Entrada destacada

Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

jueves, 13 de octubre de 2022

Jueves 17 noviembre 2022, Santa Isabel de Hungría, religiosa, memoria obligatoria.

SOBRE LITURGIA

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POST-SINODAL RECONCILIATIO ET PAENITENTIA (2-Diciembre-1984)
DE JUAN PABLO II

Pecado personal y pecado social


16. El pecado, en sentido verdadero y propio, es siempre un acto de la persona, porque es un acto libre de la persona individual, y no precisamente de un grupo o una comunidad. Este hombre puede estar condicionado, apremiado, empujado por no pocos ni leves factores externos; así como puede estar sujeto también a tendencias, taras y costumbres unidas a su condición personal. En no pocos casos dichos factores externos e internos pueden atenuar, en mayor o menor grado, su libertad y, por lo tanto, su responsabilidad y culpabilidad. Pero es una verdad de fe, confirmada también por nuestra experiencia y razón, que la persona humana es libre. No se puede ignorar esta verdad con el fin de descargar en realidades externas —las estructuras, los sistemas, los demás— el pecado de los individuos. Después de todo, esto supondría eliminar la dignidad y la libertad de la persona, que se revelan —aunque sea de modo tan negativo y desastroso— también en esta responsabilidad por el pecado cometido. Y así, en cada hombre no existe nada tan personal e intrasferible como el mérito de la virtud o la responsabilidad de la culpa.

Por ser el pecado una acción de la persona, tiene sus primeras y más importantes consecuencias en el pecador mismo, o sea, en la relación de éste con Dios —que es el fundamento mismo de la vida humana— y en su espíritu, debilitando su voluntad y oscureciendo su inteligencia.

Llegados a este punto hemos de preguntarnos a qué realidad se referían los que, en la preparación del Sínodo y durante los trabajos sinodales, mencionaron con cierta frecuencia el pecado social.

La expresión y el concepto que a ella está unido, tienen, en verdad, diversos significados.

Hablar de pecado social quiere decir, ante todo, reconocer que, en virtud de una solidaridad humana tan misteriosa e imperceptible como real y concreta, el pecado de cada uno repercute en cierta manera en los demás. Es ésta la otra cara de aquella solidaridad que, a nivel religioso, se desarrolla en el misterio profundo y magnífico de la comunión de los santos, merced a la cual se ha podido decir que «toda alma que se eleva, eleva al mundo» [72]. A esta ley de la elevación corresponde, por desgracia, la ley del descenso, de suerte que se puede hablar de una comunión del pecado, por el que un alma que se abaja por el pecado abaja consigo a la Iglesia y, en cierto modo, al mundo entero. En otras palabras, no existe pecado alguno, aun el más íntimo y secreto, el más estrictamente individual, que afecte exclusivamente a aquel que lo comete. Todo pecado repercute, con mayor o menor intensidad, con mayor o menor daño en todo el conjunto eclesial y en toda la familia humana. Según esta primera acepción, se puede atribuir indiscutiblemente a cada pecado el carácter de pecado social.

Algunos pecados, sin embargo, constituyen, por su mismo objeto, una agresión directa contra el prójimo y —más exactamente según el lenguaje evangélico— contra el hermano. Son una ofensa a Dios, porque ofenden al prójimo. A estos pecados se suele dar el nombre de sociales, y ésta es la segunda acepción de la palabra. En este sentido es social el pecado contra el amor del prójimo, que viene a ser mucho más grave en la ley de Cristo porque está en juego el segundo mandamiento que es «semejante al primero» [73]. Es igualmente social todo pecado cometido contra la justicia en las relaciones tanto interpersonales como en las de la persona con la sociedad, y aun de la comunidad con la persona. Es social todo pecado cometido contra los derechos de la persona humana, comenzando por el derecho a la vida, sin excluir la del que está por nacer, o contra la integridad física de alguno; todo pecado contra la libertad ajena, especialmente contra la suprema libertad de creer en Dios y de adorarlo; todo pecado contra la dignidad y el honor del prójimo. Es social todo pecado contra el bien común y sus exigencias, dentro del amplio panorama de los derechos y deberes de los ciudadanos. Puede ser social el pecado de obra u omisión por parte de dirigentes políticos, económicos y sindicales, que aun pudiéndolo, no se empeñan con sabiduría en el mejoramiento o en la transformación de la sociedad según las exigencias y las posibilidades del momento histórico; así como por parte de trabajadores que no cumplen con sus deberes de presencia y colaboración, para que las fábricas puedan seguir dando bienestar a ellos mismos, a sus familias y a toda la sociedad.

