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Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

lunes, 11 de julio de 2022

Lunes 15 agosto 2022, Asunción de la Bienaventurada Virgen María, solemnidad.

SOBRE LITURGIA

DIRECTORIO SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA

La Asunción de Santa María Virgen


180. En el transcurso del Tiempo ordinario destaca, por sus múltiples significados teológicos, la solemnidad de la Asunción de Santa María Virgen (15 de Agosto). Es una memoria antigua de la Madre del Señor, compendio y síntesis de muchas verdades de la fe. La Virgen asunta al cielo:

- aparece como "el fruto más excelso de la redención", testimonio supremo de la amplitud y la eficacia de la obra salvífica de Cristo (significado soteriológico);

- constituye la prenda de la participación futura de todos los miembros del Cuerpo místico en la gloria pascual del Resucitado (aspecto cristológico);

- es para todos los hombres "la imagen y la consoladora prenda del cumplimiento de la esperanza final; pues dicha glorificación plena es el destino de aquellos que Cristo ha hecho hermanos, teniendo "en común con ellos la carne y la sangre" (Heb 2, 14; cfr. Gal 4, 4)" (aspecto antropológico);

- es la imagen escatológica de lo que la Iglesia "toda, desea y espera llegar a ser" (aspecto eclesiológico);

- es la garantía de la fidelidad del Señor a su promesa: reserva una recompensa espléndida a su humilde Sierva por su adhesión fiel al plan divino, esto es, un destino de plenitud y bienaventuranza, de glorificación del alma inmaculada y del cuerpo virginal, de perfecta configuración con el Hijo resucitado (aspecto mariológico).

181. La fiesta del 15 de agosto es muy apreciada en la piedad popular. En muchos lugares se considera que es la fiesta de la Virgen, por antonomasia: el "día de Santa María", como lo es la Inmaculada para España y para América Latina.

En los países del área germánica se ha difundido la costumbre de bendecir plantas aromáticas el 15 de Agosto. Esta bendición, que durante algún tiempo figuró en el Rituale Romanum, constituye un claro ejemplo de auténtica evangelización de ritos y creencias pre-cristianas: a Dios, por cuya palabra "la tierra produce sus brotes, hierbas que producen semillas...y árboles que dan cada uno fruto con semillas, según sus especies" (Gn 1,12), es a quien hacía falta dirigirse para obtener lo que los paganos trataban de conseguir mediante sus ritos mágicos: evitar los daños que producían las hierbas venenosas, aumentar la eficacia de las curativas.

De esta visión viene, en parte, el uso antiguo de aplicar a la Virgen Santísima, haciendo referencia a la Escritura, símbolos y apelativos tomados del mundo vegetal, como viña, espiga, cedro, lirio, y ver en ella una flor de suave olor por sus virtudes, e incluso describirla como el "retoño germinado de la raíz de Jesé" (Is 11,1) que engendraría el fruto bendito, Jesús.

CALENDARIO

15 + LUNES. ASUNCIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA, solemnidad


Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo, que, consumado el curso de su vida en la tierra, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria de los cielos. Esta verdad de fe, recibida de la tradición de la Iglesia, fue definida solemnemente por el papa Pío XII en 1950 (elog. del Martirologio Romano).

Misa del día de la solemnidad de la Asunción de la BVM (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Gl., Cr., Pf. prop. No se puede decir la PE IV.
LECC.: vol. IV.
- Ap 11, 19a; 12, 1-6a. 10ab.
 Una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies.
- Sal 44. R. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.
- 1 Cor 15, 20-27a. Primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo.
- Lc 1, 39-56. El Poderoso ha hecho obras grandes en mí: enaltece a los humildes.

Celebramos hoy que la Virgen María, una vez que murió, no conoció la corrupción del sepulcro, sino que fue llevada en cuerpo y alma al cielo, donde está ya para siempre intercediendo por nosotros. Así, ha sido la primera en vivir la resurrección de los muertos, la que concibió en su seno al autor de la vida, Jesucristo nuestro Señor (cf. Pf.). En la Asunción a los cielos alcanzan su plenitud las palabras de María en el Magníficat: «El Señor ha hecho obras grandes por mí: enaltece a los humildes» (Ev.). Ella es figura y primicia de la Iglesia que un día será glorificada. Y al contemplarla ya en el cielo nos animamos en nuestro peregrinar y crece nuestra esperanza de llegar a la gloria de la resurrección (cf. Pf. y orac. después de la comunión).

