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domingo, 26 de abril de 2020

Bendición de bebidas, comestibles u otras cosas por motivos de devoción.

Bendicional, 31 de mayo de 1984 (ed. española 19-marzo-2020)

Cuarta parte. Bendición de ciertos objetos de devoción del pueblo cristiano.

CAPÍTULO XLII
BENDICIÓN DE BEBIDAS, COMESTIBLES U OTRAS COSAS POR MOTIVOS DE DEVOCIÓN

1322. En algunos lugares es costumbre realizar algunos especiales ritos de bendición, por ejemplo, del agua, del pan, del vino, del aceite, de otros comestibles o de otras cosas que los fieles, a veces, por motivos de devoción, llevan a bendecir, ya sea con ocasión de alguna fiesta o de algún tiempo del año , ya sea en honor de santa María Virgen o de los santos. 

En la celebración de estas bendiciones, el pastor de almas ha de procurar que los fieles tengan un conocimiento exacto del auténtico significado del rito. El celebrante, en la monición o en la alocución, tendrá presente, en cuanto sea posible, aquellas tradiciones y narraciones de la vida de los santos que, si se da el caso, pueden ilustrar el origen o el significado peculiar de aquella celebración realizada en honor suyo. Sin embargo, hay que respetar siempre la veracidad histórica.

1323. Para estas celebraciones realizadas en la iglesia por un sacerdote o un diácono, se recomienda la asistencia del pueblo y su participación activa.

1324. Si hay que bendecir varios comestibles a la vez, no se han de multiplicar los ritos, sino que se bendecirán todos con un mismo rito, empleando la fórmula correspondiente.

1325. Con el fin de acomodar la celebración a las circunstancias del lugar y de las personas, pueden adaptarse algunos de los elementos de este rito, respetando siempre la estructura de la celebración y sus elementos principales.

1326. Estas bendiciones pueden celebrarse dentro de la Misa únicamente en las fiestas de santa María Virgen y de los santos, donde esté en vigor la tradición popular y los fieles acostumbren asistir a la Misa, empleando para ello el rito indicado más adelante, núms. 1341-1345. Cuando la bendición se celebra dentro de la Misa, sólo puede hacerse una vez al día.

I. RITO DE LA BENDICIÓN FUERA DE LA MISA

Ritos iniciales

1327. Reunido el pueblo, se canta oportunamente un himno o una antífona adecuada. Terminado el canto, el celebrante dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos se santiguan y responden:
Amén.

1328. Luego el celebrante saluda a los presentes, diciendo:
Dios, que nos eligió para que fuésemos santos, 
esté con todos vosotros.
U otras palabras adecuadas, tomadas preferentemente de la Sagrada Escritura.

Todos responden:
Y con tu espíritu.
O de otro modo adecuado.

1329. El celebrante dispone a los presentes para la celebración de la bendición, con estas palabras u otras semejantes:

Dios, que en todas partes manifiesta su poder y su bondad, encomienda a su Iglesia la bendición de determinados elementos, por humildes que sean, para que todos los que los usen piadosamente (invocando el nombre de la Santísima Virgen María o de los santos) se sientan atraídos hacia los bienes invisibles y bendigan a Dios, el único que hace maravillas, porque es también admirable en sus santos.

Lectura de la Palabra de Dios

1330. Luego el lector, uno de los presentes o el mismo celebrante, lee el texto de la Sagrada Escritura aquí propuesto, u otro tomado oportunamente del Leccionario. También puede emplearse algún texto seleccionado entre los que se proponen a continuación.

Pedid y se os dará Mt 7, 7-11
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide, recibe, quien busca, encuentra y al que llama, se le abre. Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le va a dar una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden!».

Palabra del Señor.

1331. Pueden también leerse: 

A) Para la bendición del agua:

Danos agua que beber Ex 17, 1-7
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro del Éxodo.

