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Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

lunes, 10 de octubre de 2022

Lunes 14 noviembre 2022, Lunes de la XXXIII semana del Tiempo Ordinario, feria (o misa por el progreso de los pueblos).

SOBRE LITURGIA

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POST-SINODAL RECONCILIATIO ET PAENITENTIA (2-Diciembre-1984)
DE JUAN PABLO II

CAPÍTULO TERCERO. LA INICIATIVA DE DIOS Y EL MINISTERIO DE LA IGLESIA

10. Por ser una comunidad reconciliada y reconciliadora, la Iglesia no puede olvidar que en el origen mismo de su don y de su misión reconciliadora se halla la iniciativa llena de amor compasivo y misericordioso del Dios que es amor [41] y que por amor ha creado a los hombres [42]; los ha creado para que vivan en amistad con Él y en mutua comunión.

La reconciliación viene de Dios

Dios es fiel a su designio eterno incluso cuando el hombre, empujado por el Maligno [43] y arrastrado por su orgullo, abusa de la libertad que le fue dada para amar y buscar el bien generosamente, negándose a obedecer a su Señor y Padre; continúa siéndolo incluso cuando el hombre, en lugar de responder con amor al amor de Dios, se le enfrenta como a un rival, haciéndose ilusiones y presumiendo de sus propias fuerzas, con la consiguiente ruptura de relaciones con Aquel que lo creó. A pesar de esta prevaricación del hombre, Dios permanece fiel al amor. Ciertamente, la narración del paraíso del Edén nos hace meditar sobre las funestas consecuencias del rechazo del Padre, lo cual se traduce en un desorden en el interior del hombre y en la ruptura de la armonía entre hombre y mujer, entre hermano y hermano [44]. También la parábola evangélica de los dos hijos —que de formas diversas se alejan del padre, abriendo un abismo entre ellos— es significativa. El rechazo del amor paterno de Dios y de sus dones de amor está siempre en la raíz de las divisiones de la humanidad.

Pero nosotros sabemos que Dios «rico en misericordia» [45] a semejanza del padre de la parábola, no cierra el corazón a ninguno de sus hijos. Él los espera, los busca, los encuentra donde el rechazo de la comunión los hace prisioneros del aislamiento y de la división, los llama a reunirse en torno a su mesa en la alegría de la fiesta del perdón y de la reconciliación.

Esta iniciativa de Dios se concreta y manifiesta en el acto redentor de Cristo que se irradia en el mundo mediante el ministerio de la Iglesia.

En efecto, según nuestra fe, el Verbo de Dios se hizo hombre y ha venido a habitar la tierra de los hombres; ha entrado en la historia del mundo, asumiéndola y recapitulándola en sí [46]. Él nos ha revelado que Dios es amor y que nos ha dado el «mandamiento nuevo» [47] del amor, comunicándonos al mismo tiempo la certeza de que la vía del amor se abre a todos los hombres, de tal manera que el esfuerzo por instaurar la fraternidad universal no es vano [48]. Venciendo con la muerte en la cruz el mal y el poder del pecado con su total obediencia de amor, Él ha traído a todos la salvación y se ha hecho «reconciliación» para todos. En Él Dios ha reconciliado al hombre consigo mismo.

La Iglesia, continuando el anuncio de reconciliación que Cristo hizo resonar por las aldeas de Galilea y de toda Palestina [49], no cesa de invitar a la humanidad entera a convertirse y a creer en la Buena Nueva. Ella habla en nombre de Cristo, haciendo suya la apelación del apóstol Pablo que ya hemos mencionado: «Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios os exhortase por medio de nosotros. Por eso os rogamos: reconciliaos con Dios» [50].

