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martes, 19 de abril de 2022

Martes 24 mayo 2022, Martes dela VI semana de Pascua, feria.

SOBRE LITURGIA

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL "PASTORES GREGIS"
DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

El servicio auténtico y autorizado de la Palabra


29. Con la Ordenación episcopal cada Obispo ha recibido la misión fundamental de anunciar autorizadamente la Palabra. El Obispo, en virtud de la sagrada Ordenación, es maestro auténtico que predica al pueblo a él confiado la fe que se ha de creer y aplicar a la vida moral. Eso quiere decir que los Obispos están revestidos de la autoridad misma de Cristo y que, por esta razón fundamental, « cuando enseñan en comunión con el Romano Pontífice, merecen el respeto de todos, pues son los testigos de la verdad divina y católica. Los fieles, por su parte, deben adherirse a la decisión que sobre materia de fe y costumbres ha tomado su Obispo en nombre de Cristo y aceptarla con espíritu de obediencia religiosa» [113]. En este servicio a la Verdad, el Obispo se sitúa ante la comunidad y es para ella, a la cual orienta su solicitud pastoral y por la cual eleva insistentemente sus plegarias a Dios.

Así pues, el Obispo transmite a sus hermanos, a los que cuida como el Buen Pastor, lo que escucha y recibe del corazón de la Iglesia. En él se completa el sensus fidei. En efecto, el Concilio Vaticano II enseña: «El Espíritu de la verdad suscita y sostiene ese sentido de la fe. Con él, el Pueblo de Dios, bajo la dirección del magisterio al que obedece con fidelidad, recibe, no ya una simple palabra humana, sino la palabra de Dios (cf. 1 Ts 2, 13). Así se adhiere indefectiblemente a la fe transmitida a los santos de una vez para siempre (Judas 3), la profundiza con un juicio recto y la aplica cada día más plenamente a la vida» [114]. Es, pues, una palabra que, en el seno de la comunidad y ante ella, ya no es simplemente palabra del Obispo como persona privada, sino del Pastor que confirma en la fe, reúne en torno al misterio de Dios y engendra vida.

Los fieles necesitan la palabra de su Obispo; necesitan confirmar y purificar su fe. La Asamblea sinodal subrayó esto, indicando algunos ámbitos específicos en los que más se advierte esta necesidad. Uno de ellos es el primer anuncio o kerygma, siempre necesario para suscitar la obediencia de la fe, pero que es más urgente aún en la situación actual, caracterizada por la indiferencia y la ignorancia religiosa de muchos cristianos [115]. También es evidente que, en el ámbito de la catequesis, el Obispo es el catequista por excelencia. La gran influencia que han tenido grandes y santos Obispos, cuyos textos catequéticos se consultan aún hoy con admiración, es un motivo más para subrayar que la tarea del Obispo de asumir la alta dirección de la catequesis es siempre actual. En este cometido, debe referirse al Catecismo de la Iglesia Católica.

Por esto sigue siendo válido lo que escribí en la Exhortación apostólica Catechesi tradendae: «En el campo de la catequesis tenéis vosotros, queridísimos Hermanos [Obispos], una misión particular en vuestras Iglesias: en ellas sois los primeros responsables de la catequesis» [116]. Por eso el Obispo debe ocuparse de que la propia Iglesia particular dé prioridad efectiva a una catequesis activa y eficaz. Más aún, él mismo ha de ejercer su solicitud mediante intervenciones directas que susciten y conserven también una auténtica pasión por la catequesis [117].

Consciente de su responsabilidad en la transmisión y educación de la fe, el Obispo se ha de esforzar para que tengan una disposición similar cuantos, por su vocación y misión, están llamados a transmitir la fe. Se trata de los sacerdotes y diáconos, personas consagradas, padres y madres de familia, agentes pastorales y, especialmente los catequistas, así como los profesores de teología y de ciencias eclesiásticas, o los que imparten clases de religión católica [118]. Por eso, el Obispo cuidará la formación inicial y permanente de todos ellos.

