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Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

sábado, 2 de julio de 2022

Sábado 6 agosto 2022, Transfiguración del Señor, fiesta.

SOBRE LITURGIA

CARTA APOSTÓLICA DESIDERIO DESIDERAVI
DEL SANTO PADRE FRANCISCO

SOBRE LA FORMACIÓN LITÚRGICA DEL PUEBLO DE DIOS

El sentido teológico de la Liturgia

16. Debemos al Concilio – y al movimiento litúrgico que lo ha precedido – el redescubrimiento de la comprensión teológica de la Liturgia y de su importancia en la vida de la Iglesia: los principios generales enunciados por la Sacrosanctum Concilium, así como fueron fundamentales para la reforma, continúan siéndolo para la promoción de la participación plena, consciente, activa y fructuosa en la celebración (cfr. Sacrosanctum Concilium, nn. 11.14), “fuente primaria y necesaria de donde han de beber los fieles el espíritu verdaderamente cristiano” (Sacrosanctum Concilium, n. 14). Con esta carta quisiera simplemente invitar a toda la Iglesia a redescubrir, custodiar y vivir la verdad y la fuerza de la celebración cristiana. Quisiera que la belleza de la celebración cristiana y de sus necesarias consecuencias en la vida de la Iglesia no se vieran desfiguradas por una comprensión superficial y reductiva de su valor o, peor aún, por su instrumentalización al servicio de alguna visión ideológica, sea cual sea. La oración sacerdotal de Jesús en la última cena para que todos sean uno ( Jn 17,21), juzga todas nuestras divisiones en torno al Pan partido, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad [5].

17. He advertido en varias ocasiones sobre una tentación peligrosa para la vida de la Iglesia que es la “mundanidad espiritual”: he hablado de ella ampliamente en la Exhortación Evangelii gaudium (nn. 93-97), identificando el gnosticismo y el neopelagianismo como los dos modos vinculados entre sí, que la alimentan.

El primero reduce la fe cristiana a un subjetivismo que encierra al individuo “en la inmanencia de su propia razón o de sus sentimientos” (Evangelii gaudium, n. 94).

El segundo anula el valor de la gracia para confiar sólo en las propias fuerzas, dando lugar a “un elitismo narcisista y autoritario, donde en lugar de evangelizar lo que se hace es analizar y clasificar a los demás, y en lugar de facilitar el acceso a la gracia se gastan las energías en controlar” (Evangelii gaudium, n. 94).

Estas formas distorsionadas del cristianismo pueden tener consecuencias desastrosas para la vida de la Iglesia.

18. Resulta evidente, en todo lo que he querido recordar anteriormente, que la Liturgia es, por su propia naturaleza, el antídoto más eficaz contra estos venenos. Evidentemente, hablo de la Liturgia en su sentido teológico y – ya lo afirmaba Pío XII – no como un ceremonial decorativo… o un mero conjunto de leyes y de preceptos… que ordena el cumplimiento de los ritos [6].

19. Si el gnosticismo nos intoxica con el veneno del subjetivismo, la celebración litúrgica nos libera de la prisión de una autorreferencialidad alimentada por la propia razón o sentimiento: la acción celebrativa no pertenece al individuo sino a Cristo-Iglesia, a la totalidad de los fieles unidos en Cristo. La Liturgia no dice “yo” sino “nosotros”, y cualquier limitación a la amplitud de este “nosotros” es siempre demoníaca. La Liturgia no nos deja solos en la búsqueda de un presunto conocimiento individual del misterio de Dios, sino que nos lleva de la mano, juntos, como asamblea, para conducirnos al misterio que la Palabra y los signos sacramentales nos revelan. Y lo hace, en coherencia con la acción de Dios, siguiendo el camino de la Encarnación, a través del lenguaje simbólico del cuerpo, que se extiende a las cosas, al espacio y al tiempo.

