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sábado, 15 de octubre de 2022

Sábado 19 noviembre 2022, Sábado de la XXXIII semana del Tiempo Ordinario, feria o santa María en sábado, memoria libre.

SOBRE LITURGIA

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POST-SINODAL RECONCILIATIO ET PAENITENTIA (2-Diciembre-1984)
DE JUAN PABLO II

Pérdida del sentido del pecado


18. A través del Evangelio leído en la comunión eclesial, la conciencia cristiana ha adquirido, a lo largo de las generaciones, una fina sensibilidad y una aguda percepción de los fermentos de muerte, que están contenidos en el pecado. Sensibilidad y capacidad de percepción también para individuar estos fermentos en las múltiples formas asumidas por el pecado, en los tantos aspectos bajo los cuales se presenta. Es lo que se llama el sentido del pecado.

Este sentido tiene su raíz en la conciencia moral del hombre y es como su termómetro. Está unido al sentido de Dios, ya que deriva de la relación consciente que el hombre tiene con Dios como su Creador, Señor y Padre. Por consiguiente, así como no se puede eliminar completamente el sentido de Dios ni apagar la conciencia, tampoco se borra jamás completamente el sentido del pecado.

Sin embargo, sucede frecuentemente en la historia, durante períodos de tiempo más o menos largos y bajo la influencia de múltiples factores, que se oscurece gravemente la conciencia moral en muchos hombres. «¿Tenemos una idea justa de la conciencia?» —preguntaba yo hace dos años en un coloquio con los fieles— . «¿No vive el hombre contemporáneo bajo la amenaza de un eclipse de la conciencia, de una deformación de la conciencia, de un entorpecimiento o de una "anestesia" de la conciencia?» [97]. Muchas señales indican que en nuestro tiempo existe este eclipse, que es tanto más inquietante, en cuanto esta conciencia, definida por el Concilio como «el núcleo más secreto y el sagrario del hombre» [98], está «íntimamente unida a la libertad del hombre (...). Por esto la conciencia, de modo principal, se encuentra en la base de la dignidad interior del hombre y, a la vez, de su relación con Dios» [99]. Por lo tanto, es inevitable que en esta situación quede oscurecido también el sentido del pecado, que está íntimamente unido a la conciencia moral, a la búsqueda de la verdad, a la voluntad de hacer un uso responsable de la libertad. Junto a la conciencia queda también oscurecido el sentido de Dios, y entonces, perdido este decisivo punto de referencia interior, se pierde el sentido del pecado. He aquí por qué mi Predecesor Pío XII, con una frase que ha llegado a ser casi proverbial, pudo declarar en una ocasión que «el pecado del siglo es la pérdida del sentido del pecado» [100].

¿Por qué este fenómeno en nuestra época? Una mirada a determinados elementos de la cultura actual puede ayudarnos a entender la progresiva atenuación del sentido del pecado, debido precisamente a la crisis de la conciencia y del sentido de Dios antes indicada.

El «secularismo» que por su misma naturaleza y definición es un movimiento de ideas y costumbres, defensor de un humanismo que hace total abstracción de Dios, y que se concentra totalmente en el culto del hacer y del producir, a la vez que embriagado por el consumo y el placer, sin preocuparse por el peligro de «perder la propia alma», no puede menos de minar el sentido del pecado. Este último se reducirá a lo sumo a aquello que ofende al hombre. Pero precisamente aquí se impone la amarga experiencia a la que hacía yo referencia en mi primera Encíclica, o sea que el hombre puede construir un mundo sin Dios, pero este mundo acabará por volverse contra el hombre [101]. En realidad, Dios es la raíz y el fin supremo del hombre y éste lleva en sí un germen divino [102]. Por ello, es la realidad de Dios la que descubre e ilumina el misterio del hombre. Es vano, por lo tanto, esperar que tenga consistencia un sentido del pecado respecto al hombre y a los valores humanos, si falta el sentido de la ofensa cometida contra Dios, o sea, el verdadero sentido del pecado.

