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Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

jueves, 7 de julio de 2022

Jueves 11 agosto 2022, Santa Clara, virgen, memoria obligatoria.

SOBRE LITURGIA

CARTA APOSTÓLICA DESIDERIO DESIDERAVI
DEL SANTO PADRE FRANCISCO

SOBRE LA FORMACIÓN LITÚRGICA DEL PUEBLO DE DIOS

56. El presbítero vive su participación propia durante la celebración en virtud del don recibido en el sacramento del Orden: esta tipología se expresa precisamente en la presidencia. Como todos los oficios que está llamado a desempeñar, éste no es, primariamente, una tarea asignada por la comunidad, sino la consecuencia de la efusión del Espíritu Santo recibida en la ordenación, que le capacita para esta tarea. El presbítero también es formado al presidir la asamblea que celebra.

57. Para que este servicio se haga bien – con arte – es de fundamental importancia que el presbítero tenga, ante todo, la viva conciencia de ser, por misericordia, una presencia particular del Resucitado. El ministro ordenado es en sí mismo uno de los modos de presencia del Señor que hacen que la asamblea cristiana sea única, diferente de cualquier otra (cfr. Sacrosanctum Concilium, n. 7). Este hecho da profundidad “sacramental” –en sentido amplio– a todos los gestos y palabras de quien preside. La asamblea tiene derecho a poder sentir en esos gestos y palabras el deseo que tiene el Señor, hoy como en la última cena, de seguir comiendo la Pascua con nosotros. Por tanto, el Resucitado es el protagonista, y no nuestra inmadurez, que busca asumir un papel, una actitud y un modo de presentarse, que no le corresponde. El propio presbítero se ve sobrecogido por este deseo de comunión que el Señor tiene con cada uno: es como si estuviera colocado entre el corazón ardiente de amor de Jesús y el corazón de cada creyente, objeto de su amor. Presidir la Eucaristía es sumergirse en el horno del amor de Dios. Cuando se comprende o, incluso, se intuye esta realidad, ciertamente ya no necesitamos un directorio que nos dicte el adecuado comportamiento. Si lo necesitamos, es por la dureza de nuestro corazón. La norma más excelsa y, por tanto, más exigente, es la realidad de la propia celebración eucarística, que selecciona las palabras, los gestos, los sentimientos, haciéndonos comprender si son o no adecuados a la tarea que han de desempeñar. Evidentemente, esto tampoco se puede improvisar: es un arte, requiere la aplicación del sacerdote, es decir, la frecuencia asidua del fuego del amor que el Señor vino a traer a la tierra (cfr. Lc 12,49).

58. Cuando la primera comunidad parte el pan en obediencia al mandato del Señor, lo hace bajo la mirada de María, que acompaña los primeros pasos de la Iglesia: “perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y María, la madre de Jesús” (Hch 1,14). La Virgen Madre “supervisa” los gestos de su Hijo encomendados a los Apóstoles. Como ha conservado en su seno al Verbo hecho carne, después de acoger las palabras del ángel Gabriel, la Virgen conserva también ahora en el seno de la Iglesia aquellos gestos que conforman el cuerpo de su Hijo. El presbítero, que en virtud del don recibido por el sacramento del Orden repite esos gestos, es custodiado en las entrañas de la Virgen. ¿Necesitamos una norma que nos diga cómo comportarnos?

59. Convertidos en instrumentos para que arda en la tierra el fuego de su amor, custodiados en las entrañas de María, Virgen hecha Iglesia (como cantaba san Francisco), los presbíteros se dejan modelar por el Espíritu que quiere llevar a término la obra que comenzó en su ordenación. La acción del Espíritu les ofrece la posibilidad de ejercer la presidencia de la asamblea eucarística con el temor de Pedro, consciente de su condición de pecador (cfr. Lc 5,1-11), con la humildad fuerte del siervo sufriente (cfr. Is 42 ss), con el deseo de “ser comido” por el pueblo que se les confía en el ejercicio diario de su ministerio.

60. La propia celebración educa a esta cualidad de la presidencia; repetimos, no es una adhesión mental, aunque toda nuestra mente, así como nuestra sensibilidad, estén implicadas en ella. El presbítero está, por tanto, formado para presidir mediante las palabras y los gestos que la Liturgia pone en sus labios y en sus manos.

