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Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

miércoles, 27 de julio de 2022

Miércoles 31 agosto 2022, Miércoles de la XXII semana del Tiempo Ordinario (o misa por la Paz y la Justicia).

SOBRE LITURGIA

JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 5 de enero de 1983

El sacramento del matrimonio

1. "Yo, ... te quiero a ti, ..., como esposa"; "yo, ..., te quiero a ti, a ti, ..., como esposo": estas palabras están en el centro de la liturgia del matrimonio como sacramento de la Iglesia. Estas palabras las pronuncian los novios insertándolas en la siguiente fórmula del consentimiento: "...prometo serte fiel, en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y amarte y honrarte todos los días de mi vida". Con estas palabras los novios contraen matrimonio y al mismo tiempo lo reciben como sacramento, del cual ambos son ministros. Ambos, hombre y mujer, administran el sacramento. Lo hacen ante los testigos. Testigo cualificado es el sacerdote, que al mismo tiempo bendice el matrimonio y preside toda la liturgia del sacramento. Testigos, en cierto sentido. son además todos los participantes en el rito de la hada, y en "forma oficial" algunos de ellos (normalmente dos). llamados expresamente. Ellos deben testimoniar que el matrimonio se contrae ante Dios v lo confirma la Iglesia. En el orden normal de las cosas, el matrimonio sacramental es un acto público, por medio del cual dos personas, un hombre y una mujer, se convierten ante la sociedad de la Iglesia en marido y mujer, es decir, en sujeto actual de la vocación y de la vida matrimonial.

2. El matrimonio como sacramento se contrae mediante la palabra, que es signo sacramental en razón de su contenido: "Te quiero a ti como esposa ―como esposo― y prometo serte fiel, en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y amarte y honrarte todos los días de mi vida". Sin embargo, esta palabra sacramental es de por sí sólo el signo de la celebración del matrimonio. Y la celebración del matrimonio se distingue de su consumación hasta el punto de que, sin esta consumación, el matrimonio no está todavía constituido en su plena realidad. La constatación de que un matrimonio se ha contraído jurídicamente, pero no se ha consumado (ratum - non consummatum), corresponde a la constatación de que no se ha constituido plenamente como matrimonio. En efecto, las palabras mismas "Te quiero a ti como esposa ― esposo ―" se refieren no sólo a una realidad determinada, sino que puede realizarse sólo a través de la cópula conyugal. Esta realidad (la cópula conyugal) por lo demás viene definida desde el principio por institución del Creador: "Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre; y se adherirá a su mujer; y vendrán a ser los dos una sola carne" (Gén 2, 24).

3. Así, pues, de las palabras con las que el hombre v la mujer expresan su disponibilidad a llegar a ser "una sola carne", según la eterna verdad establecida en el misterio de la creación, pasamos a la realidad que corresponde a estas palabras. Uno y otro elemento es importante respecto a la estructura del signo sacramental, al que conviene dedicar el resto de las presentes consideraciones. Puesto que el sacramento es el signo mediante el cual se expresa y al mismo tiempo se actúa la realidad salvífica de la gracia y de la alianza, hay que considerarlo ahora bajo el aspecto del signo, mientras que las reflexiones anteriores se han dedicado a la realidad de la gracia y de la alianza.

El matrimonio como sacramental de la Iglesia, se contrae mediante las palabras de los ministros, es decir, de los nuevos esposos: palabras que significan e indican, en el orden intencional, lo que (o mejor: quien) ambos han decidido ser, de ahora en adelante, el uno para el otro y el uno con el otro. Las palabras de los nuevos esposos forman parte de la estructura integral del signo sacramental, no sólo por lo que significan, sino, en cierto sentido, también con el que ellas significan y determinan. El signo sacramental se constituye en el orden intencional, en cuanto que se constituye contemporáneamente en el orden real.

