Entrada destacada

Domingo 4 diciembre 2022, II Domingo de Adviento, ciclo A.

lunes, 11 de abril de 2022

Lunes 16 mayo 2022, Lunes de la V semana de Pascua, feria.

SOBRE LITURGIA

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL "PASTORES GREGIS"
DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

CAPÍTULO II. LA VIDA ESPIRITUAL DEL OBISPO

«Instituyó Doce, para que estuvieran con él» (Mc 3, 14)

11. Con el mismo acto de amor con el que libremente los instituye Apóstoles, Jesús llama a los Doce a compartir su misma vida. Esta participación, que es comunión de sentimientos y deseos con Él, es también una exigencia inherente a la participación en su misma misión. Las funciones del Obispo no se deben reducir a una tarea meramente organizativa. Precisamente para evitar este riesgo, tanto los documentos preparatorios del Sínodo como numerosas intervenciones en el Aula de los Padres sinodales insistieron sobre lo que comporta, para la vida personal del Obispo y el ejercicio del ministerio a él confiado, la realidad del episcopado como plenitud del sacramento del Orden, en sus fundamentos teológicos, cristológicos y pneumatólogicos.

La santificación objetiva, que por medio de Cristo se recibe en el Sacramento con la efusión del Espíritu, se ha de corresponder con la santidad subjetiva, en la que, con la ayuda de la gracia, el Obispo debe progresar cada día más con el ejercicio de su ministerio. La transformación ontológica realizada por la consagración, como configuración con Cristo, requiere un estilo de vida que manifieste el «estar con él». En consecuencia, en el Aula del Sínodo se insistió varias veces en la caridad pastoral, tanto como fruto del carácter impreso por el sacramento como de la gracia que le es propia. La caridad, se dijo, es como el alma del ministerio del Obispo, el cual se ve implicado en un proceso de pro-existentia pastoral, que le impulsa a vivir en el don cotidiano de sí para el Padre y para los hermanos como Cristo, el Buen Pastor.

El Obispo está llamado a santificarse y a santificar sobre todo en el ejercicio de su ministerio, visto como la imitación de la caridad del Buen Pastor, teniendo como principio unificador la contemplación del rostro de Cristo y el anuncio del Evangelio de la salvación [48]. Su espiritualidad, pues, además del sacramento del Bautismo y de la Confirmación, toma orientación e impulso de la Ordenación episcopal misma, que lo compromete a vivir en fe, esperanza y caridad el propio ministerio de evangelizador, sacerdote y guía en la comunidad. Por tanto, la espiritualidad del Obispo es una espiritualidad eclesial, porque todo en su vida se orienta a la edificación amorosa de la Santa Iglesia.

Esto exige en el Obispo una actitud de servicio caracterizada por la fuerza de ánimo, el espíritu apostólico y un confiado abandono a la acción interior del Espíritu. Por tanto, se esforzará en adoptar un estilo de vida que imite la kénosis de Cristo siervo, pobre y humilde, de manera que el ejercicio de su ministerio pastoral sea un reflejo coherente de Jesús, Siervo de Dios, y lo lleve a ser, como Él, cercano a todos, desde el más grande al más pequeño. En definitiva, una vez más con una especie de reciprocidad, el ejercicio fiel y afable del ministerio santifica al Obispo y lo transforma en el plano subjetivo cada vez más conforme a la riqueza ontológica de santidad que el Sacramento le ha infundido.

No obstante, la santidad personal del Obispo nunca se limita al mero ámbito subjetivo, puesto que su frutos redundan siempre en beneficio de los fieles confiados a su cura pastoral. Al practicar la caridad propia del ministerio pastoral recibido, el Obispo se convierte en signo de Cristo y adquiere la autoridad moral necesaria para que, en el ejercicio de la autoridad jurídica, incida eficazmente en su entorno. En efecto, si el oficio episcopal no se apoya en el testimonio de santidad manifestado en la caridad pastoral, en la humildad y en la sencillez de vida, acaba por reducirse a un papel casi exclusivamente funcional y pierde fatalmente credibilidad ante el clero y los fieles.