No se sienta en un trono [18], porque el Señor reina con la humildad de quien sirve.

No roba la centralidad del altar, signo de Cristo, de cuyo lado, traspasado en la cruz, brotó sangre y agua, inicio de los sacramentos de la Iglesia y centro de nuestra alabanza y acción de gracias [19].

Al acercarse al altar para la ofrenda, se enseña al presbítero la humildad y el arrepentimiento con las palabras: «Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde; que este sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios nuestro» [20].

No puede presumir de sí mismo por el ministerio que se le ha confiado, porque la Liturgia le invita a pedir ser purificado, con el signo del agua: «Lava del todo mi delito, Señor, y limpia mi pecado» [21].

Las palabras que la Liturgia pone en sus labios tienen distintos significados, que requieren tonalidades específicas: por la importancia de estas palabras, se pide al presbítero un verdadero ars dicendi. Éstas dan forma a sus sentimientos interiores, ya sea en la súplica al Padre en nombre de la asamblea, como en la exhortación dirigida a la asamblea, así como en las aclamaciones junto con toda la asamblea.

Con la plegaria eucarística –en la que participan también todos los bautizados escuchando con reverencia y silencio e interviniendo con aclamaciones [22]– el que preside tiene la fuerza, en nombre de todo el pueblo santo, de recordar al Padre la ofrenda de su Hijo en la última cena, para que ese inmenso don se haga de nuevo presente en el altar. Participa en esa ofrenda con la ofrenda de sí mismo. El presbítero no puede hablar al Padre de la última cena sin participar en ella. No puede decir: «Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros», y no vivir el mismo deseo de ofrecer su propio cuerpo, su propia vida por el pueblo a él confiado. Esto es lo que ocurre en el ejercicio de su ministerio.

El presbítero es formado continuamente en la acción celebrativa por todo esto y mucho más.

[18] Cfr. Institutio Generalis Missalis Romani, n. 310.
[19] Prex dedicationis en Ordo dedicationis ecclesiæ et altaris (1977) p. 102.
[20] Missale Romanum (2008) p. 515: «In spiritu humilitatis et in animo contrito suscipiamur a te, Domine; et sic fiat sacrificium nostrum in conspectu tuo hodie, ut placeat tibi, Domine Deus».
[21] Missale Romanum (2008) p. 515: «Lava me, Domine, ab iniquitate mea, et a peccato meo munda me».
[22] Cfr. Institutio Generalis Missalis Romani, nn. 78-79.

CALENDARIO

11 JUEVES. SANTA CLARA, virgen, memoria obligatoria

Misa
de la memoria (blanco).
MISAL: 1.ª orac. prop. y el resto del común de vírgenes (para una virgen) o de santos (para una monja), o de un domingo del T.O.; Pf. común o de la memoria.
LECC.: vol. III-par.
- Ez 12, 1-12.
Emigra en pleno día, a la vista de todos.
- Sal 77. R. ¡No olvidéis las acciones del Señor!
- Mt 18, 21 — 19, 1. No te digo que perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
o bien:
cf. vol. IV.

Liturgia de las Horas: oficio de la memoria.

Martirologio: elogs. del 12 de agosto, pág. 482.
CALENDARIOS: II Orden: Santa Clara, virgen (S). Familia Franciscana: (F).
Santiago de Compostela-ciudad: Santa Susana de Braga, virgen y mártir (F). Santiago de Compostela-diócesis: (ML).
León: Traslación de las reliquias de san Froilán, obispo (ML).

TEXTOS MISA

11 de agosto
Santa Clara, virgen
Memoria

Oración colecta propia. El resto del común de vírgenes: II. Para una virgen 3.

Antífona de entrada

Ven, esposa de Cristo, recibe la corona que el Señor te ha preparado desde la eternidad.
Veni, sponsa Christi, áccipe corónam, quam tibi Dóminus praeparávit in aetérnum.
O bien:
Por amor al Señor Jesucristo tuvo en nada los bienes de este mundo y del tiempo presente.
Regnum mundi et omne saeculum contémpsit propter amórem Dómini Iesu Christi.