4. Por consiguiente, el signo del sacramento del matrimonio se constituye mediante las palabras de los nuevos esposos, en cuanto que a ellas corresponde la "realidad" que ellas mismas constituyen. Los dos, como hombre y mujer, al ser ministros del sacramento en el momento de contraer matrimonio, constituyen al mismo tiempo el pleno y real signo visible del sacramento mismo. Las palabras que ellos pronuncian no constituirían de por sí el signo sacramental del matrimonio, si no correspondiesen a ellas la subjetividad humana del novio y de la novia y al mismo tiempo la conciencia del cuerpo, ligada a la masculinidad y a la feminidad del esposo y de la esposa. Aquí hay que traer de nuevo a la mente toda la serie de análisis relativos al libro del Génesis (cf. Gén 1, 2), hechos anteriormente. La estructura del signo sacramental sigue siendo ciertamente en su esencia la misma que "en principio". La determina, en cierto sentido, "el lenguaje del cuerpo", en cuanto que cl hombre y la mujer, que mediante el matrimonio deben llegar a ser una sola carne, expresan en este signo el don recíproco de la masculinidad y de la feminidad, como fundamento de la unión conyugal de las personas

5. El signo del sacramento del matrimonio se constituye por el hecho de que las palabras pronunciadas por los nuevos esposos adquieren el mismo "lenguaje del cuerpo" que al "principio", y en todo caso le dan una expresión concreta e irrepetible. Le dan una expresión intencional en el plano del intelecto y de la voluntad, de la conciencia y del corazón. Las palabras "Yo te quiero a ti como esposa - como esposo" llevan en sí precisamente ese perenne, y cada vez único e irrepetible, "lenguaje del cuerpo" y al mismo tiempo lo colocan en el contexto de la comunión de los personas: "Prometo serte fiel, en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y amarte y honrarte todos los días de mi vida". De este modo, el "lenguaje del cuerpo" perenne y cada vez nuevo, es no solo el "substrato" sino, en cierto sentido, el contenido constitutivo de la comunión de las personas. Las personas ―hombre y mujer― se convierten de por sí en un don recíproco. Llegan a ser ese don en su masculinidad y feminidad, descubriendo el significado esponsalicio del cuerpo y refiriéndolo recíprocamente a sí mismos de modo irreversible para toda la vida.

6. Así el sacramento del matrimonio como signo permite comprender las palabras de los nuevos esposos, palabras que confieren un aspecto nuevo a su vida en la dimensión estrictamente personal (e interpersonal: comunnio personarum), basándose en el "lenguaje del cuerpo". La administración del sacramento consiste en esto: que en el momento de contraer matrimonio el legumbre y la mujer, con las palabras adecuadas y en la relectura del perenne "lenguaje del cuerpo", forman un signo, un signo irrepetible, que tiene también un significado de cara al futuro: "todos los días de mi vida", es decir, hasta la muerte. Este es signo visible y eficaz de la alianza con Dios en Cristo, esto es, de la gracia, que en dicho signo debe llegar a ser parte de ellos, como "propio don" (según la expresión de la primera Carta a los Corintios 7, 7).

7. Al formular la cuestión en categorías socio-jurídicas, se puede decir que entre los nuevos esposos se ha estipulado un pacto conyugal de contenido bien determinado. Se puede decir además que, como consecuencia de este pacto, ellos se convierten en esposos de modo socialmente reconocido, y que de esta manera se ha constituido en su germen la familia como colarla social fundamental. Este modo de entender está obviamente en consonancia con la realidad humana del matrimonio, más aún, es fundamental también en el sentido religioso y religioso-moral. Sin embargo, desde el punto de vista de la teología del sacramento, la clave para comprender el matrimonio sigue siendo la realidad del signo, con el que el matrimonio se constituye sobre el fundamento de la alianza del hombre con Dios en Cristo y en la Iglesia: se constituye en el orden sobrenatural del vínculo sagrado que exige la gracia. En este orden el matrimonio es un signo visible y eficaz. Originado en el misterio de la creación tiene su nuevo origen en el misterio de la redención, sirviendo a la "unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad" (Gaudium et spes, 24). La liturgia del sacramento del matrimonio da forma a ese signo: directamente, durante el rito sacramental, sobre la base del conjunto de sus elocuentes expresiones; indirectamente, a lo largo de toda la vida. El hombre y la mujer, como cónyuges, llevan este signo toda la vida y siguen siendo ese signo hasta la muerte.

