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Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

jueves, 21 de abril de 2022

Jueves 26 mayo 2022, San Felipe Neri, presbítero, memoria obligatoria.

SOBRE LITURGIA

SANTA MISA CRISMAL
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Basílica de San Pedro. Jueves Santo, 14 de abril de 2022

En la lectura del profeta Isaías que hemos escuchado, el Señor hace una promesa esperanzadora que nos toca de cerca: «Ustedes serán llamados sacerdotes del Señor, y se les dirá ministros de nuestro Dios. […] Yo les daré con fidelidad su recompensa y sellaré con ellos una alianza eterna» (61,6.8). Ser sacerdotes es, queridos hermanos, una gracia, una gracia muy grande que no es en primer lugar una gracia para nosotros, sino para la gente [1]; y para nuestro pueblo es un gran don el hecho de que el Señor elija, de entre su rebaño, a algunos que se ocupen de sus ovejas de manera exclusiva, siendo padres y pastores. El Señor mismo es quien paga el salario del sacerdote: «Yo les daré con fidelidad su recompensa» ( Is 61,8). Y Él, lo sabemos, es buen pagador, aunque tenga sus particularidades, como la de pagar primero a los últimos y después a los primeros. Ese es su estilo.

La lectura del libro del Apocalipsis nos dice cuál es el salario del Señor. Es su Amor y el perdón incondicional de nuestros pecados a precio de su sangre derramada en la Cruz: «Al que nos sigue amando y liberando de nuestros pecados por medio de su sangre e hizo de nosotros un reino y sacerdotes para su Dios y Padre» (1,5-6). No hay salario mayor que la amistad con Jesús, y esto no debemos olvidarlo. No hay paz más grande que su perdón y esto lo sabemos todos. No hay precio más costoso que el de su Sangre preciosa, que no debemos permitir que se desprecie con una conducta que no sea digna.

Si leemos con el corazón, queridos hermanos sacerdotes, estas son invitaciones del Señor a que le seamos fieles, a ser fieles a su Alianza, a dejarnos amar, a dejarnos perdonar; no sólo son invitaciones para nosotros mismos, sino también para poder así servir, con una conciencia limpia, al santo pueblo fiel de Dios. La gente se lo merece e incluso lo necesita. El evangelio de Lucas nos dice que, luego de que Jesús leyó el pasaje del profeta Isaías delante de su gente y se sentó, «los ojos de todos estaban fijos en Él» (4,20). También el Apocalipsis nos habla hoy de ojos fijos en Jesús, de esta atracción irresistible del Señor crucificado y resucitado que nos lleva a adorar y a discernir: «Helo aquí que viene con las nubes y todo ojo lo verá, también los ojos de los que lo traspasaron, y por Él todas las tribus de la tierra se golpearán el pecho» (1,7). La gracia final, cuando vuelva el Señor resucitado, será la de un reconocimiento inmediato: lo veremos traspasado, reconoceremos quién es Él y quiénes nosotros, pecadores; sin más.

“Fijar los ojos en Jesús” es una gracia que, como sacerdotes, debemos cultivar. Al terminar el día hace bien mirar al Señor y que Él nos mire el corazón, junto con el corazón de la gente con la que nos encontramos. No se trata de contabilizar los pecados, sino de una contemplación amorosa en la que miramos nuestra jornada con la mirada de Jesús y vemos así las gracias del día, los dones y todo lo que ha hecho por nosotros, para agradecer. Y le mostramos también nuestras tentaciones, para discernirlas y rechazarlas. Como vemos, se trata de entender qué le agrada al Señor y qué desea de nosotros aquí y ahora, en nuestra historia actual.

Y quizá, si sostenemos su mirada bondadosa, de parte suya habrá también una señal para que le mostremos nuestros ídolos. Esos ídolos que, como Raquel, escondimos bajo los pliegues de nuestro poncho (cf. Gn 31,34-35). Dejar que el Señor mire nuestros ídolos escondidos ―todos los tenemos, ¡sin excepción!― Y dejar que el Señor mire a esos ídolos escondidos nos hace fuertes frente a ellos y les quita su poder.