Monición de entrada
Hacemos hoy memoria de santa Clara, virgen. Nació en Asís, en Italia, el año 1193. Siguió a san Francisco en su camino de pobreza evangélica, llevando en su ciudad natal una vida austera pero rica en obras de caridad y de piedad. Amante de Cristo pobre, no consintió ser apartada de esa vida de pobreza ni siquiera en la más extrema indigencia y en la enfermedad. Entregó su alma a Dios el año 1253.

Oración colecta
Oh, Dios, que guiaste misericordiosamente a santa Clara hacia el amor a la pobreza, concédenos, por su intercesión, que, siguiendo a Cristo en la pobreza de espíritu, merezcamos llegar a contemplarte en el reino celestial. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui beátam Claram ad paupertátis amórem misericórditer adduxísti, eius nobis intercessióne concéde, ut, in pagupertáte spíritus Christum sequéntes, ad tui contemplatiónem in caelésti regno perveníre mereámur. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Jueves de la XIX semana del Tiempo Ordinario, año par (Lec. III-par).

PRIMERA LECTURA Ez 12, 1-12
Emigro en pleno día, a la vista de todos

Lectura de la profecía de Ezequiel.

Me fue dirigida esta palabra del Señor:
«Hijo de hombre, vives en medio de un pueblo rebelde:
tienen ojos para ver, y no ven; tienen oídos para oír, y no oyen, porque son un pueblo rebelde.
Así pues, tú, hijo de hombre, prepara tu equipaje para el destierro, y emigra en pleno día, a la vista de todos; a la vista de todos emigra a otro sitio. Tal vez así comprendan que son un pueblo rebelde.
Sacarás tu equipaje de deportado en pleno día, a la vista de todos; partirás al atardecer, a la vista de todos, como quien va al destierro.
A la vista de todos abre una brecha en el muro y saca por allí tu equipaje.
Cárgalo al hombro a la vista de todos, sácalo en la oscuridad. Cúbrete la cara para no ver la tierra, porque hago de ti un signo para la casa de Israel».
Yo hice todo lo que me había ordenado. Saqué mi equipaje como quien va al destierro, en pleno día; al atardecer abrí una brecha en el muro con las manos, lo saqué en la oscuridad y me lo cargué al hombro, a la vista de todos.
A la mañana siguiente me fue dirigida esta palabra del Señor:
«Hijo de hombre, ¿no te ha preguntado la casa de Israel, la casa rebelde, qué es lo que hacías?
Pues respóndeles:
“Esto dice el Señor Dios: Este oráculo toca al príncipe en
Jerusalén y a toda la casa de Israel que vive allí”.
Di: “Yo soy un signo para vosotros: como yo he hecho, así harán con ellos. Serán deportados, irán al destierro.
El príncipe que vive entre ellos se cargará al hombro el equipaje, en la oscuridad saldrá por una brecha que abrirán en el muro para sacarlo, se cubrirá la cara para no ver su tierra con sus propios ojos”».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 77, 56-57. 58-59. 61-62 (R.: cf. 7b)
R. 
¡No olvidéis las acciones del Señor!
Ne obliviscámini óperum Dei.

V. Ellos tentaron al Dios Altísimo y se rebelaron,
negándose a guardar sus preceptos;
desertaron y traicionaron como sus padres,
fallaron como un arco engañoso.
R. ¡No olvidéis las acciones del Señor!
Ne obliviscámini óperum Dei.

V. Con sus altozanos lo irritaban,
con sus ídolos provocaban sus celos.
Dios lo oyó y se indignó,
y rechazó totalmente a Israel.
R. ¡No olvidéis las acciones del Señor!
Ne obliviscámini óperum Dei.

V. Abandonó sus valientes al cautiverio,
su orgullo a las manos enemigas;
entregó su pueblo a la espada,
encolerizado contra su heredad.
R. ¡No olvidéis las acciones del Señor!
Ne obliviscámini óperum Dei.

Aleluya Sal 118, 135
R.
 Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, enséñame tus decretos. R.
Fáciem tuam, Dómine, illúmina super servum tuum, et doce me iustificatiónes tuas.

