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Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

viernes, 1 de abril de 2022

Viernes 6 mayo 2022, Viernes de la III semana de Pascua, feria.

SOBRE LITURGIA

PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL

Patio de San Dámaso. Miércoles, 9 de junio de 2021

Catequesis 37. Perseverar en el amor

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En esta penúltima catequesis sobre la oración hablamos de la perseverancia al rezar. Es una invitación, es más, un mandamiento que nos viene de la Sagrada Escritura. El itinerario espiritual del Peregrino ruso empieza cuando se encuentra con una frase de san Pablo en la primera carta a los Tesalonicenses: «Orad constantemente. En todo dad gracias» (5,17-18). La palabra del Apóstol toca a ese hombre y él se pregunta cómo es posible rezar sin interrupción, dado que nuestra vida está fragmentada en muchos momentos diferentes, que no siempre hacen posible la concentración. De este interrogante empieza su búsqueda, que lo conducirá a descubrir la llamada oración del corazón. Esta consiste en repetir con fe: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí pecador!”. Una oración sencilla, pero muy bonita. Una oración que, poco a poco, se adapta al ritmo de la respiración y se extiende a toda la jornada. De hecho, la respiración no cesa nunca, ni siquiera mientras dormimos; y la oración es la respiración de la vida.

¿Cómo es posible custodiar siempre un estado de oración? El Catecismo nos ofrece citas bellísimas, tomadas de la historia de la espiritualidad, que insisten en la necesidad de una oración continua, que sea el fulcro de la existencia cristiana. Cito algunas de ellas.

Afirma el monje Evagrio Póntico: «No nos ha sido prescrito trabajar, vigilar y ayunar constantemente —no, esto no se nos ha pedido— pero sí tenemos una ley que nos manda orar sin cesar» (n. 2742). El corazón en oración. Hay por tanto un ardor en la vida cristiana, que nunca debe faltar. Es un poco como ese fuego sagrado que se custodiaba en los templos antiguos, que ardía sin interrupción y que los sacerdotes tenían la tarea de mantener alimentado. Así es: debe haber un fuego sagrado también en nosotros, que arda en continuación y que nada pueda apagar. Y no es fácil, pero debe ser así.

San Juan Crisóstomo, otro pastor atento a la vida concreta, predicaba así: «Conviene que el hombre ore atentamente, bien estando en la plaza o mientras da un paseo: igualmente el que está sentado ante su mesa de trabajo o el que dedica su tiempo a otras labores, que levante su alma a Dios: conviene también que el siervo alborotador o que anda yendo de un lado para otro, o el que se encuentra sirviendo en la cocina» (n. 2743). Pequeñas oraciones: “Señor, ten piedad de nosotros”, “Señor, ayúdame”. Por tanto, la oración es una especie de pentagrama musical, donde nosotros colocamos la melodía de nuestra vida. No es contraria a la laboriosidad cotidiana, no entra en contradicción con las muchas pequeñas obligaciones y encuentros, si acaso es el lugar donde toda acción encuentra su sentido, su porqué y su paz.

Cierto, poner en práctica estos principios no es fácil. Un padre y una madre, ocupados con mil cometidos, pueden sentir nostalgia por un periodo de su vida en el que era fácil encontrar tiempos cadenciosos y espacios de oración. Después, los hijos, el trabajo, los quehaceres de la vida familiar, los padres que se vuelven ancianos… Se tiene la impresión de no conseguir nunca llegar a la cima de todo. Entonces hace bien pensar que Dios, nuestro Padre, que debe ocuparse de todo el universo, se acuerda siempre de cada uno de nosotros. Por tanto, ¡también nosotros debemos acordarnos de Él!