Redescubrir cada día la belleza de la verdad de la celebración cristiana

20. Si el neopelagianismo nos intoxica con la presunción de una salvación ganada con nuestras fuerzas, la celebración litúrgica nos purifica proclamando la gratuidad del don de la salvación recibida en la fe. Participar en el sacrificio eucarístico no es una conquista nuestra, como si pudiéramos presumir de ello ante Dios y ante nuestros hermanos. El inicio de cada celebración me recuerda quién soy, pidiéndome que confiese mi pecado e invitándome a rogar a la bienaventurada siempre Virgen María, a los ángeles, a los santos y a todos los hermanos y hermanas, que intercedan por mí ante el Señor: ciertamente no somos dignos de entrar en su casa, necesitamos una palabra suya para salvarnos (cfr. Mt 8,8). No tenemos otra gloria que la cruz de nuestro Señor Jesucristo (cfr. Gál 6,14). La Liturgia no tiene nada que ver con un moralismo ascético: es el don de la Pascua del Señor que, aceptado con docilidad, hace nueva nuestra vida. No se entra en el cenáculo sino por la fuerza de atracción de su deseo de comer la Pascua con nosotros: Desiderio desideravi hoc Pascha manducare vobiscum, antequam patiar (Lc 22,15).

21. Sin embargo, tenemos que tener cuidado: para que el antídoto de la Liturgia sea eficaz, se nos pide redescubrir cada día la belleza de la verdad de la celebración cristiana. Me refiero, una vez más, a su significado teológico, como ha descrito admirablemente el n. 7 de la Sacrosanctum Concilium: la Liturgia es el sacerdocio de Cristo revelado y entregado a nosotros en su Pascua, presente y activo hoy a través de los signos sensibles (agua, aceite, pan, vino, gestos, palabras) para que el Espíritu, sumergiéndonos en el misterio pascual, transforme toda nuestra vida, conformándonos cada vez más con Cristo.

22. El redescubrimiento continuo de la belleza de la Liturgia no es la búsqueda de un esteticismo ritual, que se complace sólo en el cuidado de la formalidad exterior de un rito, o se satisface con una escrupulosa observancia de las rúbricas. Evidentemente, esta afirmación no pretende avalar, de ningún modo, la actitud contraria que confunde lo sencillo con una dejadez banal, lo esencial con la superficialidad ignorante, lo concreto de la acción ritual con un funcionalismo práctico exagerado.

23. Seamos claros: hay que cuidar todos los aspectos de la celebración (espacio, tiempo, gestos, palabras, objetos, vestiduras, cantos, música, ...) y observar todas las rúbricas: esta atención sería suficiente para no robar a la asamblea lo que le corresponde, es decir, el misterio pascual celebrado en el modo ritual que la Iglesia establece. Pero, incluso, si la calidad y la norma de la acción celebrativa estuvieran garantizadas, esto no sería suficiente para que nuestra participación fuera plena.

[5] Cfr. Augustinus, In Ioannis Evangelium tractatus XXVI, 13.
[6] Litteræ encyclicæ Mediator Dei (20 Novembris 1947) en AAS 39 (1947) 532.


CALENDARIO

6 SÁBADO. Hasta la Hora Nona: 
TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR, fiesta 

Fiesta de la Transfiguración del Señor, en la que Jesucristo, el Unigénito, el amado del Eterno Padre, manifestó su gloria ante los santos apóstoles Pedro, Santiago y Juan, con el testimonio de la Ley y los Profetas, para mostrar nuestra admirable transformación por la gracia en la humildad de nuestra naturaleza asumida por Él, dando a conocer la imagen de Dios, conforme a la cual fue creado el hombre, y que, corrompida en Adán, fue renovada por Cristo (elog. del Martirologio Romano). 

Misa de la fiesta (blanco). 
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Pf. prop. No se puede decir la PE IV. 
LECC.: vol. IV. 
- Dan 7, 9-10. 13-14. Su vestido era blanco como nieve. 
o bien: 2 Pe 1, 16-19. Esta voz del cielo es la que oímos. 
- Sal 96. R. El Señor reina, Altísimo sobre toda la tierra. 
- Lc 9, 28b-36. Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió.

* Hoy no se permiten las misas de difuntos, excepto la exequial. 

Liturgia de las Horas: oficio de la fiesta. Te Deum. 

Martirologio: elogs. del 7 de agosto, pág. 471. 
CALENDARIOS: Canónigos Regulares de Letrán y Brígidas: Transfiguración del Señor (S). 
Alcalá de Henares: Santos Justo y Pastor, mártires (S). 

6 SÁBADO. Después de la Hora Nona: 
DECIMONOVENA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO 
Tercera semana del Salterio 
Misa vespertina del XIX Domingo del tiempo ordinario (verde). 
Liturgia de las Horas: II Vísp. de la fiesta de la Transfiguración del Señor. Comp. Dom. I.