La tercera acepción de pecado social se refiere a las relaciones entre las distintas comunidades humanas. Estas relaciones no están siempre en sintonía con el designio de Dios, que quiere en el mundo justicia, libertad y paz entre los individuos, los grupos y los pueblos. Así la lucha de clases, cualquiera que sea su responsable y, a veces, quien la erige en sistema, es un mal social. Así la contraposición obstinada de los bloques de Naciones y de una Nación contra la otra, de unos grupos contra otros dentro de la misma Nación, es también un mal social. En ambos casos, puede uno preguntarse si se puede atribuir a alguien la responsabilidad moral de estos males y, por lo tanto, el pecado. Ahora bien, se debe pues admitir que realidades y situaciones, como las señaladas, en su modo de generalizarse y hasta agigantarse como hechos sociales, se convierten casi siempre en anónimas, así como son complejas y no siempre identificables sus causas. Por consiguiente, si se habla de pecado social, aquí la expresión tiene un significado evidentemente analógico.

En todo caso hablar de pecados sociales, aunque sea en sentido analógico, no debe inducir a nadie a disminuir la responsabilidad de los individuos, sino que quiere ser una llamada a las conciencias de todos para que cada uno tome su responsabilidad, con el fin de cambiar seria y valientemente esas nefastas realidades y situaciones intolerables.

Dado por sentado todo esto en el modo más claro e inequívoco hay que añadir inmediatamente que no es legítimo ni aceptable un significado de pecado social, —por muy usual que sea hoy en algunos ambientes [74],— que al oponer, no sin ambigüedad, pecado social y pecado personal, lleva más o menos inconscientemente a difuminar y casi a borrar lo personal, para admitir únicamente culpas y responsabilidades sociales. Según este significado, que revela fácilmente su derivación de ideologías y sistemas no cristianos —tal vez abandonados hoy por aquellos mismos que han sido sus paladines—, prácticamente todo pecado sería social, en el sentido de ser imputable no tanto a la conciencia moral de una persona, cuanto a una vaga entidad y colectividad anónima, que podría ser la situación, el sistema, la sociedad, las estructuras, la institución.

Ahora bien la Iglesia, cuando habla de situaciones de pecado o denuncia como pecados sociales determinadas situaciones o comportamientos colectivos de grupos sociales más o menos amplios, o hasta de enteras Naciones y bloques de Naciones, sabe y proclama que estos casos de pecado social son el fruto, la acumulación y la concentración de muchos pecados personales. Se trata de pecados muy personales de quien engendra, favorece o explota la iniquidad; de quien, pudiendo hacer algo por evitar, eliminar, o, al menos, limitar determinados males sociales, omite el hacerlo por pereza, miedo y encubrimiento, por complicidad solapada o por indiferencia; de quien busca refugio en la presunta imposibilidad de cambiar el mundo; y también de quien pretende eludir la fatiga y el sacrificio, alegando supuestas razones de orden superior. Por lo tanto, las verdaderas responsabilidades son de las personas.

Una situación —como una institución, una estructura, una sociedad— no es, de suyo, sujeto de actos morales; por lo tanto, no puede ser buena o mala en sí misma.

En el fondo de toda situación de pecado hallamos siempre personas pecadoras. Esto es tan cierto que, si tal situación puede cambiar en sus aspectos estructurales e institucionales por la fuerza de la ley o —como por desgracia sucede muy a menudo,— por la ley de la fuerza, en realidad el cambio se demuestra incompleto, de poca duración y, en definitiva, vano e ineficaz, por no decir contraproducente, si no se convierten las personas directa o indirectamente responsables de tal situación.

[72] La expresión es de una escritora francesa, Elisabeth Leseur, Journal et pensées de chaque jour, Paris 1918, p. 31.
[73] Cf. Mt 22, 39; Mc 12, 31; Lc 10, 27 s.
[74] Cf. S. Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción sobre algunos aspectos de la «Teología de la liberación» Libertatis nuntius (6 de agosto de 1984), IV, 14-15: AAS 76 (1984), 885 s.

CALENDARIO

17 JUEVES. SANTA ISABEL DE HUNGRÍA, religiosa, memoria obligatoria

Misa
de la memoria (blanco).
MISAL: 1.ª orac. prop. y el resto del común de santos (para santos que practicaron obras de misericordia), o de un domingo del T.O., Pf. común o de la memoria.
LECC.: vol. III-par.
- Ap 5, 1-10.
El Cordero fue degollado, y con su sangre nos adquirió de toda nación.
- Sal 149. R. Has hecho de nosotros para nuestro Dios un reino de sacerdotes.
- Lc 19, 41-44. ¡Si reconocieras lo que conduce a la paz!
o bien:
cf. vol. IV.

