Entrada destacada

Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

lunes, 11 de abril de 2022

Martes 17 mayo 2022, Martes de la V semana de Pascua, feria o san Pascual Bailón, religioso, memoria libre.

SOBRE LITURGIA

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL "PASTORES GREGIS"
DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

El camino espiritual del Obispo


13. Sólo cuando camina en la presencia del Señor, el Obispo puede considerarse verdaderamente ministro de la comunión y de la esperanza para el pueblo santo de Dios. En efecto, no es posible estar al servicio de los hombres sin ser antes « siervo de Dios». Y no se puede ser siervo de Dios si antes no se es «hombre de Dios». Por eso dije en la homilía de apertura del Sínodo: «El pastor debe ser hombre de Dios; su existencia y su ministerio están completamente bajo el señorío divino, y en el excelso misterio de Dios encuentran luz y fuerza» [52].

Para el Obispo, la llamada a la santidad proviene del mismo hecho sacramental que da origen a su ministerio, o sea, la Ordenación episcopal. El antiguo Eucologio de Serapión formula la invocación ritual de la consagración en estos términos: «Dios de la verdad, haz de tu siervo un Obispo vital, un Obispo santo en la sucesión de los santos apóstoles» [53]. No obstante, dado que la Ordenación episcopal no infunde la perfección de las virtudes, «el Obispo está llamado a proseguir su camino de santificación con mayor intensidad, para alcanzar la estatura de Cristo, hombre perfecto» [54].

La misma índole cristológica y trinitaria de su misterio y ministerio exige del Obispo un camino de santidad, que consiste en avanzar progresivamente hacia una madurez espiritual y apostólica cada vez más profunda, caracterizada por la primacía de la caridad pastoral. Un camino vivido, evidentemente, en unión con su pueblo, en un itinerario que es al mismo tiempo personal y comunitario, como la vida misma de la Iglesia. En este recorrido, el Obispo se convierte además, en íntima comunión con Cristo y solícita docilidad al Espíritu, en testigo, modelo, promotor y animador. Así se expresa también la ley canónica: «El Obispo diocesano, consciente de que está obligado a dar ejemplo de santidad con su caridad, humildad y sencillez de vida, debe procurar con todas sus fuerzas promover la santidad de los fieles, según la vocación propia de cada uno; y, por ser el dispensador principal de los misterios de Dios, ha de cuidar incesantemente de que los fieles que le están encomendados crezcan en la gracia por la celebración de los sacramentos, y conozcan y vivan el misterio pascual» [55].

El proceso espiritual del Obispo, como el de cada fiel cristiano, tiene ciertamente su raíz en la gracia sacramental del Bautismo y de la Confirmación. Esta gracia lo acomuna a todos los fieles, ya que, como hace notar el Concilio Vaticano II, «todos los cristianos, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor» [56]. Puede aplicarse a este propósito la notoria afirmación de san Agustín, llena de realismo y sabiduría sobrenatural: «Mas, si por un lado me aterroriza lo que soy para vosotros, por otro me consuela lo que soy con vosotros. Soy obispo para vosotros, soy cristiano con vosotros. La condición de obispo connota una obligación, la del cristiano un don; la primera comporta un peligro, la segunda una salvación» [57]. Aun así, merced a la caridad pastoral, la obligación se transforma en servicio y el peligro en oportunidad de progreso y maduración. El ministerio episcopal no sólo es fuente de santidad para los otros, sino también motivo de santificación para quien deja pasar por su propio corazón y su propia vida la caridad de Dios.

Los Padres sinodales sintetizaron algunas exigencias de este proceso. Ante todo resaltaron el carácter bautismal y crismal que, ya desde el inicio de la existencia cristiana, mediante las virtudes teologales, capacita para creer en Dios, esperar en Él y amarlo. El Espíritu Santo, por su parte, infunde sus dones favoreciendo que se crezca en el bien a través del ejercicio de las virtudes morales, que dan a la vida espiritual una concreción también humana [58]. Gracias al Bautismo que ha recibido, el Obispo participa, como todo cristiano, de la espiritualidad que se arraiga en la incorporación a Cristo y se manifiesta en su seguimiento según el Evangelio. Por eso comparte la vocación de todos los fieles a la santidad. Debe, por tanto, cultivar una vida de oración y de fe profunda, y poner toda su confianza en Dios, dando testimonio del Evangelio, obedeciendo dócilmente a las sugerencias del Espíritu Santo y manifestando una especial preferencia y filial devoción a la Virgen María, que es maestra perfecta de vida espiritual [59].