* Hoy no se permiten otras celebraciones, tampoco la misa exequial.

Liturgia de las Horas: oficio de la solemnidad. Te Deum. II Vísp. Comp. Dom. II, se recomienda «Salve, Regina».

Martirologio: elogs. del 16 de agosto, pág. 492.
CALENDARIOS: Sevilla-ciudad: Nuestra Señora de los Reyes (S).

TEXTOS MISA

15 de agosto
ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA.
Solemnidad
Misa del día.

Antífona de entrada Cf. Ap 12, 1
Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.
Signum magnum appáruit in caelo: múlier amícta sole, et luna sub pédibus eius, et in cápite eius coróna stellárum duódecim.
O bien:
Alegrémonos todos en el Señor al celebrar este día de fiesta en honor de la Virgen María: de su Asunción se alegran los ángeles y alaban al Hijo de Dios.
Gaudeámus omnes in Dómino, diem Festum celebrántes sub honóre Maríae Vírginis, de cuius Assumptióne gaudent Angeli, et colláudant Fílium Dei.

Monición de entrada
Celebramos hoy la solemnidad de la Asunción de la bienaventurada Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo, que, consumado el curso de su vida en la tierra, fue elevada en cuerpo y alma a la gloria de los cielos. Esta verdad de fe, recibida de la tradición de la Iglesia, fue definida solemnemente por el papa Pío XII el año 1950. En María, Madre de la Iglesia, contemplamos la imagen radiante de lo que la misma Iglesia ansía y espera ser, de lo que la humanidad entera anhela y presiente.

Acto penitencial
Imploramos la misericordia de Dios e invocamos a la Virgen María, refugio de pecadores, para que interceda por nosotros, diciendo: Yo confieso...

Se dice Gloria.

Oración colecta
Dios todopoderoso y eterno, que has elevado en cuerpo y alma a la gloria del cielo a la inmaculada Virgen María, Madre de tu Hijo, concédenos que, aspirando siempre a las realidades divinas, lleguemos a participar con ella de su misma gloria. Por nuestro Señor Jesucristo.
Omnípotens sempitérne Deus, qui immaculátam Vírginem Maríam, Fílii tui Genetrícem, córpore et ánima ad caeléstem glóriam assumpsísti, concéde, quaesumus, ut, ad supérna semper inténti, ipsíus glóriae mereámur esse consórtes. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas de la solemnidad de La Asunción de la Virgen María (Lec. IV).

PRIMERA LECTURA Ap 11, 19a; 12, 1. 3-6a. 10ab
Una mujer vestida del sol, la luna bajo sus pies
Lectura del libro del Apocalipsis.

Se abrió en el cielo el santuario de Dios, y apareció en su santuario el arca de su alianza.
Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; y está encinta, y grita con dolores de parto y con el tormento de dar a luz.
Y apareció otro signo en el cielo: un gran dragón rojo que tiene siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas, y su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra.
Y el dragón se puso en pie ante la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo cuando lo diera a luz.  
Y dio a luz un hijo varón, el que ha de pastorear a todas las naciones con vara de hierro, y fue arrebatado su hijo junto a Dios y junto a su trono; y la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios.
Y oí una gran voz en el cielo que decía:
«Ahora se ha establecido la salvación y el poder y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 44, l0bc. 11-12ab. 16 (R.: 10b)
R. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.
Astitit regína a dextris tuis ornáta auro ex Ophir.

V. Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina,
enjoyada con oro de Ofir.
R. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.
Astitit regína a dextris tuis ornáta auro ex Ophir.

V. Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna.
R. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.
Astitit regína a dextris tuis ornáta auro ex Ophir.

V. Prendado está el rey de tu belleza:
póstrate ante él, que él es tu señor.
R. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.
Astitit regína a dextris tuis ornáta auro ex Ophir.

V. Las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.
R. De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir.
Astitit regína a dextris tuis ornáta auro ex Ophir.