Se diluye este sentido del pecado en la sociedad contemporánea también a causa de los equívocos en los que se cae al aceptar ciertos resultados de la ciencia humana. Así, en base a determinadas afirmaciones de la psicología, la preocupación por no culpar o por no poner frenos a la libertad, lleva a no reconocer jamás una falta. Por una indebida extrapolación de los criterios de la ciencia sociológica se termina —como ya he indicado— con cargar sobre la sociedad todas las culpas de las que el individuo es declarado inocente. A su vez, también una cierta antropología cultural, a fuerza de agrandar los innegables condicionamientos e influjos ambientales e históricos que actúan en el hombre, limita tanto su responsabilidad que no le reconoce la capacidad de ejecutar verdaderos actos humanos y, por lo tanto, la posibilidad de pecar.

Disminuye fácilmente el sentido del pecado también a causa de una ética que deriva de un determinado relativismo historicista. Puede ser la ética que relativiza la norma moral, negando su valor absoluto e incondicional, y negando, consiguientemente, que puedan existir actos intrínsecamente ilícitos, independientemente de las circunstancias en que son realizados por el sujeto.

Se trata de un verdadero «vuelco o de una caída de valores morales» y «el problema no es sólo de ignorancia de la ética cristiana», sino «más bien del sentido de los fundamentos y los criterios de la actitud moral» [103]. El efecto de este vuelco ético es también el de amortiguar la noción de pecado hasta tal punto que se termina casi afirmando que el pecado existe, pero no se sabe quién lo comete.

Se diluye finalmente el sentido del pecado, cuando éste —como puede suceder en la enseñanza a los jóvenes, en las comunicaciones de masa y en la misma vida familiar— se identifica erróneamente con el sentimiento morboso de la culpa o con la simple transgresión de normas y preceptos legales.

La pérdida del sentido del pecado es, por lo tanto, una forma o fruto de la negación de Dios: no sólo de la atea, sino además de la secularista. Si el pecado es la interrupción de la relación filial con Dios para vivir la propia existencia fuera de la obediencia a Él, entonces pecar no es solamente negar a Dios; pecar es también vivir como si Él no existiera, es borrarlo de la propia existencia diaria. Un modelo de sociedad mutilado o desequilibrado en uno u otro sentido, como es sostenido a menudo por los medios de comunicación, favorece no poco la pérdida progresiva del sentido del pecado. En tal situación el ofuscamiento o debilitamiento del sentido del pecado deriva ya sea del rechazo de toda referencia a lo trascendente en nombre de la aspiración a la autonomía personal, ya sea del someterse a modelos éticos impuestos por el consenso y la costumbre general, aunque estén condenados por la conciencia individual, ya sea de las dramáticas condiciones socio-económicas que oprimen a gran parte de la humanidad, creando la tendencia a ver errores y culpas sólo en el ámbito de lo social; ya sea, finalmente y sobre todo, del oscurecimiento de la idea de la paternidad de Dios y de su dominio sobre la vida del hombre.

Incluso en el terreno del pensamiento y de la vida eclesial algunas tendencias favorecen inevitablemente la decadencia del sentido del pecado. Algunos, por ejemplo, tienden a sustituir actitudes exageradas del pasado con otras exageraciones; pasan de ver pecado en todo, a no verlo en ninguna parte; de acentuar demasiado el temor de las penas eternas, a predicar un amor de Dios que excluiría toda pena merecida por el pecado; de la severidad en el esfuerzo por corregir las conciencias erróneas, a un supuesto respeto de la conciencia, que suprime el deber de decir la verdad. Y ¿por qué no añadir que la confusión, creada en la conciencia de numerosos fieles por la divergencia de opiniones y enseñanzas en la teología, en la predicación, en la catequesis, en la dirección espiritual, sobre cuestiones graves y delicadas de la moral cristiana, termina por hacer disminuir, hasta casi borrarlo, el verdadero sentido del pecado? Ni tampoco han de ser silenciados algunos defectos en la praxis de la Penitencia sacramental: tal es la tendencia a ofuscar el significado eclesial del pecado y de la conversión, reduciéndolos a hechos meramente individuales, o por el contrario, a anular la validez personal del bien y del mal por considerar exclusivamente su dimensión comunitaria; tal es también el peligro, nunca totalmente eliminado, del ritualismo de costumbre que quita al Sacramento su significado pleno y su eficacia formativa.

Restablecer el sentido justo del pecado es la primera manera de afrontar la grave crisis espiritual, que afecta al hombre de nuestro tiempo. Pero el sentido del pecado se restablece únicamente con una clara llamada a los principios inderogables de razón y de fe que la doctrina moral de la Iglesia ha sostenido siempre.