En aquellos días, toda la comunidad de los hijos de Israel se marchó del desierto de Sin, por etapas, según la orden del Señor, y acampo en Refidín, donde el pueblo no encontró agua que beber. El pueblo se querelló contra Moisés y dijo: «Danos agua que beber». Él les respondió: «¿Por qué os querelláis contra mí?, ¿por qué tentáis al Señor?». Pero el pueblo, sediento, murmuró contra Moisés, diciendo: «¿Por qué nos has sacado de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?». Clamó Moisés al Señor y dijo: «¿Qué puedo hacer con este pueblo? Por poco me apedrean». Respondió el Señor a Moisés: «Pasa al frente del pueblo y toma contigo algunos de los ancianos de Israel; empuña el bastón con el que golpeaste el Nilo y marcha. Yo estaré allí ante ti, junto a la roca de Horeb. Golpea la roca, y saldrá agua para que beba el pueblo». Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel. Y llamó a aquel lugar Masa y Meribá, a causa de la querella de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo: «¿Está el Señor entre nosotros o no?».

Palabra de Dios.

Yo he saneado esta agua; ya no surgirán de aquí muerte 2 Re 2, 19-22
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del segundo libro de los Reyes.

Los hombres de la ciudad dijeron al profeta Eliseo: «El emplazamiento de la ciudad es bueno, como mi señor puede apreciar, pero el agua es mala y la tierra lo aborta todo». Él les contestó: «Traedme una olla nueva y poned sal en ella». Cuando se la trajeron, salió hacia el lugar del manantial, lo roció con la sal y dijo: «Así dice el Señor: “Yo he saneado esta agua; ya no surgirán de aquí muerte o esterilidad”». Y quedó saneada el agua hasta el día de hoy, conforme a la palabra que había pronunciado Eliseo.

Palabra de Dios.

B) Para la bendición del pan:

Con la fuerza de aquel pan, caminó 1 Re 19, 3b-8
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del primer libro de los Reyes.

Elías se levantó y se fue para poner a salvo su vida. Llegó a Berseba de Judá y allí dejó a su criado. Luego anduvo por el desierto una jornada de camino, hasta que, sentándose bajo una retama, imploró la muerte diciendo: «¡Ya es demasiado, Señor! ¡Toma mi vida, pues no soy mejor que mis padres!». Se recostó y quedó dormido bajo la retama, pero un ángel lo tocó y dijo: «Levántate y come». Miró alrededor y a su cabecera había una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió, bebió y volvió a recostarse. El ángel del Señor volvió por segunda vez, lo tocó y de nuevo dijo: «Levántate y come, pues el camino que te queda es muy largo». Elías se levantó, comió, bebió y, con la fuerza de aquella comida, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios.

Palabra de Dios.

Así aprenderán tus hijos queridos Sab 16,20-21. 24-26
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro de la Sabiduría.

A tu pueblo lo alimentaste con manjar de ángeles, y les mandaste desde el cielo un pan preparado sin esfuerzo, lleno de toda delicia y grato a cualquier gusto. Este sustento revelaba a tus hijos tu dulzura, pues se adaptaba al gusto de quien lo tomaba y se convertía en lo que cada uno quería. 
Porque la creación, sirviéndote a ti, su creador, despliega su fuerza para castigar a los malvados y la modera para beneficiar a los que en ti confían. Por eso también entonces, adoptando todas las formas, estaba al servicio de tu generosidad, que a todos sustenta, según el deseo de los que te necesitan. Así aprenderán tus hijos queridos, Señor, que la variedad de frutos no alimenta al hombre, sino tu palabra, que mantiene a los que creen en ti.

Palabra de Dios.

Trabajad no por el alimento que perece Jn 6, 28-35
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Juan.

Los judíos preguntaron a Jesús: «Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?». Respondió Jesús: «La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado». Le replicaron: « ¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "Pan del cielo les dio a comer”». Jesús les replicó: «En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo». Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan». Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás». 