SEGUNDA LECTURA 1 Cor 15, 20-27
Primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Hermanos:
Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto.
Si por un hombre vino la muerte, por un hombre vino la resurrección. Pues lo mismo que en Adán mueren todos, así en Cristo todos serán vivificados.
Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo, en su venida; después el final, cuando Cristo entregue el reino a Dios Padre, cuando haya aniquilado todo principado, poder y fuerza.
Pues Cristo tiene que reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. El último enemigo en ser destruido será la muerte, porque lo ha sometido todo bajo sus pies.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Aleluya.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. María ha sido asunta al cielo, se alegra el ejército de los ángeles. R.
Assúmpta est María in caelum: gaudet exércitus angelórum

EVANGELIO Lc 1, 39-56
El Poderoso ha hecho obras grandes por mi; enaltece a los humildes
 Lectura del santo Evangelio según san Lucas.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó:
«Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».
María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor,
“se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humildad de su esclava”.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:
“su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación”.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
“derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia”
—como lo había prometido a “nuestros padres”—
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
María se quedó con Isabel unos tres meses y volvió a su casa.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
PAPA FRANCISCO, ÁNGELUS

Plaza de San Pedro, Sábado, 15 de agosto de 2020
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Cuando el hombre puso un pie en la Luna, se dijo una frase que se hizo famosa: «Este es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad». De hecho, la humanidad había alcanzado un hito histórico. Pero hoy, en la Asunción de María al Cielo, celebramos una conquista infinitamente más grande. La Virgen ha puesto sus pies en el paraíso: no ha ido solo en espíritu, sino también con el cuerpo, toda ella. Este paso de la pequeña Virgen de Nazaret ha sido el gran salto hacia delante de la humanidad. De poco sirve ir a la Luna si no vivimos como hermanos en la Tierra. Pero que una de nosotros viva en el Cielo con el cuerpo nos da esperanza: entendemos que somos valiosos, destinados a resucitar. Dios no dejará desvanecer nuestro cuerpo en la nada. ¡Con Dios nada se pierde! En María se alcanza la meta y tenemos ante nuestros ojos la razón por la que caminamos: no para conquistar las cosas de aquí abajo, que se desvanecen, sino para conquistar la patria de allá arriba, que es para siempre. Y la Virgen es la estrella que nos orienta. Ella ha ido primero. Ella, como enseña el Concilio, «precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo» (Lumen gentium, 68).
¿Qué nos aconseja nuestra Madre? Hoy en el Evangelio lo primero que dice es «engrandece mi alma al Señor» (Lc 1, 46). Nosotros, acostumbrados a escuchar estas palabras, quizá ya no hagamos caso a su significado. Engrandecer literalmente significa “hacer grande”, engrandecer. María “engrandece al Señor”: no los problemas, que tampoco le faltaban en ese momento, sino al Señor. ¡Cuántas veces, en cambio, nos dejamos vencer por las dificultades y absorber por los miedos! La Virgen no, porque pone a Dios como primera grandeza de la vida. De aquí surge el Magnificat, de aquí nace la alegría: no de la ausencia de los problemas, que antes o después llegan, sino que la alegría nace de la presencia de Dios que nos ayuda, que está cerca de nosotros. Porque Dios es grande. Y sobre todo, Dios mira a los pequeños. Nosotros somos su debilidad de amor: Dios mira y ama a los pequeños.
María, de hecho, se reconoce pequeña y exalta las «maravillas» (v. 49) que el Señor ha hecho en ella. ¿Cuáles? Sobre todo el don inesperado de la vida. María es virgen y se queda embarazada; y también Isabel, que era anciana, espera un hijo. El Señor hace maravillas con los pequeños, con quien no se cree grande sino que da gran espacio a Dios en la vida. Él extiende su misericordia sobre quien confía en Él y enaltece a los humildes. María alaba a Dios por esto.
Y nosotros —podemos preguntarnos— ¿nos acordamos de alabar a Dios? ¿Le damos las gracias por las maravillas que hace por nosotros? ¿Por cada jornada que nos regala, porque nos ama y nos perdona siempre, por su ternura? ¿Y por habernos dado a su Madre, por los hermanos y las hermanas que nos pone en el camino, porque nos ha abierto el Cielo? ¿Nosotros damos las gracias a Dios, alabamos a Dios por estas cosas? Si olvidamos el bien, el corazón se encoge. Pero si, como María, recordamos las maravillas que el Señor realiza, si al menos una vez al día lo magnificamos, entonces damos un gran paso adelante. Una vez al día podemos decir: “Yo alabo al Señor”, “Bendito sea el Señor”: es una pequeña oración de alabanza. Esto es alabar a Dios. El corazón, con esta pequeña oración, se dilatará, la alegría aumentará. Pidamos a la Virgen, puerta del Cielo, la gracia de iniciar cada día alzando la mirada hacia el cielo, hacia Dios, para decirle: “¡Gracias!”, como dicen los pequeños a los grandes.


