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jueves, 28 de abril de 2022

Jueves 2 junio 2022, Jueves de la VII semana de Pascua, feria o santos Marcelino y Pedro, mártires, memoria libre.

SOBRE LITURGIA

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL "PASTORES GREGIS"
DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

El Obispo con su presbiterio

47. Al describir la Iglesia particular, el decreto conciliar Christus Dominus la define con razón como comunidad de fieles confiada a la cura pastoral del Obispo «cum cooperatione presbyterii» [181]. En efecto, entre el Obispo y los presbíteros hay una communio sacramentalis en virtud del sacerdocio ministerial o jerárquico, que es participación en el único sacerdocio de Cristo y, por tanto, aunque en grado diferente, en virtud del único ministerio eclesial ordenado y de la única misión apostólica.

Los presbíteros, y especialmente los párrocos, son pues los más estrechos colaboradores del ministerio del Obispo. Los Padres sinodales renovaron las recomendaciones y exhortaciones sobre la relación especial entre el Obispo y sus presbíteros, que ya habían hecho los documentos conciliares y reiterado más recientemente la Exhortación apostólica Pastores dabo vobis [182]. El Obispo ha de tratar de comportarse siempre con sus sacerdotes como padre y hermano que los quiere, escucha, acoge, corrige, conforta, pide su colaboración y hace todo lo posible por su bienestar humano, espiritual, ministerial y económico [183].

El afecto especial del Obispo por sus sacerdotes se manifiesta como acompañamiento paternal y fraterno en las etapas fundamentales de su vida ministerial, comenzando ya en los primeros pasos de su ministerio pastoral. Es fundamental la formación permanente de los presbíteros, que para todos ellos es una «vocación en la vocación», puesto que, con la variedad y complementariedad de los aspectos que abarca, tiende a ayudarles a ser y actuar como sacerdotes al estilo de Jesús.

Uno de los primeros deberes del Obispo diocesano es la atención espiritual a su presbiterio: «El gesto del sacerdote que, el día de la ordenación presbiteral, pone sus manos en las manos del obispo prometiéndole 'respeto y obediencia filial', puede parecer a primera vista un gesto con sentido único. En realidad, el gesto compromete a ambos: al sacerdote y al obispo. El joven presbítero decide encomendarse al obispo y, por su parte, el obispo se compromete a custodiar esas manos» [184].

En otros dos momentos, quisiera añadir, el presbítero puede esperar razonablemente una muestra de especial cercanía de su Obispo. El primero, al confiarle una misión pastoral, tanto si es la primera, como en el caso del sacerdote recién ordenado, como si se trata de un cambio o la encomienda de un nuevo encargo pastoral. La asignación de una misión pastoral es para el Obispo mismo una muestra significativa de responsabilidad paterna para con uno de sus presbíteros. Bien se pueden aplicar a esto aquellas palabras de san Jerónimo: « Sabemos que la misma relación que había entre Aarón y sus hijos se da también entre el Obispo y sus sacerdotes. Hay un sólo Señor, un único templo: haya pues unidad en el ministerio [...]. ¿Acaso no es orgullo de padre tener un hijo sabio? Felicítese el Obispo por haber tenido acierto al elegir sacerdotes así para Cristo» [185].

El otro momento es aquel en que un sacerdote deja por motivos de edad la dirección pastoral efectiva de una comunidad o los cargos con responsabilidad directa. En ésta, como en otras circunstancias análogas, el Obispo debe hacer presente al sacerdote tanto la gratitud de la Iglesia particular por los trabajos apostólicos realizados hasta entonces como la dimensión específica de su nueva condición en el presbiterio diocesano. En efecto, en esta nueva situación no sólo se mantienen sino que aumentan sus posibilidades de contribuir a la edificación de la Iglesia mediante el testimonio ejemplar de una oración más asidua y una disponibilidad generosa para ayudar a los hermanos más jóvenes con la experiencia adquirida. El Obispo ha de mostrar también su cercanía fraterna a los que se encuentran en la misma situación por enfermedad grave u otras formas persistentes de debilidad, ayudándolos a «mantener vivo el convencimiento que ellos mismos han inculcado en los fieles, a saber, la convicción de seguir siendo miembros activos en la edificación de la Iglesia, especialmente en virtud de su unión con Jesucristo doliente y con tantos hermanos y hermanas que en la Iglesia participan de la Pasión del Señor» [186].