Palabra del Señor.

C) Para otros comestibles:

Llenad la tierra y sometedla Gen 1, 27-31a
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro del Génesis.

Creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó. Dios los bendijo; y les dijo Dios: «Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven sobre la tierra». Y dijo Dios: «Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la superficie de la tierra y todos los árboles frutales que engendran semilla: os servirán de alimento. Y la hierba verde servirá de alimento a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra y a todo ser que respira». Y así fue. Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno.

Palabra de Dios.

Todo lo que vive y se mueve os servirá de alimento Gén 9, 1-3
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro del Génesis.

Dios bendijo a Noé y a sus hijos diciéndoles: «Sed fecundos, multiplicaos y llenad la tierra. Todos los animales de la tierra y todas las aves del cielo os temerán y os respetarán; todos los reptiles del suelo y todos los peces del mar están a vuestra disposición. Todo lo que vive y se mueve os servirá de alimento: os lo entrego todo, lo mismo que los vegetales».

Palabra de Dios.

Comeréis así el cordero; es la Pascua del Señor Ex 12, 1-4. 6-8. 11
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro del Éxodo.

Dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: «Este mes será para vosotros el principal de los meses, será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de los hijos de Israel: “El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino más próximo a su casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo.
Lo guardaréis hasta el día catorce del mes y toda la asamblea de los hijos de Israel lo matará al atardecer”. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo comáis. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, y comeréis panes sin fermentar y hierbas amargas. 
Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor».

Palabra de Dios.

Pedid y se os dará Lc 11, 9-13
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?».

Palabra del Señor.

D) Para el aceite, el vino, la sal:

Esenciales para la vida humana Eclo 39, 25-35
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro del Eclesiástico.

Al principio creó bienes para los buenos, y males para los pecadores. Esenciales para la vida humana son: agua, fuego, hierro y sal, flor de harina de trigo, leche y miel, mosto, aceite y vestido. Todas estas cosas son bienes para los piadosos, mas para los pecadores se transforman en males. Hay vientos creados para castigar y en su furia refuerzan los azotes; en el momento final desencadenan su fuerza y desatan la ira de su Creador. Fuego y granizo, hambre y muerte fueron creados para castigar. Dientes de fieras, escorpiones, víboras y espada vengadora para matar a los malvados. Todos se alegran de recibir sus órdenes, están preparados para intervenir en la tierra, y llegada la ocasión no transgredirán su mandato. Por eso desde el principio estaba convencido, he reflexionado y lo he puesto por escrito: «Las obras del Señor son todas buenas, y él provee oportunamente a cualquier necesidad. No hay por qué decir: "Esto es peor que aquello", porque todo, a su tiempo, será considerado bueno. Y ahora de todo corazón ya plena voz cantad himnos y bendecid el nombre del Señor».

Palabra de Dios.

Vosotros sois la sal de la tierra Mt 5, 13-16
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre está en los cielos».

Palabra del Señor.

Ungían con aceite a muchos y los curaban Mc 6, 7-13
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Marcos.

Jesús llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y decía: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, en testimonio contra ellos». Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

Palabra del Señor.

Practicó la misericordia con él Lc 10, 30-37
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva". ¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?» Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Jesús le dijo: «Anda y haz tú lo mismo».

Palabra del Señor.

Tú has guardado el vino bueno hasta ahora Jn 2, 1-11
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Juan.

En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice: «No tienen vino». Jesús le dice: «Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora». Su madre dice a los sirvientes: «Haced lo que él os diga». Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dice: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dice: «Sacad ahora y llevadlo al mayordomo». Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo y le dice: «Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora». Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.

Palabra del Señor.

E) Para las flores (por ejemplo, rosas, lirios...):

Plantel de rosas de Jericó Eclo 24, 1a. 13-22
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del libro del Eclesiástico.