DIRECTORIO HOMILÉTICO
Ap. I. La homilía y el Catecismo de la Iglesia Católica.
Otros días festivos. 15 de agosto: Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María.
María, la nueva Eva, es ascendida a los cielos
411 La tradición cristiana ve en este pasaje un anuncio del "nuevo Adán" (cf. 1Co 15, 21-22. 45) que, por su "obediencia hasta la muerte en la Cruz" (Flp 2, 8) repara con sobreabundancia la descendencia de Adán (cf. Rm 5, 19-20). Por otra parte, numerosos Padres y doctores de la Iglesia ven en la mujer anunciada en el "protoevangelio" la madre de Cristo, María, como "nueva Eva". Ella ha sido la que, la primera y de una manera única, se benefició de la victoria sobre el pecado alcanzada por Cristo: fue preservada de toda mancha de pecado original (cf. Pío IX: DS 2803) y, durante toda su vida terrena, por una gracia especial de Dios, no cometió ninguna clase de pecado (cf. Cc. de Trento: DS 1573).
966 "Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada libre de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada a la gloria del cielo y elevada al trono por el Señor como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los Señores y vencedor del pecado y de la muerte" (LG 59; cf. la proclamación del dogma de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María por el Papa Pío XII en 1950: DS 3903). La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos:
"En tu parto has conservado la virginidad, en tu dormición no has abandonado el mundo, oh Madre de Dios: tú te has reunido con la fuente de la Vida, tú que concebiste al Dios vivo y que, con tus oraciones, librarás nuestras almas de la muerte" (Liturgia bizantina, Tropario de la fiesta de la Dormición [15 de agosto]).
967 Por su total adhesión a la voluntad del Padre, a la obra redentora de su Hijo, a toda moción del Espíritu Santo, la Virgen María es para la Iglesia el modelo de la fe y de la caridad. Por eso es "miembro muy eminente y del todo singular de la Iglesia" (LG 53), incluso constituye "la figura" ["typus"] de la Iglesia (LG 63).
968 Pero su papel con relación a la Iglesia y a toda la humanidad va aún más lejos. "Colaboró de manera totalmente singular a la obra del Salvador por su fe, esperanza y ardiente amor, para restablecer la vida sobrenatural de los hombres. Por esta razón es nuestra madre en el orden de la gracia" (LG 61).
969 "Esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el consentimiento que dio fielmente en la Anunciación, y que mantuvo sin vacilar al pie de la cruz, hasta la realización plena y definitiva de todos los escogidos. En efecto, con su asunción a los cielos, no abandonó su misión salvadora, sino que continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna… Por eso la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora" (LG 62).
970 "La misión maternal de María para con los hombres de ninguna manera disminuye o hace sombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia. En efecto, todo el influjo de la Santísima Virgen en la salvación de los hombres … brota de la sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella y de ella saca toda su eficacia" (LG 60). "Ninguna creatura puede ser puesta nunca en el mismo orden con el Verbo encarnado y Redentor. Pero, así como en el sacerdocio de Cristo participan de diversa manera tanto los ministros como el pueblo creyente, y así como la única bondad de Dios se difunde realmente en las criaturas de distintas maneras, así también la única mediación del Redentor no excluye, sino que suscita en las criaturas una colaboración diversa que participa de la única fuente" (LG 62).
971 "Todas las generaciones me llamarán bienaventurada" (Lc 1, 48): "La piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del culto cristiano" (MC 56). La Santísima Virgen "es honrada con razón por la Iglesia con un culto especial. Y, en efecto, desde los tiempos más antiguos, se venera a la Santísima Virgen con el título de `Madre de Dios', bajo cuya protección se acogen los fieles suplicantes en todos sus peligros y necesidades… Este culto… aunque del todo singular, es esencialmente diferente del culto de adoración que se da al Verbo encarnado, lo mismo que al Padre y al Espíritu Santo, pero lo favorece muy poderosamente" (LG 66); encuentra su expresión en las fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios (cf. SC 103) y en la oración mariana, como el Santo Rosario, "síntesis de todo el Evangelio" (cf. Pablo VI, MC 42).
974 La Santísima Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, en donde ella participa ya en la gloria de la resurrección de su Hijo, anticipando la resurrección de todos los miembros de su Cuerpo.
975 "Creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia, continúa en el cielo ejercitando su oficio materno con respecto a los miembros de Cristo (SPF 15).
2853 La victoria sobre el "príncipe de este mundo" (Jn 14, 30) se adquirió de una vez por todas en la Hora en que Jesús se entregó libremente a la muerte para darnos su Vida. Es el juicio de este mundo, y el príncipe de este mundo está "echado abajo" (Jn 12, 31; Ap 12, 11). "El se lanza en persecución de la Mujer" (cf Ap 12, 13-16), pero no consigue alcanzarla: la nueva Eva, "llena de gracia" del Espíritu Santo es preservada del pecado y de la corrupción de la muerte (Concepción inmaculada y Asunción de la santísima Madre de Dios, María, siempre virgen). "Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos" (Ap 12, 17). Por eso, el Espíritu y la Iglesia oran: "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 17. 20) ya que su Venida nos librará del Maligno.
María, imagen escatológica de la Iglesia
773 En la Iglesia esta comunión de los hombres con Dios por "la caridad que no pasará jamás"(1Co 13, 8) es la finalidad que ordena todo lo que en ella es medio sacramental ligado a este mundo que pasa (cf. LG 48). "Su estructura está totalmente ordenada a la santidad de los miembros de Cristo. Y la santidad se aprecia en función del 'gran Misterio' en el que la Esposa responde con el don del amor al don del Esposo" (MD 27). María nos precede a todos en la santidad que es el Misterio de la Iglesia como la "Esposa sin tacha ni arruga" (Ef 5, 27). Por eso la dimensión mariana de la Iglesia precede a su dimensión petrina" (ibid.).