CALENDARIO

31 MIÉRCOLES DE LA XXII SEMANA DEL T. ORDINARIO, feria

Misa
de feria (verde).
MISAL: cualquier formulario permitido (véase pág. 67, n. 5), Pf. común.
LECC.: vol. III-par.
- 1 Cor 3, 1-9.
Nosotros somos colaboradores de Dios y vosotros, campo de Dios, edificio de Dios.
- Sal 32. R. Dichoso el pueblo que Dios se escogió como heredad.
- Lc 4, 38-44. Es necesario que evangelice también a las otras ciudades, pues para esto he sido enviado.

Liturgia de las Horas: oficio de feria.

Martirologio: elogs. del 1 de septiembre, pág. 526.
CALENDARIOS: Guadix y Málaga: Dedicación de la iglesia-catedral (F).
Mercedarios: San Ramón Nonato, presbítero (F). Solsona: (MO). En el resto de Cataluña: (ML).
Calahorra y La Calzada-Logroño, diócesis: Santos Emeterio y Celedonio, mártires (MO).
Mallorca: Santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars, virgen (MO).
Zaragoza: Santo Domingo del Val, mártir (MO).
Servitas: Beato Andrés de Borgo Sansepolcro, religioso (ML).
Jaén: Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. Amadeo Rodríguez Magro, obispo, emérito (2003).

TEXTOS MISA

Misa de la feria: del XXII Domingo del T. Ordinario (o de otro Domingo del T. Ordinario).

Misa por la paz:
Por la paz y la justicia

Antífona de entrada Cf. Eclo 36, 15-16
Señor, da la paz a los que esperan en ti, escucha las súplicas de tus siervos y llévanos por el camino de la justicia.
Da pacem, Dómine, sustinéntibus te, et exáudi oratiónes servórum tuórum, et dírige nos in viam iustítiae.

Monición de entrada
La paz y la justicia son aspiraciones permanentes de los hombres de todos los tiempos. El cristiano, con el auxilio de Cristo, Príncipe de la paz, es llamado a ser constructor de la justicia e instrumento de paz en medio del mundo. Para ello, pidamos en esta eucaristía los dones de la justicia y la paz.
O bien:
Cristo vino a traer paz a este mundo, reconciliando con su muerte y resurrección a todos los hombres y eliminando todo tipo de discordia y enemistad. Pidámosle que, continuando su obra en el mundo, nos ayude a esforzarnos de manera personal y comunitaria, y cooperemos en su obra.

Oración colecta
Oh, Dios, que manifestaste que serán llamados hijos tuyos los amantes de la paz, concédenos instaurar sin descanso aquella justicia que puede garantizar una paz firme y verdadera. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui pacíficos revelásti fílios tuos esse vocándos, praesta, quaesumus, ut illam instaurémus sine intermissióne iustítiam, quae sola firmam pacem spóndeat et verácem. Per Dóminum.
O bien:
Oh, Dios, que cuidas de todos con amor paternal, concede, en tu bondad, que los hombres, a quienes diste un mismo origen, formen una sola familia en la paz y vivan siempre unidos por el amor fraterno. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui patérnam curam ómnium geris, concéde propítius, ut hómines, quibus unam oríginem dedísti, et unam in pace famíliam constítuant, et fratérno semper ánimo uniántur. Per Dóminum.