Podemos recordar que en el monaquismo cristiano siempre se ha tenido en gran estima el trabajo, no solo por el deber moral de proveerse a sí mismo y a los demás, sino también por una especie de equilibrio, un equilibrio interior: es arriesgado para el hombre cultivar un interés tan abstracto que se pierda el contacto con la realidad. El trabajo nos ayuda a permanecer en contacto con la realidad. Las manos entrelazadas del monje llevan los callos de quien empuña pala y azada. Cuando, en el Evangelio de Lucas (cfr. 10,38-42), Jesús dice a santa Marta que lo único verdaderamente necesario es escuchar a Dios, no quiere en absoluto despreciar los muchos servicios que ella estaba realizando con tanto empeño.

En el ser humano todo es “binario”: nuestro cuerpo es simétrico, tenemos dos brazos, dos ojos, dos manos… Así también el trabajo y la oración son complementarios. La oración – que es la “respiración” de todo – permanece como el fondo vital del trabajo, también en los momentos en los que no está explicitada. Es deshumano estar tan absortos por el trabajo como para no encontrar más el tiempo para la oración.

Al mismo tiempo, no es sana una oración que sea ajena de la vida. Una oración que nos enajena de lo concreto de la vida se convierte en espiritualismo, o, peor, ritualismo. Recordemos que Jesús, después de haber mostrado a los discípulos su gloria en el monte Tabor, no quiere alargar ese momento de éxtasis, sino que baja con ellos del monte y retoma el camino cotidiano. Porque esa experiencia tenía que permanecer en los corazones como luz y fuerza de su fe; también una luz y fuerza para los días venideros: los de la Pasión. Así, los tiempos dedicados a estar con Dios avivan la fe, la cual nos ayuda en la concreción de la vida, y la fe, a su vez, alimenta la oración, sin interrupción. En esta circularidad entre fe, vida y oración, se mantiene encendido ese fuego del amor cristiano que Dios se espera de nosotros.

Y repetimos la oración sencilla que es tan bonito repetir durante el día, todos juntos: “Señor Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí pecador”.

CALENDARIO

6 VIERNES DE LA III SEMANA DE PASCUA, feria

Misa
de feria (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Pf. Pasc.
LECC.:
vol. II.
- Hch 9, 1-20.
Ese hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi nombre a los pueblos.
- Sal 116. R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
- Jn 6, 52-59. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.

Liturgia de las Horas: oficio de feria.

Martirologio: elogs. del 7 de mayo, pág. 297.
CALENDARIOS: Mercedarios: San Pedro Nolasco, religioso y fundador (S).
Salesianos: Santo Domingo Savio, adolescente (F).
Getafe: Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. Joaquín María López de Andújar y Cánovas del Castillo, obispo, emérito (2001).

TEXTOS MISA

Viernes de la III Semana de Pascua.

Antífona de entrada Ap 5, 12
Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza y el honor. Aleluya.
Dignus est Agnus, qui occísus est, accípere virtútem et divinitátem et sapiéntiam et fortitúdinem et honórem, allelúia.

Oración colecta
Dios todopoderoso, concédenos, a los que hemos conocido ya la gracia de la resurrección del Señor, resucitar a la vida nueva por el amor del Espíritu. Por nuestro Señor Jesucristo.
Praesta, quaesumus, omnípotens Deus, ut, qui grátiam domínicae resurrectiónis cognóvimus, ipsi per amórem Spíritus in novitátem vitae resurgámus. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Viernes de la III semana de Pascua (Lec. II).