829 "La Iglesia en la Santísima Virgen llegó ya a la perfección, sin mancha ni arruga. En cambio, los creyentes se esfuerzan todavía en vencer el pecado para crecer en la santidad. Por eso dirigen sus ojos a María" (LG 65): en ella, la Iglesia es ya enteramente santa.
972 Después de haber hablado de la Iglesia, de su origen, de su misión y de su destino, no se puede concluir mejor que volviendo la mirada a María para contemplar en ella lo que es la Iglesia en su Misterio, en su "peregrinación de la fe", y lo que será al final de su marcha, donde le espera, "para la gloria de la Santísima e indivisible Trinidad", "en comunión con todos los santos" (LG 69), aquella a quien la Iglesia venera como la Madre de su Señor y como su propia Madre:
"Entre tanto, la Madre de Jesús, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y comienzo de la Iglesia que llegará a su plenitud en el siglo futuro. También en este mundo, hasta que llegue el día del Señor, brilla ante el Pueblo de Dios en Marcha, como señal de esperanza cierta y de consuelo" (LG 68).
En oración con María
2673 En la oración, el Espíritu Santo nos une a la Persona del Hijo Unico, en su humanidad glorificada. Por medio de ella y en ella, nuestra oración filial comulga en la Iglesia con la Madre de Jesús (cf Hch 1, 14).
2674 Desde el sí dado por la fe en la anunciación y mantenido sin vacilar al pie de la cruz, la maternidad de María se extiende desde entonces a los hermanos y a las hermanas de su Hijo, "que son peregrinos todavía y que están ante los peligros y las miserias" (LG 62). Jesús, el único Mediador, es el Camino de nuestra oración; María, su Madre y nuestra Madre es pura transparencia de él: María "muestra el Camino" ["Hodoghitria"], ella es su "signo", según la iconografía tradicional de Oriente y Occidente.
2675 A partir de esta cooperación singular de María a la acción del Espíritu Santo, las Iglesias han desarrollado la oración a la santa Madre de Dios, centrándola sobre la persona de Cristo manifestada en sus misterios. En los innumerables himnos y antífonas que expresan esta oración, se alternan habitualmente dos movimientos: uno "engrandece" al Señor por las "maravillas" que ha hecho en su humilde esclava, y por medio de ella, en todos los seres humanos (cf Lc 1, 46-55); el segundo confía a la Madre de Jesús las súplicas y alabanzas de los hijos de Dios ya que ella conoce ahora la humanidad que en ella ha sido desposada por el Hijo de Dios.
2676 Este doble movimiento de la oración a María ha encontrado una expresión privilegiada en la oración del Ave María:
"Dios te salve, María [Alégrate, María]". La salutación del Angel Gabriel abre la oración del Ave María. Es Dios mismo quien por mediación de su ángel, saluda a María. Nuestra oración se atreve a recoger el saludo a María con la mirada que Dios ha puesto sobre su humilde esclava (cf Lc 1, 48) y a alegrarnos con el gozo que El encuentra en ella (cf So 3, 17b)
"Llena de gracia, el Señor es contigo": Las dos palabras del saludo del ángel se aclaran mutuamente. María es la llena de gracia porque el Señor está con ella. La gracia de la que está colmada es la presencia de Aquél que es la fuente de toda gracia. "Alégrate… Hija de Jerusalén… el Señor está en medio de ti" (So 3, 14, 17a). María, en quien va a habitar el Señor, es en persona la hija de Sión, el arca de la Alianza, el lugar donde reside la Gloria del Señor: ella es "la morada de Dios entre los hombres" (Ap 21, 3). "Llena de gracia", se ha dado toda al que viene a habitar en ella y al que entregará al mundo.
"Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús". Después del saludo del ángel, hacemos nuestro el de Isabel. "Llena del Espíritu Santo" (Lc 1, 41), Isabel es la primera en la larga serie de las generaciones que llaman bienaventurada a María (cf. Lc 1, 48): "Bienaventurada la que ha creído… " (Lc 1, 45): María es "bendita entre todas las mujeres" porque ha creído en el cumplimiento de la palabra del Señor. Abraham, por su fe, se convirtió en bendición para todas las "naciones de la tierra" (Gn 12, 3). Por su fe, María vino a ser la madre de los creyentes, gracias a la cual todas las naciones de la tierra reciben a Aquél que es la bendición misma de Dios: Jesús, el fruto bendito de su vientre.
2677 "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros… " Con Isabel, nos maravillamos y decimos: "¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?" (Lc 1, 43). Porque nos da a Jesús su hijo, María es madre de Dios y madre nuestra; podemos confiarle todos nuestros cuidados y nuestras peticiones: ora para nosotros como oró para sí misma: "Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38). Confiándonos a su oración, nos abandonamos con ella en la voluntad de Dios: "Hágase tu voluntad".
"Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte". Pidiendo a María que ruegue por nosotros, nos reconocemos pecadores y nos dirigimos a la "Madre de la Misericordia", a la Virgen Santísima. Nos ponemos en sus manos "ahora", en el hoy de nuestras vidas. Y nuestra confianza se ensancha para entregarle desde ahora, "la hora de nuestra muerte". Que esté presente en esa hora, como estuvo en la muerte en Cruz de su Hijo y que en la hora de nuestro tránsito nos acoja como madre nuestra (cf Jn 19, 27) para conducirnos a su Hijo Jesús, al Paraíso.
2678 La piedad medieval de Occidente desarrolló la oración del Rosario, en sustitución popular de la Oración de las Horas. En Oriente, la forma litánica del Acathistós y de la Paráclisis se ha conservado más cerca del oficio coral en las Iglesias bizantinas, mientras que las tradiciones armenia, copta y siríaca han preferido los himnos y los cánticos populares a la Madre de Dios. Pero en el Ave María, los theotokia, los himnos de San Efrén o de San Gregorio de Narek, la tradición de la oración es fundamentalmente la misma.
2679 María es la orante perfecta, figura de la Iglesia. Cuando le rezamos, nos adherimos con ella al designio del Padre, que envía a su Hijo para salvar a todos los hombres. Como el discípulo amado, acogemos (cf Jn 19, 27) a la madre de Jesús, hecha madre de todos los vivientes. Podemos orar con ella y a ella. La oración de la Iglesia está sostenida por la oración de María. Le está unida en la esperanza (cf LG 68-69).