B. Otras oraciones por la paz
Oración colecta
Oh, Dios, creador del mundo, bajo cuyo gobierno se desarrolla el curso de la historia, muéstrate propicio a nuestras súplicas y concede a nuestro tiempo el sosiego de la paz, para que nos gocemos incesantemente en la alabanza de tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, cónditor mundi, sub cuius arbítrio ómnium saeculórum ordo decúrrit, adésto propítius invocatiónibus nostris et tranquillitátem pacis praeséntibus concéde tempóribus, ut in láudibus misericórdiae tuae incessábili exsultatióne laetémur. Per Dóminum.
O bien:
Dios de la paz, tú eres la paz misma, a quien el espíritu violento no comprende ni el corazón cruel acepta, haz que perseveren en el bien los que conviven en concordia, y que recuperen la paz, olvidando el mal, los que están enfrentados. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus pacis, immo pax ipsa, quem discórdans ánimus non capit, quem mens cruénta non récipit, praesta, ut, qui concórdes sunt, boni perseverántiam téneant, qui discórdes sunt, mali oblivióne sanéntur. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Miércoles de la XXII semana del Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA 1 Cor 3, 1-9
Nosotros somos colaboradores de Dios y vosotros campo de Dios, edificio de Dios

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Por eso, en vez de alimento sólido, os di a beber leche, pues todavía no estabais para más. Aunque tampoco lo estáis ahora, pues seguís siendo carnales. En efecto, mientras haya entre vosotros envidias y contiendas, ¿no es que seguís siendo carnales y que os comportáis al modo humano? Pues si uno dice «yo soy de Pablo» y otro, «yo de Apolo», ¿no os comportáis al modo humano?
En definitiva, ¿qué es Apolo y qué es Pablo? Servidores a través de los cuales accedisteis a la fe, y cada uno de ellos como el Señor le dio a entender. Yo planté, Apolo regó, pero fue Dios quien hizo crecer; de modo que, ni el que planta es nada, Dichoso el pueblo que Dios se escogió como heredad. ni tampoco el que riega; sino Dios, que hace crecer. El que planta y el que riega son una misma cosa, si bien cada uno recibirá el salario según lo que haya trabajado. Nosotros somos colaboradores de Dios y vosotros, campo de Dios, edificio de Dios.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 32, 12-13. 14-15. 20-21 (R.: cf. 12)
R. 
Dichoso el pueblo que Dios se escogió como heredad.
Beátus pópulus, quem elégit Deus in hereditátem sibi.

V. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres.
R. Dichoso el pueblo que Dios se escogió como heredad.
Beátus pópulus, quem elégit Deus in hereditátem sibi.

V. Desde su morada observa
a todos los habitantes de la tierra:
él modeló cada corazón,
y comprende todas sus acciones.
R. Dichoso el pueblo que Dios se escogió como heredad.
Beátus pópulus, quem elégit Deus in hereditátem sibi.

V. Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos.
R. Dichoso el pueblo que Dios se escogió como heredad.
Beátus pópulus, quem elégit Deus in hereditátem sibi.

Aleluya Lc 4, 18
R. 
Aleluya, aleluya, aleluya.
V. El Señor me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad. R.
Evangelizáre paupéribus misit me Dóminus, predicáre captívis remissiónem.

EVANGELIO Lc 4, 38-44
Es necesario que evangelice también a las otras ciudades, pues para esto he sido enviado
 Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en la casa de Simón.
La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le rogaron por ella.
El, inclinándose sobre ella, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose enseguida, se puso a servirles.
Al ponerse el sol, todos cuantos tenían enfermos con diversas dolencias se los llevaban, y él, imponiendo las manos sobre cada uno, los iba curando.
De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban y decían:
«Tú eres el Hijo de Dios».
Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías.
Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar desierto. La gente lo andaba buscando y, llegando donde estaba, intentaban retenerlo para que no se separara de ellos.
Pero él les dijo:
«Es necesario que proclame el reino de Dios también a las otras ciudades, pues para esto he sido enviado».
Y predicaba en las sinagogas de Judea.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

San Cirilo, in Cat. graec. Patr
Aunque como Dios hubiese podido curarlos a todos con una sola palabra, sin embargo, los toca, dando a entender que su carne tenía virtud bastante para remediar todos los males; porque era carne de un Dios. Así como el fuego colocado en un vaso de bronce le comunica su propio calor, así el Omnipotente Verbo de Dios, cuando se unió realmente al templo, animado e inteligente, tomado de la Virgen, le hizo participante de los efectos de su poder. Que nos toque también a nosotros; mejor aún, toquémosle nosotros a El, para que nos libre de las enfermedades del alma, de los ataques del demonio y de la soberbia.