Asimismo, el Obispo debe seguir de cerca, con la oración y una caridad efectiva, a los sacerdotes que por cualquier motivo dudan en su vocación y su fidelidad a la llamada del Señor, y de algún modo han faltado a sus deberes [187].

Finalmente, no debe dejar de examinar los signos de virtudes heroicas que eventualmente se hubieren dado entre los sacerdotes diocesanos y, cuando lo crea oportuno, proceder a su reconocimiento público, dando los pasos necesarios para introducir la causa de canonización [188].

Formación de los candidatos al presbiterado

48. Al profundizar el tema del ministerio de los presbíteros, los Padres sinodales centraron su atención en la formación de los candidatos al sacerdocio, que se desarrolla en el Seminario [189]. Esta formación, con todo lo que conlleva de oración, dedicación y esfuerzo, es una preocupación de importancia capital para el Obispo. Los Padres sinodales, a este respecto, sabiendo bien que el Seminario es uno de los bienes más preciosos para la diócesis, trataron con detenimiento del mismo, reafirmando la necesidad indiscutible del Seminario Mayor, sin descuidar la relevancia que tiene también el Menor para la transmisión de los valores cristianos con vistas al seguimiento de Cristo [190].

Por tanto, el Obispo debe manifestar su solicitud, ante todo, eligiendo con el máximo cuidado a los educadores de los futuros presbíteros y determinando el modo más oportuno y apropiado para que reciban la preparación que necesitan para desempeñar este ministerio en un ámbito tan fundamental para la vida de la comunidad cristiana. Asimismo, ha de visitar con frecuencia el Seminario, aun cuando las circunstancias concretas le hubieran hecho optar junto con otros Obispos por un Seminario interdiocesano, en muchos casos necesario e incluso preferible [191]. El conocimiento personal y profundo de los candidatos al presbiterado en la propia Iglesia particular es un elemento del cual el Obispo no puede prescindir. En base a dichos contactos directos se ha de esforzar para que en los Seminarios se forme una personalidad madura y equilibrada, capaz de establecer relaciones humanas y pastorales sólidas, teológicamente competente, con honda vida espiritual y amante de la Iglesia. También ha de ocuparse de promover y alentar iniciativas de carácter económico para el sustentamiento y la ayuda a los jóvenes candidatos al presbiterado.

Es evidente, sin embargo, que la fuerza para suscitar y formar vocaciones está ante todo en la oración. Las vocaciones necesitan una amplia red de intercesores ante el «Dueño de la mies». Cuanto más se afronte el problema de la vocación en el contexto de la oración, tanto más la oración ayudará al elegido a escuchar la voz de Aquél que lo llama.

Llegado el momento de conferir las Órdenes sagradas, el Obispo hará el escrutinio prescrito [192]. A este respecto, consciente de su grave responsabilidad al conferir el Orden presbiteral, sólo acogerá en su propia diócesis candidatos procedentes de otra o de un Instituto religioso después de una cuidadosa investigación y una amplia consulta, según las normas del derecho [193].

[181] N. 11.
[182] Cf. nn. 16-17: AAS 84 (1992), 681-684.
[183] Cf. Propositio 40.
[184] Discurso a un grupo de obispos recientemente nombrados (23 septiembre 2002), 4: L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (27 septiembre 2002), p. 5.
[185] Ep. ad Nepotianum presb., LII, 7: PL 22, 534.
[186] Exhort. ap. postsinodal Pastores dabo vobis (25 marzo 1992), 77: AAS 84 (1992), 795.
[187] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Christus Dominus, sobre la función pastoral de los Obispos, 16.
[188] Cf. Propositio 40.
[189] Cf. Propositio 41.
[190] Cf. ibíd.; Exhort. ap. postsinodal Pastores dabo vobis (25 marzo 1992), 60-63: AAS 84 (1992), 762-769.
[191] Cf. Ibíd., 65: l.c., 771-772.
[192] Cf. Código de Derecho Canónico, c. 1051.
[193] Cf. Propositio 41.


CALENDARIO

2 JUEVES DE LA VII SEMANA DE PASCUA, feria o SANTOS MARCELINO y PEDRO, mártires, m. libre

Misa de feria (blanco) o de la memoria (rojo). 
MISAL: para la feria ants. y oracs. props. / para la memoria 1.ª orac. prop. y el resto del común de mártires (para vv. mártires en TP) o de la feria. Conveniente PE I. Pf. Pasc., de la Ascensión, después de la Ascensión o de la memoria. 
LECC.: vol. II. 
- Hch 22, 30; 23, 6-11. Tienes que dar testimonio en Roma. 
- Sal 15. R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. 
- Jn 17, 20-26. ¡Que sean completamente uno! 
o bien: cf. vol. IV. 