La espiritualidad del Obispo debe ser, pues, una espiritualidad de comunión, vivida en sintonía con los demás bautizados, hijos, igual que él, del único Padre del cielo y de la única Madre sobre la tierra, la Santa Iglesia. Como todos los creyentes en Cristo, necesita alimentar su vida espiritual con la palabra viva y eficaz del Evangelio y el pan de vida de la santa Eucaristía, alimento de vida eterna. Por su fragilidad humana, el Obispo también ha de recurrir frecuente y regularmente al sacramento de la Penitencia para obtener el don de esa misericordia, de la cual él mismo ha sido instituido también ministro. Consciente, pues, de la propia debilidad humana y de los propios pecados, el Obispo, al igual que sus sacerdotes, vive el sacramento de la Reconciliación ante todo para sí mismo, como una exigencia profunda y una gracia siempre esperada, para dar un renovado impulso al propio deber de santificación en el ejercicio del ministerio. De este modo, expresa además visiblemente el misterio de una Iglesia santa en sí misma, pero compuesta también de pecadores que necesitan ser perdonados.

Como todos los sacerdotes y, obviamente, en especial comunión con los del presbiterio diocesano, el Obispo se ha de esforzar en seguir un camino específico de espiritualidad. En efecto, él está llamado a la santidad por el nuevo título que deriva del Orden sagrado. Por tanto, vive de fe, esperanza y caridad en cuanto es ministro de la palabra del Señor, de la santificación y del progreso espiritual del Pueblo de Dios. Debe ser santo porque tiene que servir a la Iglesia como maestro, santificador y guía. Y, en cuanto tal, debe amar también profunda e intensamente a la Iglesia. El Obispo es configurado con Cristo para amar a la Iglesia con el amor de Cristo esposo y para ser en la Iglesia ministro de su unidad, esto es, para hacer de ella «un pueblo convocado por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» [60].

Los Padres sinodales subrayaron repetidamente que la espiritualidad específica del Obispo se enriquece ulteriormente con la gracia inherente a la plenitud del Sacerdocio y que se le otorga en el momento de su Ordenación. En cuanto pastor de la grey y siervo del Evangelio de Jesucristo en la esperanza, el Obispo debe reflejar y en cierto modo hacer transparente en sí mismo la persona de Cristo, Pastor supremo. En el Pontifical Romano se recuerda explícitamente esta exigencia: «Recibe la mitra, brille en ti el resplandor de la santidad, para que, cuando aparezca el Príncipe de los pastores, merezcas recibir la corona de gloria que no se marchita» [61].

Para ello el Obispo necesita constantemente la gracia de Dios, que refuerce y perfeccione su naturaleza humana. Puede afirmar con el apóstol Pablo: «Nuestra capacidad viene de Dios, el cual nos capacitó para ser ministros de una nueva Alianza» (2 Co 3, 5-6). Por esto, se debe subrayar que el ministerio apostólico es una fuente de espiritualidad para el Obispo, el cual debe encontrar en él los recursos espirituales que lo hagan crecer en la santidad y le permitan descubrir la acción del Espíritu Santo en el Pueblo de Dios confiado a sus cuidados pastorales [62].En esta perspectiva, el camino espiritual del Obispo coincide con la misma caridad pastoral, que debe considerarse fundadamente como el alma de su apostolado, como lo es también para el presbítero y el diácono. No se trata solamente de una existentia, sino también de una pro-existentia, esto es, de un vivir inspirado en el modelo supremo que es Cristo Señor, y que, por tanto, se entrega totalmente a la adoración del Padre y al servicio de los hermanos. A este respecto, el Concilio Vaticano II afirma precisamente que los Pastores, a imagen de Cristo, deben realizar con santidad y valentía, con humildad y fortaleza, el propio ministerio, el cual será así para ellos «un excelente medio de santificación» [63]. Ningún Obispo puede ignorar que la meta de la santidad siempre es Cristo crucificado, en su entrega total al Padre y a los hermanos en el Espíritu Santo. Por eso la configuración con Cristo y la participación en sus sufrimientos (cf. 1 P 4, 13), es el camino real de la santidad del Obispo en medio de su pueblo.