Es lícito esperar que, sobre todo en el mundo cristiano y eclesial, florezca de nuevo un sentido saludable del pecado. Ayudarán a ello una buena catequesis, iluminada por la teología bíblica de la Alianza, una escucha atenta y una acogida fiel del Magisterio de la Iglesia, que no cesa de iluminar las conciencias, y una praxis cada vez más cuidada del Sacramento de la Penitencia.

[97] Juan Pablo II, Angelus del 14 de marzo de 1982: L'Osservatore Romano, edic. en lengua española, 21 de marzo, 1982.
[98] Const. past. Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo actual, 16.
[99] Juan Pablo II, Angelus del 14 de marzo de 1982: L'Osservatore Romano, edic. en lengua española, 21 de marzo, 1982.
[100] Pío XII, Radiomensaje al Congreso Catequístico Nacional de los Estados Unidos en Boston (26 de octubre de 1946): Discursos y Radiomensajes, VIII (1946), 288.
[101] Cf. Juan Pablo II, Encíc. Redemptor hominis, 15: AAS 71 (1979), 286-289.
[102] Cf. Conc. Ecum. Vatic. II, Const. past. Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo actual, 3; cf. 1 Jn 3, 9.
[103] Juan Pablo II, Discurso a los Obispos de la Región Este de Francia (1 de abril de 1982), 2: L'Osservatore Romano, edic. en lengua española, 25 de abril, 1982.


CALENDARIO

19 SÁBADO. Hasta la Hora Nona: 
SÁBADO DE LA XXXIII SEMANA DEL T. ORDINARIO o SANTA MARÍA EN SÁBADO, memoria libre 

Misa de sábado (verde) o de la memoria (blanco). 
MISAL: para el sábado cualquier formulario permitido (véase pág. 67, n. 5) / para la memoria del común de la bienaventurada Virgen María o de las «Misas de la Virgen María», o de un domingo del T.O.; Pf. común o de la memoria. 
LECC.: vol. III-par. 
- Ap 11, 4-12. Los dos profetas fueron un tormento para los habitantes de la tierra. 
- Sal 143. R. ¡Bendito el Señor, mi alcázar! 
- Lc 20, 27-40. No es Dios de muertos, sino de vivos. 
o bien: cf. vol. IV, o bien cf. Leccionario de las «Misas de la Virgen María». 

Liturgia de las Horas: oficio de sábado o de la memoria. 

Martirologio: elog. prop. de la solem. de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, pág. 45, y elogs. del 20 de noviembre, pág. 678. 
CALENDARIOS: Hospitalarios de San Juan de Dios: Patrocinio de santa María Virgen sobre la Orden Hospitalaria (S). 
Palencia: Dedicación de la iglesia-catedral (F). 
Carmelitas Descalzos: San Rafael Kalinowski de San José, presbítero (MO). 
II Franciscanos: Santa Inés de Asís, virgen (MO). 
Orden de San Juan de Jerusalén: Conmemoración de todos los Santos (MO). 
Barcelona: Dedicación de las basílicas de los santos Pedro y Pablo, apóstoles (ML). 
Cuenca: Santos Juan del Castillo, presbítero, y compañeros, mártires (ML). 
Sevilla: San Crispín de Écija, obispo y mártir (ML). 
Benedictinos, O. Cist. y OCSO: Santa Matilde, virgen y monja cisterciense (ML). 
Dominicos: Beato Santiago Benfatti, obispo (ML).

19 SÁBADO. Después de la Hora Nona: 
TRIGESIMOCUARTA O ÚLTIMA SEMANA DEL T. ORDINARIO 
Segunda semana del Salterio 
Misa vespertina de la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo (blanco). 
Liturgia de las Horas: I Vísp. de la solemnidad. Comp. Dom. I

TEXTOS MISA

Misa del sábado: del XXXIII Domingo del T. Ordinario (o de otro Domingo del T. Ordinario)

Memoria de santa María:
Común de la Bienaventurada Virgen María. I. Tiempo ordinario 7.

Antífona de entrada Cf. Lc 1, 47-48
María dijo: «Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humildad de su esclava».
Ait María: Exsultávit spíritus meus in Deo salutári meo; quia respéxit Dóminus humilitátem ancíllae suae.