La sabiduría hace su propia alabanza. «Crecí como cedro del Líbano, como ciprés de las montañas del Hermón. Crecí como palmera de Engadí, como plantel de rosas de Jericó, como gallardo olivo en la llanura, como plátano crecí. Como cinamomo y aspálato de perfume, como mirra exquisita derramé aroma, como gálbano y ónice y estacte, como nube de incienso en la Tienda. Como terebinto extendí mis ramas, un ramaje de gloria y de gracia. Como vid lozana retoñé, y mis flores son frutos bellos y abundantes. Yo soy la madre del amor hermoso y del temor, del conocimiento y de la santa esperanza, me doy a todos mis hijos, escogidos por él desde la eternidad. Venid a mí los que me deseáis, y saciaos de mis frutos. Pues mi recuerdo es más dulce que miel, y mi heredad más dulce que los panales. Los que me comen todavía tendrán hambre, y los que me beben todavía tendrán sed. Quien me obedece no pasará vergüenza, y los que se ocupan de mí no pecarán».

Palabra de Dios.

Somos incienso de Cristo ofrecido a Dios 2 Co 2, 14-17
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Corintios.

Doy gracias a Dios, que siempre nos asocia a la victoria de Cristo y difunde por medio de nosotros en todas partes la fragancia de su conocimiento. Porque somos incienso de Cristo ofrecido a Dios, entre los que se salvan y los que se pierden; para unos, olor de muerte que mata; para los otros, olor de vida, para vida. Pero, ¿quién es capaz de esto? Por lo menos no somos como tantos otros que negocian con la palabra de Dios, sino que hablamos con sinceridad en Cristo, de parte de Dios y delante de Dios.

Palabra de Dios.

Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso Mt 6, 25-34
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No estéis agobiados por vuestra vida pensando que vais a comer, ni por vuestro cuerpo pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad los pájaros del cielo: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se arroja al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados pensando que vais a comer, o que vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada dia le basta su desgracia».

Palabra del Señor

F) Para la bendición de los cirios:

El pueblo vio una luz grande Mt 4, 13-17
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Mateo.

Dejando Nazaret, Jesús se estableció en Cafarnaún, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías: «Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló». Desde entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».

Palabra del Señor.

Luz para gloria de tu pueblo Lc 2, 27-33
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

Impulsado Simeón por el Espíritu, fue al templo. Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel». Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.

Palabra del Señor.

El Verbo era la luz verdadera Jn 1, 6-10
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Juan.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.

Palabra del Señor.

Vivid como hijos de la luz Ef 5, 8-10
Escuchad ahora, hermanos, las palabras del apóstol san Pablo a los Efesios.

Antes erais tinieblas, pero ahora, sois luz por el Señor. Vivid como hijos de la luz, pues toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz. Buscad lo que agrada al Señor.

Palabra de Dios.

1332. Según las circunstancias, se puede decir o cantar un salmo responsorial u otro canto adecuado.

Salmo responsorial Sal 103, 10-12. 13-15. 16-18. 19-21. 22-23 (R.: 24a)
R. Cuántas son tus obras, Señor.

V. De los manantiales sacas los ríos,
para que fluyan entre los montes;
en ellos beben las fieras de los campos,
el asno salvaje apaga su sed;
junto a ellos habitan las aves del cielo,
y entre las frondas se oye su canto. R.

V. Desde tu morada riegas los montes,
y la tierra se sacia de tu acción fecunda;
haces brotar hierba para los ganados,
y forraje para los que sirven al hombre.
Él saca pan de los campos,
y vino que le alegra el corazón;
y aceite que da brillo a su rostro,
y alimento que le da fuerzas. R.

V. Se llenan de savia los árboles del Señor,
los cedros del Líbano que él plantó:
allí anidan los pájaros,
en su cima pone casa la cigüeña.
Los riscos son para las cabras,
las peñas son madriguera de erizos. R.