PRIMERA LECTURA Hch 9, 1-20
Ese hombre un instrumento elegido por mí para llevar mi nombre a los pueblos
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, Saulo, respirando todavía amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse encadenados a Jerusalén a los que descubriese que pertenecían al Camino, hombres y mujeres. Mientras caminaba, cuando ya estaba cerca de Damasco, de repente una luz celestial lo envolvió con su resplandor. Cayó a tierra y oyó una voz que le decía:
«Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?».
Dijo él:
«¿Quién eres, Señor?».
Respondió:
«Soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tienes que hacer».
Sus compañeros de viaje se quedaron mudos de estupor, porque oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo llevaron de la mano hasta Damasco. Allí estuvo tres días ciego, sin comer ni beber.
Había en Damasco un discípulo, que se llamaba Ananías. El Señor lo llamó en una visión:
«Ananías».
Respondió él:
«Aquí estoy, Señor».
El Señor le dijo:
«Levántate y ve a la calle llamada Recta, y pregunta en casa de Judas por un tal Saulo de Tarso. Mira, está orando, y ha visto en visión a un cierto Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la vista».
Ananías contestó:
«Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén, y que aquí tiene autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre».
El Señor le dijo:
«Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi nombre a pueblos y reyes, y a los hijos de Israel. Yo le mostraré lo que tiene que sufrir por mi nombre».
Salió Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y dijo:
«Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno de Espíritu Santo».
Inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista. Se levantó, y fue bautizado. Comió, y recobró las fuerzas.
Se quedó unos días con los discípulos de Damasco, y luego se puso a anunciar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 116, 1. 2 (R.: Mc 16, 15)
R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Eúntes in mundum univérsum, praedicate Evangélium.
O bien: Aleluya.

V. Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos.
R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Eúntes in mundum univérsum, praedicate Evangélium.

V. Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.
R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Eúntes in mundum univérsum, praedicate Evangélium.

Aleluya Jn 6, 56
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. El que come mi carne y bebe mi sangre -dice el Señor- habita en mí y yo en él. R.
Qui mandúcat meam carnem et bibit meum sánguinem, in me manet, et ego in eo, dicit Dóminus.

EVANGELIO Jn 6, 52-59
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida
 Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí:
«¿Cómo puede este darnos a comer su carne?».
Entonces Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».
Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Ángelus 19-agosto-2018
Jesús, como en aquel tiempo, también hoy nos repite a cada uno: «Si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros» (Jn 6, 53). Hermanos y hermanas, no se trata de una comida material, sino de un pan vivo y vivificante, que comunica la vida misma de Dios. Cuando hacemos la comunión recibimos la vida misma de Dios. Para tener esta vida es necesario nutrirse del Evangelio y del amor de los hermanos. Frente a la invitación de Jesús a nutrirnos con su Cuerpo y su Sangre, podremos sentir la necesidad de discutir y de resistir, como hicieron los que escuchaban de los que habla el Evangelio de hoy. Esto sucede cuando nos cuesta mucho modelar nuestra existencia sobre la de Jesús, y actuar según sus criterios y no según los criterios del mundo. Nutriéndonos con este alimento podemos entrar en plena sintonía con Cristo, como sus sentimientos, con sus comportamientos. Esto es muy importante: ir a misa y comunicarse, porque recibir la comunión es recibir este Cristo vivo, que nos transforma dentro y nos prepara para el cielo.

Oración de los fieles
El Espíritu del Señor nos resucita a una vida nueva. Oremos, pues para que en todo el mundo nos dejemos conducir por él.
- Por la Iglesia, para que todos sus miembros experimenten la necesidad de una continua conversión, en respuesta a la voluntad del Padre. Oremos.
- Por nuestra sociedad satisfecha y autosuficiente, para que reconozca su necesidad radical de Dios. Oremos.
- Por los padres de los niños que se preparan para recibir la comunión por vez primera, para que colaboren activamente en la educación cristiana de sus hijos. Oremos.
- Por nosotros, que participamos en la mesa del Señor, para que se manifiesten en nuestra vida las actitudes de Cristo. Oremos.
Escúchanos, Señor todopoderoso, y haz que, resucitados también nosotros a una vida nueva por el Espíritu, podamos crecer siempre en tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
Te pedimos, Señor, que, en tu bondad, santifiques estos dones, aceptes la ofrenda de este sacrificio espiritual y nos transformes en oblación perenne. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Propítius, Dómine, quaesumus, haec dona sanctífica, et, hóstiae spiritális oblatióne suscépta, nosmetípsos tibi pérfice munus aetérnum. Per Christum.