Monición de entrada
Alegrémonos todos al celebrar la memoria de la Virgen María. En ella encontramos el modelo del orante que escucha la Palabra de Dios y de la acogida incondicional de esa Palabra, que hace carne los designios de Dios. La alabamos glorificando la obra del Altísimo en ella; rezamos cantando su Magníficat y recurrimos a ella confiando en su intercesión maternal, pues es tradición de la comunidad cristiana dirigirse directamente a ella invocando su ayuda en las horas difíciles. En la escuela de la Madre de Dios, los cristianos aprendemos el estilo de vida de la gratuidad, de un amor que no espera, sino que se adelanta a las necesidades del otro, de una caridad que alcanza al hermano en lo concreto y le transmite no solo la vida, sino el gozo y el sentido de la misma vida.

Oración colecta
Oh, Dios, que te has dignado elegir para morada de tu Verbo el seno virginal de santa María, concédenos, defendidos por su protección, participar en su memoria llenos de alegría. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui virginálem aulam beátae Maríae, in qua Verbum tuum habitáret, elígere dignátus es, da, quaesumus, ut, eius nos defensióne munítos, iucúndos fácias interésse eius commemoratióni. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Sábado de la XXXIII semana del Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA Ap 11, 4-12
Los dos profetas fueron un tormento para los habitantes de la tierra

Lectura del libro del Apocalipsis.

Me fue dicho a mí, Juan:
«Aquí están dos testigos míos, estos son los dos olivos y los dos candelabros que están ante el Señor de la tierra. Y si alguien quiere hacerles daño, sale un fuego de su boca y devora a sus enemigos; y si alguien quisiera hacerles daño, es necesario que muera de esa manera. Estos tienen el poder de cerrar el cielo, para que no caiga lluvia durante los días de su profecía, y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre y para herir la tierra con toda clase de plagas siempre que quieran.
Y cuando hayan terminado su testimonio, la bestia que sube del abismo les hará la guerra y los vencerá y los matará. Y sus cadáveres yacerán en la plaza de la gran ciudad, que se llama espiritualmente Sodoma y Egipto, donde también su Señor fue crucificado. Y gentes de los pueblos, tribus, lenguas y naciones contemplan sus cadáveres durante tres días y medio y no permiten que sus cadáveres sean puestos en un sepulcro. Y los habitantes de la tierra se alegran por ellos y se regocijan y se enviarán regalos unos a otros, porque los dos profetas fueron un tormento para los habitantes de la tierra».
Y después de tres días y medio, un espíritu de vida procedente de Dios entró en ellos, y se pusieron de pie, y un gran temor cayó sobre quienes los contemplaban. Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía:
«Subid aquí».
Y subieron al cielo en una nube, y sus enemigos se quedaron mirándolos.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 143, 1bcd. 2. 9-10 (R.: cf. 1a)
R. 
¡Bendito el Señor, mi alcázar!
Benedíctus Dóminus, præsídium meum!

V. Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea.
R. ¡Bendito el Señor, mi alcázar!
Benedíctus Dóminus, præsídium meum!

V. Mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y refugio,
que me somete los pueblos.
R. ¡Bendito el Señor, mi alcázar!
Benedíctus Dóminus, præsídium meum!

V. Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo, de la espada maligna.
R. ¡Bendito el Señor, mi alcázar!
Benedíctus Dóminus, præsídium meum!

Aleluya Cf. 2 Tm 1, 10
R. 
Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Nuestro Salvador, Cristo Jesús, destruyó la muerte, e hizo brillar la vida por medio del Evangelio. R.
Salvátor noster Iesus Christus destrúxit mortem, et illuminávit vitam per Evangélium.