La mirada del Señor nos hace ver que, en realidad, en ellos nos glorificamos a nosotros mismos [2], porque allí, en ese espacio que vivimos como si fuera exclusivo, se nos mete el diablo agregando un componente muy maligno: hace que no sólo nos “complazcamos” a nosotros mismos dando rienda suelta a una pasión o cultivando otra, sino que también nos lleva a reemplazar con ellos, con esos ídolos escondidos, la presencia de las divinas personas, la presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu, que moran en nuestro interior. Es algo que se da de hecho. Aunque uno se diga a sí mismo que distingue perfectamente lo que es un ídolo y quién es Dios, en la práctica le vamos quitando espacio a la Trinidad y dándoselo al demonio, en una especie de adoración indirecta: la de quien lo esconde, pero escucha sus discursos y consume sus productos todo el tiempo, de manera tal que al final no queda ni un ratito para Dios. Porque él es así, avanza lentamente. Otra vez me referí a los demonios “educados”, de los que Jesús dice que son peores del que fue expulsado antes. Sí, son “educados”, tocan el timbre, entran y poco a poco toman posesión de la casa. Hay que estar atentos, porque estos son nuestros ídolos.

Es que los ídolos tienen algo —un elemento— personal. Al no desenmascararlos, al no dejar que Jesús nos haga ver que en ellos nos estamos buscando mal a nosotros mismos sin necesidad, y que dejamos un espacio en el que se mete el Maligno. Debemos recordar que el demonio exige que hagamos su voluntad y le sirvamos, pero no siempre requiere que le sirvamos y adoremos continuamente, no, sabe cómo moverse, es un gran diplomático. Recibir la adoración de vez en cuando le es suficiente para mostrarse que es nuestro verdadero señor y que todavía se sienta dios en nuestra vida y corazón.

Dicho esto, quisiera compartir con ustedes, en esta Misa crismal, tres espacios de idolatría escondida en los que el Maligno utiliza sus ídolos para depotenciarnos de nuestra vocación de pastores e ir apartándonos de la presencia benéfica y amorosa de Jesús, del Espíritu y del Padre.

Un primer espacio de idolatría escondida se abre donde hay mundanidad espiritual que es «una propuesta de vida, es una cultura, una cultura de lo efímero, una cultura de la apariencia, una cultura del maquillaje» [3]. Su criterio es el triunfalismo, un triunfalismo sin Cruz. Y Jesús reza para que el Padre nos defienda de esta cultura de la mundanidad. Esta tentación de una gloria sin Cruz va contra la persona del Señor, va contra Jesús que se humilla en la Encarnación y que, como signo de contradicción, es la única medicina contra todo ídolo. Ser pobre con Cristo pobre y “porque Cristo eligió la pobreza” es la lógica del Amor y no otra. En el pasaje evangélico de hoy vemos cómo el Señor se sitúa en su humilde capilla y en su pequeño pueblo, el de toda la vida, para hacer el mismo Anuncio que hará al final de la historia, cuando venga en su Gloria, rodeado de sus ángeles. Y nuestros ojos tienen que estar fijos en Cristo, en el aquí y ahora de la historia de Jesús conmigo, como lo estarán entonces. La mundanidad de andar buscando la propia gloria nos roba la presencia de Jesús humilde y humillado, Señor cercano a todos, Cristo doloroso con todos los que sufren, adorado por nuestro pueblo que sabe quiénes son sus verdaderos amigos. Un sacerdote mundano no es otra cosa que un pagano clericalizado. Un sacerdote mundano no es más que un pagano clericalizado.

Otro espacio de idolatría escondida echa sus raíces allí donde se da la primacía al pragmatismo de los números. Los que tienen este ídolo escondido se reconocen por su amor a las estadísticas, esas que pueden borrar todo rasgo personal en la discusión y dar la preeminencia a las mayorías que, en definitiva, pasan a ser el criterio de discernimiento, y eso está mal. Éste no puede ser el único modo de proceder ni el único criterio en la Iglesia de Cristo. Las personas no se pueden “numerar”, y Dios no da el Espíritu “con medida” (cf. Jn 3,34). En esta fascinación por los números, en realidad, nos buscamos a nosotros mismos y nos complacemos en el control que nos da esta lógica, que no tiene rostros y que no es la del amor, sino que ama los números. Una característica de los grandes santos es que saben retraerse de tal manera que le dejan todo el lugar a Dios. Este retraimiento, este olvido de sí y deseo de ser olvidado por todos los demás, es lo característico del Espíritu, el cual carece de imagen, el Espíritu no tiene imagen propia simplemente porque es todo Amor que hace brillar la imagen del Hijo y en ella la del Padre. El reemplazo de su Persona, que ya de por sí ama “no aparecer”, ―porque carece de imagen― es lo que busca el ídolo de los números, que hace que todo “aparezca” aunque de modo abstracto y contabilizado, sin encarnación.