Para este cometido resulta especialmente útil el diálogo abierto y la colaboración con los teólogos, a los que corresponde profundizar con métodos apropiados la insondable riqueza del misterio de Cristo. El Obispo ha de ofrecerles aliento y apoyo, tanto a ellos como a las instituciones escolares y académicas en que trabajan, para que desempeñen su tarea al servicio del Pueblo de Dios con fidelidad a la Tradición y teniendo en cuenta las cuestiones actuales [119]. Cuando se vea oportuno, los Obispos deben defender con firmeza la unidad y la integridad de la fe, juzgando con autoridad lo que está o no conforme con la Palabra de Dios [120].

Los Padres sinodales llamaron también la atención de los Obispos sobre su responsabilidad magisterial en materia de moral. Las normas que propone la Iglesia reflejan los mandamientos divinos, que se sintetizan y culminan en el mandamiento evangélico de la caridad. Toda norma divina tiende al mayor bien del ser humano, y hoy vale también la recomendación del Deuteronomio: «Seguid en todo el camino que el Señor vuestro Dios os ha trazado: así viviréis, seréis felices» (5, 33). Por otro lado, no se ha de olvidar que los mandamientos del Decálogo tienen un firme arraigo en la naturaleza humana misma y que, por tanto, los valores que defienden tienen validez universal. Esto vale especialmente por lo que se refiere a la vida humana, que se ha de proteger desde la concepción hasta a su término con la muerte natural, la libertad de las personas y de las naciones, la justicia social y las estructuras para ponerla en práctica [121].

Ministerio episcopal e inculturación del Evangelio

30. La evangelización de la cultura y la inculturación del Evangelio forman parte de la nueva evangelización y, por tanto, son un cometido propio de la función episcopal. A este respecto, tomando algunas de mis expresiones anteriores, el Sínodo repitió: «Una fe que no se convierte en cultura, es una fe no acogida, no totalmente pensada, no fielmente vivida» [122].

En realidad, éste es un cometido antiguo y siempre nuevo, que tiene su origen en el misterio mismo de la Encarnación y su razón de ser en la capacidad intrínseca del Evangelio para arraigar, impregnar y promover toda cultura, purificándola y abriéndola a la plenitud de la verdad y la vida que se ha realizado en Cristo Jesús. A este tema se ha prestado mucha atención durante los Sínodos continentales, que han dado valiosas indicaciones. Yo mismo me he referido a él en varias ocasiones.

Por tanto, considerando los valores culturales del territorio en que vive su Iglesia particular, el Obispo ha de esforzarse para que se anuncie el Evangelio en su integridad, de modo que llegue a modelar el corazón de los hombres y las costumbres de los pueblos. En esta empresa evangelizadora puede ser preciosa la contribución de los teólogos, así como la de los expertos en el patrimonio cultural, artístico e histórico de la diócesis, que tanto en la antigua como en la nueva evangelización, es un instrumento pastoral eficaz [123].

Los medios de comunicación social tienen también gran importancia para transmitir la fe y anunciar el Evangelio en los «nuevos areópagos»; los Padres sinodales pusieron su atención en ello y alentaron a los Obispos para que haya una mayor colaboración entre las Conferencias episcopales, tanto en el ámbito nacional como internacional, con el fin de que se llegue a una actividad de mayor cualidad en este delicado y precioso ámbito de la vida social [124].

En realidad, cuando se trata del anuncio del Evangelio, es importante preocuparse de que la propuesta, además de ortodoxa, sea incisiva y promueva su escucha y acogida. Evidentemente, esto comporta el compromiso de dedicar, especialmente en los Seminarios, un espacio adecuado para la formación de los candidatos al sacerdocio sobre el empleo de los medios de comunicación social, de manera que los evangelizadores sean buenos predicadores y buenos comunicadores.

Predicar con la palabra y el ejemplo

31. El ministerio del Obispo, como pregonero del Evangelio y custodio de la fe en el Pueblo de Dios, no quedaría completamente descrito si faltara una referencia al deber de la coherencia personal: su enseñanza ha de proseguir con el testimonio y con el ejemplo de una auténtica vida de fe. Si el Obispo, que enseña a la comunidad la Palabra escuchada con una autoridad ejercida en el nombre de Jesucristo [125], no vive lo que enseña, transmite a la comunidad misma un mensaje contradictorio.