TEXTOS MISA

6 de agosto
TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR.
Fiesta

Antífona de entrada Cf. Mt 17, 5
Se manifestó el Espíritu Santo en una nube luminosa y se oyó la voz del Padre que dijo: «Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo».
In splendénti nube Spíritus Sanctus visus est, patérna vox audíta est: Hic est Fílius meus diléctus, in quo mihi bene complácui: ipsum audíte.

Monición de entrada
Celebramos hoy la fiesta de la Transfiguración del Señor, en la que Jesucristo manifestó su gloria ante los discípulos Pedro, Santiago y Juan, con el testimonio de la Ley y los Profetas, para evitar que se sintieran escandalizados por que él iba a ser crucificado. También nosotros hemos sido convocados aquí para ser testigos de Cristo, de su gloria.

Acto penitencial
- Por tu pasión y tu gloria: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
- Por tu muerte y resurrección: Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
- Por tu descenso al lugar de los muertos y tu exaltación a la derecha del Padre: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.

Se dice Gloria .

Oración colecta
Oh, Dios, que en la gloriosa Transfiguración de tu Unigénito confirmaste los misterios de la fe con el testimonio de los que lo precedieron y prefiguraste maravillosamente la perfecta adopción de los hijos, concede a tus siervos que, escuchando la voz de tu Hijo amado, merezcamos ser sus coherederos. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui fídei sacraménta in Unigéniti tui gloriósa Transfiguratióne patrum testimónio roborásti, et adoptiónem filiórum perféctam mirabíliter praesignásti, concéde nobis fámulis tuis, ut, ipsíus dilécti Fílii tui vocem audiéntes, eiúsdem coherédes éffici mereámur. Qui tecum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas de la Fiesta de la La Transfiguración del Señor, (Lec. IV).

PRIMERA LECTURA (opción 1) Dan 7, 9-10. 13-14
Su vestido era blanco como la nieve
Lectura de la profecía de Daniel

Durante la visión, vi que colocaban unos tronos, y un anciano se sentó; su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas. Un río impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros.
Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él.
Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos Señor.

PRIMERA LECTURA (opción 2) 2 Pe 1, 16-19
Esta voz del cielo es la que oímos
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro

Queridos hermanos:
Cuando os dimos a conocer el poder y la última venida de nuestro Señor Jesucristo, no nos fundábamos en fábulas fantásticas, sino que habíamos sido testigos oculares de su grandeza.
Él recibió de Dios Padre honra y gloria, cuando la Sublime Gloria le trajo aquella voz: «Éste es mi Hijo amado, mi predilecto.» Esta voz, traída del cielo, la oímos nosotros, estando con él en la montaña sagrada.
Esto nos confirma la palabra de los profetas, y hacéis muy bien en prestarle atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día, y el lucero nazca en vuestros corazones.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 96, 1-2. 5-6. 9 (R.: cf. 1a. 9b)
R. El Señor reina, altísimo sobre toda la tierra
Dóminus regnávit, Altíssimus super omnem terram.

V. El Señor reina, la tierra goza, 
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono. R.
El Señor reina, altísimo sobre toda la tierra
Dóminus regnávit, Altíssimus super omnem terram.

V. Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.
R. El Señor reina, altísimo sobre toda la tierra
Dóminus regnávit, Altíssimus super omnem terram.

V. Porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.
R. El Señor reina, altísimo sobre toda la tierra
Dóminus regnávit, Altíssimus super omnem terram.

Aleluya Mt 17, 5c
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo. R.
Hic est Fílius meus diléctus, in quo mihi bene complácuit: ipsum audíte.