Se dice Credo.

Oración de los fieles
En esta solemnidad de la Asunción de la bienaventurada Virgen María, abogada nuestra, presentamos a Dios Padre nuestras súplicas.
- Por la Iglesia, que peregrina por este mundo con la esperanza de la gloria que un día se nos descubrirá; en comunión con María, Madre de la Iglesia. Roguemos al Señor.
- Por la unión de las Iglesias, divididas por el pecado; en comunión con María, Madre de todos los creyentes en Cristo. Roguemos al Señor.
- Por los enfermos, los moribundos y por todos los que se encuentran en cualquier necesidad; en comunión con María, salud de los enfermos y consuelo de los afligidos. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, que nos disponemos a celebrar la liturgia de la mesa eucarística, anuncio del banquete del reino eterno; en comunión con María, intercesora nuestra ante su Hijo Jesús. Roguemos al Señor.
Ten en cuenta, Señor, los anhelos y sufrimientos de toda la humanidad, expresados en la plegaria de tu Iglesia, que, llena de gozo, contempla en María nuestra humana naturaleza glorificada. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Suba a tu presencia, Señor, la ofrenda de nuestra devoción, y, por intercesión de la santísima Virgen María, elevada al cielo, haz que nuestros corazones, encendidos en el fuego de tu amor, tiendan constantemente hacia ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Ascéndat ad te, Dómine, nostrae devotiónis oblátio, et, beatíssima Vírgine María in caelum assúmpta intercedénte, corda nostra, caritátis igne succénsa, ad te iúgiter aspírent. Per Christum.