Liturgia de las Horas: oficio de la memoria.

Martirologio: elogs. del 18 de noviembre, pág. 675.
CALENDARIOS: Córdoba: Santos Acisclo y Victoria, mártires (S).
TOR: Santa Isabel de Hungría, religiosa (S). Familia Franciscana: (F).
Cartujos: San Hugo de Lincoln, monje (MO).
Benedictinos: Santa Margarita de Escocia, o santa Isabel de Hungría, religiosa (ML).
HH. de las Escuelas Cristianas: Dedicación de la iglesia de San Juan Bautista de La Salle (ML).
Servitas: Conmemoración de todos los difuntos de la Orden.

TEXTOS MISA

17 de noviembre
Santa Isabel de Hungría
Memoria

La oración colecta es propia. El resto está tomado del común de santos y santas: III. Para santos que practicaron obras de misericordia.


Antífona de entrada Mt 25, 34. 36. 40
Venid vosotros, benditos de mi Padre, dice el Señor. Estaba enfermo y me visitasteis. En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis.
Veníte, benedícti Patris mei, dicit Dóminus: infírmus eram, et visitástis me. Amen dico vobis, quámdiu fecístis uni ex his frátribus meis mínimis, mihi fecístis.
O bien: Sal 111, 9
Reparte limosna a los pobres, su caridad dura por siempre, y alzará la frente con dignidad.
Dispérsit, dedit paupéribus: iustítia eius manet in saeculum saeculi, cornu eius exaltábitur in glória.

Monición de entrada
Conmemoramos en esta celebración a santa Isabel, esposa y madre, hija del rey de Hungría, que se casó siendo aún muy niña y al quedar viuda, después de sufrir muchas calamidades y siempre inclinada a la oración, se retiró a un hospital que ella misma había fundado en Alemania. Allí, abrazándose a la pobreza, se dedicó al cuidado de los pobres y enfermos hasta el último suspiro de su vida, que fue a los veinticinco años de edad, en el año 1231.

Oración colecta
Oh, Dios, que concediste a santa Isabel de Hungría reconocer y venerar a Cristo en los pobres, concédenos, por su intercesión, servir con amor infatigable a los indigentes y a los atribulados. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui beátae Elísabeth tribuísti in paupéribus Christum cognóscere ac venerári, da nobis, eius intercessióne, egénis et tribulátis iugi caritáte servíre. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Jueves de la XXXIII semana deL Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA Ap 5, 1-10
El Cordero fue degollado, y con su sangre nos adquirió de toda nación

Lectura del libro del Apocalipsis.

Yo, Juan, vi en la mano derecha del que está sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, y sellado con siete sellos. Y vi a un ángel poderoso, que pregonaba en alta voz:
«¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?».
Y nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro ni mirarlo. Yo lloraba mucho, porque no se había encontrado a nadie digno de abrir el libro y de mirarlo. Pero uno de los ancianos me dijo:
«Deja de llorar; pues ha vencido el león de la tribu de Judá, el retoño de David, y es capaz de abrir el libro y sus siete sellos».
Y vi en medio del trono y de los cuatro vivientes, y en medio de los ancianos, a un Cordero de pie, como degollado; tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados a toda la tierra. Se acercó para recibir el libro de la mano derecha del que está sentado en el trono.
Cuando recibió el libro, los cuatro vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante el Cordero; tenían cítaras y copas de oro llenas de perfume, que son las oraciones de los santos. Y cantan un cántico nuevo:
«Eres digno de recibir el libro
y de abrir sus sellos,
porque fuiste degollado, y con tu sangre
has adquirido para Dios
hombres de toda tribu,
lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinarán sobre la tierra».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 149, 1bc-2. 3-4. 5-6a y 9b (R.: cf. Ap 5, 10)
R.
 Has hecho de nosotros para nuestro Dios un reino de sacerdotes.
Fecísti nos Deo nostro regnum et sacerdótes.
O bien: Aleluya.

V. Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sion por su Rey.
R. Has hecho de nosotros para nuestro Dios un reino de sacerdotes.
Fecísti nos Deo nostro regnum et sacerdótes.

V. Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
R. Has hecho de nosotros para nuestro Dios un reino de sacerdotes.
Fecísti nos Deo nostro regnum et sacerdótes.

V. Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca;
es un honor para todos sus fieles.
R. Has hecho de nosotros para nuestro Dios un reino de sacerdotes.
Fecísti nos Deo nostro regnum et sacerdótes.

Aleluya Cf. Sal 94, 8a. 7D
R. 
Aleluya, aleluya, aleluya.
V. No endurezcáis hoy vuestro corazón; escuchad la voz del Señor. R.
Hódie, nolíte obduráre corda vestra, sed vocem Dómini audíte.

EVANGELIO Lc 19, 41-44
¡Si reconocieras lo que conduce a la paz!
╬ 
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, lloró sobre ella, mientras decía:
«Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos.
Pues vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco de todos lados, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el tiempo de tu visita».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Homilía en santa Marta 30-marzo-2017
Preguntémonos si Dios llora por mí, si está desilusionado conmigo y si yo me he alejado del Señor. ¿Cuántos ídolos tengo que no soy capaz de quitármelos de encima, que me esclavizan? Es la idolatría que llevamos dentro. Y Dios llora por mí. Pensemos hoy en esta desilusión de Dios que nos hizo por amor y, en cambio, nosotros vamos a buscar amor, bienestar, pasarlo bien en otras partes y no en el amor de Él. Nos alejamos de este Dios que nos ha criado. Esto es un buen pensamiento (...), que nos hará bien. Haced todos los días un pequeño examen de conciencia: Señor, tú que has tenido tantos sueños sobre mí, yo sé que me he alejado, pero dime dónde, cómo, para volver… 


Oración de los fieles
Ferias del Tiempo Ordinario XLV

Oremos, hermanos, por todo el pueblo santo de Dios.
- Para que introduzca en la plenitud de su santa Iglesia a los no cristianos y a los no creyentes. Roguemos al Señor.
- Para que inspire a los gobernantes pensamientos de servicio y entrega al bien común. Roguemos al Señor.
- Para que libre al mundo del hambre, del paro y de la guerra. Roguemos al Señor.
- Para que conceda a nuestra ciudad (nuestro pueblo) la paz, la justicia, la libertad y el bienestar. Roguemos al Señor.
- Para que acoja siempre nuestra oración. Roguemos al Señor.
Oh, Dios, que sabes que la vida del hombre está sujeta a tanta necesidad:escucha las preces de los que te suplican y cumple los anhelos de los que ponen en ti toda su esperanza. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Recibe, Señor, los dones de tu pueblo y concede a quienes celebramos las maravillas del inmenso amor de tu Hijo, reafirmamos, a ejemplo de santa N., en el amor a ti y al prójimo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Súscipe, Dómine, múnera pópuli tui, et praesta, ut, qui Fílii tui imménsae caritátis opus recólimus, in tui et próximi dilectióne, beátae N. exémplo, confirmémur. Per Christum.

PREFACIO II DE LOS SANTOS
EFICACIA DE LA ACCIÓN DE LOS SANTOS
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque mediante el testimonio admirable de tus santos fecundas sin cesar a tu Iglesia con vitalidad siempre nueva, y nos das así pruebas evidentes de tu amor. Su insigne ejemplo nos anima, y a su permanente intercesión nos confiamos para que se cumplan tus designios de salvación.
Por eso, Señor, nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y con todos los santos, diciendo:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: per Christum Dóminum nostrum.
Tu enim Sanctórum tuórum confessióne mirábili Ecclésiam tuam nova semper virtúte fecúndas, nobísque certíssima praebes tuae dilectiónis indícia. Sed étiam, ad mystéria salútis implénda, et ipsórum insígni incitámur exémplo et pia intercessióne perpétuo commendámur.
Unde et nos, Dómine, cum Angelis et Sanctis univérsis tibi confitémur, in exsultatióne dicéntes:

Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA III

Antífona de la comunión Jn 15, 13
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Maiórem hac dilectiónem nemo habet, ut ánimam suam ponat quis pro amícis suis.
O bien: Cf. Jn 13, 35
En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros, dice el Señor.
In hoc cognóscent omnes quia discípuli mei estis: si dilectiónem habuéritis ad ínvicem, dicit Dóminus.