Ciclo C
EVANGELIO Lc 9, 28b-36
Moisés y Elías hablaban de su muerte
 Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.
Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús:
-«Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». No sabía lo que decía. Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía:
-«Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle».
Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Ángelus 17-marzo-2019
La Transfiguración de Cristo nos muestra la prospectiva cristiana del sufrimiento. No es un sadomasoquismo el sufrimiento: es un pasaje necesario pero transitorio. El punto de llegada al que estamos llamados es luminoso como el rostro de Cristo transfigurado: en Él está la salvación, la beatitud, la luz, el amor de Dios sin límites. Mostrando así su gloria, Jesús nos asegura que la cruz, las pruebas, las dificultades con las que nos enfrentamos tienen su solución y quedan superadas en la Pascua. Por ello (...) subamos también al monte con Jesús. ¿Pero en qué modo? Con la oración. Subamos al monte con la oración: la oración silenciosa, la oración del corazón, la oración siempre buscando al Señor. Permanezcamos algún momento en recogimiento, cada día un poquito, fijemos la mirada interior en su rostro y dejemos que su luz nos invada y se irradie en nuestra vida. En efecto el Evangelista Lucas insiste en el hecho que Jesús se transfiguró «mientras oraba» (Lc 9, 29). Se había sumergido en un coloquio íntimo con el Padre, en el que resonaban también la Ley y los profetas –Moisés y Elías– y mientras se adhería con todo su ser a la voluntad de salvación del Padre, incluida la cruz, la gloria de Dios lo invadió transparentándose también externamente. Es así, hermanos y hermanas: Cuántas veces hemos encontrado personas que iluminan, que emanan luz de los ojos, que tienen una mirada luminosa. Rezan, y la oración hace esto: nos hace luminosos con la luz del Espíritu Santo.

Oración de los fieles
Oremos a Dios Padre, que, en Jesucristo, su Hijo, nos ha revelado su amor y benevolencia con nosotros.
- Por la Iglesia, para que sea en medio del mundo como una lámpara que brilla en lugar oscuro, hasta que despunte el gran día de Jesucristo. Roguemos al Señor.
- Por los que buscan el rostro de Dios, para que puedan encontrarlo en el rostro del hombre. Roguemos al Señor
- Por los que intentan transformar este mundo, para que sus esfuerzos alumbren el mundo nuevo, que Cristo nos presagia en su transfiguración. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, para que, prestando atención a su palabra, sepamos irradiarla a los demás. Roguemos al Señor.
Dios, Padre nuestro, tu Hijo muy amado ha recibido de ti la honra y la gloria que a todos nos prometes; concédenos también a nosotros los bienes que de ti esperamos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Te rogamos, Señor, que santifiques la ofrenda que te presentamos en la gloriosa Transfiguración de tu Unigénito y que, con los resplandores de su luz, nos limpies de las manchas de los pecados. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Obláta múnera, quaesumus, Dómine, gloriósa Unigéniti tui Transfiguratióne sanctífica, nosque a peccatórum máculis, splendóribus ipsíus illustratiónis, emúnda. Per Christum

Prefacio. El misterio de la Transfiguración
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
El cual manifestó su gloria delante de unos testigos predilectos, y revistió con gran esplendor la figura de su cuerpo semejante al nuestro, para arrancar del corazón de los discípulos el escándalo de la cruz y manifestar que, en el cuerpo de la Iglesia entera, se cumplirá lo que, de modo maravilloso, se realizó en su Cabeza.
Por eso, con las virtudes del cielo te aclamamos continuamente en la tierra alabando tu gloria sin cesar:
Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: per Christum Dóminum nostrum.
Qui coram eléctis téstibus suam glóriam revelávit, et commúnem illam cum céteris córporis formam máximo splendóre perfúdit, ut de córdibus discipulórum crucis scándalum tollerétur, et in totíus Ecclésiae córpore declaráret impléndum quod eius mirabíliter praefúlsit in cápite.
Et ídeo cum caelórum virtútibus in terris te iúgiter celebrámus, maiestáti tuae sine fine clamántes:
R. Santo, Santo, Santo...


Antífona de la comunión 1Jn 3, 2
Cuando Cristo se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Cum Christus apparúerit, símiles ei érimus, quóniam vidébimus eum sícuti est.

Oración después de la comunión
Que el alimento celestial que hemos recibido, Señor, nos transforme en imagen de tu Hijo, cuya claridad has querido manifestarnos en su gloriosa Transfiguración. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Caeléstia, quaesumus, Dómine, aliménta quae súmpsimus in eius nos transfórment imáginem, cuius claritátem gloriósa Transfiguratióne manifestáre voluísti. Qui vivit et regnat in saecula saeculórum.