Prefacio. La gloria de la Asunción de María
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque hoy ha sido elevada a los cielos la Virgen, Madre de Dios; ella es figura y primicia de la Iglesia, que un día será glorificada; ella es ejemplo de esperanza segura y consuelo del pueblo peregrino. Con razón no quisiste, Señor, que conociera la corrupción del sepulcro la que, de modo admirable, concibió en su seno al autor de la vida, tu Hijo encarnado.
Por eso, unidos a los coros angélicos, te alabamos proclamando llenos de alegría
Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: per Christum Dóminum nostrum.
Quóniam Virgo Deípara hódie in caelos assúmpta est, Ecclésiae tuae consummándae inítium et imágo, ac pópulo peregrinánti certae spei et solácii documéntum; corruptiónem enim sepúlcri eam vidére mérito noluísti, quae Fílium tuum, vitae omnis auctórem, ineffabíliter de se génuit incarnátum.
Et ídeo, choris angélicis sociáti, te laudámus, in gáudio confiténtes:
R. Santo, Santo, Santo...


Antífona de la Comunión Lc 1, 48-49
Me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí.
Beátam me dicent omnes generatiónes, quia fecit mihi magna qui potens est.

Oración después de la Comunión
Después de recibir los sacramentos que nos salvan, te rogamos, Señor, por intercesión de santa María Virgen, elevada al cielo, llegar a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Sumptis, Dómine, salutáribus sacraméntis, da, quaesumus, ut, intercessióne beátae Maríae Vírginis in caelum assúmptae, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per Christum.

Se puede utilizar la bendición solemne. Santa María Virgen.
Dios, que en su providencia amorosa quiso salvar al género humano por el fruto bendito del seno de la Virgen María, os colme de sus bendiciones.
Deus, qui per beátae Maríae Vírginis partum genus humánum sua vóluit benignitáte redímere, sua vos dignétur benedictióne ditáre.
R. Amén.
Que os acompañe siempre la protección de la Virgen, por quien habéis recibido al Autor de la vida.
Eiúsque semper et ubíque patrocínia sentiátis, per quam auctórem vitae suscípere meruístis.
R. Amén.
Y a todos vosotros, reunidos hoy para celebrar con devoción esta fiesta de María, el Señor os conceda la alegría del Espíritu y los bienes de su reino.
Et qui hodiérna die devótis méntibus convenístis, spiritálium gaudiórum caelestiúmque praemiórum vobíscum múnera reportétis.
R. Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo  y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.
Et benedíctio Dei omnipoténtis, Patris, et Fílii,  et Spíritus Sancti, descéndat super vos et máneat semper.
R. Amén.