[52] N. 5: AAS 94 (2002), 111.
[53] Sacramentarium Serapionis, 28: ed. F.X. Funk, II, 191.
[54] Homilía en la Misa de apertura de la X Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (30 septiembre 2001), 5: AAS 94 (2002), 111.
[55] Código de Derecho Canónico, c. 387; cf. Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, c. 197.
[56] Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 40.
[57] Sermo 340, 1: PL 38, 1483.
[58] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1804.1839.
[59] Cf. Propositio 7.
[60] S. Cipriano, De oratione dominica, 23: PL 4,553; cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 4.
[61] Ordenación Episcopal: imposición de la mitra.
[62] Cf. Propositio 7.
[63] Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 41.


CALENDARIO

17 MARTES DE LA V SEMANA DE PASCUA, feria o SAN PASCUAL BAILÓN, religioso, memoria libre

Misa
de feria o de la memoria (blanco).
MISAL: para la feria ants. y oracs. props. / para la memoria 1.ª orac. prop. y el resto del común de santos (para religiosos) o de la feria; Pf. Pasc. o de la memoria.
LECC.: vol. II.
- Hch 14, 19-28.
Contaron a la Iglesia lo que Dios había hecho por medio de ellos.
- Sal 144. R. Tus amigos, Señor, proclaman la gloria de tu reinado.
- Jn 14, 27-31a. Mi paz os doy.
o bien:
cf. vol. IV.

Liturgia de las Horas: oficio de feria o de la memoria.

Martirologio: elogs. del 18 de mayo, pág. 314.
CALENDARIOS: Segorbe-Castellón, Familia Franciscana: San Pascual Bailón, religioso (F). Tarazona, Orihuela-Alicante, Sigüenza-Guadalajara, Valencia y Franciscanas de los Sagrados Corazones: (MO).
Mérida-Badajoz: Aniversario de la ordenación episcopal de Mons. Antonio Montero Moreno, arzobispo, emérito (1969).

TEXTOS MISA

Martes de la V Semana de Pascua.

Antífona de entrada Cf. Ap 19, 5; 12, 10
Alabad a nuestro Dios todos los que lo teméis, pequeños y grandes, porque ha establecido la salvación y el poder y la potestad de su Cristo. Aleluya.
Laudem dícite Deo nostro, omnes qui timétis Deum, pusílli et magni, quia facta est salus, et virtus, et potéstas Christi eius, allelúia.

Oración colecta
Oh, Dios, que en la resurrección de Cristo nos has renovado para la vida eterna, concede a tu pueblo la firmeza de la fe y de la esperanza, para que nunca dudemos del cumplimiento de las promesas que hemos conocido siendo tú el autor. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui ad aetérnam vitam in Christi resurrectióne nos réparas, da pópulo tuo fídei speíque constántiam, ut non dubitémus implénda, quae te nóvimus auctóre promíssa. Per Dóminum.

En la memoria:
17 de mayo
San Pascual Bailón, religioso

Oración colecta propia; el resto de la feria de Pascua.

Monición de entrada
Conmemoramos a san Pascual Bailón, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, que nació en la provincia de Zaragoza el año 1540. Pastor en los primeros años de su juventud, forjó su espíritu contemplativo en la soledad y el silencio de la naturaleza. Admirable por su carisma de oración, fue reconocido por su gran amor al misterio de la santísima eucaristía. Murió el año 1592.

Oración colecta
Oh, Dios, que otorgaste a san Pascual Bailón un amor extraordinario a los misterios del Cuerpo y de la Sangre de tu Hijo, concédenos la gracia de alcanzar las riquezas divinas que él recibió en este sagrado banquete que preparas a tus hijos. Por nuestro Señor Jesucristo.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Martes de la V semana de Pascua (Lec. II).