EVANGELIO Mt 18, 21-19, 1
No te digo que perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete
╬ 
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó:
«Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?».
Jesús le contesta:
«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por esto, se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus criados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así.
El criado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:
“Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”.
Se compadeció el señor de aquel criado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero al salir, el criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo:
“Págame lo que me debes”.
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo:
“Ten paciencia conmigo y te lo pagaré”.
Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:
“Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”.
Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».
Cuando acabó Jesús estos discursos, partió de Galilea y vino a la región de Judea, al otro lado del Jordán.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Homilía en santa Marta 21-marzo-2017
El siervo, protagonista del Evangelio, tiene la sensación de "haberlo logrado”, de haber sido astuto; en cambio, no ha entendido la generosidad del dueño. Y cuántas veces, saliendo del confesionario sentimos eso, sentimos que "lo hemos conseguido”. Eso no es recibir el perdón, sino la hipocresía de robar un perdón, un falso perdón. Pidamos hoy al Señor la gracia de comprender ese "setenta veces siete”. Pidamos la gracia de la vergüenza ante Dios. ¡Es una gran gracia! Avergonzarse de los propios pecados y así recibir el perdón y la gracia de la generosidad de darlo a los demás, porque si el Señor me ha perdonado tanto, ¿quién soy yo para no perdonar?

Oración de los fieles
Ferias del Tiempo Ordinario XI
Oremos al Señor. Dios de nuestros padres, para que nos escuche y tenga piedad de nosotros.
- Por la unidad y libertad de la santa Iglesia católica y apostólica. Roguemos al Señor.
- Por la vida. el ministerio y la salud de nuestro padre el papa N. y de nuestro obispo N., y por el clero y el pueblo que ama a Cristo. Roguemos al Señor.
- Por la paz y el progreso de las naciones. Roguemos al Señor.
- Por el perdón de nuestros pecados y la liberación de toda violencia, división y peligro. Roguemos al Señor.
- Por esta comunidad, congregada en el nombre de Jesucristo, y por cuantos no han podido venir a esta celebración. Roguemos al Señor.
Te pedimos, Dios de bondad, que escuches nuestras oraciones y derrames sobre nosotros la abundancia de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Oración sobre las ofrendas
Recibe, Señor, la ofrenda de nuestra humildad, en la memoria de la virgen santa N., y concédenos, por esta ofrenda inmaculada, consumirnos constantemente en ferviente y santo amor delante de ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Súscipe, Dómine, obséquium humilitátis nostrae, quod tibi in commemoratióne beátae N. vírginis exhibémus, et nos, per immaculátam hóstiam, da iúgiter in tuo conspéctu pio sanctóque amóre flagráre. Per Christum.

PLEGARIA EUCARÍSTICA II

Antífona de la comunión Cf. Lc 10, 42

Esta virgen prudente ha escogido la parte mejor y no le será quitada.
Optimam partem elégit sibi virgo prudens, quae non auferétur ab ea.
O bien: Mt 25, 6
A medianoche se oyó una voz: «Que llega el esposo, salid a su encuentro».
Média nocte clamor factus est: Ecce sponsus venit, exíte óbviam ei.