Un tercer espacio de idolatría escondida, hermanado con el anterior, es el que se abre con el funcionalismo, un ámbito seductor en el que muchos, “más que con la ruta se entusiasman con la hoja de ruta”. La mentalidad funcionalista no tolera el misterio, va a la eficacia. De a poco, este ídolo va sustituyendo en nosotros la presencia del Padre. El primer ídolo sustituye la presencia del Hijo, el segundo ídolo, la del Espíritu, y este, la presencia del Padre. Nuestro Padre es el Creador, pero no uno que hace “funcionar” las cosas solamente, sino Uno que “crea” como Padre, con ternura, haciéndose cargo de sus creaturas y trabajando para que el hombre sea más libre. El funcionalista no sabe gozar con las gracias que el Espíritu derrama en su pueblo, de las que podría “alimentarse” también como trabajador que se gana su salario. El sacerdote con mentalidad funcionalista tiene su propio alimento, que es su ego. En el funcionalismo, dejamos de lado la adoración al Padre en la pequeñas y grandes cosas de nuestra vida y nos complacemos en la eficacia de nuestros planes. Como hizo David cuando, tentado por Satanás (cf. 1 Cro 21,1) se encaprichó en realizar el censo. Estos son lo que están enamorados de la hoja de ruta, del itinerario, pero no del camino.

En estos dos últimos espacios de idolatría escondida (pragmatismo de los números y funcionalismo) reemplazamos la esperanza, que es el espacio del encuentro con Dios, por la constatación empírica. Es una actitud de vanagloria por parte del pastor, una actitud que desintegra la unión de su pueblo con Dios y plasma un nuevo ídolo basado en números y planes: el ídolo de «mi poder, nuestro poder» [4]. Nuestro programa, nuestros números, nuestros planes pastorales. Esconder estos ídolos (con la actitud de Raquel) y no saber desenmascararlos en la propia vida cotidiana, lastima la fidelidad de nuestra alianza sacerdotal y entibia nuestra relación personal con el Señor. A lo mejor alguno podría estar pensando, pero ¿qué es lo que quiere este Obispo que hoy, en lugar de hablarnos de Jesús, nos habla de los ídolos?

Queridos hermanos, Jesús es el único camino para no equivocarnos en saber qué sentimos, a qué nos conduce nuestro corazón. Él es el único camino para discernir bien, confrontándonos con Él, cada día, como si también hoy se hubiera sentado en nuestra iglesia parroquial y nos dijera que hoy se ha cumplido todo lo que acabamos de escuchar. Jesucristo, siendo signo de contradicción —que no siempre es algo cruento ni duro, ya que la misericordia es signo de contradicción y mucho más lo es la ternura—, Jesucristo, digo, hace que se revelen estos ídolos, que se vea su presencia, sus raíces y su funcionamiento, y así el Señor los pueda destruir, y ésta es la propuesta: dar espacio para que el Señor pueda destruir nuestros ídolos escondidos. Y debemos recordarlos, estar atentos, para que no renazca la cizaña de esos ídolos que supimos esconder entre los pliegues de nuestro corazón.

Y quisiera concluir pidiéndole a san José, padre castísimo y sin ídolos escondidos, que nos libre de todo afán de posesión, ya que este, el afán de posesión, es la tierra fecunda en la que crecen los ídolos. Y que nos dé también la gracia de no claudicar en la ardua tarea de discernir estos ídolos que, con tanta frecuencia, escondemos o se esconden. Y también le pedimos a san José que allí donde dudamos acerca de cómo hacer las cosas mejor, interceda por nosotros para que el Espíritu nos ilumine el juicio, como iluminó el suyo cuando estuvo tentado de dejar “en secreto” (lathra) a María, de modo tal que, con nobleza de corazón, sepamos supeditar a la caridad lo aprendido por ley [5].