PRIMERA LECTURA Hch 14, 19-28
Contaron a la Iglesia lo que Dios había hecho por medio de ellos

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, llegaron unos judíos de Antioquía y de Iconio y se ganaron a la gente; apedrearon a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad, dándole ya por muerto. Entonces lo rodearon los discípulos; él se levantó y volvió a la ciudad.
Al día siguiente, salió con Bernabé para Derbe. Después de predicar el Evangelio en aquella ciudad y de ganar bastantes discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios.
En cada Iglesia designaban presbíteros, oraban, ayunaban y los encomendaban al Señor, en quien habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Y después de predicar la Palabra en Perge, bajaron a Atalía y allí se embarcaron para Antioquía, de donde los habían encomendado a la gracia de Dios para la misión que acababan de cumplir. Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe. Se quedaron allí bastante tiempo con los discípulos.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 144, 10-11. 12-13ab. 21 (R.: cf. 12)
R. 
Tus amigos, Señor, proclaman la gloria de tu reinado.
Amíci tui, Dómine, notam fáciant glóriam regni tui.
O bien: Aleluya.

V. Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles.
Que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas.
R. Tus amigos, Señor, proclaman la gloria de tu reinado.
Amíci tui, Dómine, notam fáciant glóriam regni tui.

V. Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad.
R. Tus amigos, Señor, proclaman la gloria de tu reinado.
Amíci tui, Dómine, notam fáciant glóriam regni tui.

V. Pronuncie mi boca la alabanza del Señor,
todo viviente bendiga su santo nombre
por siempre jamás.
R. Tus amigos, Señor, proclaman la gloria de tu reinado.
Amíci tui, Dómine, notam fáciant glóriam regni tui.

Aleluya Lc 24, 26
R. 
Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Era necesario que el Mesías padeciera y resucitara de entre los muertos; y entrara así en su gloria. R.
Oportébat pati Christum et resúrgere a mórtius; et ita intráre in glóriam suam.

EVANGELIO Jn 14, 27-31a
Mi paz os doy
╬ 
Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde, Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.
Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que, como el Padre me ha ordenado, así actúo».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Regina coeli 1-mayo-2016

No estamos solos. Y el signo de la presencia del Espíritu Santo es también la paz que Jesús dona a sus discípulos: «Mi paz os doy» (Jn 14, 27). Esa es diversa de la que los hombres se desean o intentan realizar. La paz de Jesús brota de la victoria sobre el pecado, sobre el egoísmo que nos impide amarnos como hermanos. Es don de Dios y signo de su presencia. Todo discípulo, llamado hoy a seguir a Jesús cargando la cruz, recibe en sí la paz del Crucificado Resucitado con la certeza de su victoria y a la espera de su venida definitiva.

Oración de los fieles
Jesucristo es nuestra paz e intercede por nosotros ante el Padre.
- Para que el Señor nos conserve a todos los cristianos en la comunión de su Iglesia. Oremos.
- Para que dé confianza y ánimo a los que dudan, vacilan y se cansan. Oremos.
- Para que ilumine con su Espíritu a los que sirven a la Iglesia y al mundo con el estudio y la ciencia. Oremos.
- Para que conceda su paz a los hombres y a las naciones. Oremos.
Te lo pedimos, Padre, en nombre de tu Hijo, Señor nuestro, que vive contigo y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas
Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia exultante, y a quien diste motivo de tanto gozo concédele disfrutar de la alegría eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Súscipe múnera, Dómine, quaesumus, exsultántis Ecclésiae, et, cui causam tanti gáudii praestitísti, perpétuae fructum concéde laetítiae. Per Christum.

PREFACIO PASCUAL V
CRISTO, SACERDOTE Y VÍCTIMA
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca exaltarte en este tiempo glorioso en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él, con la inmolación de su cuerpo en la cruz, dio pleno cumplimiento a lo que anunciaban los antiguos sacrificios y, ofreciéndose a sí mismo por nuestra salvación, se manifestó, a la vez, como sacerdote, altar y víctima.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre: Te quidem, Dómine, omni témpore confitéri, sed in hoc potíssimum gloriósius praedicáre, cum Pascha nostrum immolátus est Christus.
Qui, oblatióne córporis sui, antíqua sacrifícia in crucis veritáte perfécit, et, seípsum tibi pro nostra salúte comméndans, idem sacérdos, altáre et agnus exhíbuit.
Quaprópter, profúsis paschálibus gáudiis, totus in orbe terrárum mundus exsúltat. Sed et supérnae virtútes atque angélicae potestátes hymnum glóriae tuae cóncinunt, sine fine dicéntes:

Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA III

Antífona de comunión Rom 6, 8
Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Aleluya.
Si mórtui sumus cum Christo, crédimus quia simul étiam vivémus cum Christo, allelúia.