Vocación a la santidad en la Iglesia de nuestro tiempo

12. Hay una figura bíblica que parece particularmente idónea para ilustrar la semblanza del Obispo como amigo de Dios, pastor y guía del pueblo. Se trata de Moisés. Fijándose en él, el Obispo puede encontrar inspiración para su ser y actuar como pastor, elegido y enviado por el Señor, valiente al conducir su pueblo hacia la tierra prometida, intérprete fiel de la palabra y de la ley del Dios vivo, mediador de la alianza, ferviente y confiado en la oración en favor de su gente. Como Moisés, que tras el coloquio con Dios en la montaña santa volvió a su pueblo con el rostro radiante (cf. Ex 34, 29-30), el Obispo podrá también llevar a sus hermanos los signos de su ser padre, hermano y amigo sólo si ha entrado en la nube oscura y luminosa del misterio del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Iluminado por la luz de la Trinidad, será signo de la bondad misericordiosa del Padre, imagen viva de la caridad del Hijo, transparente hombre del Espíritu, consagrado y enviado para conducir al Pueblo de Dios por las sendas del tiempo en la peregrinación hacia la eternidad.

Los Padres sinodales destacaron la importancia del compromiso espiritual en la vida, el ministerio y el itinerario del Obispo. Yo mismo he indicado esta prioridad, en sintonía con las exigencias de la vida de la Iglesia y la llamada del Espíritu Santo, que en estos años ha recordado a todos la primacía de la gracia, la gran exigencia de espiritualidad y la urgencia de testimoniar la santidad.

La llamada a la espiritualidad surge de la consideración de la acción del Espíritu Santo en la historia de la salvación. Su presencia es activa y dinámica, profética y misionera. El don de la plenitud del Espíritu Santo, que el Obispo recibe en la Ordenación episcopal, es una llamada valiosa y urgente a cooperar con su acción en la comunión eclesial y en la misión universal.

La Asamblea sinodal, celebrada tras el Gran Jubileo del 2000, asumió desde el principio el proyecto de una vida santa que yo mismo he indicado a toda la Iglesia: «La perspectiva en la que debe situarse el camino pastoral es el de la santidad [...]. Terminado el Jubileo empieza de nuevo el camino ordinario, pero hacer hincapié en la santidad es más que nunca una urgencia pastoral» [49]. La acogida entusiasta y generosa de mi exhortación a poner en primer lugar la vocación a la santidad fue el clima en que se desarrollaron los trabajos sinodales y el contexto que, en cierto modo, unificó las intervenciones y las reflexiones de los Padres. Parecían vibrar en sus corazones aquellas palabras de san Gregorio Nacianceno: «Antes purificarse, después purificar; antes dejarse instruir por la sabiduría, después instruir; convertirse primero en luz y después iluminar; primero acercarse a Dios y después conducir los otros a Él; primero ser santos y después santificar» [50].

Por esta razón surgió repetidamente en la Asamblea sinodal el deseo de definir claramente la especificidad «episcopal» del camino de santidad de un Obispo. Será siempre una santidad vivida con el pueblo y por el pueblo, en una comunión que se convierte en estímulo y edificación recíproca en la caridad. No se trata de aspectos secundarios o marginales. En efecto, la vida espiritual del Obispo favorece precisamente la fecundidad de su obra pastoral. El fundamento de toda acción pastoral eficaz, ¿no reside acaso en la meditación asidua del misterio de Cristo, en la contemplación apasionada de su rostro, en la imitación generosa de la vida del Buen Pastor? Si bien es cierto que nuestra época está en continuo movimiento y frecuentemente agitada con el riesgo fácil del «hacer por hacer», el Obispo debe ser el primero en mostrar, con el ejemplo de su vida, que es preciso restablecer la primacía del «ser» sobre el «hacer» y, más aún, la primacía de la gracia, que en la visión cristiana de la vida es también principio esencial para una «programación» del ministerio pastoral [51].

[48] Cf. Propositio 8.
[49] Carta ap. Novo millennio ineunte (6 enero 2001), 30: AAS 93 (2001), 287.
[50] Oración II, n. 71: PG 35, 479.
[51] Cf. Carta ap. Novo millennio ineunte (6 enero 2001), 15.31: AAS 93 (2001), 276.288.