Así resulta claro que todas las actividades del Obispo deben orientarse a proclamar el Evangelio, «que es una fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree» (Rm 1, 16). Su cometido esencial es ayudar al Pueblo de Dios a que corresponda a la Revelación con la obediencia de la fe (cf. Rm 1, 5) y abrace íntegramente la enseñanza de Cristo. Podría decirse que, en el Obispo, misión y vida se unen de tal de manera que no se puede pensar en ellas como si fueran dos cosas distintas: Nosotros, Obispos, somos nuestra propia misión. Si no la realizáramos, no seríamos nosotros mismos. Con el testimonio de la propia fe nuestra vida se convierte en signo visible de la presencia de Cristo en nuestras comunidades.

El testimonio de vida es para el Obispo como un nuevo título de autoridad, que se añade al título objetivo recibido en la consagración. A la autoridad se une el prestigio. Ambos son necesarios. En efecto, de una se deriva la exigencia objetiva de la adhesión de los fieles a la enseñanza auténtica del Obispo; por el otro se facilita la confianza en su mensaje. A este respecto, parece oportuno recordar las palabras escritas por un gran Obispo de la Iglesia antigua, san Hilario de Poitiers: «El bienaventurado apóstol Pablo, queriendo definir el tipo ideal de Obispo y formar con su enseñanza un hombre de Iglesia completamente nuevo, explicó lo que, por decirlo así, debía ser su máxima perfección. Dijo que debía profesar una doctrina segura, acorde con la enseñanza, de tal modo que pudiera exhortar a la sana doctrina y refutar a quienes la contradijeran [...]. Por un lado, un ministro de vida irreprochable, si no es culto, conseguirá sólo ayudarse a sí mismo; por otro, un ministro culto pierde la autoridad que proviene de su cultura si su vida no es irreprensible» [126].

El apóstol Pablo nos indica una vez más la conducta a seguir con estas palabras: «Muéstrate dechado de buenas obras: pureza de doctrina, dignidad, palabra sana, intachable, para que el adversario se avergüence, no teniendo nada malo que decir de nosotros» (Tt 2, 7-8).

[113] Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 25.
[114] Ibíd., 12.
[115] Cf. Propositio 15.
[116] N. 63: AAS 71 (1979), 1329.
[117] Cf. Congregación para el Clero, Directorio General para la Catequesis (15 agosto 1997), 233: Ench. Vat. 16,1065.
[118] Cf. Propositio 15.
[119] Cf. Propositio 47.
[120] Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Donum veritatis (24 mayo 1990), 19; Código de Derecho Canónico, c. 386 § 2; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, c. 196 § 2.
[121] Cf. Propositio 16.
122] Discurso a los participantes en el I Congreso nacional italiano del Movimiento eclesial de Compromiso Cultural (16 enero 1982), 2: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (2 mayo 1982), p. 19; cf. Propositio 64.
[123] Cf. Propositio 65.
[124] Cf. Propositio 66.

[125] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, sobre la divina revelación, 10.
[126] De Trinitate, VIII,1: PL 10,236.

CALENDARIO

24 MARTES DE LA VI SEMANA DE PASCUA, feria 

Misa de feria (blanco). 
MISAL: ants. y oracs. props., Pf. Pasc. 
LECC.: vol. II. 
- Hch 16, 22-34. Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia. 
- Sal 137. R. Tu derecha me salva, Señor. 
- Jn 16, 5-11. Si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. 

Liturgia de las Horas: oficio de feria. 

Martirologio: elogs. del 25 de mayo, pág. 327. 
CALENDARIOS: Menorca-Ciudadela y Familia Salesiana: María Auxiliadora (S). Monfortianos: (MO). Bernabitas, Asidonia-Jerez, Sevilla, Córdoba y Menorca: (ML). 
Familia Franciscana: Dedicación de la basílica de San Francisco de Asís (F). 
Misioneros de la Preciosa Sangre: Nuestra Señora de la Preciosa Sangre (F). 
Dominicos: Traslación de santo Domingo (MO). 
Orden Premonstratense: San Hermán José, presbítero (MO).
Astorga: San Genadio, obispo (ML). 
Bilbao: San Beda el Venerable, presbítero y doctor de la Iglesia, o san Gregorio VII, papa, o santa María Magdalena de Pazzi, virgen (ML). 
León y Sevilla: Beato Juan de Prado, presbítero y mártir (ML). 
Jesuitas: Bienaventurada Virgen María de la Estrada (ML).