V. Hiciste la luna con sus fases,
el sol conoce su ocaso.
Pones las tinieblas y viene la noche,
y rondan las fieras de la selva;
los cachorros del león rugen por la presa,
reclamando a Dios su comida. R.

V. Cuando brilla el sol, se retiran,
y se tumban en sus guaridas;
el hombre sale a sus faenas,
a su labranza hasta el atardecer. R.

1333. O bien:

Sal 8, 2 y 4. 5-7a. 7b-9 (R.: 10)
R. ¡Señor, Dios nuestro, 
qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

V. ¡Señor, Dios nuestro,
qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.
Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado. R.

V. ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el ser humano, para mirar por él?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad;
le diste el mando sobre las obras de tus manos. R.

V. Todo lo sometiste bajo sus pies.
Rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar
que trazan sendas por el mar. R.

Sal 22, 1b-3. 4. 5. 6 (R.: 5a)
R. Preparas una mesa ante mí, Señor.

V. El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre. R.

V. Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo: nomo
tu vara y tu cayado me sosiegan. R.

V. Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R.

V. Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R.

Sal 146, 7-8. 9-11. 12-13. 14-16 (R.: 1b)
R. Alabad al Señor, que la música es buena.

V. Entonad la acción de gracias al Señor,
tocad la cítara para nuestro Dios,
que cubre el cielo de nubes,
preparando la lluvia para la tierra;
que hace brotar hierba en los montes,
para los que sirven al hombre. R.

V. Da su alimento al ganado
y a las crías de cuervo que graznan.
No aprecia el vigor de los caballos,
no estima los jarretes del hombre: la
el Señor aprecia a los que lo temen,
que confían en su misericordia. R.

V. Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sion.
Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R.

V. Ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza. R.

1334. Después de las lecturas se hace la homilía, en la cual el celebrante explica las lecturas y el significado del rito.

Preces

1335. Antes de la oración de bendición puede hacerse la plegaria común, convenientemente adaptada a la festividad o al tiempo litúrgico.

1336. Cuando no se dicen las preces, antes de la oración de bendición el celebrante dice:
Oremos.

Y todos oran durante algún tiempo en silencio. Luego el celebrante dice la oración de bendición.

Oración de bendición

1337. El celebrante, con las manos extendidas, dice la oración de bendición:

a) Para las bebidas y comestibles
Bendito seas, Dios nuestro, 
que todo lo llenas con tu bendición; 
dígnate conceder a tus servidores que, 
al servirse con gratitud de estos bienes creados por ti, 
(en memoria y por intercesión 
de santa María Virgen / de san N.) 
(que celebramos en esta festividad
reciban con abundancia el rocío celestial de tu gracia, 
para que busquen siempre las cosas celestiales 
y progresen continuamente en la caridad. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

b) Para otras cosas
Señor Dios, 
que adornas a tu Iglesia con la rica variedad 
de las virtudes de los santos, 
muéstrate benigno para con estos servidores tuyos, 
que desean usar piadosamente 
estos signos (este signo) de tu bondad 
(en memoria y honor 
de santa María Virgen / de san N.)
para que, llenos de amor a tus mandamientos
y auxiliados en las necesidades de la vida presente, 
alcancen finalmente el don de la vida inmortal. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

O bien:
c) Principalmente para varias cosas a la vez
Dios todopoderoso, 
fuente de gracia y corona de los santos, concédenos, 
por la intercesión de la Santísima Virgen María (de san N.),
que, al servirnos de estos bienes, 
que te presentamos para que tú los bendigas, 
nos esforcemos por imitar 
esto que gustosamente celebramos,
y que podamos gozar en el cielo de la compañía 
de quienes son ahora nuestros intercesores en la tierra. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

1338. Las bebidas, comestibles u otras cosas, si existe la costumbre, pueden ser rociadas con agua bendita.

Conclusión del rito

1339. El celebrante concluye el rito, con las manos extendidas sobre los fieles, diciendo:
El Señor tenga en cuenta vuestra devoción 
y os conceda su ayuda en cada momento de la vida.
R. Amén.
V. Él os haga el don de una vida tranquila 
y os conceda la abundancia de sus bienes.
R. Amén.
V. Que con su amor os guíe y proteja aquí en la tierra 
y os haga llegar felizmente a la gloria celestial.
R. Amén.
V. Y la bendición de Dios todopoderoso, 
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
R. Amén.