MARTIROLOGIO

Elogios del día 16 de agosto
S
an Esteban, rey 
de Hungría, que, regenerado por el bautismo y recibida la corona real de manos del papa Silvestre II, impulsó la propagación de la fe cristiana entre los húngaros, puso en orden la Iglesia en su reino, la dotó de bienes y monasterios, fue justo y pacífico en el gobierno de sus súbditos y, finalmente, en Székesfehérvár, en Hungría, el día de la Asunción, su alma partió hacia el cielo. (1038)
2. Conmemoración de san Arsacio, que en tiempo del emperador Licinio dio testimonio de su fe en Cristo y, abandonando el ejército, llevó vida eremítica en Nicomedia, hoy Turquía. Finalmente, vaticinando la inminente ruina de la ciudad, entregó su espíritu a Dios mientras oraba. (c. 358)
3. En Sión, en la región de Valais, entre los helvecios, hoy Suiza, san Teodoro, primer obispo de aquella ciudad, que, siguiendo el ejemplo de san Ambrosio, defendió la fe católica contra los arrianos y veneró con magnificencia las reliquias de los mártires de Agauno. (s. IV)
4. En la Bretaña Menor, actual Francia, san Armagilo, eremita. (s. VI)
5. En el territorio de la Galia Cenomanense, también en la Francia actual, san Frambaldo, monje, que alternó la vida en soledad con la cenobítica. (c. 650)
6*. En los bosques cercanos a la ciudad de Rennes, en Bretaña Menor, de nuevo en Francia, beato Radulfo de Fustaie, presbítero, fundador del monasterio de San Sulpicio. (1129)
7*. En Subiaco, en el Lacio, región de la actual Italia, beato Lorenzo, llamado el "Coracero", que tras haber matado accidentalmente a otra persona, decidió expiar su culpa con extrema austeridad y penitencia, viviendo solitariamente en la cueva de un monte. (1243)
8. En Lombardía, también en Italia, san Roque, que, nacido en Montpellier, en la región francesa del Languedoc, adquirió fama de santidad con su piadosa peregrinación por toda Italia curando a los afectados por la peste. (c. 1379)
9*. En Florencia, en Toscana, de nuevo en Italia, beato Ángel Agustín Mazzinghi, presbítero de la Orden de los Carmelitas. (1438)
10*. En Kioto, de Japón, beato Juan de Santa Marta, presbítero de la orden de los Hermanos Menores y mártir, que, mientras era conducido al lugar del suplicio, predicaba al pueblo y cantaba el salmo Alabad al Señor, todas las gentes. (1618)
11*. En Kokura, también en Japón, beatos mártires Simón Bokusai Kiota, catequista, y Magdalena, su esposa; Tomás Gengoro y su esposa María, y el hijo de ambos, Jacobo, todavía niño, que, por orden del prefecto Yetsundo y por odio hacia el nombre de Cristo, fueron crucificados cabeza abajo. (1620)
12*. En un viejo navío anclado en el mar frente a Rochefort, en Francia, beato Juan Bautista Ménestrel, presbítero y mártir, que durante la Revolución Francesa, encarcelado en una nave prisión por ser sacerdote, consumó su martirio cubierto de llagas putrefactas. (1794)
13. En la aldea Fanjiazhuang, cerca de Wujiao, en la provincia china de Hebei, santa Rosa Fan Hui, virgen y mártir, que en la persecución desencadenada por los seguidores de la secta Yihetuan, cubierta de heridas, fue arrojada a un río todavía viva. (1900)
14*. En Barcelona, en España, beata Petra de San José (Ana Josefa) Pérez Florido, virgen, que ofreció con alegría un cuidado asiduo a los ancianos abandonados y fundó la Congregación de Madres de Desamparados y San José de la Montaña, para la atención de los pobres. (1906)
15*. En Denia, en la provincia de Alicante, también en España, beato Plácido García Gilabert, religioso de la Orden de los Hermanos Menores y mártir, que afrontó un glorioso combate por su amor a Cristo. (1936)
16*. En la localidad de Almazora, en la provincia de Castellón, igualmente en España, beato Enrique García Beltrán, diácono de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos y mártir, que con el martirio fue hecho partícipe en la victoria de Cristo. (1936)
17*. En la localidad de Picasent, en la región de Valencia, de nuevo en España, beato Gabriel (José María) Sanchís Mompó, religioso de los Terciarios Capuchinos de Nuestra Señora de los Dolores y mártir, que emigró al Señor a ser muerto violentamente por los enemigos de la Iglesia. (1936)

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