TEXTOS MISA

Martes de la VI Semana de Pascua

Antífona de entrada Ap 19, 7. 6
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias, porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.
Gaudeámus et exsultémus et demus glóriam Deo, quóniam regnávit Dóminus Deus noster omnípotens, allelúia.

Oración colecta
Dios todopoderoso y lleno de misericordia, concédenos lograr verdaderamente nuestra participación en la resurrección de Cristo, tu Hijo. Él, que vive y reina contigo.
Praesta nobis, omnípotens et miséricors Deus, ut in resurrectióne Christi Fílii tui percipiámus veráciter portiónem. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Martes de la VI semana de Pascua (Lec. II).

PRIMERA LECTURA Hch 16, 22-34
Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, la plebe de Filipos se amotinó contra Pablo y Silas, y los magistrados ordenaron que les arrancaran los vestidos y que los azotaran con varas; después de molerlos a palos, los metieron en la cárcel, encargando al carcelero que los vigilara bien; según la orden recibida, él los cogió, los metió en la mazmorra y les sujetó los pies en el cepo.
A eso de media noche, Pablo y Silas oraban cantando himnos a Dios. Los presos los escuchaban. De repente, vino un terremoto tan violento que temblaron los cimientos de la cárcel. Al momento se abrieron todas las puertas, y a todos se les soltaron las cadenas. El carcelero se despertó y, al ver las puertas de la cárcel de par en par, sacó la espada para suicidarse, imaginando que los presos se habían fugado. Pero Pablo lo llamó a gritos, diciendo:
«No te hagas daño alguno, que estamos todos aquí».
El carcelero pidió una lámpara, saltó dentro, y se echó temblando a los pies de Pablo y Silas; los sacó fuera y les preguntó: «Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?».
Le contestaron:
«Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia».
Y le explicaron la palabra del Señor, a él y a todos los de su casa. A aquellas horas de la noche, el carcelero los tomó consigo, les lavó las heridas, y se bautizó enseguida con todos los suyos; los subió a su casa, les preparó la mesa, y celebraron una fiesta de familia por haber creído en Dios.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 137, 1-2a. 2bc y 3. 7c-8
R. 
Tu derecha me salva, Señor.
Salvum me faciet déxtera tua, Dómine.

V. Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
porque escuchaste las palabras de mi boca;
delante de los ángeles tañeré para ti;
me postraré hacia tu santuario.
R. Tu derecha me salva, Señor.
Salvum me faciet déxtera tua, Dómine.

V. Daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera tu fama.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma.
R. Tu derecha me salva, Señor.
Salvum me faciet déxtera tua, Dómine.

V. Tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos.
R. Tu derecha me salva, Señor.
Salvum me faciet déxtera tua, Dómine.

Aleluya Jn 16, 7. 13
R.
 
Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Os enviaré el Espíritu de la verdad –dice el Señor–; él os guiará hasta la verdad plena. R.
Mittam ad vos Spíritum veritátis, dicit Dóminus; ille docébit vos omnem veritátem.

EVANGELIO Jn 16, 5-11
Si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito
╬ 
Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: “¿Adónde vas?”. Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré.
Y cuando venga, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el príncipe de este mundo está condenado».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Homilía en santa Marta 28-mayo-2019
El Espíritu Santo lo renueva todo. El Espíritu Santo es el que nos acompaña en la vida, y nos sostiene, es el Paráclito. ¡Qué nombre tan raro! Cuando era sacerdote, en una misa con niños el domingo de Pentecostés les pregunté si sabían quién es el Espíritu Santo. Y un niño me respondió: "el paralítico". Había oído "Paráclito" pero no sabía qué era, y por eso dijo: "paralítico". Pues a veces también nosotros pensamos que el Espíritu Santo es un paralítico, que no hace nada. La palabra paráclito quiere decir el que está junto a mí para sostenerme, para que yo no caiga, para que yo vaya adelante, para que yo conserve esa juventud del Espíritu. El cristiano siempre es joven: siempre. Y cuando comienza a envejecer el corazón del cristiano, empieza a disminuir su vocación de cristiano. O eres joven de corazón, de alma o no eres plenamente cristiano.