CALENDARIO

16 LUNES DE LA V SEMANA DE PASCUA, feria

Misa
de feria (blanco).
MISAL: ants. y oracs. props., Pf. Pasc.
LECC.: vol. II.
- Hch 14, 5-18.
Os anunciamos esta Buena Noticia: que dejéis los ídolos vanos y os convirtáis al Dios vivo.
- Sal 113 B. R. No a nosotros, Señor, sino a tu nombre da la gloria.
- Jn 14, 21-26. El Paráclito, que enviará el Padre, será quien os lo enseñe todo.

Liturgia de las Horas: oficio de feria.

Martirologio: elogs. del 17 de mayo, pág. 313.
CALENDARIOS: Almería: San Indalecio, obispo y mártir (S-trasladada).
Guadix, en la ciudad de Guadix: Santos Torcuato, obispo, y compañeros, mártires (S-trasladada).
Madrid-ciudad: San Isidro labrador (S-trasladada).
HH. de las Escuelas Cristianas: San Juan Bautista de La Salle, presbítero (Strasladada).
Hijas de la Cruz: San Andrés Huberto Fournet, presbítero (S).
Arzobispado Castrense-Infantería de Marina: San Juan Nepomuceno, presbítero y mártir (F). Santander: (MO).
Betharramitas: San Matías, apóstol (F).
Pequeña Obra de la Divina Providencia y Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad: San Luis Orione, presbítero (F). Familia Salesiana: (ML).
TOR: Santa Margarita de Cortona (F). Familia Franciscana: (MO).
Almería y Jaén: San Isidro labrador (MO). Lugo: San Eufrasio, obispo y mártir (MO).
Agustinos: Santos Alipio y Posidio (MO).
Benedictinos: San Pacomio, abad (MO).
Canónigos Regulares de Letrán: San Ubaldo de Gubbio, obispo (MO).
Dominicos: Beato Gil de Santárem, presbítero, o Beato Andrés Abellón, presbítero (MO).
Pasionistas: Santa Gema Galgani, virgen (MO).
Pamplona y Tudela: San Miguel Garikoitz, presbítero (ML).
Jaca: San Indalecio, obispo y mártir, y los santos Varones apostólicos (ML).
Carmelitas: San Simón Stock (ML).
Jesuitas: San Andrés Bobola, presbítero y mártir (ML).

TEXTOS MISA

Lunes de la V Semana de Pascua.

Antífona de entrada Cf. Jn 14, 27
Ha resucitado el buen Pastor, que dio la vida por sus ovejas y se dignó morir por su rebaño. Aleluya.
Surréxit pastor bonus, qui ánimam suam pósuit pro óvibus suis, et pro grege suo mori dignátus est, allelúia.

Oración colecta
Te pedimos, Señor, que protejas siempre a tu familia con tu mano poderosa, para que, libre de toda maldad, en virtud de la resurrección de tu Hijo unigénito, consiga los dones del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.
Famíliam tuam, quaesumus, Dómine, déxtera tua perpétuo circúmdet auxílio, ut, Fílii tui Unigéniti resurrectióne, ab omni pravitáte defénsa, donis caeléstibus prosequátur. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lunes de la V semana de Pascua (Lec. II).

PRIMERA LECTURA
 Hch 14, 5-18
Os anunciamos esta Buena Noticia: que dejéis los ídolos vanos y os convirtáis al Dios vivo