[1] Porque el sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio común. El Señor elige a algunos para «desempeñar públicamente, en nombre de Cristo, la función sacerdotal en favor de los hombres» (Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Presbyterorum Ordinis, 2; cf. Const. dogm. Lumen gentium, 10). «Pues los ministros que poseen la sacra potestad están al servicio de sus hermanos» (Const. dogm. Lumen gentium, 18).
[2] Cf. Catequesis en la Audiencia general (1 agosto 2018).
[3] Homilía durante la Misa, Domus Sanctae Marthae (16 mayo 2020).
[4] J.M. Bergoglio, Meditaciones para religiosos, Bilbao, Mensajero 2014, 145.
[5] Cf. Carta ap. Patris corde, 4, nota 18.

CALENDARIO

26 JUEVES. SAN FELIPE NERI, presbítero, m. obligatoria

Misa
de la memoria (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Pf. Pasc. o de la memoria.
LECC.: vol. II.
- Hch 18, 1-8.
Se quedó a vivir y trabajar en su casa, y discutía en la sinagoga.
- Sal 97. R. El Señor revela a las naciones su salvación.
- Jn 16, 16-20. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.
o bien:
cf. vol. IV.

Liturgia de las Horas: oficio de la memoria.

Martirologio: elogs. del 27 de mayo, pág. 331.
CALENDARIOS: Congregación del Oratorio: San Felipe Neri, presbítero (S).
Ciudad Real y Sant Feliu de Llobregat: Dedicación de la iglesia-catedral (F).
Dominicos: Santa Mariana de Jesús Paredes, virgen (MO).
Benedictinos, O. Cist. y OCSO: San Gregorio VII, papa, o santa María Magdalena de Pazzi, virgen, o san Felipe Neri (ML).

TEXTOS MISA

26 de mayo
San Felipe Neri, presbítero
Memoria

Antífona de entrada Cf. Rom 5, 5; 8, 11

El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el mismo Espíritu que habita en nosotros. Aleluya.
Cáritas Dei diffúsa est in córdibus nostris, per inhabitántem Spíritum eius in nobis. Allelúia.

Monición de entrada
Celebramos hoy la memoria de san Felipe Neri, presbítero, que, con su estilo de vida evangélico de bondad y alegría, ejerció gran influencia entre la juventud de su tiempo en Roma, donde pasó la mayor parte de su vida. Fruto de su experiencia espiritual, fundó el Oratorio para compartir en común el trato familiar con la Palabra de Dios y la oración, fomentando, entre los fieles, una santidad que puede ser alcanzada en cualquier estado de vida sin separarse del mundo. Murió en Roma el año 1595.

Oración colecta
Oh, Dios, que no cesas de enaltecer a tus siervos con la gloria de la santidad, concédenos, por tu bondad, que el Espíritu Santo encienda en nosotros aquel mismo fuego que atravesó admirablemente el corazón de san Felipe Neri. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui fidéles tibi servos sanctitátis glória sublimáre non desístis, concéde propítius, ut illo nos igne Spíritus Sanctus inflámmet, quo beáti Philíppi cor mirabíliter penetrávit. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Jueves de la VI semana de Pascua (Lec. II).

PRIMERA LECTURA Hch 18, 1-8
Se quedó a vivir y trabajar en su casa, y discutía en la sinagoga

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, Pablo dejó Atenas y se fue a Corinto. Allí encontró a un tal Áquila, judío natural del Ponto, y a su mujer, Priscila; habían llegado hacía poco de Italia, porque Claudio había decretado que todos los judíos abandonasen Roma. Se juntó con ellos y, como ejercía el mismo oficio, se quedó a vivir y trabajar en su casa; eran tejedores de lona para tiendas de campaña. Todos los sábados discutía en la sinagoga, esforzándose por convencer a judíos y griegos. Cuando Silas y Timoteo bajaron de Macedonia, Pablo se dedicó enteramente a predicar, dando testimonio ante los judíos de que Jesús es el Mesías,
Como ellos se oponían y respondían con blasfemias, Pablo sacudió sus vestidos y les dijo:
«Vuestra sangre recaiga sobre vuestra cabeza. Yo soy inocente y desde ahora me voy con los gentiles».
Se marchó de allí y se fue a casa de un cierto Ticio Justo, que adoraba a Dios y cuya casa estaba al lado de la sinagoga. Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su familia; también otros muchos corintios, al escuchar a Pablo, creían y se bautizaban.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 97, 1bcde. 2-3ab. 3cd-4 R.: cf. 2b)
R.
 