Oración de los fieles
Oremos agradecidos a Dios, Padre de Jesucristo, Señor nuestro, el Cordero inmaculado que quita el pecado del mundo y nos comunica su vida nueva.
- Para que el Espíritu fortalezca a su Iglesia con la convicción de la presencia de Cristo en medio de ella. Roguemos al Señor.
- Para que el Espíritu consuele a todos los que sufren y viven sin esperanza, confirmándolos en la certeza de la victoria de Cristo sobre el mal. Roguemos al Señor.
- Para que el Espíritu ilumine y guíe a cuantos sirven a la sociedad, para que busquen siempre la libertad y la paz. Roguemos al Señor.
- Para que el Espíritu nos confirme en la persuasión de que solo Jesús es nuestro Salvador. Roguemos al Señor.
Escúchanos, Padre santo, y afianza en nosotros la alegría por la adopción filial que nos has devuelto en tu Hijo Jesucristo, muerto y resucitado. Él, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas
Concédenos, Señor, alegrarnos siempre por estos misterios pascuales y que la actualización continua de tu obra redentora sea para nosotros fuente de gozo incesante. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Concéde, quaesumus, Dómine, semper nos per haec mystéria paschália gratulári, ut contínua nostrae reparatiónis operátio perpétuae nobis fiat causa laetítiae. Per Christum.

PREFACIO PASCUAL I
EL MISTERIO PASCUAL
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca exaltarte en este tiempo en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo; muriendo destruyó nuestra muerte, y resucitando restauró la vida.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre: Te quidem, Dómine, omni témpore confitéri, sed in hoc potíssimum gloriósus praedicáre, cum Pascha nostrum immolátus est Christus.
Ipse enim verus est Agnus qui ábstulit peccáta mundi. Qui mortem nostram moriéndo destrúxit, et vitam resurgéndo reparávit.
Quaprópter, profúsis paschálibus gáudiis, totus in orbe terrárum mundus exsúltat. Sed et supérnae virtútes atque angélicae potestátes hymnum glóriae tuae cóncinunt, sine fine dicéntes:

Santo, Santo, Santo…

PLEGARIA EUCARÍSTICA III.

Antífona de comunión Cf. Lc 24, 46. 26

Era necesario que el Mesías padeciera y resucitara de entre los muertos, para así entrar en su gloria. Aleluya.
Opórtuit pati Christum, et resúrgere a mórtuis, et ita intráre in glóriam suam, allelúia.