Liturgia de las Horas: oficio de feria o de la memoria. 

Martirologio: elogs. del 3 de junio, pág. 345. 
CALENDARIOS: Astorga: San Dictino, obispo (ML). 
Burgos, Calahorra y La Calzada-Logroño: San Juan de Ortega, presbítero (ML). 
Girona: Santos Germán, Paulino, Justo y Sicio, mártires (ML). 
Dominicos: Beatos Sadoc y compañeros, mártires (ML).

TEXTOS MISA

Jueves de la VII Semana de Pascua.

Antífona de entrada Heb 4, 16
Comparezcamos confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno. Aleluya.
Adeámus cum fidúcia ad thronum grátiae, ut misericórdiam consequámur, et grátiam inveniámus in auxílio opportúno, allelúia.

Oración colecta
Te suplicamos, Señor, que tu Espíritu infunda con tal fuerza sus dones en nosotros, que nos conceda un corazón que te agrade y, propicio, nos haga conformes a tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo.
Spíritus tuus, quaesumus, Dómine, spiritália nobis dona poténter infúndat, ut det nobis mentem, quae tibi sit plácita, et aptet nos tuae propítius voluntáti. Per Dóminum.

Misa de la memoria:
2 de junio
Santos Marcelino y Pedro, mártires

La oración colecta es propia; el resto del común de varios mártires en Tiempo Pascual.

Antífona de entrada Mt 25, 34
Venid vosotros, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Aleluya.
Veníte, benedícti Patris mei, percípite regnum, quod vobis parátum est ab orígine mundi, allelúia.
O bien: Cf. Ap 7, 13-14
Estos, que están vestidos con vestiduras blancas, son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero. Aleluya.
Isti, qui amícti sunt stolis albis, hi sunt qui venérunt ex magna tribulatióne, et lavérunt stolas suas in sánguine Agni, allelúia.

Monición de entrada
Conmemoramos en esta celebración a los mártires san Marcelino, presbítero, y san Pedro, exorcista. El papa san Dámaso cuenta que, durante la persecución bajo Diocleciano, fueron condenados a muerte hacia el año 304. Conducidos al lugar del suplicio, los obligaron a cavar su propia tumba y, después de ser degollados, los enterraron ocultamente para que no quedase rastro suyo. Más tarde, una piadosa mujer llamada Lucila trasladó sus santos restos a Roma, dándoles digna sepultura.

Oración colecta
Oh, Dios, que nos defiendes y nos proteges con el glorioso testimonio de los santos mártires Marcelino y Pedro, concédenos progresar en su imitación sostenidos por su ayuda. Por nuestro Señor Jesucristo.
Deus, qui nos sanctórum mártyrum Marcellíni et Petri confessióne gloriósa circúmdas et prótegis, praesta nobis ex eórum imitatióne profícere, et oratióne fulcíri. Per Dóminum.

LITURGIA DE LA PALABRA
Lecturas del Jueves de la VII semana de Pascua (Lec. II).

PRIMERA LECTURA Hch 22, 30; 23, 6-11
Tienes que dar testimonio en Roma

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles.

En aquellos días, queriendo el tribuno conocer con certeza los motivos por los que los judíos acusaban a Pablo, mandó desatarlo, ordenó que se reunieran los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno y, bajando a Pablo, lo presentó ante ellos. Pablo sabía que una parte eran fariseos y otra saduceos y gritó en el Sanedrín:
«Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo, se me está juzgando por la esperanza en la resurrección de los muertos».
Apenas dijo esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos, y la asamblea quedó dividida. (Los saduceos sostienen que no hay resurrección ni ángeles ni espíritus, mientras que los fariseos admiten ambas cosas). Se armó un gran griterío, y algunos escribas del partido fariseo se pusieron en pie, porfiando:
«No encontramos nada malo en este hombre; ¿y si le ha hablado un espíritu o un ángel?».
El altercado arreciaba, y el tribuno, temiendo que hicieran pedazos a Pablo, mandó bajar a la guarnición para sacarlo de allí y llevárselo al cuartel.
La noche siguiente, el Señor se le presentó y le dijo:
«¡Ánimo! Lo mismo que has dado testimonio en Jerusalén de lo que a mí se refiere, tienes que darlo en Roma».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 15, 1b-2a y 5. 7-8. 9-10. 11 (R.: 1b)
R.
 Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Consérva me, Deus, quóniam sperávi in te.
O bien: Aleluya.

V. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios».
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano.
R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Consérva me, Deus, quóniam sperávi in te.

V. Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.
R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Consérva me, Deus, quóniam sperávi in te.

V. Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos
ni dejarás a tu fiel ver la corrupción.
R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Consérva me, Deus, quóniam sperávi in te.

V. Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.
R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Consérva me, Deus, quóniam sperávi in te.

Aleluya Jn 17, 21
R.
 Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Que todos sean uno –dice el Señor–, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, para que el mundo crea que tú me has enviado. R.
Ut omnes unum sint, sicut tu Pater, et ego in te, ut credat mundus quia tu me misísti, dicit Dóminus.

EVANGELIO Jn 17, 20-26
Que sean completamente uno
╬ 
Lectura del santo Evangelio según san Juan.
R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo:
«No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí.
Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo.
Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.

Papa Francisco, Vísperas con sacerdotes, consagrados y seminaristas en La Habana 20-septiembre-2005
Es frecuente confundir unidad con uniformidad; con un hacer, sentir y decir todos lo mismo. Eso no es unidad, eso es homogeneidad. Eso es matar la vida del Espíritu, es matar los carismas que Él ha distribuido para el bien de su Pueblo. La unidad se ve amenazada cada vez que queremos hacer a los demás a nuestra imagen y semejanza. Por eso la unidad es un don, no es algo que se pueda imponer a la fuerza o por decreto. Me alegra verlos a ustedes aquí, hombres y mujeres de distintas épocas, contextos, biografías, unidos por la oración en común. Pidámosle a Dios que haga crecer en nosotros el deseo de projimidad. Que podamos ser prójimos, estar cerca, con nuestras diferencias, manías, estilos, pero cerca. Con nuestras discusiones, peleas, hablando de frente y no por detrás. Que seamos pastores prójimos a nuestro pueblo, que nos dejemos cuestionar, interrogar por nuestra gente. Los conflictos, las discusiones en la Iglesia son esperables y, hasta me animo a decir, necesarias. Signo de que la Iglesia está viva y el Espíritu sigue actuando, la sigue dinamizando. ¡Ay de esas comunidades donde no hay un sí o un no! Son como esos matrimonios donde ya no discuten porque se ha perdido el interés, se ha perdido el amor.

Oración de los fieles
Oremos a Jesucristo, el Señor, haciendo nuestra su plegaria al Padre.
- Para que se realice la unidad de todos los cristianos, y así el mundo crea en Dios Padre y en su enviado Jesucristo. Roguemos al Señor.
- Para que se llegue a la unidad de los pueblos en el respeto a las legitimas diversidades. Roguemos al Señor.
- Para que se consiga la unión de corazones de todos los hombres, y así el mundo sepa que Dios nos ama. Roguemos al Señor.
- Para que los aquí reunidos vivamos la unidad que Cristo ha pedido al Padre. Roguemos al Señor.
Señor Jesucristo, escucha la oración que te dirigimos e intercede por nosotros ante el Padre. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Misa de la feria:
Oración sobre las ofrendas
Te pedimos, Señor, que, en tu bondad, santifiques estos dones, aceptes la ofrenda de este sacrificio espiritual y nos transformes en oblación perenne. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Propítius, Dómine, quaesumus, haec dona sanctífica, et, hóstiae spiritális oblatióne suscépta, nosmetípsos tibi pérfice munus aetérnum. Per Christum.

PREFACIO I DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
EL MISTERIO DE LA ASCENSIÓN
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque Jesús, el Señor, el rey de la gloria, vencedor del pecado y de la muerte, ha ascendido [hoy], ante el asombro de los ángeles, a lo más alto de los cielos, como Mediador entre Dios y los hombres, como Juez del mundo y Señor del universo.
No se ha ido para desentenderse de nuestra pobreza, sino que nos precede el primero como cabeza nuestra, para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su reino.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus:
Quia Dóminus Iesus, Rex glóriae, peccáti triumphátor et mortis, mirántibus Angelis, ascéndit (hódie) summa caelórum, Mediátor Dei et hóminum, Iudex mundi Dominúsque virtútum; non ut a nostra humilitáte discéderet, sed ut illuc confiderémus, sua membra, nos súbsequi quo ipse, caput nostrum principiúmque, praecéssit.
Quaprópter, profúsis paschálibus gáudiis, totus in orbe terrárum mundus exsúltat. Sed et supérnae virtútes atque angélicae potestátes hymnum glóriae tuae cóncinunt, sine fine dicéntes:

Santo, Santo, Santo…

PLEGARIA EUCARÍSTICA I o CANON ROMANO

Antífona de comunión Cf. Jn 16, 7

Os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito, dice el Señor. Aleluya.
Ego veritátem dico vobis, éxpedit vobis ut ego vadam; si enim non abíero, Paráclitus non véniet ad vos, dicit Dóminus, allelúia.

Oración después de la comunión
Te pedimos, Señor, que el sacramento recibido nos ilumine con su luz y nos transforme con su participación, para que merezcamos alcanzar los dones espirituales. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Percépta mystéria, quaesumus, Dómine, et eruditióne nos ínstruant et participatióne restáurent, ut ad spiritália mereámur múnera perveníre. Per Christum.

Misa de la memoria:
Oración sobre las ofrendas
Al celebrar la muerte preciosa de tus santos, te ofrecemos, Señor, aquel sacrificio del que el martirio recibe todo el fundamento. Por Jesucristo, nuestro Señor.
In tuórum, Dómine, pretiósa morte iustórum, sacrifícium illud offérimus, de quo martýrium sumpsit omne princípium. Per Christum.

PREFACIO I DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
EL MISTERIO DE LA ASCENSIÓN
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque Jesús, el Señor, el rey de la gloria, vencedor del pecado y de la muerte, ha ascendido [hoy], ante el asombro de los ángeles, a lo más alto de los cielos, como Mediador entre Dios y los hombres, como Juez del mundo y Señor del universo.
No se ha ido para desentenderse de nuestra pobreza, sino que nos precede el primero como cabeza nuestra, para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su reino.
Por eso, con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan el himno de tu gloria diciendo sin cesar:

Vere dignum et iustum est, aequum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus:
Quia Dóminus Iesus, Rex glóriae, peccáti triumphátor et mortis, mirántibus Angelis, ascéndit (hódie) summa caelórum, Mediátor Dei et hóminum, Iudex mundi Dominúsque virtútum; non ut a nostra humilitáte discéderet, sed ut illuc confiderémus, sua membra, nos súbsequi quo ipse, caput nostrum principiúmque, praecéssit.
Quaprópter, profúsis paschálibus gáudiis, totus in orbe terrárum mundus exsúltat. Sed et supérnae virtútes atque angélicae potestátes hymnum glóriae tuae cóncinunt, sine fine dicéntes:

Santo, Santo, Santo…

PLEGARIA EUCARÍSTICA I o CANON ROMANO

Antífona de la comunión Cf. Ap 2, 7

Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida que está en el paraíso de Dios. Aleluya.
Vincénti dabo édere de ligno vitæ, quod est in paradíso Dei mei, allelúia.
O bien: Cf. Sal 32, 1
Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.
Gaudéte, iusti, in Dómino; rectos decet collaudátio, allelúia.

Oración después de la comunión
Al celebrar en este banquete divino el triunfo celestial de los santos mártires N. y N., concede, Señor, la victoria a quienes comen aquí el Pan vivo, y permite a los vencedores gustar del árbol de la vida en el paraíso. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Beatórum mártyrum N. et N. cæléstem victóriam divíno convívio celebrántes, te, Dómine, depóscimus, ut panem vitæ hic edéntes des víncere, et vincéntes des édere de ligno vitæ in paradíso. Per Christum.