MARTIROLOGIO

Elogios del 7 de agosto
S
antos Sixto II, papa, y compañeros, mártires
. El papa san Sixto, mientras celebraba los sagrados misterios y enseñaba a los fieles los mandatos del Señor, por orden del emperador Valeriano fue inesperadamente detenido por los soldados y decapitado de inmediato, el día seis de agosto; con él sufrieron al mismo tiempo el martirio cuatro diáconos, que fueron enterrados con el pontífice en Roma, en el cementerio de Calixto, en la vía Apia. En este mismo día, los santos Agapito y Felicísimo, diáconos suyos, murieron en el cementerio de Pretextato, donde fueron sepultados. (258)
San Cayetano de Thiene, presbítero, que en Nápoles, en la región italiana de Campania, se entregó a pías obras de caridad, especialmente en favor de los enfermos incurables, promovió asociaciones para la  formación religiosa de los laicos e instituyó los Clérigos Regulares para la renovación de la Iglesia, recomendando a sus discípulos el deber de observar la primitiva forma de vida apostólica. (1547)
3. En Augsburgo, en Recia, actual Alemania, santa Afra, mártir, que, convertida al cristianismo desde una vida de pecado, cuenta la tradición que, sin haber sido aún bautizada, fue quemada viva por haber confesado su fe en Cristo. (304)
4. En Arezzo, en la región de Toscana, actualmente Italia, san Donato, segundo obispo de esta sede, del cual el papa san Gregorio Magno alaba la virtud y la eficacia de su plegaria. (s. IV)
5. En Châlons, en la Galia Bélgica, hoy Francia, san Donaciano, obispo(s. IV)
6. En Rouen, también en la Galia, san Victricio, obispo, que todavía soldado, en tiempo del emperador Juliano abandonó el ejército para seguir a Cristo, por lo cual fue sometido, por orden del tribuno, a muchas torturas y condenado a muerte. Logró, no obstante, alcanzar la libertad, y tras ser consagrado obispo, llevó a la fe cristiana a los feroces pueblos de los morinos y de los nervios, en la Galia del norte. (c. 410)
7*. En Besanzón, en la Burgundia, de nuevo en Francia, san Donato, obispo, que compuso una Regla para vírgenes, siguiendo las enseñanzas de san Benito, san Columbano y san Cesáreo. (d. 658)
8*. En Venecia, actual territorio italiano, beato Jordán Forzaté, abad, que fue fundador de monasterios en Padua y, no habiendo podido evitar, pese a sus esfuerzos, la ruina de su patria, fuera de ella se durmió devotamente en el Señor, dejando un insigne ejemplo de honestidad, integridad costumbres y sabiduría. (c. 1248)
9*. En Mesina, en la región de Sicilia, en Italia, san Alberto degli Abbati, presbítero de la Orden de Carmelitas, que con su predicación convirtió a muchos judíos a la fe en Cristo y proveyó de víveres a la  ciudad en su asedio. (c. 1306/1307)
10*. En Sassoferrato, en el Piceno, hoy región de Las Marcas, asimismo en Italia, beato Alberto, monje de la Orden de los Camaldulenses, insigne por la austeridad de vida y la perfecta observancia de su Regla. (1350)
11*. En L’Aquila, en la antigua región Vestina, de nuevo en Italia, beato Vicente, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, célebre por su humildad y su espíritu de profecía. (1504)
12*. En la ciudad de Gondar, en Etiopía, beatos Agatángelo (Francisco) Nourry de Vincennes y Casiano (Gonzalo) Vaz López Netto de Nantes, presbíteros de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos y mártires, que durante su misión en Siria, Egipto y Etiopía buscaron reconciliar con la Iglesia católica a los cristianos separados y finalmente, por orden del rey de Etiopía, fueron atados a árboles con su propio cordón religioso y lapidados hasta la muerte. (1638)
13*. En Lancaster, en Inglaterra, beatos Martín de San Félix (Juan) Woodcock, de la Orden de los Hermanos Menores, Eduardo Bamber y Tomás Whitaker, presbíteros y mártires, que fueron ahorcados por ser sacerdotes y haber entrado en los dominios de rey Carlos I. (1646)
14*. En York, también en Inglaterra, beato Nicolás Postgate, presbítero y mártir, que durante el reinado de Carlos II, a causa de su ministerio sacerdotal, que había ejercido ocultamente entre los pobres durante casi cincuenta años, fue colgado en el patíbulo. (1679)
15*. En la localidad de Gorka Duchovna, cerca de Poznam, en Polonia, beato Edmundo Bojanowski, presbítero, que, conforme a los preceptos del Evangelio, trabajó con sumo ahínco en la formación de los pobres y gente analfabeta, y fundó la Congregación de Esclavas de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María. (1871)
16*. En Colima, ciudad de México, san Miguel de la Mora, presbítero y mártir, que, en el furor de la persecución contra la Iglesia, fue coronado con el martirio por el hecho de ser sacerdote. (1927)

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