Oración después de la comunión
Alimentados con estos sagrados misterios, concédenos, Señor, seguir los ejemplos de santa N., que te dio culto con devoción constante y enriqueció a tu pueblo con un amor sin medida. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Sacris mystériis reféctos, da nos, quaesumus, Dómine, beátae N. exémpla sectári, qui te indeféssa pietáte cóluit, et pópulo tuo imménsa prófuit caritáte. Per Christum.
O bien:
Después de gustar el sacramento de salvación, invocamos tu misericordia, Señor, para que, imitando la caridad de santa N., participemos también de su gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Sacraménti salutáris, Dómine, pasti delíciis, tuam súpplices deprecámur pietátem, ut, beátae N. caritátis imitatóres effécti, consórtes simus et glóriae. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del 18 de noviembre
L
a dedicación de las basílicas de los 
apóstoles san Pedro y san Pablo, . La primera de ellas fue edificada por el emperador Constantino sobre el sepulcro de san Pedro en la colina del Vaticano, y al deteriorarse por el paso de los años fue reconstruida con mayor amplitud y de nuevo consagrada en este mismo día de su aniversario. La otra, edificada por los emperadores Teodosio y Valentiniano en la vía Ostiense, después de quedar aniquilada por un lamentable incendio fue reedificada en su totalidad y dedicada el diez de diciembre. Con su común conmemoración se quiere significar, de algún modo, la fraternidad de los apóstoles y la unidad en Iglesia. (1626; 1854)
2. En Antioquía de Siria, actual Turquía, san Román, mártir, diácono en la Iglesia de Cesarea, que, en la persecución bajo el emperador Diocleciano, al ver como los cristianos obedecían los decretos de este y se acercaban a las estatuas de los ídolos, les exhortó en público a la resistencia, por lo cual, tras crueles tormentos y después de cortarle la lengua, consumó su glorioso martirio al ser estrangulado en la cárcel.  (304)
3*. En Colombier, en la región de Bourges, en Aquitania, hoy Francia, san Patroclo, presbítero, que fue ermitaño y misionero. (c. 576)
4*. En Bretaña Menor, también en Francia, san Maudeto, abad, que hizo vida monástica en una isla desierta, y como maestro de vida espiritual, reunió a muchos santos entre el número de sus discípulos. (s. VI)
5*. En Coutances, en el territorio de Neustria, de nuevo en la actual Francia, san Romacario, obispo. (s. VI).
6*. En la región de Vélay, en Aquitania, asimismo en Francia, san Teofredo, abad y mártir. (c. 752)
7. En Tours, población de Neustria, actualmente también en Francia, tránsito de san Odón, abad de Cluny, que instauró la observancia monástica según la Regla de san Benito y la disciplina de san Benito de Aniano. (942)
8*. En Nagasaki, en Japón, beatos mártires Leonardo Kimura, religioso de la Orden de la Compañía de Jesús, y Andrés Murayama Tokuan, Cosme Taquekeya, Juan Yoshida Shoun y Domingo Jorge, todos los cuales, por el nombre de Cristo, fueron quemados vivos. (1619)
9. En Saint-Charles, en el estado de Missouri, en los Estados Unidos de Norteamérica, santa Filipina Duchesne, virgen de las Hermanas del Sagrado Corazón, que, nacida en Francia, durante la Revolución Francesa reunió la comunidad religiosa y se trasladó a América, donde abrió muchas escuelas. (1852)
10*. En Ceccano, junto a Frosinone, en Italia, beato Grimoaldo de la Purificación (Fernando) Santamaría, religioso de la Congregación de la Pasión de Jesucristo, que, cuando se preparaba con fervor y alegría al sacerdocio, consumido por la enfermedad murió santamente. (1902)
11*. En el lugar de Wal-Ruda, en Polonia, beata Carolina Kózka, virgen y mártir, que en el fragor de la guerra, siendo aún adolescente, por amor a Cristo murió atravesada por una espada al querer defender su castidad, agredida por un soldado. (1914)
12*. En Madrid, en España, beatas María del Refugio (María Gabriela) Hinojosa y Naveros y cinco compañeras*, vírgenes de la Orden de la Visitación de Santa María y mártires, que en la encarnizada persecución permanecieron encerradas en el monasterio, aunque al final, apresadas traidoramente por los milicianos, fueron fusiladas, y así salieron al encuentro del Señor. (1936)
*Sus nombres son: beata Teresa María (Laura) Cavestany y Anduaga, Josefa María (María del Carmen) Barrera e Izaguirre, María Inés (Agnes) Zudaaire y Galdeano, María Angela (Martina) Olaizola y Garagarza, y María Gracia (Josefa Joaquina) Lecuona y Aramburu.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No publico comentarios anónimos.