:
La gracia y la paz de Dios, nuestro Padre,
de quien, por el Hijo nacido de la Virgen,
procede todo bien,
estén con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura. 

Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.

1375. El celebrante dispone a los presentes para la celebración de la bendición, con estas palabras u otras semejantes:

La Santísima Virgen, predestinada desde toda la eternidad, junto con la encarnación del Verbo Divino, para ser Madre de Dios, fue aquí en la tierra la santa Madre del Redentor y cooperó de un modo singular a su obra.

Esta disposición de la Divina Providencia es puesta de relieve, de manera muy apropiada y admirable, en aquella forma de oración que se llama el rosario; por esto, los pastores de la Iglesia han tenido siempre en gran aprecio y han recomendado vivamente el rezo del rosario. Con razón, pues, la Iglesia concede una especial bendición a los rosarios y a los que, rezando el rosario, recuerdan y meditan los misterios de nuestra redención, para que, con María y por medio de María, Dios reciba nuestra alabanza.

Lectura de la Palabra de Dios

1376. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee un texto de la Sagrada Escritura, seleccionado principalmente entre los que propone el Leccionario del Misal Romano en el Común de santa María Virgen (2), o bien entre los que se proponen a continuación.

2 Cf. Missale romanum, Ordo Lectionum Missae, núms. 707-712.

La madre de Jesús conservaba todo esto en su corazón Lc 2, 46-52: 
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

A los tres días, María y José encontraron al niño Jesús en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados». Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron lo que les dijo. Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.

Palabra del Señor.

1377. O bien:

Todos perseveraban unánimes en la oración, junto con María, la madre de Jesús Hch 1, 12-14: 
Escuchad ahora, hermanos, las palabras de los Hechos de los apóstoles.

Después de que Jesús fue levantado al cielo, los apóstoles volvieron a Jerusalén, desde el monte que llaman de los Olivos, que dista de Jerusalén lo que se permite caminar en sábado. Cuando llegaron, subieron a la sala superior, donde se alojaban: Pedro y Juan y Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago el de Alfeo y Simón el Zelotes y Judas el de Santiago. Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y María, la madre de Jesús, y con sus hermanos.

Palabra de Dios.

1378. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.

Salmo responsorial Lc 1, 46-47. 48-49. 50-51. 52-53. 54-55 (R.: 49)
R. El Poderoso ha hecho obras grandes en mí: 
su nombre es santo.

V. Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador. R.

V. Ha mirado la humildad de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:
su nombre es santo. R.

V. Su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón. R.

V. Derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos. R.

V. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre. R.

1379. O bien:

Sal 112, 1b-2. 3-4. 5-6. 7-8 (R.: cf. 2)
R. Bendito sea el nombre del Señor por siempre.

V. Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre. R.

V. De la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos. R.

V. ¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que habita en las alturas
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra? R.

V. Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo. R.

1380. El celebrante, según las circunstancias, exhorta brevemente a los presentes, explicándoles la lectura bíblica, para que los fieles perciban por la fe el significado de la celebración y aprendan más fácilmente la manera de rezar el rosario con piedad y provecho.

Preces

1381. Si se estima oportuno, antes de la oración de bendición puede hacerse la plegaria común. Entre las intercesiones que aquí se proponen, el celebrante puede seleccionar las que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias de los presentes o del momento.

V. Ya que con razón el rosario es considerado como una señal particular de nuestra devoción a la Virgen María, por intercesión de la misma Virgen, invoquemos al Señor, diciendo:
R. Haz, Señor, que, por María, nos unamos más íntimamente a Cristo.
— Padre clementísimo, que elegiste a María, por la aceptación de tu palabra, como colaboradora en la obra de la redención, haz que tu Iglesia, por intercesión de la misma Virgen santísima, reciba con abundancia los efectos de la redención. R.
— Tú que, al unir tan estrechamente a la Virgen María con Cristo, tu Hijo, la colmaste admirablemente con la plenitud de la gracia, haz que la sintamos siempre como intercesora de la gracia. R.
— Tú que en la Virgen María has querido darnos un modelo perfecto de seguimiento de Cristo, haz que nos esforcemos por reproducir en nuestra vida los misterios de la salvación que en el rosario piadosamente recordamos. R.
— Tú que enseñaste a la Virgen María a conservar en su corazón todas tus palabras, haz que, a imitación suya, recibamos con fe y practiquemos las
palabras de tu Hijo. R.
— Tú que diste el Espíritu Santo a los apóstoles cuando estaban orando con María, la madre de Jesús, concédenos que, dedicados a la oración, así como vivimos por el Espíritu, marchemos tras el Espíritu. R.