MARTIROLOGIO

Elogios del día 3 de junio
Memoria de los santos Carlos Lwanga y doce compañeros*, todos ellos de edades comprendidas entre los catorce y los treinta años, pertenecientes a la corte de jóvenes nobles o al cuerpo de guardia del rey Mwanga, que como neófitos o seguidores de la fe católica, por no ceder a los deseos impuros del monarca, murieron en la colina Namugongo, en Uganda, degollados o quemados vivos. (1886)
*Estos son sus nombres: Mbaya Tuzinde, Bruno Seronuma, Jacobo Buzabaliao, Kizito, Ambrosio Kibuka, Mgagga, Gyavira, Achilles Kiwanuka, Adolfo Ludigo Mkasa, Mukasa Kiriwanvu, Anatolius Kiriggwajjo y Lucas Banabakintu.
2. En Cartago, hoy Túnez, san Cecilio, presbítero, que convirtió a la fe en Cristo a san Cipriano. (s. III)
3*. En Carcasona, en la Galia Narbonense, actualmente Francia, san Hilario, considerado como primer obispo de esta ciudad, y en cuyo tiempo los godos difundieron la herejía arriana. (s. IV)
4. En Tours, en la Galia Lugdunense, de nuevo en la Francia actual, santa Clotilde, reina, cuyas oraciones indujeron a su esposo, Clodoveo, rey de los francos, a abrazar la fe cristiana, y al enviudar se retiró a la basílica de San Martín, donde deseó no ser considerada como reina sino como sierva de Dios. (545)
5. En Meung-sur-Loire, en el territorio de Orleans, también en la Galia, san Lifardo, presbítero, que en dicho lugar llevó vida solitaria. (550)
6. En Anagni, en la región italiana de Campania, santa Oliva, virgen(s. VI/VII)
7*. En Glandaloch, en Hibernia, hoy Irlanda, san Coemgeno (Kevin), abad, que fundó este monasterio en el que vivieron muchos monjes, de los cuales fue padre y guía. (622)
8*. En Clernont-Ferrand, en Aquitania, actual Francia, san Genesio, obispo de Clermont, que recibió sepultura en la iglesia del monasterio Manglieu que él mismo había fundado con el hospicio anexo. (c. 650)
9. En Córdoba, en la provincia hispánica de Andalucía, san Isaac, mártir, que, siendo monje, en tiempo de la dominación musulmana, llevado por un impulso no humano sino divino, salió del monasterio de Tábanos para presentarse ante el juez sarraceno y hablarle acerca de la verdadera religión, razón por la cual fue decapitado. (851)
10. En la ciudad de Luca, en Toscana, región de la actual Italia, san Divino, que, armenio de nacimiento, vendió todos sus bienes para ser peregrino por Cristo, visitando los Santos Lugares y los sepulcros de los apóstoles, hasta que, habiendo enfermado, descansó en el Señor. (1051)
11*. En la aldea de Altkirch, en la región de Basilea, actualmente Suiza, entre el pueblo de los helvecios, san Morando, monje, oriundo de Renania, que de presbítero peregrinó a Compostela y, al regresar, se hizo monje en Cluny, fundando después el monasterio donde terminó su intensa vida. (c. 1115)
12*. En Spello, lugar de Umbría, en Italia, beato Andrés Caccioli, que, primero presbítero agregado a la Orden de los Hermanos Menores, recibió el hábito de la Orden de manos de san Francisco, que le asistió en su lecho de muerte. (1254)
13*. En el cenobio de Santa María de Cardossa, en Lucania, también en la actual Italia, san Cono, monje, que, mediante la práctica monástica y la inocencia de vida llegó  en breve tiempo, con la ayuda de Dios, a la culminación de todas las virtudes. (s. XIII)
14*. En York, en Inglaterra, beato Francisco Ingleby, presbítero y mártir, alumno del Colegio de los Ingleses de Reims, que bajo la reina Isabel I, por ejercer el sacerdocio en su patria, fue condenado a muerte. (1580)
15. En Jerez, en la región española de Andalucía, san Juan Grande, religioso de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, insigne por su dedicación a los cautivos, abandonados y marginados, que, cuidando de los apestados durante una epidemia, falleció al haberse contagiado. (1600)
16*. En el mar, frente el puerto de Rochefort, en Francia, beato Carlos Renato Collas du Bignon, presbítero de la Compañía de Sacerdotes de San Sulpicio y mártir, rector del Seminario Menor de Bourges, que durante la Revolución Francesa, por el hecho de ser sacerdote, fue encarcelado en una nave prisión, donde murió a consecuencia de la enfermedad que allí contrajo. (1794)
17. En la ciudad de Au Thi, en Tonkín, hoy Vietnam, san Pedro Dong, mártir, padre de familia, que prefirió sufrir crueles torturas antes que pisar la Cruz, y logró que en su frente se escribiese «verdadera religión» en lugar de «falsa religión», como se pretendía, por lo cual pereció decapitado en tiempo del emperador Tu Duc. (1862)
18*. En la localidad de Bellegra, en los alrededores de Roma, beato Diego (José) Oddi, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, eximio por su vida de oración y su sencillez. (1919)

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