Quien acepta esta llamada entra en la economía de la reconciliación y experimenta la verdad contenida en aquel otro anuncio de San Pablo, según el cual Cristo «es nuestra paz; él hizo de los dos pueblos uno, derribando el muro de separación, la enemistad... estableciendo la paz, y reconciliándolos a ambos en un solo cuerpo con Dios por la cruz» [51]. Aunque este texto se refiere directamente a la superación de la división religiosa dentro de Israel en cuanto pueblo elegido del Antiguo Testamento y a los otros pueblos llamados todos ellos a formar parte de la Nueva Alianza, en él encontramos, sin embargo, la afirmación de la nueva universalidad espiritual, querida por Dios y por Él realizada mediante el sacrificio de su Hijo, el Verbo hecho hombre, en favor de todos aquellos que se convierten y creen en Cristo, sin exclusiones ni limitaciones de ninguna clase. Por tanto, todos —cada hombre, cada pueblo— hemos sido llamados a gozar de los frutos de esta reconciliación querida por Dios.

[42] Cf. Sab 11, 23-26; Gén 1, 27; Sal 8, 4-8.
[43] Sab 2, 24.
[44] Cf. Gén 3, 12 s., 4, 1-16.
[45] Ef 2, 4.
[46] Ef 1, 10
[47] Jn 13, 34
[48] Conc. Ecum. Vatic. II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 38.
[49] Cf. Mc 1, 15.
[50] 2 Cor 5, 20.
[51] Ef 2, 14-16.


La Iglesia, gran sacramento de reconciliación

11. La Iglesia tiene la misión de anunciar esta reconciliación y de ser el sacramento de la misma en el mundo. Sacramento, o sea, signo e instrumento de reconciliación es la Iglesia por diferentes títulos de diverso valor, pero todos ellos orientados a obtener lo que la iniciativa divina de misericordia quiere conceder a los hombres.

Lo es, sobre todo, por su existencia misma de comunidad reconciliada, que testimonia y representa en el mundo la obra de Cristo.

Además, lo es por su servicio como guardiana e intérprete de la Sagrada Escritura, que es gozosa nueva de reconciliación en cuanto que, generación tras generación, hace conocer el designio amoroso de Dios e indica a cada una de ellas los caminos de la reconciliación universal en Cristo.

Por último, lo es también por los siete sacramentos que, cada uno de ellos en modo peculiar «edifican la Iglesia» [52]. De hecho, puesto que conmemoran y renuevan el misterio de la Pascua de Cristo, todos los sacramentos son fuente de vida para la Iglesia y, en sus manos, instrumentos de conversión a Dios y de reconciliación de los hombres.

[52] Cf. San Agustín, De Civitate Dei, XXII, 17: CCL 48, 835 s.; S. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, pars III, q. 64, a. 2, ad tertium.

Otras vías de reconciliación

12. La misión reconciliadora es propia de toda la Iglesia, y en modo particular de aquella que ya ha sido admitida a la participación plena de la gloria divina con la Virgen María, con los Ángeles y los Santos, que contemplan y adoran al Dios tres veces santo. Iglesia del cielo, Iglesia de la tierra e Iglesia del purgatorio están misteriosamente unidas en esta cooperación con Cristo en reconciliar el mundo con Dios.

La primera vía de esta acción salvífica es la oración. Sin duda la Virgen, Madre de Dios y de la Iglesia [53], y los Santos, que llegaron ya al final del camino terreno y gozan de la gloria de Dios, sostienen con su intercesión a sus hermanos peregrinos en el mundo, en un esfuerzo de conversión, de fe, de levantarse tras cada caída, de acción para hacer crecer la comunión y la paz en la Iglesia y en el mundo. En el misterio de la comunión de los Santos la reconciliación universal se actúa en su forma más profunda y más fructífera para la salvación común.