Oración después de la comunión
Reconfortados con el Pan del cielo, invocamos humildemente tu misericordia, Señor, para que concedas el perdón de los pecados, la salud del cuerpo, la gracia del alma y la gloria eterna a cuantos nos llena de alegría la conmemoración de santa N. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Caelésti pane refécti, humíliter deprecámur cleméntiam tuam, Dómine, ut, qui de beátae N. commemoratióne gaudémus, véniam delictórum, sospitátem córporum, gratiámque et glóriam aetérnam consequámur animárum. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del 12 de agosto
S
anta Juana Francisca Frémiot de Chantal
, religiosa, que, primero madre de familia, educó piadosamente a los seis hijos que tuvo como fruto de su cristiano matrimonio y, muerto su esposo, bajo la dirección de san Francisco de Sales abrazó con decisión el camino de la perfección, dedicándose a las obras de caridad, en especial para con los pobres y enfermos, y dio inicio a la Orden de la Visitación, que dirigió también prudentemente. Su muerte tuvo lugar en Moulins, junto al río Aller, cercano a Nevers, en Francia, el día trece de diciembre. (1641)
2. En Catania, ciudad de la región italiana de Sicilia, san Euplo, mártir, que, según la tradición, durante la persecución desencadenada por el emperador Diocleciano, fue encarcelado por el gobernador Calvisiano por haber sido encontrado con el libro de los Evangelios entre las manos los volúmenes, e, interrogado de nuevo, respondió que se gloriaba de tener los Evangelios en su corazón, por lo cual fue flagelado hasta morir. (304)
3. En Nicomedia, hoy Turquía, santos Aniceto y Focio, mártires(s. IV)
4*. En Killala, lugar de Hibernia, actual Irlanda, san Muredaco, obispo(c. s. V)
5*. De nuevo en Hibernia, en el monasterio que recibió su nombre, santa Lelia, virgen. (s. V)
6. En Brescia, de la Lombardía, actual región de Italia, san Herculano, obispo. (s. VI)
7. En la isla de Lérins, en Provenza,  hoy Francia, santos mártires Porcaro, abad, y varios monjes, que, según la tradición, murieron a manos de los sarracenos. (c. s. VIII)
8*. En Ruthin, en el norte de Gales, en el actual Reino Unido, beato Carlos Meehan, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores y mártir, que, irlandés de nacimiento, fue detenido cuando se dirigía a su patria a través de aquella región, y condenado a muerte por haber entrado en los dominios del rey Carlos II, obtuvo la palma del martirio al ser ahorcado y descuartizado. (1679)
9*. En Roma, beato Inocencio XI, papa, que rigió sabiamente la Iglesia, pese a estar afectado por fuertes dolores y tribulaciones. (1689)
10*. En una vieja nave anclada frente a Rochefort, en Francia, beato Pedro Jarrige de la Morélie de Puyredon, presbítero, que, en el furor de la persecución contra la religión, sufrió la muerte por su fe en Cristo, tras haber sido expuesto durante largo tiempo a los ardientes rayos del sol. (1794)
11. En la ciudad de Nam Dinh, en Tonkín, santos mártires Jacobo Do Mai Nam, presbítero, Antonio Nguyen Dích, labrador, y Miguel Nguyen Huy My, médico, que, en tiempo del emperador Minh Mang, por ser cristianos, fueron decapitados tras sufrir crueles torturas. (1838)
12*. En la villa de Hornachuelos, cerca de Córdoba, en España, beata Victoria Díaz y Bustos de Molina, virgen y mártir, que maestra en la Institución Teresiana, al desencadenarse la persecución contra la Iglesia, proclamó su fe cristiana y sufrió el martirio, mientras exhortaba a otros a tomar la misma decisión. (1936)
13*. En Valdemoro, cerca de Madrid, también en España, beato Flavio (Atilano) Argüeso González, religioso de la Orden Hospitalaria San Juan de Dios y mártir, que, en la misma persecución, murió por víctima del odio contra la fe. (1936)
14*. En Barbastro, en la región de Aragón, de nuevo en España, beatos Sebastián Calvo Martínez, presbítero, y compañeros*, mártires, religiosos de la Congregación de Misioneros del Inmaculado Corazón de María, que, en la misma persecución llevaron a término su glorioso combate. (1936)
*Son sus nombres: Beatos Pedro Cunill Padrós, José Pavón Bueno, Nicasio Sierra Ucar, presbíteros, Venceslao Clarís Vilaregut, subdiácono, y Gregorio Chirivás Lacambra, religioso.
15*. En Tarragona, otra vez en España, beato Antonio Perulles Estívill, presbítero de la Sociedad de la Hermandad de Operarios Diocesanos y mártir, que, en la mencionada persecución consumó en la calle su sacrificio. (1936)
16*. En Dachau, cerca de Munich, en Alemania, beatos Floriano Stepniak, de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos y José Straszewski, ambos presbíteros y mártires, que en tiempo de guerra,, invadida Polonia, su patria, murieron en una cámara de gas en dicho campo de concentración. (1942)
17*. En la localidad de Planegg, cercana a Munich, de nuevo en Alemania, beato Carlos Leisner, presbítero y mártir, que, siendo aún diácono, fue encarcelado por su pública proclamación de fe y por el constante servicio en favor de las almas. Ordenado sacerdote en el campo de concentración de Dachau, una vez recobrada la libertad al finalizar la guerra, murió a causa de los sufrimientos soportados durante su cautividad. (1945)

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