EVANGELIO Lc 20, 27-40
No es Dios de muertos, sino de vivos
╬ 
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y preguntaron a Jesús:
«Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y dé descendencia a su hermano». Pues bien, había siete hermanos; el primero se casó y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron como mujer».
Jesús les dijo:
«En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre ¡os muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección.
Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos».
Intervinieron unos escribas:
«Bien dicho, Maestro».
Y ya no se atrevían a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Ángelus 6-noviembre-2016
Los «hijos del cielo y de la resurrección» no son unos pocos privilegiados, sino que son todos los hombres y todas las mujeres, porque la salvación traída por Jesús es para cada uno de nosotros. Y la vida de los resucitados será parecida a la de los ángeles (cf. Lc 20, 36), es decir, toda inmersa en la luz de Dios, toda dedicada a su alabanza, en una eternidad llena de alegría y de paz. ¡Pero cuidado! La resurrección no es sólo el hecho de resurgir después de la muerte, sino que es una nueva clase de vida que ya experimentamos hoy; es la victoria sobre la nada que ya podemos pregustar. ¡La resurrección es el fundamento de la fe y de la esperanza cristiana! Si no hubiera referencia al Paraíso y a la vida eterna, el cristianismo se reduciría a una ética, a una filosofía de vida. En cambio, el mensaje de la fe cristiana viene del cielo, es revelado por Dios y va más allá de este mundo. Creer en la resurrección es esencial, para que cada acto de nuestro de amor cristiano no sea efímero y sin más utilidad, sino que se convierta en una semilla destinada a florecer en el jardín de Dios, y producir frutos de vida eterna.

Oración de los fieles
Ferias del Tiempo Ordinario XLVII

Pidamos, hermanos, a Dios, nuestro Padre, en cuyas manos están los destinos del universo, que escuche las oraciones de su pueblo.
- Por la santa Iglesia de Dios, para que sea fiel a la voluntad de Cristo y se purifique de sus faltas y debilidades. Roguemos al Señor.
- Por los que gobiernan las naciones, para que trabajen por la paz del mundo, a fin de que todos los pueblos puedan vivir y progresar en justicia, en paz y en libertad. Roguemos al Señor.
- Por los pobres y los afligidos, por los enfermos y los moribundos, y por todos los que sufren, para que encuentren el consuelo y la salud. Roguemos al Señor.
- Por todos los que estamos aquí reunidos, para que perseveremos en la verdadera fe y crezcamos siempre en la caridad. Roguemos al Señor.
Dios todopoderoso y eterno, que por tu Hijo y Señor nuestro Jesucristo nos has dado el conocimiento de tu verdad: mira con bondad al pueblo que te suplica, líbralo de toda ignorancia y de todo pecado para que llegue a la gloria del reino eterno. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Memoria de santa María:
Oración de los fieles
Dios, Padre de los pobres y de los humildes, ha elegido a María para templo de su gloria. A él dirigimos nuestra confiada oración.
- Por la santa Iglesia: para que acogiendo con humildad y fe el don de la salvación, sea, cada vez más, canal de gracia y de perdón para la humanidad. Roguemos al Señor.
- Por todos los pueblos de la tierra: para que al compartir los bienes materiales, culturales y espirituales descubran el camino seguro de fraternidad que Dios quiere de nosotros. Roguemos al Señor.
- Por los más necesitados de nuestra sociedad: para que reciban la ayuda y el calor por parte de quienes, como María, consagran su vida al servicio de los demás. Roguemos al Señor.
- Por todos nosotros, para que el espíritu de gratitud y de alabanza que brilló en la Virgen María nos haga fieles y agradecidos tanto en los momentos de prueba como en los de alegría. Roguemos al Señor.
Padre misericordioso, tú que conoces nuestro corazón, ven en ayuda de nuestra debilidad y, por intercesión de María, Virgen orante, escucha nuestras súplicas. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Acepta, Señor, los dones de tu pueblo, ofrecidos en la conmemoración de santa María, que te agradó por su virginidad y en su humildad concibió a tu Hijo, nuestro Señor. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Accépta sint tibi, Dómine, múnera pópuli tui, in commemoratióne beátae Maríae obláta, quae tibi virginitáte plácuit et humilitáte concépit Fílium tuum Dóminum nostrum. Qui vivit et regnat in saecula saeculórum.

PLEGARIA EUCARÍSTICA IV

Antífona de la comunión Lc 1, 19

María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
María conservábat ómnia verba haec, cónferens in corde suo.