Existe además otra vía: la de la predicación. Siendo discípula del único Maestro Jesucristo, la Iglesia, a su vez, como Madre y Maestra, no se cansa de proponer a los hombres la reconciliación y no duda en denunciar la malicia del pecado, en proclamar la necesidad de la conversión, en invitar y pedir a los hombres «reconciliarse con Dios». En realidad esta es su misión profética en el mundo de hoy como en el de ayer; es la misma misión de su Maestro y Cabeza, Jesús. Como Él, la Iglesia realizará siempre tal misión con sentimientos de amor misericordioso y llevará a todos la palabra de perdón y la invitación a la esperanza que viene de la cruz.

Existe también la vía, frecuentemente difícil y áspera, de la acción pastoral para devolver a cada hombre —sea quien sea y dondequiera se halle— al camino, a veces largo, del retorno al Padre en comunión con todos los hermanos.

Existe, finalmente, la vía, casi siempre silenciosa, del testimonio, la cual nace de una doble convicción de la Iglesia: la de ser en sí misma «indefectiblemente santa» [54], pero a la vez necesitada de ir «purificándose día a día hasta que Cristo la haga comparecer ante sí gloriosa, sin manchas ni arrugas» pues, a causa de nuestros pecados a veces «su rostro resplandece menos» a los ojos de quien la mira [55]. Este testimonio no puede menos de asumir dos aspectos fundamentales: ser signo de aquella caridad universal que Jesucristo ha dejado como herencia a sus seguidores cual prueba de pertenecer a su reino, y traducirse en obras siempre nuevas de conversión y de reconciliación dentro y fuera de la Iglesia, con la superación de las tensiones, el perdón recíproco, y con el crecimiento del espíritu de fraternidad y de paz que ha de propagar en el mundo entero. A lo largo de esta vía la Iglesia podrá actuar eficazmente para que pueda surgir la que mi Predecesor Pablo VI llamó la «civilización del amor».

[53] Cf. Pablo VI, Alocución en la clausura de la Tercera Sesión del Concilio Ecuménico Vaticano II (21 de noviembre de 1964): AAS 56 (1964), 1015-1018.
[54] Conc. Ecum. Vatic. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 39.
[55] Cf. Conc. Ecum. Vatic. II, Decreto Unitatis redintegratio, sobre el ecumenismo, 4.


CALENDARIO

14 LUNES DE LA XXXIII SEMANA DEL T. ORDINARIO, feria

Misa
de feria (verde).
MISAL: cualquier formulario permitido (véase pág. 67, n. 5), Pf. común.
LECC.: vol. III-par.
- Ap 1, 1-4; 2, 1-5a.
Acuérdate de dónde has caído, y conviértete.
- Sal 1. R. Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida.
- Lc 18, 35-43. «¿Qué quieres que haga por ti?» «Señor, que recobre la vista».

Liturgia de las Horas: oficio de feria.

Martirologio: elogs. del 15 de noviembre, pág. 668.
CALENDARIOS: Carmelitas: Todos los santos de la Orden (F).
Calahorra y La Calzada-Logroño: San Josafat, obispo y mártir (MO).
Mérida-Badajoz: Santos Paulo, Fidel, Massona y Renovato, obispos (MO).
Sevilla: San Diego de Alcalá, religioso (MO).
Solsona: San León Magno, papa y doctor de la Iglesia (MO).
Zaragoza y Jesuitas: San José Pignatelli, presbítero (MO).
Mercedarios: San Serapio, religioso y mártir (MO).
Canónigos Regulares de Letrán: San Lorenzo de Dublín, obispo (ML).
Dominicos: Beato Juan Licio, presbítero, o Beata Lucía de Dublín, virgen (ML).
Familia Franciscana: Santos Nicolás Tavelic, presbítero, y compañeros, mártires (ML).
Orden Premonstratense: San Siardo, abad (ML).
Betharramitas: Conmemoración de los hermanos, parientes y bienhechores difuntos. 
O. Cist., Jerónimos y Trinitarios: Conmemoración de todos los difuntos de la Orden.
Plasencia: Aniversario de la muerte de Mons. Juan Pedro Zarranz Pueyo, obispo (1973).