Oración después de la comunión
Escucha, Señor, nuestras oraciones para que el santo intercambio de nuestra redención nos sostenga durante la vida presente y nos dé las alegrías eternas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Exáudi, Dómine, preces nostras, ut redemptiónis nostrae sacrosáncta commércia et vitae nobis cónferant praeséntis auxílium et gáudia sempitérna concílient. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del día 25 de mayo
S
an Beda el Venerable
, presbítero y doctor de la Iglesia, el cual, servidor de Cristo desde la edad de ocho años, transcurrió toda su vida en el monasterio de Wearmouth, en Northumbria, en Inglaterra, dedicado a la meditación y a la exposición de las Escrituras. Tras la observancia de la disciplina monástica y el ejercicio cotidiano del canto en la iglesia, sus delicias fueron siempre estudiar, enseñar, o escribir. (735)
San Gregorio VII, papa, el cual, anteriormente llamado Hildebrando, que primero llevó vida monástica y colaboró en la reforma de la Iglesia en numerosas legaciones pontificias de su tiempo. Una vez elevado a la cátedra de Pedro, reivindicó con gran autoridad y fuerte ánimo la libertad de la Iglesia respecto al poder de los príncipes, defendiendo valientemente la santidad del sacerdocio. Al ser obligado a abandonar Roma por este motivo, murió en el exilio en Salerno, en la región italiana de Campania. (1085)
Santa María Magdalena de Pazzi, virgen de la Orden de Carmelitas, que en la ciudad de Florencia, también en Italia, llevó una vida de oración abnegadamente escondida en Cristo, rezando con empeño por la reforma de la Iglesia. Distinguida por Dios con muchos dones, dirigió de un modo excelente a sus hermanas hacia la perfección. (1607)
4. En Atela, de nuevo en la región italiana de Campania, san Canión, obispo y mártir. (s. III/IV)
5. En Milán, en la región asimismo italiana de Liguria, conmemoración de san Dionisio, obispo, el cual, habiendo sido desterrado a Armenia por el emperador arriano Constancio a causa de su fe católica, murió allí, por lo que mereció el título propio de los mártires. (c. 361)
6. En Florencia, ciudad de Toscana, nuevamente en Italia, san Zenobio, obispo. (s. IV/V)
7. En el monasterio de Mantenay-sur-Seine, junto a Troyes, en la Galia, hoy Francia, san León, abad(s. VII)
8. En Inglaterra, san Aldelmo, obispo, varón célebre por su doctrina y escritos, que había sido abad de Malmesbury y después fue nombrado primer obispo de Sherborne, entre los sajones occidentales. (709)
9. En Peñalba, en la región de Astorga, en el reino hispánico de León, san Genadio, obispo, primero abad y después obispo del mismo lugar. Prestó su consejo a los reyes, pero, movido por el deseo del claustro, renunció a la dignidad episcopal para pasar el resto de su vida como monje y eremita. (c. 925)
10*. En Villamagna, cerca de Florencia, en Toscana, actualmente Italia, conmemoración de san Gerardo Mecatti, quien, siguiendo las huellas de san Francisco, distribuyó sus bienes entre los pobres y se retiró a un lugar desierto, donde, por amor de Cristo, se dedicó a acoger a peregrinos y a ayudar a enfermos. (c. 1245)
11*. Cerca de Montesanto, en el Piceno, hoy la región italiana de Las Marcas, tránsito de san Gerio, que, habiendo sido antes conde de Lunel, llevó vida de ermitaño y murió en el transcurso de una santa peregrinación. (c. 1270)
12*. En Faenza, en Flaminia, actual región de Emilia-Romaña, de nuevo en Italia, beato Jacobo Felipe (Andrés) Bertoni, presbítero de la Orden de los Siervos de María, insigne por el don de las lágrimas y su extraordinaria humildad. (1483)
13. En Tonkín, hoy Vietnam, san Pedro Doan Van Van, mártir, que, siendo catequista y administrador de la parroquia de Bau No, en tiempo del emperador Tu Duc, ya octogenario, confirmó con su sangre la perseverancia en la fe. (1857)
14. En París, en Francia, santa Magdalena Sofía Barat, virgen, que fundó la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús y trabajó con gran entrega por la formación cristiana de las jóvenes. (1865)
15. En el lugar de Munyonyo, en Uganda, san Dionisio Ssebuggwawo, mártir, que a los dieciséis años de edad, habiendo reconocido ante el rey Mwanga que había enseñado los rudimentos de la fe cristiana a dos personas de su corte, fue traspasado con una lanza por el mismo soberano. (1886)
16. En Catatlán, en la región de Guadalajara, en México, san Cristóbal Magallanes y san Agustín Caloca, presbíteros y mártires, que durante la persecución mexicana, confiando valerosamente en Cristo Rey, obtuvieron la corona del martirio. (1927)
17*. En el campo de concentración de la ciudad de Javas, en Moldavia, beato Nicolás Cehelskij, presbítero y mártir, el cual, bajo un régimen perseguidor de la religión, superó con la fuerza de su fe los tormentos del martirio. (1951)
- Beatos Mario Vergara e Isidoro Ngei Ko Lat (Shadaw, Birmania, hoy Myanmar 1950). El primero sacerdote italiano del Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras, y el segundo birmano, laico y catequista, asesinados por odio a la fe.

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