Oración después de la comunión
Después de participar del alimento espiritual, te pedimos, Señor Dios nuestro, que, imitando fielmente a la bienaventurada Virgen María, nos dediquemos siempre al bien de la Iglesia y experimentemos el gozo de servirte. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Spirituális alimóniae partícipes effécti, quaesumus, Dómine Deus noster, ut, beátam Vírginem Maríam assídue imitántes, et Ecclésiae servítio semper inveniámur inténti et tui experiámur gáudia famulátus. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogio propio de la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo
Solemnidad de nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. A él el poder, la gloria y la majestad para siempre, por los siglos de los siglos.
Elogios del 20 de noviembre
1. En Antioquía de Siria, actual Turquía, san Basilio, mártir(s. IV)
3. En Doróstoro, en el territorio de Mesia, Rumanía en la actualidad, san Dasio, mártir(303)
4. En Turín, en la región italiana de Liguria, santos Octavio, Solútor y Adventor, mártires(s. IV)
5*. En Verceli, también en Liguria, san Teonesto, mártir, en cuyo honor edificó san Eusebio la basílica. (c. 313)
6*. En Benevento, lugar de Campania, de nuevo en Italia, san Doro, obispo. (s. V)
7. En Châlon-sur-Saône, en Burgundia, hoy Francia, san Silvestre, obispo, que a los cuarenta años de su sacerdocio, lleno de Dios y virtudes, voló al Señor. (525)
8*. En los montes de Jura, en la región lugdunense de la Galia, también en Francia, san Hipólito, abad y obispo(c. 770)
9. En Constantinopla, hoy Estambul, en Turquía, san Gregorio Decapolita, monje, que primeramente abrazó la vida monástica y después la de anacoreta. Más tarde, peregrinando, permaneció bastante tiempo en Tesalónica, y finalmente se afincó en Constantinopla, donde, luchando fuertemente en defensa de las imágenes sagradas, entregó su alma al Señor. (s. IX)
10. En Inglaterra, san Edmundo, mártir, que, siendo rey de los anglos orientales, cayó prisionero en la batalla contra los invasores normandos y, por profesar la fe cristiana, fue coronado con el martirio. (870)
11. En Hildesheim, en la región de Sajonia, en Germania, actual Alemania, san Bernwardo, obispo, que defendió a sus fieles de las incursiones, restauró la disciplina del clero en numerosos sínodos y fomentó la vida monástica. (1022)
12*. En Calabria, en Italia, san Cipriano, abad de Calamizzi, que conservó con ejemplar fidelidad las tradiciones de Oriente y que, severo consigo mismo, era sin embargo generoso para con los pobres y buen consejero para todo el mundo. (c. 1190)
13. En Hanoy, de Tonkín, hoy Vietnam, san Francisco Javier Can, mártir, que, siendo catequista, a causa de su fe fue estrangulado y decapitado en tiempo del emperador de Minh Mang. (1837)
14*. En Veroli, cerca de Frosinone, en la región del Lacio, en Italia, beata María Fortunata (Ana Felicia) Viti, de la Orden de San Benito, que casi toda su vida estuvo al cuidado del ropero, intentando solamente ajustarse de todo corazón al cumplimiento de la Regla. (1922)
14*. Cerca de Valencia, en España, beata Ángela de San José (Francisca) Lloret Martí y catorce compañeras*, vírgenes y mártires. Una era superiora general, y las demás, religiosas de la Congregación de Hermanas de la Doctrina Cristiana. Todas ellas padecieron a causa de la fe en Cristo durante la persecución contra la Iglesia, en la devastadora guerra civil. (1936)
*Sus nombres son: beata María del Sufragio (Antonia María) Orts Baldó, María de los Dolores (María de Montserrat) Llimona Planas, Teresa de San José (Ascensión) Duart y Roig, Isabel Ferrer Sabriá, María de la Asunción (Josefa) Mongoche Homs, María de la Concepción (Emilia) Martí Lacal, María Gracia (Paula) de San Antonio, Corazón de Jesús (María de la Purificación) Gómez Vives, María del Socorro (Teresa) Jiménez Baldoví, María de los Dolores (Gertrudis) Surís Brusola, Ignacia del Santísimo Sacramento (Josefa) Pascual Pallardó, María del Rosario (Catalina) Calpe Ibáñez, María de la Paz (María Isabel) López García y Marcela de Santo Tomás (Áurea) Navarro.
15*. En el lugar de Picadero de Paterna, también en la región de Valencia, en España, beata María de los Milagros Ortells Gimeno, virgen de la Orden de Clarisas Capuchinas y mártir en testimonio de Cristo durante la citada persecución. (1936)
San José Sánchez del Río (Sahuayo, Michoacán, México 1913-1928), laico, mártir.

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