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, cuando en Iconio se produjeron conatos de violencia de parte de los gentiles y de los judíos, con sus autoridades, para maltratar a Pablo y Bernabé y apedrearlos; al darse cuenta de la situación, huyeron a las ciudades de Licaonia, a Listra y Derbe y alrededores, donde se pusieron a predicar el Evangelio.
Había en Listra, sentado, un hombre impedido de pies; cojo desde el seno de su madre, nunca había podido andar. Estaba escuchando las palabras de Pablo, y este, fijando en él la vista y viendo que tenía una fe capaz de obtener la salud, le dijo en voz alta:
«Levántate, ponte derecho sobre tus pies».
El hombre dio un salto y echó a andar. Al ver lo que Pablo había hecho, el gentío exclamó en la lengua de Licaonia:
«Los dioses en figura de hombres han bajado a visitarnos».
A Bernabé lo llamaban Zeus, y a Pablo, Hermes, porque se encargaba de hablar. El sacerdote del templo de Zeus que estaba a la entrada de la ciudad trajo a las puertas toros y guirnaldas y, con la gente, quería ofrecerles un sacrificio.
Al oírlo los apóstoles Bernabé y Pablo, se rasgaron el manto e irrumpieron por medio del gentío, gritando y diciendo:
«Hombres, ¿qué hacéis? También nosotros somos humanos de vuestra misma condición; os anunciamos esta Buena Noticia: que dejéis los ídolos vanos y os convirtáis al Dios vivo “que hizo el cielo, la tierra y el mar y todo lo que contienen”. En las generaciones pasadas, permitió que cada pueblo anduviera por su camino; aunque no ha dejado de dar testimonio de sí mismo con sus beneficios, mandándoos desde el cielo la lluvia y las cosechas a sus tiempos, dándoos comida y alegría en abundancia».
Con estas palabras, a duras penas disuadieron al gentío de que les ofrecieran un sacrificio.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 113 B, 1-2. 3-4. 15-16 (R.: 1ab)
R. 
No a nosotros, Señor, sino a tu nombre da la gloria.
Non nobis, Dómine, sed nómini tuo da glóriam.
O bien: Aleluya.

V. No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria,
por tu bondad, por tu lealtad.
¿Por qué han de decir las naciones:
«Dónde está su Dios»?
R. No a nosotros, Señor, sino a tu nombre da la gloria.
Non nobis, Dómine, sed nómini tuo da glóriam.

V. Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,
hechura de manos humanas.
R. No a nosotros, Señor, sino a tu nombre da la gloria.
Non nobis, Dómine, sed nómini tuo da glóriam.

V. Benditos seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se les ha dado a los hombres.
R. No a nosotros, Señor, sino a tu nombre da la gloria.
Non nobis, Dómine, sed nómini tuo da glóriam.

Aleluya Jn 14, 26
R. 
Aleluya, aleluya, aleluya.
V. El Espíritu Santo será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. R.
Spíritus Sanctus vos docébit ómnia; súggeret vobis ómnia quaecúmque díxero vobis.

EVANGELIO Jn 14, 21-26
El Defensor que enviará el Padre os lo enseñará todo
╬ 
Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».
Le dijo Judas, no el Iscariote:
«Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?».
Respondió Jesús y le dijo:
«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Regina caeli 15-mayo-2016
El Espíritu Santo no trae una enseñanza distinta, sino que hace viva, hace operante la enseñanza de Jesús, para que el tiempo que pasa no la borre o no la debilite. El Espíritu Santo injerta esta enseñanza dentro de nuestro corazón, nos ayuda a interiorizarlo, haciendo que se convierte en parte de nosotros, carne de nuestra carne. Al mismo tiempo, prepara nuestro corazón para que sea verdaderamente capaz de recibir las palabras y los ejemplos del Señor. Todas las veces que se acoge con alegría la palabra de Jesús en nuestro corazón, esto es obra del Espíritu Santo. 


Oración de los fieles
Con espíritu gozoso invoquemos a Jesucristo resucitado, fuente de vida para los hombres.
- Para que el Señor Jesús, que vive en la Iglesia, derrame sobre ella la abundancia del Espíritu Santo y la conduzca al conocimiento de la verdad plena. Roguemos al Señor.
- Para que los obispos, presbiteros, diáconos y catequistas proclamen el mensaje cristiano a todos los hombres. Roguemos al Señor.
- Para que los enfermos, los moribundos y todos los que sufren encuentren fuerza y consuelo en la victoriosa resurrección de Cristo. Roguemos al Señor.
- Para que la eucaristía haga madurar nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad. Roguemos al Señor.
Señor Jesucristo, escucha las súplicas que te presentamos confiando en que intercedes ante el Padre por nosotros. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas
Suban hasta ti, Señor, nuestras súplicas con la ofrenda del sacrificio, para que, purificados por tu bondad, nos preparemos para el sacramento de tu inmenso amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Ascéndant ad te, Dómine, preces nostrae cum oblatiónibus hostiárum, ut, tua dignatióne mundáti, sacraméntis magnae pietátis aptémur. Per Christum.