El celebrante dice la oración de bendición, como se indica más adelante.

1382. Cuando no se dicen las preces, antes de la oración de bendición el celebrante dice:
Oremos.

Y todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego el celebrante dice la oración de bendición.

Oración de bendición

1383. El celebrante, con las manos extendidas, dice:
Bendito sea Dios, Padre nuestro, 
que nos concede recordar 
y celebrar con fe 
los misterios de su Hijo. 
Él nos dé su gracia, 
para que, sostenidos por la piadosa súplica del rosario, 
nos esforcemos por meditar 
y conservar continuamente en nuestro corazón 
los gozos, los dolores y la gloria de Jesús, 
junto con María, su madre.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

1384. O bien:
Te pedimos, Dios todopoderoso, 
que tus fieles, al recitar devotamente el rosario, 
imploren confiadamente la protección de la Virgen María 
y, meditando asiduamente los misterios de Jesucristo, 
los reproduzcan en su vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

1385. O bien:
Dios todopoderoso y lleno de misericordia, 
que, por el gran amor que nos tienes, 
quisiste que tu Hijo se hiciera hombre 
en el seno de la Virgen María, 
por obra del Espíritu Santo, 
que sufriera la muerte de cruz 
y que resucitara de entre los muertos, 
dígnate bendecir a todos los que hagan uso de estos rosarios 
en honor de la Madre de tu Hijo, 
orando con los labios y el corazón, 
para que aumente su devoción 
y, en la hora de su muerte, 
la misma Virgen María los lleve a tu presencia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

1386. Luego sigue la piadosa recitación del rosario, según las costumbres del lugar.

Conclusión del rito

1387. Después del canto de una antífona, por ejemplo, Dios te salve, Reina y Madre, u otro canto adecuado, el celebrante concluye el rito, diciendo:
Dios, que, por medio de santa María Virgen, 
ha llenado el mundo de alegría, 
se digne colmaros de su bendición.
R. Amén.
V. Y a todos vosotros, que estáis aquí presentes, 
os bendiga Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
R. Amén.

II. RITO BREVE

1388. Al comienzo, el celebrante dice:
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
R. Y danos tu salvación.

1389. El celebrante dispone a los presentes para la celebración de la bendición, según las circunstancias.

1390. Uno de los presentes, o el mismo celebrante, lee algún texto de la Sagrada Escritura.

Lc 2, 51b-52: La madre de Jesús conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.

Hch 1, 14: Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y María, la madre de Jesús, y con sus hermanos.

1391. Luego el celebrante dice, con las manos extendidas:
Bendito sea Dios, Padre nuestro, 
que nos concede recordar 
y celebrar con fe los misterios de su Hijo. 
Él nos dé su gracia, 
para que, sostenidos por la piadosa súplica del rosario, 
nos esforcemos por meditar 
y conservar continuamente en nuestro corazón 
los gozos, los dolores y la gloria de Jesús, 
junto con María, su madre.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

1392. O bien:
En memoria de los misterios 
de la vida, muerte y resurrección de nuestro Señor, 
para honra de la Virgen María, 
Madre de Cristo y de la Iglesia, 
sea bendecida la persona 
que ore devotamente con este rosario: 
en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R. Amén.
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Fórmula breve

1393. En determinadas circunstancias, el sacerdote o el diácono puede emplear la siguiente fórmula breve:
En el nombre del Padre, 
y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R. Amén.
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