Oración después de la comunión
Mira, Señor, con bondad a tu pueblo y, ya que has querido renovarlo con estos sacramentos de vida eterna, concédele llegar a la incorruptible resurrección de la carne que habrá de ser glorificada. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Pópulum tuum, quaesumus, Dómine, intuére benígnus, et, quem aetérnis dignátus es renováre mystériis, ad incorruptíbilem glorificándae carnis resurrectiónem perveníre concéde. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del día 18 de mayo
S
an Juan I, papa y mártir
, que, habiendo sido enviado por el rey arriano Teodorico en embajada al emperador Justino de Constantinopla, fue el primer pontífice romano que ofreció la Víctima Pascual en aquella Iglesia, pero a su regreso, detenido de manera indigna y aherrojado en la cárcel por el mismo Teodorico, pereció como víctima por Cristo Señor, en Rávena, en la actual región de Emilia-Ŕomaña, en Italia. (526)
2. En Salona, lugar de Dalmacia, hoy Croacia, san Félix, mártir durante la persecución bajo el emperador Diocleciano. (299)
3. En Egipto, san Dióscoro, mártir, hijo de un lector, que, después de muchos y variados tormentos, consumó su sacrificio con la decapitación. (c. 303)
4. En Alejandría, también en Egipto, santos Potamón, Ortasio y Serapión, presbíteros, y sus compañeros, todos mártires. (s. IV)
5. En Ankara, en Galacia, actualmente Turquía, santos mártires Teodoto y su tía Tecusa, y Alejandra, Claudia, Faína, Eufrasia, Matrona y Julita, vírgenes, que, después de haber sido prostituidas por orden del gobernador, fueron arrojadas luego a un lago con piedras atadas al cuello. (c. 303)
6*. En el territorio de Argovia, en Helvecia, hoy Suiza, beato Burcardo, presbítero, que como párroco del pueblo de Beinwil, cuidó con asidua diligencia pastoral el rebaño a él confiado. (s. XII)
7. En Upsala, ciudad de Suecia, san Erico IX, rey y mártir, quien durante su reinado gobernó sabiamente al pueblo, veló por los derechos de las mujeres y envió a Finlandia al obispo san Enrique para que propagase la fe de Cristo, pero finalmente, mientras asistía a la celebración de la Misa, cayó apuñalado en una agresión de sus enemigos daneses. (1161)
8*. En Toulouse, junto al río Garona, en Francia, beato Guillermo, presbítero de la Orden de Ermitaños de San Agustín. (1369)
9. En Roma, san Félix de Cantalicio, religioso de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, el cual, con admirable austeridad y sencillez, ejerció el trabajo de recaudar la limosna en la ciudad eterna durante cuarenta años, sembrando al mismo tiempo paz y caridad a su alrededor. (1587)
10*. En Mergentheim, en Alemania, beata Blandina (María Magdalena) Merten, virgen de la Orden de Santa Úrsula, que unió a la vida contemplativa el cuidado de la formación humana y cristiana de niñas y adolescentes. (1918)
11*. En el campo de concentración de Dachau, cercano a la ciudad de Munich, en Alemania, beato Estanislao Kubski, presbítero y mártir, que en tiempo de guerra entregó su espíritu por Cristo en una cámara de gas. (1942)
12*. En el lugar de Hartheim, cerca de Linz, en Austria, beato Martín Oprzadek, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores y mártir, el cual, de nacionalidad polaca, en la misma época y del mismo modo alcanzó el reino celestial. (1942)
- Beata Guadalupe Ortiz de Landázuri (1916- Pamplona 1975). Laica de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei. Profesora e investigadora de Química. Inició la labor apostólica del Opus Dei en México. Hizo descubrir a muchas personas la santidad en el trabajo y en la vida ordinaria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No publico comentarios anónimos.