El Señor revela a las naciones su salvación.
In conspéctu géntium revelávit Dóminus salutáre suum.

V. Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.
R. El Señor revela a las naciones su salvación.
In conspéctu géntium revelávit Dóminus salutáre suum.

V. El Señor da a conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.
R. El Señor revela a las naciones su salvación.
In conspéctu géntium revelávit Dóminus salutáre suum.

V. Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad.
R. El Señor revela a las naciones su salvación.
In conspéctu géntium revelávit Dóminus salutáre suum.

Aleluya Jn 14, 18
R. 
Aleluya, aleluya, aleluya.
V. No os dejaré huérfanos –dice el Señor–; me voy y vuelvo a vuestro lado, y se alegrará vuestro corazón. R.
Non vos relínquam órphanos, dicit Dóminus: vado et vénio ad vos, et gaudébit cor vestrum.

EVANGELIO Jn 16, 16-20
Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría
╬ 
Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver».
Comentaron entonces algunos discípulos:
«¿Qué significa eso de “dentro de poco ya no me veréis, pero dentro de otro poco me volveréis a ver”, y eso de “me voy al Padre”?».
Y se preguntaban:
«¿Qué significa ese “poco”? No entendemos lo que dice».
Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo:
«¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: “Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver”? En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

San Agustín, in Ioannem, tract., 101
En este tiempo la Iglesia está con las labores, con anhelo al fruto de todas sus trabajos, pero en aquel momento dará a luz contemplandolo. Será también entonces, un Niño, porque a tal fruto de su contemplación están referidas todas las obras de su actividad. Sólo El en verdad es libre, porque es deseado por sí mismo y no está referido a otra cosa. Para ésto sirve la actividad, que es realizada al servicio de El. En consecuencia, encontramos así el único fin que puede satisfacernos, porque será eterno, ya que ningún fin puede llenarnos plenamente sino el que se refiere a Aquel que no tiene fin. Por esta razón lo único que nos satisface es lo que oportunísimamente oímos: "Nadie os quitará vuestro gozo". 

Oración de los fieles
Oremos confiados a Dios Padre, que quiso que Cristo fuera la primicia de la resurrección de los hombres.
- Para que el Espíritu de Cristo reconforte a la Iglesia con la certeza de su presencia alentadora. Roguemos al Señor.
- Para que el Espíritu consolador alivie y consuele a los que lloran en la soledad de sus vidas. Roguemos al Señor.
- Para que el Espíritu de Cristo conduzca a los que rigen los destinos de los pueblos a la búsqueda de la justicia y de la paz. Roguemos al Señor.
- Para que el Espíritu nos recuerde que Cristo está, de un modo nuevo, vivo entre nosotros hasta el fin de los tiempos. Roguemos al Señor.
Te lo pedimos, Padre, en nombre de tu Hijo Jesucristo, Señor nuestro, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas
Al ofrecerte, Señor, este sacrificio de alabanza, te rogamos que, a ejemplo de san Felipe Neri nos consagremos siempre con entusiasmo a glorificar tu nombre y a servir al prójimo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Hóstiam tibi laudis offeréntes, quaesumus, Dómine, ut, beáti Philíppi exémplo, ad tui nóminis glóriam proximíque servítium hílares nos semper praestémus. Per Christum.

PREFACIO PASCUAL I
EL MISTERIO PASCUAL
En la misa de la Vigilia pascual se dice: en esta noche; el día de Pascua y durante la octava: en este día; en las restantes misas: en este tiempo.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca exaltarte en este tiempo en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo; muriendo destruyó nuestra muerte, y resucitando restauró la vida.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre: Te quidem, Dómine, omni témpore confitéri, sed in hoc potíssimum gloriósus praedicáre, cum Pascha nostrum immolátus est Christus.
Ipse enim verus est Agnus qui ábstulit peccáta mundi. Qui mortem nostram moriéndo destrúxit, et vitam resurgéndo reparávit.
Quaprópter, profúsis paschálibus gáudiis, totus in orbe terrárum mundus exsúltat. Sed et supérnae virtútes atque angélicae potestátes hymnum glóriae tuae cóncinunt, sine fine dicéntes:

Santo, Santo, Santo…

PLEGARIA EUCARÍSTICA II

Antífona de la comunión Cf. Jn 15, 9

Como el Padre me ha amado, así os he amado yo, dice el Señor; permaneced en mi amor. Aleluya.
Sicut diléxit me Pater, et ego diléxi vos, dicit Dóminus; manéte in dilectióne mea. Allelúia.