PREFACIO PASCUAL III
CRISTO VIVO E INTERCESOR PERPETUO EN FAVOR NUESTRO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca exaltarte en este tiempo glorioso en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él no cesa de ofrecerse por nosotros, intercediendo continuamente ante ti; inmolado, ya no vuelve a morir; sacrificado, vive para siempre.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles,
cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:
Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre: Te quidem, Dómine, omni témpore confitéri, sed in hoc potíssimum gloriósius praedicáre, cum Pascha nostrum immolátus est Christus.
Qui se pro nobis offérre non désinit, nosque apud te perénni advocatióne deféndit; qui immolátus iam non móritur, sed semper vivit occísus. Quaprópter, profúsis paschálibus gáudiis, totus in orbe terrárum mundus exsúltat. Sed et supérnae virtútes atque angélicae potestátes hymnum glóriae tuae cóncinunt, sine fine dicéntes:
Santo, Santo, Santo...


Antífona de comunión
El Crucificado resucitó de entre los muertos y nos redimió. Aleluya.
Crucifíxus surréxit a mórtuis, et redémit nos, allelúia.

Oración después de la comunión
Señor, después de recibir el don sagrado del sacramento, te pedimos humildemente que nos haga crecer en el amor lo que tu Hijo nos mandó realizar en memoria suya. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Súmpsimus, Dómine, sacri dona mystérii, humíliter deprecántes, ut, quae in sui commemoratiónem nos Fílius tuus fácere praecépit, in nostrae profíciant caritátis augméntum. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del día 7 de mayo
1. En Roma, conmemoración de santa Domitila, mártir, que, sobrina del cónsul Flavio Clemente, durante la persecución desencadenada bajo el emperador Domiciano, acusada de haber renegado de los dioses paganos, por su testimonio de fe en Cristo fue deportada, junto con otros cristianos, a la isla de Ponza, en donde consumó un prolongado martirio. (s. I/II)
2. En Nicomedia, ciudad de Bitinia, en la Turqía actual, san Flavio y cuatro compañeros, mártires. (s. III/ IV)
3*. En el cementerio de Cenomanum, en la Galia, hoy Le Mans, en Francia, san Cenérico, diácono y monje, el cual, después de visitar los sepulcros de san Martín de Tours y de san Julián de Le Mans, pasó el resto de su vida en la soledad y en la austeridad. (s. VII)
4. En Berveley, en Northumbria, en el Reino Unido actual, san Juan, obispo primero de Hexham y después de York, que asoció el trabajo pastoral a la oración en soledad, y después de haber renunciado a su cargo, pasó los últimos años de su vida en el cenobio que él mismo había fundado en aquél lugar. (721)
5*. En el monasterio de Niedernburg, cercano a Passau, en la región de Baviera, en Alemania, beata Gisela, que estuvo casada con san Esteban, rey de Hungría, a quien ayudó en la propagación de la fe. A la muerte de su esposo fue privada de sus bienes y de su reino, y se retiró al citado monasterio, que gobernó después como abadesa. (1060)
6*. En Kiev, ciudad antiguamente rusa pero hoy en Ucrania, san Antonio, ermitaño, que inició su vida monástica en el monte Athos y después la prosiguió en el monasterio de esa ciudad, denominado de Las Grutas. (1073)
7*. En Cremona, en la región italiana de Lombardía, beato Alberto de Bérgamo, labrador, que después de soportar con paciencia las reprensiones que su mujer le hacía por su gran generosidad hacia los pobres, abandonó sus tierras y vivió como hermano de la Orden de Penitencia de santo Domingo. (1279)
8*. En Roma, santa Rosa Venerini, virgen, nacida en Viterbo, que fundó las Maestras Pías Venerinas, con las que abrió en Italia las primeras escuelas para la educación de las niñas. (1728) (Canonizada 2006).
9. En Génova, ciudad también de Italia, san Agustín Roscelli, presbítero y fundador de la Congregación de Hermanas de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, para la formación de las niñas. (1902)
- Beato Francesco Paleari (1863- Turín 1939). Sacerdote del Instituto Cottolengo, que se dedicó a los pobres y a los enfermos en la Pequeña Casa de la Divina Providencia, y a la enseñanza, distinguiéndose por su afabilidad y paciencia.

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