Oración de los fieles
Ferias del Tiempo Ordinario XXVIII

Confiando en el amor misericordioso del Padre, que abre sus brazos para acoger a todos los hombres, pidamos por nosotros y por el mundo entero.
- Por la santa Iglesia, para que presente ante el mundo el rostro acogedor del Padre para con los pobres, los que sufren, los que dudan y los que se equivocan. Roguemos al Señor.
- Por las familias que se encuentran en graves dificultades económicas, por los matrimonios que están en peligro de romperse, por las madres que tienen miedo de recibir un nuevo hijo, para que encuentren ayuda y apoyo en los hermanos. Roguemos al Señor.
- Por los que viven sumergidos en el mundo de la droga, de la delincuencia, de la marginación, de la miseria, para que hallen el camino y el valor necesario para salvarse de esta su situación. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, para que celebremos con fe esta eucaristía y vivamos con agradecimiento por la misericordia que Dios nos ofrece. Roguemos al Señor.
Escucha, Padre, nuestras plegarias y no rechaces a los que solo en ti confían. Por Jesucristo. nuestro Señor.

Misa por la paz:
Oración de los fieles
A Dios Padre, fuente y origen de todo bien, elevemos hoy nuestras súplicas confiadas, en nombre de Jesucristo, el Príncipe de la paz.
- Por la Iglesia, para que sea, cada vez más, un vivo testimonio de paz y justicia, para que todos los hombres se animen con una nueva esperanza. Oremos.
- Por los cristianos, para que trabajemos sin desfallecer por establecer en el mundo cauces de justicia, cuyo fruto es la paz. Oremos.
- Por los gobiernos de las naciones, para que crezcan en solidaridad y justicia, olviden los recelos y fomenten la mutua confianza, depongan las armas y trabajen por el diálogo y la paz. Oremos.
- Por los que son víctimas de las injusticias, las guerras, el terrorismo y toda clase de violencia, para que, instaurada la paz, puedan recuperar una vida acorde con la dignidad de toda persona. Oremos.
- Por nosotros, congregados alrededor del altar, para que, por nuestra convivencia fraterna, seamos en nuestro entorno testigos de la verdadera paz y justicia que nos brinda el Evangelio y que solo Cristo nos puede dar. Oremos.
Concédenos, oh, Dios, que en todos los pueblos de la tierra se instaure el reino de justicia y de paz de tu Hijo. Él, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas
Señor, que el sacrificio salvador de tu Hijo, Rey pacífico, ofrecido bajo estos signos sacramentales que significan la paz y la unidad, sirva para fortalecer la concordia entre todos tus hijos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Fílii tui, pacífici Regis, sacrifícium salutáre, his sacramentórum signis oblátum, quibus pax et únitas designántur, quaesumus, Dómine, ad concórdiam profíciat inter omnes fílios tuos confirmándam. Per Christum.

PLEGARIA EUCARÍSTICA DE LA RECONCILIACIÓN II

Antífona de la comunión Mt 5, 9

Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Beáti pacífici, quóniam fílii Dei vocabúntur.