PREFACIO PASCUAL V
CRISTO, SACERDOTE Y VÍCTIMA
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca exaltarte en este tiempo glorioso en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él, con la inmolación de su cuerpo en la cruz, dio pleno cumplimiento a lo que anunciaban los antiguos sacrificios y, ofreciéndose a sí mismo por nuestra salvación, se manifestó, a la vez, como sacerdote, altar y víctima.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles,
cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre: Te quidem, Dómine, omni témpore confitéri, sed in hoc potíssimum gloriósius praedicáre, cum Pascha nostrum immolátus est Christus.
Qui, oblatióne córporis sui, antíqua sacrifícia in crucis veritáte perfécit, et, seípsum tibi pro nostra salúte comméndans, idem sacérdos, altáre et agnus exhíbuit.
Quaprópter, profúsis paschálibus gáudiis, totus in orbe terrárum mundus exsúltat. Sed et supérnae virtútes atque angélicae potestátes hymnum glóriae tuae cóncinunt, sine fine dicéntes:

Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA II

Antífona de comunión Cf. Jn 14, 27
La paz os dejo, mi paz os doy; No os la doy como la da el mundo -dice el Señor-. Aleluya.
Pacem relínquo vobis, pacem meam do vobis; non quómodo mundus dat, ego do vobis, dicit Dóminus, allelúia.

Oración después de la comunión
Dios todopoderoso y eterno, que en la resurrección de Jesucristo nos has renovado para la vida eterna, multiplica en nosotros los frutos del Misterio pascual e infunde en nuestros corazones la fortaleza del alimento de salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Omnípotens sempitérne Deus, qui ad aetérnam vitam in Christi resurrectióne nos réparas, fructus in nobis paschális multíplica sacraménti, et fortitúdinem cibi salutáris nostris infúnde pectóribus. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del día 17 de mayo
San Pascual Bailón, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, que, en Villarreal, Lugar de la provincia valenciana de Castellón, en España,  mostrándose siempre diligente y benévolo hacia todos, honró constantemente con ardiente amor el misterio de la Santísima Eucaristía. (1592)
2. En Alejandría de Egipto, san Adrión, mártir. (c. s. IV)
3. En Roma, en la vía Salaria Antigua, en el cementerio de Basila, san Víctor, mártir. (c. s. IV)
4. En Niveduno, junto al Danubio, en Escitia, actual Rumanía, santos Heraclio y Pablo, mártires. (c. s. IV)
5. En África Proconsular, hoy Túnez, conmemoración de santa Restituta, virgen y mártir. (c. 304)
6. En Vercelli, en la región de Liguria, en Italia, san Emiliano. (s. VI)
7. En la ciudad de Guiyang, en la provincia de Guizhou, en China, san Pedro Liu Wenyuan, mártir y catequista, que fue estrangulado a causa del nombre de Cristo. (1834)
8*. En Casoria, cerca de Nápoles, en Italia, beata Julia Salzano, virgen, que fundó la Congregación de las Hermanas Catequistas del Sagrado Corazón, para enseñar la doctrina cristiana y difundir la devoción hacia la Eucaristía. (1923)
9*. En la aldea de Orgosolo, en la región de Cerdeña, de nuevo en Italia, beata Antonia Mesina, virgen y mártir, que a los dieciséis años de edad, entregada en obras a favor de la Iglesia, defendió su castidad hasta la muerte. (1935)
10*. En el campo de concentración de la ciudad de Oserlag, próximo a Irkutsk, en Rusia, beato Iván Ziatyk, presbítero de la Congregación del Santísimo Redentor y mártir, que en tiempo de persecución desencadenada por los enemigos de la fe, mereció sentarse a la mesa del banquete celeste de los justos. (1952)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No publico comentarios anónimos.