1340. Es aconsejable terminar el rito con un canto adecuado.

II. RITO DE LA BENDICIÓN DENTRO DE LA MISA EN DÍA FESTIVO

1341. Después de la lectura de la Palabra de Dios se hace la homilía. En ella el sacerdote explica las lecturas bíblicas y el significado de la bendición en honor de la Santísima Virgen María o de algún santo.

1342. Sigue la oración de los fieles, en la forma acostumbrada en la celebración de la Misa; esta oración, el celebrante la concluye con la correspondiente oración de bendición, seleccionada entre las que se proponen más adelante. También puede hacerse la plegaria común en la forma que aquí se propone. El celebrante puede seleccionar las invocaciones que le parezcan más adecuadas o añadir otras más directamente relacionadas con las circunstancias de los presentes o del momento.

V. Por intercesión de la santísima Virgen María (de san N.), alabemos a Dios, diciendo:
R. Eres glorioso en tus santos, Señor.
— Padre clementísimo, que de modo admirable has revelado tu omnipotencia en la Santísima Virgen María (en san N.), haz que nosotros, ayudados por la gracia bautismal, nos vayamos convirtiendo cada vez más en hombres nuevos. R.
— Tú que, por tus santos servidores, nos concedes experimentar tu misericordia, haz que imitemos en nuestra vida lo que admiramos en la de ellos. R.
— Tú que, a través de tus santos, muestras a los hombres la santidad de la Iglesia, haz que vivamos siempre dedicados a procurar tu gloria y la salvación
de nuestros hermanos. R.
— Tú que has querido que los santos fueran nuestros abogados, haz que, liberados de los males presentes, gocemos con ellos de la herencia eterna. R.

Luego el celebrante prosigue:
Dios todopoderoso, 
fuente de gracia y corona de los santos, concédenos, 
por la intercesión de la Santísima Virgen María (san N.),
que, al servirnos de estos bienes, 
que te presentamos para que tú los bendigas, 
nos esforcemos por imitar 
esto que gustosamente celebramos,
y que podamos gozar en el cielo de la compañía 
de quienes son ahora nuestros intercesores en la tierra. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

1343. También pueden utilizarse las oraciones indicadas anteriormente, n. 1337.

1344. Al final de la celebración de la Misa es conveniente emplear la bendición solemne de santa María Virgen:
El Dios, que en su providencia amorosa 
quiso salvar al género humano
por el fruto bendito del seno de la Virgen María, 
os colme de sus bendiciones.
R. Amén.
V. Que os acompañe siempre la protección de la Virgen, 
por quien habéis recibido al Autor de la vida.
R. Amén.
V. Y a todos vosotros, reunidos hoy para celebrar 
con devoción esta fiesta de María, 
el Señor os conceda la alegría del Espíritu 
y los bienes de su reino.
R. Amén.
V. Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo, 
descienda sobre vosotros.
R. Amén.

1345. O una de las oraciones sobre el pueblo para las fiestas de los santos:
Señor, que se alegren tus fieles 
porque tú glorificas a los miembros 
del Cuerpo de tu Hijo; 
y, pues devotamente celebran la memoria de los santos, 
concédeles participar de su suerte 
y gozar un día con ellos de tu gloría eterna. 
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

O bien:
Vuelve, Señor, hacia ti 
el corazón de tu pueblo; 
y tú que le concedes tan grandes intercesores 
no dejes de orientarle 
con tu continua protección.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

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