Oración después de la comunión
Concédenos, Señor, tu espíritu de caridad para que, alimentados con el Cuerpo y Sangre de tu Unigénito, fomentemos con eficacia la paz entre todos que él mismo dejó. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Largíre nobis, quaesumus, Dómine, spíritum caritátis, ut, Córpore et Sánguine Unigéniti tui vegetáti, pacem inter omnes, quam ipse relíquit, efficáciter nutriámus. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del 1 de septiembre

1. Conmemoración de san Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, que al recibir la imposición de manos por Moisés fue lleno del espíritu de sabiduría, y a la muerte de Moisés introdujo de modo maravilloso al pueblo de Israel, cruzando el Jordán, en la tierra de promisión (Jos, 1, 1).
2. En Reims, en la Galia Bélgica, actual Francia, san Sixto, considerado primer obispo de esta ciudad. (s. III)
3. En Capua, en la región actualmente italiana de Campania, en la vía Acuaria, san Prisco, mártir(s. IV)
4. En Todi, en Umbría, también de la Italia actual, san Terenciano, obispo. (c. s. IV)
5. En Dax, en Aquitania, hoy Francia, san Vicente, celebrado como obispo y mártir. (c. IV)
6. En Zurzach, junto al Rin, en la región de los tigurinos de Germania, en la actual Suiza, santa Verena(s. IV)
7. En Cenomanum, en la Galia Lugdunense, hoy Le Mans, en Francia, san Victorio, obispo, de quien habla san Gregorio de Tours. (490)
8. En Aquino, de la región del Lacio, en Italia, san Constancio, obispo, cuyo don de profecía elogia el papa san Gregorio Magno. (570)
9. En la región de Nimes, en la Galia Narbonense, actual Francia, san Egidio o Gil, cuyo nombre adopta la población que después se formó en la región de la Camarga, y donde se dice que el santo había erigido un monasterio y completado el curso de su vida mortal. (s. VI/VII)
10. En Sens, lugar de Neustria, hoy también Francia, san Lupo, obispo, que fue desterrado por haber dicho ante un jerarca local que convenía al pueblo ser regido por un sacerdote y obedecer a Dios antes que a los príncipes. (c. 623)
11*. En Venecia, en la actual Italia, beata Juliana de Collalto, abadesa de la Orden de San Benito. (1262)
12*. En Florencia, en la región toscana, igualmente en Italia, beata Juana Soderini, virgen de la Orden Tercera de los Siervos de María, preclara por su oración y austeridad de vida. (c. 1367)
13*. En Madrid, en España, beatos Cristino (Miguel) Roca Huguet, presbítero, y once compañeros*, mártires, de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, fusilados durante la guerra por quienes odiaban la religión. (1936)
*Sus nombres son: beatos Proceso (Joaquín) Ruiz Cascales, Eutimio (Nicolás) Aramendía García, Canuto (José) Franco Gómez, Dositeo (Guillermo) Rubio Alonso, Cesario (Mariano) Niño Pérez, Benjamín (Alejandro) Cobos Celada, Carmelo (Isidoro) Gil Arano, Cosme (Simón) Brun Arará, Cecilio (Enrique) López López, Rufino (Crescencio) Lasheras Aizcorbe y Faustino (Antonio) Villanueva Igual, religiosos.
14*. En Paterna, en la provincia de Valencia, en España, beato Alfonso Sebastiá Viñals, presbítero y mártir, que, estando al frente de la escuela de una institución social valenciana, recibió la corona gloriosa del martirio durante la misma persecución religiosa. (1936)
15*. En Barcelona, también en España, beatos mártires Pedro Rivera, presbítero, de la Orden de Hermanos Menores Conventuales, y María del Carmen Moreno Benítez y María del Refugio Carbonell Muñoz, vírgenes, del Instituto de María Auxiliadora, que en la misma persecución, a imitación de la pasión de Cristo Esposo, llegaron al premio de la paz perpetua. (1936)
- Beato José Samsó i Elías (1877- Mataró 1936). Sacerdote diocesano, mártir, asesinado por odio a la fe, el 1 de septiembre 1936 durante la guerra civil español; dio un verdadero testimonio de Cristo, murió perdonando a sus perseguidores; todavía hoy es un modelo de dedicación a la catequesis y de caridad hacia los pobres.

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