Oración después de la comunión
Alimentados con las delicias del cielo, te pedimos, Señor, que, a imitación de san Felipe Neri, procuremos siempre aquello que nos asegura vida verdadera. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Caeléstibus, Dómine, pasti delíciis, quaesumus, ut, beáti Philíppi imitatióne, semper éadem, per quae veráciter vívimus, appetámus. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogio del día 27 de mayo
S
an Agustín, obispo de Cantorbery
, en Inglaterra, el cual, habiendo sido enviado junto con otros monjes por el papa san Gregorio Magno para predicar la palabra de Dios a los anglos, fue acogido de buen grado por el rey Etelberto de Kent. Imitando la vida apostólica de la primitiva Iglesia, convirtió al mismo rey y a muchos otros a la fe cristiana y estableció algunas sedes episcopales en esta tierra. Falleció el día veintiséis de mayo. (604/605)
2. En Silistra, en Mesia Inferior, actual Bulgaria, san Julio, mártir, que, ya veterano y licenciado de la milicia, en época de persecución de los oficiales fue apresado y entregado al gobernador Máximo, ante el cual despreció a los ídolos y confesó hasta el fin el nombre de Cristo, por lo que le condenaron a muerte. (c. 302)
3. En Roma, en la décimosexta milla de la la vía Nomentana, san Restituto, mártir. (c. s. IV)
4. En Orange, lugar de Provenza, en la Francia actual, san Eutropio, obispo. (c. 475)
5. En Wurzburgo, ciudad de Franconia, en Alemania, san Bruno, obispo, que reconstruyó la iglesia catedral, reformó el clero y explicó al pueblo las Sagradas Escrituras. (1045)
6*. En el monasterio de Montsalvy, en la región de Clermont-Ferrand, en Aquitania, hoy Francia, san Gausberto, presbítero y eremita, gracias a cuya labor, aquel lugar, antes invadido por el bosque, se convirtió en un hospicio para la acogida de peregrinos. (1079)
7*. En la población de Dryburne, junto a Durham, en Inglaterra, beatos Edmundo Duke, Ricardo Hill, Juan Hogg y Ricardo Holiday, presbíteros y mártires, todos los cuales, después de realizar su formación en el Colegio de Ingleses de Reims, al regresar a su patria fueron condenados a muerte y ahorcados en tiempo de la reina Isabel I, sólo por el hecho de ser sacerdotes. (1590)
8. En Seúl, ciudad de Corea, santas mártires Bárbara Kim, viuda, y Bárbara Yi, virgen de quince años de edad, que, encarceladas a un mismo tiempo por su fe en Cristo, murieron por causa de la peste. (1839)
9. En el lugar de Nakiwubo, en Uganda, san Atanasio Bazzekuketta, mártir, uno de los pajes de la casa real, que, recien bautizado, mientras era conducido al lugar del suplicio con algunos otros compañeros por su fe en Cristo, rogó a los verdugos que le matasen allí mismo, y culminó el martirio abatido a golpes. (1886)
10. En la aldea de Lubawo, también en Uganda, san Gonzaga Gonza, mártir, sirviente del rey, que, mientras era conducido a la hoguera aherrojado con grilletes, fue traspasado con lanzas por los verdugos. (1886)
- Beato Josep “de Igualada” Tous y Soler (1811- Barcelona 1871). Sacerdote de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, fundador del Instituto de las Capuchinas de la Madre del Divino Pastor.
- Beata Maria Antonia Samà (1875- Sant'Andrea Ionio, Catanzaro, Italia 1953). Laica, enferma de una grave artritis en las articulaciones de la que nunca se recuperó. Su madre la cuidó hasta su muerte en 1920, momento en el que sus paisanos, así como las monjas y los sacerdotes redentoristas vinieron a visitarla para ayudarla y mantenerla, al mismo tiempo que la buscaban para pedirle consejo.

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