TEXTOS MISA

Misa de la feria: del XXXIII Domingo del T. Ordinario (o de otro Domingo del T. Ordinario).

Misa por el progreso de los pueblos: Ayer celebramos la Jornada mundial de los Pobres.
Por el progreso de los pueblos

Antífona de entrada 1 Jn 3,17
Si uno tiene bienes del mundo y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios?
Qui habúerit substántiam huius mundi, et víderit fratrem suum necessitátem habére et cláuserit víscera sua ab eo, quómodo cáritas Dei manet in eo?

Monición de entrada
Nuestro mundo aparece a la vez poderoso y débil, capaz de lo mejor y de lo peor. Entre luces y sombras, entre alegrías y esperanzas, la humanidad va progresando en el respeto cada vez más auténtico de la dignidad de la persona, en la justicia social, en el reconocimiento cada vez mayor de la igualdad fundamental de todos los hombres. La Iglesia conecta con los deseos más profundos del corazón humano y su mensaje es luz, vida y libertad para el progreso humano. Celebramos la eucaristía en medio de este mundo, sometido a cambios constantes, y pedimos que el progreso de los pueblos responda siempre a la dignidad de la vocación del hombre ya las aspiraciones más universales de la humanidad.
O bien:
Nos encontramos en un mundo en constante evolución, oremos para que este progreso sea para mayor igualdad entre todos los hombres y para un mayor respeto a la dignidad humana. Celebremos la eucaristía con el deseo de que todos los pueblos incrementen su conocimiento de Cristo y alcancen su pleno desarrollo.

Oración colecta
Oh, Dios, que has dado a todos los pueblos la misma procedencia, y quisiste, con ellos, reunir en ti una sola familia, llena los corazones de todos con el fuego de tu amor y enciéndelos con el deseo del progreso justo de sus hermanos, para que, con los bienes que generosamente repartes entre todos, cada uno alcance la plenitud humana como persona, y, suprimida toda discriminación, se afirmen en el mundo la igualdad y la justicia. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui unam dedísti cunctis géntibus oríginem, et unam ex eis in te voluísti famíliam congregáre, tuae caritátis ardóre ómnium corda perfúnde et fratrum suórum desidério iustae progressiónis accénde, ut, per bona quae cunctis affluénter largíris, humána singulórum perficiátur persóna, et aequitas atque iustítia, quavis divisióne subláta, in hóminum societáte firméntur. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Lunes de la XXXIII semana del Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA Ap 1, 1-4; 2, 1-5a
Acuérdate de dónde has caído, y conviértete

Comienzo del libro del Apocalipsis.

Revelación de Jesucristo, que Dios le encargó mostrar a sus siervos acerca de lo que tiene que suceder pronto. La dio a conocer enviando su ángel a su siervo Juan, el cual fue testigo de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo de todo cuanto vio. Bienaventurado el que lee, y los que escuchan las palabras de esta profecía, y guardan lo que en ella está escrito, porque el tiempo está cerca.
Juan a las siete iglesias de Asia:
«Gracia y paz a vosotros
de parte del que es, el que era y ha de venir;
de parte de los siete Espíritus que están ante su Trono». Escuché al Señor que me decía:
Escribe al ángel de la Iglesia en Éfeso:
«Esto dice el que tiene las siete estrellas en su derecha, el que camina en medio de los siete candelabros de oro. Conozco tus obras, tu fatiga, tu perseverancia, que no puedes soportar a los malvados, y que has puesto a prueba a los que se llaman apóstoles, pero no lo son, y has descubierto que son mentirosos. Tienes perseverancia y has sufrido por mi nombre y no has desfallecido. Pero tengo contra ti que has abandonado tu amor primero. Acuérdate, pues, de dónde has caído, conviértete y haz las obras primeras».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 1, 1-2. 3. 4 y 6 (R.: Ap 2, 7b)
R. 
Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida.
Vincénti dabo édere de ligno vitæ.

V. Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.
R. Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida.
Vincénti dabo édere de ligno vitæ.

V. Será como un árbol,
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.
R. Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida.
Vincénti dabo édere de ligno vitæ.

V. No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.
R. Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida.
Vincénti dabo édere de ligno vitæ.

Aleluya Jn 18, 12b
R. 
Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Yo soy la luz del mundo -dice el Señor-; el que me sigue tendrá la luz de la vida. R.
Ego sum lux mundi, dicit Dóminus; qui séquitur me habébit lumen vitæ.

EVANGELIO Lc 18, 35-43
«¿Qué quieres que haga por ti?» «Señor, que recobre la vista»
╬ 
Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
R. Gloria a ti, Señor.

Cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le informaron:
«Pasa Jesús el Nazareno».
Entonces empezó a gritar:
«¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!».
Los que iban delante lo regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte:
«Hijo de David, ten compasión de mí!».
Jesús se paró y mandó que se lo trajeran.
Cuando estuvo cerca, le preguntó:
«¿Qué quieres que haga por ti?».
Él dijo:
«Señor, que recobre la vista».
Jesús le dijo:
«Recobra la vista, tu fe te ha salvado».
Y enseguida recobró la vista y lo seguía, glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alabó a Dios.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Audiencia general 15-julio-2016
El ciego pide poder ver de nuevo y su deseo es atendido: «Recobra la vista, tu fe te ha salvado» (Lc 18, 42). Él mostró su fe invocando a Jesús y queriendo encontrarse con Él de todos los modos posibles, y esto le dio como don la salvación. Gracias a la fe ahora puede ver y, sobre todo, se siente amado por Jesús. Por ello el relato termina diciendo que el ciego «lo seguía glorificando a Dios» (Lc 18, 43): se convierte en discípulo. De mendigo a discípulo, también este es nuestro camino: todos nosotros somos mendigos, todos. Siempre tenemos necesidad de salvación. Y todos nosotros, todos los días, debemos dar este paso: de mendigos a discípulos. Y así, el ciego se pone en camino siguiendo al Señor y entrando a formar parte de su comunidad. Aquel a quien querían hacer callar, ahora testimonia a gran voz su encuentro con Jesús de Nazaret, y «todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios» (Lc 18, 43).

Oración de los fieles
Ferias del Tiempo Ordinario XLII

Oremos, hermanos, y pidamos al Padre que inspire Él mismo nuestra oración.
- Por la santa Iglesia de Dios. Roguemos al Señor.
- Por el papa N., por nuestro obispo N., por el clero y por todo el pueblo fiel. Roguemos al Señor. 
- Por los que gobiernan los pueblos y trabajan por la paz y el bien común. Roguemos al Señor.
- Por los que sufren, los presos, por los emigrantes, los parados y por cuantos se sienten marginados. Roguemos al Señor.
- Por todos los que nos encontramos aquí, reunidos en la fe, la devoción y el temor de Dios. Roguemos al Señor.
Que te sean gratos, Padre nuestro, los deseos de tu Iglesia suplicante; para que tu misericordia nos conceda lo que no podemos esperar de nuestros méritos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Misa por el progreso de los pueblos:
Oración de los fieles

Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Supliquémosle, pues, confiadamente, por el bien de todos los pueblos.
- Para que la Iglesia sea recinto de libertad y lugar de acogida para los hombres de cualquier raza e ideología. Roguemos al Señor.
- Para que los bienes de la tierra, destinados a todos los hombres, sean justamente distribuidos entre todos los pueblos que forman la única casa común de la gran familia humana. Roguemos al Señor.
- Para que desaparezca toda discriminación y rivalidad entre los hombres y las naciones, y crezca entre todos la solidaridad y la fraternidad, propias de los hijos de Dios. Roguemos al Señor.
- Para que todos favorezcamos y promovamos, en esta casa común que es nuestro mundo, la dignidad y la plena realización de toda persona humana. Roguemos al Señor.
- Para que la celebración de la eucaristía avive en nosotros el deseo de contribuir, con nuestro ejemplo y trabajo, al progreso justo y fraternal de los pueblos. Roguemos al Señor
Te lo pedimos, Padre, en el nombre de Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Señor, escucha, misericordioso, las súplicas de los que te invocan, y, al aceptar la oblación de tu Iglesia, haz que todos los hombres se llenen del espíritu de los hijos de Dios, de manera que, superadas las desigualdades por el amor, se forme en tu paz la familia de los pueblos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Preces ad te clamántium, Dómine, propitiátus exáudi, et, Ecclésiae tuae oblatióne suscépta, praesta, ut omnes hómines spíritu filiórum Dei repleántur, quátenus, inaequalitátibus in caritáte superátis, una fiat in tua pace populórum família. Per Christum.

PLEGARIA EUCARÍSTICA D 3

Antífona de comunión Cf. Sal 103, 13-15

La tierra se sacia de tu acción fecunda, Señor: sacas pan de los campos y vino que alegra el corazón de los hombres.
De fructu óperum tuórum, Dómine, satiábitur terra, ut edúcas panem de terra, et vinum laetíficet cor hóminis.
O bien: Cf. Lc 11, 9
Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá, dice el Señor.
Pétite, et dábitur vobis; quaerite, et inveniétis; pulsáte, et aperiétur vobis, dicit Dóminus.

Oración después de la comunión
Alimentados con un solo pan con el que renuevas siempre a la familia humana, te pedimos, Señor, al participar del sacramento de la unidad, que obtengamos un amor fuerte y generoso, para ayudar a los pueblos en vías de desarrollo y realizar, en la caridad, la obra de la justicia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Uno pane refécti, quo humánam famíliam iúgiter instáuras, quaesumus, Dómine, ut, ex unitátis participatióne sacraménti, válidum et purum hauriámus amórem ad progrediéntes pópulos iuvándos, et ad opus iustítiae, inspiránte caritáte, perficiéndum. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del 15 de noviembre
San Alberto, llamado “Magno”, obispo y doctor en Iglesia, que ingresó en la Orden de Predicadores en París, enseñó de palabra y en sus escritos las disciplinas filosóficas y divinas, y fue maestro de santo Tomás de Aquino, uniendo maravillosamente la sabiduría de los santos con la ciencias humanas y naturales. Después se vio obligado a aceptar la sede episcopal de Ratisbona, desde la cual se esforzó asiduamente en fortalecer la paz entre los pueblos, aunque al cabo de un año prefirió la pobreza de la Orden a toda clase de honores y murió santamente en Colonia, en la Lotaringia Germánica, actual Alemania. (1280)
2. En Hipona Regia, lugar de Numidia, Argelia actualmente, los veinte santos mártires cuya fe victoriosa celebró san Agustín y de los cuales sólo se recuerdan los nombres del obispo Fidenciano, de Valeriana y de Victoria. (s. III/IV)
3. En Edesa, de la región de Osroene, en la Turquía actual, santos mártires Gurias, asceta, y Samonas, que bajo Diocleciano, después de prolongados y crueles tormentos, fueron condenados a muerte por el prefecto Misiano y decapitados. (305)
4*. En la ciudad de Nola, en Campania, san Félix, con cuyos cuidados pastorales y devoción se honra la ciudad. (s. IV/V)
5. En Bretaña Menor, en la Francia actual, san Maclovio o Macuto, obispo de Alet, que, nacido en Cambria, murió en Saintes. (640)
6*. En Cahors, lugar de Aquitania, también en Francia, san Desiderio, obispo, que construyó iglesias, monasterios y edificios para el bien común, sin olvidarse de preparar las almas para su celeste Esposo, como verdaderos templos de Cristo. (655)
7*. En el monte Irschenberg, en Baviera, en la actual Alemania, santos Marino, obispo, y Aniano, mártires. (s. VII/VIII)
8*. Cerca de Rouen, población de Neustria, hoy Francia, san Sidonio, abad, oriundo de Irlanda, que hizo vida monástica primero en Jumièges, después en el monasterio de Herio, en la isla de Noirmoutier, bajo la dirección de san Filiberto, y finalmente en el monasterio de Saint-Saens, fundado por él mismo. (c. 684)
9*. En Rheinau, en la región de Helvecia, actualmente Suiza, san Fintano, procedente de Irlanda, que vivió mucho tiempo en un monasterio, pero se recluyó después en una pequeña celda, junto a la iglesia, escondido por amor de Dios. (879)
10. En el cenobio de Klosterneuburg, en Austria, sepultura de san Leopoldo, príncipe de esa provincia, a quien se honró, aún en vida, con el sobrenombre de «Piadoso», pues fue siempre portador de paz y amigo de los pobres y del clero. (1136)
11*. En Reading, en Inglaterra, beatos mártires Hugo Faringdon o Cook, abad de la Orden de san Benito, Juan Eynon y Juan Rugg, presbíteros, los cuales opusieron tenaz resistencia al rey Enrique VIII, que intentaba apropiarse la autoridad de la Iglesia, y por esa causa, acusados de traición, delante del monasterio fueron ahorcados y descuartizados. (1539)
12*. En Glastonbury, también en Inglaterra, beatos mártires Ricardo Whiting, abad, Roge James y Juan Thorne, presbíteros de la Orden de san Benito, que, acusados falsamente de traición y sacrilegio, durante el mismo reinado fueron ahorcados también y descuartizados (1539).
13*. En Ferrara, en Emilia-Romaña, beata Lucía Brocadelli, religiosa, que tanto en el matrimonio como en el monasterio de la Tercera Orden Dominicana sobrellevó con paciencia muchos dolores y vejaciones. (1544)
14*. En Nagasaki, en Japón, beato Cayo Coreano, mártir, que, siendo catequista, por confesar a Cristo fue condenado a la hoguera. (1627)
15. En Caaró, lugar del Paraguay, santos Roque González y Alfonso Rodríguez, presbíteros de la Orden de la Compañía de Jesús y mártires, que ganaron para Cristo a los pueblos indígenas abandonados, fundando las llamadas “reducciones”, donde el trabajo y la vida social se compaginaban libremente con los valores del cristianismo, y por eso fueron asesinados a traición por el sicario de un personaje adicto a las artes mágicas. (1628)
16. En Roma, san José Pignatelli, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús, que trabajó mucho para reforzarla en un momento peligroso de extinción y se significó por su caridad e integridad de costumbres, siempre con las miras puestas en la mayor gloria de Dios. (1811)
17. En Mengo, lugar de Uganda, san José Mkasa Balikuddembé, mártir, que, estando al frente del palacio real, recibido el bautismo ganó a muchos jóvenes para Cristo y defendió a los niños de la corte de las pasiones viciosas del rey Mwenga, por lo que el rey, enfurecido, ordenó decapitarle a los veinticinco años de edad. (1885)
18*. En Sanremo, en la región de Liguria, en Italia, beata María de la Pasión (Helena) de Chappotin de Neuville, virgen, que, enamorada de la humildad y sencilez de san Francisco, fundó las Hermanas Franciscanas Misioneras de María, para el servicio de la mujer en tierras de misión. (1904)
19. En Wadowice, en Polonia, san Rafael de San José (José) Kalinowski, presbítero, que durante la guerra, en la insurrección del pueblo contra el opresor, fue hecho prisionero por los enemigos y deportado a Siberia; después de sufrir muchas calamidades, por fin recuperada la libertad, ingresó en la Orden de Carmelitas Descalzos, que promovió notablemente. (1907)

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